Golpe de efecto
Historia de amor entre dos amigos.
Iker López es un hombre de 21 años, trabajaba y estudia al mismo tiempo. Es un hombre corpulento, alto, fuerte y regio, con el pelo corto y moreno, de piel blanca. Tiene los ojos marrones oscuros, unos labios finos y es atractivo. Tiene a muchas chicas a sus pies, pero a él solo le interesa una.
Saray Sánchez, es una mujer de 22 años, que estudia y busca empleo. Es una mujer bajita, que cuida su figura para verse atractiva haciendo ejercicio diario, de buen cuerpo, con un culo prieto y respingón, una cintura ancha, unas piernas finas y torneadas, unas tetas grandes y bien puestas por la edad y el ejercicio, unos ojos claros, de pelo rizado y rubio, piel clara y unos labios gruesos. Muchos chicos suspiran por ella, incluido el amor de su vida, pero ella solo suspira por uno, en secreto.
Ambos, Iker y Saray se encontraban en la cama de Iker, en el piso que acababa de comprar. Estaban abrazados y acaramelados, cómo nunca creyeron que pudieran estar y lo estaban disfrutando. Él aspiraba el aroma de su pelo mientras ella hacía lo propio con el aroma del pecho sudoroso de él. Saray levantó la cabeza para encontrarse con esa mirada de chocolate que tanto amaba. Le pasó la nariz cariñosa mientras sonreían ambos como bobos. ¿Cómo empezó todo esto?
Iker y Saray se conocieron a la tierna edad de 5 años, cuando por casualidad coincidieron en el cumpleaños de un amigo, Erik. Ahí comenzaron a ser amigos, pues pronto congeniaron, pronto se hicieron muy amigos. Saray era vecina de Erik e Iker iba a la clase con él, por lo que cuando eran niños se veían a diario. Coincidían en el parque la mayoría de las veces, pero otras en casa de Erik. En esa época y durante varios años se llevaron bien, hasta que llegaron a la adolescencia. Durante la adolescencia las cosas se torcieron, siempre se habían tenido mucho cariño, pero fue a esa edad cuando se dieron cuenta de que estaban enamorados. Aunque no lo digirieron bien, sobre todo Saray.
Todo iba bien entre ellos, se llevaban bien y estaban a gusto el uno con el otro, hasta que un día, cuando Saray iba para su casa después de ir a clases de inglés, vio a Iker en el parque, pero no lo vio solo. Estaba con una chica, en principio no muy acaramelados, cosa que agradó a Saray, no soportó la idea de Iker a solas con una chica, pero de pronto una ira enorme se apoderó de ella al observar cómo esa chica, se abalanzaba a los brazos de Iker y le abrazaba muy fuerte al mismo tiempo que le besaba apasionadamente. Ella no conocía de nada a la chica, pero sintió unas ganas enormes de matarla. Una ira irracional y unas ganas enormes de llorar se apoderaron de ella. Quiso ir a interrumpirles, pero ¿para qué? Ellos no eran nada, solo amigos. Se fue a su casa corriendo y llorando. No vio cómo Iker se quitaba a la muchacha de encima y le explicaba que, aunque ella era muy guapa, a él le gustaba otra. Cuando llegó a su casa, estaba su madre en la cocina y nada más verla supo que algo le pasaba.
Leonor: ¿Qué te pasa, cariño? – dijo preocupada.
Saray: Na…nada ma…mamá – dijo llorosa – El imbécil de Iker estaba con una chica en el parque – dijo antes de salir corriendo llorando a su habitación.
Leonor, no era tonta, y tras unos segundos comprendió lo que su hija tenía: amor. Tiernamente negó con la cabeza pensando que su hija se había enamorado por primera vez y que por primera vez sentía celos. Sin embargo, no habló con ella de esto, lo dejó pasar. Ese día Iker se dio cuenta de que, aunque le gustó el beso de la chica, prefería besar a otra, a Saray. Ese fin de semana se juntaron en el parque con los amigos y Saray estuvo distante e incluso tirante con él y no sabía que le pasaba. Saray estaba cabreada con él, y consigo misma, cada vez que miraba hacia él le recordaba besando a esa chica, y eso le dolía. Saray hizo la mayor locura de su vida, pues un rato después, aprovechando que un grupo de chicos llegó al parque, se puso a coquetear con uno de ellos. Iker hirvió en celos al verla. No sabía que le pasaba, pero nunca la vio así, parecía otra. No iba a permitir que el otro le pusiera las manos encima. Se dirigió a ellos.
Iker: Saray, tenemos que hablar – dijo serio.
Saray: ¿Qué quieres? – dijo sonriendo, viendo que estaba enfadado.
Lucas: Sí, estamos ocupados, tío, lárgate – dijo de mal humor.
Iker: ¿Podemos hablar? – dijo tendiéndole la mano, serio.
Saray: No, y ahora lárgate, lo estoy pasando bien – dijo sonriendo.
Saray se volvió y comenzó a besar al muchacho de nuevo más efusivamente por estar Iker delante. Iker se sintió impotente por no poder hacer nada por evitarlo. Con lágrimas en los ojos se dio la vuelta y se fue cabizbajo, solo visto por Saray, que aunque se sintió culpable no hizo nada por salir tras él. Saray se separó enseguida, disculpándose con el chico y ganándose una mala fama, y tras volver con sus amigos un rato, se fue a su casa. A partir de ese momento cada uno tomó su decisión. Iker se acercaría a Saray e intentaría enamorarla y Saray, por su parte, decidió alejarse de él para evitar hacerse daño, sin saber el daño que iba a causar.
Desde ese día, Iker empezó a mostrar su amor a Saray a diario, con todo tipo de declaraciones, cada vez más románticas, al principio lo hacía a solas, la pillaba llegando a su casa o saliendo de ella, pero con el tiempo y ante las negativas de ella, empezó a mostrarle su amor en público, tanto delante de sus amigos, cómo por la calle o en el instituto o en la discoteca o en el parque, daba igual dónde, solo le importaba mostrarle su amor. Iker era un muchacho muy divertido, dicharachero, alegre, con una personalidad arrolladora, muy seguro de sí mismo, simpático, solidario, atento, fiestero y bromista. Era muy celoso cuando algún chico se acercaba a Saray e intentaba alejarlo de ella, ganándose una discusión con Saray. Todas esas cualidades las amaba profundamente Saray, al contrario de cómo lo mostraba en presencia de alguien más, sobre todo sus celos.
Saray rechazaba siempre a Iker por miedo a ser una más, a no ser la única. Ella soñaba con que fuera verdad todo lo que él le prometía y le decía en cada declaración, pero lo rechazaba, al principio más tranquilamente, pero con el tiempo sus rechazos eran cada vez más crueles y humillantes, también debido a que después de rechazarlo, lo veía siempre con alguna chica. Sara era una chica tímida, pero simpática, muy amigable y alegre, de buen corazón, pero también era insegura, celosa y cabezota, tanto que aprovechaba cada vez que Iker se emborrachaba y le espantaba a cuanta lagarta se acercaba a él. Era un alivio para ella que Iker no se acordara de nada al día siguiente, pero pronto sus sentimientos fueron descubiertos por todo el mundo que, aunque no dijeron nada al principio, luego comenzaron a hablar con ella y a convencerla de que aceptara al muchacho, cosa que ella rechazaba, cabezota.
Cuando ya todo el mundo supo de sus sentimientos hacia Iker, empezó a preguntar por él, incluso a los padres del muchacho, mejorando la relación que tenía con ellos, todo a espaldas de Iker. Saray llegó a seguir a Iker varias veces, cuando el muchacho dejaba de pedirle una oportunidad durante unos días para pensar una nueva estrategia, y calmaba su ansiedad por verlo. Ambos soñaban con el otro, cosa que Saray sabía, pues cuando iba borracho Iker, se lo decía e incluso varias veces se liaron e incluso se acostaron, pero Iker nunca se acordaba debido a la borrachera, cosa que aunque entristecía a Saray, se alegraba para no caer fácilmente a sus brazos, pues sentía que si la estrechaba entre sus brazos, la miraba tan intensamente cómo lo hacía con esos ojos que tanto amaba y la besaba como solo él sabía hacerlo, no podría decirle que no.
Todo siguió igual hasta que un día, cuando Iker iba para su casa de estudiar en la biblioteca en su día libre, vio a Saray salir de su casa acompañada por un chico, el mismo que llevaba saliendo con ella varias semanas. A Iker le hervía la sangre y más después de ver a ese mismo chico besando y liándose con varias chicas durante ese tiempo. Corrió hacia ellos hecho una furia.
Iker: Hola – saludó - ¿dónde vais?
Saray: Eso no te importa – dijo sorprendida por su aparición, no lo esperaba.
Richy: Sí, vete a la mierda tío – dijo intentando empujarlo para quitarlo de en medio.
Iker: No la mereces – le dijo con asco.
Richy: ¿Y tú sí? – dijo burlón.
Iker: Ella no se merece a una basura cómo tú que la engaña con cuanta chica se le cruza – dijo con rabia.
Richy: Lo dice el que va con una chica distinta cada día – dijo burlón.
Saray: ¡Basta ya! – dijo nerviosa e incómoda – Tú te callas – le advirtió a Richy que dócilmente le hizo caso – y tú, no tengo porque darte explicaciones, pero Richy es mi novio - mintió.
Iker: ¿Cómo puedes salir con…él? – dijo celoso y sorprendido
Saray: Porque le quiero – mintió descaradamente – Porque él es todo lo contrario a ti, me cuida, me quiere y no es un mentiroso y basura cómo tú, que juras amor eterno y a la que te das la vuelta te lías con cuanta zorra se cruza en tu camino. No vales nada – dijo cruel – Ojalá nunca te hubiera conocido.
Iker: Perdón por haber nacido – dijo tartamudeando, dolido antes de darse la vuelta y seguir su camino a su casa.
