Gol a gol. Del verbo aprovechar.

Quince adolescentes son convocados por su país para formar una selección de fútbol de jóvenes promesas. Partido a partido, gol a gol, los quince chicos de la concentración verán nacer alianzas, relaciones y promesas. Todo ello aderezado, desde luego, con mucho sexo.

Llegaron a Buenos Aires a las seis de la mañana, hora argentina. Los nueve chicos se despidieron de la azafata que los había acompañado durante el vuelo y, arrastrando las maletas y las ojeras por los pasillos del aeropuerto de Ezeiza, salieron al encuentro de la pequeña delegación que los estaba esperando. Fueron recibidos por cuatro mujeres y dos hombres que abrieron camino hasta un autobús decorado con los flamantes colores de la bandera de España. El viaje hasta el hotel-complejo en el que iban a alojarse durante el campeonato fue de apenas veinte minutos, pero a los chicos, muertos de sueño y ateridos de frío, se les hizo eterno.

Cuando bajaron del autobús, dos de las mujeres del grupo que los había recogido se encargaron de hacerles atravesar el complejo a toda prisa. Ya tendrían tiempo para verlo  una vez hubieran descansado algo, dijeron. Les guiaron hasta sus habitaciones, todas situadas en el mismo pasillo y una de las mujeres, la más alta, sacó una lista.

  • Estaréis distribuidos en cinco habitaciones de tres - informó -, organizadas alfabéticamente por apellido. El resto de vuestros compañeros ha llegado hace unas siete horas, motivo por el cuál los encontraréis ya dentro. Son… - miró su reloj de pulsera - Las siete menos cuarto de la mañana. Imagino que estarán cansados y que seguirán durmiendo un rato, pero puede que haya algún madrugador que se levante dentro de poco.

  • Como estábamos al tanto de vuestra hora de llegada, anoche les pedimos que no hicieran ruido en caso de despertarse y encontraros dormidos - tomó la palabra la otra - Esperamos el mismo respeto por vuestra parte cuando entréis ahora.

Hizo una pausa antes de continuar.

  • Queremos veros a todos abajo, en el comedor, a las cinco en punto de la tarde. Solo tenéis que llegar al fondo del pasillo y bajar las escaleras. Hasta ese momento, podéis hacer lo que queráis, deshacer las maletas, ducharos… Pero yo os recomiendo que descanséis, os esperan dos meses agotadores.

Los chicos asintieron con la cabeza. La mujer que había hablado primero se caló unas gafas de ver que llevaba colgadas al cuello y levantó la lista.

  • Según os nombre, os dirigiréis a las habitaciones asignadas, ¿entendido? Bien. Habitación 101 - leyó del papel - Por ahora no hay nadie, los tres deberíais estar aquí: Scott Banyan, Axel Blaze, Mark Evans.

Mark, Axel y el defensa más bajito se separaron del grupo bajo la mirada atenta de las dos mujeres. La que no tenía el listado les abrió la puerta de la primera habitación, entregándole después la llave a Axel. Éste entró, seguido de Scott, y Mark se frotó los ojos y se despidió del resto de chicos con la mano antes de seguirles soltando un enorme bostezo. La mujer alta se aclaró la garganta.

  • Habitación 102. Ya hay un chico dentro, se llama Shawn Frost. Le acompañaréis Xavier Foster y Jordan Greenway.

Xavier y Jordan se miraron mientras Caleb resoplaba exageradamente alto. En realidad no era muy difícil que les tocara juntos, apellidándose uno Foster y el otro Greenway, pero con las neuronas todavía en modo avión, no habían sido capaces de procesar ese pensamiento y se habían encomendado a la suerte. Cogieron su equipaje y entraron a la habitación.

  • Habitación 103. En esta hay ya dos de los chicos que llegaron de Barcelona. Tod Ironside, tú vas con ellos. Son Hurley Kane y Joseph King.

Tod, el otro defensa bajito, que tenía cara de ardilla, emitió un ruidito antes de encaminarse hacia la habitación. Cuando abrió la puerta, llegaron hasta ellos unos ronquidos escandalosos, y Tod dirigió una mirada de socorro al grupo que se quedaba en el pasillo. Nadie acudió en su ayuda.

  • Bueno, la habitación 104 ya está completa, en ella se alojan Byron Love, Jude Sharp y David Samford - nadie se percató del repentino espabile que sobrevino a Caleb al escuchar los dos últimos nombres. La mujer prosiguió - Por tanto, los tres que quedáis vais juntos a la habitación 105. Caleb Stonewall, Nathan Swift, Jack Wallside. Sois vosotros tres, ¿verdad?

