Gol a gol.

Quince adolescentes son convocados por su país para formar una selección de fútbol de jóvenes promesas. Partido a partido, gol a gol, los quince chicos de la concentración verán nacer alianzas, relaciones y promesas. Todo ello aderezado, desde luego, con mucho sexo.

Nathan Swift se miró por enésima vez en el espejo del baño de la habitación 105. El traje gris de corte italiano le sentaba bien. La chaqueta, ligeramente ceñida en forma de uve a la altura de las costillas le quedaba como un guante, así como los pantalones, cuyo dobladillo su madre se había ocupado de coger antes de enviarle en un avión en dirección a la Argentina. La corbata, del mismo tono que el traje, caía con gracia sobre la camisa blanca.

Objetivamente, se repitió, le sentaba bien.

Subjetivamente, lo odiaba.

Nervioso, se desabrochó y se volvió a abrochar el botón superior de la chaqueta. Quizá fuera por el pelo; por primera vez en mucho tiempo, se arrepentía de llevar las puntas teñidas de vistoso azul. Probó a ponérselo detrás de las orejas, pero la mirada que le dirigió el reflejo de Caleb Stonewall, despatarrado en la cama a su espalda, fue suficiente para que decidiera recurrir a su usual coleta alta.

  • Estás espectacular, querido - le sonrió Caleb, mordaz, cuando por fin salió del baño

Nathan frunció el ceño. No sabía muy bien a qué atenerse con Caleb Stonewall. Llevaban dos noches compartiendo habitación, pero sabía tanto de él como el primer día. No hablaba apenas y, cuando lo hacía, sus intervenciones bailaban siempre sobre la delgada línea entre lo burlón y lo cruel. Se pasaba las horas muertas tumbado en la cama, con el móvil o devorando algún libro que hubiera cogido del salón en la postura más extraña imaginable. Ante esa actitud, y sin haber oído ni una sola palabra amable hacia el centrocampista del resto de los chicos convocados (sabía que a Xavier y a Jordan les caía mal, y no había olvidado el altercado del primer día entre Caleb, David Samford y Jude Sharp), Nathan se había decantado por la fría indiferencia. No hablaba con él más de lo necesario e ignoraba sus provocaciones.

  • ¿Nos vamos ya? - preguntó

  • Te sorprenderá saber que, aunque tú hayas tardado más que |comparación guay|, hay alguien que todavía va a tardar más - respondió Caleb, señalando con un gesto al tercero de sus compañeros de cuarto

Jack Wallside miró a Nathan como pidiendo ayuda y Nathan se apretó el puente de la nariz con el índice y el pulgar de la mano izquierda.

  • Pero, Jack, ¿no te probaste el traje antes de venir?

El enorme defensa negó con la cabeza y fue a sentarse en su cama, derrotado. Antes de que pudiera apoyarse sobre el colchón, sin embargo, las costuras de la chaqueta hicieron un ruido desagradable y Jack se apresuró a ponerse en pie, no queriendo forzar aún más unas prendas ya de por sí al límite.

El traje le quedaba exageradamente pequeño. Parecía que los brazos y los hombros de la chaqueta iban a estallar, y los pantalones se resistían a cerrarse en torno a su cintura.

  • Vamos a ver, ¿cuántos años tenías cuando te pusiste el traje la última vez?

Jack agachó la cabeza y murmuró algo.

  • ¿Cuántos?

  • Trece - repitió, más fuerte - En la comunión de mi hermana.

  • ¿Y cómo se te ocurrió pensar que te seguiría cabiendo? - dijo Caleb, soltando una carcajada - ¿Es que no hay hueco para un poco de cerebro en un cuerpo tan grande?

  • Ya vale - le dijo Nathan, cortante

Jack era un muchacho gigante, verdaderamente grande, y sin duda el que más imponía de todos ellos, pero desde la primera noche, en cuanto Nathan hubo cruzado dos palabras con él, se dio cuenta de que debajo de la coraza física se escondía un muchacho sensible y, sobre todo, muy, muy inseguro. Al fin y al cabo, no tenía más que dieciséis años recién cumplidos, y no ayudaba que Caleb, a punto de cumplir los dieciocho, se metiera con él a cada oportunidad.

  • ¿Qué hago?

  • No lo sé - Nathan negó con la cabeza, mordiéndose el labio - No hay nadie más aquí que vaya a tener tu talla… Y aunque lo hubiera cada uno se ha traído sólo su propio traje.

  • ¿Y si avisamos a la entrenadora?

  • ¿Qué puede hacer ella?

Nathan consultó la hora en su móvil.

  • Bueno, todavía es pronto. Son las cinco y cuarto. A lo mejor te puedes acercar al centro de la ciudad y comprarte algo antes de la ceremonia, no empieza hasta las seis y media. El bus nos recoge a las cinco y media, pero es sólo para asegurarse de que llegamos bien. He mirado y apenas se tardan veinte minutos desde aquí hasta el Hotel Hilton.

Jack negó con la cabeza varias veces.

  • No, no. No es buena idea.

  • ¿Por?

  • No lo es.

  • ¿Qué vas a hacer si no?

  • Puedo ir así, tampoco está tan mal… ¿No? - preguntó esperanzado

Nathan arrugó el entrecejo, intentando entender. En ese momento, llamaron a la puerta de la habitación. Antes de que ninguno de los tres pudiera contestar, Mark la abrió de par en par y asomó la cabeza dentro.

  • ¡Hola! Bajamos ya, ¿venís?

Nathan se olvidó por un momento de Jack para centrarse en el nuevo desastre estilístico. Mark llevaba un esmoquin negro con pajarita a juego, zapatos negros y lustrosos, gemelos plateados… Y la dichosa banda naranja en el pelo. Nathan habría puesto la mano en el fuego a que solo se la quitaba para ducharse, pues estaba bastante convencido de que dormía con ella.

  • Mark, ¿vas a ir con la banda?

  • Claro - sonrió, como si fuera lo más evidente del mundo - Me la dio mi abuelo, y no me la pienso quitar hasta que ganemos el Torneo.

  • Menuda confianza…

  • ¡Es que vamos a ganar!

  • Lo qué tú digas - contestó Nathan, pero no pudo evitar que se le pegara la sonrisa de Mark

  • Bueno, ¿venís?

  • Eh… - miró a Jack, dubitativo. El defensa asintió con la cabeza - Sí, claro, bajamos con vosotros.

Mientras Nathan dejaba que Mark le arrastrara pasillo abajo, Jack ahogó un suspiro e hizo un último intento (infructuoso) por abrocharse el pantalón. Lenta y pesadamente, cruzó la habitación, pero antes de que pudiera salir, Caleb se interpuso en su camino. Con una mano, cerró la puerta y luego se dejó caer sobre ella, bloqueándole el paso.

Jack mantuvo la distancia. Allí donde a Nathan simplemente no le inspiraba confianza, a él Caleb Stonewall directamente le daba miedo. Le asustaban su lengua afilada y, sobre todo, sus comentarios certeros y despiadados. Para evitar ser blanco de sus burlas, trataba de no quedarse nunca a solas con él, pero no había previsto qué hacer en caso de que, como acababa de pasar, Caleb le buscara a propósito.

El centrocampista le contempló unos instantes, con curiosidad y malicia a partes iguales.

  • ¿Por qué no te quieres comprar un traje? - preguntó, a bocajarro

  • No, por nada - respondió Jack, evitando su mirada

Caleb chasqueó la lengua.

  • ¿Tantas ganas tienes de hacer el ridículo delante del mundo entero?

  • ¡Claro que no! - exclamó, antes de volver a su tono apocado - Pero es que los trajes son muy caros.

Caleb parpadeó, pillado por sorpresa.

  • ¿Vas a ir a la gala con un pantalón que no cierra porque no tienes pasta? - Jack asintió, ruborizándose - ¿Tus padres no te dieron dinero cuando te enviaron aquí?

  • Bueno, sí que me dieron un poco.

  • ¿Cuánto?

  • No importa.

  • Quiero saberlo - insistió Caleb, inquisitivo - ¿Cuánto?

  • Sesenta - murmuró Jack, los ojos clavados en la moqueta gris

  • ¿Sesenta? ¿Te vas dos meses a Argentina y tus padres te dan sesenta euros? - Caleb rió - No deben de quererte mucho.

  • ¡No es eso! - se defendió Jack

  • ¿Entonces?

  • Es que somos seis hermanos y… Tampoco hay tanto dinero en casa. Hay que repartir, ¿sabes? Los uniformes del colegio, los libros, la comida; hay cosas más importantes que que yo quiera jugar al fútbol.

Caleb le evaluó con la mirada, para acabar diciendo, algo más serio de lo habitual:

  • Ya me jodería ser tú.

Jack agachó la cabeza, renunciando a contestar. Caleb se hizo a un lado con parsimonia y le abrió la puerta de la habitación. Jack salió y Caleb se encargó de cerrar con llave.

  • Aunque sea, sácate la camisa por fuera para que no se vea que el pantalón no abrocha.

Jack lo hizo y ambos enfilaron el pasillo en dirección a las escaleras.

···

Les estaba esperando el mismo bus que les había traído del aeropuerto el primer día, con sus flamantes rojo y amarillo estampados en el costado.

  • Si llegáis a tardar dos minutos más me quedo como Jack en el puto Titanic - saludó Xavier a Mark y a Nathan, con las manos escondidas en las axilas

Hurley, Shawn, Jordan y él estaban apoyados contra el autobús. Xavier, Jordan y Shawn llevaban traje negro, los dos últimos con corbata y Xavier con pajarita. Hurley, por su parte, había elegido algo más informal: unos chinos azul noche y una americana a juego.

  • ¿Qué hacéis ahí? - preguntó Nathan acercándose a ellos

Xavier y Jordan se hicieron a un lado y le dejaron ver la rejilla tras la cual se escondía el motor del autobús, que ronroneaba suavemente y emitía un agradable calorcillo.

  • Míralos qué listos - dijo Nathan

  • Todo lo listos que quieras - comentó Axel Blaze, apareciendo a su lado, - pero se les va a acabar reconociendo por el olor como no se aparten de ahí.

  • Era esto o morir de hipotermia, Blaze - dijo Xavier

Axel había elegido un elegantísimo esmoquin negro, que quizá habría recordado al de Mark de haberlos visto colgados juntos en una percha. En los chicos, en cambio, eran dos prendas distintas. Mark parecía ir disfrazado, parecía un niño al que le hubieran asignado el papel de galán en una obra de teatro del colegio, con el traje como parte del vestuario. Se removía constantemente, incómodo, y todos los demás eran conscientes de que estaba deseando quitarse la pajarita de un tirón, deshacerse de los zapatos y calarse los guantes de portero para irse a jugar al fútbol. Axel, por su parte, bien podría haber nacido con el esmoquin puesto de lo bien que le quedaba. Daba la sensación de que era su ropa de diario, y a Nathan le costó invocar la imagen del delantero en chándal.

  • ¡Chicos! - llamó la voz de la entrenadora Schiller desde la puerta del autobús - Vamos a ir subiendo.

Nathan se aflojó un poco la corbata y se acercó a Mark.

  • Oye, Mark, ¿te sientas conmigo?

El portero se rascó la nuca, esbozando una sonrisa culpable.

  • Vaya, lo siento. Justo le acabo de decir a Axel que si nos sentábamos juntos.

  • Ah, no te preocupes - se apresuró a responder Nathan - Total, son veinte minutos.

  • ¡Claro! - le sonrió Mark, dándole un suave apretón en el hombro - Vamos juntos a la vuelta, ¿vale?

Nathan asintió. Ambos subieron los tres escalones que daban acceso al interior del autobús y el defensa echó un vistazo a su alrededor para buscar donde sentarse mientras Mark corría al lado de Axel. Al ver que Xavier y Hurley se habían sentado juntos, supuso que Jordan, que siempre iba con el pelirrojo, se habría quedado tan solo como él. Le localizó en el asiento del pasillo justo en la fila de detrás de Mark y Axel.

  • ¿Me puedo sentar aquí? - preguntó

  • Eh… - dudó el centrocampista - Bueno, se lo estaba guardando a Xavier.

  • Pero si acabo de verle ahí delante, con Hurley.

  • ¿Cómo? - preguntó Jordan, poniéndose en pie

Había entrado el primero, y se había apresurado a coger un buen asiento para Xavier y para él. Tan concentrado había estado en esa labor, que no se había dado cuenta de que Xavier había subido poco después que él y de que se había dejado caer al lado del defensa canario.

  • ¡Xavier! - llamó, y el delantero giró la cabeza varias filas más adelante

  • ¡Ostias! - exclamó el pelirrojo, al ver la situación - Joder, ni me había fijado en que me lo estabas guardando.

  • No, ya veo - forzó una sonrisa

  • ¡Lo siento! Oye, no te importa que me quede aquí, ¿no? Por no movernos más.

  • Qué va, qué va. ¡Quédate!

  • ¡Lo siento! - repitió Xavier, regalándole una sonrisa antes de girarse de nuevo

Jordan se volvió hacia Nathan, que había contemplado el intercambio con curiosidad.

  • Pues nada, parece que puedes sentarte. ¿Quieres pasillo o ventanilla?

  • Me da igual. Me imagino que tú prefieres pasillo.

  • No especialmente. Lo que pasa es que a Xavier sí que le gusta más la ventana, así que se la suelo dejar.

  • Qué caballeroso - rio Nathan - A mí de verdad que me da igual, así que si te quieres sentar en la ventanilla aprovechando que él no está, adelante.

  • Me gusta esa idea.

Jordan se desabrochó el cinturón y se movió al asiento de su derecha al tiempo que Nathan se sentaba en el del pasillo. Ninguno de los dos dijo nada durante un momento. Se habían caído bien al conocerse, pero todavía no se tenían la suficiente confianza y no ayudaba que ambos supieran que el otro hubiera preferido la compañía de alguien más antes que la suya. Por suerte para ellos, Byron Love llegó justo a tiempo para evitar que el silencio se volviera incómodo.

  • No te quiero creer - murmuró Nathan, con los ojos clavados en el cristal de la ventana

  • ¿Qué…? - comenzó Jordan, antes de cortarse al ver lo que el defensa había visto

Byron bajaba a buen paso las escaleras de la entrada principal del centro en dirección al autobús, las manos en los bolsillos y la cortina plateada que tenía por cabello volando tras él. Nathan supo de inmediato que el centrocampista con apariencia de ángel acababa de ganarle a Axel la silenciosa competición de “mejor vestido de la noche”. A fin de cuentas, un traje blanco siempre es arriesgado, pero, si sale bien (y a Byron Love le había salido muy bien) eclipsa cualquier otro intento de elegancia.

