Golpe por Golpe. El Inicio IV
El dinero que mi hermano ganaría, sería solamente de el, y el decidiría como gastarlo,la única condición era que no descuidara sus estudios ni el trabajo y a cambio de eso, tendría los mismos privilegios que yo, sería un hijo más de la familia San Román.
Algunos mese habían pasado desde el inicio de clases, los vientos anunciaban la llegada del otoño, como dijo Lauren De Stefano: El otoño siempre ha sido mi estación favorita. El momento en que estalla todo con su belleza pasada, como si la naturaleza hubiera estado ahorrando todo el año para el gran final.
Las cosas no habían resultado sorpresivamente agradables, me atrevería a decir, que todo era maravilloso. En efecto León había declarado la guerra a Guillermo por haberse puesto de mi lado, por ser mi amigo, aunque aparentemente, a este último no le importaba para nada lo que se dijera de él, se había convertido, no solo en mi único amigo, si no en mi hermano del alma, todo este tiempo aparte de estudiar, se dedicaba a cuidarme y defenderme. Esta de mas decir que gracias a él, las cosas eran diferentes, pues a León no le quedo de otra que detener sus ataques, pues la verdad es que mi amigo, a sus quince años recién cumplidos, imponía respeto, es alto y con un cuerpo marcado, grandes brazos, ojos color miel, cabello rizado negro, no lo podía negar, mi amigo es guapo, tiene una cara muy linda, y sonrisa picara, como si acabara de hacer alguna travesura, pero lo que más llamaba la atención de él, eran sus ojos, la verdad, no podría explicarlo con palabras, transmiten una luz muy especial, su mirada es cálida, cuando te mira con afecto, es como si posara sobre ti, una cobija de serenidad, te hace sentir seguro y pareciera que todo es mejor. A veces, solía mirarlo y me preguntaba ¿Qué tan diferentes serian las cosas sin en vez de ser hijo único, hubiera tenido un hermano?, pese a que teníamos un par de meses de conocernos, algo tenía claro, no podía amarlo más, aunque la misma sangre corriera por nuestras venas.
Mis padres obviamente ya conocían a Guillermo, y no solo lo trataban bien, si no que lo consideraban como yo un miembro más de la familia y les alegraba que por fin conocian a un amigo mío, pues en todos estos años, nunca había llevado a nadie a casa; como dije antes, el ya no solo era mi amigo, era el hermano que me había elegido.
Sabia muy poco de él, era más lo que intuía que lo que me había dicho; era hijo único igual que yo, su madre había muerto de cáncer cuando el apenas tenía seis años, su padre al haberse quedado viudo volvió a casarse, con una mujer que al parecer había sido amiga de su madre y dos años después, su padre que era obrero en una fábrica, había muerto en un accidente en la fábrica que laboraba, Guillermo era muy hermético cuando hablaba de él, al parecer algo había explotado y el señor se encontraba en el sector donde la explosión había tenido origen; con casi nueve años, mi amigo había quedado huérfano a cargo de la mujer de su padre, la cual por lo que podía entrever era una mujer fría que había cargado con Guillermo por obligación, no por amor; por esta y varias razones, el se esforzaba tanto por estudiar y sacar las mejores calificaciones, así pronto podría irse del lado de aquella mujer. Con la convivencia diaria descubrí que no solo estudiaba, si no que saliendo del colegio, trabajaba medio tiempo como mensajero en una empresa de telecomunicaciones, para poder solventar los gastos del instituto y aportar una parte para la manutención de la casa. Eso me hacia admirar mas a mi hermano, era un ser excepcional, símbolo de fuerza y superación.
Una noche a mediados de octubre, mientras terminaba de cenar, sonó el timbre.
Guillermo estaba afuera, en cuanto me aviso Diana, la sirvienta, me levante de la mesa rápidamente, a ver qué sucedía, no es que fuera muy tarde, eran apenas la nueve de la noche, pero él nunca venia a mi casa tan tarde y menos después de haber estado aquí unas horas antes, algo dentro de mi me decía que no estaba bien.
Y ahí estaba bajo la lluvia, llorando y con algunas marcas rojas en la cara y los brazos. No sabía qué hacer, en ese momento me quede paralizado de impotencia, ¿Qué le había pasado?, ¿Quién le había hecho eso? Y por primera vez en mi vida, sentía rabia y un odio enorme hacia aquel que había lastimado de esa forma a mi hermano, no parecía el niño alegre y optimista de siempre, frente a mí, estaba un joven triste y frágil.
