Gol a gol. Tres besos y un solo final feliz.

Quince adolescentes son convocados por su país para formar una selección de fútbol de jóvenes promesas. Partido a partido, gol a gol, los quince chicos de la concentración verán nacer alianzas, relaciones y promesas. Todo ello aderezado, desde luego, con mucho sexo.

El móvil de Jordan comenzó a sonar con el tono de la alarma a las siete y cincuenta y cinco de la mañana del sábado como si no supiera lo qué era un fin de semana. Aunque tampoco era su culpa, en la concentración para el Torneo Juventud, éstos no existían: el horario era el mismo todos los días. Los despertaban sin falta a las ocho en punto de la mañana poniendo música a todo volumen por la megafonía de los pasillos. Jordan se había despertado el primer día al borde del infarto mientras el atronador Ave María de Bisbal atravesaba puertas y paredes para llegar hasta él, y había decidido rápidamente que no necesitaba repetir la experiencia nunca más. Había empezado a ponerse la alarma cinco minutos antes de la hora, lo que le había valido ya dos cojinazos de Xavier, que siempre apuraba al máximo el tiempo que podía pasar en la cama.

Jordan apagó la alarma y se desperezó bajo la gruesa colcha. No recordaba haber subido a la habitación la noche anterior, y menos aún haberse puesto el pijama. Lo último de lo que se acordaba era de haberse quedado amodorrado sobre Xavier. ¿Se habría dormido? ¿Le habría cargado el pelirrojo escaleras arriba hasta su cuarto? Movió la cabeza a izquierda y derecha suavemente para ver si tenía resaca. Nada. De todos modos era normal, se dijo, al final apenas habían bebido, solo un trago cada uno de la botella que había traído Byron.

Volvió a pensar en Xavier. ¿De verdad le había subido él? Rememoró la noche y se estremeció de gusto. Había sido muy especial. Sintió de nuevo los ojos de plata de Xavier sobre su piel mientras él se desnudaba a la tenue luz de las lámparas de las mesitas del salón, y sus labios suaves y calientes tanteando su boca con una delicadeza inusitada. Miró en dirección a la cama del pelirrojo, adivinando su figura en el bulto arrebujado entre las mantas y notó el corazón latirle con fuerza en el pecho. Sí, definitivamente había cometido el tremendo error de enamorarse de Xavier Foster, pero la noche anterior le hacía pensar que quizá y solo quizá… No. Se dio la vuelta y se tapó la cabeza con la almohada, intentando ahuyentar esos pensamientos. No podía ir por ese camino y esperar que todo funcionara como en una película de Disney. No podía hacerse ilusiones, y, sin embargo, no era capaz de evitarlo cada vez que pensaba en la noche anterior.

En ese momento, los relojes dieron las ocho y la megafonía se activó. Jordan se preguntó vagamente quién sería el encargado de elegir la música mientras las primeras trompetas de Vivir así es morir de amor le reventaban los oídos. Se concedió unos segundos más para remolonear en la cama. Antes de que Camilo pudiera entonar el primer estribillo, le dio una patada al edredón y se lo quitó de encima. Maldijo en voz baja al notar el frío del ambiente y se apresuró a alcanzar una chaqueta de chándal. Se levantó de la cama y atravesó la habitación hasta el baño, parándose un momento a subir la persiana para que la leve claridad matutina fuese entrando y arrancase a Xavier del sueño. Se lavó la cara con agua templada (no hubo huevos a echársela fría), y observó en el espejo la evolución de sus ojeras en solo tres días. Se desenredó la media melena y se hizo una coleta. Alguien llamó a la puerta.

  • Jordan, ¿te queda mucho? - preguntó la voz somnolienta de Shawn al otro lado - Es que tengo que entrar.

Jordan se quedó en blanco durante un momento, al tiempo que le volvía a la memoria la parte menos buena de la noche.

  • ¿Estás ahí? - insistió Shawn

  • Enseguida salgo - se apresuró a contestar Jordan, un poco descolocado porque Shawn le hablase como si tal cosa

Hizo pis y se lavó las manos. Algo le decía que se tomara su tiempo, que le hiciera esperar, que se vengara de alguna manera por el ataque gratuito que le había regalado durante el Prueba o Verdad, pero ese no era su estilo. Más bien necesitaba entender, quería saber qué había hecho él para merecer semejante trato. Aunque, por otra parte, eso no quitaba que siguiera dolido.

Abrió la puerta listo para escuchar la explicación que Shawn tuviera que darle, y se enfrentó a los ojos grises del chico del Pirineo, que le devolvieron una mirada confusa todavía llenos de sueño.

  • Gracias - le sonrió Shawn, dándole una suave palmada en el hombro al pasar por su lado - No sé por qué, pero últimamente me levanto con muchísimas ganas de hacer pis.

Cerró la puerta del baño tras de sí, dejando a Jordan clavado en el umbral. Eso sí que no se lo esperaba. ¿Iba realmente Shawn a fingir que la noche anterior no había pasado? ¿Ni siquiera iba a intentar justificarse? Vio a Xavier sentado en la cama, mirándole sin entender la situación.

  • ¿Acaba de hablarte como si nada o lo he soñado?

  • No, acaba de hacerlo.

  • No entiendo nada.

  • Pues imagínate yo - contestó Jordan, abriendo una rendija para empezar a ventilar

  • ¡Eh! ¡Cierra! - protestó Xavier, echándose las mantas por la cabeza - ¡Que yo todavía no me he levantado!

  • Pues ya va siendo hora, que tienes que vestirte y hacer la cama. Luego siempre vas tarde y lo dejas todo a medias.

  • No sabía que habías venido conmigo a Argentina, mamá - rezongó el pelirrojo

Jordan atravesó la habitación y, sin una pizca de compasión, agarró el edredón de Xavier con ambas manos y se lo quitó de encima de un tirón. El pelirrojo chilló, buscando desesperado algo con lo que cubrirse mientras Jordan hacía un rollito con sus mantas y huía con ellas al otro extremo de la habitación, poniéndolas fuera de su alcance.

  • ¡Jordan Greenway! - gritó Xavier - ¡No te lo voy a perdonar! ¡¡Jordan!!

Jordan abrió la ventana un poco más y Xavier volvió a gritar. Se levantó de un salto, pero en vez de ir a por el otro chico, corrió descalzo de puntillas por el suelo helado y se lanzó a la cama de Jordan, que conservaba su colcha. Se arropó con ella, temblando como un gatito al que le acabase de caer un chaparrón encima.

  • Eres el Mal personificado - le reprochó a Jordan, que le observaba sin tratar de contener la risa

  • Puede ser - dijo él, doblando con envidiable maestría el edredón de Xavier y dejándoselo al borde del colchón

Silbando, fue al armario a por su ropa. Echó a un lado el maillot del entrenamiento y sacó un chándal grueso y calentito. Ya se cambiaría otra vez cuando subieran a lavarse los dientes después del desayuno. Se sacó la camiseta del pijama por la cabeza y Xavier aprovechó el breve instante en el que la tela le bloqueó el campo de visión para hacerle un placaje en toda regla. Ambos aterrizaron sobre la cama de Xavier, pero, aunque Jordan trató de defenderse, el pelirrojo llevaba toda la ventaja. Se sentó sobre él, inmovilizándolo contra el colchón. Todavía cegado por la camiseta, Jordan decidió que toda resistencia era inútil y se resignó a someterse a la venganza que Xavier tuviera preparada para él. Le desconcertó sentir la lengua del pelirrojo recorrer su torso desnudo, pero todo cobró sentido cuando Xavier se separó de él y sopló sobre el reguero de saliva que había dejado en su pecho. El aire frío sobre la piel húmeda hizo que Jordan volviera a retorcerse, intentando huir del hielo que se abría paso por su esternón.

  • ¡Frío, frío, frío! - exclamó, entre risas

  • ¡Hiélate, cabrón! - le llegó la voz de Xavier sobre él

Sus dedos viajaron a los costados de Jordan.

  • ¡Para, para, eso no! - gritó Jordan cuando empezó a hacerle cosquillas

Xavier le martirizó un rato a placer, y luego paró y le quitó la camiseta de los ojos. Le sonrió. Jordan se sujetaba la tripa, harto de tanto reír.

  • Eres un cerdo - le dijo al pelirrojo

  • Tú quisiste jugar, amigo mío.

  • Anda, quita de encima.

Xavier se bajó de sus caderas y se tumbó a su lado, dejando las piernas colgar por el borde de la cama. Ambos contemplaron el techo de horroroso gotelé mientras Jordan trataba de recuperar el aliento.

  • Oye - dijo, cuando se vio en condiciones de hablar -, ¿tú me subiste anoche?

  • Claro. ¿Cómo pensabas que habías aparecido aquí si no? Te dormiste como un angelito.

  • No, si es lo único que tiene sentido, pero… ¿Cargaste conmigo por las escaleras?

  • Sí.

  • Joder.

  • Venga ya, si no pesas nada. Estás hecho un tirillas.

Escucharon descorrerse el pestillo del baño y se sentaron de golpe. Shawn abrió la puerta y les dedicó una sonrisa nerviosa al sentirse observado. Jordan y Xavier cambiaron una mirada. Después, se levantaron y cada uno comenzó a hacerse su cama. Ninguno de los dos abrió la boca al escuchar a Shawn empezar a tararear. Acabaron de vestirse en silencio y en silencio se dirigieron hacia la puerta para bajar a desayunar. Jordan ya tenía la mano sobre el picaporte cuando, a su espalda, Shawn preguntó:

  • Oye, ¿os pasa algo? Que estáis muy callados.

La mano de Jordan se crispó sobre el metal. Le daba mucha rabia. Le habría gustado que hubiera tratado de explicarse, le habría valido incluso que siguiera con esa actitud tan propia de Caleb de la noche anterior, pero, ¿hacer como si no hubiera pasado nada? Abrió la puerta con brusquedad y salió sin mirar atrás. Una expresión de viva confusión se dibujó en la cara de Shawn. Se volvió hacia Xavier, que le observaba incrédulo:

  • ¿Habéis discutido? ¿Qué le pasa?

Xavier parpadeó un par de veces y luego le miró con desagrado. Así que al final no se había equivocado al decirle a Jordan que haberlo pasado mal podía convertir a uno en un hijo de puta.

  • Pero, ¿tú de qué vas? - le espetó a Shawn, antes de marcharse tras los pasos de Jordan

Shawn no se movió durante un momento, perplejo. ¿A qué venía todo eso? ¿Qué había hecho él? Miró furtivamente su reflejo en el espejo del baño. ¿Acaso…? Sacudió la cabeza con fuerza, como si quisiera espantar a una mosca molesta. No podía ser eso. Buscaría a Xavier, que por una vez parecía más asequible que Jordan, le preguntaría y aclararían las cosas.

Salió por la puerta, echando la llave tras de sí, mientras intentaba hacer memoria. Habían estado en la gala, habían hecho el sorteo de grupos del Torneo, habían conocido a la novia de Hurley, la chica vivaracha de pelo rosa que tan bien le había caído, habían cenado a base de canapés, esos pimientos tan picantes que Jordan se había comido como si tal cosa. ¿Sería por eso? ¿Le habrían sentado mal a Jordan y habrían supuesto Xavier y él que de alguna manera era su culpa? O a lo mejor había pasado algo después. Trató de recordar qué habían hecho después de la gala, pero tenía una enorme laguna que se extendía hasta esa misma mañana.

Echó a andar por el pasillo, dispuesto a solucionar el problema fuese el que fuese, pero alguien le tiró de la bufanda desde atrás antes de que pudiera llegar a las escaleras, obligándole a parar. Caleb Stonewall le pasó un brazo por los hombros y Shawn aguantó las ganas de quitárselo de encima. ¿Qué quería Caleb de él? No podía ser nada bueno.

  • Buenos días - saludó, todo lo cordial que pudo

  • ¿Dónde ibas con tanta prisa? - arremetió el centrocampista

  • Bajaba a desayunar - la mirada inquisitiva de Caleb le obligó a decir toda la verdad - Bueno, y también quería hablar con Jordan y Xavier. Están muy raros esta mañana.

  • ¿Cómo quieres que estén? ¡Nos has tenido engañados a todos!