Cogieron la llave que les tendía. Nathan dirigió una última mirada triste a las habitaciones 101 y 102, donde se habían quedado Mark, Jordan y Xavier; y Caleb ojeó con interés la puerta cerrada de la 104. Luego, los tres entraron a la última habitación del pasillo.

···

La lengua de Xavier acariciaba la suya en un interminable morreo al tiempo que una de sus manos subía y bajaba por su polla, masturbándola despacio. Le mordió el labio con fuerza una vez antes de separarse de él para quitarse ropa. Con sorprendente rapidez, se deshizo de la camiseta y de los pantalones cortos, que quedaron amontonados en el suelo blanco e impecable. Xavier se colocó el rabo por encima de los calzoncillos antes de volver a acercarse a Jordan, que tuvo la sensación de estar viviendo la situación más erótica de su vida.

Con un gesto, Xavier le pidió que se diera la vuelta y él lo hizo, encantado. Se dobló sobre el quicio de una mesa y el simple sonido que hizo el pelirrojo al ensalivarse los dedos provocó que un escalofrío le hiciera estremecerse. Un primer dedo tanteó su entrada, colándose en su interior prácticamente sin esfuerzo. A éste pronto le siguieron un segundo y un tercero. Jordan se aferró a los bordes de la mesa cuando sintió los dedos salir de su culo y ser reemplazados por la cabeza del pene de Xavier apoyándose sobre su raja.

  • ¿Puedo? - le oyó preguntar a su espalda

Jordan asintió y cerró los ojos cuando Xavier comenzó a empujar.

···

El desagradable pitido del despertador perforó los oídos de Jordan, llegando hasta su cerebro e interrumpiendo la escena que allí se desarrollaba. Tardó un momento en situarse y, cuando lo hizo, maldijo en voz baja antes de apagar la alarma. Eran las tres y media y la fría luz del sol del invierno argentino se colaba por la rendija entre la persiana y el alféizar de la ventana. Se incorporó en la cama sobre los codos y miró alrededor parpadeando.

Xavier dormía todavía en la cama más cercana a la suya, pero la que estaba pegada a la pared opuesta, ocupada cuando se acostaron por un bulto que respiraba suavemente, ahora estaba vacía. En vista de ello, Jordan decidió que, antes de ducharse, vestirse y deshacer la maleta, se ocuparía de desmontar la tienda de campaña que se había armado en sus pantalones durante el sueño.

Coló una mano por dentro de la goma del mismo chándal que había llevado en el avión, pues se había dejado morir encima de la cama en cuanto habían llegado sin molestarse en cambiarse. Se agarró la polla con una mano y rememoró el sueño. Casi notaba los dedos de Xavier entrar y juguetear dentro de él mientras subía y bajaba lentamente. Le habría gustado poder recrearse también en la sensación de la polla del pelirrojo en su interior, pero el subconsciente no había llegado a tanto. Tendría que valerle con los dedos. Cerró los ojos y se recolocó en la postura más cómoda posible. Empezó a gemir bajito, con una parte de él, la más guarra, deseando que Xavier se despertara y le follara ahí mismo.

Un carraspeo le hizo abrir los ojos de golpe. Resbaló entre las sábanas mientras intentaba sentarse en la cama. Un chico de su misma edad, quizá incluso algo más joven, le miraba divertido desde el marco de una puerta que Jordan entendió, demasiado tarde, que debía llevar al baño. Un silencio ligeramente incómodo se instaló entre ambos.

  • Hola - dijo Jordan al cabo de un momento, todo serio y digno

El chico le miró un segundo y después soltó un bufido antes de estallar en una carcajada, a la que Jordan se unió sin poder evitarlo. El ruido despertó a Xavier, que gruñó y les tiró una almohada antes de taparse la cabeza con las mantas. Jordan, ya en pleno ataque de risa, se revolcó en su cama sujetándose la tripa con los dos brazos, y el otro chico avanzó a trompicones hasta sentarse en el borde del colchón, secándose las lágrimas con el dorso de la mano.

Una vez ambos hubieron recuperado el aliento, Jordan se rascó el brazo y dijo:

  • Perdona, pensé que te habrías ido por ahí.

  • Nada, hombre, no te preocupes - respondió el chico, sin duda la persona más pálida que Jordan había visto en su vida, más incluso que Xavier - Pero es que me has mirado tan serio…

Volvieron a reír. Jordan extendió la mano.

  • Soy Jordan Greenway.

  • Me vas a perdonar que no te la estreche.

  • Coño, perdona.

  • Nos hemos conocido hace un minutos y ya me has pedido perdón dos veces. Tranquilo, hombre - le dio una palmada en el hombro - Me llamo Shawn Frost.

  • Nos lo dijeron anoche, pero es que estábamos muertos.

  • Normal, ¿cuántas horas son desde Madrid?