Cuando Byron, el último en llegar, se hubo sentado al lado de Shawn Frost, arrancaron. El ambiente era animado, bullicioso, recordaba al que reina en los autobuses de las excursiones de instituto. De hecho, alguien hizo intento de empezar a cantar la tan conocida tonadilla de: “Mark se ha hecho pis en el saco de dormir”, pero no triunfó.

Pararon frente al Hotel Hilton, en el Boulevard Macacha Güemes, a las seis menos cuatro minutos, solo con seis de retraso sobre el horario previsto por Nathan. Bajaron del autobús y la entrenadora Schiller, que llevaba un elegante traje con falda y chaqueta a cuadros, les repartió las acreditaciones que les daban acceso a la ceremonia de apertura del torneo.

  • ¿Quién falta? - preguntó la señorita Travis, contándolos con los ojos

Jude Sharp, que llevaba las rastas sujetas en una coleta alta y una corbata a juego con los cristales verdes de sus gafas, apenas tuvo que echar un vistazo a su alrededor.

  • Falta Caleb Stonewall.

Las dos mujeres cambiaron una mirada.

  • ¿Es el mismo que la lió en el aeropuerto de Madrid, no? - preguntó la señorita Travis

Schiller asintió.

  • ¿Quién iba sentado a su lado en el bus? - preguntó a los chicos

  • Creo que nadie - respondió Nathan

  • ¿Cómo? ¿Y eso por qué?

Más de uno se aguantó las ganas de replicar que porque era un subnormal y nadie quería sentarse con él. Jude, que había ido junto a David Samford, contestó por ellos:

  • Porque somos impares. Alguien tenía que quedarse solo.

  • Entiendo… Camelia, ¿los llevo yo dentro y tú te quedas esperándolo? - la señorita Travis asintió - De todos modos, mañana por la mañana hablaré con él, no pienso consentir esta falta de compromiso.

Jordan buscó los ojos de Jude detrás de las gafas, y el Emperador Táctico le dirigió una leve inclinación de cabeza. Si Caleb se las arreglaba él solo para que le echaran del equipo, no tendrían que intervenir. Los catorce chicos siguieron a la entrenadora a través de la puerta giratoria que daba acceso al interior del hotel.

Les recibió un resplandor dorado que salía de las barras de luz con las que habían cubierto las paredes, acrecentado por los cristales que componían el techo del vestíbulo. Shawn Frost dio una vuelta sobre sí mismo, la bufanda que prendía de su cuello sobre la camisa girando con él. Habiendo pasado toda su vida en un pueblo con 312 habitantes censados, siempre que visitaba una gran ciudad quedaba asombrado por su magnificencia. Hurley tuvo que sujetarle por el hombro para que no se chocara contra una enorme columna, y le guió hasta uno de los numerosos sofás de cuero que había en el centro de la sala.

No obstante, Shawn no era el único que se había quedado boquiabierto ante el esplendor del Hotel Hilton. Incluso los chicos que habían crecido en las grandes ciudades de España, todos miraban a su alrededor, abrumados por el esplendor del hotel. Una cosa es que vivieran en ciudades, y otra muy distinta que en su día a día tuvieran acceso a los lujos que éstas ofrecían a turistas adinerados y a famosos. Ninguno de ellos había estado nunca en el Ritz de Madrid o en el Palace de Barcelona y, aún vestidos para la ocasión, se sintieron ligeramente fuera de lugar.

Les entregaron unos panfletos con el programa que en realidad podría haberse resumido perfectamente en dos puntos: la ceremonia de apertura y la cena de bienvenida. Con un último vistazo a la recepción, caminaron sobre los suelos alfombrados hasta el salón de conferencias del hotel, agradecidos por la calefacción de los pasillos que tanto echaban de menos en el complejo donde estaban alojados.

La sala estaba ya parcialmente llena. Distintos grupos de jóvenes de todas las alturas y colores ocupaban los asientos de terciopelo rojo, hablando animadamente entre ellos en sus respectivos idiomas. Solo un grupo de muchachos, junto a su cuerpo técnico, estaba completamente inmóvil en su fila, todos con la vista clavada en el escenario que se abría imperial ante sus ojos.

  • ¿Y esos quiénes son? - murmuró Jordan

  • Inglaterra - repuso Jude Sharp a su lado

  • ¿Cómo lo sabes?

Jude le quitó el panfleto de la mano y le dio la vuelta. En el dorso, se extendía un mapa con la localización de cada una de las selecciones en la sala de conferencias.

  • Dan miedo…

  • Venga ya - intervino Hurley - Si aún no hemos jugado contra ellos.

Mark miraba de un lado a otro, incapaz de detenerse en algo concreto.

  • ¡Mirad, allí está Argentina! - señaló al grupo anfitrión, sentado en primera fila - ¿Creéis que serán tan buenos como la selección absoluta? Podríamos ir a conocerles… ¡O a los italianos! Seguro que somos capaces de entendernos.

  • No han llegado aún.

  • Bueno, pues cuando lleguen. ¿A quién tenemos al lado? ¿Dónde he dejado mi programa?

  • Mark, cálmate - le dijo Axel

Observaba a sus rivales con cautelosa curiosidad, pero también con una pizca de orgullo, como si se supiera capaz de vencerlos a todos aún sin haberles visto aún con un balón en los pies.

  • ¡Es que estoy tan emocionado! - siguió Mark, con los ojos brillantes

Emocionados estaban los catorce, pero el portero era el único que no se sentía ni un poco intimidado. El resto de convocados lo expresaban cada uno a su modo, pero todos habían sentido de repente una losa de presión depositarse suavemente sobre sus hombros. Quizá por primera vez habían sido conscientes de dónde estaban y de que, en el Torneo Juventud, perder un partido no se arreglaba con ver que, de vuelta a casa, había croquetas para cenar.

A Jordan la saliva se le había vuelto cemento en la boca, a Scott Banyan le sudaban las manos, Jude intentaba hacerse una imagen mental de cómo serían todos y cada uno de los chicos de la sala como jugadores. Jack temblaba.

  • T-Tengo que ir al baño - musitó, antes de escabullirse por la puerta por la que habían entrado

Le preguntó a una muchacha con vestido amarillo que dónde estaban los aseos, y siguió las indicaciones que ella le dio… ¿en español? Entró a uno de los cubículos y no tuvo que desabrocharse el pantalón para bajárselo. Fuera, en los lavabos, dos chicos conversaban en algo que le sonó a francés. Cuando acabó, descorrió el pestillo y se acercó a lavarse las manos. Evitó contemplar su reflejo en el espejo. Cuanto menos pensara en el traje pequeño, más fácil le sería ignorarlo.

  • Justo a quien yo quería ver - dijo alguien a su lado

Caleb Stonewall se apoyaba en el secador.

  • ¡Caleb! Te estaban buscan…

  • Ya, ya. Acaba de ir Travis a avisar a la entrenadora de que ha encontrado a la negra y díscola oveja de este equipo - dijo, en todo dramático

Los dos chicos franceses comentaron algo, observando el traje apretado de Jack y la cabeza rapada de Caleb con un aire de superioridad, y rompieron en una carcajada. Caleb les dirigió una mirada asesina.

  • Tendríamos que volver - dijo Jack, evitando el contacto visual con los franceses

  • Sí - confirmó Caleb, mirando la hora en su móvil -, deben de estar a punto de empezar. Pero antes, toma.

Le lanzó una prenda negra que Jack cogió al vuelo.

  • ¿Qué es…? - la desplegó frente a sí

Sus manos sostenían una chaqueta de traje de considerables proporciones.

  • Vamos, póntela y volvemos.

  • ¿De dónde la has sacado?

Caleb se encogió de hombros.

  • La he comprado. Te habría cogido también los pantalones, pero no estaba seguro de la talla y, para pasar de muy pequeños a muy grandes, mejor que no. De todos modos, con la camisa por fuera no se nota tanto.

Jack le miraba con los ojos muy abiertos. ¿Dónde estaba la trampa? ¿Había trampa? ¿Caleb Stonewall había desaparecido del autobús sin decírselo a nadie para ir a comprarle una chaqueta decente? ¿A él? ¿¿Caleb Stonewall?? El centrocampista movió una mano ante su cara, haciéndole una mueca.

  • Vamos, ¡espabila! No te quedes ahí mirándome como si fueras tonto o me convencerás de que lo eres.

El enorme defensa se deshizo de la ridícula chaqueta que llevaba puesta y se puso la que le había traído Caleb. Olía a limpio, a nuevo. Se miró en el espejo, girando la cintura para verse la espalda.

  • ¡Venga! - le apremió Caleb, mientras los franceses volvían a reírse

Ambos salieron del baño sin decirse nada, pero, cuando Jack enfilaba el pasillo en dirección a la sala de conferencias, Caleb se detuvo y le llamó de nuevo.

  • Dame la chaqueta vieja.

  • ¿Qué?

  • Que me la des. Vamos, que no tenemos tiempo.

Jack retrocedió y le dio la chaqueta. El otro sonrió con malicia y pasó una de las mangas por el picaporte de la puerta del baño. La otra la cruzó por detrás de una tubería de radiador que viajaba por la pared y luego hizo un nudo apretado con ambas. Probó a hacer fuerza en el picaporte, pero éste no se movió ni un centímetro.

  • Ya está - sonrió - Vámonos.

Jack le sujetó por el brazo con su manaza y Caleb puso los ojos en blanco.

  • ¿Ahora qué?

  • Gracias por la chaqueta. Aunque no hayamos empezado con muy buen pie, de verdad que te lo agradezco.

Caleb se desasió.

  • No empieces con moñerías, que ya eres mayorcito. Sólo te la he comprado para que no nos dejes en ridículo a los demás, ¿entiendes? - mintió, con las orejas coloradas

Ya, claro. Jack no contestó. Si a Caleb le daba vergüenza que la gente supiera que podía ser una persona decente, no iba a ser él quien insistiera.

Unos ruidos a su espalda les hicieron volverse. El picaporte temblaba con violencia, empujado desde dentro, pero el nudo de la chaqueta no parecía querer ceder. Les llegaron unas airadas voces francesas. Caleb se acercó a la puerta y les dijo algo en perfecto francés. Aunque Jack no entendía el idioma, pudo hacerse a la idea del mensaje por los gritos y golpes que le respondieron.

  • ¡Y la tuya, por si acaso! - exclamó Caleb, de vuelta al español, antes de girarse hacia Jack y hacerle un gesto con la cabeza

Con una sonrisa satisfecha en el rostro, ambos echaron a correr por el pasillo.

···

Las luces de la sala de conferencias se apagaron tan solo dos minutos después de que ellos dos llegaran. El vocerío fue bajando de volumen, convirtiéndose en un murmullo sordo antes de apagarse por completo. Un foco azulado iluminó el escenario, y el mismo hombre de gafas de pasta negra y cejas pobladas que había dado el nombre de los seleccionados en la televisión española subió a él. Le dio unos golpecitos al micrófono y carraspeó con fuerza antes de comenzar a hablar.

Con su marcado acento argentino, les dio la bienvenida con entusiasmo, y empleó media hora en hablar sobre la gran labor que iba a hacer el torneo por las relaciones entre las distintas federaciones de fútbol del mundo. Mencionó que los jóvenes convocados eran algo así como los “mensajeros de la ilusión”, lo que fue recibido con una risita mal contenida por parte de la horda de adolescentes que escuchaba sus palabras, y después le cedió el turno a otro hombre, que tuvo que bajar ligeramente el micrófono para llegar a él.

  • ¿Cómo se enteran los que no hablan español de lo que está diciendo? - le susurró Nathan a Jordan

  • Ni idea. ¿A lo mejor lo repiten luego en inglés?

  • Qué va - intervino Xavier, al otro lado de Jordan -, ¿no veis que llevan todos cascos? Me imagino que se lo estarán traduciendo en el momento.

  • Tiene sentido.

La entrenadora Schiller les chistó desde el extremo de la fila al ver que el segundo hombre que había subido al escenario tomaba la palabra. Los tres chicos separaron las cabezas y se dispusieron a prestar atención.

  • Buenas tardes a todos. No creo que pueda añadir nada que mejore lo que ha dicho mi compañero Diego, así que nada añadiré. Sin más dilación, procederemos al sorteo de selecciones para la fase de grupos.

Se armó un revuelo generalizado.

  • ¿Van a hacer el sorteo ya? ¿No se supone que esto era solo la bienvenida? - preguntó Nathan

  • ¡Pero si no dice nada en el programa! - exclamó Hurley, mirando el panfleto por todos lados

  • ¡Eso es que vamos a empezar a jugar muy pronto! - saltó Mark

Hasta la entrenadora parecía sorprendida. En el resto de la sala, la mayoría de países estaban en su misma situación. Los chicos se gritaban unos a otros, intentando averiguar por qué nadie les había dicho que se iba a sortear la fase de grupos, mientras que los cuerpos técnicos encargados trataban de explicarles que ellos tampoco estaban enterados.

Casi todos miraban a su alrededor con suspicacia, pillados por sorpresa, pero había un par de grupos que no se habían inmutado.

  • Lo sabían - murmuró Jude, sus ojos fijos en la selección inglesa, que esperaba impaciente a que el resto volviera a sus asientos y diera comienzo el sorteo

  • Parece que las gafas esas no te ayudan a ver tanto como deberían - suspiró Caleb, apoyado en el respaldo de su asiento - Los ingleses no son los únicos.

Jude, muy a su pesar, siguió la dirección de la mirada del otro centrocampista, sin dignarse a contestar. Brasil. Francia. Japón. Buscó los ojos de la entrenadora Schiller, que observaba el escenario, irritada.

  • Por favor, por favor - llamó el hombre del micrófono antes de que Jude pudiera preguntar - Calma, por favor. Trabajamos con un horario bastante ajustado, y si no llegáis a tiempo a la cena tendremos problemas con los de la cocina - soltó una risita nerviosa

Tuvo que llamarles la atención dos veces más para conseguir que se hiciera el silencio de nuevo. Una vez recuperado el orden, presenciaron cómo dos mujeres empujaban desde un extremo del escenario hasta el centro del mismo los cuatro bombos de los que saldrían los grupos.

