Gol a gol. La ducha número cuatro.

Quince adolescentes son convocados por su país para formar una selección de fútbol de jóvenes promesas. Partido a partido, gol a gol, los quince chicos de la concentración verán nacer alianzas, relaciones y promesas. Todo ello aderezado, desde luego, con mucho sexo.

  • ¡Eh, tú! - exclamó Xavier

Mientras el resto de convocados entraban en sus respectivas habitaciones para lavarse los dientes después del desayuno y hacerse la cama antes del primer entrenamiento, Xavier apretó el paso para alcanzar a Jordan.

No habían comentado la noche anterior. Tampoco es que Xavier hubiera tenido la intención de hablar sobre ello largo y tendido, no veía la necesidad de hacerlo, tan solo había querido preguntarle a Jordan por qué se había marchado sin avisar. Pero, claro, en cuanto se había dado cuenta de que Jordan no solo estaba rehuyendo la conversación, sino que también estaba rehuyéndole a él, la cosa se había vuelto importante de golpe.

Llegó a su lado a la altura de la puerta de la habitación 101 y le agarró de la muñeca para impedir que se escapara.

  • ¿Qué te pasa?

  • ¿A mí? Nada.

  • Me estás evitando.

  • No es verdad.

Y no lo era. Jordan no había intentado evitar la compañía de Xavier en ningún momento, simplemente se había asegurado de no quedarse a solas con él, a sabiendas de que no podría mencionar nada de lo ocurrido en la piscina mientras que estuvieran rodeados de gente. Había esperado a Shawn para bajar los tres juntos al comedor, se había sentado en la misma mesa que Mark y Nathan para tomar el desayuno, y había subido comentando con Axel lo cómodos que eran los colchones. Pero ahora Axel se había metido en la habitación 101 y no quedaba nadie más en el pasillo salvo Xavier y él.

  • ¿Qué pasa, estás celoso? - bromeó Xavier

No.

Sí.

  • Ya quisieras.

  • ¿Por qué te piraste sin decir nada?

  • Porque me aburría. ¿Qué querías, que me quedara toda la noche mirando?

  • Podrías haber avisado, hombre.

  • Se os veía demasiado entregados como para interrumpiros - sonrió Jordan

Xavier decidió no insistir más.

Sin previo aviso, empujó a Jordan contra la pared, inmovilizándole ambas manos con las suyas contra el muro de ladrillo. Jordan tragó saliva y abrió mucho los ojos, escrutando la cara de Xavier.

  • Si quieres que te coma la boca solo tienes que pedirlo - murmuró el pelirrojo contra sus labios, y Jordan sintió que se le iba a salir el corazón del pecho

En lo que dura un parpadeo, no fuera a ser que alguien abriera la puerta de una habitación y les pillaran de nuevo, Xavier le dio un beso profundo, que al otro chico le supo casi desesperado. Después, se separó de él como si nada hubiera pasado y le abrió la puerta de la 102, todo un caballero. El sonido del agua corriendo llegaba desde el baño. Cuando Jordan pasó por su lado para entrar a la habitación, Xavier le dio un azote suave, para después guiñarle un ojo y ponerse a hacer la cama. Jordan meneó la cabeza, sin poder evitar que una pequeña sonrisa se instalara en sus labios, ligeramente enrojecidos por el asalto en el pasillo, e hizo lo propio.

Al cabo de quince minutos, Xavier, Shawn y él se unían al resto de chicos para bajar en tropel las escaleras en dirección al campo. Por fin se habían decidido a acompañar a Mark con la equipación, pero se arrepintieron de inmediato de haberlo hecho cuando salieron al aire libre. Aunque brillaba el sol, el ambiente era decididamente frío, y Scott Banyan y Hurley se enzarzaron en una competición por ver quién era capaz de soltar la nube de vaho más grande. Sólo Jude Sharp y Caleb Stonewall habían tenido la cabeza de ponerse una camiseta de manga larga debajo de la oficial.

Los quince chicos esperaron en el campo, frotándose las manos una contra otra, hasta que les llegó el sonido del timbre del edificio. Eran exactamente las nueve y media. La entrenadora Schiller y la señorita Travis se acercaron a ellos a paso vivo desde un extremo del campo. Ambas llevaban un chándal largo y un plumas fino y la señorita Travis cargaba con una caja grande de cartón.

  • Buenos días - saludó la entrenadora

  • Buenos días - contestaron los chicos a coro

  • Me alegra ver que os habéis puesto todos las equipaciones - dijo la entrenadora -, pero lamento deciros que tendréis que cambiaros. Sólo vamos a utilizarlas para los partidos oficiales. En los entrenamientos os pondréis esto.

Se inclinó y abrió la caja que la señorita Travis había dejado en el suelo. De ella, sacó un traje ajustado de una sola pieza, con manga y pantalón cortos y una cremallera al frente.

  • ¿Un neopreno? - preguntó Tod Ironside, dando saltitos de un lado a otro para conservar el poco calor de su cuerpo

  • Ójala - suspiró Jude Sharp - Parece más bien un maillot de ciclista.

  • Efectivamente - confirmó Schiller -, esa es la comparación más acertada que encontraréis.

  • Pero, entrenadora, nosotros jugamos al fútbol - dijo Nathan - Si quisiéramos correr el Tour de Francia…

  • He dicho que es la comparación más acertada, no que sea un maillot de ciclista. ¿Sabéis cómo funcionan los calcetines de compresión?

  • Sí.

  • Bien, pues los trajes funcionan como calcetines de compresión a nivel de cuerpo entero. Favorecen la circulación de la sangre de vuelta al corazón y, a la larga, permiten aumentar la oxigenación muscular. Os vendrán bien.

Se dirigieron hacia los vestuarios de la piscina no muy convencidos, y, desde luego, nada deseosos de volver a quitarse la ropa en el gélido edificio. Entraron y se desperdigaron por los bancos de metal, desatándose las botas y palpando la fibra de los trajes que les habían repartido.

