Gol a gol. El asiento del pasillo.

Quince adolescentes son convocados por su país para formar una selección de fútbol de jóvenes promesas. Partido a partido, gol a gol, los quince chicos de la concentración verán nacer alianzas, relaciones y promesas. Todo ello aderezado, desde luego, con mucho sexo.

  • ¡Bueno, mamá, ya vale! - exclamó Xavier escabulléndose de los brazos de su madre

Se pasó la mano por el pelo, revolviéndoselo, y ayudó a Jordan y a su padre  a sacar el equipaje de ambos del maletero. Como los padres de Jordan salían tarde de trabajar y los chicos vivían cerca, la familia de Xavier se había ofrecido a acercarle al aeropuerto a la vez que llevaban a su hijo.

Xavier miró los billetes por enésima vez y comprobó que estaban en la terminal correcta a la hora correcta. El vuelo hacia Argentina, país elegido para disputar el Torneo Juventud, salía a las diez y media de la noche, pero desde la organización habían pedido a los chicos que estuvieran en el aeropuerto una hora antes, a fin de que pudieran tener un primer contacto entre sí y aún les sobrara tiempo para pasar la aduana. Eran las nueve y veintidós.

Con Jordan y Xavier en cabeza y los padres y la hermana de éste detrás con las maletas, atravesaron a buen paso la terminal hasta que llegaron al punto de encuentro acordado, el Burger King de al lado del control.

Los dos chicos miraron a su alrededor con curiosidad y cierto recelo. A fin de cuentas, no conocían a sus futuros compañeros más que por las fotos que se habían retransmitido en la tele.

  • Chavales, vamos a ir a por café, ¿queréis algo? - preguntó el padre de Xavier

Ambos negaron con la cabeza, Xavier tan rojo como su pelo al oír a su padre llamarles “chavales”, y observaron a la familia alejarse por el pasillo hasta que un chico de aproximadamente su misma edad les salió al encuentro, bloqueándoles el campo de visión.

Xavier contuvo la risa. El chico, que lucía una sonrisa de oreja a oreja, se había puesto ya la equipación que les habían hecho llegar y que ellos tenían pulcramente doblada en la maleta. Lo llevaba todo: la camiseta, los pantalones, las medias (bajo ellas se adivinaban las espinilleras) e incluso las botas de tacos. Al cuello llevaba colgados unos guantes de portero, y le cubría la frente una banda de escandaloso naranja. El chico extendió la mano y sonrió aún más.

  • Yo soy Mark Evans.

Xavier y Jordan se apresuraron a estrechársela y se presentaron.

  • Oye, ¿y vosotros de qué jugáis? - se rascó la nuca, como avergonzado, y luego volvió a sonreír - Sé que lo dijeron por la tele, pero no me acuerdo.

  • Yo soy medio.

  • Y yo delantero.

  • Ah, como Axel  - miró a su espalda, buscando al tal Axel - ¡Eh, Nathan!

Sentado en el suelo junto a la entrada del Burger, un chico de pelo color caoba con las puntas teñidas de vistoso azul levantó la cabeza. Mark se dirigió corriendo hacia él, que pareció algo abrumado ante el ímpetu del portero. Xavier y Jordan se acercaron.

  • Oye, Nathan, ¿has visto a Axel? - preguntó Mark - Estaba por aquí hace nada.

Nathan observó a los dos recién llegados un momento antes de contestar, con curiosidad y timidez a partes iguales. Un mechón del flequillo se escapaba de la cinta que llevaba puesta y le caía sobre la frente, ocultándole la mitad izquierda de la cara. Por algún motivo, a Jordan le cayó inmediatamente bien.

  • Se ha ido a llamar a su hermana, me ha dicho que estaba en una extraescolar cuando se ha ido y que no ha podido despedirse.

Mark suspiró y se volvió hacia Xavier y Jordan.