  • Todos conocéis el sistema. Hay treinta y dos selecciones clasificadas para el Torneo Juventud, repartidas en los bombos de acuerdo a una serie de criterios. Se formarán ocho grupos de cuatro países, cada uno procedente de uno de los bombos, y se disputará una liguilla interna en cada grupo que permitirá a los campeones clasificarse para los octavos.

  • Exactamente igual que el mundial - comentó Nathan

  • Bien - continuó el hombre del escenario -, comencemos.

Observaron expectantes cómo sacaban la primera bolita del primero de los bombos. El hombre se aclaró la garganta y leyó:

  • Bélgica.

Un murmullo recorrió la sala, mientras el sector en el que estaba sentada la selección belga se removía, intentando ver a los integrantes del país que encabezaría el grupo A. Éstos sonreían, entre nerviosos y desafiantes. El hombre del escenario sacó la segunda bola, y luego la tercera, la cuarta, y la quinta. A la sexta bola, salió España.

  • Grupo F - dijo Mark, remarcando lo evidente - Es un buen grupo.

El sorteo siguió con los otros tres bombos durante quince minutos más. Después, el hombre del escenario repitió una última vez cómo habían quedado cuadrados los grupos mientras la organización los proyectaba en una pantalla enorme a su espalda.

  • Grupo F: España, Suecia, Chile y la República Democrática del Congo.

Cuando hubo acabado de enumerar los ocho grupos, las luces se encendieron y se abrieron las puertas. Las distintas selecciones se pusieron en pie, algunas más alegres y otras menos por el grupo en el que les había tocado, y se encaminaron por los pasillos hacia el gran comedor en el que estaba esperándoles la cena.

  • Bueno, parece un grupo asequible, ¿no? - dijo Jordan

Shawn asintió a su lado.

  • Si lo más complicado que hay es Suecia, entonces es un grupo fácil - afirmó Hurley

  • Los que peor lo tienen son los del grupo G - dijo Axel Blaze, ajustándose el cuello de la camisa

  • El de Argentina y Croacia, ¿no?

  • Sí. La verdad es que no entiendo cómo han acabado en el mismo grupo.

  • Y ni siquiera son solo ellos - intervino Xavier, pasándole un brazo por los hombros a Jordan - Tienen a Senegal, que es probablemente la selección más fuerte de todo África.

  • ¿Crees que Senegal es mejor que Nigeria? - le preguntó Shawn

  • Sin duda. Y, actualmente, con Sadio Mané, más.

  • Yo tampoco subestimaría al Congo - comentó Nathan, acercándose a ellos desde detrás - No creo que esté tan abajo en el ranking de selecciones africanas.

  • Bueno, pero estamos de acuerdo en que la mayor amenaza para nosotros es Suecia, ¿verdad?

  • Verdad.

  • De todos modos - habló Byron -, vosotros estáis pensando en la fuerza de los países según lo que han hecho sus selecciones absolutas. ¿Qué os dice que un grupo de chavales que no han competido nunca de manera oficial vayan a tener la misma calidad que Messi o Maradona, por muy argentinos que sean?

  • Ostia, pues no es ninguna tontería - dijo Hurley - ¿Os imagináis que Brasil cae en fase de grupos?

  • No pasará - aseguró Jude Sharp, apareciendo junto a Samford de entre la multitud que avanzaba hacia el comedor

  • ¿Y eso por qué? - preguntó Byron

  • Porque los países con buenas selecciones absolutas, que son los mismos que marcan la historia de los campeonatos internacionales, dan muchísima importancia al fútbol - dijo, como si con eso lo explicara todo

  • No entiendo - dijo Nathan

Jude se subió las gafas con el dedo corazón de la mano izquierda.

  • Evidentemente, no hay un gen particular en los alemanes o en los brasileños que los haga buenos con el balón; por fuerza, el número de talentos ocultos del fútbol tiene que ser proporcional a la población de cada país. Sin embargo, es mucho más fácil descubrir esos talentos en países donde el fútbol es parte del día a día y tiene un enorme valor que en aquellos en los que no. Si no fuera así, un país como Estados Unidos, con 330 millones de habitantes, sería capaz de producir una de las selecciones más fuertes del mundo, pero no lo hace. ¿Por qué? Porque los deportes importantes son el baloncesto y el fútbol americano, no nuestro fútbol.

  • O sea - dijo Jordan -, que tú dices que los países con buenas selecciones absolutas también tendrán buenas selecciones de novatos porque…

  • Porque hay más chicos que desde pequeños quieren jugar al fútbol, porque se presta más atención a los talentos precoces, porque empiezan a entrenar desde mucho antes… Y por otra larga lista de razones en la misma línea.

Los ocho se quedaron callados, asimilando lentamente.

  • ¡Avanzad los de delante, que estáis atascando esto! - les gritó la entrenadora Schiller

Se apresuraron a ponerse en marcha, abriéndose paso entre el resto de la gente. Hurley se pasó una mano por la frente, observando alejarse la nuca de Jude desde su metro noventa de altura.

  • Cada vez que abre la boca me doy cuenta de que no tengo ni la mitad de neuronas que él - dijo

Nathan, Shawn, Xavier, Jordan y Axel asintieron. Byron esbozó media sonrisa.

  • Jude es un genio - afirmó David Samford, que había sido separado del otro chico por una fila de ruidosos filipinos. Los siete se sobresaltaron, la mayoría de ellos no habían escuchado hablar al chico del parche todavía - Pero lo ha sido siempre, vamos. Con trece años, que fue la edad a la que yo le conocí, ya hablaba así, ya razonaba así. Su cerebro va dos pasos por delante del de los demás...

  • Y, sin embargo, se equivoca - interrumpió Caleb Stonewall, adelantándoles. Sin mirarles, dijo -. Brasil pasará de fase de grupos, pero no por su gran tradición futbolística.

Le perdieron entre la muchedumbre, pero ninguno hizo ademán de ir tras él.

  • ¿Y a este qué le pasa? - preguntó Hurley

  • Que, para compensar la balanza - dijo David Samford, con rencor mal contenido -, si iba a haber alguien tan brillante como Jude, no quedaba más remedio que que hubiera alguien tan gilipollas como él.

  • Bueno, calma, calma. - pidió Byron - Algo bueno tendrá.

  • Yo también lo creo - apostilló Jack Wallside, en tono apenas audible

  • Pero eso es porque tú creerías que hasta el mismísimo demonio no es tan malo - dijo Nathan, dándole unas palmaditas en el costado, al no llegar a su hombro - Oye, ¿y esta chaqueta? ¡Al final te las arreglaste para conseguir una!

  • Sí, bueno. Larga historia.

  • ¿Qué ha pasado? - quiso saber Nathan

  • Esperad - cortó Jordan -, contadlo luego, que ya entramos.

Una vez en el comedor, superada la aglomeración de la puerta, vieron un panel enorme en el que, al igual que antes en el panfleto, se indicaba la distribución de las selecciones. Habían colocado treinta y dos mesas alargadas, una para cada uno de los treinta y dos países clasificados para la competición, y una redonda en el centro con tres pisos repletos de bandejas con la más exquisita variedad de canapés. Al pasar junto a ella de camino a la que les habían asignado, Hurley alargó la mano y cogió una tartaleta de ensaladilla con huevas y se la metió entera en la boca.

  • Yo me voy a morir de hambre como pretendan que nos alimentemos solo de esto - bromeó después de tragar

  • Mucho me temo que va a ser así - contestó Xavier, totalmente en serio, mirando a su alrededor a ver si veía otra fuente de comida

  • Joder, pues esperad - se detuvo junto a la mesa - Me llevo otro para el camino.

Contempló las hileras de montaditos de todos los colores y formas, sopesando cuál de ellos tendría más valor nutritivo. Tras unos momentos de indecisión, se decantó por uno que parecía un pedazo de butifarra sobre puré de patatas (más tarde averiguaron que era thüringer rostbratwurst, salchicha característica de la ciudad alemana de Erfurt, sobre cama de chucrut).

  • Podrías esperar a llegar a la mesa antes de empezar a comer, ¿no te parece? - dijo una voz femenina tras ellos

Hurley dio un respingo al oírla y giró ciento ochenta grados sobre sí mismo. Contempló durante un segundo la figura de una muchacha de pelo rosa chicle recogido en un moño y vestido amarillo antes de darle el canapé a Mark, que lo cogió sin saber muy bien qué hacer con él, y lanzarse a sus brazos.

  • ¡¡Tori!!

Jordan y Xavier se buscaron de reojo. Así que esta era la famosa Victoria Torres, la hija del presidente de las Canarias, la novia de la que Hurley les había hablado la primera noche en la piscina. La chica con la que tenía una relación abierta que le había valido las críticas de la prensa rosa. Tori.

  • ¿Se conocen? - preguntó Jack sobre ellos

  • Es su novia - repuso Jordan - ¿Tú la conoces de algo?

  • No, no, qué va. A ver, antes me he cruzado con ella y me ha dicho dónde estaba el baño, pero nada más.

  • Bueno, pues ya la conoces más que nosotros.

Al lado de la mesa de la comida, Hurley miraba a Tori Torres como si no acabara de creerse que estuviera en la misma habitación que él.

  • ¿Qué haces tú aquí? ¿Cuándo has llegado? - le frotó los brazos desnudos con inmenso cariño - Estás preciosa, por cierto.

  • Gracias - le sonrió ella -, ya pensaba que no me lo ibas a decir.

  • Pero… ¿Cómo? ¿Por qué?

  • Resulta que en la universidad nos comentaron hace un par de semanas que los de arriba no querían enviar reporteros ya formados a cubrir el Torneo, como sí los mandarían a las Olimpiadas o al Mundial.

  • Básicamente porque tendrían que pagarles.

  • Exacto. Pero aún sin querer mandar reporteros, querían cobertura del evento, y hablaron con los rectores de las universidades de España para que algunos de los estudiantes de Periodismo viniéramos a cubrirlo como parte de las prácticas que exige la carrera. Lo hablé con papá, arreglamos lo que había que arreglar y he llegado esta mañana.

  • ¿Y te quedas todo el Torneo?

  • Solo hasta que os eliminen.

  • Todo el Torneo, entonces.

  • Menuda confianza.

Se miraban el uno al otro, ajenos a todo lo demás.

  • No me creo que estés aquí. ¿Dónde vas a alojarte? ¿Con nosotros?

  • Ójala. Estoy con el resto de periodistas en una pensión - Hurley arrugó el entrecejo, intentando calcular a cuánto le saldrían las prácticas a Tori, pero su novia le pilló al vuelo y añadió - A los de Periodismo nos han dado una subvención desde la universidad para pagarla durante estos dos meses.

  • Podría hablar con la entrenadora, seguro que podemos hacerte un hueco dónde vivimos nosotros. Es enorme.

  • Hurley, es mejor que no. Evidentemente, tenemos que quedar para vernos, pero si me voy a vivir contigo, ni tú le vas a prestar la suficiente atención al fútbol ni yo a la carrera.

La chica no cedió ante los ojos de cordero de Hurley, que acabó por reconocer que su novia tenía más razón que un santo y le sonrió.

  • De cualquier modo, me alegro muchísimo de que estés aquí.

  • Yo también me alegro de haber venido.

  • Podemos ser los nuevos Iker Casillas y Sara Carbonero, ¿te das cuenta?

  • Ni tú eres tan bueno, ni yo soy tan guapa. Pero sí.

  • Sí.

Se contemplaban el uno al otro, embelesados, y Byron Love tuvo que carraspear para que los dos tortolitos volvieran a la realidad. Hurley pareció recordar que tenía compañeros de equipo y Tori les observó con curiosidad.

  • Mira, te presento al resto de convocados. Chicos, esta es Tori, mi novia.

  • Hola - saludó Mark, dándole dos besos con entusiasmo - Soy Mark Evans.

  • Encantada - sonrió, y se fijó en Jack - ¡Anda! ¡Tú eres el chico que me ha preguntado por el baño!

  • Sí, hola. Soy Jack Wallside, defensa.

  • Me imaginé que serías de España, pero tampoco parecía el momento para preguntar.

  • A ver - intervino Hurley, que seguía a su novia como un perrillo feliz -, tampoco había que ser Sherlock Holmes para deducir que era español cuando os habéis comunicado en español.

  • Podría haber sido un argentino sin acento - inventó Tori, antes de volver a mirar a los chicos frente a ella - Bueno, ¿quién es Xavier?

Xavier, que había intentado esconderse detrás de Nathan, bastante incómodo aunque supiera que Tori y Hurley tenían una relación abierta, se puso rojo como un tomate. A su lado, Jordan también se ruborizó. ¿Qué se supone que le había contado exactamente el canario a su novia? Nathan se hizo a un lado y Xavier le dirigió una sonrisa nerviosa a la chica. Victoria Torres se acercó mucho a él y escrutó su cara con su nariz a escasos centímetros de la del delantero. Xavier tragó saliva, intimidado por su impetuosidad. Tras unos segundos de minuciosa inspección, en los que el desconcierto se reflejó en la cara del resto de chicos, Tori retrocedió, esbozando media sonrisa. Hurley, que había contemplado la escena divertido, alzó las cejas:

  • ¿Algo que decir? - le preguntó a su novia

  • Solo miraba - se defendió ella

  • Bueno, deja en paz al pobre. Oye, y tú también tenías que presentarme a alguien, ¿no? Cynthia, tu amiga periodista. ¿Ha venido contigo?

Sólo Xavier y Jordan entendieron la sutil inflexión de voz con la que Hurley cargó la palabra “amiga”.

  • Da la casualidad de que sí.

  • ¿Por qué no me sorprende?

  • Debe de estar por aquí. ¿Quieres conocerla ya?

  • Si tú quieres.

  • Venga - se volvió hacia el resto de convocados mientras agarraba a Hurley del brazo - Un placer, iremos viéndonos.

Ellos asintieron, sin acabar de entender qué había pasado. No dijeron una palabra hasta que Hurley y Tori se hubieron perdido entre la multitud.

  • ¿A qué ha venido eso? - le preguntó Nathan a Xavier

El pelirrojo se encogió de hombros.

  • Supongo que Hurley le habrá hablado de mis grandes dotes como delantero y la chica quería conocer a la futura estrella del equipo.

Todos se le echaron encima:

  • ¡Tranquilo, Messi!

Una vez le hubieron dado las collejas que consideraron necesarias, ganándose la mirada de desaprobación de un grupo de altos rubios que pasaron a su lado, se pusieron de nuevo en marcha.