Reaccione y lo único que atine a hacer fue abrazarlo con todas mis fuerzas, como si con ese abrazo pudiera sanar todos los golpes de le habían hecho. Entramos a mi casa, Guillermo escurría agua por todos lados y no se podían diferenciar las gotas de agua que caían por su rostro, de las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, solo unos pequeños y casi inaudibles sollozos.
- Diana un favor, discúlpame con mis padre y no les digas nada, yo luego les explico.
Guillermo que no había hablado en todo este tiempo, rompió el silencio.
- ¿Qué? ¿Tus padres están aquí?, lo siento, no debí, yo… yo solo, no sabía a dónde ir. Mejor me voy, no quiero incomodar.
- ¡No! quédate, no molestas a nadie, ven, subamos a mi cuarto, estas mojado y necesitas darte un baño, si no te vas a enfermar.
La verdad mi amigo apenas tenía fuerzas para caminar, así que no pudo negarse.
- Joven. ¿Desea que le suba algo de cenar para su amigo?
- Si diana ¡por favor!
Hasta ahora era Guillermo quien me cuidaba a mí y verlo así, tan desconsolado, me rompía el corazón.
Mientras entraba a la ducha, aproveche para hablar con mis papas baje a buscarlos al comedor, pero ya no estaban, así que imagine, que se habían subido a su cuarto.
- Papa, ¿se puede?
- Adelante amor, tu papa se quedo en el despacho, arreglando unos asuntos. ¿Qué sucedió? ¿Por qué no regresaste a la mesa?
- Mira… lo que pasa es que llego Guillermo y…
- Y ¿por qué no lo pasaste? Me hubiera gustado saludarlo, esta tarde ya no lo vi ¿ya se fue? Y dime, ¿que se le olvido?
- No ma, es que, mmmmmm lo que sucede es que…
- Estas nervioso, ¿que pasa amor?
Estaba muy angustiado, no sabía cómo decirle a mi mama, que Guillermo estaba en mi cuarto tomando y baño y golpeado; sabía que no lo tomaría a mal, al contrario, la conozco y sé que apoyaría a mi amigo en la medida de sus posibilidades, lo que me hacía dudar, era la reacción de Guillermo, no tenía claro que diría, seguramente le daría mucha pena que mis padres lo vieran así.
- No sé lo que ocurrió, pero Guillermo llego mojado y con varios golpes.
La reacción de mi mama, fue de sorpresa, pero inmediatamente, cambio su semblante mostrándose serena.
- Y ¿ya le preguntaste que fue lo que le sucedio? ¿esta bien?
- Por ahora no, no quiero abrumarlo con preguntas, solo le pedí que se bañara.
- Tienes razón, lo mejor sería que él te lo diga, cuando este más tranquilo, mientras, pídele a diana, que prepare una de las habitaciones de huéspedes y coméntale a Guillermo que sería bueno que avisara en su casa que se va a quedar a dormir aquí, no sea que se preocupen.
- ¿Qué pasa aquí?, ¿Por qué están tan misteriosos? – mi padre había entrado al cuarto, y nos miraba a mamá y a mí con curiosidad.
- Anda amor, haz lo que te pedí, que yo le cuento a tu padre.
- ¡Ok! Ma, ahora vuelvo.
La plática con mi mama me había tranquilizado, y con razón, era la presidenta del club de damas de caridad, siempre tenía las palabras correctas en el momento justo.
Entre a mi cuarto después de decirle a Diana lo que mi mama me había pedido.
Guillermo estaba sentado sobre mi cama con la toalla anudada sobre la cintura, pude ver que las marcas de golpes no solo se hallaban en su cara y brazos, tenía varias en la espalda, las lagrimas amenazaban con Salí, pero no lo permití, esta vez, yo tenía que ser el fuerte; pase a lado de mi hermano sin hablar y me dirigí hacia el armario, de donde saque una pijama y se la di a mi amigo.
- Póntela, la noche esta fría y no quiero que te enfermes.
Diana toco la puerta, había subido la comida para Guillermo, abrí ligeramente la puerta y tome la bandeja, mientras Diana me susurraba que el cuarto estaba listo. Al voltear, ya tenía puesta la pijama, puse la bandeja a lado suyo.
- No si hayas cenado, pero algo de leche tibia con galletas, no están de más.
- Guillermo me miro a los ojos y sin decir nada, tomo el vaso y un par de galletas.
En cuanto termino de comer, suspiro profundamente y se quedo con la mirada fija en el piso. No quería aturdirlo con preguntas, así que solo me senté en el piso a lado de sus piernas y recargue mi cabeza sobre la cama.
Después de varios minutos en silencio, por fin hablo.
- Perdóname, no quería que me vieras así, solo que no supe que hacer.