  • ¿Sabéis? Tiene esa presencia de goleador nato… Axel, me refiero. Parece un delantero verdaderamente genial, ¿a que sí?  - preguntó, mirando de nuevo a Nathan, que no pudo menos que asentir

Mark parecía haber entablado ya amistad con todos y siguió haciendo presentaciones, llevándolos incansable de un lado a otro. Dos de los defensas, Scott Banyan y Tod Ironside, eran tan bajitos que Xavier, al verles, había pensado que eran familiares de algunos de los jugadores. Jack Wallside, al contrario, era un tipo enorme, un verdadero armario que se alegraba de tener en la zaga, aunque se preguntó maliciosamente cómo de rápido sería capaz de mover semejante masa.

Cuando apenas habían empezado a digerir el torrente de información que Mark soltaba sin pararse a tomar aliento,  una azafata a la que se le había encargado el cuidado de los jóvenes y que se había mantenido en un discreto segundo plano hasta entonces  se acercó a ellos y les informó de que era la hora. Los chicos se despidieron de sus padres apresuradamente (Xavier huyó como pudo de los besos de su madre) y se prepararon para cruzar la aduana.

Jordan subió su trolley a la cinta del control y se descalzó. Se colocó en la fila detrás de Mark, esperando su turno para atravesar el arco.

  • Oye, ¿aquí no falta mucha gente? Se supone que somos quince.

  • Hay seis  chicos que vuelan desde Barcelona - le informó Nathan desde detrás - Les venía mejor.

Ambos cruzaron el arco.

  • De todos modos, - contó rápidamente Jordan - faltan dos personas. Somos siete .

  • No, mira, - repuso Nathan, señalando a alguien que se acercaba por el pasillo - ese es Axel.

Es cierto que tenía todo el porte que tiene que tener un delantero. Alto, fibrado, firme. De pelo muy claro peinado hacia arriba, ojos almendrados, oscuros y serios y la piel morena, como de pasar mucho tiempo al aire libre. Cruzó el control rápidamente y saludó con una inclinación de cabeza a Nathan. Algo se despertó dentro de los pantalones de Jordan, que se alegró de haberse puesto ropa cómoda y ancha para viajar. Definitivamente tenía una debilidad por los delanteros.

Buscó al suyo con la mirada. Xavier le sonrió desde la esquina a la que le habían mandado los de seguridad. Le había tocado un control puramente rutinario, y Jordan observó mientras un policía con barba oscura y cuidadosamente descuidada le cacheaba. Se mordió el labio inferior, y se pasó la lengua por la herida que se había hecho unos días atrás mientras Xavier le hacía una de las mejores pajas de su vida. Le excitaba ver las manos anchas y fuertes del policía recorrer el torso de Xavier, de su Xavier, y al mismo tiempo le ponía ligeramente celoso. Y el pelirrojo lo sabía. Cuando el policía le hizo darse la vuelta, clavó sus ojos en los de Jordan y se giró lentamente, sacando el culo un poco más de lo normal. Jordan se clavó las uñas en la palma de la mano y se obligó a apartar la vista. Sorprendió a Nathan observándole con una sonrisa de medio lado que se apresuró a borrar.

  • Chicos, los que ya estéis avanzad hasta la puerta de embarque, por favor.

  • ¿Vienes? - le preguntó Jordan a Nathan

  • Creo que esperaré a Mark - contestó, observando cómo el portero tenía que cruzar por tercera vez el arco que, inexplicablemente, seguía pitando

Jordan se alejó en dirección al embarque tirando de su carrito. Apenas se había puesto a la cola detrás de una señora bastante gruesa cuando sintió un bulto apoyarse sobre su culo. Llevó la mano hacia atrás y acarició a Xavier por encima del pantalón.

  • ¿Te pone el uniforme de policía o qué? - preguntó, burlón, mientras palpaba la dureza del otro

  • ¿Y a ti te pone mirar, pedazo de cerdo?