  • Parece que vamos a ser capaces de llegar a la mesa sin pararnos más - bromeó Byron cuando tuvieron al alcance de la vista el mantel blanco con dobladillo en tonos rojigualdos

  • Y yo sé de alguien que nos lo va a agradecer - murmuró Nathan

Solo había dos personas sentadas a la mesa, en extremos opuestos. Jude Sharp observaba el comedor y Caleb Stonewall se había puesto los cascos. No se miraban y, desde luego, no se dirigían la palabra.

  • Claro, los dos nos han adelantado antes - suspiró Jordan antes de acercarse a la mesa

Se congregaron todos en torno a Jude, y más de uno le dirigió una mirada de desprecio a Caleb, que el chico ignoró.

  • ¿Dónde estabais? Si veníamos casi juntos.

  • Es que ha aparecido de la nada la novia de Hurley.

  • ¿Cómo?

  • Lo que oyes, ha venido desde España.

  • Estudia Periodismo y la han enviado de prácticas.

  • Es un poco rara. ¿No, Foster?

  • Pero hacen buena pareja, si vieras la cara que se le ha puesto a Hurley cuando la ha visto.

  • Pues a ver si me la presentáis luego - dijo Jude

Mark se mantenía ligeramente apartado de ellos, unos pasos más cerca de Caleb que cualquiera de los otros, como intentando tenderle un puente.

  • ¿No has ido a por comida aún? - le preguntó

Caleb se quitó uno de los cascos.

  • ¿Qué?

  • Preguntaba que si no habías ido a por comida aún - volvió a intentarlo Mark

  • ¿Tú qué crees? - contestó Caleb, mirando con intención el mantel impoluto

  • ¿Puedes no ser tan borde? - le dijo Nathan, cortante, atrayendo la atención del resto

Antes de que Caleb pudiera replicarle, Mark volvió a hablar, su sonrisa sincera intacta.

  • Si no has ido todavía, acompáñame a por algo.

Caleb le miró de arriba a abajo. ¿Qué tenía que decir para que le dejara en paz?

  • Paso. No tengo hambre - volvió a ponerse el casco que se había quitado

  • Bueno - insistió Mark, hablando lo suficientemente fuerte como para que le escuchara por encima de la música -, te traigo algo por si acaso luego te da hambre, ¿vale?

  • Yo te ayudo - le apoyó Jack

Nathan le miró de reojo.

En ese momento, un suave taconeo les advirtió de la llegada de la entrenadora Schiller, que venía seguida por Camelia Travis y los tres jugadores que faltaban.

  • ¿Todo bien por aquí? - preguntó y, sin esperar respuesta, continuó - Necesito que me acompañen un momento Mark Evans, Jude Sharp y Caleb Stonewall. No os preocupéis, no será largo. En cuanto acabemos, volveréis aquí y podréis cenar.

Mark y Jude cambiaron una mirada cargada de confusión, y Caleb abrió mucho los ojos, sorprendido de que lo necesitaran a él para algo. Los tres se acercaron a la entrenadora, que, sin dirigirles una sola palabra más, se dio la vuelta y echó a andar. Se apresuraron a seguirla.

El resto se sentaron a la mesa y la señorita Travis se encargó de hacer una lista con lo que quería comer cada uno. Una vez se fue a por ello, Nathan dijo:

  • ¿Qué querrá la entrenadora Schiller con esos tres?

  • A lo mejor quiere dejarles claro que no pueden pelearse cada vez que coinciden en el mismo sitio - aventuró Jordan

  • Antes, cuando hemos llegado, ¿no ha dicho la entrenadora que hablaría con Caleb para que dejara de liarla? - apuntó Xavier

  • Sí, yo también lo había pensado… ¿Pero qué pinta Mark con ellos?

  • Ni idea, la verdad.

  • Cuando vuelvan le pregunto - dijo Nathan

  • Y luego nos lo cuentas.

Nathan asintió y los tres echaron un vistazo al lugar por el que se habían marchado, pensativos.  Después, Nathan se volvió hacia Shawn Frost.

  • Shawn, te vas a morir de calor con la bufanda. Si a mí ya me está matando la corbata no me quiero imaginar cómo tienes que estar tú. ¿No puedes quitártela ni un momento?

Shawn negó con la cabeza.

  • Era de mi hermano, la he llevado siempre - les miró como pidiéndoles disculpas - Vosotros no podéis entenderlo.

  • ¿Cómo era? - preguntó Jordan suavemente

  • ¿Aiden?

  • Si quieres hablar de él, claro.

  • Sí, no importa. Fue hace mucho tiempo. Aiden era igual que yo. No por nada éramos gemelos - rió, y, aunque hubiera sido hacía mucho tiempo, la tristeza empañó su risa

  • Joder.

  • Jugábamos juntos al fútbol. Él era delantero y yo defensa. Éramos la pareja perfecta, ¿sabéis? Yo robaba la pelota y él se encargaba de marcar los goles.

  • Ahora juegas de delantero.

  • Cuando murió - sus manos blancas jugueteaban con el extremo largo de la bufanda - cambié de posición.

  • Juegas bien - dijo Nathan, pero no pudo evitar que sonara demasiado vacío

  • Muchas gracias, aunque no soy nada comparado con él. Ojalá le hubierais visto, ya en el colegio era increíble. Yo sé que estaba destinado a hacer grandes cosas. Pero, claro, un día al volver del partido, era invierno y había mucha nieve acumulada en la ladera del monte…

  • Claro, tú vives en los Pirineos.

  • Sí… Hubo un ruido horrible… Y toda la nieve cayó de golpe sobre la carretera. Aiden y mi madre… - se quedó con los ojos grises clavados en el mantel blanco durante unos instantes antes de volver a la realidad. Los miró como si se hubiera olvidado de que estaban ahí antes - Ay, lo siento, tampoco quiero aburriros. Hoy es una noche para celebrar, ¿no?

  • No te preocupes, no nos aburres - se apresuró a decir Xavier

Jordan, Nathan y él mismo se habían visto abrumados de golpe por la necesidad de proteger a ese chico de pelo gris y bufanda blanca que cargaba con la sombra de su gemelo muerto pero que siempre estaba preparado para brindarles una sonrisa amable.

  • De verdad, estoy bien - les aseguró Shawn al ver sus caras - No os preocupéis por mí.

  • Cualquier cosa ya sabes donde estamos - le dijo Jordan

Shawn asintió, agradecido, y se aflojó ligeramente la bufanda. En ese momento, Camelia Travis apareció con tres platos llenos de canapés, que dejó sobre la mesa y que volaron rápidamente.

  • Perdone - la llamó Byron, mientras se echaba tres rollitos de guiso de pavo con zanahoria en el plato -, ¿hay alcohol?

  • ¿Cómo?

  • Los que somos mayores de edad deberíamos poder beber, ¿no?

  • Me temo que no va a ser posible.

  • Pero, como adulto…

  • Puede ser, pero como deportista y estando a mi cargo, tú dieta queda establecida por el grupo de nutricionistas de la delegación. Y no contempla el alcohol.

Dicho esto, se fue a aprovisionarse de más canapés con los que pudiera alimentar a doce adolescentes hambrientos.

  • A ver - volvió a hablar Byron en cuanto la hubo perdido de vista -, ¿quiénes de aquí erais mayores de edad?

Sólo Xavier, Axel Blaze y Joseph King, el otro gigante del equipo, levantaron la mano.

  • ¡Qué poquitos! Bueno, mejor, así tocamos a más.

Con un fluido movimiento del brazo, deslizó la chaqueta de paño blanco a un lado y dejó ver una botella de un negro brillante en su bolsillo interior.

  • ¿Qué es? - preguntó Xavier, echándose hacia adelante para ver mejor

Byron sacó la botella y, tras cerciorarse de que la señorita Travis no estuviera cerca, la inspeccionó cuidadosamente.

  • Es Fernet Branca.

  • No lo he oído en mi vida.

  • No, si yo tampoco. Lo compré en el aeropuerto cuando llegamos, el chico que me lo vendió me dijo que era de los alcoholes más populares en Argentina.

  • ¿Y con qué se mezcla?

  • Coca-Cola, creo. Entonces, ¿queréis todos?

  • Yo no bebo - se excusó Axel

  • ¿Y eso?

  • Mi padre es médico, he oído hablar demasiado de los estragos del alcohol en el cuerpo.

  • Bueno, el padre de Willy Wonka era dentista y él abrió una fábrica de chocolate.

Axel no cedió.

  • No bebo.

Byron se encogió de hombros.

  • Más dejas. ¿Foster? ¿King?

  • Yo sí bebo, pero no sé cómo de inteligente es hacerlo aquí - dijo King, la voz de la razón - Como aparezca Travis se te va a caer el pelo.

  • Tiene razón - añadió Xavier

  • Menudos aburridos.

  • Escucha, ¿por qué no la guardas para esta noche? - sugirió Xavier - Podíamos hacer algo todos juntos, que casi no nos conocemos.

  • ¿Algo? ¿Cómo qué? - se interesó Byron, pasándose un mechón de pelo rubio por detrás de la oreja

  • Lo típico, un Prueba o Verdad, un Yo Nunca… Cualquier cosa.

  • Me gusta como piensas, Foster.

  • Pero, si jugamos, nos darás a todos, ¿no? - preguntó Scott Banyan, el más pequeño de todos ellos

  • Ya veremos.

  • ¡No es justo! No me creo que tu no bebieras antes de cumplir los dieciocho.

  • Eso - apuntó Tod Ironside, el otro defensa bajito -, todos aquí hemos probado el alcohol ya.

  • Menos Axel - dijo Nathan

  • ¡Pero porque él no quiere! - se indignó Scott

Jordan observaba el transcurso de la conversación, preguntándose si Scott y Tod realmente no se estaban dando cuenta de que, cuánto más se quejaban, más evidente se hacía que eran los más niños de todos los convocados. Era evidente que si acababan jugando a algo aquella noche, Byron les daría a todos, no iban a jugar unos con alcohol y otros con agua. Sin embargo, los dos defensas no parecían entender que les estaba tomando el pelo y se ofuscaban más y más, entrándole al trapo al semidiós rubio sin pararse un segundo a pensar. Nathan intervenía de vez en cuando, sin dejar de lanzar miradas furtivas a su alrededor a ver si volvía Mark, Samford y King se habían sentado juntos y conversaban en voz baja, y Shawn comía en silencio. Jack había vuelto a irse al baño.

Jordan decidió acercarse a Shawn. Aunque era su compañero de cuarto, lo único que sabía de él era que venía de un pueblo del Pirineo oscense y que su hermano gemelo, Aiden Frost, había muerto cuando ambos eran pequeños. Shawn no hablaba mucho, y no era extraño verle abstraído, dejando vagar sus pensamientos por otro lugar (o, incluso, otro tiempo); pero, en los dos días que habían pasado juntos, tanto Xavier como Jordan se habían dado cuenta de que Shawn siempre estaba dispuesto a echar una mano con lo que hiciera falta, que era una persona tremendamente agradecida, nunca sin una sonrisa dulce en los labios, y que era mucho más consciente de lo que le rodeaba de lo que habían imaginado. Por todo ello, Jordan llevaba un tiempo buscando la manera de aproximarse a él, de ofrecerle una mano amiga.

Se levantó de su asiento, al lado de Nathan, y se movió dos a la derecha para dejarse caer junto a Shawn Frost.

  • ¿Te vas a comer eso? - la pregunta era un rompehielos tan bueno como cualquier otro

Shawn levantó la mirada del plato y le observó con sus ojos grises, tardando un momento en situarse.

  • ¿Esto? - preguntó a su vez, moviendo con el tenedor una pasta rojiza que parecían pimientos asados - Qué va.

Jordan alcanzó su tenedor y traspasó lo que fuera que fuese aquello a su plato. Escucharon una carcajada en la zona de Byron, Nathan y los defensas.

  • ¿No te gustan?

  • Los pimientos sí, pero es que llevan algún tipo de salsa mexicana que pica horrores, y por el picante sí que no paso - sonrió

  • ¿Tanto pican?

  • Prueba - sugirió Shawn

Jordan se llevó la punta de un pimiento a la boca y le dio un mordisquito, preparándose para el infierno en su boca. Éste no llegó. Picaban, pero no “picaban horrores”. Rio, ligeramente aliviado.

  • Menudo exagerado - se metió un tenedor entero de pimientos en la boca ante el asombro de Shawn

  • ¿No te pican muchísimo?

  • A ver, pican pero tampoco es para…

De pronto, se enderezó por completo sobre el asiento, dejando la frase sin acabar.

  • ¿Pasa algo? - preguntó Shawn, entre alarmado y desconcertado

  • No, qué va - murmuró Jordan - No es nada.

Olvidando la presencia de Shawn, buscó a su alrededor con la mirada. Cuando encontró otros ojos de plata observándole divertidos desde el asiento de enfrente, todo cobró sentido. Xavier le dedicó una sonrisa inocente, como retándole a que mantuviera la compostura y se echó hacia adelante, masajeando con su pie derecho por debajo del mantel la entrepierna de Jordan.

  • ¿Jordan? ¿Seguro que estás bien? - insistió Shawn

  • Sí, sí, no te preocupes. Te decía que los pimientos pican pero que tampoco es para tanto.

  • Puede ser… Quizá es que soy demasiado sensible al picante, pero para mí es demasiado.

  • ¿No tomas nada que pique? - Jordan se mordió el labio inferior al acabar la frase, e hizo un esfuerzo por no cerrar los ojos

Arrugó el mantel en su mano, y le dirigió a Xavier una mirada suplicante. El pelirrojo no cedió y se esmeró en su trabajo bajo la mesa. Sabía que, en realidad, el aspecto físico de la situación no era lo suficientemente bueno como para excitar a Jordan así, al final, sobarle el rabo por encima del pantalón con el pie no podía compararse a hacerle una paja o una mamada, pero el morbo del momento era infinitamente más alto que en los otros casos. Había dos cosas que a Jordan le excitaban sobremanera: el riesgo de que pudieran descubrirles en cualquier momento y el saberse a la merced de lo que quisiera hacerle Xavier; y, en ese preciso instante, las tenía ambas. Así que, aunque los movimientos del pie del pelirrojo no fueran precisamente certeros (de hecho, eran casi torpes), Jordan estaba más cachondo de lo que había estado en mucho tiempo.

  • Si puedo evitarlo no - contestó Shawn - ¿A ti te gusta el picante?