Saray se dio cuenta de su error enseguida e intentó ir tras Iker, pero Richy no se lo permitió y tras discutir con él y mandarlo a la mierda, ya era tarde, Iker estaba en su casa. Saray volvió a la suya y nada más abrir la puerta, su madre se dio cuenta de que algo no iba bien. Saray se fue a su cuarto a llorar desconsoladamente y tras una hora en la que dejó que su hija se desahogara, su madre entró y la consoló, paciente, y le dio un consejo, que se dejara de juegos y se plantara delante de Iker y le dijera lo que sentía, que se la jugara por él cómo él hacía a diario. Saray decidió hacerle caso a su madre, pensando que la próxima vez que Iker le pidiera una oportunidad le diría que sí y le pediría perdón. Pero eso nunca llegó.
Iker, desde ese día, dejó de pedirle oportunidades a Saray, la dejó en paz del todo, hacía cómo si ella no estuviera cuando coincidían en algún lado, cosa que a Saray le dolía terriblemente, y cuando ella intentaba hablar con él, se escabullía con alguna escusa o simplemente le decía que no tenían nada de qué hablar, que todo estaba dicho, antes de salir corriendo de allí. Saray se desesperó, y en primer lugar fue a casa de Iker y habló con sus padres, pidiéndoles perdón por hacer tanto daño a su hijo, pero contrariamente a lo que ella pensó, le pidieron que siguiera luchando por él, que solo ella podía hacerle feliz.
Saray hizo caso a los padres de Iker, y empezó a intentar acercarse a él, sin éxito. Iker estaba decidido a olvidarla le costara lo que le costara. Iba de chica en chica, cosa que le hacía a Saray que le hirviera la sangre. También empezó a dejar de frecuentar a sus amigos para evitar toparse con ella, cambió sus horarios para no verla. Saray estaba tan desesperada que fue a hablar con la única persona que los conocía a ambos bien, su amigo Erik. Saray fue a su casa y, tras saludar a su madre, se dirigieron a su habitación.
Erik: Bueno, ¿para qué soy bueno? – dijo sonriendo.
Saray: Erik, tío, necesito consejo, no sé qué hacer – dijo desesperada.
Erik: Cuéntame – dijo serio.
Saray: Se trata de Iker, no sé qué hacer para acercarme a él, cada vez que me acerco él se va – dijo desesperada.
Erik: Es normal, ¿no crees? – dijo serio.
Saray: Lo sé, sé que me lo merezco, por idiota, pero necesito aclarar las cosas, o al menos pedirle perdón – dijo desesperada.
Erik: ¿Qué necesitas aclarar? – dijo serio, intentando aguantar una sonrisa.
Saray: Que lo amo, que no quiero tenerlo lejos, que lo necesito – dijo derrotada y sincera.
Erik: Bueno, en ese caso, ves te plantas delante de él y se lo dices – dijo sonriendo sincero.
Saray: No te rías de mí – dijo cabreada.
Erik: No me rio de ti, es la verdad – dijo sin dejar de sonreír – Os conozco desde siempre, he sido vuestro confidente, vuestro mejor amigo, lo sé todo sobre vuestros sentimientos, aunque tú me lo acabes de decir abiertamente por primera vez. Iker siempre me a pedido consejo cuando no sabía qué hacer para conquistarte y ahora tú haces lo mismo – dijo meneando la cabeza, divertido – Te diré lo que le dije siempre a él, deja al lado el orgullo y muéstrate tal cual, saca tus sentimientos a flote, que los vea él – dijo serio cogiéndola de las manos – Quiero ser el padrino de vuestro primer hijo – dijo sonriente.
Saray, entre bromas y consejos, decidió hacer lo que todos le decían, mostrarle sus sentimientos a Iker. No le fue fácil, siempre él la evitaba o esquivaba, así que al final optó por una emboscada, lo esperaría a la salida del trabajo y cómo la ciudad estaba lejos, tendría que llevarla. Esa era la primera fase del plan. Saray se puso una falda corta sobre los muslos, zapatos con un poco de tacón y una camisa con los tres primeros botones desabrochados, se fue en taxi a la salida de su trabajo y buscó su coche, se sentó en el capó a esperarle. Iker salió como siempre de su trabajo, entre bromas con sus compañeros, pero al llegar a su coche y que uno de sus compañeros le dijera que le esperaban, su cara cambió, se puso muy serio. Se acercó a su coche con las llaves en la mano.
Saray: Hola – dijo tímida.
Iker: Hola – dijo serio - ¿Qué haces aquí?
Saray: Mi madre venía a trabajar y me vine con ella a mirar unas cosas para el cumpleaños de mi padre – mintió con habilidad – Pero ahora no tengo como volver, sabía que trabajabas aquí y te esperé para ver si me podías llevar tú a casa – dijo mirándole a los ojos y perdiéndose en ellos.
Iker: Sube – dijo cómo única respuesta.
Saray: Gracias – dijo tímida.
Iker la llevó a su casa. Durante todo el camino no hablaron, pero Saray no podía dejar de mirarlo y de morderse el labio para no besarlo hasta quedarse sin aire. Iker sentía su mirada, pero se mantenía firme, no caería de nuevo a sus pies. Cuando llegaron a su casa, Iker aparcó y como un caballero se bajó a abrirle la puerta, para satisfacción de Saray.
Saray: ¿Subes? – dijo tímida.
Iker: ¿A tú casa? – dijo sorprendido.
Saray: Sí – dijo nerviosa, pero resuelta – Tengo que enseñarte algo.
Iker: No puedo, tengo prisa – dijo intentando escaparse.
Saray: Solo será un momento, tonto – dijo riendo y cogiéndole de la mano para sorpresa del muchacho.
Iker: ¿Qué me vas a enseñar? – dijo nervioso y curioso, ella nunca antes le había tocado, que él recordara.
Saray: Sube y lo verás – dijo risueña.
Iker se dejó guiar por ella. Saray comenzó la segunda fase de su plan. Lo guio hasta su casa y le hizo entrar, estaba su padre allí, le saludó sonriente y le invitó a tomar algo a Iker.
Saray: Ahora no papi, Iker tiene que ver su sorpresa – dijo sonriente.
Iker se quedó sorprendido, pero el padre de Saray les asintió sonriendo y les dejó seguir. Saray guio a Iker a su habitación y cerró la puerta. Iker nunca había estado en su habitación. Y ahora sabía el por qué. Delante de él había incontables fotos suyas, en algunas aparecía solo y en otras con Saray. Las fotos eran de toda su vida, desde su niñez hasta que eran adultos, y parecían ordenadas cronológicamente. Sorprendido se acercó a cada una de ellas y las observó. En todas miraba a la cámara con una sonrisa y cuando aparecía Saray en la foto, ella le miraba con adoración. Se paró en una foto dónde aparecían ambos y ella le miraba sonriente, con sus labios muy cerca. Cogió la foto en sus manos. Saray se acercó cautelosa por detrás.
Saray: ¿Te gusta esa foto? – dijo seria y expectante.
Iker: ¿Qué es todo esto? – dijo serio, con la foto en la mano - ¿Cuándo nos hicimos todas estas fotos? – dijo confundido.
Saray: Siempre que estabas borracho, nos hacíamos fotos – confesó – Siempre.
Iker: Yo no me acuerdo de nada – dijo confuso.
Saray: Cuando bebes y te emborrachas no te acuerdas al día siguiente, cosa que me ha venido muy bien.
Iker: ¿A qué te refieres?
Saray: A que, gracias a eso, he conseguido ocultar completamente mis sentimientos – dijo seria mirándole a los ojos.
Iker: ¿Qué sentimientos? – dijo confuso - ¿De qué hablas?
Saray: A qué estoy perdidamente enamorada de ti – confesó sin dejar de mirarle cómo hipnotizada.
Iker: Espera, ¿qué? – dijo confuso – Eso es mentira, Saray, y tú lo sabes, basta de bromas. Me largo – dijo decidido.
Saray: ¡No, no te vayas, amor! – le suplicó – Deja que te lo explique todo.
Iker: ¿Amor? – dijo asombrado.
Saray: Sí, amor, eso eres para mí, mi amor – dijo sincera mirándole a los ojos – En la foto que aún tienes en la mano es el día en que me di cuenta de que estaba locamente enamorada de ti.
Iker miró la foto con detenimiento, en ella aparecían ellos con 12 años en una fiesta de cumpleaños. Él le sonreía a la cámara al mismo tiempo que ella le miraba con extrema adoración mientras sonreía cómo boba. Se acordaba de ese día, pero no de esa foto.
Saray: Fue tu primera borrachera – dijo leyendo sus pensamientos – Erik nos sacó la foto después de que te tomaras 4 cervezas y 2 chupitos de tequila.
Iker: Puede que no me acuerde de todas estas fotos, pero sí me acuerdo de una cosa, para ti no soy más que un gusano – dijo serio – Así que déjate de bromas. Yo me largo – dijo dejando la foto en su sitio.
Iker iba a irse, decidido, pero Saray no se lo permitió. Con una decisión que nunca pensó tener, Saray acortó la distancia que los separaba y lo besó. Iker se quedó sorprendido, no se lo esperaba, por eso tardó en reaccionar. Saray le dio un beso tímido, pero no separó sus labios, sino que lo hizo más intenso cuando Iker iba a hablar, volvió a besarle más intensamente, metiendo su lengua y jugando con la suya, empezando ambos una guerra de lenguas. Cuando se empezaron a quedar sin aire, el beso fue bajando de intensidad y convirtiéndose en suaves piquitos.
Saray: Como echaba de menos tus besos, amor – dijo entre besos.
Iker: No, deja ya de decir eso y de llamarme así – dijo serio, apartándola de él.
Saray: Es la verdad – dijo dolida al ver cómo se alejaba de ella, pero sin salir de la habitación.
Iker: No, no es la verdad, mira no sé que estás tramando, pero te voy a pedir un favor – dijo volviéndose hacia ella – Déjame en paz, olvida que existo – dijo serio.
Saray: Pídeme lo que quieras, menos eso – dijo llorosa.