  • ¿De verdad creéis que esto servirá para algo? - preguntó Nathan - ¿Mark?

  • Bueno… - el portero se encogió de hombros antes de esbozar una sonrisa confiada - Si la entrenadora lo dice no perdemos nada por probarlo, ¿no?

Se sacó la camiseta por la cabeza y se deshizo de los pantalones en dos patadas. El resto se miraron entre sí durante unos segundos antes de imitarlo. A Jordan no se le escapó cómo Xavier echaba un vistazo al cuerpo prácticamente desnudo de Hurley.

Él también miró alrededor por el rabillo del ojo. Como era de esperar, todos estaban muy bien. Había algunos, como Axel Blaze o el propio Hurley, que habían dedicado horas y horas de gimnasio a esculpir sus músculos: desde el torso, donde se marcaban los pectorales y todas y cada una de sus abdominales, hasta los brazos y las piernas, fibrados y duros. La gran mayoría no estaban tan trabajados como Axel o Hurley, pero eso no quería decir que sobrara un gramo de grasa en sus cuerpos. Aunque no se machacaran haciendo pesas, el practicar un deporte de manera regular les permitía mantenerse en forma sin dificultad.

Y, desde luego, casi todos tenían algo que los hacía destacar del resto. Por ejemplo, se dijo Jordan, Nathan tenía un culo de infarto que apenas podía contener el gayumbo. Los brazos de Jack Wallside se parecían a las gruesas ramas de un árbol milenario (aunque no le acompañaban las piernas, demasiado finas para ese tronco superior). La espalda de Joe King hacía saber que había sido nadador durante años. Byron…

Byron. Cuando los ojos de Jordan cayeron sobre el semidiós rubio, se atragantó con su propia saliva. Los otros catorce chicos, incluso Mark con todo su ánimo, habían decidido ponerse el maillot encima del calzoncillo. Pero no Byron. Su polla colgaba del borde del banco en el que se había sentado mientras pasaba los tobillos por el agujero del traje. Como no podía ser de otra manera, era un rabo precioso. De un grosor normal pero condenadamente largo para estar flácido, con una ancha vena que lo recorría de arriba a abajo y un glande abultado que Jordan se imagino posado sobre sus labios.

Xavier le dio unas palmaditas en la espalda y Jordan tosió un poco. Miró al pelirrojo con toda la intención y éste asintió, dejándole claro que él también lo había visto, para después desviar los ojos en dirección a su entrepierna. Jordan se apresuró a ponerse el traje para esconder el bulto que empezaba a formarse. Tampoco es que sirviera de mucho, con un maillot tan apretado, pero le dio algo de seguridad.

Una vez hubieron dejado su ropa, sus chanclas y sus toallas cada uno en un montón, salieron del vestuario. Se miraron en el cristal del gimnasio al pasar por delante, más de uno ruborizado por llevar puesto algo que tan poco espacio dejaba a la imaginación, y todos y cada uno de ellos se alegraron de que nadie de su entorno en España pudiera verlos así.

El frío les mordió la piel desnuda cuando volvieron a pisar el césped del campo. Se colocaron en semicírculo alrededor de las dos mujeres, que habían traído un saco lleno de balones de fútbol.

  • Bueno, empecemos.

  • ¿Qué hacemos, entrenadora? - preguntó Mark, ansioso

Schiller los miró con cierto aburrimiento y dijo:

  • Lo que queráis.

  • ¿Cómo?

  • No voy a daros instrucciones. Se supone que todos habéis jugado al fútbol alguna vez, sabréis qué os viene mejor para entrenaros. La señorita Travis se quedará para vigilar vuestros progresos, yo estaré dentro. Aprovechad bien el tiempo.

Y se fue, sin más. Camelia Travis se sentó en el banquillo con un termo humeante en la mano. Los chicos se miraron entre sí.

  • ¿De verdad sabe esta tía algo de fútbol? - preguntó Nathan

  • A lo mejor quiere ver lo que sabemos hacer - aventuró Mark, ligeramente dubitativo

  • ¡Pero si ni siquiera está aquí!

Se quedaron en silencio. Nathan suspiró y Tod retomó sus saltitos.

  • ¿Echamos un partidillo? - sugirió Mark. Nadie le contestó - Venga, chicos, que nos vamos a helar si no hacemos nada. ¡Echemos un partido!

  • Yo voy a correr un rato a ver si entro en calor - dijo Nathan

  • Yo igual - se sumó Tod, a quién le castañeteaban los dientes

  • King y yo vamos a entrenar a esa portería de ahí - se excusó David Samford, el chico del parche, y Xavier se preguntó cuándo se habían hecho tan amigos

  • Yo creo que también voy a correr - decidió Shawn, ajustándose bien la bufanda

  • Y a mí me gustaría hablar con el resto de centrocampistas - habló Jude Sharp

Jordan, que se iba a haber apuntado al partidillo, se sintió obligado a escuchar lo que Sharp tuviera que decirles, y se acercó a él, seguido por Byron y un escéptico Caleb Stonewall. Xavier se acercó a Hurley y le propuso entrenar juntos el regate o no sé qué. El canario aceptó encantado.

  • Si quieres yo puedo tirarte a puerta, Mark - se ofreció Axel Blaze

  • ¿Eh? - Mark parecía algo desinflado, pero se recuperó pronto - Ah, sí, claro, ¡eso sería fantástico!

El portero se acercó corriendo a Jack y Scott, los únicos dos chicos que no habían decidido cómo iban a entrenar, y les sugirió que, como defensas que eran, intentaran arrebatarle la pelota a Axel antes de que él chutara. Los cuatro se dirigieron a la portería en la que no estaban Samford y King.