Xavier hizo presión y Jordan se dobló sobre sí mismo para aguantarse el gemido. Antes de que Shawn pudiera volver a preguntarle si estaba bien, Xavier intervino. Levantó la mirada de la pantalla del teléfono y dijo:

  • ¿Qué decías que estaba picante?

  • ¿Qué? - preguntó Shawn, desconcertado - Ah, los pimientos. Aunque Jordan dice que no.

Xavier contempló a Jordan, la sonrisa bailando todavía en sus labios mientras no cesaba de mover el pie sobre la entrepierna del centrocampista, y el otro le aguantó la mirada como pudo.

  • ¿Cómo de picantes están?

Jordan se tomó un momento antes de contestar. Se mordió los carrillos por dentro y luego dijo, sin apartar sus ojos de los de acero del pelirrojo.

  • Muy picantes.

  • ¿Eh? Pero si me acabas de decir que no picaban.

  • Ah, eso, eso quería decir - se corrigió Jordan, volviendo a mirar a Shawn e intentando ignorar el jugueteo bajo la mesa, tarea que resultó ser bastante complicada - Que no pican.

Xavier chasqueó la lengua.

  • Aclárate, hombre. ¿Qué pasa, le has dado un trago a la botella de Byron?

Dios. Si seguía así le iba a hacer correrse sin ponerle una mano encima. Cerró los ojos, concentrándose al máximo en aguantar. Cuando los abrió, se encontró de nuevo con la mirada preocupada de Shawn.

  • No estás bien.

  • Que sí, no te preocupes.

  • A ver, déjame - puso el dorso de su mano blanca sobre la frente de Jordan - Estás bastante caliente…

Xavier sonrió ante el doble sentido de la frase.

  • ¿Ah, sí? - se interesó

  • ¿Quieres que vayamos a buscar a la señorita Travis?

  • De verdad que no hace falta… ¡Ah! - no pudo evitar soltar un pequeño gemido cuando Xavier volvió a rozarle con el talón

  • ¡Jordan! - se alarmó Shawn

El centrocampista hizo acopio de fuerzas y se levantó de golpe, llevando consigo la chaqueta para tapar la más que notable erección de sus pantalones. Xavier se apresuró a disimular una mueca de dolor cuando su pie perdió el punto de apoyo y se golpeó contra el suelo. Jordan inspiró y espiró un par de veces para obligar a su corazón a recuperar un ritmo normal. Le dedicó una sonrisa reconfortante a Shawn.

  • No te preocupes más, ¿vale? Voy al baño a echarme un poco de agua si eso te deja más tranquilo.

  • ¿Quieres que te acompañe? - se ofreció Xavier, solícito

Cómo te atreves, quiso decirle.

  • Si quieres - respondió al final

Xavier se puso en pie rápidamente, y Jordan se preguntó cuándo se había vuelto a poner el zapato. Se despidieron de Shawn, que seguía mirando a Jordan como si éste estuviera a punto de caerse muerto en medio del comedor, y se perdieron entre la gente, camino del baño o a cualquier otra habitación que pudiera servirles para lo que querían hacer.

  • Eres un cabronazo - dijo Jordan

Xavier, ocultándole del resto de gente poniéndose detrás de él, le agarró el culo por encima del pantalón y le susurró al oído:

  • Y lo que te gusta, ¿qué?

  • Estaba intentando acercarme a Shawn, cabrón.

  • Es buen chaval - dijo Xavier - De hecho, me sorprende que siga siendo tan buena persona después de todo lo que ha tenido que pasar… Por ahí - le hizo doblar una esquina

  • A ver, tampoco tienes que ser un cerdo por haberlo pasado mal.

  • Pero sería comprensible.

  • ¿Y qué trauma has tenido tú para ser tan hijo de puta?

Xavier le sonrió sin una pizca de arrepentimiento. Pasó al lado de una chaqueta pequeña de traje que alguien había dejado tirada junto al rodapié de la pared y abrió la puerta del baño de hombres, colando la cabeza por el hueco.

  • Ni de coña.

No cabía una sola persona más. Solo había un par de chicos haciendo pis, pero tanto la zona de los lavabos como los cubículos estaban ocupados. De uno de ellos, de hecho, les llegaron un par de gemidos. Tres chicos fumaban contra la pared del fondo y todo el mundo hablaba a voz en grito.

Xavier cerró la puerta.

  • ¿A dónde vamos?

Jordan se encogió de hombros.

  • Y yo qué sé, no he estado aquí en mi vida.

  • A ver, ¿dónde hay un plano?

  • Si es perro, te muerde - dijo Jordan, señalándole la pared de enfrente con un gesto

Xavier estudió el mapa durante unos instantes.

  • Vale, por aquí.

Arrastró a Jordan por el pasillo por el que habían ido desde la sala de ceremonias hasta el comedor, y giró a la derecha justo antes de llegar ante las puertas. Avanzaron un poco más y se dieron de bruces con Hurley y Tori, que salían de la habitación a la que ellos parecían estar dirigiéndose.

  • ¡Ay, coño, perdón! - exclamó Hurley, mientras Xavier lagrimeaba después del golpe en la nariz - ¿Estás bien? ¿Qué hacéis aquí?

  • Todo bien, todo bien - contestó el pelirrojo, lloroso, mientras se apretaba el puente

Hurley no tardó ni dos segundos en unir los puntos y encontrar la respuesta a su segunda pregunta. Les miró alternativamente, alzando las cejas:

  • ¿Dónde ibais? - preguntó, como si no lo supiera

  • ¿De dónde veníais? - repuso Jordan, fijándose en los pelos sueltos que se escapaban del moño de Tori y el sudor que perlaba la frente de Hurley

  • Touché - dijo el canario, y luego hizo una pausa - De todos modos no tenéis tiempo.

  • ¿Qué?

  • Han escrito hace un par de minutos por el grupo que la entrenadora nos llama para marcharnos. Ya vamos tarde.

Jordan y Xavier sacaron los móviles al unísono, solo para observar el mismo mensaje brillar en sus pantallas. Después, cambiaron una mirada, intentando estimar cómo de rápido tenían que ir para echar un polvo y llegar relativamente a tiempo. Jordan apretó los labios, frustrado.

  • No llegamos - dijo, subrayando lo evidente

Xavier chasqueó la lengua.

  • Sólo me consuela saber que tú vas peor que yo - rio, observando el bulto que todavía se marcaba en los pantalones de Jordan

  • Por tu culpa - dijo el otro, dándole un puñetazo amistoso en el brazo

  • Lo siento, lo siento.

  • Que te den, cabrón.

Xavier le abrazó por detrás.

  • Ya quisieras.

Jordan se deshizo de él de un empujón, y metió las manos en los bolsillos, enfurruñado, antes de ponerse en marcha de vuelta al comedor.

  • Esta me la debes.

  • ¡Que sí...!

Xavier le persiguió y le pasó un brazo por los hombros, plantándole un beso en la sien. Hurley y Tori, de la mano, les siguieron a distancia.

  • Oye - dijo la chica, observando la espalda de Xavier -, ¿es bisexual o solo le van los tíos?

  • ¿Qué pasa, te gusta?

  • Es guapo.

  • Sí que lo es, sí.

  • ¿Entonces? ¿Es bi?

  • La verdad es que no lo sé.

  • Hombre, pues averígualo.

  • Vamos a ver, que le conozco sólo desde hace dos días. Dame tiempo.

  • ¿Y el otro?

  • ¿Jordan?

  • Sí.

  • ¿Qué pasa con él? ¿También te gusta?

  • Pues… Es otro rollo totalmente distinto al de Xavier, pero creo que sí. Xavier da la sensación de ser el sexo personificado, no sé si me explico…

  • Perfectamente - dijo Hurley, recordando la inmensa carga erótica del pelirrojo tras un simple beso en la piscina

  • Pero Jordan me da la sensación de alguien de quién puedes esperar… Cariño, ternura, ¿sabes?

Hurley contempló la figura de Jordan, pensativo.

  • No es mi tipo - dijo lentamente al cabo de un momento

  • Bueno, tú mismo lo has dicho: date tiempo. ¿Te recuerdo que hasta que conociste a Xavier tu tipo tenía tetas y vagina?

  • Tú mejor que nadie sabes que nunca me he cerrado a tener algo con un tío, pero no se había dado la ocasión.

  • Lo que tú digas - dijo Tori, colocándose una horquilla para sujetar el pelo que le caía por la nuca - ¿Y qué relación tienen entre sí?

  • Tampoco estoy seguro. O sea, la noche de la piscina…

  • Cuando besaste a Xavier, ¿verdad? - preguntó Tori, haciendo memoria del relato que le había hecho su novio cuando le había llamado

  • Sí. Esa noche Xavier dijo que no tenían nada, que simplemente follaban de vez en cuando (aunque, ese “de vez en cuando” es bastante a menudo, por lo que sé). Y, por supuesto, fuera del sexo son amigos. Se conocían de antes de venir.

  • Me lo dijiste. Entonces, ¿de qué no estás seguro?

  • Es sólo una sensación, pero creo que hay… Algo. Creo que hay algo entre esos dos, más allá de la amistad o del sexo, de lo que ni siquiera ellos se han dado cuenta. Es difícil de explicar si no los has visto juntos. La forma en la que se hablan, en la que se tocan… Me recuerda a ti y a mí de alguna manera. Es… Muy íntimo.

  • ¿Sientes que estás invadiendo algo?

Hurley la miró, extrañado por el cariz que estaba tomando la conversación.

  • Tori Torres, estudia Periodismo pero parece que también quiere doctorarse en Psicología.

  • No seas tonto - dijo ella, y él reflexionó durante un momento

  • A ver, tampoco es eso. Xavier me ha dicho que no hay nada, Jordan no ha hecho por contradecirlo y yo me lo paso bien con Xavier y él conmigo, así que en principio no estoy invadiendo nada.

  • Pero piensas que es porque no son capaces de ver lo que hay entre ellos.

  • Precisamente - dio gracias al cielo por la complicidad que había entre Tori y él - Creo que si lo vieran, si vieran lo que yo veo, y le pusieran un nombre a su relación, entonces sí que estaría entrando en algo que no me incumbe. A no ser que decidieran tener una relación abierta, claro - bromeó

Tori le dio unas palmaditas en el hombro.

  • Somos pocos los que estamos hechos para eso.

  • Escucha - siguió Hurley, retomando el hilo -, todo esto es impresión mía. Puede que acabe de hacerme la paja mental más grande de la historia.

  • Crees que tienes razón - no era una pregunta

  • Sí - contestó el canario de todos modos

  • A todo esto se añade que tú preferirías estar equivocado porque te atrae Xavier. Si nunca llegan a aclararse y no formalizan una relación, tú puedes seguir liándote con él, privilegio que desaparece en cuanto decidan ser una pareja.

  • Sí. Pero como creo que tengo razón, la parte de mí que no es completamente egoísta me dice que les ayude a darse cuenta de la movida que tienen montada entre ellos…

  • … y que renuncies al pelirrojo más guapo desde Ewan McGregor - completó la frase Tori

  • Básicamente... - Hurley se paró de golpe y miró a su novia - Espera, Ewan McGregor no es pelirrojo.

  • ¡Claro que sí!

  • Es moreno.

  • Es pelirrojo.

  • ¿Tú no has visto Star Wars o qué? Es moreno.

  • Te digo que no.

Hurley sacó el teléfono del bolsillo, dispuesto a buscar una foto que demostrara que tenía razón, pero Tori le puso una mano en la muñeca.

  • Míralo esta noche, tampoco quiero que tengas que humillarte delante de mí - se puso seria de nuevo - Hurley, ¿cuántos años tienen?

  • ¿Xavier y Jordan?

  • Evidentemente.

  • Xavier tiene dieciocho recién cumplidos y Jordan creo que dieciséis y medio.

  • Qué chiquitos.

  • Ni que les sacáramos ocho años. Tú cumpliste diecinueve hace dos meses.

  • Y tú hace cinco.

  • Pues eso.

  • Pero sigue valiendo. Te toca hacerles de hermano mayor.

  • Sabía que me ibas a decir eso.

  • Si de verdad estás convencido de lo que me has dicho, ayúdales. Renuncia a Xavier y haz lo correcto. De cualquier modo, ahora que estoy por aquí tampoco es que vayas a tener que pasar dos meses de abstinencia si no puedes acostarte con él.

  • Eres mi Pepito Grillo, ¿eh?

Tori se encogió de hombros.

  • Si te gusta tanto como me has dicho que te gusta, te habría costado tomar la decisión a ti solo. Pero sabes que es lo que hay que hacer.

Hurley sonrió y la obligó a pararse otra vez.

  • Te quiero.

  • No seas cursi, anda.

  • ¡Por una vez que te lo digo!

Tori rio y se puso de puntillas para darle un pico.

  • ¡Eh, chicos! - llamó, y Xavier y Jordan se dieron la vuelta

Tori corrió hasta donde se habían parado, ya en la puerta del comedor, y Hurley llegó tras ella.

  • Yo me quedo aquí, que el taxi no viene a buscarnos hasta más tarde - dijo la chica por encima del bullicio que llegaba desde dentro - Un placer conoceros.

  • Igualmente - sonrió Jordan por los dos

Tori les dio dos besos a cada uno y luego se volvió hacia su novio.

  • Tú y yo vamos hablando, ¿no?

  • Por supuesto.

  • Venga, pues nos vemos - le dio otro beso, esta vez dejando que la lengua de Hurley se paseara por encima de la suya. Le miró con los ojos brillantes cuando se separaron - Adiós.

  • Adiós, guapa.

Tori les brindó una última sonrisa breve y entró al comedor. Ninguno de los tres dijo nada, mientras la observaban perderse entre la multitud. Camino a reunirse con sus compañeros, que les esperaban ya en la puerta del hotel, a Hurley le vibró el móvil en el bolsillo lateral de los chinos. Lo desbloqueó mientras Nathan y Mark salían a su encuentro y se le escapó una sonrisa. Desde la pantalla un Ewan McGregor con flamante pelo y barba pelirrojos le observaba.

···

Eran las once menos veinte cuando entraron de vuelta al complejo.

  • Mark, Jude, Caleb - dijo la entrenadora Schiller - Pasaos por el comedor antes de subir, he pedido a la cocina que os prepare algo.

  • ¿Al final no habéis cenado? - le preguntó Jordan a Jude, que negó con la cabeza

La entrenadora Schiller les llamó la atención de nuevo.

  • Por cierto, creo que no estabais todos presentes cuando lo hemos dicho. Por si acaso: jugamos el miércoles el primer partido contra Suecia.

