Godofredo, el guardia

Aquel guardia de seguridad de su edificio lo calentaba enormemente. Maduro, corpulento, fuerte,aquel macho en uniforme despertaba sus deseos mas ardientes.

El hombre era muy atractivo. Tirando a robusto, alto, corpulento, espaldas anchas, cabello algo ondeado al que salpicaban en las sienes y en la nuca, algunas canas que le sentaban muy bien a su pelo castaño, bigotes poblados (¿pincharían al besar?). Piernas gruesas, vientre incipiente, culo bien gordo y marcado por su ropa de seguridad de mi edificio. Era el guarda nocturno que custodiaba las instalaciones de la torre de departamentos donde yo vivía. Estaba para comérselo. Claro que si el hombre era bien macho el almuerzo podría terminar en indigestión o a las trompadas.

Hacía poco tiempo que yo me había mudado al edificio y me gustó apenas lo vi. Me "pierden", me gustan, los señores maduros y robustos. Con sus cuerpos bien fuertes, algunas arrugas y canas. No podría contestar que me atrae más de ellos: si su experiencia, su aplomo, sus vergas de fuego o su espíritu paternal.

En realidad es un todo, soy un adorador de los maduros aplomados, experimentados, paternales y que tengan una pija de esas para sacarles el sombrero

Yo no conocí a quien fue mi padre. No me reconoció y huyó del pueblo, para nunca regresar. Era un viajante de comercio, y si no fuera porque lo odio con toda el alma, me reiría de la mercadería que vendía: naftalina. Para vos que sos jóven o vivis en países tropicales, es raro que sepas de que se trata. Son unas bolitas de un olor penetrante, que se hacen con algún derivado del petróleo y que se vendían para proteger la ropa de invierno contra la polilla de los roperos o placares. Tambien se ponían en los mingitorios de los baños públicos porque eran de olor tan fuerte que servían para desodorizar. En otras palabras, yo soy la naftalina que ese vendedor de comercio dejó en el vientre de mi madre y que nunca vino a buscar. Solo que huelo bien….

Podrán decir que busco a un padre cuando me vinculo con señores mayores, pero a mi me calientan, me seducen, me hacen cosquillas en las partes íntimas, me dan vuelta, me ponen a mil. Maduros de todos los colores, casados, viudos o solteros. Divorciados o en pareja: todos me vienen bien. El médico obeso de la mutual, el farmacéutico sordo de la otra cuadra, el ruso que atiende la fiambrería con su cara brillante y cachetes rojizos, el dueño del restaurante de la avenida con sus bigotazos y ese bulto que se dibuja en sus pantalones negros, el tío de mi vecina Eugenia, jubilado de la Marina, el cura de la parroquia del barrio (de bella nariz y barriga prominente), el hermano de mi jefa, y un cincuentón que viaja siempre conmigo en el tren, que siempre me hace ojitos.. Hasta que conocí a Godofredo el guardia de seguridad.

Ay Godofredo como me calentabas papi. Mi tesoro adulto con pistola. Mi personaje de los mejores sueños mojados y las pajas mas ricas.

La administración del edificio había contratado a una agencia de seguridad, para proteger a a los copropietarios, y ahí creo que apareció Godofredo, con su uniforme azul y crema, su gorra con vicera, sus modales firmes pero amables, su sonrisa tímida. Y su grandiosa entre pierna claro. Y yo me puse de la cabeza. Me volví loco. O sea que me enamoré del tipo enseguida. Lo veía y el culo se me dilataba. Que bien que me caía el hombre. Le miraba las manos de dedos gruesos, los brazos peludos, la camisa abierta en los días de mucho calor, dejando ver los vellos del pecho, sus bigotes majestuosos, y esa mirada en la que yo leía muchas cosas… Se me ponía dura con solo mirarlo. Bueno yo soy muy imaginativo, y morboso. Soy flor de pajero. Como vos, viste. Pajero del libro Guiness de los Records.

Solía volver del curso de diseño, bien tarde a la noche y algunas veces me iba a una avenida que bordea un parque , a pocas cuadras de mi casa, para ver si tenía suerte y me levantaba a algun señor. Uno siempre necesita, el contacto de una verga, la caricia de una pija, la humedad de una polla. El calor de un sexo duro y listo para explotar en tu boca, en tus manos o en tu culo.

Yo era muy joven y atrevido entonces y siempre andaba caliente con muchas ganas de coger y que me cojan. A veces no conseguía nada, no me gustaba "la mercadería" que se ofrecía tocándose la verga, entre las sombras de los árboles.

