Golpe por Golpe. El Inicio III

A mis amigos los elijo ¡yo! y no permito que nadie interfiera con mis decisiones.

Esta vez el capitulo es mas largo, y he intentado corregir muchos de los errores que me han marcado los demás autores y lectores que amablemente se han atrevido a leer esta historia y comentar.

Lo cierto es que no lo había planeado que fuera tan largo, pero extrañamente, una vez que comencé a escribir, no pude parar, la aparición de Guillermo en la vida de Mario es muy importante para el desarrollo de la historia, es su primer amigo.

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El año había pasado con más sorpresas de las que esperaba, no solo tenía nuevos compañeros, me había enamorado de uno de ellos.

León había venido a trastornar mi vida, todo el tiempo estaba en mis pensamientos, él era el centro de mi mundo y no solo por el amor que había despertado en mi, si no porque… si bien nunca me había llevado bien con ellos, ya había aprendido a sobrellevarlos y a soportar sus insultos; pero la llegada de León al colegio había cambiado todo, nunca nos hablamos y por alguna extraña razón, a dos semanas del inicio de clases comenzó a burlarse de mí y a humillarme, ¡la verdad!, me lo esperaba, desde que me di cuenta que se había convertido en el líder del salón, las cosas no pararon ahí como creía, pues las agresiones ya no solo eran verbales como en años anteriores, León comenzó a empujarme cuando me lo encontraba en los pasillos y si pasaba cerca de el era seguro que me metería el pie, o me daría una patada provocando mi caída; mas de una vez me arrojo objetos a la cara o al cuerpo y obviamente su prepotencia y crueldad para conmigo me herían profundamente.

Sin embargo era más mi amor y admiración, soporte pacientemente todo el año, refugiándome en el baño o la biblioteca para llorar, y comencé a evitar andar por mi casa con ropa que dejara al descubierto mis múltiples moretones y raspones.

El año termino, y por extraño que parezca lejos de alegrarme, me sentía triste, pues eso significaba que dejaría de ver a León durante casi dos meses.

Mi entrada a la preparatoria fue lo mejor que me pudo pasar.

Esa noche recuerdo que no pude dormir de los nervios

Esperaba impaciente la hora en que me tenía que levantar para arreglarme, no podía aguantar las ganas de verlo después de tanto tiempo sin saber de él.

Como de costumbre Don Alberto me fue a dejar al instituto, deseándome buena suerte, dándome cientos de recomendaciones para defenderme de mis compañeros, recordándome que mantendría el celular prendido todo el tiempo, para lo que necesitara y que me esperaría afuera a la hora de la salida, como siempre.

Un beso en la mejilla y un abrazo después, ya me encontraba dentro, presa de los nervios apenas y podía caminar y sentía mil mariposas revoloteando en mi estomago; de súbito choque contra algo, ¿o contra alguien?, el golpe había sido tan fuerte que me encontraba tirado en el piso.

¡Discúlpame!, venia distraído por que hace rato que sonó el timbre y no debo llegar tarde en mi primer día de clases.

Alce la vista y lo vi, cabello rizado, ojos negros. Tenía la mano estirada en dirección a mí, no lo había visto nunca, sin duda era un nuevo alumno, de lo contrario no entendía por qué se portaba tan amable conmigo, no estaba acostumbrado a que un extraño me diera la mano, pero algo en su sonrisa me hizo confiar en él, así que tome su mano y me impulso para poder levantarme, me sacudí un poco la ropa y la mochila.

-       No te preocupes, en realidad la culpa fue mía, nadie en su sano juicio se queda parado en medio del patio, estaba tan concentrado en mis pensamientos que no me di cuenta que ya había sonado el timbre.

-       Jajajajajajajajajaja, digamos que es culpa de los dos, tu por enajenado y yo por distraído. Apropósito, mi nombre es Guillermo.

-       Yo soy Mario, ¡mucho gusto! ¿Eres nuevo verdad?