  • Doce y media.

  • Bueno, casi igual que desde Barcelona. ¿Estamos ya todos?

  • Creo que sí.

  • Tenemos que bajar ahora a las cinco a una reunión.

  • Sí, lo sé. Por eso he puesto la alarma. Si no hubiera que ir, me quedaba durmiendo ocho horas más.

  • Pocas me parecen.

Jordan salió de la cama.

  • Bueno, voy a darme una ducha.

  • Aprovecha - repuso Shawn, guiñándole un ojo

Jordan se puso del color de la grana antes de coger una de las dos toallas moradas que habían encontrado dobladas a los pies de la cama a su llegada y desfilar hacia la ducha. Se aseguró de que cerraba la puerta con pestillo antes de continuar la interrumpida paja.

···

Los tres chicos de la habitación 102 cruzaban el pasillo ocho minutos antes de que el reloj diera las cinco. Habían dudado sobre si ponerse la equipación o no, pero al final habían decidido bajar con su ropa. Al fin y al cabo, pensaron Xavier y Jordan, el uniforme solo contaba con una fina sudadera por abrigo y, aunque la calefacción estaba encendida, el complejo era un lugar grande y los pasillos estarían fríos. Se habían calado una camiseta interior, una camiseta y un plumas fino cada uno, pantalones largos y zapatos cerrados. A su lado, en cambio, Shawn Frost caminaba en manga corta, pantalón corto y con una bufanda blanca y vieja al cuello. Con las manos en los bolsillos, Xavier preguntó:

  • ¿No tienes frío?

  • Qué va - repuso él - Es que yo vivo en Cerler, ¿sabéis?

Ambos negaron con la cabeza.

  • Es el pueblo más alto del Pirineo - aclaró - Del aragonés, al menos. Os podéis imaginar el frío que hace siempre. Ahora mismo debemos de tener dieciséis o diecisiete grados en este pasillo y, para que os hagáis una idea, esas son las máximas de mayo y junio en mi pueblo.

  • Madre mía.

  • ¿Y entonces por qué llevas la bufanda? - preguntó Jordan

  • Ah, eso no tiene nada que ver. Es un recuerdo de mi hermano.

  • ¿Se ha quedado en España?

Shawn sonrió afablemente.

  • No. Murió.

Jordan y Xavier intercambiaron una mirada.

  • Vaya, lo siento.

  • No pasa nada. Fue hace mucho tiempo ya.

Bajaron las escaleras en silencio. Jordan pensaba. Shawn era el ser más dulce que habían conocido en mucho tiempo. Hablaba con voz suave y amable, y daba la sensación de ser una de esas personas que siempre lo hacen todo más fácil, más llevadero, que son capaces de ceder en cualquier discusión para conseguir que las cosas funcionen. A Jordan le recordaba un poco a Nathan en esa forma que tenía de mirar a su alrededor con algo de curiosidad y algo de miedo.

Si no fuera por eso, le habría recordado más a Xavier. Físicamente eran clavados. Los dos muy pálidos, los dos con grandes ojos grises, aunque los de Shawn eran un poco más oscuros. Los dos prácticamente de la misma altura y complexión, y con el pelo arreglado de manera muy parecida, si bien es cierto que el de Shawn estaba teñido desde la misma raíz del mismo gris que sus ojos.

Llegaron al comedor donde les habían citado antes de mandarles a dormir. Xavier y Jordan se acercaron a Nathan, que ya había bajado con los otros dos chicos de su habitación, e hicieron las presentaciones pertinentes. Caleb les dirigió una mirada fugaz antes de volver a clavar los ojos en la base de las escaleras por donde todavía debían bajar casi la mitad de los chicos. Eran las cinco menos cinco.

Axel cruzó el umbral y se acercó a ellos, seguido de Mark, que ya había pasado un brazo por los hombros de Scott y estaba hablándole sin parar de a saber qué. Como era de esperar, llevaba la equipación puesta.

  • ¿Habéis podido dormir? - les preguntó cuando llegó a su lado y, sin esperar respuesta, continuó - Yo no. Es tan emocionante estar aquí que no podía parar de dar vueltas en la cama. Dios, ¡tengo muchísimas ganas de jugar al fútbol!

Axel levantó ligeramente las cejas y se dirigió al resto:

  • ¿Quiénes faltan?

  • Habitaciones 103 y 104.

  • Este es Shawn - intervino Jordan

Axel y él se estrecharon formalmente la mano. Scott preguntó:

  • ¿No tienes frío?

Shawn sonrió y se dispuso a contestar.