¿De qué estaba hablando? Se estremeció, recordando su reflejo en el espejo del baño de la habitación. ¿Realmente había alguna posibilidad de que hubiera vuelto a pasarle aquello? Por favor, que no fuera cierto. Cualquier cosa menos eso. Se deshizo del abrazo de Caleb.

  • Tiene que haber un malentendido. Voy a hablar con ellos.

Caleb alzó las cejas. ¿Había vuelto el Shawn modosito? No era capaz de ver de qué palo iba, y eso le molestaba ligeramente, acostumbrado desde siempre a leer a las personas como un libro abierto. Decidió darle otra oportunidad. A fin de cuentas, no le gustaba estar solo pero, hasta ese preciso instante, no había encontrado la compañía de ninguno de los otros jugadores más atractiva que la soledad. Entreabrió una puerta para el chico de la bufanda mientras éste se alejaba escaleras abajo.

  • Cuando te dejen claro que no quieren saber nada más de ti, puedes venir a desayunar conmigo.

Shawn le miró desde el último escalón, cada vez más confundido. Le dirigió una sonrisa nerviosa y dobló una esquina para desaparecer de su vista. Caleb chasqueó la lengua.

  • Qué decepción, - murmuró Byron Love, saliendo de detrás de una columna y acercándose a él - anoche me hizo pensar que era más interesante.

Caleb asintió, los ojos fijos en el último escalón. Byron se paró a su lado y preguntó, burlón:

  • ¿A mí no me ofreces desayunar contigo? ¿O es un club exclusivo para la gente que todo el mundo odia?

Caleb sonrió, aceptando la pullita.

  • Si te sientas a mi lado, te enveneno los cereales, Rapunzel - contestó

  • ¿Qué cereales? Si aquí lo más parecido que nos dan es avena. Ya sabes - imitó la voz de la señorita Travis -, tiene el aporte calórico adecuado para los futbolistas.

Caleb miró a Byron de reojo, esbozando muy a su pesar otra media sonrisa. No podía evitar que el chico rubio le cayera bien. Admiraba su astucia, su agudeza mental, que siempre tuviera una respuesta preparada y, además, le gustaban las conversaciones que tenían: vivas, rápidas, cargadas de burlas y de cuchillos afilados que volaban a toda velocidad en una y otra dirección. Le agradaba que fuese capaz de tomarse a broma un apodo como el que le había puesto. Estaba cómodo junto a él. Eso no quitaba que le hubiera hecho besar a Jude Sharp la noche anterior, pero, ¿acaso no habría hecho él lo mismo si los papeles hubieran estado invertidos? ¿Acaso no habría buscado ver el mundo arder igual que lo había hecho Byron? Claro que sí. Y eso podía respetarlo.

Se movió para mirarle abiertamente.

Byron ladeó la cabeza y le devolvió la mirada.

  • ¿Bajamos o qué? - preguntó, impertinente

Caleb resopló y le dio un empujón antes de empezar a bajar las escaleras. Quizá no estaba tan solo.

···

Cuando Shawn entró al comedor, se hizo un silencio forzado. La alegre conversación que había resonado por la estancia hasta el momento quedó reducida a un murmullo en el que destacaba más el tintineo de los cubiertos contra las bandejas de metal que cualquier voz. La mirada que le dirigió Axel Blaze hizo que Shawn quisiera echarse a llorar. Tenía que hablar con Xavier de inmediato, y averiguar lo que había pasado. Por más que intentaba descartarlo, por más que intentaba autoconvencerse de que hacía siglos que no le pasaba eso, cada vez veía más claro que era precisamente eso lo que le había pasado.

Se apresuró a coger una bandeja de las que les dejaban preparadas para el desayuno, con su pequeño bol de copos de avena, su pieza de fruta, su huevo duro, sus dos lonchas de pavo y su vaso de leche, y se dirigió a la mesa alargada en la que comían. Dolorosamente consciente de que era el centro de atención, se sentó en el hueco vacío al lado de Xavier. Al otro lado del pelirrojo, Jordan comenzó a engullir los copos de avena como si llevara tres días sin comer, incómodo. Acabó en un santiamén y se levantó de la silla, evitando a propósito los ojos de Shawn.

  • Subo a lavarme los dientes, ¿vale?

Xavier asintió.

  • Enseguida voy.

Jordan salió por la puerta del comedor al mismo tiempo que entraban Caleb y Byron. Shawn ignoró el saludo que le dirigió el primero y, sin tocar su comida, se giró hacia Xavier. Éste siguió comiendo con el ceño fruncido, sin mirarle.

  • Tengo que hablar contigo - musitó Shawn

Xavier no le hizo caso y hundió la cuchara en el vaso de leche, removiendo los copos de avena que había echado dentro. ¿Cómo podía tener la cara tan dura? Sacó con la cuchara una masa pegajosa de leche y avena y se la llevó a la boca, pero la mano blanca de Shawn le agarró por la muñeca.

  • ¡Xavier, por favor!

El pelirrojo podría haberse soltado de un manotazo, pero la urgencia y la desesperación en el tono de Shawn se lo impidieron. Ojos grises buscaron ojos grises, y Xavier vio el miedo en el iris del chico de la bufanda. Se asustó.

  • ¿Qué pasa?

  • Ven.

Shawn se levantó, tirando de él, y le hizo seguirle fuera del comedor, donde pudieran hablar sin oídos indiscretos a su alrededor. Caminaron en silencio hasta el baño de la planta baja, y Shawn cerró la puerta tras ellos.

  • ¿Qué pasa? - repitió Xavier

Shawn inspiró y espiró un par de veces para calmarse. Cuando se vio en condiciones, carraspeó y dijo:

  • Xavier, necesito que me digas exactamente qué hicimos anoche después de volver de la gala de bienvenida.

  • ¿Cómo que qué hicimos?

  • Sí, qué pasó cuando el autobús nos trajo de vuelta.

El acero de los ojos de Xavier se suavizó ligeramente.

  • ¿No te acuerdas?

Shawn negó con la cabeza, apoyándose en el lavabo y cruzando los brazos.

  • De nada.

Xavier se lo contó todo con pelos y señales. Que no se acordase de lo que había hecho no quitaba que lo hubiera hecho, pero, por lo menos, le daba un sentido a su manera de actuar esa mañana. Por lo menos, aunque siguiese siendo un cabrón, no era un hipócrita. Supuso que Jordan se alegraría de saberlo.

Cuando Xavier acabó de hablar, Shawn cerró los ojos un instante. El pelirrojo acababa de confirmarle la sospecha que se había ido abriendo paso por su mente a lo largo de toda la mañana. Así que había vuelto. Hizo de tripas corazón y abrió los ojos. Xavier le observaba, debatiéndose entre la preocupación por el Shawn que él creía que era y el enfado contra el Shawn que le había demostrado ser la noche anterior. ¿Cuál de los dos era el verdadero?

  • Lo siento muchísimo - susurró Shawn, casi incapaz de articular - Tengo que hablar con Jordan y decirle que lo siento muchísimo.

Eso acabó de ablandar a Xavier y dio respuesta a su pregunta.

  • Shawn, ¿por qué…? - empezó

  • Espera, espera. ¿Quiénes me has dicho que fueron los otros dos?

  • Tod y Scott. Pero...

  • Tengo que ir a buscarles. Y a Mark también. ¡Dios! - exclamó, golpeándose la frente con la palma de la mano - Xavier de verdad que lo siento muchísimo, yo no soy así. No… No quiero que me odiéis. No soy así.

Caminaba de un lado al otro del baño, angustiado, arrancándose pielecillas de los labios con los dientes. Estaba a punto de hiperventilar y Xavier se hizo cargo de la situación. Se plantó a su lado en dos zancadas y le sujetó con fuerza por los brazos. Le obligó a mirarle.

  • Shawn. Tranquilo. Nadie va a odiarte, ¿vale? Yo me encargo de eso.

  • ¿De verdad?

  • De verdad - le aseguró Xavier

  • ¿Ni Jordan?

  • No, claro que no. Él menos que nadie. Te perdonará, hazme caso. Nos has enseñado muchas más cosas buenas que malas en el tiempo que llevamos aquí. Eso no desaparece en una noche, ¿sabes? - Shawn asintió, recuperando poco a poco el control sobre sí mismo

  • Es que... - empezó, pero se interrumpió de inmediato

  • ¿Qué te pasó? - inquirió Xavier, animándole a seguir - No sé si de verdad piensas que Tod, Scott y Jordan son patéticos jugando al fútbol…

  • ¡No! Si están aquí es porque...

  • ... y lo cierto es que me da igual - siguió Xavier, por encima de él -, pero quiero saber por qué tuviste que decirlo así. ¿Por qué esa mala intención? No te pega, para nada.

Shawn dudó un momento sobre si decirle la verdad. Se sintió tentado a compartir su secreto con el chico del pelo del color del fuego, dejar que cuidase de él como sabía que cuidaba de Jordan. Más que una tentación, era casi una necesidad, no iba a poder pasar otra vez por todo aquello estando solo.

Sin embargo, no pudo hacerlo, el miedo a las consecuencias fue demasiado grande, le atenazó la garganta y le impidió hablar. Se ajustó la bufanda y recurrió a la excusa que tantas veces había usado en el pasado.

  • Es el alcohol - sintió el sabor amargo de la mentira en el paladar

  • ¿El alcohol?

  • Me sienta fatal, por muy poco que sea. Me vuelve agresivo, me hace decir cosas que no quiero decir. Siempre ha sido así, pero pensé que por una noche no pasaría nada… Joder, lo siento un montón. Es culpa mía.

Xavier suspiró, aliviado. Así que había una explicación. Las ganas de aceptarla le hicieron apartar todo atisbo de duda de su mente.

  • No te preocupes más. Todos lo entenderán, son buenos chicos y, además, así ya sabemos que no tenemos que darte de beber nunca.

Shawn forzó una sonrisa. Fuera, sonó el timbre que indicaba el comienzo del entrenamiento matutino. Xavier le dio una palmada en el hombro, como si Shawn fuera uno de sus primos pequeños.

  • Espera aquí, ¿vale? Voy a buscar a Jordan para decirle que pase por este baño antes de ir a entrenar, y así aclaráis las cosas. ¿Te parece?

Shawn asintió y Xavier salió corriendo del baño, preguntándose qué había hecho él para que por designio divino le hubiera tocado hacerse cargo de las crisis de sus compañeros.

Por su parte, mientras esperaba, Shawn volvió a buscar su reflejo en el espejo. Apenas fue capaz de sostenerse la mirada un par de segundos. Maldito fuera todo. ¿Por qué a él y por qué justo ahora?

···

Xavier entró corriendo al campo de fútbol después de dejar a Jordan con Shawn en el baño de la planta baja y cambiarse a una velocidad que habría hecho temblar a Usain Bolt. Se tiró de una de las perneras del maillot, que se le había quedado arrugada, y se acercó al círculo en el que estiraban el resto de sus compañeros. Una mirada rápida a su alrededor le bastó para confirmar que, para variar, la entrenadora no estaba presente. La señorita Travis, sentada en el banquillo, tomaba notas en un cuaderno.

  • ¿Han dicho algo sobre cómo tenemos que entrenar para el partido contra Suecia? - preguntó Xavier, temiéndose la respuesta

  • Qué va - respondió Nathan - Ha venido Schiller y ha dicho lo de siempre, que si alguna vez hemos jugado al fútbol sabremos qué es lo que más nos conviene.

  • Joder. ¿Cobra por esto?

  • Supongo que sí.

  • Pues para lo que hace...

  • Oye, ¿y Jordan? - preguntó Nathan

  • Le he dejado dentro, hablando con Shawn. Saldrán ahora.

  • ¿Qué te ha dicho? - intervino Axel Blaze, junto a ellos - Antes, cuando habéis salido del desayuno.

Xavier les narró la conversación que había tenido con Shawn en el baño mientras estiraban el cuádriceps a la pata coja.

  • ¡Sabía que tenía que ser algo así! - exclamó Mark, apoyándose en el hombro de Axel para no perder el equilibrio - Hablaré con él en cuanto salga. No le va a quedar más remedio que volverse tan abstemio como tú, Axel.

  • ¿Eh? Ah, sí, eso parece - respondió el delantero, pero ni a Xavier ni a Nathan se les escapó la sombra fugaz que oscureció sus ojos durante un momento

Ponderaron seriamente la posibilidad de sentarse en el suelo y seguir con el estiramiento ahí, pero bastó que Nathan pasara una mano por la hierba y la sacara llena de gotitas para disuadirles. A ninguno le apetecía tener la ropa mojada desde las nueve de la mañana.