-       ¿Tanto se me nota?, pues si, soy “el becado”, debó parecer un bicho raro entre tanto niño rico.

Dijo esto con un dejo de amargura en su voz, y la sonrisa que había mantenido todo es te tiempo había desaparecido.

-       Bue… bueno, en realidad no me refería a eso, lo decía por qué no te había visto nunca

Su cara cambio y…

-       Lo siento, ¡discúlpame!, estoy nervioso porque es el primer día y ya voy retrasado. ¡Mierda!, voy retrasado,-no acabo de decir eso y salió disparado en dirección a los salones.

Y en definitiva tenía razón, era el primer día y yo también iba tarde, me apresure a mi salón, toque un par d veces la puerta.

-       ¡Adelante!

Asome primero mi cabeza, no sabía que maestro le habían asignado a mi grupo, pero esperaba que no fuera muy severo al llamarme la atención por mi retardo, ¡puf! Afortunadamente era el profesor Héctor, un señor de cuarenta y pocos años,  carismático y agradable, el más tranquilo de todo el instituto, se rumoraba que nunca reprobaba a nadie, y la pocas veces que lo había hecho, siempre buscaba la manera de ayudarlo a pasar.

-       ¡Buenos días! Disculpe la demora, lo que sucede es que me tropecé en el patio con un compañero.

El maestro sonrió,

-       Al parecer está de moda ese pretexto, porque este compañero, acaba de decirme lo mismo.

A un costado del profesor se encontraba el chico que me había ayudado a levantarme, serio y con la mirada en el piso.

-       No creo que sea cuestión de moda profesor, el es el joven con el que tropecé y no es por justificarlo, pero yo lo entretuve mientras le reclamaba el que no se haya fijado por donde caminaba.

El maestro me miro fijamente en busca de alguna señal de que mintiera.

-       ¡De acuerdo!, Dado que el joven San Román ya explico cómo sucedieron las cosas y tomando en cuenta que es el primer día de clases y todos están desacostumbrados al horario, lo pasare por alto, pero será solo por esta vez; siéntense los dos ¡por favor! Y continuemos con las presentaciones.

Camine a la silla que estaba enfrente del escritorio, y el profesor me guiño un ojo, haciéndome ver que todo había sido un montaje para asustar a los demás, el maestro me conocía, y sabía que era había sido el alumno con el promedio más alto de la secundaria, por lo tanto tendría algunas concesiones conmigo igual que todos los profesores, claro que dichas concesiones yo las pagaba con excelentes calificaciones y buen comportamiento.

La clase se fue muy rápido, el profesor nos explico la manera de evaluar y demás trabajos que nos pediría a lo largo del año.

La mañana había sido tan inaudita, que no tuve tiempo de pensar en León hasta el cambio de clases, cuando sentí una bola de papel chocar contra mi cabeza, por si me quedaba alguna duda, esto ya lo había aclarado, las cosas serian como el año pasado.

-       ¡OYE!, ¡gracias!

Gire la cabeza buscando de donde provenía esa voz, y a mi derecha, estaba el… Guillermo, sentado en la silla.

-       ¿A qué te refieres?

A que gracias a ti, el maestro no me dijo nada. Discúlpame si fui grosero, lo que sucede es que no puedo darme el lujo de llegar tarde a las clases. Me gane una beca para estudiar en este colegio, y como comprenderás, tengo que esforzarme para mantenerla, de lo contario, jamás podría pagar una de las mensualidades de una escuela como esta.

-       No hay problema, de verdad no fue nada. Te entiendo, y lo que si necesitas algo, no dudes en decirme y si puedo ayudarte, con gusto la hare.

La verdad es que no lo entendía, nunca había conocido a nadie que no perteneciera a este círculo, pero me imaginaba, este chavo me caía bien, su sonrisa  era franca, y su mirada tenía una luz muy especial, transmitía mucha calidez.