Iker: Mira, durante mucho tiempo yo he tratado de enamorarte, de que te fijaras en mí, he hecho hasta lo imposible, y nada ha funcionado – dijo serio – No pasa nada, no es culpa tuya – dijo con una sonrisa triste al ver cómo ella comenzaba a llorar – Pero cuando me trataste tan mal delante de tu novio Richy, me di cuenta de que no tenía nada que hacer, por primera vez me vi exactamente dónde estoy, a kilómetros de ti – dijo serio – Decidí alejarme y eso hago, lo que siempre me has pedido. Así que ahora te lo pido yo, déjame intentar ser feliz. Necesito olvidarte, y no puedo hacerlo si te tengo cerca. No te acerques a mí, olvida que existo, no vuelvas a buscarme a la salida del trabajo, no vuelvas a hablarme.
Saray: No puedo hacer eso – dijo llorando – No puedo olvidarte, porque eres parte de mí, sin ti yo no soy nada, una sombra, te necesito a mi lado, te quiero conmigo, te amo.
Iker: Deja de decir cosas que no sientes – dijo serio.
Saray: ¿Qué no siento? – dijo incrédula - ¡Qué no siento! – dijo empujándole a la cama en un arranque de ira – Ahora me vas a escuchar – dijo señalándole con el dedo a un sorprendido Iker – Desde que éramos pequeños siempre me gustaste, siempre intentaba jugar contigo, acercarme a ti, pasar tiempo contigo y todo cambió un día que te ví en el parque con una chica, besándote – dijo seria, haciendo que Iker abriera los ojos sorprendido, pues sabía que al día siguiente de que besara a esa chica ella cambió – Sentí unos celos tremendos. Al principio no sabía que era porque estaba enamorada de ti, solo pensé que cómo me gustabas tanto no quería verte con otra. Pero me dolió tanto que no pude hacer otra cosa que ignorarte y cuando vi a ese chico intenté pagarte con la misma moneda.
Iker: ¿Lo hiciste por celos? – dijo sorprendido.
Saray: Sí – reconoció – En cuanto te fuiste lo mandé lejos y volví con mis amigas. Desde ese día tú empezaste a declararte a mí. Yo estaba confundida y no quería confundirte a ti, y ese día en la fiesta me di cuenta de que estaba perdida y locamente enamorada de ti. Ese día, mientras estabas borracho me besaste. Pensé que estaba en el cielo, que quería eso todos los días de mi vida, tu mirada en mis ojos, tus labios en los míos. Erik nos sacó la foto y me chantajeó con enseñártela si no le presentaba a mi compañera Laura – dijo divertida.
Iker: ¿Por eso se la presentaste? – dijo algo divertido.
Saray: Sí – sonrió divertida y volteó los ojos – En ese momento no quería que supieras nada, no al verte irte con otra chica cuando te rechacé al día siguiente dolida porque no recordabas nada – reconoció – Lo siento, siento todo el dolor y las humillaciones que te he causado, perdón por ser tan cobarde, me sentía mal, creía que sería una más en tu lista de ligues.
Iker: Siempre te demostré lo contrario, pero es verdad que me iba con otras cuando me bajabas la autoestima tanto – dijo serio – No debería, pero lo necesitaba.
Saray: Lo sé, me lo decías una y otra vez cuando te emborrachabas y nos acostábamos – dijo riendo.
Iker: ¿Acostarnos? – dijo serio - ¿Tú y yo nos hemos acostado? – dijo perplejo.
Saray: Sí – reconoció – La primera vez fue cuando teníamos 14, yo cedí porque sabía que no te ibas a acordar y no lo ibas a utilizar para decirme que te amaba cómo tu a mí. Perdón – dijo cogiendo sus manos – Tú has sido, eres y serás el único hombre de mi vida.
Iker: ¿El único? – dijo perplejo.
Saray: El único. Todos los demás con los que me has visto solo los he utilizado para que no te acercaras a mí. Con ninguno he hecho nada que no sean unos besos para que nos vieras – reconoció – Hasta tu madre me regañó por hacerlo – dijo cabizbaja.
Iker: ¿Mi madre? – dijo sorprendido.
Saray: Sí, ella ha sido una gran amiga, confidente y consejera – dijo sonriendo con cariño – aunque no la hiciera caso a sus consejos – admitió – Ella sabía todo, un día me pilló mirándote embelesada mientras jugabas al fútbol y habló conmigo. No me regañó, siempre me trató con dulzura, solo me regañó la última vez porque al verte llorar se dio cuenta de que algo había pasado conmigo y me llamó muy seria. Al contárselo todo, me regañó de lo lindo y con razón, pero me dijo que me ayudaría en lo necesario, porque sabía que yo era tu felicidad.
Iker: ¿Entonces ella te ayudaba? – dijo sorprendido.
Saray: Sí, desde que se dio cuenta y me lo sonsacó, tus padres me ayudaban, me contaban lo que estabas haciendo y me aconsejaban. Me llevo muy bien con ellos, los adoro y ellos a mí.
Iker: ¿Por qué ahora? – dijo serio.
Saray: Porque he comprendido mi error, porque ya no puedo aguantar más, tapar más. Quiero estar contigo, quiero ser feliz contigo, quiero hacerte feliz. Sé que es difícil de digerir ahora todo esto – dijo al ver cómo agachaba la cabeza, derrotado – Dame la oportunidad de demostrarte que te amo – dijo agachándose a su altura – dame la oportunidad de estar junto a ti, por favor.
Iker: No creo que debamos estar juntos, Saray – dijo serio – Demasiadas discusiones, demasiadas peleas. No quiero.
Saray: No va a haber más peleas ni discusiones, ya lo verás, pero por favor, dame la oportunidad de demostrarte todo lo que te amo - suplicó.
Iker: ¿Por qué estás tan segura? – dijo mirándola a los ojos.
Saray: Porque vas a ver a la verdadera yo, la chica de las fotos – dijo señalándolas – La chica que te mira con devoción, adoración y ternura infinitas. La chica celosa que no le gusta que se te acerque ninguna otra, la chica que te ama y te desea con desesperación – dijo cogiendo su cara entre sus manos con ternura – La chica que se pierde en tu mirada y que se le convierten las piernas en gelatina cuando la abrazas o estas cerca. Te amo Iker, cómo no puedes llegar a imaginarte.
Iker: Sabes, para hacer una declaración de amor, has elegido el peor sitio – dijo divertido con los ojos llorosos.
Saray: ¿Por qué? – dijo haciéndose la ofendida - ¿Acaso no te gusta mi habitación?
Iker: Está bien, bonita decoración – dijo divertido mirando las fotos – Pero hay una cama y no creo que sea conveniente.
Saray: Bueno, la gente colecciona posters de sus ídolos, yo colecciono fotos del hombre de mi vida – dijo mirándolo enamorada – Y en cuanto a la cama, la mía está muy bien – dijo sentándose a horcajadas de él, sintiendo sus manos en su culo, por encima de la falda, mientras se agarraba fuerte a su cuello – pero me muero por conocer tu cama – dijo besándolo con amor, con deseo, con pasión.
Iker: Coincido contigo – dijo sin parar de besarla, con ardor, pero lentamente, saboreándolo.
Saray e Iker comenzaron a besarse con amor, poniendo todo lo que sentían. Saray estaba encantada, pues su plan había funcionado, nada mejor que la sinceridad. Iker no creía que eso fuera posible, tener en sus brazos a la mujer de su vida, que acababa de declarársele. Ni en los mejores sueños de ambos imaginaron esa situación, ambos besándose en la cama de ella. Saray se separó de sus labios, lentamente.
Saray: ¿No me vas a llevar a conocer tu casa? – dijo entre besos – Muero en deseos de conocerla.
Iker: ¿Estás segura?
Saray: Sí, siempre sueño contigo, amor, recordándonos, siempre – dijo entre besos – Quiero volver a vivirlo.
Iker: Vamos, entonces – sonriendo pícaro intentando ocultar su erección.
Ambos se levantaron y salieron de su habitación, sonrientes y abrazados, encontrándose al padre de Saray, quién se alegró por ellos, les felicitó y le dio un fuerte abrazo a Iker. Siempre se habían llevado bien, el padre de ella se conmovía por las muestras de amor hacía su hija. Luego, ambos se montaron en el coche, rumbo a la casa de Iker.
Capítulo 2
POV de Iker
Durante el trayecto a casa de Iker en el coche, Saray estaba muy feliz, diría yo, no dejaba de mirarme sonriente ni quitaba su mano de mi pierna, masajeándola sugerente, mientras la otra cogía la mano que yo mantenía en la palanca de cambios.
Iker: ¿Qué me miras tanto? – dije divertido.
Saray: Nunca puedo dejar de mirarte – dijo embelesada.
Iker: Aún no me lo creo – dije medio triste, pero sonriendo.
Saray: Pues créetelo, amor, pienso hacértelo meter en esa cabecita dura durante cada segundo del resto de nuestra vida – dijo.
Iker: ¿Tanto vas a aguantarme? – dije divertido.
Saray: Ni te lo imaginas – dijo empezando a besarme el cuello, tiernamente.
Saray comenzó a besarme el cuello, al principio lenta y tiernamente, pero sus besos empezaron a tener un matiz sensual a los pocos segundos y los movimientos de su mano en mi pierna fueron subiendo de intensidad. Notaba como mi polla se iba poniendo morcillona con sus besos y caricias, y ella también lo notó, pues me miró con un brillo extraño en los ojos.
Saray: Parece que te estás contentando conmigo – dijo mientras me pasaba su mano por mi polla.
Iker: Puede ser – gemí por el contacto.
Saray: Sí me prometes seguir conduciendo, me ocuparé de ti, amor – me dijo sensualmente en el oído.
Yo asentí, aún sin saber a qué atenerme, pero mis dudas quedaron disipadas cuando, tras darme un sensual beso en la boca, pasando su lengua por mis labios, con una violencia que me dejó pasmado me bajó los pantalones y el calzoncillo para sacar mi polla. Anonadado y excitado, vi como el amor de mi vida, aquella que yo creía tímida y algo sosa, agarraba mi polla y le daba un beso en la punta, haciéndome gemir.