  • ¡Chicos! ¡Venid un momento! - exclamó entonces Byron, a unos pasos de ellos

Los cuatro se miraron entre sí, y después se apretujaron con los demás en torno al rubio, que había estado estirando junto a Caleb.

  • Escuchad… - dijo él, al ver que todos le prestaban atención y que Travis seguía en el banquillo - Dado que no tiene pinta de que la entrenadora vaya a darnos instrucciones para el partido, he estado pensando… ¿Creéis que nos dará la alineación?

El significado de la pregunta caló en algunos antes que en otros. Claro. La entrenadora Schiller había dejado en sus manos la preparación de los partidos. ¿Y si también les dejaba a cargo del once inicial que saltaría al campo el miércoles siguiente contra Suecia? ¿Cómo elegirían qué cuatro se quedaban fuera? Se miraron de nuevo, esta vez con cierto recelo. ¿Habría amigos a la hora de tomar esa decisión? ¿O se pisarían entre sí por la oportunidad de jugar? Mark parecía ser el único al que no le preocupaba la posibilidad de tener qué elegir con qué alineación saldrían contra los escandinavos.

  • Bueno, chicos, ya veremos eso si llega a darse la situación, ¿no? No os preocupéis ahora, y vamos a entrenar.

  • Hombre, es algo que convendría tener pensado de antes - comentó Jude

  • Por una vez y sin que sirva de precedente, concuerdo - rezongó Caleb, ganándose una mueca de desdén del chico de las gafas - No podemos llegar y decidir cinco minutos antes de que empiece el partido.

  • Visto así… Vale. En ese caso, ¿os parece que echemos un partido entre nosotros? - sugirió Mark - Cada uno verá cómo juegan los demás y nos será más fácil sacar la mejor alineación posible.

Por supuesto, Mark solo veía la parte buena del plan. Parecía haber olvidado que, si bien jugar un partido les permitiría ver las destrezas del resto, también expondría aquellos puntos débiles que todavía no habían acabado de pulir, y, sabiendo que probablemente serían ellos los encargados de decidir qué jugadores se enfrentarían a Suecia, ninguno estaba dispuesto a dejar que los demás vieran sus carencias. Ni siquiera Jude, que había insistido al resto de centrocampistas el primer día en que era de vital importancia que observaran el juego de los otros, estaba muy por la labor.

Uno a uno, fueron excusándose ante Mark y se marcharon a entrenar por su cuenta o en parejas. El portero, cosa rara en él, frunció el ceño.

  • Se dan cuenta de que, contra Suecia, tendremos que jugar todos juntos, ¿verdad?

Nathan y Axel, los únicos que habían permanecido a su lado, se encogieron de hombros mientras veían al resto de chicos desperdigarse por el campo. Nathan fue a por un balón.

  • Venga, entrenemos nosotros.

Mark lanzó un último vistazo a su alrededor. Después, asintió con energía, recuperando el entusiasmo.

  • ¡Sí! - exclamó, al tiempo que echaba a correr a por los guantes

···

Los cuatro días que quedaban hasta el partido contra Suecia siguieron el mismo esquema. Por las mañanas y por las tardes, los quince chicos entrenaban por separado. Aunque Mark no cejaba en su empeño de proponer actividades en grupo, con el apoyo ocasional de Axel y de Nathan, la mera posibilidad de que les tocara a ellos elegir la alineación había levantado barreras invisibles entre los jugadores.

Al fin y al cabo, el Torneo Juventud se jugaba en equipo pero era un concurso individual: el panel de expertos del torneo elegiría a los once mejores jugadores de entre todas las selecciones clasificadas para formar el equipo que se enfrentaría a las estrellas futbolísticas del momento. No solo eso. Los ojeadores enviados por los distintos clubes de alrededor del globo, el objetivo principal de muchos de los chicos que participaban en el Torneo, no se fijarían en toda una selección, sólo en aquellos que destacaran por encima del resto. Clasificarse como país y pasar de ronda solo les servía para tener más partidos y, por tanto, más tiempo, para lucirse a nivel individual ante aquellos que les observaran; no tenía un valor en sí mismo.

Con la emoción de llegar, de conocerse, de la gala de bienvenida, a muchos de los quince chicos se les había olvidado la individualidad intrínseca del Torneo Juventud, pero Byron se lo había recordado de golpe. Una rivalidad velada se había extendido entre ellos como si de la peste se tratara. Entrenaban en puntos opuestos del campo, siempre mirando a su alrededor por el rabillo del ojo para ver si les estaban observando cuando practicaban algo que no acababa de salirles del todo bien. La mayor parte de ellos temía que si dejaban ver un solo fallo, los demás se unirían en su contra y le echarían del once inicial.

Por supuesto, nadie hablaba de esto. Todos lo sabían, pero no se mencionaba, y habían comenzado a inventar las más variopintas excusas para negarse a los partidillos, ronditos y alemanas que seguía sugiriendo Mark, inamovible ante la adversidad. A las horas de las comidas o en los ratos libres volvían a juntarse y fingían que no pasaba nada, hacían como si no se pasaran seis horas diarias vigilándose los unos a los otros y jugaban a las cartas, o comentaban animadamente la información que les llegaba de sus familiares y amigos en España.

Por las noches, habían convertido en una rutina el juntarse para jugar a Prueba o Verdad. Al final, estar todo el día sospechando de las personas con las que convives es agotador, y ese juego tan de adolescentes era el único momento en el que podían olvidarse de las traiciones y los supuestos puñales en la espalda que estaban por venir y ser precisamente eso, adolescentes. No habían vuelto a jugar con alcohol, en parte porque Byron no había tenido oportunidad de conseguir más, y en parte porque todos se habían enterado de que era la causa del cambio de registro de Shawn Frost.

En realidad, no habría habido problema con esto último, porque Shawn no había vuelto a participar en un Prueba o Verdad desde la primera noche. Se quedaba con ellos en el salón hasta que alguien se levantaba y empezaba a colocar los sillones para jugar, y después se subía a dormir.

Había arreglado las cosas con Jordan, Mark y los dos defensas, que no habían podido menos que perdonarle al ver lo atormentado que estaba por la situación. Después, notando que seguía sintiéndose culpable, quisieron hacerle saber que todo estaba olvidado y asumieron la responsabilidad de buscarle todas las noches para invitarle a jugar. Y todas las noches, Shawn declinaba la invitación. Jordan le aseguraba que no habría alcohol, Mark le decía que echaban de menos su compañía, pero Shawn les dedicaba una sonrisa triste, se ajustaba la bufanda y se excusaba una y otra vez. Al fin y al cabo, él sabía que el problema no estaba en el alcohol.

Había dos personas en el grupo que, más que con la pena, la curiosidad o la simpatía del resto, era con cierta envidia con lo que le miraban cuando se despedía. En vista del gustillo que habían cogido sus compañeros por obligarles a besarse después de que Byron hubiera dado el pistoletazo de salida, Jude Sharp y Caleb Stonewall esperaban con miedo la llegada de cada noche. Ambos luchaban contra su instinto más primario, que les instaba a levantarse y a seguir los pasos de Shawn escaleras arriba, pero sabían que el primero que lo hiciera habría perdido, y ninguno de los dos estaba dispuesto a dejarse ganar.

  • Pero, ¿por qué tanto empeño? - se quejó Jude la mañana del lunes durante el desayuno

La noche anterior, Tod, el diminuto e insignificante defensa Tod de entre todas las personas, había salido con la brillante idea de retarles a Caleb y a él a besarse durante diez segundos. Por supuesto, este reto no implicaba más que unir sus labios firmemente cerrados durante el tiempo indicado, inmóviles, aguantando el asco, pero, de cualquier manera, la situación escapaba al entendimiento del Emperador Táctico.

  • Es todo el rollo de la rivalidad - intentó explicarle Hurley, mientras Xavier asentía a su lado  y arremetía contra la manzana matutina

Pero eso no le aclaró mucho a Jude. ¿Qué había de excitante en ver besarse a dos personas que se odian?

  • Nada - afirmó Samford, a su lado - Absolutamente nada, es repulsivo.

  • Todo - contrarrestó Xavier, viéndoselas y deseándoselas para quitarle la piel a la manzana - Absolutamente todo.

En el otro extremo de la mesa, Caleb removía el té con leche miserablemente, intentando apartar de su memoria el desagradable reto de los diez segundos de la noche anterior.

  • Venga, que no se va a acabar el mundo por un par de besos - le dijo Byron, dándole unas palmaditas en la espalda

  • Todo esto es culpa tuya - le reprochó Caleb

  • Es divertido - repuso el rubio, encogiéndose de hombros

  • No. Es. Divertido.

  • Pues cuéntame cuál es el problema entre vosotros. A lo mejor me compadezco de ti y le pongo fin.

Caleb entrecerró los ojos. Byron le había preguntado ya varias veces el motivo de su mala relación con el otro centrocampista, pero él le había dado largas todas y cada una de ellas. No es que no se fiara de él (tampoco es que lo hiciera en exceso), pero era un tema del que prefería no hablar. Se llevó a la boca la taza y le dio un sorbo.

  • Que te aguante no significa que quiera que te conviertas en mi confesor, Rapunzel.

Byron levantó las manos en señal de rendición.

  • Además - continuó Caleb -, tú ya no puedes pararlo. Se escapó de tu control hace mucho. ¡Por Dios, si fue Tod el que sugirió el reto de anoche! ¡Tod!

El defensa saltó en su asiento al escuchar su nombre, y Caleb aprovechó para dirigirle una mirada asesina. No tenía ni idea de que lo peor estaba aún por llegar.

···

Ocurrió la noche previa al partido. Con los nervios a flor de piel por su debut ante el mundo al día siguiente, empezaron a jugar a eso de las once menos veinte. Shawn se despidió de ellos, recordándoles que no se acostaran muy tarde, y se subió a la habitación mientras los demás colocaban los sillones formando un semicírculo. Unos con más entusiasmo y otros con menos, los catorce chicos que quedaban ocuparon sus asientos, dando por inaugurada la sesión.

  • ¿Quién empieza? - preguntó Axel, con cierta desgana

  • Caleb - dijo rápidamente Byron

  • ¿Yo? - se espantó Caleb - ¿Y eso por qué? No pienso…

  • Digo que te toca empezar retando, no te asustes tanto.

  • Ah - el alivio no duró mucho - De cualquier manera, ¿por qué yo?

  • Pues porque la primera noche te marchaste después de tu prueba y no retaste a nadie. Me parece justo que recuperes ese turno - dijo Byron inocentemente

Caleb le miró de reojo. No se fiaba un pelo del rubio, por mucha pinta de ángel que tuviera, y menos todavía cuando usaba palabras como “justo”. Aunque, por otra parte, si empezaba él, quizá esa noche se librara de tener que besar a Jude. Solían dar una vuelta completa al círculo antes de volver a retar a la persona que hubiera empezado, lo que venía a significar que tendrían que pasar trece turnos hasta que le tocase a él elegir prueba o verdad. Si Jude escogía verdad (como esperaba que hiciera), a lo mejor conseguían evitar por una noche cualquier reto que involucrara tocarse.

  • Está bien.

Buscó a su alrededor con la mirada.

  • Jordan Greenway. ¿Prueba o verdad?

Jordan frunció el ceño, sin querer saber siquiera qué tipo de pruebas se le pasaban a Caleb por la cabeza.

  • Verdad.

  • ¿Eres hetero? - disparó Caleb, sin tener pararse a pensar ni un segundo

Jordan tenía que haber supuesto que sería algo así de retorcido. Evaluó rápidamente las opciones. Para empezar, gracias a cierto episodio en el avión que les había llevado a Buenos Aires, Caleb conocía la respuesta a la pregunta que acababa de formular, así que mentir no era una opción. Los dos sabían que si Jordan se atrevía a decir que sí, Caleb le llevaría la contraria y sería la palabra de uno contra la del otro. Segunda opción: darle una prenda. Era casi tan mala como la primera. Con esa pregunta, elegir la prenda era lo mismo que negarse a contestar, que, a su vez, era lo mismo que decir que no, que no era hetero. Así que solamente le quedaba la tercera opción, decir la verdad, y Caleb lo sabía.

  • Vamos, Greenway, que no tenemos toda la noche.