  • Mmmm, no soy yo el que está más duro que el turrón que hace tu madre.

Xavier empujó con las caderas hacia adelante, como queriendo atravesar las cuatro capas de ropa que los separaban.

  • Con mi madre no te metas.

Jordan dio un paso.

  • Con tu madre no, con su turrón.

Xavier avanzó también y volvió a pegarse a su culo. Con la mano con la que no agarraba el carrito, empezó a sobarle por encima del pantalón. Jordan notaba los dedos de Xavier hundirse junto con la tela en su raja, acercándose peligrosamente al ojete. Contra su voluntad, dio otro paso.

  • Aquí no.

  • ¿Por qué no? Nadie mira.

  • Ahora mismo no, pero en cualquier momento puede aparecer Mark - rio

Xavier suspiró y mantuvo la distancia de mala gana.

  • La verdad es que el chico es una ametralladora. ¿Es que no se cansa?

Jordan sonrió y murmuró:

  • Hablando del rey de Roma...

Mark se acercó a ellos, con Nathan siguiéndole y pidiendo disculpas a la gente que pensaba que iban a colarse.

  • ¿Habéis visto a Caleb? - preguntó Mark

Ambos negaron con la cabeza, aunque ni siquiera eran capaces de ponerle cara.

  • Tenías razón - le aclaró Nathan a Jordan, llegando a su lado -. Falta uno, Caleb Stonewall. No aparece y tampoco coge el teléfono.

  • ¿Y qué hacemos?

  • Crystal dice que embarquemos igualmente, está llamando a los del comité organizativo.

  • ¿Crystal?

  • La azafata.

  • ¿Y si no aparece?

  • Bueno, para eso hay convocados suplentes, ¿no? - intervino Axel Blaze, apareciendo detrás de Mark y frunciendo el ceño - Es un privilegio estar aquí después de toda la gente que lo intentó. Si no se lo toma lo suficientemente en serio como para llegar a tiempo quizá es mejor que no juegue.

  • ¿Crees que no vendrá? - preguntó Mark

Axel se encogió de hombros.

  • Pues yo creo que sí - afirmó Mark con rotundidad - Si se presentó y le cogieron es que debe de ser muy bueno… Y que debe gustarle mucho el fútbol. No se perderá una oportunidad así.

Los otros cuatro cruzaron miradas rápidas, pero ninguno le llevó la contraria al portero.

El embarque empezó, lento pero constante, y al cabo de media hora los ocho  chicos y la azafata enfilaban el finger hasta el avión. Una vez dentro, Jordan y Xavier miraron  sus asientos por enésima vez: 12A y 12B, ventanilla para Jordan y el medio para Xavier.

Mark y Nathan se dirigieron hacia el fondo del avión, seguidos por uno de los defensas (Jordan ya había olvidado cual era Scott y cuál era Tod). El otro defensa, Jack y Axel se quedaron relativamente al principio. Xavier y Jordan siguieron avanzando hasta su fila. Subieron los carritos al portaequipajes después de sacar cada uno su móvil y los cascos, así como un libro que habían echado para entretener el viaje.

Cuando Jordan se dispuso a sentarse, vio que su asiento ya estaba ocupado por otro chico. Llevaba la mayor parte de la cabeza rapada al cero, y un tatuaje rojo brillante en forma de dragón la recorría desde la nuca hasta la sien izquierda. Se había dejado una cresta salvaje en el mismo centro de la cabeza, de un pelo castaño abundante surcado por un mechón gris que debía de ser hereditario. Tenía los ojos cerrados y se reclinaba en el asiento con los brazos cruzados, escuchando música.

Jordan le tocó el hombro.

  • Perdona, creo que ese es mi sitio.

El chico abrió un ojo, tan gris como los de Xavier y contestó:

  • No, me temo que no.