Saray: Hola de nuevo, amiguita – susurró excitada – Mami se ocupará de ti – dijo mirándome con deseo mientras pasaba su lengua por toda mi polla.
Yo no podía dejar de gemir y mi polla se puso completamente dura ante esa visión. Saray, al ver cómo mi polla cogía dureza, sin dejar de mirarme a los ojos, se la introdujo en la boca, entera, lentamente, saboreándola, dando un gran gemido de satisfacción y cerrando los ojos, disfrutando cuando su garganta engulló toda mi polla. La mantuvo unos segundos en su garganta hasta que, con parsimonia, la sacó entera y me miró con deseo y amor.
Saray: ¡Me encanta comértela, amor! – gimió con lujuria – Agárrate que vienen curvas – dijo sonriéndome lasciva mientras se hacía una coleta.
Me sorprendió ver lo resuelta que se estaba comportando, ese comportamiento no casaba con su forma de ser durante estos años anteriores conmigo, se comportaba como una mujer enamorada, deseosa, complaciente, todo lo contrario que antes con tantas peleas, humillaciones, insultos y desplantes. En ello pensaba cuando vi que, sin quitarse el cinturón, como si ya lo tuviera ensayado, se colocara a cuatro patas en el asiento con su culo en pompa y volviera a agarrarme la polla para, tras guiñarme un ojo descaradamente con una sonrisa lujuriosa, tragarse de nuevo mi polla entera, hasta los huevos.
Iker: ¡Oh, joder! – gemí echando mi cuerpo hacía atrás.
Saray: ¡Mmmmhhggg! ¡Mmmmhhggg! ¡Mmmmhhggg! – gemía de puro placer mientras comenzaba ella sola a follarse su boca con mi polla, como si de su coño se tratara.
Saray devoraba mi polla con ansia y gula, cómo si su vida dependiera de ello. No podía negar que verla así de entregada, comiéndome la polla y mirándome a los ojos con ese deseo, con ese amor, mientras usaba su boca cómo si se tratase de su coño para follársela con mi polla, me encantaba. Mi raciocinio me hizo ver que estábamos en mitad de la carretera, en las calles del centro de la ciudad, y por eso, le pedí que parara a Saray.
Iker: ¡Oh, joder, Saray, para! – gemí intentando apartarla en vano.
Saray: ¡Mmmmhhggg! ¡No voy a parar nunca, amor, nunca! ¡Mmmmhhggg! – gemía mientras se sacaba mi polla de su garganta para poder respirar.
Iker: ¡Saray, por favor, podemos estrellarnos, joder! – gemí - ¡O nos puedes ver!
Saray: ¡Aparca, amor, y que la gente mire si quiere cómo le como la polla a mi hombre! ¡Mmmmhhggg! – gemía sin dejar de comerme la polla.
Alzando y bajando su cabeza, Saray prosiguió la mamada a pesar de mis protestas. Parecía que la vida le iba en ello y mientras yo intentaba no estrellarnos, ella buscaba con un ardor inconfesable el ordeñar mi polla. Aunque intentaba acercarme lo más rápido a mi piso, ese trayecto tantas veces recorrido se me estaba haciendo eterno al notar, no solo la acción de sus labios, sino la de una de sus manos sopesando y estrujando mis huevos.
Iker: Si no paras, ¡me voy a correr! - gemí, avisando la cercanía de ese clímax no buscado.
No me contestó, solo gimió más alto mientras frotaba sus muslos para apaciguar su excitación, pero mi alerta, lejos de apaciguar el modo en que se estaba comiendo mi polla, la azuzó y ya convertida en una leona en celo, aceleró sus maniobras.
Iker: Tú te lo has buscado – gemí loco de pasión, dándola por imposible y aparcando de mala manera en segunda fila, paré el coche y presioné su melena para hundir mi verga por entero en su boca.
Saray estuvo a punto de vomitar por la presión que ejercí sobre su glotis, pero reteniendo las ganas, continuó con esa felación todavía más desesperada, mientras llevaba mi mano derecha a su culo y le subí la falda, dejando su culo al aire, desnudo salvo su tanga rojo de encaje.
Iker: ¡Serás zorra! Te pedí que esperaras, pero ahora, ¡te exijo que te tragues toda mi leche y no dejes que se desperdicie nada! - le ordené al sentir que estaba a punto de correrme.
Saray: Encantada, mi amor – gimió mirándome con mayor lujuria mientras mi mano apartaba su tanga y acariciaba su encharcado coño.
Mi mandato aceleró su segundo orgasmo y mientras esperaba con ansias la explosión de mi polla dentro de su garganta, su cuerpo se sacudió sobre el asiento producto del placer que la consumía al sentir mis hábiles dedos en los pliegues de su coño. Para entonces, yo mismo estaba dominado por mis hormonas y cogiéndola de las sienes con mi mano, como un perturbado usé su boca como si de su coño se tratara, levantando y bajando la cabeza de Saray clavé repetidamente mi polla en su interior hasta que el cúmulo de sensaciones explosionó en su paladar.
Iker: ¡Bébetelo todo! - exclamé mientras me corría bestialmente, al notar que era tanto el volumen de lefa que Saray tenía problemas para absorberlo.
Saray: ¡Mmmmhhggg! ¡Mmmmhhggg! ¡Mmmmhhggg! – gemía corriéndose sin parar.
Mi orden la excitó aún más y mientras se corría por tercera vez, puso todo su empeño en obedecerme. Durante unos segundos que me parecieron eternos, Saray ordeñó sin pausa mi polla hasta que, ya convencida de haber cumplido mis deseos y satisfechos los suyos, levantando su mirada y sonriendo me enseñó mi corrida en su boca para luego tragársela toda como si fuera el mayor manjar del mundo, relamiéndose.
Saray: Gracias por ser tan comprensivo – dijo sonriéndome como boba - ¡Me encanta beberme tu leche!
Iker: No soy compresivo - respondí. – En cuanto lleguemos a mi casa, te pienso dar una tunda para que aprendas quien manda – dije observando cómo se colocaba la ropa y se sentaba de nuevo.
Saray: Eso espero – dijo riendo con alegría, mientras volvía a cogerme la mano.
El resto del viaje hasta mi piso, Saray se comportó de forma modélica, sosegada, tranquila. No dejaba de acariciarme la mano ni de sonreírme. Al llegar a mi edificio, aparqué y la ayudé a salir del coche, caballerosamente.
Saray: Mi caballero andante – dijo sonriéndome antes de darme un suave beso en los labios.
Iba a ir yo delante de ella, para dirigirnos al portal, pero ella lo impidió, abrazándome por la cintura y apoyando su cabeza en mi pecho. No paraba de sonreír. Yo, aún estaba algo confundido, así que no dije nada durante todo el trayecto y nada más entrar al piso, me solté y me dirigí a la cocina.
Saray: ¿Pasa algo, amor? – me dijo con voz preocupada.
Iker: No, es solo que no me creo que esto esté sucediendo – dije sincero mientras abría el frigorífico.
Saray: Mi amor – me dijo tiernamente mientras me abrazaba por detrás – Es normal, me he comportado como una idiota todos estos años, es normal que te cueste – dijo girándome y mostrando una mirada triste – Pero te prometo que lograré compensártelo de ahora en adelante – dijo antes de besarme como cierre de su promesa.
Iker: Voy a preparar la cena – dije acariciando su cintura - ¿Quieres..?
Saray: Si te piensas que voy a dejar que hagas la cena después de estar todo el día estudiando y trabajando estás muy equivocado, señorito – me regañó tiernamente – Ve a sentarte al sofá y ponte la televisión un rato, o ve a ducharte mientras yo preparo algo.
Iker: ¿Ya me quieres matar, que vas a cocinar tú? – dije divertido poniendo cara de susto.
Saray: ¡Tonto! – me regañó riendo – Solo hay una forma de la que podría matarte y es de amor – me susurró en mi oído antes de morderlo – Te quiero vivo, siempre a mi lado. Sin ti no soy nada – me dijo mirándome a los ojos con seriedad – Lo supe cuando te alejaste de mí.
Iker: No me diste otra opción – dije serio – Pensé que me querías lejos.
Saray: No quiero ni un milímetro de distancia entre los dos – dijo mirándole a los ojos seria - ¿Entendido?
Iker: Entendido – dije sonriente – Voy a sentarme, entonces.
Me fui al salón tras darle un eso apasionado a Saray, que me contestó gustosa y apasionada, cómo nunca lo imaginé, y tras ponerme cómodo quitándome la chaqueta y las zapatillas, me senté en el sofá y encendí el televisor. Saray llegó con una cerveza y unas patatas fritas, me guiñó un ojo, me besó lentamente y salió a la cocina moviendo el culo descaradamente y sonriéndome pícara con la cara vuelta mientras se levantaba la falda para que viera moverse su culo. El culo que me volvía loco. Aún no me acostumbraba a ese comportamiento. Era raro después de tanto tiempo de peleas. Estaba en mis pensamientos, tan concentrado, que no presté atención ni a la televisión ni a la hora. Por esa misma razón, me sorprendí cuando llegó a mi lado y me avisó de que la mesa estaba servida.
Saray: Tierra llamando a mi caballero andante – me susurró en mi oído mientras me ponía sus tetas en mi cara, solo separadas por su camisa.
Iker: Perdón, estaba pensando – susurré mirándola a los ojos - ¿Ya has hecho la cena? – me extrañé.
Saray: Pues claro, bobo – dijo como si fuera lo más normal del mundo - ¿No sabes qué hora es?