Jude Sharp guió a los otros tres centrocampistas hasta la línea de banda. Tras unas gafas de cristales verde botella, sus ojos inteligentes observaban el entrenamiento del resto de sus compañeros. Jordan y Byron, sin saber muy bien qué hacer, se situaron a izquierda y derecha de Sharp, intentando ver lo que él veía, mientras que Caleb Stonewall silbaba, ligeramente apartado de ellos. Al cabo de unos minutos, Jude Sharp apartó la vista de los esfuerzos de Jack por quitarle la pelota a Axel y se dirigió a ellos.

  • Bueno, parece que somos nosotros cuatro los que vamos a coordinar el juego de este equipo. Por eso quiero pediros que, además del entrenamiento habitual que hagáis, no perdáis de vista al resto: cómo se mueven, sus virtudes, sus carencias… Me imagino que no es nuevo para ninguno de vosotros que os diga que lo más importante para un creador de juego no es su propia técnica, que también, sino conocer la de compañeros y rivales.

Jordan asintió, aunque nunca había escuchado nada parecido.

  • Como por ejemplo que el pelirrojo es demasiado previsible cuando intenta irse por la derecha, ¿no? - preguntó Byron, viendo como Xavier se dejaba otra vez la pelota en los pies de Hurley

  • Por ejemplo. O que David hace demasiado evidente para qué lado va a tirar los penaltis.

  • Entiendo.

  • Bien. ¿Greenway?

Jordan asintió con presteza, sorprendido de que el otro chico recordara su apellido. Jude Sharp retomó la palabra y su labor de observación, frunciendo el ceño.

  • Por supuesto, antes de intentar organizar el campo entero, tenemos que ser capaces de entendernos entre nosotros cuatro. No importa cómo de buenos sean los delanteros o el portero de un equipo, si el centro del campo desaparece durante el juego, las posibilidades de victoria descienden de inmediato.

  • Casi me había olvidado de por qué te llamaban el Emperador Táctico - rezongó Caleb

  • ¿Os parece que nos pongamos por parejas - continuó Jude, ignorando la provocación - e intentemos quitarnos el balón? Para ir entrando en contacto con el movimiento de los otros.

  • Sí, me parece bien - dijo Byron, atándose la melena rubia en una coleta baja

  • A mí también.

  • ¿Y si yo paso? - volvió a la carga Caleb - ¿Qué harás si alguien se atreve a decirte que no, Jude?

Jude le miró fríamente desde detrás de los cristales verdes de las gafas.

  • Todo el mundo está entrenando con alguien ya. Si te quieres ir a pegarle patadas a un balón contra un muro tú solo, te puedo asegurar que no correré detrás de ti para suplicarte que vuelvas.

Caleb pareció furioso un instante, pero después se lo pensó mejor y sus ojos refulgieron con malicia. Se volvió hacia Byron.

  • ¿Te pones conmigo, Rapunzel?

Apenas empezaron, fue evidente que Jordan era el que peor jugaba al fútbol de los cuatro. Caleb y Byron se pasaban el balón como si llevaran practicando juntos toda la vida. Parecía que, además de superar los envites de Jordan, les sobraba tiempo para tantearse el uno al otro. Caleb daba pases excesivamente largos para probar a Byron, que apretaba los dientes y aceleraba para cazar la pelota antes de que saliera por la línea de banda; luego, el rubio se encargaba de que Caleb tuviera que saltar más allá de sus posibilidades para recibir el balón y así sucesivamente.

Jordan se lanzaba a por ellos en cuanto veía la ocasión, pero, cuando pensaba que por fin había logrado cubrir a uno, Jude le llamaba la atención y le avisaba de que ya le habían hecho dos paredes. El joven de las rastas no se había quitado las gafas para jugar, pero no parecía que fueran un impedimento. Jordan no sabía mucho de técnica, pero podía reconocer que era un jugador brillante. La manera en la que era capaz de igualar a Caleb, de salirle al paso y obligarle a dar dos o tres vueltas sobre sí mismo para después colar el pie entre sus tobillos y quitarle el balón, o cómo perseguía a Byron y le bloqueaba toda posible vía de pase, hacían más que evidente que Jude Sharp sabía jugar al fútbol.

Al cabo de veinte minutos, cambiaron los papeles. Byron les cedió la pelota y se preparó junto a Caleb para intentar arrebatársela. Todo sucedió muy deprisa. Jude, que aún estaba esperando a ver qué tenía de especial Jordan para que le hubieran convocado, le pidió que se desmarcara mientras escondía el balón de Byron. Jordan lo hizo, escabulléndose de Caleb y abriéndose para recibir el pase. Jude se deshizo de Byron y le pasó el balón, que él controló sin problema. En ese momento, con una sonrisa casi desquiciada grabada en el rostro, Caleb se lanzó hacia él, derrapando por el césped.

  • ¡NO! - gritó Jude Sharp

Corrió hacia ellos y apartó a Jordan de un brusco empellón antes de que Caleb le alcanzara. Jordan se quedó sin aire cuando su espalda chocó contra el suelo y el cuerpo de Jude le cayó encima. Apenas duró un instante. Jude se levantó hecho una fiera y se plantó en dos zancadas delante de Caleb, que se estaba sacudiendo el césped que se le había quedado pegado al maillot. Le dirigió una mirada inocente a Jude que no surtió ningún efecto. Sharp le empujó con fuerza, y los ojos de cordero de Caleb se transformaron en dos rendijas mientras trastabillaba hacia atrás.

  • ¿¡Cómo te atreves!? - volvió a empujarle - ¡¡Exactamente igual que aquella vez!!

Caleb se rehizo y se plantó con firmeza en el suelo, sonriendo con ganas.

  • Si de verdad sabe hacer algo, que se aparte.

  • ¡Fuera de aquí! ¡FUERA!

  • ¿¡O qué!? - gritó Caleb

Jude cerró el puño con rabia y llevó el brazo hacia atrás, pero antes de que pudiera descargarlo sobre la cara insolente de Caleb, Byron le sujetó por detrás.

  • ¿¡Pero qué coño hacéis!?