Jordan miró a Xavier, que se aseguró de nuevo de que habían ido a los asientos correctos. 12A y 12B. Asintió con la cabeza hacia Jordan y le dio su billete. Éste se lo enseñó al chico, antes de agregar con cierto retintín:

  • De hecho, me temo que sí.

El otro lo observó un momento sin interés, y después volvió a cerrar el ojo. Por sus labios se extendió una sonrisa socarrona. Xavier entró como pudo al estrecho espacio y de un tirón le quitó los cascos.

  • ¡Eh! - se quejó el chico, incorporándose de golpe

  • Es su sitio - le dijo Xavier

El muchacho le miró de arriba a abajo.

  • ¿Y tú quién eres, su novio?

Jordan retrocedió como si le hubiera dado un bofetón, y los ojos de Xavier se volvieron fríos y peligrosos. En voz baja, le dijo:

  • O te quitas o te quito.

El otro silbó, burlón.

  • ¿Es eso una amenaza?

  • Sí.

Ambos se sostuvieron la mirada un momento, acero contra acero.

  • ¡Caleb! - gritó repentinamente Crystal, la azafata, varias filas más atrás, y el chico se giró hacia ella - Caleb, tenías que haber avisado de que embarcarías antes, nos hemos vuelto locos buscándote. ¡¿Por qué no cogías el teléfono?!

Caleb sonrió sin un ápice de culpa y contestó con la voz repleta de falsa inocencia:

  • ¿No se supone que hay que apagarlo al subir a un avión?

Pareció que la azafata se quedaba con ganas de regañarle, pero vio más urgente avisar al comité organizativo de que habían encontrado al chico que faltaba.

  • Así que tú eres el famoso Caleb Stonewall - dijo Xavier

Caleb hizo una reverencia exagerada.

  • Encantado, Romeo.

Jordan puso los ojos en blanco y tiró de Xavier para que lo dejara estar. Se sentó en el asiento del pasillo.

···

Llevaban volando dos horas de las doce y media que duraba el viaje. Fuera era totalmente de noche y dentro, la tripulación ya había atenuado las luces. La mayoría de los pasajeros estaban tomando la última infusión. Sentado a la izquierda de Xavier, Caleb Stonewall dormía como un bendito. A su derecha, Jordan estaba viendo una de las películas del catálogo.

Xavier observó la pantalla. Aún sin el sonido, que a Jordan le llegaba a través de los cascos, la situación no era difícil de interpretar. Dos jóvenes caminaban por el pasillo de lo que parecía ser un instituto americano. De pronto, paraban al lado de unas taquillas azules y el chico le acariciaba la mejilla a la chica tentativamente. En la siguiente escena,  aparecían en la casa de alguno de los dos retozando entre sábanas. El director había decidido grabar generosamente las tetas y el culo de la chica, pero del chico no se enfocaban más que sus manos y su torso desnudo. Xavier apartó la vista, aburrido, y le quitó un casco a Jordan.

  • ¿Ahora te has vuelto hetero? - le preguntó al oído

  • Es lo que hay - repuso Jordan bostezando

Una idea cruzó la mente de Xavier, que deslizó su mano por el reposabrazos hasta la de Jordan. Pasó un único dedo por su piel, y el otro chico se volvió para mirarlo con las cejas levantadas, olvidándose por completo de la película. Echó un rápido vistazo hacia Caleb, que dormía con la cabeza apoyada en la pared del avión, y luego clavó sus ojos en Xavier. Éste había movido la mano casi imperceptiblemente, y ahora acariciaba el muslo de Jordan por encima de la tela. Una sonrisa juguetona bailaba en sus labios.

  • Eres un puto salido - susurró

Xavier le guiñó un ojo y subió la mano hasta agarrarle la polla a través del pantalón. Jordan ojeó el pasillo. Nadie. Dejó que el pelirrojo le sobara a gusto un rato, notando como su erección crecía cada vez más, apenas contenida por el apretado bóxer que había elegido esa mañana. Luego, llevó su propia mano hasta la cinturilla del pantalón de Xavier y, antes de que este pudiera darse cuenta la deslizó dentro.