Ella se quitó de delante y observé el reloj del mueble y me quedé asombrado: ¡eran las 10:30 de la noche! Había estado casi dos horas en mis cavilaciones. Me levanté del sofá y apagué la televisión. Aún me costaba creer lo que estaba pasando. Saray me guio a la mesa de la cocina y me quedé alucinado. La mesa estaba elegantemente preparada para una cena romántica para dos, con velas y vino. Encima de la mesa estaba nuestra cena: lubina en salsa con patatas asadas. Me quedé sorprendido, cosa que ella notó.
Saray: ¿Sorprendido? – dijo sonriendo complacida con su obra.
Iker: Mucho – dije sincero - ¿Tú has hecho todo esto? – pregunté sorprendido.
Saray: Sí, sé que no lo sabes, pero desde siempre, cada vez que hablaba con tu madre me decía tus gustos – dijo mirándome seria – Aprendí muy bien tus gustos y en más de una ocasión he cocinado para ti, aunque tú no lo sepas.
Iker: ¿Cocinado para mí? ¿Cuándo? – dije anonadado.
Saray: Algunas veces, sobre todo en tu cumpleaños o cuando estabas triste por mis desplantes o por nuestras discusiones, tu madre me decía que estabas mal, que no querías comer. Así que yo cocinaba algún plato que te gustara o algún postre e iba a tu casa sin que te enteraras, se lo daba a tu madre y ella me cubría diciendo que era suyo - explicó.
Iker: Vaya – fue todo lo que pude decir, no salía de mi asombro.
Saray se iba a sentar, así que como buen caballero le retiré la silla y la ayudé a sentarse, gesto que me devolvió con una sonrisa radiante mientras la acercaba a la mesa. Me senté en la mesa y probé la comida, al darme cuenta de cómo me miraba, instándome a probarla. El sabor lo encontraba familiar, cómo algún plato de los que me ponía mi madre para comer. La miré más sorprendido.
Saray: ¿Te gusta? – dijo sonriendo.
Iker: Mucho, está muy buena – dije masticando - No sabía que te gustara cocinar – comenté.
Saray: A ver – dijo sonriendo – Se me da bien cocinar, pero no me gusta – dijo riendo – A mí solo me gusta cocinar cuando cocino para ti – dijo cogiéndome las manos y acariciándolas tiernamente, mirándome embelesada.
Iker: Me tienes desconcertado – dije sonriendo sincero – Yo creía que odiabas la cocina, nunca te he visto cocinar – dije sincero.
Saray: Amor, eso era porque sabía esconderme muy bien de ti – dijo divertida – Pero te prometo, te juro, que eso se acabó. De ahora en adelante verás mi verdadero yo, la persona que realmente soy y siempre he querido ser contigo.
Iker: Eso espero – dije meneando la cabeza – No sé si soportaría volver a lo mismo de antes.
Saray: Nunca volveremos a eso, de ahora en adelante seremos la pareja más feliz de la tierra, como siempre hemos querido ser – dijo seria.
Iker: Te tomo la palabra – dije sonriendo.
La cena estaba riquísima, la verdad me resultaba raro que mi madre hiciera de dos formas distintas las comidas y ahora lo entendía. No mentía en eso de que cocinaba para mi. La charla durante la cena fue amena, hablando de nuestras cosas cotidianas, qué tal nos iba en los estudios y trabajando en mi caso. Nos bebimos una botella entera de vino. Cuando terminamos de cenar ella rauda recogió la mesa, pero yo la notaba tensa. Me quedé mirándola hasta que decidí abordar lo que le pasara.
Iker: ¿Te pasa algo? – dije curioso – Estás nerviosa.
Saray: ¿Por qué siempre me notas todo? – dijo seria – No me pasa nada, solo pensaba.
Iker: ¿En qué? – me dio curiosidad.
Saray: En ti – dijo mirándome – La verdad, imaginaba tu reacción y tus actos completamente diferentes.
Iker: ¿A qué te refieres? – dije levantándome.
Saray: Pues no sé, a todo – dijo suspirando – Creí que cuando te dijera que te amaba me comerías a besos, pero solo me besas si yo lo hago. Cuando en el coche te hice esa mamada, pensé que me follarías a lo bestia, cómo a ti te gusta. Durante la cena pensé que me harías carantoñas y que acabaríamos haciendo el amor – reconoció mirándole.
Iker: Perdóname – dije abrazándola – Es que aun no me acostumbro a esto, tengo miedo de acercarme y de que me partas la cara por intentar besarte o que si te toco, salgas huyendo de aquí por que pienses que me quiera propasar. Estoy confundido – reconocí bajando la mirada.
Saray me sorprendió. No me esperaba que me cogieras las manos y que una la dirigiera a su culo, por encima de la falda y la otra a su pecho, por encima de la camisa. La miré intrigado. Ella se acercó, provocándome jugando con sus labios en los míos, rozándolos, pero sin besarme.
Saray: ¿Crees que voy a huir de lo que más deseo? – me provocó.
Iker: No – susurré apretando el agarre de su culo y de su teta.
Saray entreabrió la boca y eso fue más de lo que pude aguantar. Me abalancé sobre su boca y empecé a devorarla, a explorarla. Nuestras lenguas jugaban entre sí, en una batalla. Saray se pegó a mí, gimiendo en el beso, agarrándome de la nuca con fuerza como si tuviera miedo de que me pueda escapar mientras con la otra me acariciaba mi pecho sobre la camiseta. Luego de lo que nos pareció horas, nos separamos jadeantes.
Saray: Dime que me amas como yo a ti – me pidió mirándome a los ojos, jadeante.
Iker: Te amo como nunca he amado, amé ni amaré a nadie. Tanto, que me moriría si me rechazaras más - reconocí.
Saray: Nunca voy a rechazarte, mi amor, ni amorosa ni sexualmente. Nunca – dijo mientras me volvía a besar.
Iker: Eso espero.
Nos besamos con pasión, con ardor, con amor, con deseo. Saray comenzó a meterme la mano por debajo de la camiseta, acariciándome el pecho mientras gemía al chocar su lengua con la mía. Yo me volví más osado y sin dejar de estrujarle la teta, metí mi mano por debajo de su falda, agarrando su culo con fuerza, haciéndola gemir más. Me besaba con desesperación mientras se restregaba con mi polla. No pude evitar tener una erección, cuando ella lo notó llevó su mano a mi polla por encima del pantalón y me la agarró. Gemí.
Saray: Mi semental necesita mimos – gimió contra mis labios.
Iker: ¿Y quién me los va a dar? – gemí mientras le lamía los labios, sensualmente.
Saray: Tu mujer, tu puta, tu vaquita – decía mientras me mordía el lóbulo de mi oreja.
Iker: ¿Mi vaquita? – gemí, sabiendo que así la llamaba yo en mi cabeza, en referencia a sus tetas.
Saray: Así me llamas, y me encanta, me encanta que te gusten mis tetas, las tetas de tu mujer, tus tetas, solo tuyas – gemía en mi oreja empezando a restregarse contra mi polla.
Iker: ¿Cómo sabes eso? – dije separándome de ella y mirándola serio.
Saray: Las veces que hemos follado me lo repetías una y otra vez, que yo era tu mujer, tu puta, tu vaquita, y que mis tetas eran solo tuyas, de nadie más, al igual que toda yo – me dijo con sinceridad mirándome a los ojos sonriendo – A mí me volvía loca que me reclamaras como tuya, amor.
Iker: ¿En serio? Es increíble – dije dándome la vuelta, serio – No me acuerdo de nada.
Saray: No te preocupes, la culpa es mía, amor – dijo abrazándome por la espalda – Yo aprovechaba que estabas borracho y no te acordarías de nada para entregarme a ti.
Iker: No pienso volver a beber – dije serio sin girarme.
Saray: No creo que bebas más. Normalmente lo hacías por nuestras discusiones y ya no va a haber más discusiones, así que ya no tienes motivos. Además, si vuelves a beber, no vuelves a verme – me dijo girándome y mirándome a los ojos – No es sano, amor.
Iker: Repito, no pienso volver a beber – dijo serio - Pero me debes recuerdos, así que, señorita, prepárese para no dormir esta noche, porque me las pienso cobrar todas – dije mientras le azotaba fuerte el culo.
Saray: Eso espero, amor – dijo con una alegría que me dejó pasmado.
Iker: Sabes que seré duro, ¿no? – dije aclarándoselo.
Saray: Lo sé, y me encantan tus castigos, amor – me dijo descaradamente.
Iker: Vamos, entonces – dije agarrándola del brazo.
Llevándola del brazo cogida, la llevé a mi habitación y la tiré sobre la cama con algo de violencia. No quería hacerle daño, pero estaba cabreado. Muy cabreado. Tenía ganas de follarla salvajemente por ese culito y dejarla sin poder sentarse un mes entero. La miré, me miraba con ansia, esperando mi movimiento, se notaba que estaba cachonda.
Iker: ¡Desnúdate! – le dije serio y excitado.
Saray: Como mi amo me ordene – dijo sumisa, con un brillo de excitación en los ojos, sorprendiéndome de nuevo.
Contemplé como, con una sensualidad innata, la chica de la que llevaba años enamorado, la chica tímida que yo creía que era, se desnudaba lentamente ante mis ojos, sin dejar de mirarme. Primero se deshizo de su camisa dejándola caer al suelo. Luego se puso de pie en mi cama y se quitó la falta tirándola junto con la camisa, quedándose en tanga y sujetador. Me quedé embobado contemplándola. Ella, sintiendo mi mirada, se desabrochó el sujetador, despacio, con calma, dejando caer los tirantes, para tirarlo junto su ropa, dejando sus tetas al aire. Con una sonrisa en la boca, se dio la vuelta poniéndose a cuatro patas y con su culo en pompa, para bajarse el tanga, despacio hasta los tobillos y quitándoselo para tirármelo a la cara.
Saray: Lo he hecho bien, amo – me dijo descaradamente, mientras colocaba sus brazos por debajo de sus tetas, realzándolas.
Iker: Muy bien, zorra – dije con su tanga en la mano.
Saray: ¡No me llames así! – me dijo cabreada.
Iker: ¿Por qué? – dije curioso.