  • Atrévete - le dijo Caleb a Jude - ¡Atrévete, vamos!

Éste intentó desasirse de Byron, pero el rubio no le soltaba. Jordan llegó a ayudar. Caleb le lanzó a Jude una mirada cargada de odio antes de darse la vuelta y cruzar el campo de vuelta al edificio. Jude jadeaba. Al cabo de un momento, cuando juzgó que ya no había peligro de que saliera corriendo detrás de Caleb, Jordan posó una mano en el brazo de Byron para indicarle que ya era suficiente.

  • ¿Sharp? - tanteó Jordan, buscando los ojos del chico tras las gafas - ¿Se puede saber qué problema hay entre Caleb, Samford y tú?

  • Sin ofender, no te incumbe - respondió Jude, con una ligera nota de desprecio en la voz

Jordan se quedó plantado, sin saber qué decir después de semejante corte, y agradeció que les llamaran para almorzar. Los tres centrocampistas caminaron hasta la nevera de zumos envasados en silencio y se separaron al llegar allí. Jordan evitó a propósito el grupito que habían formado Hurley, Xavier y Shawn, y se quedó escuchando el relato que le hizo Mark sobre los tiros de Axel, que parecía destinado a ser el delantero estrella del equipo. Mientras tanto, Jude aprovechó la pausa para acercarse a David Samford y susurrarle algo en voz baja. Al cabo de un momento, Jordan sintió el único ojo del chico clavarse en él.

Cuando retomaron el entrenamiento, a las doce, Jude no se unió a ellos. Debió considerar que ya les había dicho todo lo que necesitaba decirles y se quedó con Samford y King en la portería que habían ocupado éstos durante la mañana. Jordan y Byron se quedaron solos. A falta de una idea mejor, decidieron repetir el mismo ejercicio que había propuesto Jude cuando eran cuatro.

  • Oye, - dijo Byron, mientras mantenía el balón lejos del alcance de Jordan - ¿y si le preguntamos a Caleb?

  • ¿Qué? - jadeó Jordan, persiguiéndole - ¿Por qué a Caleb?

  • Hombre, porque Jude no quiere contarlo, ¿por qué si no? - dio media vuelta y esquivó la entrada de Jordan con una facilidad desesperante

  • No, a Caleb no. No me gusta.

  • ¿Algún motivo en concreto?

Jordan rozó la pelota con la punta de la bota durante un instante antes de que Byron retomara el control absoluto.

  • ¡Esa ha estado cerca!

  • Si tú lo dices… - sonrió el rubio, condescendiente - ¿Entonces? ¿Qué te pasa a ti con Caleb?

  • Nada. Es por su forma de ser, esa manera que tiene de ir buscando pelea con todos aún a sabiendas de que puede que tengamos que convivir aquí dos meses enteros.

Byron no respondió, y giró otra vez sobre sí mismo para zafarse de la presión de Jordan. Subió un poco por la línea de banda con el balón prácticamente pegado a su bota y la coleta oscilando. El otro chico le persiguió.

  • ¿Y a David Samford? - insistió Byron - Porque él también está metido, ¿no?

  • Creo que sí - contestó Jordan, volviendo a salirle al paso - Pero vamos, yo no he cruzado una palabra con Samford todavía, no puedo ir a sonsacarle información así como si nada.

  • ¿Cómo que no?

  • Como que no - rio Jordan -. Ve tú, si quieres.

  • Claro que iré - aseguró, para sorpresa del otro

Byron paró en seco y puso el pie derecho sobre el balón. Jordan, que le había estado siguiendo a toda velocidad, no pudo frenar a tiempo y tuvo que cambiar bruscamente de dirección para no chocar con él, tropezando en el proceso. Bryon le agarró antes de que se cayera de boca.

  • ¿Pero dónde vas, loco?

  • ¡No te pares de golpe! - protestó Jordan

Notaba el rubor subirle por el cuello al sentir el cuerpo de Byron tan cerca del suyo, más aún si pensaba en que no había absolutamente nada entre ambos más que la tela fina de los dos maillots y la de un único calzoncillo. Confió en que Byron asumiera que si estaba rojo era a causa del frío. El rubio le soltó.

  • Venga, ¿qué me das si Samford me lo cuenta?

Lo que quieras, quiso decirle.

  • ¿De verdad vas a ir? - preguntó, en cambio

  • Claro.

Iba sobrado de confianza, pero Jordan supuso que probablemente él iría igual si tuviera su mismo porte de dios griego. Si se paraba a pensarlo, Byron parecía una de esas personas a las que nadie había podido negarles nunca nada, una de esas personas para las que el precio de cualquier cosa siempre podía rebajarse a una sonrisa. Se preguntó qué no haría él a cambio de una sonrisa de Byron y tuvo claro que el rubio conseguiría lo que quisiera de David Samford.

El entrenamiento de la tarde transcurrió exactamente igual que los matutinos. Caleb no apareció por el campo (de hecho, ni siquiera había comido con todos) y Jude no se separó de Samford y Joe King. Los demás se dedicaron a entrenar por parejas o en pequeños grupos: Mark y Axel; Xavier y Hurley; el enorme Jack Wallside y el diminuto Scott Banyan… Jordan siguió intentando quitarle el balón a Byron durante horas, sin mucho éxito.

A eso de las seis y media comenzó a chispear ( txirimiri , lo llamaría más tarde Joseph King con su marcado acento vizcaíno) y en cuanto sonó el timbre de las siete en el lejano edificio, diez de los catorce chicos que estaban entrenando se apresuraron a dejar los balones en el saco y a correr a refugiarse, ateridos y empapados. Mark Evans, para sorpresa de nadie, insistió en quedarse un rato más, pero al ver que hasta el mismo Axel le abandonaba, tuvo que dar su brazo a torcer y tirar para la ducha.