En ese momento, entraron los chicos de la 103. El resto de los jugadores tuvieron que hacer un esfuerzo por no echarse a reír, y se les hizo evidente el por qué de los atronadores ronquidos que salían de aquella habitación la noche anterior. Tod Ironside, el diminuto defensa Tod, venía prácticamente escoltado por dos adolescentes enormes, verdaderos gigantes.

  • Buenas tardes - saludó al llegar a su lado uno de ellos, de piel oscura y,  marcado acento canario - Soy Hurley Kane.

  • Y yo Joe King.

  • Ah, ¡tú eres el otro portero! - cortó Mark, con los ojos brillándole - Yo soy Mark Evans.

Se sentó con las piernas cruzadas sobre la mesa alargada del comedor y miró al otro chico fijamente antes de arrastrarlo a una apasionada conversación (o, mejor dicho, monólogo) sobre los mejores entrenamientos para porteros. Pese a su envergadura, Joe no era capaz de hacer frente a la energía de Mark, y se quedó escuchándole en silencio con los brazos cruzados, asintiendo de vez en cuando. Se parecía muchísimo a un jugador de la selección italiana, aunque ninguno de los chicos habría sabido precisar a cuál.

Por fin, a falta de dos minutos para las cinco, entraron los tres últimos chicos, la misteriosa habitación 104 que ya estaba completa cuando llegaron. A Jordan se le abrió la boca de par en par y se le secó la garganta. Le dio un codazo a Xavier para que se fijara en los recién llegados. Concretamente en uno de ellos.

Era el chico más guapo que ninguno hubiera visto jamás. Tenía una larga melena de color rubio platino que le bajaba como una cascada por la espalda hasta la cintura. La llevaba colocada detrás de las orejas a excepción de dos mechones que le caían por los hombros, aunque todos supusieron que para jugar al fútbol se la recogería. Le acompañaba una figura fina y aparentemente frágil y unos ojos que, aunque marrones, dejaban escapar destellos rojizos. Adornaban sus antebrazos unas muñequeras largas blancas y azules.

Dio unos pasos hasta ellos y sonrió. Todos le observaban. Hasta el mismísimo Mark había dejado de hablar para mirar al semidiós que acababa de aparecer en el comedor.

  • Hola.

  • H-Hola - contestó Nathan - Bienvenido.

El chico les miró uno por uno sin perder la sonrisa. Luego, se dejó caer grácilmente en una silla.

  • Me llamo Byron Love.

Su tono era hipnótico, como también lo eran sus labios, gruesos y húmedos, que se movían de la manera más erótica posible cuando hablaba. Jordan tuvo que apoyarse en la mesa, y solo la voz burlona de Caleb hizo que dejara de comérselo con los ojos.

  • Cuánto tiempo, ¿eh, Jude? ¿David?

Se había puesto en pie detrás de él y caminaba con las manos metidas en los bolsillos hacia los otros dos chicos que habían entrado. Jordan por fin se fijó en ellos. Uno llevaba un parche que le cubría el ojo derecho por completo, y el otro tenía el pelo castaño trenzado en rastas y sujeto en una coleta alta. Ambos fingieron no haber escuchado a Caleb, que sonrió y se acercó aún más.

  • ¿Qué tal está tu hermano, David?

El del parche se quedó inmóvil un momento, como paralizado, antes de lanzarse a por él. Por suerte para Caleb, el de las rastas estaba atento y sujetó a David antes de que pudiera alcanzarle. Caleb levantó las manos en son de paz y ensanchó su sonrisa socarrona.

  • ¿Qué manera es esa de saludar a los viejos amigos?

Si las miradas mataran, Caleb habría caído fulminado en ese instante.

  • Cómo vuelvas a hablar de mi hermano te parto la boca - escupió el del parche

Pareció que Caleb iba a decirle algo más, pero un taconeo aproximándose le hizo pensárselo dos veces. Retrocedió mientras las dos mujeres que les habían guiado la noche anterior entraban al comedor.

  • Sentaos todos, por favor.

Los que estaban de pie tomaron asiento a ambos lados de la larga mesa, y las dos mujeres se situaron a la cabecera. La más alta tomó la palabra:

  • Buenas tardes. Esperamos que hayáis podido descansar - ellos asintieron - Permitidme que me presente. Soy la entrenadora Schiller y ella es mi segunda, Camelia Travis. Seremos las responsables de prepararos para el Torneo Juventud junto con el resto del cuerpo técnico. - hizo una pausa - Me alegra ver que todos habéis llegado puntuales, es un buen comienzo para la disciplina e implicación que os vamos a exigir. Espero que ninguno crea que vamos a ir detrás de vosotros como si fuerais críos. La señorita Travis repartirá ahora los horarios con los que trabajaremos y un mapa del centro para que os orientéis los primeros días.

Los chicos se miraron entre sí. Nadie les había dicho que su entrenador iba a ser una mujer. Cogieron los papeles que les iban llegando y los ojearon.