Xavier abrió los ojos durante un instante, sorprendido. Lo normal era que el aventurero fuera él. Una cosa era un toqueteo por encima de la ropa al que se podía poner fin en un santiamén si pasaba una azafata, y otra muy distinta era la paja en toda regla que le iba a hacer Jordan. Miró al otro chico, que le respondió encogiéndose de hombros, como si la cosa no fuera con él. Con que esas tenía, ¿eh? Xavier aceptó el reto. Con su media sonrisa felina, él también coló su mano bajo el pantalón de Jordan.

Comenzaron la paja prácticamente a la vez. La posición no era particularmente cómoda pero apenas les afectaba. Conocían cada palmo del cuerpo del otro como el suyo propio, y habrían sido capaces de masturbarse incluso en medio de un salto en paracaídas.

Sin apartar sus ojos de los de Xavier, Jordan deslizó las yemas de sus dedos del escroto a la punta. Con la cara más inocente que pudo poner, acarició en círculos el glande del pelirrojo utilizando su propio precum antes de volver a bajar con lentitud hasta la base. Xavier tuvo que contenerse para no jadear. No era solo la paja, la expresión de superioridad de Jordan al saber que le tenía a su merced le ponía burrísimo y a la vez hacía que aflorara en él su vena más competitiva. Quería... Ganar. Quería hacerle correrse como nunca antes, dejarle hecho un guiñapo de temblores y gemidos y que recordara que, de los dos, la zorra era él.

Se esmeró en su propia paja mientras le devolvía la mirada a Jordan. Presionó levemente su miembro, consciente del momento exacto en el que tenía que parar para no hacerle daño, y comenzó a subir y a bajar con un ritmo frenético. Su mano describía círculos en torno al tronco, llegaba hasta el glande, lo rozaba levemente con la palma y volvía a bajar. Se entretenía en su escroto momentáneamente y empezaba de nuevo.

El orgullo le subió por el pecho al ver que a Jordan comenzaba a costarle mantener los ojos abiertos. Paró un segundo para escupirse en la mano y después continuó como si le fuera la vida en ello. Apretó la base de la polla de Jordan, que dejó escapar un gemido ahogado y soltó a Xavier para taparse la boca con las dos manos. A éste le dio igual. Con un movimiento fluido, le sacó la polla a Jordan de los pantalones y comenzó una paja a dos manos. El otro chico echó la cabeza hacia atrás, mordiéndose la cara interna de las mejillas para no gritar. Una voz en lo más recóndito de su mente le decía a voz en grito que no podía correrse, que aguantara, que apartara a Xavier o lo llenarían todo de semen y no habría manera de ocultar lo que había pasado, pero Jordan la escuchaba cada vez más lejos. A fin de cuentas, él había querido jugar.

Se le nubló la vista y estalló. Xavier, que estaba esperándolo, se dobló sobre sí mismo y atrapó la cabeza de la polla de Jordan con la boca en el momento justo. Varios chorros se estrellaron contra su garganta y él tragó a toda velocidad, sin dejar que una sola gota manchara la tapicería del asiento. Cuando hubo acabado, le limpió el glande con la lengua y se incorporó, saboreando el agridulce.

Observó por el rabillo del ojo a Caleb, que seguía plácidamente dormido, antes de volverse hacia Jordan, que le miraba con los ojos entrecerrados, todavía recuperándose. Xavier sonrió y dijo, con un deje de suficiencia:

  • Gané.

Jordan le respondió con otra sonrisa.

  • ¿Tú crees? - preguntó, mirando significativamente hacia la erección que todavía se adivinaba bajo el pantalón de Xavier, que no se había corrido - Quién lo diría…

Xavier puso los ojos en blanco, aunque no tenía sentido fingir que no se había quedado con las ganas. Jordan se incorporó perezosamente.