Jude Sharp, Samford y King no se movieron. Hicieron caso omiso del campo vaciándose y siguieron con su entrenamiento particular. Jordan, por su parte, decidió hacer una nueva intentona y esperar a que Sharp acabara para preguntarle de nuevo por el episodio con Caleb. Se despidió de Byron, que huyó hacia el edificio gimoteando algo sobre lo mala que era la lluvia para el pelo, y se sentó en el banquillo a una distancia prudente de los otros tres. Se abrazó las rodillas y se dispuso a esperar.

  • ¡Jordan! - le llamó la silueta de Xavier, al contraluz con un foco - ¿No vienes?

  • ¡Adelantaos vosotros! - respondió él, también a voz en grito

Xavier asintió, sintiendo los mechones de pelo mojado pegarse a su cara y echó a andar a buen paso hacia el complejo. Agradeció la bocanada de aire húmedo pero caliente que le golpeó al abrir la puerta que daba a la piscina. Cruzó hasta el gimnasio y se coló en los vestuarios. La mayoría de los chicos debían de haberse subido a sus habitaciones para lavarse, pues sólo le llegaba el sonido de dos duchas abiertas, pero a él no le apetecía en absoluto arrastrarse por todo el edificio chorreando solo para llegar a la 102 y ver que el baño estaba ocupado ya por Shawn Frost. Cogió la toalla y las chanclas de la esquina en la que las había dejado por la mañana y entró a la zona de las duchas.

Le recibieron una nube de vaho y una hilera de ocho cubículos separados entre sí por mamparas opacas, de los cuáles sólo el segundo y el séptimo estaban ocupados. Las duchas no tenían puertas, tan solo unas cortinas de plástico blanco que recordaban intensamente a la de Psicosis , y había una rejilla en medio de la habitación a la que iban a parar el agua y el jabón. Xavier se deshizo del maillot y del calzoncillo en el pasillo y los colgó de un gancho gris antes de entrar en la cuarta ducha.

Apretó el botón de la pared y un chorro de agua caliente le impactó en la coronilla. Para ser la ducha de un vestuario, tenía una presión bastante decente, y el pelirrojo se preguntó vagamente si habrían construido todo el complejo solo para el Torneo Juventud y, sobre todo, cómo compensarían semejante inversión si no llegaban tan lejos como se esperaba de ellos. Levantó la cabeza con los ojos cerrados y dejó que el agua le empapara la cara. Las gotas bajaban a toda velocidad por su cuello y su tórax, perdiéndose en la mata de pelo rojizo sobre su pubis, para después volver a aparecer piernas abajo. Apretó dos veces más el botón de la ducha, recreándose en la agradable sensación del calor volviendo a sus extremidades, antes de decidirse a enjabonarse. Solo entonces se dio cuenta de que no había bajado champú. Carraspeó para llamar la atención de los otros.

  • Oye, ¿alguno puede dejarme el jabón? Es que se me ha olvidado cogerlo esta mañana.

Hurley se enderezó en la segunda ducha al oír a Xavier, había asumido que se quedaría esperando a Jordan.

  • Yo tengo - respondió la voz de la séptima, que ambos identificaron como la de Scott Banyan - ¿En cuál estás?

  • Creo que en la cuarta.

  • Vale, te lo paso por debajo, atento.

Xavier se dobló y miró por la rendija que había entre el suelo y la mampara de la ducha, y descubrió los ojos de Scott, junto a sus pies, observándole a su vez.

  • Voy - anunció el defensa

Se enderezó y le pegó una certera patada al bote de champú, que se deslizó por el suelo de las dos duchas que los separaban hasta llegar a las manos de Xavier.

  • Quédatelo y me lo das luego, que yo me subo ya - dijo Scott

  • ¡Vale, gracias!

Se escuchó el ruido de la cortina moviéndose y los pasos de Scott saliendo del baño. Xavier se echó una buena cantidad de champú revitalizador y protector del cabello liso con olor a mango en la mano y comenzó a silbar suavemente mientras se lavaba el pelo. Dos duchas más allá, Hurley acabó de aclararse al tiempo que una idea tomaba forma en su mente. Asomó la cabeza al pasillo para asegurarse de que el baño estuviera vacío y, cuando lo hizo, descorrió sigilosamente la cortina de su ducha. Vestido solo con las chanclas, se acercó a la cuarta y agarró con una mano el plástico.

Xavier, de cara a la pared, solo tuvo tiempo para notar una corriente de aire frío colarse en la ducha cuando se abrió la cortina antes de que Hurley le tapara los ojos con una mano. Le chistó al oído para que no hiciera ruido antes de llevar la otra a su polla. Ante eso, Xavier se relajó, ligeramente sorprendido de que Jordan tomara semejante iniciativa. No se le pasó por la cabeza ni por un momento que quizá se debiera a que la persona que había comenzado a hacerle una suave paja no era Jordan.

Fuera, los minutos pasaban y cada vez llovía con más fuerza, pero Jude, Samford y King no hacían ademán de parar. La tela del maillot de Jordan estaba calada, además de por el agua que caía del cielo, por todas las veces que había rodado por el césped mientras perseguía a Byron, y empezaba a sentir el frío penetrarle los huesos. Decidió que, aunque Jude quizá subiera a su habitación a ducharse para no coincidir con Byron y con él en los vestuarios de la piscina, tendría que entrar inevitablemente para recoger su ropa, y que bien podía esperarle ahí en vez de en el campo pasando frío. Se estiró para desentumecerse y se encaminó hacia el edificio.

Mientras tanto, sin destaparle los ojos a Xavier, Hurley se esmeraba. Nunca antes le había hecho una paja a otra persona, pero no podía tener mucha más dificultad que replicar lo que a él le gustaba hacerse a sí mismo. Hizo una ligera presión en la base de su polla y después deslizó la mano lentamente hacia arriba, antes de bajar de nuevo. Acarició con suavidad el escroto y los huevos de Xavier, arrancando un gemido del pelirrojo cuando tiró de ellos hacia abajo. Los soltó para pasar la mano por el pecho de Xavier y recoger la espuma con olor a mango que bajaba por su piel, entreteniéndose un segundo en rozar sus pezones. Se dirigió de nuevo a su rabo, y mezcló su mano llena de jabón con el precum que humedecía la punta antes de volver a pajearlo a conciencia. Xavier se derritió contra él y jadeó:

  • ¡Jordan…!