Despertar a las ocho. Desayuno a las nueve menos cuarto. Entrenamiento matutino a las nueve y media. Almuerzo a las once y media. Más entrenamiento. Comida a las dos. Tenían un hueco libre hasta las cuatro y media. Después, aún más entrenamiento. Duchas a las siete. Cena a las ocho y media. De nuevo, otro hueco libre. Apagado de luces a las doce.

  • El horario se seguirá todos los días a excepción de aquellos en los que haya partido y de este próximo viernes, que es la ceremonia de apertura. ¿Tenéis todos la ropa de gala que se solicitó?

Asintieron de nuevo. La entrenadora continuó:

  • Genial. Más cosas. No está prohibido que salgáis por la ciudad, ya sois mayorcitos para que os prohibamos nada, pero antes de abandonar el centro tendréis que avisar a la señorita Travis. Y, por supuesto, solo podréis salir en los ratos libres, los entrenamientos son de obligada asistencia. - reflexionó un momento sobre lo siguiente que iba a decir - Además, me gustaría comentar algo acerca de vuestros teléfonos móviles. Igual que no os vamos a prohibir salir, no os vamos a quitar los teléfonos, pero quiero recordaros que este torneo os va a dar una exposición a la que no habéis estado sometidos nunca. Os vais a hacer famosos, todos y cada uno de vosotros, y una fama que llega de un día para otro puede ser muy difícil de controlar. Gestionadla como creáis conveniente, pero yo os recomendaría que desinstalaseis las redes sociales y no las volvierais a instalar hasta que todo haya acabado. Incluso, si queréis, la señorita Travis puede guardaros los teléfonos y dejároslos solo cuando queráis llamar a casa. Eso como lo veáis.

Miró a Camelia Travis para ver si se le olvidaba algo. Ésta tomó la palabra:

  • Solo un último apunte por el momento. Hay servicio de limpieza en el centro, pero las habitaciones os las tenéis que arreglar vosotros. Del mismo modo, si advertimos que vais ensuciando sin cuidado las zonas comunes pensando que ya habrá alguien que venga con la fregona, colaboraréis en las tareas de limpieza. - devolvió la mirada a la entrenadora - Creo que ahora sí que está todo.

  • Tenéis el resto de la tarde libre hasta la hora de cenar - les observó con seriedad - Recordad que estáis viviendo una oportunidad única. Aprovechadla. Podéis iros.

Se levantaron con mucho alboroto. Jude Sharp y David Samford salieron los primeros y, cuando el resto enfilaron el pasillo, ya se habían perdido de vista.

···

Cenaron puré de calabacín, albóndigas con tomate y flan de queso. La mayoría de los chicos habían pasado la tarde juntos, explorando el complejo en el que iban a vivir con el mapa que les había dado la señorita Travis e intercambiando información sobre cómo eran sus vidas antes de que les llamaran.

Habían averiguado, por ejemplo, que casi todos tenían hermanos, tan solo Mark, Byron y Jordan eran hijos únicos. También que Scott era el más pequeño, acababa de cumplir los quince años en mayo, mientras que los más mayores eran Joseph “Joe” King y Hurley Kane, que tenían diecinueve. Además, venían cada uno de una punta de España: Xavier, Jordan y Axel de Madrid, Nathan de Salamanca, Tod de Valencia y Caleb de Alicante, Hurley de Tenerife (nadie entendía muy bien por qué había volado desde Barcelona), Jude y Samford de Barcelona, Joseph de Vizcaya, Shawn de Huesca, Jack de Badajoz, Byron de Zaragoza y Mark y Scott de Sevilla y Málaga respectivamente, aunque Mark les explicó que pasaba largas temporadas estudiando en Toledo y que por eso no tenía el tan reconocible acento sevillano.

Habían curioseado por los pasillos y las habitaciones hasta hacerse una idea general del edificio. El comedor, con su mesa alargada en el centro y dos bancos a los lados, daba a un salón con varios sofás, libros y un televisor enorme y a varias salas austeras en las que supusieron que escucharían las charlas técnicas antes de los partidos. También había un gimnasio bajando por las escaleras que salían del salón, con una piscina cubierta al lado y, por supuesto, un campo reglamentario de fútbol con el césped bien cuidado e iluminado por unos focos de luz blanca. No habían salido a reconocerlo todavía porque hacía un frío terrible, pero las ventanas de sus habitaciones daban a él.

Después de la cena, subieron todos al salón, donde muchos de los chicos aprovecharon para llamar a sus familias y contarles cómo les iba en su primer día fuera de casa. Hubo una pequeña disputa entre Scott y Joseph por qué ver en la tele, que se resolvió cuando el portero levantó el mando por encima de su cabeza, dejándolo fuera del alcance del defensa. Nathan sacó una baraja de cartas.