Jordan evitó mirarle, de hecho, evitó mirar a cualquiera de los otros chicos.

  • No - dijo con voz fuerte -, no soy hetero.

  • ¿Eres gay? - preguntó de inmediato Scott Banyan, con su fuerte acento malagueño

Joseph King, que estaba a su lado y le sacaba tres cabezas, le dio una colleja suave.

  • Pregunta cuando te toque.

Lo cierto es que, partiendo de que odiaba la pregunta de Caleb, Jordan agradecía de algún modo que hubiera sido si era hetero, y no si era gay. La respuesta a la primera la tenía clara, el chupetón que le había dejado Xavier en el pecho tras el primer Prueba o Verdad se lo recordaba cada mañana. Pero gay… No lo sabía a ciencia cierta. A fin de cuentas, en el instituto había bromeado como el que más con sus amigos sobre las chicas de su clase, pero nunca había llegado a saber si realmente lo hacía porque le atraían tanto como los chicos o solo por no quedarse fuera. Además, tampoco es que tuviera experiencia con chicas que pudiera aclararle nada.

  • Jordan, te toca - le susurró Xavier, a su lado, dándole un codazo

Jordan salió de su ensimismamiento. Miró en torno a sí, y se encontró con que los otros le observaban a su vez con renovada curiosidad. Se ruborizó ligeramente, preguntándose si alguno cambiaría su manera de actuar ahora que sabían que no era hetero.

  • Eh… ¿Jude?

El chico le devolvió la mirada desde detrás de las gafas de cristales verdes.

  • ¿Prueba o verdad?

  • Verdad.

Todos pudieron escuchar el suspiro de alivio mal contenido de Caleb, y Jude tuvo ganas de cambiar de opción solo por molestarle. Por supuesto, no lo hizo; las ganas de ahorrarse el reto que sin duda le tocaría eran mucho mayores que las de incomodar al otro.

  • Vale - repuso Jordan, que, de todos modos, no había tenido intención de ponerle ninguna prueba que implicara contacto directo con Caleb. Tampoco quería que los demás pensaran que era una especie de gay voyeur o algo así - ¿Qué quería la entrenadora de Caleb, de Mark y de ti la noche de la gala de bienvenida?

  • ¿Cómo?

  • Cuando estábamos a punto de empezar a cenar, la entrenadora apareció de la nada y os llevó a Mark, a Caleb y a ti aparte para algo. ¿Qué quería?

  • Pues…

Jude se lo pensó un momento. No había olvidado la conversación a la que habían asistido cuando la entrenadora se los había llevado del comedor. Además, sabía el motivo por el que Schiller quería que él la escuchara, aunque no acababa de entender por qué también había querido que Mark y Caleb estuvieran presentes. Tuvo cuidado a la hora de enunciar la respuesta.

  • La entrenadora estuvo hablando con alguien y quiso que escucháramos la conversación.

  • ¡No vale! - protestó Byron - No puedes ser tan vago.

  • ¿Ah no? - contestó Jude, impasible - ¿Dónde lo dice?

No es que quisiera hacerse el misterioso, pero no había que ser un genio para saber que la conversación que habían tenido la entrenadora y Diego, la cabeza visible de la organización del Torneo Juventud, tenía que haber sido un secreto. Ellos tres la habían escuchado por insistencia de la entrenadora, pero no podían contárselo a los demás. Schiller se lo había hecho prometer. En el momento en el que once adolescentes más, algunos de ellos con notable incontinencia verbal, estuvieran al tanto de lo que se había dicho aquella noche, lo sabría todo el mundo, y la entrenadora estaría en problemas. El por qué era algo con lo que Jude todavía no había dado; necesitaba tiempo y silencio para reflexionar sobre las implicaciones de lo que había escuchado.

Volvió a centrarse en el juego. En vista de que Byron seguía quejándose por su respuesta, decidió cortar por lo sano y pasar el turno. Al fin y al cabo, él había contestado sin mentir, no había incumplido regla alguna. Si querían más detalles, que concretaran más las preguntas.

  • ¡Mark! - llamó, y Byron tuvo que callarse con un mohín - ¿Prueba o verdad?

  • Prueba, venga, que ya van dos verdades seguidas.

Jude esbozó una sonrisa breve. Antes de empezar a jugar ya sabía la prueba que iba a poner. No era justo que los únicos que tuvieran que besarse fueran Caleb y él. Sin embargo, Mark, con toda su energía, con esa alegría contagiosa tan característica suya, le caía bien, y decidió ofrecerle una elección que a ellos no les daban.

  • Besa a alguien de aquí. A quien tú quieras.

Mark abrió mucho los ojos, pillado por sorpresa, y Nathan se echó hacia adelante en el sillón de manera casi imperceptible. Solo Jordan, que estaba a su lado, notó el ligero movimiento del cojín sobre el que estaban sentados. Le miró de reojo.

  • ¿Mark? - preguntó Jude, viendo que no se decidía

El portero barrió con la mirada a los trece chicos que tenía enfrente, deteniéndose medio segundo más en Nathan que en el resto.

Entonces, Axel Blaze se dio cuenta de lo que pasaba.

  • Espera… - murmuró, y luego alzó el tono - Mark, ¿este es tu primer beso?

Mark se rascó la nuca, esbozando una sonrisa nerviosa que le delató.

  • ¿No has besado nunca a nadie? - preguntó Tod - ¿Tampoco a una chica?

  • Pues no, la verdad es que no - sonrió Mark

Una oleada de ternura invadió a los más mayores. Mark era un ser de luz, todo inocencia y buena voluntad, ese tipo de persona a quién nadie puede evitar querer, y verle hecho un manojo de nervios resultaba adorable.

  • Tranquilo, hombre, que no mordemos - bromeó Xavier

  • ¿Quién será el afortunado? - preguntó Byron

Nathan se inclinó un poco más.

  • Pues… - dudó Mark

Axel sonrió, recordando la angustia que él había pasado antes, durante y después de su primer beso. Se lo había dado a la chica que le gustaba por aquel entonces, en la fiesta de fin de curso de tercero de la ESO, cuando los dos tenían catorce añitos. Ninguno lo había hecho antes, y el beso había sido un completo desastre lleno de saliva, manos que no sabían dónde colocarse y mucha vergüenza. Axel se había negado a salir de su habitación durante dos días completos después de aquella catástrofe, e incluso ahora, tanto tiempo después, seguía pensando que ojalá su primer beso hubiera sido con alguien que supiera lo que hacía.

Volvió a mirar a Mark y un pensamiento se abrió paso por su mente. A fin de cuentas, ahora él sí sabía lo que hacía y, si podía ahorrarle una mala primera experiencia, ¿por qué no?

Se puso en pie, consiguiendo que se hiciera el silencio en todo el salón. Trece pares de ojos se clavaron en él mientras cruzaba el círculo en dirección a Mark. El portero entreabrió los labios, sin llegar a formular pregunta alguna cuando Axel se arrodilló frente al sillón en el que estaba sentado. El delantero le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

  • ¿Puedo? - preguntó con suavidad, su cara a la misma altura que la de Mark

El chico cerró la boca y tragó saliva, escrutando la cara de Axel, que intentó infundirle toda la confianza posible.

  • Sólo si tú quieres - le aseguró, recordándole que siempre tenía abierta la opción de darle una prenda a Jude

En el breve instante en el que Mark dudó, sus ojos se desplazaron de manera inconsciente a un punto a la espalda de Axel. Buscaban casi sin quererlo a cierto chico con las puntas teñidas de azul intenso, pero Nathan había clavado la mirada en la alfombra en el momento en el que el delantero se había agachado junto a Mark y no le vio.

Así, Mark volvió a centrarse en Axel, en su semblante seguro y amable.

Después, asintió con la cabeza. Confío en ti, le gritaron sus ojos de color caramelo a los oscuros que tenía enfrente.

El delantero se remangó ligeramente las mangas de la camiseta, y después subió una mano para sujetar la cara de Mark. Contuvo una sonrisa al notar que estaba temblando bajo su tacto. ¿Tan importante era para él? Quiso hacerlo bien.

  • Voy - le avisó, ignorando la expectación del resto y centrándose en el nuevo asentimiento del portero

Mark cerró los ojos. Axel, sin perder la firmeza de su agarre, se echó hacia adelante y rozó los labios de Mark con los suyos. A milímetros de su nariz, pudo ver de cerca las pecas que la cubrían y el rubor rosa que se extendía por ella a toda velocidad. Se tomó la libertad de inclinarse todavía un poco más y permitir que sus labios se juntaran por completo, más allá del simple roce con el que habían empezado. Mark se estremeció contra él, inmóvil por lo demás. Apenas tres segundos después, Axel se echó hacia atrás, devolviéndole a Mark el espacio personal que había invadido y poniendo fin al beso.

Mark abrió los ojos, parpadeando con fuerza. Axel le observaba, sorprendido al sentirse nervioso por primera vez en mucho tiempo por saber si había estado a la altura de lo que se esperaba de él.

  • ¿Bien? - le preguntó

  • Bien - confirmó Mark, rojo como un tomate, y después añadió en un balbuceo - Muchas gracias, Axel.

Byron silbó y empezó a aplaudir, y los demás se unieron enseguida a la exagerada celebración. Solo Nathan, hundido en el sillón, se abstuvo de participar. Axel puso los ojos en blanco, intentando esconder la sonrisa satisfecha por el trabajo bien hecho, y volvió a su asiento, no sin antes alborotarle el pelo a Mark con cariño.

El portero se echó hacia atrás en el sillón, cruzando las piernas y frotándose las manos. Todavía estaba rojo.

  • Me toca, ¿no? - Jude asintió - David, ¿prueba o verdad?

  • Verdad - contestó David Samford

  • Vale. Yo quería saber... ¿Por qué el parche? ¿Qué hay debajo?

David tuvo que sonreír ante la curiosidad de niño pequeño de Mark. Miró en torno a sí.

  • ¿Queréis que lo enseñe? - preguntó

Todos los demás asintieron, a excepción de Jude, que sabía perfectamente qué ocultaba el parche.

  • No es agradable - advirtió Samford

  • Sobreviviremos - le aseguró Hurley

David Samford se encogió de hombros y levantó el parche de su ojo derecho con una mano, dejando a la vista la cuenca vacía, rosada y reseca. El resto de los chicos ahogaron un jadeo. En realidad, era eso lo que se esperaban (¿qué más podía haber habido debajo de un parche?) pero imaginarlo y verlo eran dos cosas muy distintas. La mayoría de ellos asociaba un problema así con el siglo anterior, con los ancianos mutilados de guerra que se negaban a ponerse ojos de cristal o cuyos tejidos estaban tan dañados por las malas curas que habían recibido que ya eran irrecuperables. Que a su compañero de equipo, un chico de su misma edad, le faltara un ojo les daba escalofríos.

Samford volvió a bajarse el parche, para alivio de varios.

  • Ya os he dicho que daba repelús - dijo, encogiéndose de hombros otra vez

Axel, habiendo crecido en la casa de un médico, no pudo evitar interesarse por el historial clínico del chico.

  • ¿Por qué llevas un parche? - preguntó - ¿Por qué no te has puesto una prótesis?

  • ¿No son muy caras? - inquirió Mark, antes de que Samford tuviera tiempo para responder

  • Qué va - dijo Axel, negando con la cabeza - Ya no. Bueno, depende de lo que consideres caro. Deben de estar entre los seiscientos y los mil euros.

  • Madre - murmuró Jack, agradeciendo que a ninguno de sus cinco hermanos le faltara un ojo - Si eso no es caro…

  • No, no lo es - aclaró Samford - No para lo que valen las prótesis, aunque también hay que tener en cuenta que las de los ojos hay que cambiarlas cada tres o cuatro años, y va sumando. Pero vamos, no son particularmente caras.

  • ¿Entonces? - insistió Axel - ¿Por qué un parche y no una prótesis?

  • Es que yo no puedo llevarlas. Probé varias cuando era pequeño, pero todas me acababan dando conjuntivitis alérgica, y era un engorro. Al final el parche fue la solución más fácil. No es que sea muy estético, pero a cambio siempre tengo un disfraz fácil para Carnaval.

  • ¿Y cómo perdiste el ojo? - preguntó Jordan, ya por pura curiosidad morbosa - ¿O naciste sin él?