  • ¡¿El miércoles?! - saltaron al mismo tiempo Jordan, Xavier y Hurley

  • El miércoles - confirmó Camelia Travis - Procurad descansar bien esta noche; mañana retomaréis los entrenamientos con ese encuentro en mente. Buenas noches, chicos.

  • Buenas noches.

La entrenadora y su asistenta subieron las escaleras que llevaban al primer piso. Los quince chicos se quedaron en el comedor. En una bandeja, habían dejado preparados una hilera de sándwiches de jamón y queso, de atún con tomate y de pavo con manzana para los tres jugadores que no habían cenado. Hurley los contó con la mirada.

  • Oye… ¿Os sobra alguno? Es que los canapés esos no me han dado ni para empezar.

Mark, que había cogido uno de jamón y queso, lo partió a la mitad y le dio un trozo a Hurley. Jude y Caleb comían en silencio, pensativos, y Jordan se preguntó por enésima vez qué habrían hecho cuando la entrenadora se los había llevado. Buscó a Nathan con la mirada, pero el defensa se encogió de hombros. Todavía no había tenido tiempo de preguntarle a Mark.

  • Escuchad - dijo Byron Love cuando hubieron dado buena cuenta de los bocadillos -, Foster y yo hemos estado hablando antes sobre hacer algo todos juntos esta noche. Jugar a un Yo Nunca, o cualquier cosa parecida. ¿Os apetece? Por no subir y estar cada uno a lo nuestro, que nos vamos a ir de aquí sin saber más que cómo nos llamamos.

  • A mí me vale - dijo Nathan

  • Sí, a mí también - se apuntó Mark

  • Arriba, ¿verdad? - preguntó Jack Wallside - Aquí nos vamos a morir de frío.

  • Tampoco es que arriba haga mucho más calor, pero por lo menos hay sillones.

  • Bueno, pues decidido, todos arriba.

Los quince se pusieron en marcha (Hurley rebañó las migas de la bandeja con una mano) y subieron las mismas escaleras por las que habían desaparecido la entrenadora y la señorita Travis. Intentando hacer el menor ruido posible, no fueran a llamar su atención, entraron al salón y colocaron los sillones formando un círculo.

  • ¿Vais a ir a cambiaros? - preguntó Samford, tirándose del nudo de la corbata

  • No, que nadie vaya - pidió Byron, atando su pelo en una coleta - Si vamos ahora a las habitaciones, me juego lo que queráis a que no todos volvemos a bajar. Pero, vamos, quítate la corbata si te resulta incómoda, nadie te obliga a que te la dejes puesta.

Samford se deshizo de ella de un tirón y la dejó extendida sobre el respaldo de uno de los sofás. El resto no tardó en seguirle: unos se aflojaban la corbata sin llegar a quitársela, otros se soltaban la pajarita, algunos hicieron una bola con las chaquetas y la mayoría se quitaron los zapatos. Vestidos solo con la mitad de las prendas de aquellas con las que habían empezado la noche, se repartieron de cualquier manera por los sillones.

  • Vale, ¿a qué jugamos? - preguntó Mark, que sólo había conservado los pantalones, la banda naranja y la camisa (aunque le había desabrochado dos botones)

  • Habíamos dicho Yo Nunca, ¿no? - dijo Byron

  • A mí me gusta más el Prueba o Verdad.

  • ¿Votamos? - sugirió Nathan

  • Votemos - dijo Jude - ¿Yo Nunca?

Se levantaron seis manos.

  • ¿Prueba o Verdad?

Se levantaron ocho.

  • A mí me da igual - dijo Axel, sentado con las piernas cruzadas al borde del sillón

  • Gana Prueba o Verdad. ¿Todos de acuerdo?

Asintieron a una. Byron se encogió de hombros, lo cierto es que le valía cualquiera de los dos juegos. Sacó la botella de Fernet.

  • Yo prefería el Yo Nunca porque se juega con alcohol, pero nos las arreglaremos. Todos un chupito antes de empezar y punto.

  • Pero no tenemos vasos - señaló Scott Banyan

  • Mira que os gusta buscarle problemas a todo - dijo Caleb, poniendo los ojos en blanco y cogiéndole a Byron la botella negra de la mano - Con tu permiso, Rapunzel.

Le quitó el tapón con un giro seco de la muñeca y se la llevó a los labios. Dio un largo trago, echando la cabeza hacia atrás y dejando que el líquido se deslizara por su esófago. Cuando acabó, se secó el hilillo cobrizo que le bajaba por la comisura de la boca y arrugó el entrecejo para soportar el ardor de la garganta.

  • Menuda guarrería has comprado - le dijo a Byron, pasándole de nuevo la botella con desgana

Byron sonrió y también le dio un trago. La botella de Fernet Branca fue pasando de mano en mano, y todos menos Axel bebieron de ella.

  • No me extraña que se mezcle con Coca-Cola, qué asco - dijo Xavier, el último en probar el licor

  • ¿Ha sobrado algo? - quiso saber Byron

Xavier agitó la botella, y un par de dedos de líquido bailaron de un lado al otro en el fondo.

  • Déjala por ahí.

  • Que no se nos olvide llevárnosla luego. Si Travis o la entrenadora la encuentran, nos matan - dijo Xavier, encajando la botella negra entre los dos cojines del sillón en el que estaba sentado - Bueno, ¿quién empieza?

  • Tú mismo.

  • ¿Yo?

  • Tú has sido el que ha propuesto jugar, ¿no? Pues empieza.

  • Como queráis.

Miró a su alrededor, buscando en las caras de los otros catorce chicos algo que le llamase la atención. Mark aprovechó para levantarse e ir de puntillas a apagar los fluorescentes del techo, la luz ambiental que daban las lamparitas que había sobre las mesas era mucho más agradable. Fue suficiente.

  • Mark - le llamó Xavier

  • ¿Qué? - preguntó el portero, con el dedo todavía sobre el interruptor

  • ¿Cómo que qué? - rio Xavier - ¿Prueba o verdad?

  • ¡Ah! Eh… Prueba.

Xavier frunció el ceño, le habría gustado que Mark hubiera elegido verdad. Había algo que quería saber. Aunque, por otra parte, se dijo, quizá fuera mejor así. Preguntarle abiertamente delante de los otros catorce si tenía diagnosticado ADHD no parecía muy apropiado para un Prueba o Verdad. Decidió intentar averiguarlo de forma más sutil.

  • ¿Estás cómodo en esa posición? - le preguntó, tampoco era cuestión de hacerle sufrir

  • Espera - respondió Mark, quitando el dedo del interruptor - Ahora sí. ¿Por qué?

  • Te reto a que no te muevas ni un centímetro durante las cinco próximas rondas.

  • ¿Esa es la prueba?

  • Sí.

  • ¿Sólo eso?

  • Sí.

  • ¿Y qué pasa si fallo?

  • Una prenda, ¿no? - dijo Byron - Lo típico.

  • Claro - confirmó Xavier - Bueno, Mark, entonces la prueba es que te quedes quieto, ¿vale?

Mark levantó el pulgar de la mano derecha.

  • ¿Me toca? - preguntó

  • Sí. Reta a alguien, pero sin moverte.

  • Axel, ¿prueba o verdad?

  • Verdad - contestó Axel Blaze

  • Vale. ¿Quiénes crees que son, objetivamente, los cinco mejores jugadores de entre todos nosotros?

  • ¿Contándome a mí o sin contarme?

Ninguno de los otros supo si lo decía en serio y realmente se consideraba uno de los cinco mejores, o si solo estaba fardando en broma, igual que había hecho Xavier cuando Nathan le había preguntado de dónde venía el interés de Tori Torres por él. Fuera cuál fuese la verdad, Mark evitó meterse en líos y dijo:

  • Sin contarte. Los mejores sin contarte a ti.

Axel no se lo pensó, y la duda de si se habría incluido entre los cinco nombres si Mark le hubiera dado vía libre quedó flotando en el aire.

  • Shawn, Jude, Caleb, Xavier y tú.

Mark sonrió desde su sitio. No es que se considerara un mal portero, pero le enorgullecía oírselo decir a Axel Blaze.

  • Para hacer esas preguntas mejor súbete a dormir - rezongó entonces alguien, y a Mark se le congeló la sonrisa en el rostro

Todos se volvieron para mirar a Shawn Frost, sorprendidos por la antipatía con la que había bañado su voz. Éste, que se había estirado en el sillón, obligando a Tod Ironside a apretarse contra una esquina, les sostuvo la mirada sin inmutarse.

  • ¿Cómo? - preguntó Mark, desconcertado

  • No se juega a Prueba o Verdad para hacer preguntas blancas como esa, en las que todo el mundo queda bien. ¿Dónde está el salseo, Evans? - su tono era extrañamente ronco - ¡Por lo menos, atrévete a preguntarle quién cree que son los cinco peores!

  • Pero, ¡Shawn! - dijo Jordan

  • Pero, ¡Shawn! - se burló el chico de la bufanda

Hasta el mismísimo Caleb soltó un bufido asombrado. ¿Qué había pasado con el tímido, con el prácticamente invisible Shawn Frost que habían conocido hasta entonces? Shawn volvió a la carga.

  • Te lo digo en serio, Evans. Si eso es todo lo que vas a aportar, pírate y deja a los mayores jugar.

  • Ya vale, Shawn - intervino Xavier, al ver la mirada dolida de Mark

  • ¿O qué?

  • ¡O…!

  • ¡Shawn! - cortó Axel antes de que Xavier dijera cualquier barbaridad, su tono frío como el hielo - ¿Prueba o verdad?

  • Verdad.

  • ¿Quiénes crees tú que son los tres peores jugadores de entre todos nosotros?

Shawn se incorporó ligeramente y le sonrió. Todos le miraban boquiabiertos.

  • ¿Solo tres? ¿Crees que me va a dar vergüenza decirlo? - Axel, que había confiado en que así fuera, se arrepintió de golpe de haber preguntado - Estos juegos no están hechos para ser políticamente correctos, Blaze. Además, tampoco es que sea un secreto. Tod, Scott y Jordan son patéticos.

El silencio cayó sobre ellos como una losa. A Jordan le pitaban los oídos. ¿A qué se supone que venía eso? Apenas notó la mano de Xavier entre sus omóplatos. Caleb rio por lo bajo y Nathan murmuró:

  • Te has pasado.

Shawn se encogió de hombros.

  • La pregunta es de Axel, yo solo he contestado.

Nadie dijo nada durante unos segundos. Luego, Jordan carraspeó.

  • Bueno, seguid, ¿no? Tampoco vamos a montar un drama por esto - dijo, falsamente jovial

  • ¡Ese es el espíritu! - exclamó Shawn, para después adoptar una expresión reflexiva mientras escrutaba el grupo en busca de su siguiente víctima - Hurley Kane. ¿Prueba o verdad?

  • Eh… - dudó el canario, notando cómo el ambiente se había enrarecido de golpe - Verdad.

  • Genial - Shawn sonrió con malicia - ¿Qué le has dicho a tu novia sobre Xavier para que tuviera tanto interés en él?

  • ¿Qué?

  • Vuelve con nosotros, Kane - pidió Shawn - Quiero saber qué le has dicho a tu novia para que quisiera conocer a Xavier.

Hurley puso su cerebro a trabajar, había olvidado por completo que Shawn estaba presente cuando Tori había examinado a Xavier. Cualquier cosa, cualquier excusa le servía, pero ésta no parecía querer llegar. Desde pequeño, siempre había tenido problemas para mentir. No es que le faltara imaginación, simplemente nunca se había visto en la necesidad de inventar pretextos ante sus padres, con los que mantenía una comunicación abierta y sincera, para llegar tarde a casa o para ocultar que había bebido alcohol. Por ello, en las raras ocasiones en las que necesitaba mentir, era incapaz de salir con algo. ¿Quizá podía decir que le había hablado a Tori de lo buen futbolista que era Xavier? Sí, eso valdría. O no. Sin ser brillante, la excusa no era mala, pero el tiempo que había tardado en pensarla sí que era demasiado. Si la decía ahora, sería demasiado evidente que era mentira rebuscada.

Los ojos grises de Shawn no se apartaban de él, como si pudieran ver los engranajes de su cerebro rotando a toda velocidad. El resto de chicos también lo miraban fijamente. Si Hurley no hubiera estado en el ojo del huracán, habría sonreído ante la ironía. Había sido Shawn, con esa forma tan desagradable de comportarse, el que había cargado de tensión el ambiente, pero también había sido él quien, con una pregunta tan inteligente como maliciosa, había conseguido que todos y cada uno de ellos olvidaran su incomodidad en mayor o menor medida para dejar paso a la curiosidad.

  • ¿Y bien?

Hurley frunció el ceño y, para desesperación de Xavier, se desabotonó la camisa y se la quitó. Caleb soltó un silbido largo, y a varios se les escapó la risa.

  • Conque prenda, ¿eh? ¿Qué nos escondes, Kane? - Shawn se volvió hacia Xavier - ¿O debería preguntártelo a ti?

  • Se te ha acabado el turno - dijo el pelirrojo, cortante, todavía sin perdonarle lo de antes

  • Volverá - se encogió de hombros el otro

Hurley hizo una pelota con la camisa y se la lanzó a Shawn, que la cogió al vuelo y se la puso detrás de la cabeza para que le hiciera de almohadón. Cerró los ojos y, de alguna manera, los demás respiraron aliviados. Nadie se explicaba qué acababa de pasar. ¿Cuál era el Shawn real, el chico callado, amable y trabajador que habían pensado que era o esa especie de gemelo malvado que había aparecido durante el juego? El propio Caleb le miraba con curiosidad. ¿Podría fraguar una alianza en ese frente?

  • Me toca, ¿no? - preguntó Hurley. Fingió reflexionar un momento, pero ya tenía pensada la persona y la prueba desde hacía rato - Byron. ¿Prueba o verdad?

El semidiós rubio, que también seguía pendiente de Shawn, eligió prueba sin dudar. Fuera lo que fuese, acababa de comprobar que era mucho menos peligroso que la otra opción.

  • Vale. Quiero que nos dejes teñirte el pelo.

Shawn estalló en una carcajada.

  • No. Te doy prenda.

  • Espera, escúchame.

  • ¡Que no! No me vais a tocar el pelo.

  • Escucha, escucha. El padre de Tod tiene una peluquería, ¿verdad? - Tod Ironside asintió - Él ha ayudado ahí toda su vida y sabe lo que hace.