En el pasillo, al otro lado de la cortina, Jordan se detuvo en seco. Nada más entrar en el baño, esperando recuperar el calor con una buena ducha antes de que llegase Jude, le habían recibido los suaves gemidos de Xavier, que había reconocido de inmediato. El estómago le había dado un vuelco y se había acercado a la pequeña abertura entre la cortina y la mampara derecha de la cuarta ducha, totalmente preparado para unirse a Xavier en una erótica paja conjunta. Entonces, había visto que el pelirrojo no estaba solo, y una amarga punzada de celos le había obligado a retroceder.

Había avanzado hasta la octava ducha pisando fuerte, esperando que se dieran cuenta de que alguien más había entrado y se cortaran un poco, pero no hubo cambio alguno que le hiciera pensar que le habían escuchado. Había empezado a bajarse la cremallera del traje y justo en ese momento Xavier había gemido su nombre.

¿Sabía que estaba ahí? ¿Le estaba llamando? ¿Se le había escapado, le había traicionado un subconsciente que hubiera preferido que fuera Jordan y no Hurley su acompañante en la ducha?

Fuera cuál fuese la razón por la que su nombre había salido de la garganta de Xavier en un jadeo ahogado, Jordan volvió sobre sus pasos y se paró frente a la cortina blanca de la cuarta ducha, como hipnotizado. Le llegó un nuevo gemido de Xavier, mucho más cerca que antes, pero aún demasiado lejos. Hurley solo había dejado de masturbarle un momento después de que el pelirrojo le llamara por el nombre de otra persona, el momento que había tardado en entender que Xavier no tenía ni idea de quién le estaba haciendo la paja. Lejos de molestarle, le había puesto aún más cachondo si cabe y había redoblado sus esfuerzos.

Tras medio minuto de dolorosa lucha interior, Jordan no aguantó más. Agarró la cortina todo lo silenciosamente que pudo, pues el plástico hacía un ruido de mil demonios, y la descorrió con suavidad. Tuvo que tragar saliva ante la visión que se le ofrecía.

El buen metro noventa de Hurley se apoyaba sobre los azulejos grises de la pared de la ducha. Contra él, tapando parte de su desnudez con su cuerpo totalmente desnudo, Xavier gemía como una perra. La mano derecha de Hurley pajeaba con lentitud al pelirrojo, mientras su izquierda se ocupaba de taparle los ojos para que no pudiera ver nada. El agua de la alcachofa de la ducha, que se mantenía encendida porque Hurley apretaba el botón con la espalda, caía sobre ellos y arrancaba los restos de jabón de sus cuerpos.

Hurley no se detuvo cuando vio a Jordan frente a ellos. Clavó sus ojos color miel en los oscuros de Jordan mientras su mano se movía arriba y abajo por el rabo de Xavier, y el chico no pudo menos que preguntarse dónde había quedado el azoradísimo canario que les había pillado la noche anterior.

  • ¡Jordan, Dios! - volvió a gemir Xavier

Hurley alzó las cejas, divertido, y le hizo un gesto con la cabeza a Jordan, como preguntándole qué iba a hacer. Sin apartar sus ojos de los de Hurley, Jordan se arrodilló y ambos se entendieron a la perfección. Ninguno tenía mucho interés en tocar al otro o follar con él, pero ambos estaban ahí por una causa común con nombre y apellidos y un pelo del color del fuego.

Sin mediar palabra, Hurley soltó el pene de Xavier sobre los labios expectantes de Jordan, que abrió la boca y comenzó a chupar. El pelirrojo jadeó de nuevo, sorprendido por un mar de sensaciones que no esperaba. ¿Quién se la estaba comiendo? No podía ser la misma persona que le había estado masturbando, seguía notando su cuerpo a su espalda.

Entonces, Hurley le descubrió los ojos y Xavier parpadeó con fuerza mientras miraba a su alrededor, intentando asimilar todo lo que le mandaba su retina. Lo primero que captaron sus ojos fue la cabeza de Jordan tragando polla como sólo él sabía hacerlo. Llevó una mano hasta la cabeza del chico, hasta su coleta empapada, y la dejó ahí, inerte. Jordan no era alguien que necesitara que le guiaran en una mamada. Y si Jordan estaba ahí, haciéndole ver el cielo cada vez que jugueteaba con la lengua sobre la punta, ¿a quién tenía detrás?

Hurley le dirigió una sonrisa risueña mientras comenzaba a hacerse una paja propia. Pudo ver a cámara lenta cómo Xavier comprendía. El pelirrojo utilizó la mano que no reposaba sobre el pelo de Jordan para empujar ligeramente la cabeza de Hurley hacia adelante y fundirse con él en un profundo beso. Esta vez ya no hubo cuidado ni timidez alguna, solamente lujuria absoluta en la manera en la que sus lenguas se entrelazaron y Hurley saboreó los gemidos de Xavier.

Jordan no tuvo que trabajar mucho. Por si la paja del canario no hubiera sido suficiente, el hecho de estar al mismo tiempo con dos de las personas que más cachondo le ponían sobre la faz de la tierra sirvió para que Xavier no durase ni un minuto en su boca. Se corrió abundantemente sobre Jordan que aguantó los lefazos con un estoicismo admirable y una cara de guarro más admirable aún. Las piernas de Xavier se volvieron de gelatina y Hurley hizo fuerza con los brazos para sujetarlo. Todavía tardaron unos segundos en separarse. Cuando por fin rompieron el beso, Xavier les miró alternativamente.