  • Bueno, voy al baño - dijo. Cuando se alejaba por el pasillo, Xavier le oyó musitar casi al aire - Te espero allí.

Su polla dio un saltito de alegría. Esperó tres minutos que se le hicieron eternos antes de levantarse él también y apresurarse hacia el fondo del avión. En la fila 12, Caleb Stonewall abrió un ojo.

Xavier llamó a la puerta, que se hizo a un lado para dejarle pasar. Jordan y él se apretujaron en el diminuto espacio y pusieron el pestillo. Xavier notaba el cuerpo caliente de Jordan junto al suyo, y no pudo (ni quiso) evitar pasar una mano por debajo de la camiseta para rozar su vientre plano y duro con los dedos. Se lanzó a su boca con ganas. Cuando se separaron, Jordan le miró con un brillo travieso en los ojos.

  • No pensarías que no te iba a devolver el favor, ¿no?

Xavier se encogió de hombros. Solo podía pensar en los calambres que le enviaba su polla, deseosa de que Jordan continuara con lo que había dejado a medias, y en lo guapo que estaba el chico. Sus ojos oscuros y ligeramente rasgados le observaban bajo la luz blanca del baño, sus manos se apretaban a sus costados inconscientemente y sus labios húmedos por la saliva de ambos le estaban haciendo volverse loco a cada segundo que pasaba.

  • Bueno, pues ponte a ello - respondió, guiando la mano de Jordan hasta su entrepierna

Sin embargo, el chico tenía otros planes. Llevando ambas manos a la espalda, se arrodilló como pudo en el estrecho hueco. Xavier ladeó la cabeza mientras una nueva sonrisa se apoderaba de su boca.

  • Mira como me tienes, hijo de puta - dijo mientras se bajaba el pantalón

Su polla saltó hacia la cara de Jordan, que la observó como si llevara varios días sin comer. Se lanzó a por ella, pero Xavier le sujetó por la coleta de cabello castaño que llevaba y tiró de él hacia atrás. Jordan emitió un pequeño sonido de protesta, pero se dejó hacer. Xavier se manoseó un poco el rabo y luego ordenó:

  • Saca la lengua.

Jordan obedeció y el pelirrojo le colocó la polla encima. Le observó un momento, grabando la imagen a fuego en su mente, y luego dijo:

  • Vale, ahora. Traga.

No tuvo que decírselo dos veces. Sin mover las manos de la espalda, con la perfección hecha de la práctica, engulló la polla de Xavier. Ésta era curva y ancha, aunque no particularmente larga, y Jordan sabía perfectamente cómo hacer que cupiera entera en su boca. Relajó los músculos y dejó que el rabo del pelirrojo se deslizara por su garganta. Xavier jadeó y le sujetó la cabeza con fuerza, obligándole a aguantar. Cuando a Jordan le sobrevino una arcada, la sacó durante unos segundos antes de volvérsela a meter hasta el fondo. Repitió el proceso todas las veces que quiso, mientras Jordan se dejaba hacer.

Solo cuando las descargas que le recorrían toda la columna hasta el cerebro se hicieron tan fuertes como para impedirle pensar en cualquier otra cosa permitió que Jordan se hiciera cargo. Se apoyó contra la puerta del baño, que tembló bajo su peso. Jordan comenzó a chupar, haciendo por fin uso de las manos. Mientras trabajaba el glande con la lengua, masturbaba despacio la base de la polla de Xavier. Los jadeos del pelirrojo empezaron a transformarse en gemidos en toda regla. Jordan decidió acabar rápido para evitar que todo el avión se enterara de la fiesta. Envolvió la cabeza con los labios, y se dedicó a lamer la punta, al mismo tiempo que movía una de sus manos hasta los huevos de Xavier.