- no importa, tú me has visto así muchas veces, es justo que te regrese un poco de todo el apoyo que me has dado.
-¡de verdad!, ¿no te da pena tener un amigo así a tu lado?, es decir, yo nunca me pongo así, generalmente me controlo muy bien, solo que ahora..., fue demasiado…
al contrario, me preocupaba que fueras demasiado perfecto, pensaba que no estaría a tu altura.
¿de verdad?, soy yo el que nunca estaría a tu altura- de pronto, se quedo callado, como atando cabos- ¿tus papas saben que estoy aquí?, será mejor que me vaya- se puso de pie, he hizo ademan de salir por la puerta sin esperar mi respuesta
-¿no creo que llegues muy lejos descalzo y con esa pijama puesta- mis palabras lo detuvieron justo cuando estaba girando el pomo de la puerta
- ¿Dónde está mi ropa?,
-mmmmmm… supongo que la dejaste tirada en el baño cuando entraste
-¡yo!, se quedo meditando un momento mis palabras, me abrazo, soltó en llanto y en susurros me dijo- ¡ya no puedo más!, ¿no se qué hacer?
Nos sentamos sobre la cama, mientras él se desahogaba sobre mi hombro, hasta que el decidió hablar
Fue mi... esa mujer, llegue a la casa después del trabajo y estaba con un hombre en la casa; yo me enoje, pero no hice nada, me fui directo a mi cuarto, pero a ella pareció molestarle, pues cuando el hombre se fue, entro echa una fiera, no la reconocía, no es que siempre fuera muy cariñosa, de hecho nunca lo había sido, pero esta vez… había algo en ella, empezó a gritarme , al principio sin sentido, hasta que comenzó a decirme que era una molestia, que yo había arruinado su vida, salió del cuarto, pensé que todo había terminado, pero no fue así; regreso con un cinturón en la mano y... comenzó a golpearme hasta que se canso
¿y tú? ¿Que hiciste?
- No quise defenderme, solo me quede ahí, supongo- la mirada d mi amigo estaba fija en el techo de mi habitación, evitando que mas lagrimas salieran de sus ojos, y respirando con dificultad- que tiene razón, solo soy un problema.
El nudo en mi garganta no me permitía hablar, mi hermano estaba ahí, a mi lado tan afligido; entendía por qué no se había defendido, pensaba que era su obligación soportar los golpes como pago a esa mujer por haberlo cuidado y mantenido, a pesar de todo mi amigo, sin duda la quería y la respetaba; eso me hacia admirarlo aun mas. Guillermo recargo su cabeza sobre mi hombro y poco a poco, el sueño termino por vencerlo, lo recosté sobre mi cama y cubrí su cuerpo con las sabanas, no sabía qué hacer, así que hice lo se siepre, fui al cuarto de mis padres a contarles lo que había pasado con mi hermano.
Después de un largo debate entre mis padre y yo, decidieron que le plantearían a Guillermo la opción de que se quedara a vivir con nosotros, después de todo, sabían que era un buen muchacho y eran testigos del afecto que había crecido entre nosotros. a partir de esa noche las cosas resultaron mejor de lo que pudiera haber imaginado, mis padres hablaron con un abogado y este a su vez hablo con la madrastra de mi hermano, mis padres querían la guardia y custodia de Guillermo a cambio de no denunciarla ante las autoridades por la golpiza que le había dado a mi hermano; la señora aunque al principio un poco renuente, según escuche, termino por aceptar, cuando mis padres le ofrecieron una suma sustanciosa, de la que Guillermo por supuesto, jamás se enteraría.
Mi hermano que extraña se oía esa palabra en mis labios, pero no podía dejar de pronunciarla desde que mis padres llegaron del juzgado con la firma de esa mujer en un papel. ¡Mi hermano! había hablado con mis padres y llego, a un acuerdo con ellos, en el que trabajaría medio tiempo como asistente de contabilidad en una de las empresas de mis padres, el insistía en que con la mitad de su sueldo pagaría en parte los gastos que producia en mi casa, a lo cual, mis padres se negaron rotundamente, el dinero que mi hermano ganaría, sería solamente de el, y el decidiría como gastarlo,la única condición era que no descuidara sus estudios ni el trabajo y a cambio de eso, tendría los mismos privilegios que yo, sería un hijo más de la familia San Román.
El tiempo paso muy rápido.
¿Mi regalo de navidad?... ver a León besándose con Rósela; mi corazón se rompió en cuanto vi como sus labios se juntaban con tanta pasión y como ella acariciaba la nuca de… su novio… con tanta devoción. Las lagrimas acudieron a mis ojos, sin duda el nunca podria ser para mi, pero eso mi corazon no lo entendia.