  • Joder - fue lo único que dijo, y tanto Jordan como Hurley se sonrieron

Xavier acarició la cabeza de Jordan con ternura mientras Hurley le abrazaba por detrás, dejando reposar su barbilla sobre el hombro del pelirrojo.

  • Anda, ven - dijo Xavier, haciéndose a un lado para que el agua limpiara la lefa del maillot de Jordan

Aprovecharon también para pasar el bote de champú de Scott por debajo del chorro de la ducha, pues, aunque la textura era similar, el semen que había aterrizado sobre la tapa no olía a mango. Luego, Hurley se marchó el primero, guiñándole un ojo a Xavier antes de desaparecer por la puerta del baño. El pelirrojo se volvió hacia Jordan.

  • Este tío es el mismo que anoche me dijo que poco a poco.

  • Una verdadera caja de sorpresas.

  • Pensaba que eras tú, ¿sabes? - dijo, ignorando el tono sarcástico de Jordan - Cuando ha entrado.

  • Eso me ha parecido oír. ¿Qué tal lo hace? - preguntó, genuinamente curioso

  • Nada mal para ser la primera vez. ¿Qué, te gustaría probar?

  • Puede - mintió

Xavier abrió la cortina y cogió su toalla del gancho. Se la ajustó a la cintura y volvió a acercarse a Jordan, que seguía en la ducha.

  • No lo hace nada mal… - reflexionó, y luego sonrió, juguetón - Pero todavía tiene mucho que aprender para hacerlo la mitad de bien que tú.

Alargó el brazo y sujetó el mentón de Jordan con una mano antes de unir sus labios con los del otro chico. Jordan abrió la boca, anhelante, pletórico, y acarició el pecho de Xavier mientras se deshacía en su beso. Por algún motivo, el pelirrojo sabía a menta.

Xavier se separó de él.

  • Anda, te veo luego - dijo y le dirigió una sonrisa antes de marcharse hacia la habitación

Jordan se apoyó sobre la pared de la ducha. Escuchaba los latidos de su corazón retumbarle en los oídos. Apretó el botón y se echó un pegote del champú de mango de Scott en la mano. No se molestó en quitarse el maillot mientras se duchaba y, de hecho, aprovechó para frotarlo a fondo, tampoco era cuestión de ir oliendo a semen durante los entrenamientos.

Estaba dudando sobre si dedicarle o no una paja a Xavier cuando escuchó ruido en el vestuario. Se quitó el maillot (no quería tener que dar explicaciones sobre por qué se había lavado con él puesto) y se cubrió con la toalla antes de salir de la ducha. Asomó la cabeza por la puerta del baño justo a tiempo para ver a Samford y a King salir.

  • Mierda - murmuró, consciente de que se le habían escapado

  • Greenway - le llamó entonces la voz de Jude desde una esquina del vestuario, sobresaltándole

El chico de las rastas estaba sentado en uno de los bancos de metal con un pequeño charco a sus pies, fruto del agua que le había caído encima durante el entrenamiento. Jordan salió definitivamente del baño, algo incómodo por la manera en la que los ojos de Jude le seguían en cada paso que daba desde detrás de las gafas de cristales verde botella, y se detuvo en el centro de la estancia. Se miraron.

  • Quería disculparme por lo de esta mañana - dijo Sharp

  • No te preocupes - se apresuró a responder Jordan con voz queda

Jude le invitó a sentarse en el banco que tenía enfrente con un gesto y esperó en silencio mientras Jordan cruzaba el vestuario para hacerlo. Les llegaba el repiqueteo de la lluvia en la cristalera de la piscina. Durante un par de minutos, ninguno dijo nada. Luego, Jude arrancó a hablar.

  • La familia de David es de Girona, pero se mudaron a Barcelona cuando su hermano comenzó la universidad. David y él se llevan cinco años. El caso es que en la universidad, Preston, el hermano de David, se unió al equipo de fútbol y pronto comenzó a destacar. El primer año que jugó ganaron la liga universitaria. Se le llenó la cabeza de ideas sobre entrar en La Masía y cosas por el estilo, aún a sabiendas de que la mayoría de chicos entran con seis u ocho años. Aunque la verdad es que no le iba nada mal.

» David y yo, que nos habíamos hecho amigos cuando él llegó a mi instituto en segundo de secundaria, fuimos a verle a casi todos los partidos de la liga. De hecho, empezamos a jugar al fútbol para parecernos a él. Es que era buenísimo, no te lo puedes imaginar. Todos llegamos a creer que entraría en La Masía y que jugaría en el Barça.

» Pero, claro, él no era el único que destacaba. Del mismo modo que todos los universitarios de Cataluña sabían quién era Preston, no había estudiante de secundaria que no hubiera oído hablar de la estrella de la liga que organizaban los institutos de Barcelona, Caleb Stonewall. David y yo, que jugábamos en el primer equipo de nuestro instituto, nos enfrentábamos a él dos veces cada año, en los partidos de ida y vuelta de la liga. Tenía… Bueno, tenía y tiene una técnica estupenda, pero se acostumbró demasiado a jugar sucio. Supongo que no le bastaba con la atención que recibía como cerebro del equipo de su instituto, los delanteros suelen opacar incluso a los centrocampistas más brillantes, y le gustó el sabor de la fama la primera vez que lesionó a alguien y le echaron del campo. Si ya era terrible jugar contra él tan solo contando con su control sobre la pelota, imagínate añadir a eso el juego duro.

» Hace año y medio, cuando David, Caleb y yo teníamos dieciséis, a quien fuera que estuviese a cargo del deporte en la administración de Barcelona, se le ocurrió organizar un partido entre los campeones de la liga de institutos y los campeones de la liga universitaria. Por supuesto, ese partido enfrentaría a Preston Samford y a Caleb Stonewall, y nosotros fuimos a verlo.