  • Eh, eh, no os paséis. Yo ya he cumplido mi parte, ¿no? Os he enseñado lo que había debajo del parche. Me toca a mí retar a alguien.

  • Venga, cuéntalo - le dijo Jude, a su lado, burlón - ¿Cómo vas a dejarles sin conocer tan maravillosa historia?

  • No seas cabrón.

  • ¡Cuéntalo! ¡Cuéntalo! - corearon todos

  • ¡Vale! - se rindió Samford, viendo que si seguían subiendo el tono acabarían por despertar a la entrenadora Schiller - A ver, tampoco es que haya mucho que contar. De pequeños, ¿os gustaba jugar con las gomas de pollo? - asintieron a una - ¿Y vuestras madres no os contaban la historia del niño que se saltó un ojo con una goma para que dejarais de enredar? - asintieron de nuevo - Bueno, pues yo soy ese niño.

Hubo un momento de silencio y luego Byron soltó un bufido.

  • ¿Te saltaste un ojo con una goma? - rio - ¿De verdad?

  • De verdad - reconoció David Samford, resignado

  • Es el gran genio incomprendido de su tiempo - comentó Jude, dándole unas palmaditas en la espalda. Luego se volvió hacia el resto - ¿Qué hora tenemos?

  • Las once y cuarto.

  • Ah, vamos bien de tiempo. Venga, te toca - le dijo a Samford

Mientras David pensaba en quién sería la siguiente víctima, Caleb le lanzó a Jude una mirada cargada de desprecio. Era poco habitual ver al Emperador Táctico tan relajado como en ese momento, casi bromeando, y menos aún si estaban jugando al Prueba o Verdad. Por supuesto, Caleb conocía el motivo; sabía que Jude había seguido el mismo razonamiento que él, y que había deducido que esa noche ellos dos no tendrían ningún reto que les obligara a acercarse, pero le molestaba verlo tan cómodo, tan alejado de su habitual gesto serio.

  • Byron, ¿prueba o verdad?

  • Me da igual - dijo el rubio, sacudiendo la cabeza y dejando que su larga melena plateada se agitara

  • Bueno, se puede formular como prueba o como verdad, así que no importa lo que elijas.

  • Pues… Prueba - dijo, por decir algo

  • Ordénanos de mayor a menor según quiénes tú creas que la tienen más grande.

  • ¿Cómo? - preguntó Byron, estallando en una carcajada. No se esperaba ese reto de David Samford - O sea, ¿quieres que os coloque a todos en orden de tamaño de rabo?

  • Sí. Incluyéndote y con lo que te diga la intuición, porque verlos no los vas a ver.

  • Hombre, habrá que sacarlas luego para comprobar si tengo razón, ¿no? - bromeó el rubio, en su salsa - ¡Dios, qué bueno!

Byron se puso en pie y se colocó en el centro del círculo. Se crujió los nudillos, dando una vuelta sobre sí mismo para verles bien a todos, y, sobre todo, para que le vieran bien a él. Le gustaba la atención más que a Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó . Con un gesto, pidió que encendieran algunas lámparas que estaban apagadas, como si la luz le fuese a ayudar a descubrir rasgos en sus caras que le permitieran adivinar el tamaño que manejaban allí abajo. Reflexionó durante cerca de un minuto, mano en el mentón y ceño fruncido.

  • Vale, voy a empezar con los que me parecen más fáciles y luego relleno los huecos. Hurley - el canario le miró desde el sofá -, tú primero.

  • Porque soy negro, ¿no? - sonrió

  • No - repuso Byron -, porque cuando entré anoche a vuestra habitación a hablar con Tod estabas como Dios te trajo al mundo.

  • ¡Coño, ni me acordaba!

  • Cito tus propias palabras: “Dormir con ropa me resulta muy incómodo”.

  • ¿Duermes desnudo? - se interesó Xavier, y luego se apresuró a añadir, para no hacer demasiado evidente lo mucho que le agradaba la idea - ¿Con el frío que hace?

  • En Tenerife no tenemos ese problema, así que siempre lo he hecho así, y ahora no me acostumbro a dormir con un pijama.

  • Bueno - cortó Byron -, el caso es que tú primero. Ponte aquí, anda.

Hurley se levantó de la comodidad del sillón protestando y se colocó donde Byron le indicaba. El rubio dio tres zancadas desde esa posición, calculando la distancia que ocuparían los demás puestos en fila a partir de Hurley.

  • Vale, aquí va el último. Jack, ven, porfa.

Mientras el gigantón del grupo parpadeaba sorprendido, los demás rompieron a reír.

  • ¡Eh, que va en serio! Yo creo que Jack es de estos que engañan - argumentó Byron -, porque tú le ves un cuerpo tan grande y te montas tus películas, y luego resulta que no. En la misma línea, al lado de Hurley quiero que se coloque Tod. Tan pequeñajo como es, a algún sitio han tenido que irse los centímetros que le faltan de altura.

El defensa más bajito de todos ellos esbozó media sonrisa y se puso al lado del canario, verdaderamente el punto y la i. Poco a poco, Byron fue colocándolos, disfrutando de su reto como pocos lo habían hecho, hasta que hubo completado la fila: Hurley primero, después Tod y tercero el propio Byron (ponerse en esa plaza le valió los abucheos de los demás). Luego fueron Xavier, que se puso tan rojo como su pelo, Caleb y Axel (Byron fue incapaz de decidir quién de los dos debía ir primero), y King. Después, de un tirón, Jude, Mark, Jordan y Samford, en ese orden; y, al final, Nathan, Scott y Jack.

  • ¡No os mováis! - pidió Byron, mientras salía de la línea y se sacaba el móvil de un bolsillo

Lo puso sobre el sillón que les quedaba justo enfrente, activando el temporizador en la cámara. Corrió de vuelta a la fila, y todos posaron, esperando a que sonara el característico chasquido de la foto.

  • ¡¡Esperad!! - gritó de pronto el rubio, sobresaltándolos

  • ¿Qué pasa? - preguntó Caleb, molesto

Se habían movido al mismo tiempo que el móvil sacaba la foto. Byron les contempló, pensativo. Avanzó hasta la posición de Nathan, que arqueó una ceja, y después fue hasta Jordan. Luego volvió a Nathan, mirando a Samford por el rabillo del ojo.

  • Vale, justo aquí. Abríos - ordenó Byron, y David Samford y Nathan se movieron cada uno a un lado para dejar un hueco entre ellos

  • ¿Qué pasa? - preguntó Caleb otra vez - ¿Vas a hacer la foto o no?

  • Sí, sí - le tranquilizó Byron, y luego se dirigió al resto - Es solo que me había olvidado de Shawn. Como no está… Bueno, va aquí, ¿vale? Entre Samford y Nathan.

  • Mañana se lo decimos.

  • Ahora sí - anunció Byron - Poneos para la foto.

Colocó el teléfono y le sonrieron a la cámara, que les deslumbró con el flash.

  • Oye - dijo Hurley, una vez todos hubieron vuelto a sus asientos y Byron les hubo enviado la foto -, tengo una idea. ¿Y si nos colocamos así cuando salgamos al campo?

  • ¿Cómo?

  • ¿Sabéis cuando los futbolistas se ponen en una fila cuando suena el himno? - los demás asintieron - Pues yo digo, ¿y si nosotros nos ponemos así? ¿En este orden?

  • ¡Sí! - exclamó Byron - ¡Me encanta!

  • Nadie tiene por qué saberlo - añadió Hurley, un brillo juguetón en sus ojos - Se pensarán que es aleatorio, y será nuestra pequeña broma interna. Va, por favor. ¡Es divertido!

Se miraron entre sí, tentados, y Xavier habló por todos.

  • Venga, hagámoslo. Pero si se entera alguien de fuera, lo desmentimos como cabrones.

  • Hombre, por supuesto.

  • Bueno, ¿seguimos? - preguntó Scott, viendo como cada vez se acercaba más la hora del apagado de luces

  • Sí - se apresuró a responder Byron -, me toca.

Sin pensárselo, se giró hacia la derecha esbozando una sonrisa maliciosa. Caleb, que estaba semi recostado en el sillón, tardó un momento en entender lo que el rubio quería de él. Se incorporó de golpe.

  • ¡No! - protestó

  • ¿Por qué no?

  • ¡Porque yo ya he jugado!

  • ¿Y qué?

  • Vamos a ver - intervino Jude, por la cuenta que le traía - Si no hemos dado una vuelta completa al círculo no puedes preguntarle otra vez a él.

  • ¿Ah no? - repuso Byron, regodeándose - ¿Y dónde lo dice?

Hubo un momento de silencio, y luego Jude apretó los labios.

  • Touché - murmuró

El rubio, que le había devuelto a Jude la misma frase que él había usado para no contar más de lo que quería en su pregunta, se volvió hacia Caleb.

  • A lo que íbamos. ¿Prueba o verdad?

El primer impulso de Caleb fue elegir verdad, librarse de la prueba a cualquier precio, pero se contuvo. Sabía qué verdad quería Byron. Llevaba días pidiendosela, y él llevaba días negándose a contarle de dónde venía su mala relación con Jude y Samford. Por supuesto, como no le valía un no por respuesta, el rubio iba a volver a pedírsela ahora, delante de los demás. Se maldijo a sí mismo. Estaba convencido de que la idea se la había dado él, cuando le había preguntado a Jordan Greenway algo en lo que no podía mentir. Byron sabía que, si le preguntaba eso, él estaría obligado a decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. ¿Cómo iba a mentir, estando presentes las otras dos personas a las que involucraba la historia?

  • ¿Y bien? - preguntó Byron, exhibiendo su sonrisa más angelical, perfectamente consciente de la situación

Caleb ignoró la miraba furibunda de Jude, que le exigía que eligiera verdad, y dijo entre dientes:

  • Prueba.

Tendría que besarle otra vez.

  • Vale - sonrió Byron, y Caleb se prometió a sí mismo que se las cobraría todas juntas en cuanto tuviera ocasión -, quiero que beses a Jude.

Caleb puso los ojos en blanco y le llegó el bufido de Jude, más molesto que otra cosa. ¿Eso era todo lo originales que podían ser?

  • ¡No he acabado! - exclamó Byron, y Caleb se arrepintió de inmediato de haber querido originalidad. El rubio les miró alternativamente - Quiero que os deis un beso de verdad, no esa tontería de niños de doce años que habéis hecho hasta ahora.

A Jude se le cerró el estómago, y Caleb le dirigió a su supuesto amigo una mirada que habría hecho temblar al más valiente.

  • ¿Se puede saber a qué juegas? - le preguntó, indignado

Byron le dio unas palmaditas distraídas en la mano.

  • Venga, venga, que yo solo quiero pasármelo bien.

  • ¡Pero no es justo! - se quejó Jude, antes de que Caleb pudiera replicarle - ¿Y yo por qué tengo que hacerlo?

  • A ver, es el reto - comentó Xavier, más alegremente de lo que debería, y Byron asintió

  • Cállate, Foster - le espetó Caleb

Después se volvió hacia Jude. Muy a su pesar, ambos se entendieron a la perfección. Era inútil oponer resistencia si ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Caleb arrugó la nariz como si acabara de probar algo muy amargo y dijo:

  • Vamos, acabemos con esto.

Se puso en pie al tiempo que Jude hacía lo propio en el otro extremo del círculo. Pillados por sorpresa, sin saber si avanzar o esperar a que el otro fuese hasta ellos, incómodos, se quedaron quietos, dejando que pasaran los segundos. Byron carraspeó.

  • Sin prisa, ¿eh?

Caleb fue más rápido y volvió a dejarse caer en el sillón. Jude frunció el ceño de manera casi imperceptible, pero avanzó hacia él de todos modos. ¿Qué más daba quién fuese hasta quién si en unos segundos iban a estar comiéndose la boca? Se estremeció ante la sola idea.

Se sentó en el hueco que le había dejado Byron, más tenso de lo que había estado en su vida, y observó la boca de Caleb. El chico tenía los labios blanquecinos de tanto apretarlos, y Jude temió (medio en broma, medio en serio) que le arrancase la lengua de un mordisco si trataba de abrirse paso entre ellos.

  • Chicos - les llamó entonces Byron, y los dos se giraron hacia él, esperanzados. Aún estaba a tiempo de cambiar el reto. El rubio les sonrió sin una pizca de compasión - Yo os diré cuándo parar, ¿entendido?