Saray: Porque una vez, cuando te pregunté cómo te gustaban esas zorras con las que te liabas – dijo celosa – me dijiste que a ti no te gustaban las zorras, te gustaban las putas. Yo – dijo recalcándolo – soy tu puta.
Iker: Eso hay que comprobarlo – dije cachondo agarrando mi polla por encima del pantalón - ¡Hazme una mamada, puta! – le ordené.
De nuevo, me dejó anonadado, pues con celeridad que me sorprendió, se colocó a cuatro patas y gateó como una hembra en celo, con sensualidad, hacía mí, para agarrar mi pantalón y bajarlo, antes de agarrar mi polla con una mano, fuerte, y agachando la cabeza, sin dejar de mirarme.
Saray: ¡Pensé que no me lo ibas a pedir, amo! – dijo entusiasmada.
Tras lo cual, comenzó a besar mi polla antes de empezar a lamerla, lentamente, para luego embutírsela entera en la boca sin dejar de mirarme a los ojos. La parsimonia con la que devoró mi polla y la pericia que demostró al hacerlo me hicieron intuir lo mucho que iba a disfrutar con ella, pero sobre todo el que se refiriera a mí como su dueño fue lo que verdaderamente me calentó y queriendo ver los límites de su entrega, me comporté más duro.
Iker: Usa solo la boca – le ordené gimiendo.
No me respondió con más palabrería, sino que, dejando de agarrar mi polla y sacándosela de la boca, usó su lengua, se puso a embadurnar sensualmente toda mi polla con su saliva. Ya bien empapado, forzó su garganta de nuevo al introducírsela por completo en su garganta y sin que yo le tuviera que decir nada se la sacó lentamente para acto seguido volvérsela a meter, repitiendo la operación tantas veces y con tal eficacia que consiguió hacerme sentir que la estaba follando su coño en vez de estar recibiendo una mamada.
Iker: ¡Eres buena, mamona mía, sabes usar muy bien la boca! - gemí.
Saray: Gracias – gimió sacándose mi polla de la garganta, antes de volvérsela a incrustar hasta el fondo.
Parecía toda una experta cerrar su garganta para que pareciera que era un coño. Totalmente concentrada en su labor, su cara era todo lujuria, me miraba a los ojos con absoluto amor y deseo, mientras cada vez su mamada se convertía en más intensa. Con los ojos cerrados, parecía estar concentrada en disfrutar de la sensación de ser usada oralmente.
Iker: ¿Te gusta que chupármela, puta? – pregunté, provocándola.
Saray: ¡Oh sí, amo chupártela! - gimió con satisfacción.
Su respuesta me hizo recapacitar sobre su verdadera personalidad. Aunque seguía pensando que todo lo que acababa de pasar podría ser una de sus bromas pesadas para dejarme tirado y yo decidiera dejarme llevar para al menos conseguir llevármela a la cama, egoístamente. reconocí en ella una extraña vena sumisa que quizás siempre había estado presente en su vida. Sabiendo que mi dominio le estaba gustando, acariciándole la cabeza, dejé que incrementara el ritmo. Saray, sin dejar de chupármela, empezó a frotar sus muslos, lo que me hizo darme cuenta del grado de excitación que recorría su cuerpo, aunque no pensaba que fuera tanto, puesto que sin poderlo evitar esa rubia se corrió antes que yo lo hiciera.
Saray: ¡Mmmmmhhgggg! ¡Mmmmmhhgggg! ¡Mmmmmhhgggg! – gemía presa del orgasmo sin dejar de usar su boca cada vez más rápido, tragándose mi polla entera.
Luego de comprobar hasta dónde llegaba su calentura, al verla convulsionar presa del último orgasmo, me quedé observándola. No podía usarla, no la menos la primera vez. No podía comportarme como un cabrón con ella, por eso decidí hacer las cosas bien. Por eso cogiéndola de los pelos, tiré de ella e hice que se acostara en la cama. Saray me miraba excitada.
Saray: ¿Está contento mi dueño con su puta? – me dijo mientras se pellizcaba sus pezones.
Iker: Mucho – dije riéndome para acostarme encima suya y plantarle un beso apasionado en el que acabamos jugando de nuevo una danza de lenguas mientras se abrazaba a mi cuello – Pero no quiero usarte – dije serio.
Saray: ¿No te gusto? – dijo con susto y tristeza en la voz, abrazada a mí.
Iker: No es eso – dije mirándola a los ojos – No sé qué tienes rubia, pero cada segundo que paso contigo te amo más, te deseo más, te necesito más – dijo rezando sus labios – Te amo, rubia.
Saray: Yo también te amo, te deseo y te necesito, amor – dijo entre besos – Hazme tuya – me imploró restregando su encharcado coño con mi dura polla.
Iker: Si te hago mía, lo haré bien – dije serio – Puede que ya nos hayamos acostado otras veces – dije sin creérmelo aún – Pero esta es la primera para mí, al menos que yo recuerde – señalé – Y pienso hacer las cosas bien.
No le di tiempo a responder, nada más acabar de hablar empecé a devorarle la boca con un beso apasionado, lento, lleno de fuego, de promesas de amor. Pude sentir cómo sus tetas se restregaban contra mí, y cómo su cuerpo por entero se pegaba al mío. En ese momento, con mi mano rocé sus muslos, cosa que bastó para que, con una habilidad pasmosa, me quitara la camiseta y me terminara de desnudar mientras se dejaba hacer. Yo me dediqué a besar su boca mientras con ambas manos comenzaba a acariciar suavemente sus tetas, en círculos, sopesándolas. Eran grandes, con grandes aureolas. Me llamaban. Bajé lento, abandonando su deseosa boca y pasando mi lengua por su cuello. Saray me miraba ansiosa, sin dejar de gemir con anticipación.
Saray: ¿Qué me haces, amor? – gemía - ¡Cómete mis tetas, son tuyas, amor! – gemía desesperada al notar mi lengua en sus pezones, mientras me hundía sus dedos en mi pelo.
Iker: No es lo único que me voy a comer, rubia – dije mirándola con un brillo de travesura en los ojos.
Saray suspiró de placer y sonrió de satisfacción antes de dejarse llevar. Se agarró a los barrotes de la cama, quedando expuesta a mí y disfrutando de ello. Con habilidad le comí las tetas, lentamente, saboreándolas, jugando con sus pezones. Allí me entre tuve un rato hasta que decidí bajar por su ombligo con mis manos, besando cada centímetro de su piel, hasta llegar a su coño. Saray me recibió abierta de piernas, quedándome mi cara a centímetros de su coño expuesto. Lo toqué. Estaba muy mojada.
Iker: Mi mujer está bruta - dije provocador.
Saray: No te imaginas cuanto, amor – gimió ante mis caricias, buscando mi roce con sus caderas.
Sin pensármelo ni un segundo, saqué mi lengua y le di una lamida intensa y lenta, de abajo a arriba. Saray gimió, agarrándome de nuevo de los pelos. No tardé en sentir el sabor de su humedad, y sorprendentemente me resultó un sabor conocido. No pude dejar de mirarla mientras comenzaba a usar mi lengua en su coño. Su respiración se volvió aún más entrecortada, presa del deseo que sentía, mientras su espalda se curvaba hacía atrás de placer. Yo cada vez movía más la lengua, jugaba más con su coño, haciendo círculos. Tanto es así, que no tardó en correrse en mi boca, cuando le comencé a morder el clítoris.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, no pares, sí, sigue, me voy a correr, sí, qué lengua tienes, amor, sí, sí, me corro, sí, más, más, me corro! - gimió.
Estuve un buen rato saboreando con cada vez más ansia el coño de esa rubia, esa mujer que me volvía loco y que tenía el sabor de piel y de jugos vaginales más dulce y enloquecedor de lo que nunca me había imaginado en mis múltiples sueños. Luego de un tiempo que nos parecieron horas, de ver su cara de placer absoluto y de no parar de jugar con mi hábil lengua en su coño cada vez más húmedo, paré y subí lamiendo su piel, dándole mordisquitos por su piel, camino de su boca. La miré. Me agarró la polla con fuerza, comprobando que estaba muy dura. La sonrisa de su rostro y el brillo de sus ojos era la muestra que para entonces era una leona que había excitado a su macho. Con su espíritu depredador ya a flor de piel, necesitaba sentir mi polla en lo más profundo de su ser.
Iker: ¡Dime qué me deseas! ¡Que me necesitas! ¡Qué eres mía! – le exigí, rozando con mi polla su coño.
Saray: Soy totalmente tuya – gimió desesperada – te pertenezco en cuerpo y alma, mi amor, ¡tómame! ― imploró fuera de sí.
Era mi reina y yo su leal súbdito, siempre fue así. Tomando posesión de su reino, separó sus piernas y cogiendo mi pene, se lo introduje lentamente dentro de su coño, mientras yo sentía el roce de cada pliegue de sus labios como una dulce tortura.
Saray: ¡Fóllame ya! ¡Lo necesito! – chilló, pero no cambié mi ritmo hasta que no sentí mi polla incrustada completamente, chocando contra la pared de su vagina. Entonces y solo entonces, le mordí suavemente sus tetas como recompensa, lo que provocó que ella gimiera aún más - ¡Chúpamelas!
Como si fuera su esclavo obedeciendo, mi lengua recorrió el borde de sus aureolas antes de apresar entre mis dientes el botón de sus pezones. Fue la señal que esperaron mis caderas para empezar a moverse. Poco a poco iba sacando y metiéndole la polla cada vez más profundo, más fuerte, más apasionado. El sudor que recubría su piel me avisó del placer que en momentos iba a asolar su cuerpo.
Saray: ¡Me encanta! ¡Eres perfecto, mi amor, sí, no pares! ¡Me corro, me corro, sí, sí, sí! – gemía y gritaba de placer.