A las once, los primeros comenzaron a subir a las habitaciones. A las doce menos veinticinco, Shawn se acercó a Xavier y a Jordan, que estaban tirados con el móvil en un sofá y les avisó de que iba a subirse.

  • ¿Venís o queréis que os deje la llave?

  • Déjanosla - repuso Xavier, cambiando una mirada fugaz con Jordan - Nos quedaremos un rato más.

  • Como veáis - contestó él, dedicándoles una sonrisa y lanzándole la llave a Jordan - Hasta mañana entonces.

  • Buenas noches - dijeron los dos al unísono

A las doce menos diez, Byron ganó la partida, para desesperación de Nathan y Tod, que le habían enseñado a jugar esa misma noche. Nathan recogió las cartas y se subió, seguido de Tod. Byron se tumbó en un sofá y sacó su teléfono. Xavier se incorporó y se inclinó hacia Jordan:

  • Creo que ahora podríamos aprovechar para hacer realidad ese sueño tuyo - susurró

  • ¿Aquí? ¿Ahora? - preguntó Jordan con incredulidad, mirando hacia el sofá de Byron

  • Sí, y si quieres le invitamos - puso los ojos en blanco - Evidentemente aquí no.

  • Pues arriba está Shawn, y no sé si le apetecerá una segunda escena así en el mismo día.

  • Podemos buscar otro sitio.

  • ¿Dónde?

Una sonrisa traviesa bailó en los labios de Xavier. Se puso en pie, tirando de Jordan para que hiciera lo mismo, y se aclaró la garganta para llamar la atención de Byron:

  • Vamos a bajar un rato a la piscina, ¿te apetece?

Les miró extrañado, arqueando una ceja rubia y perfecta.

  • ¿Ahora?

  • Sí, apagan las luces en cinco minutos, pero nadie ha dicho que tuviéramos que acostarnos a esa hora.

Byron pareció meditar la posibilidad de darse un baño clandestino a medianoche, pero la simple idea del tiempo que tardaría en secarse el pelo si se lo mojaba en ese momento sirvió para disuadirle.

  • Hoy no, pero otro día me apunto.

Xavier se encogió de hombros.

  • Como quieras. Buenas noches.

  • Buenas noches.

Xavier y Jordan salieron por la puerta del salón. Xavier cogió a Jordan de la mano y le guió escaleras abajo a toda prisa.

  • ¿A dónde vamos de verdad?

  • A la piscina - sonrió Xavier - No hay mejor lugar para esconder la verdad que a simple vista, ¿no es eso lo que dicen?

Llegaron a la piscina cubierta al mismo tiempo que se apagaban las luces. Por suerte para ellos, bajo el agua brillaban unos focos azulados que les indicaban los márgenes y les ahorraban el riesgo de caer al agua.

Xavier se quitó la camiseta y le sacó la lengua a Jordan en la semioscuridad cuando le descubrió observándole:

  • ¿Y tú qué miras?

  • ¿Y si baja alguien?

  • ¿Quién va a atravesar a estas horas esos pasillos del demonio para venir a bañarse?

Se desprendió de los pantalones y se los tiró a Jordan a la cara. Éste los colocó encima de una tumbona y se sentó para desabrocharse los cordones. Pudo ver como la silueta de Xavier se deshacía también de los calzoncillos y, con la polla moviéndose de un lado para otro, echaba a correr por el embaldosado de la piscina. Cuando llegó al borde pegó un saltó sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo y cayó al agua en medio de un estruendoso chapoteo que salpicó a Jordan.

  • ¡Eh! - protestó

Xavier braceó hasta el bordillo y le salpicó aún más.

  • ¡Date prisa!

Jordan acabó de desvestirse y se acercó al agua. Mientras metía un pie con cautela para probar la temperatura, se le ocurrió pensar que no recordaba la última vez que había estado completamente desnudo, sin contar las duchas. Agradeció que la oscuridad no permitiera ver lo rojas que se le habían puesto las orejas y echó el pudor fuera a patadas.

Se sentó al borde y deslizó los pies dentro de la pileta, recreándose en el sonido que hacían al mover el agua tibia. Xavier nadó hasta él y tiró de sus piernas hacia dentro, obligándole a arrastrar el culo hasta el límite del bordillo. Le miró a los ojos desde el agua, y se incorporó hasta tener la polla de Jordan a la altura de la boca. A éste, el aire que salía de la nariz del pelirrojo le hacía cosquillas.