El día pasó rápidamente, y faltaba poco para que terminaran las clases, Guillermo y yo habíamos hablado poco, pero sin duda había sido más de lo que había hablado en todo el año pasado con alguien del colegio. Guillermo se levanto y se asomo por el balcón, fue cuando lo vi, León se acercaba a él. Demasiado bonito para ser cierto, sin duda ya lo estaban poniendo al corriente de quién era yo, el apestado del instituto, el maricon, el nerd, en fin… lo siguiente que pasaría, Guillermo vendría por sus cosas y las cambiaria de lugar, tal vez cerca de león y su grupito de secuaces.

Las clases habían acabado, hasta hora Guillermo no se había cambiado, quizás le había parecido ridículo cambiarse de lugar por solo una hora, pero seguramente mañana lo haría. Tome mis cosas y Salí rápidamente sin voltear, en la puerta como siempre Don Alberto, puse mi mejor sonrisa y subí a la camioneta.

-       ¿Cómo le fue niño?

-       Muy bien Don, un poco cansado, pero seguramente me acostumbrare rápido

A la mañana siguiente, lo mismo de ayer, arreglarse, subir, despedirme, entrar, soportar, salir…

Mientras subía las escaleras para entrar al salón, sentí que me tomaban por el hombro y no pude evitar temblar de miedo al creer que era León, me quería tirar por las escaleras, voltee asustado y era él, era Guillermo, me sorprendió, no contaba con que volviera a acercarse a mí.

-        ¡Calma!, no te asustes ¡soy yo!

-       Lo siento, creí que eras…

-        ¡¿Quién!?

-       Nadie, olvídalo.

-       ¿Qué paso?...

-       Lo mismo me pregunto yo, ayer te fuiste deprisa y ni te despediste.

-        ¡Yo!… es que… bueno te vi hablando con león y supuse que ya te había puesto al tanto de quien soy en este colegio.

-       Si de hecho lo hizo

-       ¿Qué te dijo?

-       ¡Va! Puras tonterías, nada que no me imaginara

-       ¡¿No te entiendo?!

-        Si hombre, me dijo que eras gay, pero eso lo imagine desde que tropezamos en el patio, no quiero que te molestes, pero, ¿no te has dado cuenta que eres muy afeminado al caminar?

-       ¿Y aun así me hablaste?

-       Veras Mario, yo no soy quién para decir que está bien o mal, tus preferencias, son cosa tuya, en lo que respecta a mí, me caíste muy bien.

-       ¿Estas seguro?, tu simpatía para conmigo, puede acarrearte muchos problemas

-       Claro que estoy seguro, a mis amigos los elijo ¡yo! y no permito que nadie interfiera con mis decisiones, así que si León y sus lacayos se van a poner en mi contra por ser tu amigo, adelante, no les tengo miedo, y se defenderme.

-       Pero el podría hacer que nadie te hablara, corres el riesgo de volverte un apestado social ¡como yo!

-       Jajajajajajajajaja, la verdad me tiene sin cuidado, yo no vine a este instituto a hacer amigos, mi plan es graduarme con el mejor promedio posible y poder asistir a una buena universidad.

Mi reacción a sus palabras no podía ser más desconcertante, primero me decía que yo le caía bien y luego me salía con que no había venido a hacer amigos; al parecer noto mi gesto, porque enseguida

-       Creo que no me explique bien, yo vine a este colegio, con la idea de que sería “el becado” y que todos los que vienen asisten a esta escuela, me marginarían por no pertenecer a el mismo circulo; pero, realmente me sorprendió que a pesar de que tú lo sabías, dieras la cara por mí, frente al profesor Héctor, por eso me caíste mejor y creo firmemente que podemos ser amigos.

Me extendió su mano, y sin dudarlo extendí la mía, fundiéndonos en un apretón de manos que significaba que éramos “amigos”, no lo podía creer, mi primer amigo. Una alegría invadió mi cuerpo y se dibujo una sonrisa sincera en mi rostro.

-       Entonces esto significa que… ¿somos amigos?

-       Así es Mario… somos amigos.

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fracias de antemano, por leer y les pido por favor, comenten.

-S