Yo mismo estaba a punto de correrme, pero me concentré en evitarlo. Sabía que no iba a dejar que esa mujer se me escapara, por eso, como el hombre con el que pasaría el resto de su vida, quise que saboreara y disfrutara en esos instantes del placer y el amor que tanto tiempo había tenido vedados y prohibidos por sus locuras e idioteces. Los dedos de Saray se aferraron a mi espalda, clavándome fuerte las uñas cuando sin poder aguantar más explotó entre mis piernas y un río de lava ardiente envolvió mi polla.
Saray: ¡Me corro! - aulló presa de felicidad - ¡No pares, sigue, así, más, más, quiero más de ti, lo quiero todo, sí! ¡Sigue follándome, sigue haciéndome tuya, sigue!
Iker: ¡Te amo, mi rubia! – gemí mientras le mordía suavemente su oreja - ¡Eres preciosa! ¡Me encantas!
Saray: ¡Oh sí, yo también te amo, mucho, mi semental, mi caballero andante! ¡No pares nunca de hacerme tuya, nunca! – gritaba presa de las sensaciones.
Iker: ¡Nunca voy a dejar de hacerte mía, rubia! ¡Eres solo mía, sí! – gemí, mordiendo su cuello, incrementando la intensidad con la que le hacía el amor a la que consideraba mi mujer.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, solo tuya, toda tuya, te pertenezco, sí, sigue, así, no pares, tú eres mío, solo mío, sí, no te me escapas! – gritaba mientras cerraba sus piernas entorno a mí.
Iker: ¡Mi amor! – gemí notando cómo se hacía aún más intenso el contacto, y su lengua jugaba libre por mi cuello - ¡No voy a tardar en correrme! – avisé, aumentando el ritmo por la excitación.
Saray: ¡Córrete, mi amor, dame tu leche, riégame con ella, sí, quiero sentirla! – gritaba mordiéndome el cuello y clavándome las uñas mientras ejercía más presión con sus piernas en mi culo, empujándome.
Iker: ¡Oh sí, nene, me corro, no puedo más, me voy a correr, sí, me corro, toma mi leche, sí, sí, sí! – gemía - ¡eres mía! - grité, extasiado.
Saray: ¡Oh sí, soy tuya, solo tuya, córrete en el fondo de tu mujer, de tu puta, sí, sí, me corro, sí! ¡Qué caliente está tu leche! – gritaba, exprimiendo mis huevos.
Me corrí presa de un placer indescriptible, dentro del coño de Saray, mientras ella se convulsionaba con los ojos en blanco, presa de un placer enorme, en un orgasmo brutal. Cuando terminamos de corrernos, me salí de ella con suavidad y me tumbé a su lado, exhausto. Ella se me abrazó con una cara de felicidad enorme. Relajada y sin moverse se abrazó a mi pecho. Durante largo rato, se dejó mimar manteniendo la misma posición hasta que levantando la mirada, feliz.
Iker: ¿Por qué has hecho que e corriera en tu coño? – dije extrañado – No estaba usando condón.
Saray: Normalmente lo hacemos con condón, pero necesitaba sentir tu corrida, necesitaba sentirte mío, sentirme tuya, sin impedimentos – me dijo sonriente, mirándome a los ojos – Quería saber hasta dónde estás dispuesto a llegar conmigo, porque yo estoy dispuesta a todo.
Iker: ¡Pero puedes quedar embarazada! – me exalté.
Saray: No me importa, sé desde pequeña que tú serías el padre de mis hijos. Puede que este no sea el momento – me cortó – pero quiero que sepas que el momento me da igual mientras sea contigo. Y que quiero que te corras siempre dónde quieras, sobre todo dentro de mi coño.
Iker: No sé si volver a hacerte el amor por las cosas tan bonitas que me dices o castigarte como a una puta por ocultarme cosas – dije divertido y enamorado.
Saray: Ya me has hecho el amor – dijo mimosa – Ahora quiero que me folles y me castigues, amo – dijo juguetona, sonriendo.
Saray sin más se lanzó de nuevo a besarme mientras agarraba mi flácida polla para volverla a resucitar.
Fin del POV de Iker
Capítulo 3
POV de Saray
No cabía en sí de felicidad. Estaba en la cama, con Iker, con mi hombre, con el amor de mi vida. Sabía que me costaría, que era muy cabezota, pero no podía dejarlo escapar, no esta vez. No podía dejar de besarle, ni de tocarle. Todo ese amor contenido, ese deseo sofocado, ya no podían sofocarse más. Mis manos estaban enfocadas en tocar cada milímetro de su cuerpo. Mis labios buscaban los suyos con frenesí. Iker me devolvía los besos con ardor, sin dejar de tocarme. Sabía que le volvía loco, que le encantaban mis tetas, pero que deseaba mi culo. Nunca antes se lo había dado, debido a que siempre estaba borracho, pero ahora estaba sereno. Yo le pertenecía en cuerpo y alma. Nos separamos, para coger aire y le miré a la cara.
Saray: Mi amor, quiero proponerte algo – dije seria y excitada.
Iker: ¿El qué? – dijo curioso, recobrando el aliento.
Saray: Hasta ahora no lo hemos hecho…por el culo – dije temblando de excitación - ¿Quieres usar mi culito, amor?
Iker: ¿Es en serio? – dijo sorprendido.
Saray: Totalmente en serio, amor – dije besándolo con ardor – Nunca antes lo hemos hecho por ahí, soy virgen – reconocí.
Iker: ¿Por qué? – dijo curioso, acariciando mi culo.
Saray: Porque las anteriores veces, aunque me lo has pedido, no he querido dártelo, porque estabas borracho, y quería que lo recordaras, quería que lo supieras, que soy totalmente tuya. Ahora estás sereno, y lo recordarás siempre, al igual que yo. Quiero ser totalmente tuya, amor – dije restregándole mi cuerpo.
Iker: Tus deseos son órdenes, princesa – dijo con esa sonrisilla traviesa que me tenía loca.
Iker comenzó a besarme con ardor, tocándome las tetas con fuerza, estrujándomelas, amasándomelas. Yo disfrutaba enormemente de sus caricias, de sus toqueteos. Seguía restregándome con su cuerpo, notando cómo su polla reaccionaba a mis roces, a mis caricias. Iker me acariciaba la cara mientras me besaba, lenta y profundamente, arrancándome gemidos de placer. Me tenía ardiendo.
Iker: Me encanta cuando no te pintas la cara – dijo mientras me lamía la oreja.
Saray: Lo sé, amor, me lo dices siempre – dije mordiéndole el lóbulo de su oreja – Vivo para complacerte, amor – gemí al notar sus yemas de los dedos en mis pezones.
Iker: Quiero hacer un 69 – dijo mirándome con deseo puro.
No me lo pensé. Cuando oí su petición, me estremecí de deseo. Rápidamente me levanté y me coloqué con las piernas abiertas encima de la cara de mi amado, dándole una privilegiada visión de mi coño, húmedo. Lentamente, bajé, y me senté en su cara. Notaba su aliento en mi coño. Dio una primera lamida, haciéndome gemir.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, cómeme, lámeme, hazme lo que quieras, soy tuya! – gemí mientras le agarraba la polla con fuerza mientras me agachaba.
Iker: ¡Vamos, nene, quiero que me vuelvas a hacer enloquecer con tu boca! – me ordenó mientras levantaba su cadera, metiéndome la polla hasta la garganta - ¡Oh sí! - gimió.
Iker comenzó a lamerme el coño, pequeñas lamidas que me hacían estremecer de placer. Comencé a mover mis caderas con ansiedad al mismo tiempo que él me seguía follando la boca, usando mi coño cómo si fuera mi coño y yo me dejaba usar. Me encantaba. Me volvía loca. Iker me sujetó por el culo con ambas manos, impidiéndome moverme, al mismo tiempo que comenzaba a acariciar mi culo con sus manos, me lo masajeaba, me lo agarraba. Iker comenzó a comerme el coño con mayor intensidad, haciéndome gemir más fuerte, más intenso. Yo estaba de nuevo en el cielo, a punto de explotar, cuando su mano juguetona se posó en mi ojete y empezó a meter un dedo suavemente en su interior. Lo sentía mojado, lo que me dio a entender que se lo había lubricado antes de metérmelo. Eso me gustó, que se preocupara por mí, me calentó y no pude evitarlo, cuando noté que su dedo estaba completamente dentro de mí, me corrí como una loca en la boca de Iker.
Saray: ¡Mmmmmmmhhhgggg! – gemí con su polla incrustada en mi garganta.
Iker: ¡Vamos, perrita, córrete para mí! – me ordenó notando mi corrida.
Cómo si de una señal de salida se tratara, esa orden fue para mí una liberación y comencé a correrme, encadenando un orgasmo con el siguiente, cada vez con mayor brutalidad, entre espasmos. Iker fue metiendo más dedos sin dejar de comerme el coño, hasta que, cuando ya tenía metidos en mi culo tres dedos, dejó de lamer mi coño y empezó a lamer mi culo, pasando su lengua por alrededor del esfínter e introduciéndola en el resto, moviéndola, causándome un placer indescriptible.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, no pares, cómeme, cómeme, sí, sí, me corro! – grité mientras sacaba su polla de mi boca para respirar, sin dejar de masturbarle con fuerza y de acariciarle los huevos.
Iker: ¡Oh sí, puta! Se una buena puta y déjame la polla bien lubricada para que te folle tu precioso culito ben follado – me ordenó mientras me soltaba un fuerte azote, haciéndome gritar de placer.
Cómo una posesa, me lancé a lubricar su polla, con mi lengua. Lamía toda su polla, de arriba abajo, sin dejar ni un solo centímetro de piel. Acariciaba sus huevos y los lamía, llegándomelos a meter en la boca, succionándolos. Él no dejaba de lubricarme el ojete ni de comerme el coño y el culo. Luego de unos minutos así, cuando ya decidió que estaba bien lubricada, me quitó de encima y me colocó a cuatro patas con la cabeza en la almohada.
Iker: ¿Estás lista? – dijo colocándose detrás de mí y restregándome su durísima polla por mi coño y mi culo.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, siempre estoy y estaré lista para ti, sí, no me hagas esperar más! – gemí con urgencia, moviendo mi culo hacia atrás.