  • No - siguió negándose Byron

  • Venga - le animó Nathan - Qué seguro que te queda bien. Con lo rubio que eres, va a ser muy fácil que tu pelo agarre el color.

  • Byron, déjame, por favor - suplicó Tod - De verdad que no te voy a dejar hecho un Cristo. He querido arreglarte el pelo desde que te vi.

  • Eso es casi una declaración de amor - comentó Caleb

  • Y, si sale mal, cortamos y punto - intentó ayudar Jack, aunque solo consiguió que Byron se aterrorizara más

  • ¡Qué no va a salir mal! - le aseguró Tod - Por favor…

  • ¡Solo las puntas! - sugirió Hurley

  • ¿Solo las puntas? - preguntó Byron, vacilante

  • ¡Sí! - Hurley había encontrado la grieta y no pensaba dejar que se escapara - Tampoco vamos a hacerlo ahora, evidentemente. Mañana o pasado, cuando tengamos un hueco libre y haya buena luz, nos ponemos y en un ratito te teñimos.

  • Y, si tú quieres, aprovecho y te corrijo el corte.

Byron se lo pensó un momento.

  • Está bien - dijo despacio, y Hurley y Tod chocaron los puños -, pero como me dejes mal…

  • ¡Te prometo que no va a pasar! ¿Qué color quieres?

  • ¿Azul?

  • Perfecto. Pues en cuanto pueda voy a por el tinte y lo hacemos.

Byron se cogió la coleta y se pasó los dedos entre los mechones de pelo rubio platino, con cara de haber perdido a un pariente muy cercano.

  • Eso te pasa por querer jugar a esto - se rio Caleb en su cara

Sin embargo, no estaba preparado para que Byron le devolviera la sonrisa. El semidiós rubio, sentado a su lado, clavó sus ojos rojizos en los grises del otro chico y dijo:

  • Caleb, ¿prueba o verdad?

  • Verdad - a Byron se le iluminaron los ojos y Caleb cambió de idea - ¡No, espera! Prueba.

  • Decídete.

  • Prueba, Rapunzel.

Byron sonrió aún más y fue entonces cuando Caleb supo que tenía que haberse quedado con su primera elección.

  • Quiero que le des un beso a Jude.

Shawn se rio tan fuerte que casi se cae del sillón. Se cortó la conversación entre Tod y Hurley sobre el tinte de Byron, y ambos giraron la cabeza para mirar a Caleb. Jordan, que había estado ausente después de hacer un esfuerzo por quitarle importancia a lo que había dicho Shawn, volvió al mundo de los vivos y abrió mucho los ojos. Samford se levantó de un salto, interponiéndose entre Caleb y Jude. Todos los demás miraban alternativamente a los dos centrocampistas.

Caleb aún le sostenía la mirada a Byron, que seguía acariciándose el pelo, con un rictus asqueado en la cara, como acabando de procesar el reto. Por su parte, la expresión horrorizada de Jude se veía perfectamente a pesar de las gafas de cristales verdes. Abrió la boca un par de veces como si quisiera decir algo, para después cerrarla sin emitir sonido alguno.

  • No - dijo al final, con voz ahogada - Ni de coña.

Al oírle, Caleb rompió por fin el contacto visual con Byron, que se recostó sobre los cojines, dispuesto a ver la tormenta que había creado desplegarse ante sus ojos. Caleb esbozó media sonrisa; no era la primera vez que iba a jugar con fuego. Estiraría la situación todo lo que pudiera para incomodar a Jude y después le daría una prenda a Byron. Se observó las uñas con aparente desinterés.

  • Así que al Emperador Táctico le asusta darle un simple beso a otro chico - comentó, como quien no quiere la cosa

  • No es eso - contestó Jude, irritado - No tengo ningún problema en besar a otro chico, el único problema aquí es que ese chico eres tú.

  • ¿Cómo? ¿Que no tienes problema en besar a otro chico? - rio Caleb - ¿Hay algo que nos quieras contar, Jude?

  • ¡No me refería a eso!

  • Yo creo que sí.

  • ¡Que no!

  • ¡Eo! - interrumpió Byron, viendo que se iban por las ramas - Me da igual qué problema tengáis cada uno, yo solo quiero ver el beso.

Jude miró a su alrededor, pidiendo ayuda. Sabiendo que la mayoría de los jugadores no podían aguantar a Caleb, lo que vio le dejó petrificado. Salvo David Samford, ninguno de los otros parecía realmente asqueado ante una prueba decididamente asquerosa. Todos mostraban algún tipo de interés por ver cómo se desarrollaba la situación, y Xavier Foster parecía incluso… ¿entusiasmado?

  • Yo estoy de acuerdo con Jude - dijo Samford -  No debería tener que besar a Caleb. Es asqueroso.

  • ¡Gracias!

  • Pues yo no veo por qué - comentó Mark desde la esquina del interruptor, encogiéndose de hombros - Es solo un beso.

Caleb rio con ganas ante la cara que se le quedó a Jude.

  • ¡Cállate! - le gritó el chico de las gafas

  • Es que me hace gracia verte tan asustado por un beso - fingió secarse una lágrima - Tú, siempre tan serio, tan estoico, ¡mírate!

  • Y tú, ¿qué? - replicó Jude, cambiando de estrategia al ver que la indignación no le estaba llevando a ninguna parte - ¿Por qué tienes tantas ganas? ¿No será que el que no nos ha contado algo eres tú?

A Caleb se le cayó la sonrisa de la cara, e hizo un ruido indignado ante la falta de una buena respuesta.

  • Bueno, ¿os dais ese beso ya o qué? - preguntó Byron

  • No - dijo Jude, y luego le ordenó a Caleb, sin mirarle - Dale una prenda.

Éste entrecerró los ojos al tiempo que empezaba a deshacerse el nudo de la corbata.

  • Sabía que eras un cobarde.

  • No más que tú - replicó Jude

Caleb se detuvo.

  • Eres tú el que no se atreve.

  • ¿Y tú sí? - antes de que Caleb pudiera contestar y recuperar la ventaja, Jude añadió - Pues venga. Hagámoslo.

  • ¿Qué?

Caleb pensó a toda prisa. Jude se las había arreglado para que fuese él quien quedara como un cobarde si ahora se negaba en redondo, como le pedía que hiciera cada fibra de su ser. Si acababa de quitarse la corbata y se la daba a Byron, Jude ganaría y él habría perdido. Trató de encontrar, sin éxito, una manera de darle la vuelta a la situación para volver a ponerla a su favor.

  • ¿Caleb? - tanteó Byron - ¿Me vas a dar la corbata o no?

Caleb dejó que sus manos se deslizaran por la suave tela de la corbata hasta soltarla. Miró a Jude a los ojos y musitó:

  • No.

No obtuvo reacción alguna por parte del otro. Ambos se evaluaban, buscando cualquier resquicio en su némesis que les indicara quién sería el primero en dar su brazo a torcer.

  • Me aburro - canturreó Shawn - ¿Vais a hacerlo o no?

Al ver que ni Jude ni Caleb contestaban, Byron se puso en pie, sacudiéndose el pelo.

  • Vamos a ver, elegid de una vez. Si lo vais a hacer, hacedlo y si no…

  • ¡Vale! - concedió Jude, que lo último que necesitaba era que, encima, le regañasen. Miró a Caleb, rezando para que se rindiese primero y no les hiciera pasar a ambos por el mal trago - Ven aquí.

  • ¿Y por qué no vienes tú?

  • Hombre, dado que tenías tantas ganas, lo menos que puedes hacer es acercarte.

  • ¡Yo no tenía ganas de…!

  • ¡¡Suficiente!! - bramó Byron

Jude volvió a mirar a Caleb, dándole una última oportunidad para que se rindiera.

El chico de los ojos grises le devolvió la mirada.

Ninguno de los dos cedió.

Temblando de puro asco, ambos se dieron cuenta de que iban a hacerlo. Jude tardó un par de segundos en asimilarlo, pero, cuando lo hizo, decidió que lo mejor era acabar con ello cuanto antes. Con reticencia, se levantó del sillón y cruzó el círculo en dirección a Caleb, notando trece pares de ojos clavados en él.

  • ¿Ves como querías? - intentó seguir con la burla Caleb cuando el otro chico llegó frente a él, aunque su voz sonó extrañamente aguda en medio del silencio del salón

  • Cállate, anda - dijo Jude cansinamente

  • Oblígame - replicó Caleb sin pensar, y sólo se dio cuenta de lo que había dicho cuando ya era demasiado tarde

  • Te dije que el que lo quería eras tú - Jude sonrió con satisfacción

Antes de que Caleb pudiera buscar respuesta y lanzarlos a una nueva contienda verbal, Jude dejó la mente en blanco. Estiró una mano para alcanzar la barbilla de Caleb, que seguía sentado en el sillón, la levantó hacia arriba con brusquedad y se dobló sobre sí mismo para plantar su boca con determinación sobre la del otro chico.

El beso duró menos de dos segundos, pero incluso eso fue demasiado para Jude. Se echó hacia atrás de inmediato y, aún sin necesidad, pues nunca había habido un beso en el que se hubieran intercambiado menos fluidos que en el que acababan de compartir Caleb y él, se apresuró a limpiarse la boca con la manga de la camisa. Caleb hizo lo mismo, notando cómo sus mejillas adquirían un bonito tono carmesí.

  • Bueno, eso ha sido lo más asqueroso que he hecho en mi vida - dijo, al cabo de un momento, para romper el silencio que había vuelto a hacerse en el salón

  • No es mi culpa que beses de pena - replicó Jude, tan rojo como él

  • Vete a la mierda.

Jude volvió a su asiento, deseoso de que la gente dejara de mirarles. Byron carraspeó.

  • Caleb, te toca.

Caleb le lanzó una mirada asesina que el rubio correspondió con una sonrisa.

  • Yo he tenido suficiente por hoy - dijo Caleb

Recogió airadamente la chaqueta, se puso los zapatos de cualquier manera y se marchó en dirección a las habitaciones sin despedirse de ellos.

  • Justo ahora que empezaba a ponerse interesante - se quejó Shawn y muchos asintieron de forma inconsciente - Pues nada, otra noche repetimos.

Él también se levantó y se fue, tarareando. De uno en uno o por parejas, los otros jugadores comenzaron a recoger el campamento. Jude salió a buen paso y sin decir nada, todavía frotándose la boca con el dorso de la mano. Samford y Joseph King fueron tras él. Byron, sin perder la sonrisa traviesa, cogió la botella de Fermat de entre los cojines del sillón de Xavier y se subió, seguido de cerca por Mark, Axel y Nathan, que iban comentando algo en voz baja. Los defensas Tod, Scott y Jack subieron después de ellos. Los dos primeros iban demasiado ocupados discutiendo lo que acababa de pasar entre Caleb y Jude como para preocuparse de que Shawn hubiera dicho que eran patéticos jugando al fútbol. Jack les escuchaba en silencio, ligeramente preocupado por el mal humor que sin duda se habría adueñado de Caleb y que le recibiría cuando entrara a la habitación 105.

En el salón solo quedaron tres chicos. Jordan miraba a la nada hundido en el sillón, y Xavier se acercó a Hurley.

  • ¿Tú te subes ya? - le dijo en voz baja, para no molestar a Jordan

  • A lo mejor bajo a hacer unos largos.

  • Hay que tener ganas.

Hurley sonrió, recogiendo la camisa que se había tenido que quitar por no contestar a la pregunta de Shawn y echándosela por encima del hombro.

  • No me vendría mal entrar en calor antes de acostarme, que me he quedado helado aquí.

  • ¿Y de verdad crees que la mejor manera de entrar en calor es echarte a nadar? - le preguntó Xavier, dando un paso hacia él y acariciando con un dedo la piel desnuda del canario

Hurley dudó. La posibilidad que le estaba ofreciendo el pelirrojo era bastante más apetecible que la de lanzarse al agua de una piscina que tenía que estar como un cubito de hielo. Por un momento, pensó en lo fácil que sería olvidarse de la conversación que había tenido con Tori y de la ausencia de expresión en la cara de Jordan, y marcharse con Xavier a cualquier zona perdida del Complejo. Pensó en las ganas que tenía de que el dedo que reposaba sobre su torso se convirtiera en toda una mano y de que le recorriera cada rincón del cuerpo. Pensó en lo cálida que era la boca de Xavier y en sus gemidos roncos resonando en sus oídos. Pensó y pensó y pensó, pero la voz de Pepito Grillo sonó al fondo de su cabeza y no le quedó más remedio que escuchar lo que tenía que decirle.

Muy a su pesar, apartó la mano de Xavier de su abdomen y dio un paso atrás, restableciendo la distancia entre ambos. El pelirrojo le miró sorprendido y Hurley hizo un suave gesto con la cabeza en dirección a Jordan, que seguía sentado sin moverse, apático.

  • Deberías quedarte con él.

Xavier miró al chico de reojo.

  • Hay veces que uno prefiere estar solo - murmuró, aunque no pudo evitar que sonara como una excusa

  • Sí, pero esta no es una de esas veces.

  • Pero…

  • Estás siendo egoísta.

No había enfado en la voz de Hurley, ni siquiera decepción o desencanto de ningún tipo. Simplemente se lo hizo saber, sin regañarle, sin recriminarle nada. ¿Qué autoridad moral tenía él para hacer cualquiera de esas cosas?

Por suerte, Xavier no necesitó más que eso. Apreciaba a Jordan. Durante un tiempo, el chico solo había sido alguien con quien tener sexo casual, un cuerpo más que añadir a la lista. Pero ya no. A Xavier le gustaba su compañía, se lo pasaba bien con él incluso cuando tenían toda la ropa puesta, y le constaba que era recíproco. No se había parado a pensarlo hasta esa misma noche, pero Jordan y él habían pasado de ser amantes esporádicos, desconocidos que se acostaban de vez en cuando, a ser amigos. Como rollo, como compañero sexual, no le debía nada, igual que nada le debía al treintañero aquel al que se la había chupado en el transbordo de Nuevos Ministerios en el Metro de Madrid; pero, como amigo, lo menos que podía hacer era quedarse con él esa noche, en vez de echar a correr detrás de Hurley. Dio un traspiés hacia atrás al intentar aumentar la separación entre el canario y él.

  • Tienes razón - le dijo

  • Claro que la tengo - sonrió Hurley, orgulloso por algún motivo - Os veo mañana, entonces.

Xavier asintió.

  • Nos vemos mañana.