Jude y Caleb asintieron miserablemente. ¿En qué momento habían pensado que Byron se apiadaría de ellos? Se miraron brevemente a los ojos, y después Jude inspiró hondo y se lanzó hacia adelante.

El beso empezó exactamente igual que los que habían compartido las noches anteriores: bocas cerradas, inmóviles, incómodas. De hecho, a Jude se le ocurrió que quizá podían fingir que estaban dándose el beso que Byron quería...

  • Vamos, hacedlo de una vez - irrumpió en su mente la voz del rubio, y el Emperador Táctico contuvo un gruñido - Recordad que yo os digo cuando tenéis que parar.

Jude alzó la vista tras los cristales verdes de las gafas para ver si los ojos de Caleb estaban abiertos. Lo estaban, y, por algún motivo, eso le afectó más de lo que había esperado. Parpadeó un par de veces, tratando de ignorar el suave rubor rosado que se extendía por la nariz bajo los ojos de acero de Caleb y por la suya propia, y entonces, de repente, el beso cambió. Ya no eran simplemente dos bocas pegadas. Caleb se había relajado ligeramente contra Jude, y Jude decidió que, si había que hacerlo, lo mejor era hacerlo cuanto antes. Entreabrió los labios.

Un silencio absoluto flotaba en el salón. Completamente atrapados por el beso entre los dos chicos, los otros doce parecían haberse olvidado de respirar. Caleb se removió, incómodo, y entonces sintió la lengua de Jude rozar su labio inferior. Un jadeo ahogado nació en el fondo de su garganta. Abrió involuntariamente la boca, y, de pronto, la lengua de Jude estaba dentro, sobre la suya, buscando, indagando, y Caleb no fue capaz de hilar un solo pensamiento coherente más. Notó un calor abrasador en las mejillas y en las orejas y en la frente y en el cuello, y empezó a marearse.

Por su parte, Jude concluyó enseguida que besar a alguien con lengua era maravilloso, casi tanto como para permitirle olvidar a quién estaba besando. No era que no tuviera ningún tipo de experiencia en lo que a besos se refiere, como Mark, pero nunca había llegado a liarse con nadie en serio, al menos, hasta ese preciso momento. Con cautela, quizá incluso con cierta timidez al principio, exploró la boca de Caleb, inclinándose más y más sobre él. El otro chico no opuso resistencia. De hecho, y Jude se preguntó vagamente cuál sería el motivo de esto, daba la sensación de que estaba invitándole a que profundizara el beso.

De repente, las abdominales de Caleb cedieron, incapaces de soportar durante más tiempo la presión que hacía Jude al apoyarse, y el chico cayó hacia atrás. Antes de que pudiera perder el equilibrio del todo, sin embargo, Jude pasó un brazo por su cintura, usando el otro para sujetarse al respaldo del sillón, y las manos de Caleb volaron para agarrarse con firmeza a los hombros del chico de las gafas.

El beso comenzó de nuevo sin que ninguno de los dos tuviera tiempo para pensar. Jude unió sus labios con los de Caleb, a un ritmo mucho más frenético que antes, y sus lenguas bailaron juntas. Jude nunca había sentido nada tan increíble. Notó una de las manos de Caleb abandonar sus hombros y enroscarse en torno a su cuello, obligándole a que se pegara aún más a él. Aunque comenzaba a dolerle el brazo con el que le estaba sujetando, Jude profundizó el beso todo lo que pudo, y Caleb se arqueó contra su cuerpo. Un gemido amortiguado vibró en su boca.

Era demasiado bueno para ser verdad, demasiado bueno para ser quién era la persona a la que estaban besando, pero también demasiado nuevo, y, de pronto, Jude se encontró con que le faltaba el aire. Se separó de Caleb, boqueando y sin poder evitar que la incredulidad se pintase en su cara, y Caleb, con los labios rojos y el pelo revuelto después del beso, clavó en él una mirada en la que se mezclaban a partes iguales el asco y la sorpresa.

  • Bueno, ya iba siendo hora - dijo una voz ahogada sobre ellos, y Jude y Caleb, todavía sin salir de su asombro, se volvieron hacia Byron, que les observaba con media sonrisa - Llevo cinco minutos diciéndoos que paréis.

Aunque esto distaba mucho de ser verdad (de hecho, el beso había captado su atención de manera tan poderosa que el rubio se había olvidado por completo de que tenía que decirles cuándo parar), ninguno de los otros chicos hizo ademán de corregirle. Todos observaban boquiabiertos a los dos centrocampistas, que se habrían ruborizado aún más si eso hubiera sido posible.

Tuvieron que pasar todavía un par de segundos para que Jude y Caleb se dieran cuenta de que seguían agarrados el uno al otro. Se soltaron de inmediato, retrocediendo como si fueran dos imanes del mismo polo, y Jude volvió a su asiento original en el círculo. Hundió la cabeza entre las manos mientras David Samford le daba unas palmaditas comprensivas en la espalda.

  • Qué asco… - murmuró Caleb, limpiándose la boca con la manga. Entrecerró los ojos para mirar a Jude - Lo has disfrutado, ¿no, Sharp?

  • ¡Qué lo digas tú! - replicó Jude - Agarrándote a mí como si te fuera la vida en ello… ¡Te ha encantado!

  • ¿Encantado? ¿Cómo…? ¡¿Cómo te atreves?! - balbuceó Caleb, indignado. Luego, de golpe, volvió en sí, y frunció los labios en su habitual rictus sarcástico - Si tanto te molesta tener que besarme, ¿por qué sigues viniendo todas las noches?

Jude parpadeó tras los cristales verdes. Los demás chicos observaban la discusión como si fuera un partido de tenis.

  • ¿Por qué sigues viniendo tú?

  • ¿Y por qué se supone que tendría que dejar de venir? - se defendió Caleb - No es que me asuste tanto tener que besarte como para empezar a faltar. ¡O que me asuste, siquiera!

Ambos ignoraron la risita de Byron. La respuesta de Caleb había dado justo en el clavo.

  • Conque no te asusta, ¿eh? - musitó Jude, cruzando los brazos y alzando ligeramente la barbilla al mirar al otro - Pues, ¿sabes qué? A mí tampoco.

Eso fue suficiente. Como casi todo lo demás entre ellos, el problema acababa de reducirse a una sola cosa.

Su orgullo.

···

Como de costumbre, el juego no duró mucho más después de eso. Las pruebas entre Caleb y Jude tenían siempre tal intensidad que cualquier cosa que hicieran después resultaba un completo anticlímax. Además, a las doce en punto exactas, las luces del salón se apagaron. Los chicos, a oscuras, devolvieron los sillones a sus posiciones originales.

  • Oye, ¿habéis visto mi teléfono? - preguntó la voz de Jordan en la penumbra

  • No.

  • Qué va.

  • Si tuvieras una funda fluorescente como la de Hurley no tendrías este problema.

  • Muy gracioso.

  • A ver, te llamo - dijo Xavier - ¡Eh, callaos, que si no no se escucha!

Perfectamente quietos, sumidos en el más absoluto de los silencios mientras esperaban los suaves zumbidos del móvil de Jordan, los catorce chicos notaron cómo la atmósfera festiva del Prueba o Verdad se disipaba, dejando paso a esa presión sorda con la que se estaban acostumbrando a convivir. En unas horas, debutarían ante el mundo frente a Suecia.

  • Nada, lo tengo en silencio - dijo Jordan

  • Mira que no tener puesta ni siquiera la vibración…

  • ¿Quieres que te ayudemos a buscarlo? - preguntó Mark

  • No hace falta. Id subiendo y yo me quedo por aquí.

  • ¿Seguro?

  • Seguro - confirmó Jordan

  • Vale. Buenas noches, entonces.

  • ¡Buenas noches!

  • Descansad bien, ¿eh? ¡Que mañana jugamos!

  • Que sí, Mark…

  • ¡Espérame, Axel!

Las voces se fueron apagando y Jordan no tardó en quedarse solo. Se sentó en uno de los sillones mientras sus ojos trataban de acostumbrarse a la oscuridad. Lo cierto es que, aunque había dicho que no necesitaba ayuda para encontrar el teléfono, había esperado que Xavier se quedara con él. De hecho, llevaba toda la semana esperando. Esperando un cambio de actitud del pelirrojo, esperando un cambio en su relación que le indicara que la última vez que habían tenido sexo también había sido especial para él. Y, sin embargo, ese cambio no había llegado. Jordan frunció el ceño. En el fondo, era culpa suya por haberse hecho ilusiones cuando sabía perfectamente que si Xavier hubiera tenido que definir su relación habría utilizado el término “follamistad”; pero era incapaz de entender cómo dos personas podían compartir un polvo tan íntimo como el que ellos habían compartido si una de las dos no sentía absolutamente nada por la otra. A fin de cuentas, si alguien le hubiera preguntado a él, Jordan habría dicho que ese último polvo era lo más cerca que había estado nunca de hacer el amor con nadie.

Miró a su alrededor, sacudiendo la cabeza. Al ver que era capaz de distinguir las siluetas de los muebles entre la negrura, se levantó, se obligó a apartar al pelirrojo de su mente y se puso a buscar el teléfono.

Mientras tanto, Xavier subía de dos en dos las escaleras hacia los dormitorios. Se habría quedado con Jordan para ayudarle a encontrar su móvil, pero había algo que llevaba rondándole la cabeza toda la semana y quería resolverlo cuanto antes. Si lo posponía más, tendría que encargarse de ello al tiempo que lidiaba con el cansancio y el estrés de los partidos del Torneo Juventud, y no le apetecía.

Alcanzó a Hurley junto a la puerta de su habitación.

  • Quiero hablar contigo.

El canario levantó las cejas.

  • ¿Ahora?

  • Sí - se limitó a responder Xavier

  • Está bien. ¿Qué pasa?

Xavier echó un vistazo al interior de la habitación. Joseph King debía de estar en el baño, pues no se le veía, pero Tod Ironside estaba sentado en la cama y, aunque no parecía estar prestando atención a la conversación de la puerta, Xavier quiso cerciorarse de que no les escuchaban. Agarró a Hurley del brazo, y el canario se dejó arrastrar hasta el final del pasillo. Tropezaron con una papelera metálica, que hizo un ruido horrible, antes de pararse.

  • ¿Qué pasa? - volvió a preguntar Hurley, tratando de adivinar los rasgos del otro en la oscuridad - ¿Xavier?

  • Quería hablar contigo.

  • Eso me has dicho - empezó a preocuparse - Oye, ¿estás bien?

  • Sí, sí. Es que… - de pronto, el pelirrojo no sabía muy bien cómo decir lo que había ido a decir, y decidió soltarlo de golpe - Me gustaría saber qué ha cambiado entre nosotros.

  • ¿Qué?

Xavier intentó sacudirse el nerviosismo de encima. No estaba acostumbrado a la sensación, y le desagradaba profundamente saberse vulnerable.

  • A ver. Tú y yo nos liamos la primera noche que estuvimos aquí, y al día siguiente…

  • Sí, me acuerdo - Hurley asintió, aunque Xavier no podía verle

  • Vale, pues… El caso es que estábamos bien, ¿no? Muy bien, de hecho, diría yo. Y ahora tampoco es que estemos mal, pero... Bueno, parece que no quieras tocarme ni con un palo, ¿sabes? - dijo de un tirón, esbozando media sonrisa nerviosa - Y necesito saber por qué.

A Hurley se le cerró el estómago. Le dolía casi físicamente escuchar al pelirrojo decir eso. ¿Cómo le decía que quería tocarle más que ninguna otra cosa? ¿Cómo le explicaba el motivo por el que no lo hacía? Xavier siguió hablando, cada vez más deprisa.

  • Por supuesto, sé que no tengo ningún derecho a exigirte nada. Si querías probar a liarte con un tío y ya has probado, está bien. Si no te apetece repetir, está bien. Si te apetece repetir, pero no conmigo, también está bien.

Temeroso de no estar explicándose, Xavier obedeció a un impulso y llevó una de las manos de Hurley a su pecho, justo sobre su corazón, que iba desbocado. Hurley se estremeció al sentir los latidos contra su palma, y buscó el brillo plateado de los ojos del otro chico en la penumbra. El pelirrojo continuó, bajando la voz hasta que se transformó en un susurro.