Iker: ¡Estate quieta! – me ordenó con un fuerte azote – No te muevas hasta que no te lo diga – me exigió.
Iker, mi amor, mi hombre, cogió su polla y la colocó en la entrada de mi culo, y de un empujón, comenzó a meterme esa dura y gloriosa polla, centímetro a centímetro, despacio, abriéndome el culo. Yo sentía cómo esa barra de carne caliente, me entraba en mi culo y me lo iba abriendo, cada pliegue, sintiendo una mezcla de dolor y placer. Cuando ya la metió entera, me la dejó incrustada, y yo pude lanzar el grito que estaba conteniendo.
Saray: ¡Duele! ¡Duele! ¡Oh! – grité, mita de placer mitad de dolor.
Iker: ¿La saco? – me susurró en mi oído, mordiéndomelo suavemente.
Saray: ¡Cómo me la saques te mato! – le grité agarrándole la cabeza - ¡Quiero que me folles el culo! ¡Me gusta este dolor!
Iker: Tus deseos son órdenes – susurró en mi oído mientras comenzaba lentamente a moverse.
Saray: ¡Oh sí, despacio, amor, sí, así! – gemí.
Iker comenzó a follarme el culo despacio, metiendo y sacando su polla lentamente de mi culo, abriéndome el ojete poco a poco y dejándome que me acostumbre a su polla. Pronto, gracias a su manera de follarme y a que empezó a pellizcarme los pezones suavemente, pero fuerte, me provocaron un estado de excitación enorme, y solo sentía placer, nada de dolor. Iker lo notó y comenzó a follarme cada vez más rápido e intenso, mientras ahora me soltaba azotes duramente en mi culo.
Saray: ¡Oh sí, mi amor, reviéntame en culo a pollazos, sí, azótame, sí, sí, sí, no pares, sí, me corro! – gritaba de placer.
Iker: No sabes la de veces que he soñado con romperte ese culito a pollazos, nena – gemía en mi oído - ¡Me encanta! – gimió dándome un sonoro azote.
Saray: ¡Oh sí, sí, sí, es todo tuyo, siempre, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí, sí, sí, me corro!
Iker seguía follándome cada vez más fuerte, hasta hacer el ritmo vertiginoso, violento, sin dejar de azotarme ni de pellizcarme los pezones. Yo estaba en el cielo de nuevo, encadenando orgasmos sin parar. No podía moverme, estaba aprisionada entre la cama y el cuerpo sudoroso de Iker, que no dejaba de penetrarme con vigorosidad, con fuerza, con violencia, con estocadas profundas y fuertes. Yo me sentía usada, pero a la vez amada y deseada. Luego de un rato, noté como la polla de Iker se inflamaba aún más y comprendí que estaba a punto de correrse, por eso, haciendo un esfuerzo sobrehumano comencé a mover mis caderas, provocándole.
Iker: Si sigues así no tardaré en correrme, ¡puta! – gimió clavándome la polla en lo más hondo de mi recto.
Saray: ¡Oh sí, lo sé, oh sí, no pares, sí, más, más, dame más, sí! – gemí - ¡Quiero que te corras en mí!
Iker: Antes de correrme, quiero hacer algo – gimió mientras me pellizcaba fuerte un pezón.
Saray: ¡Oh sí, sí, sí, sí, sí, sí, me corro! – grité de placer - ¡Hazlo! – le supliqué.
Iker me sorprendió cuando, sacándome su polla del culo tras un par de estocadas profundas, me la metió de nuevo en mi coño húmedo y palpitante, haciéndome enloquecer. Comencé a correrme bestialmente, notando las penetraciones salvajes en mi coño y cómo me la sacaba del coño para volver a meterla en mi culo tras varias estocadas, dejándome en un frenesí continuo y alternando ambos agujeros sin descanso.
Iker: ¡Oh sí, me encanta reventarte los dos agujeros, nena, oh sí! ¡Mi fantasía hecha realidad! – gemía.
Saray: ¡Oh sí, sí, fóllame entera, oh sí, no pares, sí, sí, sí, me corro, no pares, sí, me encanta, sí, soy tuya, sí, me corro! – grité de placer.
Iker: Vas a hacer que me corra, ¡puta! – gimió.
Saray: ¡Oh sí, sí, sí, córrete, lléname de tu leche, sí, córrete conmigo! – le imploré, presa del deseo y la lujuria.
Iker: ¡Oh sí, puta, me corro, me voy a correr en tu culo, sí, toma leche, sí, me corro, sí, me encanta! – gemía mientras llenaba mis entrañas con toda su leche.
Saray: ¡Oh sí, sí, sí, lléname, sí, sí, me corro! – grité, corriéndome brutalmente entre convulsiones.
Iker se corrió en el interior de mi culo cómo un animal en celo, cómo un semental, llenándome entera con su leche y haciéndome alcanzar el mayor orgasmo de mi vida. Me corrí cómo nunca, entre gritos y convulsiones. Cuando nos corrimos los dos, caímos en la cama, exhaustos. Iker quedó boca arriba en la cama y yo me abracé a él, enajenada, obnubilada, con una sonrisa de felicidad que no podía quitarme de la cara.
Fin del POV de Saray
Y así se encontraban en esos momentos, mirándose sonrientes mientras Saray le asaba la nariz por su cara con ternura y le besaba con amor cada centímetro de su cara. Iker aún no se creía lo que acababa de pasar.
Iker: No puedo creérmelo, aún – dijo sonriente.
Saray: Créetelo, mi amor, soy tuya, siempre he sido tuya – dijo besándolo – Ahora ya lo sabes, me tienes a tu merced.
Iker: No te imaginas la de veces que he soñado con este momento – dijo cariñoso – Abrazados en la cama luego de hacer el amor.
Saray: Lo siento, amor, siento todo lo que te he causado – dijo arrepentida – Pero te prometo, te juro que, de ahora en adelante, dedicaré cada segundo de mi vida a recompensártelo, a hacerte completamente feliz, a demostrarte mi amor cada segundo que me dejes pasar a tu lado – dijo mirándole seria a los ojos.
Iker: No te preocupes, todo eso queda en el pasado, pero te haré cumplir tus palabras – le advirtió sonriente.
Saray: Lo cumpliré encantada, mi amor – dijo besándole.
Iker: Yo te prometo, adorarte, amarte, cuidarte, mimarte y celarte, cómo he hecho siempre, y haré más aún de ahora en adelante. No veo la hora de compartir mi vida contigo, rubia – dijo besándola con pasión.
Saray: Por eso no te preocupes – dijo divertida – Hablé con mis padres y con los tuyos y todos están de acuerdo con que me venga a vivir contigo, a qué vivamos juntos en nuestro nidito de amor como lo que siempre hemos querido ser: una pareja.
Iker: ¿Cómo? – dijo anonadado.
Saray: Sí, al principio mi padre no estaba muy contento, pero sabe que me amas y que te amo, así que con eso le basta. Tu madre y la mía fueron las que me empujaron a decidirme cuando me dijo tu madre que pensabas mudarte. Y tu padre casi me monta una fiesta cuando se enteró – dijo riendo.
Iker: Te amo, rubia – dijo besándola con todo el amor que sentía.
Saray: Yo te amo más, mi caballero andante – dijo entre besos.
Iker: Deberíamos descansar – dijo mirando la hora.
Saray: Sí, ya mañana hago la mudanza – dijo feliz – Este fin de semana cenamos con nuestros padres aquí – le anunció feliz – No te extrañe que nuestros padres nos pregunten cuando nos casamos – dijo entre risas.
Iker: ¿Qué te hace pensar que te lo voy a pedir? – dijo divertido sabiendo por dónde iban los tiros.
Saray: ¿Qué te hace pensar a ti que no soy yo la que, en presencia de nuestros padres, te pido matrimonio? – le devolvió divertida – Es mi sueño y lo voy a hacer realidad, nene – dijo besándole y abrazándole feliz.
Iker se rio divertido, no creyendo sus palabras. Así se durmieron, abrazados, enamorados, contentos, feliz, agotados de amarse. Iker y Saray prepararon la cena con sus padres para anunciar su noviazgo y celebrarlo con ellos. Saray se mudó al día siguiente con Iker a vivir. Los padres de ambos festejaron la noticia. Saray cumplió su promesa y, en mitad de la cena, sorprendió a Iker sacando dos alianzas de su bolso y pidiéndole matrimonio delante de sus padres.
Iker: ¿Qué haces? – dijo sorprendido.
Saray: Bueno, amor, no he podido hacerlo muy romántico, pero he pensado que, después de tantos años, te mereces una declaración de mi amor, cómo debe ser – dijo nerviosa – Iker, mi amor, llevo enamorada de ti desde que vi por primera vez esos ojos pícaros que me vuelven loca – dijo sonriendo enamorada para ternura de los padres – Te amo, y no concibo mi vida lejos de ti. Por eso quiero ser egoísta y te quiero a mi lado el resto de mi vida – dijo seria - ¿Quieres casarte conmigo, mi caballero andante? – dijo colocándose de rodillas frente a él.
Iker: Por supuesto que sí quiero casarme contigo, mi rubia – dijo emocionado mientras se ponían ambos los anillos – Vas a tener que aguantarme toda tu vida – dijo travieso – No se admiten devoluciones.
Saray: Feliz tormento, entonces – dijo antes de besarlo con todo el amor que sentía mientras Iker la levantaba del suelo y la hacía girar con él.
Las cosas por fin tomaban su cauce para ese par de enamorados. El amor es ciego, nunca sabes dónde puede saltar, te puedes enamorar de tu mejor amig@ o puede ser de un desconocid@, pero lo importante es luchar por lo que sientes, siempre obtienes la recompensa. Solo necesitas un golpe de efecto para cambiar el viento a tu favor.
FIN
PD: es una historia suelta, seguiré con el resto de las historias en breve. Agradezco los comentarios.