» Cuando apenas habían pasado dos minutos de juego, el hermano de David tocó la pelota por primera vez y el público le ovacionó. Eso no debió de gustarle a Caleb, porque la siguiente vez que Preston recibió un balón, fue a por él. No a por la pelota, a por él. O, más bien, a por su rodilla. Fue la entrada más fea que yo he visto nunca. El hermano de David soltó un grito que se escuchó perfectamente pese al ruido del público y se desplomó como si le hubieran pegado un tiro. Al principio pensamos que se había desmayado. Se lo llevaron del campo sin poder andar y a Caleb solo le sacaron una amarilla.

» El hermano de David ha pasado por quirófano dos veces, pero no encuentran la manera de arreglarle los ligamentos cruzados, no es como otras lesiones en la misma zona. Le han dicho que lo más probable es que no pueda volver a jugar al fútbol.

Jude había ido apretando los puños hasta acabar con los nudillos blancos. Jordan procesaba toda la información.

  • Entonces, ¿la entrada de esta mañana…?

  • Exacto. Igual que esa vez, la misma intención, la misma rodilla.

  • Joder, pues gracias por sacarme de ahí.

  • No hay de qué - hizo una pausa - Y de verdad siento haber sido tan borde contigo, pero tenía que preguntarle a David antes de contaros nada a Byron y a ti, al final es a él a quién la historia toca más de cerca.

  • Evidentemente.

Un relámpago iluminó el vestuario y ambos contaron en silencio los segundos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Sonó el trueno.

  • Jude… Tú mismo has dicho esta mañana que un equipo tiene todas las de perder si el centro del campo no funciona. ¿Crees que podrás jugar con Caleb?

Jude Sharp frunció el ceño.

  • No lo sé, y no creas que no me preocupa. Yo puedo poner de mi parte y olvidar por un momento todo aquello, eso buscaba esta mañana, pero si él se empeña en provocar conflicto, y por ahora es lo único que ha hecho, no sé cuánto tiempo podré aguantarle. Y si yo no puedo, David menos aún.

  • Deberíamos decírselo a la entrenadora.

  • Greenway, - suspiró Jude- ¿de verdad crees que no nos han investigado a todos antes de convocarnos? No me creo que no lo sepan ya.

  • ¿Entonces qué se supone que vamos a hacer? Tampoco podemos depender de que él decida comportarse.

  • Lo sé - se limitó a responder el estratega -, por eso he venido a buscarte. Mira, Jordan, un equipo de fútbol no puede funcionar con dos centrocampistas, pero tampoco necesita cuatro, no en todas las alineaciones. Se puede jugar perfectamente con tres medios…

Jordan entendió a dónde quería ir a parar.

  • Si yo mejoro lo suficiente podemos seguir un planteamiento en el que nunca necesitemos tener a Caleb en el campo.

  • Precisamente. Podemos construir formaciones con tres centrocampistas: Byron, tú y yo. Pero para eso es imprescindible que mejores mucho, Greenway - dijo Jude sin cortarse ni un poco - No juegas mal, pero estás verdecito en comparación con el resto, y no podemos contar con que la entrenadora te saque a ti por delante de Caleb si no eres notablemente superior.

Jordan no tenía nada claro cómo iba a hacer para jugar al fútbol mejor que Caleb Stonewall cuando hasta a Jude le resultaba difícil mantenerse a su altura, pero dijo:

  • Entrenaré más.

  • Bien - Jude se puso en pie, cogió su toalla y se encaminó hacia la ducha

  • ¿Se lo vas a contar a Byron?

  • Tengo que pensarlo - respondió desde el marco de la puerta del baño - Tú no digas nada por ahora.

  • Como quieras.

El Emperador Táctico se quedó callado un momento.

  • Greenway, escucha - dijo al fin, mirándole con seriedad desde detrás de las gafas - No eres un mal futbolista.

Jordan asintió, cohibido, y Jude le dirigió una ligera inclinación de cabeza antes de desaparecer en el baño.

En el exterior, un nuevo rayo cortó el cielo. Uno. Dos. Tres. El trueno hizo temblar el edificio. La tormenta se acercaba.

Nota del autor

Pues ya tenemos el cuarto capítulo completo. He aprendido la lección y no volveré a dar fechas de entrega en el futuro, porque digo que lo voy a subir en uno o dos días y después me entretengo añadiendo, retocando, editando, reescribiendo y al final lo subo cuando me da la gana. Pero bueno, lo importante es que ya está aquí y espero que os guste (¿me entendéis cuando decía que tenía que partirlo en dos, que habría sido demasiado juntar la parte de la piscina y todo lo que ha pasado en este?).

Tres cosas (madre del señor, me va a quedar la nota más larga que el capítulo). Primero, Todorelatos decidió quitarme mis maravillosas cursivas en el relato anterior (en El Día , el periódico de Tenerife, y algún otro sitio), pero quiero dejar constancia de que en el original estaban puestas :')

Segundo, me habéis comentado muchos que la introducción de personajes ha sido demasiado brusca, que como lectores es difícil de asimilar. Solo puedo deciros que era el plan original. Xavier y Jordan están exactamente igual que vosotros. Se han encontrado con todo un equipo de fútbol de golpe y todavía tienen que conocer a sus compañeros. Han entablado relación con Caleb, en el avión, con Hurley, en la piscina y ahora con Jude. La mayor parte del resto de personajes tendrán su momento pero hasta entonces, dejémosles que sean parte del coro. No olvidemos que presentar a un personaje y conocer a ese mismo personaje son dos cosas muy distintas.

Tercero, y ya me callo. Voy a hacer una pausa en la historia, porque quiero escribir otra cosa que lleva rondando mi cabeza unos días, así que lo siguiente que publicaré será un relato que nada tendrá que ver con Gol a gol . Después, retomaré a los chicos (el siguiente capítulo será la gala de presentación del Torneo y quiero esccribirlo con cierto cuidado).

Muchas gracias por leer, por valorar y por comentar, siempre es un gusto.

Shadow Ankley (¿o Víctor Hugo, con la chapa que he pegado?)