  • Me voy a correr - avisó el pelirrojo con sus últimos retazos de cordura

Jordan no se movió un ápice, su capacidad para tragar deprisa no tenía nada que envidiarle a la de Xavier, y cuando llegó la corrida se permitió saborearla un segundo antes de dejar que bajara por su esófago. Se relamió los labios y se dejó caer hacia atrás, sin importarle lo sucio que estuviera el suelo del baño. Xavier se deslizó por la pared y se sentó frente a él en el reducido espacio, entrelazando las piernas con las de Jordan.

Se quedaron en esa postura hasta que Xavier fue capaz de respirar con normalidad. Se mordió el labio inferior y se guardó la polla, que iba recuperando poco a poco su tamaño normal. Jordan se levantó y le ofreció una mano. El pelirrojo la agarró y se puso en pie. Apoyó su cabeza en el hombro del otro, algo más bajito, vencido por la somnolencia que le entraba después de correrse, y se preguntó vagamente de dónde había sacado Jordan las fuerzas para chupársela después de la paja que le había hecho.

Xavier extendió el brazo y quitó el pestillo. Después, abrió la puerta.

Apoyado contra la pared opuesta del angosto pasillo, Caleb Stonewall les observaba con los brazos cruzados y una mueca que pretendía ser una sonrisa. Los dos chicos se separaron como si fueran dos imanes del mismo polo.

  • Hombre pero, ¿qué tenemos aquí? Empezaba a pensar que el de dentro tenía que estar estreñido de lo que tardaba… - mintió - Aunque ahora lo entiendo todo, claro.

Los dos chicos eran incapaces de reaccionar. Después de meses escondiéndose en el instituto, no les cabía en la cabeza que un chico al que acaban de conocer hubiese sido capaz de pillarlos. Jordan quería golpearse la cabeza contra el lavabo de metal. Caleb se dirigió a Xavier:

  • ¿Qué, Romeo, tú también la chupas? - éste apretó los puños - ¿O eso se lo dejas solo a Julieta?

Si alguien se lo hubiera preguntado, Jordan habría puesto la mano en el fuego a que Xavier le iba a soltar el puñetazo de su vida. Sin embargo, en vez de pegarle, sus ojos refulgieron con malicia y se limitó cerrar el espacio que los separaba. Con su cara a milímetros de la de Caleb, susurró en voz baja y ronca:

  • ¿Qué pasa, estás celoso?

Caleb abrió mucho los ojos cuando los labios de Xavier rozaron los suyos durante un instante. Le apartó de un empellón que envió al pelirrojo contra la pared, y, echándoles una última mirada por encima del hombro, se alejó en dirección a la fila 12.

Cuando Xavier y Jordan volvieron, lo encontraron aparentemente dormido en el asiento del pasillo.

Nota del autor

Segunda entrega y breve apunte, como la vez anterior.

Mientras escribía este capítulo, casi el doble de largo que el primero, no pude evitar pensamientos intrusivos del tipo: "¿Y si estoy desarrollando demasiado la historia cuando la gente solo quiere el sexo?", "¿Debería dedicar más tiempo al folleteo y olvidarme de las relaciones entre los personajes?". De hecho, recorté bastante introducción (habréis visto que todavía faltan seis chicos por presentar). Sin embargo, concluí que esta es una historia a la que, por llevar bastante tiempo imaginada, le tengo mucho cariño, y que ni puedo ni quiero sacrificar el desarrollo argumental en favor de relatar puro sexo. Resumiendo, que no haré de este relato el típico al que entras buscando correrte en dos minutos. Aquellos que, pese a ello, sigáis leyéndolo tendréis que trabajar la maravillosa virtud de la paciencia.

Dicho esto, gracias por los comentarios y valoraciones de la primera parte, siempre es un placer recibirlos. Espero que los que los dejasteis sigáis conmigo durante algún tiempo.

Shadow Ankley