Hurley se marchó silbando y Xavier se volvió hacia Jordan. El chico no le miraba, tenía los ojos clavados en algún punto de la pared blanca del salón y se abrazaba las rodillas contra el pecho. Xavier inspiró profundamente antes de acercarse a él, lo cierto es que no tenía ni idea de qué hacer. Para empezar, se sentó a su lado y le puso una mano en el hombro. Jordan no dijo nada, pero aguantó las ganas de deshacerse ante su tacto.

  • ¿Estás bien? - preguntó Xavier, aunque ambos conocían la respuesta a esa pregunta

Jordan negó con la cabeza. Xavier le acarició la espalda.

  • No le hagas ni caso.

Tampoco obtuvo respuesta.

  • Mírame. Jordan, mírame - Xavier se bajó del sillón y se arrodilló frente a él para que sus ojos quedaran a la misma altura - No sé si te sirve de algo, pero yo no creo que seas un mal jugador. Para nada.

Tiempo después, Jordan se preguntaría si las palabras de Xavier le habían sonado más sinceras de lo que eran por la necesidad que tenía de escucharlas o si realmente el pelirrojo creía en lo que decía. En el momento, sin embargo, fueron más que suficiente. Dejó que su cabeza cayera sobre las rodillas.

  • No es tanto por lo que ha dicho - dijo en voz baja -, sino cómo lo ha dicho.

  • Entiendo.

  • Yo sé que tiene que haber jugadores mejores y jugadores peores. Lo sé - se le quebró la voz y el escozor previo al llanto se dejó sentir en su nariz - Y también sé que si me comparo con Jude, o contigo, o con prácticamente cualquiera de los demás, tengo todas las de perder.

  • No tiene por qué…

  • Es así - murmuró Jordan, parpadeando para ahuyentar las lágrimas - Es así, pero no pasa nada. Alguien tenía que ser peor y ya está. También estamos aquí para aprender. No es ese el problema. Es solo que no entiendo… O sea, yo antes he estado hablando con él, con Shawn. Tú me has visto.

Xavier asintió, optando por guardar silencio y dejarle desahogarse.

  • ¿A qué ha venido todo eso? ¿Por qué tan cruel de repente? Conmigo, con Mark. No me importa que opine que soy el que peor lo hace, de verdad…

  • Te importa que vaya a hacer daño - concluyó Xavier

  • ¡Claro! ¿Qué necesidad? Encima, Shawn. Si lo hubiera dicho Caleb… Pero es que ha sido Shawn y no entiendo por qué. No entiendo nada.

Se secó los ojos con rabia. Odiaba llorar. Xavier no supo qué decir, él tampoco tenía una explicación que pudiera darle sentido al comportamiento de Shawn.

  • Anda, ven - murmuró, envolviendo a Jordan torpemente con los brazos

Jordan trató de aguantar el tipo, de mantenerse inmóvil sobre el pecho de Xavier, pero al cabo de un par de segundos, un sollozo le hizo estremecerse y volvió a llorar. Sin poder contenerse, descargó contra el pelirrojo el amasijo de emociones acumuladas durante la noche, empapándole la camisa en el proceso. Ambos resbalaron del sillón hasta el suelo, donde Jordan todavía tardó un rato en calmarse. Xavier se negó a soltarle hasta que dejó de temblar.

Cuando notó que la respiración de Jordan recuperaba un ritmo normal, se separó de él y le preguntó:

  • ¿Mejor?

Jordan asintió. Los ojos de Xavier, preocupados, viajaban de las pequeñas gotitas que se le habían quedado sobre las pestañas a las venas rojizas que se habían abierto paso por su córnea, y después buscaban su pupila para volver a preguntarle, una y otra vez y sin emitir sonido alguno, si estaba mejor. Jordan volvió a asentir, y Xavier suspiró aliviado.

Tentativamente, sin estar seguro de si era el momento, alzó una mano y le colocó a Jordan un mechón de pelo que se le había escapado de la coleta detrás de la oreja. El chico no se movió, dándole permiso para seguir. Xavier dejó que esa misma mano resbalara por su cara, acariciándole con suavidad la mejilla enrojecida, y después se impulsó con las rodillas ligeramente hacia adelante para depositar un beso sobre la boca del otro chico.

Fue un beso muy distinto a los que acostumbraban a compartir. No hubo prisa, ni lujuria, ni tampoco se enzarzaron en una batalla húmeda por el dominio del espacio. Xavier, con infinita ternura y muchísimo cuidado, acarició los labios de Jordan con los suyos. Entreabrió la boca y paseó su lengua por la delgada piel que los cubría, recogiendo los restos salados de las lágrimas que habían bajado hasta ellos. No mordió ni trató de abrirse paso al interior de la boca del otro chico. Xavier sabía que, en ese momento, Jordan no necesitaba el sexo por el sexo, sino cariño, muchísimo cariño.

Al fin y al cabo, las últimas setenta y dos horas habían sido de una carga física y emocional brutal, y ellos no eran más que chavales de entre quince y diecinueve años cuya mayor preocupación hasta hacía tres días había sido aprobar los exámenes del instituto. Era cuestión de tiempo que todos tuvieran un momento de colapso.

Jordan se aferró al cuello del pelirrojo mientras disfrutaba del beso, incapaz de expresar su gratitud de ninguna otra forma. Porque se hubiera quedado con él, porque hubiera entendido lo que necesitaba y cómo lo necesitaba. Cuando la lengua de Xavier por fin se deslizó dentro de su boca, estuvo a punto de deshacerse. Un pulgar acariciaba su mandíbula, y sentía los dedos de la otra mano de Xavier perderse entre su pelo mientras el beso ganaba profundidad sin perder un ápice de dulzura.

Apoyó la espalda contra el sillón, insensible al frío que le llegaba desde el suelo a pesar de la alfombra con la que lo habían cubierto. Xavier, que estaba de rodillas entre sus piernas abiertas, se despidió de su boca con un suspiro y hundió la nariz en el recoveco entre su hombro derecho y su cuello. Aspiró con fuerza el olor de Jordan, y después colocó un suave beso sobre la delicada piel de esa zona. Jordan se estremeció. Llevó la cabeza hacia atrás, dejando que reposara sobre los cojines en los que había estado sentado hasta hacía un momento, dándole acceso al pelirrojo a su zona más sensible. Xavier se lo agradeció con pequeños lametones aquí y allá que hicieron del otro chico un deshecho de suspiros.

Le besó detrás de la oreja y a lo largo de toda la mandíbula, y también le besó los párpados y la nariz, arrancando de Jordan una risa débil, algo nasal, esa risa que es la primera risa después de haber llorado. Volvió a besarle en la boca una vez más, intentando consolarle y socorrerle de la única manera que sabía hacerlo.

Llevó la mano izquierda a los botones de la camisa que Jordan había llevado a la gala y comenzó a desabrocharlos uno a uno. “Estás siendo egoísta” resonó entonces en su cabeza. ¿Quién le decía a él que Jordan estuviera de humor para tener sexo, por muy buenas que fueran sus intenciones? Se detuvo y echó el cuerpo hacia atrás, buscando los ojos del otro chico. Quería hacerlo bien.

  • ¿Te apetece?

Jordan le miró desconcertado.

  • Sí - susurró - No pares.

No pares nunca.

Xavier acabó de desabotonarle la camisa. Agachó la cabeza y capturó uno de los pezones de Jordan con la boca. El frío del que tanto se habían quejado hacía que estuvieran duros como piedras, y el contraste con la boca caliente del pelirrojo consiguió que Jordan viera el cielo. Deslizó los suaves mechones rojos entre sus dedos mientras Xavier se esmeraba en sus pezones y acariciaba el resto de su piel desnuda con esos dedos largos y finos que bien podrían haber sido de un pianista. Jordan podría haberse quedado así toda la vida.

Recibió a Xavier en su boca una vez más, ya prácticamente olvidado todo lo que había pasado durante el Prueba o Verdad, y agradeció a un Dios en el que no creía que hubiera puesto al pelirrojo en su vida. Quiso decirle que le quería, pero se calló. En cambio, puso una mano en el pecho de Xavier y le obligó a retroceder lo justo para poder moverse. Notó el corazón en la garganta al ver la preocupación que empañó de inmediato la mirada de plata del otro chico.

  • ¿Todo bien? - le preguntó Xavier, temiendo haberse pasado, y la mente de Jordan viajó varios meses atrás, cuando él era virgen y Xavier iba con pies de plomo por su cuerpo

Había pasado el tiempo, pero el tono de la pregunta era el mismo de entonces. Jordan sonrió, calmándole, y se puso en pie.

  • Siéntate - le pidió

Xavier ocupó el hueco del que Jordan se acababa de levantar. A la tenue luz de las lámparas de las mesitas, Jordan comenzó a desnudarse para él. Se deshizo de la camisa tirando de las mangas, bajo la mirada atenta de Xavier, que se desabrochó el pantalón y deslizó una mano dentro, sabiendo lo que venía cuando Jordan acabara. El chico se quitó el pantalón. No exudaba sensualidad, no exudaba sexualidad, no se movía buscando que cada ademán excitara al pelirrojo. Esa noche no. Esa noche lo importante era el gesto de desnudarse en sí mismo, la intimidad que rezumaba el quitarse la ropa ante los ojos del otro, la complicidad repleta de costumbre que flotaba entre ellos.

Cuando cayó el calzoncillo, Xavier sonrió. Contempló a Jordan un momento. No solían hacerlo completamente desnudos, en parte porque lo suyo tendía a ser un “aquí te pillo, aquí te mato”, siempre con la ropa a medio bajar y escondidos en cualquier lavabo, en cualquier armario. De hecho, si olvidaba la noche en la piscina, casi no podía recordar la última vez que habían tenido una sesión de sexo que no fuera apresurada, eufórica. No era que esas no le gustaran, de hecho, la locura que las impregnaba tenía algo que a él, que a ambos, les volvía locos. Por eso tonteaban tanto, por eso enredaban y jugueteaban allá donde iban, aumentando cada vez más el riesgo (y, por tanto, el morbo) de sus encuentros.

Sin embargo, se dio cuenta, había echado en falta algo que volvía a flotar esa noche en el ambiente: un sentido detrás del sexo. El sexo vacío estaba bien y era indudablemente divertidísimo, pero la carga emocional ligada al sexo con sentido le dotaba de una intensidad brutal con la que el vacío no podía ni soñar. ¿Habría sido aquella noche en la que penetró a Jordan por primera vez la última en la que había habido significado detrás del sexo? No se acordaba.

Hizo ademán de ponerse en pie, pero Jordan le detuvo.

  • Espera, déjame a mí.

Xavier volvió a sentarse y Jordan avanzó hasta él. Se puso a horcajadas sobre sus piernas, y le sacó el pene del pantalón. Se escupió en la mano y lo embadurnó con saliva en un par de movimientos.

  • Te vas a hacer daño - le dijo Xavier, intentando detenerle

  • Ya no me haces daño - le tranquilizó Jordan, notando el miembro del pelirrojo palpitar en su mano

Lo colocó despacio en su entrada y se dejó caer sobre él con lentitud. Xavier se mordió el labio inferior al sentir cada centímetro suyo dentro de Jordan. Cuando éste acabó de bajar, y sus nalgas desnudas rozaron los muslos de Xavier, volvió a besarle. Jordan se abrazó a él, que le correspondió cruzando los brazos por detrás de su espalda. Ninguno de los dos se movió hasta que sus respiraciones se hubieron acompasado. Solo entonces, Jordan se echó hacia atrás. Una mano se apoyó en el hombro derecho de Xavier, y la otra en su rodilla izquierda, buscando el equilibrio perfecto para empezar a moverse. Comenzó una cabalgada lenta, precisa, preciosa a ojos de Xavier, que en ese momento no tenía cabeza para pensar ni en Hurley, ni en Shawn, ni en el Torneo Juventud, ni en nada que no fuese Jordan Greenway. Hizo fuerza contra el suelo, subiendo y bajando la cadera para acompañar al otro chico, pero dejando que fuera él quién marcara el ritmo todo el rato.

Ambos jadeaban, pero habían guardado los gemidos escandalosos para otra situación. Sin dejar de acariciarse el uno al otro como si fuera la primera vez que tenían sexo, redescubriéndose, aguantaron todo lo que pudieron. Ninguno de los dos acababa de entender por qué, pero habrían dado cualquier cosa para que el momento que compartían se alargase indefinidamente.

Por desgracia, por mucho que el cerebro quisiera otra cosa, al cabo de unos minutos, Xavier buscó los ojos de Jordan para avisarle de que se iba a correr, y el chico entendió sin necesidad de que el pelirrojo dijese nada. Echándose hacia adelante se fundió en un último beso con él. Los brazos de Xavier se tensaron alrededor de su espalda, y notó el semen inundando su recto al tiempo que su garganta absorbía el quejido de Xavier. Él también se corrió, sin tocarse, aferrándose al cuello de Xavier y emitiendo un grito mudo.

Sudaban.

Pasado el éxtasis del orgasmo, Jordan se relajó sobre el pelirrojo. Apoyó la cabeza en su pecho y notó la barbilla de Xavier reposar sobre su coronilla. Todavía se abrazaban y así siguieron un rato más. A Jordan le pesaban los párpados.

  • ¿Xavier? - murmuró

  • ¿Mhm? - Jordan no necesitó mirar para saber que tenía los ojos cerrados

  • Gracias.

Xavier le abrazó más fuerte.

Nota delautor

Bueno, ya lo comenté en el breve comunicado que os subí hace dos días (que conste que esta vez he cumplido fecha de entrega), pero aquí tenéis este quinto capítulo que cierra la introducción y se extiende durante casi 20000 palabras (que, para los que no escribáis a menudo, son UN HUEVO). Pese a la extensión, es sin duda mi capítulo favorito, no en vano he dedicado un mes a escribirlo. Espero que os guste tanto como a mí y, que si habéis llegado hasta aquí, que me lo hagáis saber. Como digo siempre, es un placer recibir valoraciones y comentarios.

Por cierto, si os interesa lo que publico aquí pero no habéis leído el "comunicado" que subí (me da cosa llamarlo así, ni que fuera el burofax de Messi), no estaría mal que os pasarais a echarle un vistazo, comenté un par de cosas relativas a esta saga y a la del duque de Galisteo.

Creo que con eso digo todo, ninguno necesitamos más texto después de esta larguísima entrega. Racionad bien el capítulo y disfrutadlo. Un abrazo.

Shadow Ankley