  • Es solo que yo me lo pasé bien, y... Y me pareció que tú también - murmuró, y cruzó su mirada con la del canario durante un instante. Se apresuró a añadir - Puedo equivocarme, claro está.

Pero no lo haces, quiso decirle Hurley.

Odiaba saber que era el motivo de la inseguridad de Xavier; lo último que había querido era que el pelirrojo pensara que no había sido lo suficientemente bueno para él. Había tratado de no hacer el cambio muy brusco, pero Xavier era demasiado listo como para no darse cuenta de que había dejado de tontear con él de la noche a la mañana, de que había pasado de provocarle activamente a hacerse el loco ante sus insinuaciones más directas.

Notaba el corazón del pelirrojo bajo la mano derecha. Volvió a estremecerse y, haciendo uso de hasta el último gramo de su fuerza de voluntad, se desprendió con delicadeza de su agarre. Por un momento, se alegró de que estuvieran a oscuras. Si hubiera habido luz, quizá no habría soportado ver la cara de decepción de Xavier sin olvidarse de su promesa de mantenerse alejado de él.

  • Espérame aquí un momento, ¿vale? - le pidió

Se marchó escaleras abajo sin esperar respuesta, consciente de que Xavier le esperaría.

Iba a buscar a Jordan. Cuando lo encontrara, lo llevaría junto a Xavier y hablaría con los dos. No podía seguir jugando a ser Dios, no podía seguir intentando controlar él solo el devenir de las cosas. Podía hacer un esfuerzo y quitarse de en medio, podía no ir tras Xavier, podía dejarle espacio a Jordan, pero, ¿qué iba a hacer si Xavier seguía buscándole a él? Tenía el autocontrol correspondiente a una única persona, y no podía cargar también con el del pelirrojo, no cuando ambos querían lo mismo, no sin hacerle daño.

Se asomó al salón, sin saber muy bien si estaba tomando la decisión correcta y pensando que le habría gustado que Tori estuviera con él. Escrutó la oscuridad durante un momento, buscando la sombra de Jordan en algún sitio, y entonces le vio.

Medio tumbado en un sillón, se dejaba besar por Nathan Swift.

Hurley se apartó del umbral, furioso de repente. No solía enfadarse muy a menudo, pero renunciar a Xavier era un sacrificio que le había costado hacer, y le molestaba ver que no estaba obteniendo resultado alguno. Ya no era solo que Jordan no estuviera aprovechando para acercarse al pelirrojo cuando él le había dejado vía libre, sino que encima iba por ahí liándose con otros.

Un susurro azorado le llegó desde el salón y el canario apretó los dientes. ¿Era justo que él fuera el único en quedarse con las ganas?

No, desde luego que no.

  • Lo siento, Tori - le murmuró a la oscuridad, antes de volver a subir las escaleras como una exhalación

Xavier estaba en el mismo sitio en el que le había dejado, apoyado contra la pared.

  • ¿A dónde has…?

Hurley no dejó que acabara la pregunta. Le empujó contra la pared, y antes de que Xavier tuviera tiempo para sorprenderse, le besó con rabia. El pelirrojo sintió el corazón saltarle en el pecho, y ambos descargaron en el beso la tensión sexual acumulada durante la semana. Manos buscaron cuerpos, y se recorrieron el uno al otro, palpando cada centímetro de piel al descubierto, preguntándose cómo habían aguantado cinco días sin tocarse. Se separaron un segundo para coger aire.

  • Espera, espera - dijo Xavier, alborotándose el pelo con una mano - Aquí nos van a oír. Las paredes son finas que te cagas.

  • ¿Dónde?

Xavier pensó todo lo rápido que pudo.

  • Mi habitación - dijo al fin - Jordan no ha subido, ¿no?

Y tanto que no, pensó Hurley.

  • Creo que no - dijo en cambio - Pero Shawn sí, el primero.

  • Shawn está dormido siempre que llegamos. Si no haces mucho ruido no tiene por qué haber problema - sonrió Xavier

  • ¿Necesitas que te recuerde que el día de la ducha sólo se te oía a ti? - replicó al instante Hurley

  • Anda, vamos.

Pletórico, Xavier cogió la mano del canario y tiró de él. La parte más racional de su cabeza le decía que se parara un instante a pensar en el por qué del repentino cambio de actitud de Hurley, pero el ansia de volver a estar con él consiguió que hiciera oídos sordos. Carpe diem, ¿no?

Abrieron la puerta con cuidado, conteniendo la risa y sin dejar de mirar por encima del hombro, no fuese a ser que alguno de los otros chicos se asomara al pasillo. Se sentían como dos niños traviesos a punto de hacer una travesura.

En la habitación reinaba el silencio. Las luces estaban apagadas y Shawn respiraba en perfecta calma en su cama. Hurley volvió a besar a Xavier, tratando de ser lo más silencioso posible, y cerró la puerta tras de sí. Trastabillaron por la habitación, haciendo verdaderos esfuerzos por no echarse a reír abiertamente cada vez que uno de los dos tropezaba con un par de zapatos mal colocados, una maleta abierta o un gurruño de ropa.

Al fin, las corvas de Xavier chocaron contra una cama, y se dejó caer hacia atrás. Hurley aterrizó sobre él, y no se lo pensó un momento antes de colar una mano bajo la camiseta del pelirrojo. Estaba helada, y Xavier se estremeció al sentirla sobre la piel delicada de sus pezones. Esbozando media sonrisa, Hurley llevó sus labios al cuello pálido que tenía debajo, y succionó con fuerza.

  • Cabrón… - murmuró Xavier, sabiendo que por la mañana se arrepentiría de haberse dejado hacer un chupetón

La mano de Hurley dejó de juguetear con sus pezones para bajar al botón de su pantalón. Lo desabrochó con presteza y tiró de la prenda hacia abajo. Hurley se inclinó hacia adelante, permitiendo que su aliento cálido rodeara la polla de Xavier, recién liberada de su encierro, y el pelirrojo se estiró sobre la cama, dispuesto a relajarse y disfrutar. Entonces, su mano derecha rozó un tejido suave distinto del de la gruesa colcha. Se incorporó de golpe, sintiéndose como si hubiera hecho algo prohibido.

  • ¡Hurley! - susurró Xavier, reconociendo la tela del pijama de Jordan - ¡Hurley, para!

El canario levantó la vista, confundido.

  • ¿Qué pasa?

  • Nada. Bueno, sí. Es que esta es la cama de Jordan.

  • Ah - dijo Hurley, enfriándose de repente

  • A ver, ven.

Xavier se levantó y guió al otro hasta su propia cama, a tientas y con los pantalones en los tobillos. Se sentó sobre el colchón al tiempo que Hurley se dejaba caer de rodillas entre sus piernas. Sin embargo, pasado el calentón inicial, el canario se quedó mirando la polla semierecta de Xavier sin saber muy bien por dónde empezar. El pelirrojo se dio cuenta.

  • Osita, tú no lo has hecho nunca antes, ¿verdad?

Hurley negó con la cabeza y Xavier evaluó rápidamente las posibilidades. Por supuesto que antes o después tendría que enseñarle a chupar, pero no parecía ser el mejor momento. No estaba seguro de que el sueño de Shawn fuera lo suficientemente profundo como para que el sonido de una arcada no le despertase, y sabía por experiencia propia que éstas estaban a la orden del día la primera vez que dabas una mamada. Además, Jordan tenía que estar al caer (se preguntó vagamente dónde habría dejado el teléfono para estar tardando tanto), y aunque le excitaba sobremanera la idea de hacer un trío con Hurley y con él, tampoco parecía el momento idóneo. Así que solo le quedaba una opción.

  • Espera, cambiemos. Tú arriba y yo abajo.

  • ¿Seguro? - le resultaba difícil negarse a la oferta de recibir una mamada, pero intentó ser diplomático - Puedo intentarlo…

  • No, tú disfruta... Y aprende para la próxima.

  • Si insistes.

Cambiaron de posición, y Hurley se sentó en la cama, bajándose el pantalón. Comenzó a pajearse para ponerse a punto mientras Xavier iba a por un cojín (tampoco le apetecía dejarse las rodillas contra el suelo helado de piedra).

  • Hazme hueco - susurró, y Hurley abrió las piernas para que el otro se acomodara entre ellas - ¿Preparado?

  • Cuando quieras.

Xavier le dio un buen morreo antes de arrodillarse frente a él. Que volviera el ambiente que habían creado. Cogió el rabo de Hurley de sus manos, continuando la paja que él había empezado. Eso fue suficiente para que el canario cerrara los ojos y exhalara un suspiro. Xavier sonrió. Si no despertaban a Shawn sería un verdadero milagro.

Calibró el grosor y la longitud de la polla que tenía entre las manos, y echó de menos un poco de luz para poder observarla bien. La había visto de refilón el día que Jordan y él se habían aliado para hacerle gozar en las duchas del vestuario, pero todavía no había tenido oportunidad de contemplarla en todo su esplendor. Estaba seguro de que era una polla bonita. Notando sobre su palma las venas que la recorrían, se convenció de que Byron había colocado bien al canario en su turno del Prueba o Verdad. Dudaba muchísimo que cualquiera de los otros chicos la tuviera más grande.

Cuando consideró que estaba lo suficientemente dura, salivó bien. Deslizó una única vez la lengua a lo largo de todo el tronco, hasta que su nariz se hundió en los oscuros y apretados rizos del vello de su pubis, y recibió un gemido ahogado de Hurley como respuesta. Sin poder (ni querer) contenerse más, Xavier se echó hacia atrás y engulló la polla de Hurley hasta donde se lo permitió la garganta. Abarcó algo más de la mitad, y entonces se detuvo, dejando que su saliva empapara bien al canario. Éste, por su parte, se llevó una mano a la boca para no gritar.

Xavier retrocedió, sintiendo cómo las babas le caían sobre el pecho. Agarró la polla que tenía frente a sí, dedicándole un par de lametones juguetones al glande para después volver a introducírsela en la boca. Subiendo y bajando, asegurándose de hacer la presión justa con los labios, llevó una mano hasta los huevos de Hurley, también considerablemente grandes. Los sopesó con la mano y después comenzó a jugar con ellos, apretando con suavidad, haciéndole cosquillas de cuando en cuando.

Xavier notaba cómo su garganta se iba dilatando cada vez un poco más con cada succión. Sabía que, si Hurley era capaz de aguantar el tiempo necesario, sería capaz de tragársela entera, pero no pudo evitar pensar que Jordan lo habría conseguido ya. Lo de ese chico para tragar polla era otro rollo. No es que él fuese malo, para nada (los gemidos cada vez peor contenidos de Hurley lo atestiguaban), pero la práctica que tenía Jordan le situaba a años luz de cualquier otra persona que hubiera conocido, incluyéndose él mismo.

Empleó bien la lengua, haciendo círculos en torno al tronco de Hurley una y otra vez. Succionó sobre el glande, esforzándose por hacerle al canario lo que a él le volvía loco, y, a cambio, saboreó el precum en su paladar.

  • Xavier… - murmuró Hurley, agarrándose como podía a las mantas de la cama

  • No está mal, ¿eh? - susurró de vuelta el pelirrojo

  • No pares.

Hurley llevó una mano a su cabeza, suplicándole que volviera a dedicarse a chupar. Su rabo apuntaba al techo, dolorosamente erecto. Al oírle rogar, Xavier no pudo resistir la tentación de hacerle sufrir un poco. Le gustaba demasiado jugar, y Hurley llevaba toda la semana haciéndole esperar. Era lo justo, ¿no? Sopló sobre la polla húmeda que tenía enfrente, y Hurley se dejó caer hacia atrás, abrumado por las sensaciones. La mano de Xavier volvió a cerrarse en torno a él, y el pelirrojo retomó la paja con la que había empezado con una lentitud exasperante. Depositó un par de besos sobre la punta, divertido.

  • Xavier, por favor…

Sin inmutarse, Xavier llevó la mano que no tenía ocupada a su propia polla, que seguía al aire, y comenzó una paja propia en perfecta sincronización con la que le estaba regalando al canario. Hurley, con los ojos cerrados, no podía más que recrearse en la sensación de la mano fría de Xavier sobre su rabo ardiente.

