Gold Collection (9)

Las dos nos dimos cuenta de que Carlos nos observaba desnudo, apoyado en el marco de la puerta de la cocina. Desnudo, hermoso, nos miraba con curiosidad, con el pene semiflácido y bebiéndose el mejunje que le habíamos preparado.

2: 00 horas. Felación.

Las dos nos dimos cuenta de que Carlos nos observaba desnudo, apoyado en el marco de la puerta de la cocina. Desnudo, hermoso, nos miraba con curiosidad, con el pene semiflácido y bebiéndose el mejunje que le habíamos preparado. ¡Vamos otra vez al dormitorio nenas! – dijo. Yo me levanté hipnotizada y caminé hacia la puerta, y como quiera que Elisa estaba como narcotizada, él se aproximó hacia a ella y la cogió en brazos, como antes lo hiciera conmigo.

Otra vez los tres en la cama mi yerno me preguntó ¿por qué no me haces lo que a la zanahoria? Enrojecí enteramente. Lo de la raíz fue un juego, pero lo que me pedía era algo bastante fuerte.

  • Sí, hazle lo que has hecho con la zanahoria –dijo Elisa-, pero al final no te la comas.

Ese comentario nos hizo reír a los tres, lo que contribuyó a aliviar mi tensión y adquirir valor para corresponder la petición de Carlos.

  • Nos pondremos en la postura que te sea más cómoda Azucena –me dijo Carlos-. Para ello sugiero ponerme de pie y que tu te sientes al borde de la cama.

Me hice un poco la tonta e hice preguntas tales como ¿así está bien?, ¿más para acá, más para allá?, pero la congoja me hacía tragar saliva y más cuando mi yerno se plantó frente a mí, con su pene semierguido a la altura de mi boca. Carlos y Elisa vigilaban mi reacción. Rememoré las palabras de ella en la cocina, " Llevo años deseando poseer el miembro de tu yerno Azucena. Es… tan duro, tan grande, tan largo, tan…" Alcé mi mano derecha y cogí aquel aparato con la punta de mis dedos. La fuerza de aquella barra de carne no se hizo esperar y pronto comenzó a izarse. Me tocaba a mí entrar en acción. Recordé el chiste aquel en el que un exhibicionista se sacaba el pene ante una chica y le decía ¡aprovéchate!, y ella cogía el aparato del tío a modo de micrófono y exclamaba ¡aprovecho para saludar a mi madre, mi padre, mi abuela…! En mi boca se dibujó una sonrisa a la vez que Carlos acercó más la punta de su cipote a mis labios, y más, y más…, hasta que su piel contactó levemente con la mía. Con mis manos recogidas en el regazo hice acopio de valentía y estiré con indecisión mi lengua, y casualmente la punta de mi húmedo músculo contactó primeramente con su frenillo, del que ignoraba fuese una de las zonas más sensibles del órgano de los hombres. Eso provocó un escalofrío en mi yerno que hizo que se erizara todo el vello de su cuerpo, a la vez que arqueaba más su espalda acercando más su pene contra mi cara. Una de sus manos se coló entre la tela de la bata que llevaba puesta y comenzó buscar mis senos. La otra mano sujetó mi nuca haciéndome obligatorio llevar a cabo el trabajito bucal. Y como ya era estúpido cualquier remilgo, me propuse buscar la táctica apropiada para darle placer, de modo que habiendo descubierto que el contacto de la lengua con el frenillo le hizo sentir una descarga eléctrica pensé en pasar la lengua por allí varias veces más, quizá durante un par de minutos y luego buscar otro modo de placer, sin llegar a ser monótona, en una secuencia de contactos entre mi boca y su duro pene. Gustó este trato a Carlos, que entornó los ojos y volcó la cabeza hacia atrás. Inmediatamente a las lamidas del frenillo pasé a algo más osado por mi parte, que fue rodear con mis labios únicamente su glande, sin abarcar ni un milímetro más de la extensión de su inmenso aparato. Las glándulas salivales de mi boca estaban en plena producción y aproveché esta circunstancia para bañar el rosado capullo que estaba chupando. Mi lengua rodeó en un movimiento circular continuo aquel caramelo de sabor caliente y agrio, en una labor que se extendió también otro par de minutos. Ahora pensaba yo en cuál iba a ser el siguiente paso cuando noté que unas manos rodeaban mi torso acariciándolo. Era Elisa que, arrodillada detrás de mí en la cama, me abrazó. Este gesto hizo que mi boca se detuviese unos instantes, y Carlos se sobresaltó abriendo los ojos para dirigirnos su penetrante mirada. Se limitó a sonreír y a decirme que no parase por una tontería. La tontería era que Elisa me había agarrado de las tetas y me las estaba sobando. Respiré hondo ante tal acometida y seguí con el caramelo que sujetaba entre mis labios. Carlos me cogió de las manos y las llevó a sus nalgas, haciéndome ver que quería que le acariciase el culo.

Apreté un rato más los labios en forma de anillo en torno al bálano y de seguido lamí, esta vez sí, toda la extensión de la verga de mi yerno, a lo cual él reaccionó con un gemido irreprimible. Volví a abrir la boca y tragarlo cuando escuché decir a Elisa: ¡Fóllale la boca!

No comprendí literalmente la expresión de la chica, pero de inmediato Carlos me agarró la cabeza y dio comienzo a un mete y saca continuo y constante con mi garganta como tope.