Xavier sacó la lengua y la recorrió con ella toda la longitud del pene de Jordan una única vez. Luego, apoyó las manos en las corvas del chico y, con un nuevo tirón, le obligó a entrar suavemente en la piscina. Jordan se dejó hacer, disfrutando el contacto del agua templada sobre su piel. Aunque llegaba al suelo perfectamente, prefirió rodear la cintura de Xavier con las piernas y pasar los brazos por detrás de su nuca. El pelirrojo subió ligeramente una rodilla para poder sujetarle bien. Jordan hundió la cabeza en el hueco entre el cuello y el pecho lampiño de Xavier y depositó pequeños besos aquí y allá mientras paseaban así, abrazados, por el ancho de la piscina.

Me estoy enamorando de ti, pensó Jordan.

Y, de inmediato, se asustó. El amor nunca había sido, ni debía ser jamás, uno de los ingredientes de su relación. No eran novios, hasta hacía muy poco ni siquiera eran amigos, solo compañeros de fútbol, conocidos del instituto, que, de vez en cuando, follaban como cosacos. Tampoco es que lo hubieran hablado nunca, pero Jordan era consciente de que Xavier no estaba enamorado de él. De hecho, sabía que se acostaba con más gente, y lo cierto es que siempre le había dado igual. En un pacto al que ninguno de los dos había puesto palabras en ningún momento, habían acordado que lo suyo era solo sexo. Quizás ahora fuese amistad y sexo, pero nada más, y a ambos les valía porque no había amor de por medio.

Por eso, el pensamiento que asaltó a Jordan en medio del silencio absoluto de la piscina, solo roto por el vaivén del agua, le asustó. Se removió inquieto y Xavier lo notó. Le separó un poco de su cuerpo y escrutó su cara en la penumbra.

  • ¿Pasa algo?

Jordan negó con fuerza con la cabeza, pero se resistió cuando Xavier hizo ademán de volver a abrazarle. No quería, no podía, volver a pegarse al pelirrojo. No después de que se le pasara por la cabeza la posibilidad de estar enamorándose de él. Aunque tampoco quería alejarse. La situación resultaba casi físicamente dolorosa.

Buscó una solución intermedia: el sexo puro y duro. Apoyó los pies en el suelo y, cogiendo a Xavier del brazo, le llevó rápidamente hasta las escaleras que atravesaban el suelo de la piscina y salían al exterior. Apoyó las rodillas en un escalón y los codos en el siguiente, manteniendo la cabeza fuera del agua.

  • Fóllame ya - pidió

Xavier, ignorante de la tormenta que se acababa de desatar en el interior de Jordan, sólo pudo arquear las cejas, mientras dirigía una mano a su rabo.

  • ¿Y esas prisas? - preguntó, burlón - No te he visto con tantas ganas desde aquella vez en...

Jordan no pudo menos que sonreír a su vez, pillando al vuelo el recuerdo.

  • ¡Pero porque esa vez me comiste el culo como si se fuera a acabar el mundo en el baño de un bar y después te fuiste sin follarme! - le interrumpió - ¿Cómo querías que me quedara?

Pequeñas olas se formaron a su espalda cuando Xavier se sumergió por completo, sin contestarle. Jordan jadeó al notar una humedad muy diferente a la del agua en su culo. Se abrió las nalgas con las manos para hacer más fácil que Xavier enterrara su cara en su raja. El pelirrojo estimuló los bordes de su ano con la lengua, moviéndola en círculos, haciendo una suave presión cada vez que se acercaba a la entrada antes de alejarse de golpe y volver a empezar. Jordan buscaba algo donde agarrarse y, por primera vez en mucho tiempo, gemía a gusto. Nadie iba a escucharlos desde arriba.

Xavier salió a respirar un instante, y después volvió a hundirse. Hizo fuerza y coló la punta de su lengua dentro de Jordan. El grito del más joven de los dos le llegó con claridad pese a estar sumergido. Pequeñas descargas le recorrían la columna vertebral y hacían que viera chispas de colores cuando cerraba los ojos. Xavier comenzó un mete saca lento que pronto tuvo que acelerar para no ahogarse. Subió de nuevo a la superficie un par de veces antes de convencerse de que ya tenía a Jordan lo suficientemente lubricado como para meterle los dedos.

Hecho un guiñapo sobre los escalones, un deshecho de gemidos y de placer, Jordan se retorció de gusto cuando Xavier deslizó el primero en su interior. En vista de la facilidad con la que había entrado, Xavier no tardó en introducir un segundo, buscando ya la próstata del chico. Apenas la rozó, recibió como recompensa el gemido más alto de todos. Jordan, de manera casi involuntaria, llevó las caderas hacia atrás, buscando ensartarse los dedos de Xavier lo más profundamente posible. El pelirrojo no cedió a las prisas. Dilató con cuidado el ano de Jordan, abriendo y cerrando ligeramente los dos dedos que tenía dentro, y metiendo un tercero cuando lo consideró apropiado. Controlaba el placer de Jordan como un maestro titiritero controlaría a una marioneta.