De pronto, Xavier paró, y Hurley abrió los ojos, dispuesto a protestar. Entonces, sintió de nuevo la húmeda calidez de la boca del otro chico rodeando su polla, llegando más lejos que ninguna de las veces anteriores, prácticamente hasta la base. Volvió a cerrar los ojos y abrió la boca, abrumado por el contraste, y se corrió sin poder evitarlo. Le pareció escuchar que Xavier se atragantaba, cogido de improviso, pero no fue capaz de prestarle atención, demasiado atrapado por su orgasmo.

Volvió a ser consciente de la realidad cuando el pelirrojo se sentó en su abdomen. Le miró perezosamente, e incluso en la penumbra, fue capaz de adivinar la sonrisa radiante de su cara. Xavier se dobló sobre sí mismo para besarle de nuevo, y Hurley notó un sabor salado invadir su boca junto a la lengua del chico.

  • ¿Te gusta cómo sabes? - le preguntó Xavier, genuinamente curioso

Hurley paladeó su semen, sin tener muy claro si le gustaba o no, y acabó encogiéndose de hombros. Le guiñó un ojo a Xavier.

  • Tengo ganas de probarte a ti.

Xavier volvió a besarle.

  • Cuando quieras. Si pudieras evitar hacerme esperar una semana, mejor.

  • Ya veremos - rio Hurley, pero empezó a notar una quemazón de culpa en el pecho. Se incorporó, subiéndose el pantalón - Bueno, pues... Aquí me despido.

  • Un placer tenerle aquí, señor Kane - sonrió Xavier, encantado con cómo había acabado la noche - Esperamos volver a verle pronto.

Hurley forzó una sonrisa. ¿Por qué se sentía tan culpable de golpe? No había hecho nada malo. No había hecho nada malo. No había hecho nada malo. Intentando apartar esos pensamientos de su cabeza, le dio un pico de buenas noches a Xavier y se fue.

Antes de entrar a su habitación, donde Joseph King y Tod Ironside dormían plácidamente, aguzó el oído para ver qué le llegaba del salón. Solo escuchó susurros apresurados y le consoló de alguna manera saber que no estaban follando (¿acaso habían acabado ya?). Le concedió un momento de reflexión a lo que había visto. Nathan y Jordan, Jordan y Nathan. Lo pensase como lo pensase, no pegaban. No pudo evitar preguntarse: ¿cómo habían llegado a liarse?

···

  • Ay, coño, aquí está - murmuró Jordan, sacando su teléfono de entre la rendija entre dos cojines

Justo en ese momento, alguien en el piso de arriba se llevó por delante la papelera del pasillo, y el ruido del metal chocando contra el suelo resonó por todo el salón. Jordan esbozó media sonrisa. Habría puesto su mano en el fuego a que la había tirado Mark. Se guardó el móvil en el bolsillo trasero del vaquero, y se dispuso a subir a la habitación. Solo entonces advirtió los ojos que le observaban inmóviles desde uno de los sofás.

  • Soy yo - avisó Nathan, mientras él se dejaba caer en un sofá, blanco como la cera

  • Casi me matas del infarto - le reprochó, sujetándose el pecho con una mano

Nathan sonrió, culpable.

  • Lo siento, lo siento.

  • ¿Qué haces aquí a oscuras? - le preguntó Jordan, levantándose y yendo a sentarse a su lado - ¿Por qué no te has subido?

  • Caleb tiene que estar insoportable - se encogió de hombros Nathan - Jack dice que no es tan malo, pero yo no le aguanto, y menos después de los Prueba o Verdad.

  • Es verdad, se me olvida que estáis en la misma habitación.

Siguió un pequeño silencio. Aunque Jordan era consciente de que Nathan no le estaba diciendo toda la verdad, tampoco quería presionarlo de más. Que contara lo que quisiera contar. Sentado con las piernas cruzadas, el defensa jugueteaba con uno de los mechones teñidos de azul de su pelo. Su mirada vagaba por la pared que tenían enfrente, intranquila. Jordan se acercó un poco más. Se ofrecería a ayudar y, si Nathan no quería hablar con él, le dejaría en paz.

  • Escucha… - tanteó, poniéndole una mano en el hombro - ¿Estás bien?

Nathan se giró hacia él, sorprendido por el contacto, y Jordan tuvo la sensación de que acababa de procesar su presencia. Sintió cómo el chico le estudiaba unos segundos en la oscuridad, y entonces el defensa hizo lo último que él había esperado que hiciera.

Los labios suaves de Nathan sobre los suyos le arrastraron a un beso que no había pedido.

Durante el Prueba o Verdad, se había preguntado si alguno de los chicos cambiaría su actitud con respecto a él al saber que no era hetero. ¿Es que le iban a lanzar? ¿Le iban a usar como conejillo de indias para probar lo que era liarse con un tío? Sabía que a Xavier no le importaba, sabía que, de hecho, le encantaba ser el primer beso gay de una persona, pero a él le resultaba violento. Se sentía como un juguete, como una herramienta en el mejor de los casos, y no era una sensación agradable.

Así, su primer impulso fue echarse hacia atrás y, sin embargo, se contuvo, y dejó que Nathan siguiera besándole. A fin de cuentas, estaba convencido de que el chico era tan poco hetero como él. ¿Y si siempre había querido besarle pero no se había atrevido a lanzarse antes por miedo a su respuesta? Jordan pensó a toda velocidad. Si Xavier no le necesitaba, ¿por qué tenía él que quedarse estancado? ¿Acaso no era capaz de divertirse con otras personas? Tenía que serlo.

Además, se dijo, Nathan besaba bien. Desde luego que sabía lo que hacía. Sabía cómo dar un beso de verdad, con la cantidad justa de energía, sin tratar de meterle la lengua hasta la garganta, sin hacer que sus dientes chocaran más de lo necesario.

Con esto en mente, Jordan se obligó a devolverle el beso, y tiró de él para sentarle en sus rodillas y hacerlo más cómodo para los dos. Nathan sujetó la cara de Jordan con ambas manos, esmerándose, y Jordan llevó las suyas al culo del otro chico, acariciándolo sobre el pantalón. Notó el cuerpo de Nathan tensarse de golpe y apartó las manos de inmediato. No sabía hasta dónde quería llegar.

  • Espera, no pares - pidió Nathan, contradiciendo lo que había gritado su cuerpo

Jordan frunció el ceño, pero obedeció mientras Nathan volvía a atrapar su boca.

Sí, definitivamente Nathan besaba bien, muy bien.

Jordan se repitió esta frase varias veces, como si fuera un mantra, pero no fue suficiente para acallar la vocecilla del fondo de su cabeza. Si Nathan besaba tan bien, ¿por qué se sentía él tan horriblemente mal? ¿Por qué la náusea en su garganta? ¿Por qué le resultaba tan desagradable la presión del cuerpo del defensa sobre el suyo? No debía pesar mucho más que Xavier...

Nathan se alejó un momento de sus labios y le sacó la camiseta por la cabeza, lanzándola luego detrás del sillón. Un escalofrío que nada tenía que ver con el ambiente helado del complejo recorrió a Jordan al notar las manos calientes del chico rozar su torso.

Estaba mal. El beso estaba mal, ellos dos estaban mal, todo estaba muy, muy mal. Cuando Nathan volvió a besarle, Jordan saboreó la sal. Abrió los ojos de par en par. Nathan estaba llorando, estaba llorando y, aún así, sus manos se dirigían a la cinturilla de su pantalón, dispuestas a bajárselo y a llegar hasta el final de lo que quiera que se hubiese propuesto.

Jordan le sujetó por las muñecas antes de que pudiera hacerlo, y le empujó hacia atrás con suavidad. Sin entender, Nathan trató de volver a besarle, pero Jordan hizo fuerza.

  • Para - susurró - Nathan, para.

Nathan parpadeó frente a él, e incluso en la oscuridad, Jordan pudo ver los surcos de lágrimas que le empapaban la cara.

  • ¿Por qué…? - comenzó el defensa con voz temblorosa, pero Jordan negó con la cabeza, reuniendo toda la firmeza que fue capaz

  • No - le cortó - No si te está gustando tan poco como a mí.

Nathan se relajó sobre sus rodillas, su cuerpo traicionándole de nuevo. Lo cierto es que había odiado cada instante. Quizá la gratitud, quizá la confusión, quizá el miedo; algo le hizo reprimir un sollozo. Jordan le soltó las muñecas, estremeciéndose a su vez.

  • Nathan, ¿por qué…? - Nathan solo tuvo que mirarle a los ojos una vez para que Jordan entendiera de golpe - Espera… Tú te has enamorado de Mark.

Nathan se rompió del todo, y Jordan no pudo más que contemplarle mientras lloraba. Eran iguales. Eran exactamente iguales. Los dos se habían pillado por un chico que corría detrás de otra persona, Axel en el caso de Nathan, Hurley en el suyo. Por eso Nathan se había echado hacia adelante durante la prueba de Mark, por eso había parecido tan derrotado cuando Axel se había hecho cargo de darle al portero su primer beso.

De nuevo, estaban en la misma situación que en el autobús que les había llevado a la gala de bienvenida del Torneo, los dos juntos porque no podían estar con la persona que querían de verdad.

Jordan rodeó a Nathan con los brazos y el defensa lloró en su hombro un rato largo. Sin saber qué otra cosa hacer, Jordan se dedicó a describir círculos con los pulgares en la espalda del otro chico, tratando de evitar echarse a llorar él también. Cuando Nathan pareció calmarse un poco, Jordan tomó una decisión. Ya que estaban en el mismo punto, bien podían tratar de consolarse el uno al otro.

Abrió la boca y se lo contó todo: cómo había conocido a Xavier hacía justo un año, cómo habían ido acercándose el uno al otro poco a poco, la primera vez que lo habían hecho y cómo después habían empezado a acostarse cada vez con más frecuencia en su instituto en Madrid. Le habló de la sorpresa de que les convocaran juntos, y de la alegría que eso había supuesto en un principio, y también de cómo no había sido capaz de darse cuenta de que se había enamorado de él hasta la noche de la piscina. Le explicó el enorme problema que suponía eso en su relación, y luego le habló cómo había irrumpido Hurley para empeorar la situación. Habló y habló y habló en furtivos susurros hasta que se quedó sin nada más que decir.

  • Joder - dijo Nathan, que ya no lloraba, una vez acabó - Pues sí que estamos bien.

Hubo un momento de silencio y después rieron como pudieron.

  • Jordan, escucha - Jordan le miró - Ayudémonos.

  • ¿Qué?

  • Yo te ayudo con Xavier y tú me ayudas con Mark. Dos cabezas piensan más que una, ¿no?

Extendió la mano en la oscuridad, y Jordan la observó un momento. Después sonrió.

  • ¡Venga! - exclamó, estrechándosela

Mientras seguía al defensa del pelo azul escaleras arriba, en dirección a los dormitorios, Jordan no pudo evitar sentirse extrañamente feliz, demasiado para acabar de hacer un relato íntegro de todas sus desgracias. Mal de muchos, consuelo de tontos, que decía la gente. Quizá él fuese uno de esos tontos, pero le reconfortaba, y mucho, saber que no estaba solo. Quizá hasta fuera posible que en un futuro acabara echando un polvo con Nathan, como amigos. Quizá en el fondo no encajaran tan mal. No, probablemente no. Lo que pasa es que jamás encajarían mientras siguieran buscando en el otro el reemplazo a la persona con la que realmente querían estar.

Notadelautor

Bueno, bueno, bueno, ya me tenéis por aquí otra vez. Os traigo otra parte relativamente larga para que la racionéis un tiempo. Espero que os guste :)

Antes de nada me gustaría agradecer a los que me habéis dejado varios terribles por los relatos sin decirme nunca qué es lo que está tan horriblemente mal. Siempre es un gusto.

Ahora en serio, al resto, que me comentáis y me valoráis bien, muchas gracias. Es siempre una alegría ver una buena valoración o un comentario, sobre todo para los que intentamos cuidar y mimar la historia.

Hoy os traigo una pregunta: ¿hay algo que os gustaría ver? Yo tengo el desarrollo bastante pensado, pero si hay algo que os apetece que pase entre algunos personajes en concreto y me lo queréis hacer saber, no tengo problema en considerarlo e incluirlo (si no es muy descabellado, claro; por ejemplo una orgía entre todos nunca la voy a escribir).

Dicho esto, creo que es suficiente por hoy y procedo a despedirme. Espero traeros la siguiente parte antes de año nuevo. Estaría bien, ¿no?

Lo dicho, un placer leeros. Un abrazo,

Shadow Ankley