  • Xavier, por favor… - suplicaba Jordan entre gemido y gemido - Por favor…

Exactamente igual que en su sueño, Xavier sacó los dedos de su interior y se colocó detrás de él, que volvió a llevar las caderas hacia atrás para sentir el rabo del pelirrojo sobre su raja. Xavier comenzó a masturbarse sin prisa, poniéndose a punto. Se regodeaba en el poder que tenía sobre Jordan, disfrutaba viendo como su ano boqueaba, pidiéndole que entrara cuanto antes dentro de él. Por su parte, Jordan, que había arrinconado todo pensamiento en un lugar muy recóndito de su cerebro, se excitaba más a cada segundo que pasaba sin que Xavier le follara, se recreaba en el control que el otro ejercía sobre él.

Xavier se acercó aún más y encajó su polla entre las nalgas de Jordan. La frotó arriba y abajo, explorando el límite del otro chico, antes de decidirse a entrar. Apoyó la punta sobre la entrada de Jordan, que retrocedió en el tiempo unas horas cuando le escuchó preguntar:

  • ¿Puedo?

Jordan asintió y cerró los ojos cuando Xavier comenzó a empujar. El glande entró sin problema. En silencio, Xavier siguió haciendo fuerza hasta encajar el resto del tronco dentro de Jordan. Solo se detuvo al rozar las nalgas del chico con su pubis.

  • ¿Estás bien?

  • Muévete.

No necesitó repetírselo. Xavier se dobló sobre la espalda de Jordan y le agarró la polla con la mano izquierda, mientras sujetaba su cintura con la derecha. Acompasó el movimiento de la paja con el de su cadera, primero lento, y después cada vez más rápido. Agradecía que Jordan estuviera tan acostumbrado a su forma y a su tamaño como para no tener que contenerse o preocuparse por si le hacía daño, como las primeras veces que le penetró. Aumentó el ritmo, uniéndose a los gemidos cada vez más escandalosos del otro chico. El agua salpicaba a todos lados yJordan tragaba de vez en cuando, pero nada era relevante al lado de el cielo que se abría ante sus ojos cada vez que la cabeza de la polla de Xavier rozaba su próstata.

  • ¡Ah…! ¡AH! - gimió con fuerza

Xavier le pajeó más rápido. Había pensado en darle una follada lenta mientras le dilataba, lenta, larga y que les llevase a ambos a un orgasmo de esos que te drenan el alma, pero una vez le había clavado el rabo, se le habían olvidado todos los grandes planes.

El ritmo del choque de los dos cuerpos duró unos segundos más antes de que Xavier se corriera en el interior del otro chico con un último empujón y un grito gutural. Apenas un instante después, Jordan arqueó la espalda y se corrió también, abriendo mucho la boca en un gemido silencioso.

Ambos se dejaron caer hacia atrás, dando gracias a la Física por el Principio de Arquímedes del agua, que les permitía flotar en la piscina. Ninguno de los dos tenía muy claro si habrían sido capaces de mantenerse en pie después del orgasmo de haberlo hecho fuera.

Fue Xavier quién captó el movimiento por el rabillo del ojo mientras hacía el muerto. El ruido que hizo al recolocarse en el agua previno a Jordan. De pie entre dos tumbonas, parado sin saber que hacer y vestido solo con un escaso bañador, Hurley Kane les observaba. Jordan se preguntó por tercera vez en un intervalo de tiempo demasiado corto cómo era posible que les hubieran descubierto.

Nota del autor

Buenas de nuevo. Hoy os traigo el tercer capítulo de la saga. Antes de nada, quiero agradecer muchísimo los comentarios del relato anterior, me alegra ver que la mayoría de vosotros compartís mi opinión de que para leer puro sexo, sin historia detrás, es casi mejor irse a PornHub. También me gusta leer que os gusta, es un placer poder crear contenido que la gente disfruta.

Dicho esto. Veréis que me he tomado mi tiempo en subir esta tercera parte. Hay dos motivos directos que lo explican. El primero es que los capítulos me quedan cada vez más largos y que este en concreto me daba mucha pereza escribirlo, demasiadas presentaciones. El segundo y más importante, porque afecta al futuro de la serie, es que ha empezado la universidad, y voy a tener que repartir mi tiempo entre las clases, la vida social, el descanso y la escritura. Se hará lo que se pueda.

Solo me queda añadir que espero que el capítulo satisfaga la espera y que, ahora que ya he presentado a mi personaje favorito, los siguientes también lo hagan.

Un gusto leeros, como siempre.

Shadow Ankley