Esa noche pasé frente a uno que me dió cierto miedo. Parecía un lobo vagabundo, y su mirada me aterrrorizó. El creyó o quiso creer que me había gustado pues se vino tras de mi, y poniéndose a mi par, y con una voz desfigurada por el alcohol, comenzó a proponerme que tuviéramos sexo Acercaba su aliento ebrio a mi oído y susurraba cositas tales como "veni que te la pongo putito". "Te voy a romper el orto maricón…"

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En un momento me mostró su pija grande y sus huevos colgantes, era todo muy enorme y tentador pero ese hombre me aterrorizaba y salí corriendo del parque. Era tarde, casi la una y media de la madrugada, y desistiendo de mis intenciones de que me peinaran para adentro, vos te imaginás, me alejé en dirección a mi casa sin mirar hacia atrás. En el último semáforo miré para el costado vi al vagabundo, que me seguía , con su andar torpe de borracho, y que sin disimulo me gritaba cosas soeces y amenazantes. Sin esperar a que cambiara la luz, crucé la calle con el fin de escaparme., esquivando un par de automóviles.

Cuando llegué a las cercanías de mi casa, el hombre comenzó a golpearme la espalda, a tirarme del brazo y a balbucear palabras inentendibles. Olía a alcohol y a cigarrillos y estaba mal trajeado. Le dije que se fuera , que no me siguiera y el siguió golpeádome la espalda y en un momento sentí un golpe con una piedra en mi cabeza. Me asusté pues sangraba, y tapándome con mi pañuelo blanco, ingresé al edificio y traté de eludir la mirada de Godofredo. Pero el, estaba alerta y se dio cuenta que yo estaba lastimado y pálido. Se levantó de su cabina y se acercó a mi. , y mientras me preguntaba que me había pasado, me llevaba hacia un cuarto del fondo de la planta baja, para curarme.

  • Quién te ha hecho eso, preguntó preocupado.

  • Un ladrón, un asaltante que salió de un portal cuando bajé del ómnibus , le dije

  • Dejame que te cure, agregó y encendiendo un tubo fluorescente del techo, cerró la puerta y me hizo sentar en una silla .

De una caja metálica que extrajo de un armario, sacó un desinfectante, alcohol y unas vendas y apósitos. Con un trozo grande de algodón , corrió mi mano que detenía la hemorragia y desinfectó la herida. Me ardía mucho y estaba muy mareado pero no dije nada.

Cubrió la herida con unas vendas que sujetó con un apósito y me dijo que me quedara alli un rato mientras el revisaba el hall de entrada del edificio.

Me conmovió la suavidad con la que limpió la sangre, la eficiencia con que desinfectó y vendó la contusión y su voz tranquila y calma.

  • Te sentis mejor, preguntó cuando volvió al cuarto y yo le dije que si e intenté pararme pero nuestros cuerpos se chocaron y ya no me senti mareado sino atraído por aquel hombre maduro y fuerte. Nos miramos a los ojos y el volvió a preguntar:

Te sentis mejor? Y yo ya no supe que contestar. Sus ojos oscuros y brillantes me envolvían como una sábana de seda, como una catarata caliente que doblegaba mi voluntad. Ay papito como me calentaste….

Lo miré y le sonreí con una sonrisa dolorida y muy cansada y el sonrió a su vez. El silencio era rotundo, y solo el volar de una mosca rompía esa sensación de que el mundo se había detenido. Intenté incoporarme porque me era intolerable contener a mi cuerpo que caliente se rebelaba contra mi razón. Cuando lo hice, sentí como un mareo y el me sostuvo para que no me cayera al suelo. Cuando recuperé el equilibrio, toque su brazo fuerte, tus codos, sus antebrazos velludos y calientes y lo miré deseperado a los ojos. En ese instante, el acercó su boca de labios gruesos y húmedos a la mía y apagando la luz del cuarto comenzamos a besarnos, eran besos duros , de lengua, y nuestras salivas se intercambiaban orgullosas y sus grandes manos, acariciaban mi cuerpo, mi cabeza, mis hombros, mis brazos, mi espalda , mis nalgas, y seguíamos besando como si fuera la última vez. El empujó mi cuerpo con firmeza pero delicadamente hacia el piso. Y abriéndose la bragueta, sacó su pija gruesa, brillante y erecta. Y no pude resistir la tentación de besarla, de lamerla. Chupé por fin aquella verga orgullosa, extrayéndole sus primeros jugos, mojándola con el agua de mi boca sedienta y chupé , ay papito seguí así murmuraba, y seguí chupando aquella verga mientras la empujaba hasta el fondo de mi garganta, y yo casi me ahogaba por el tamaño y la dureza y por la violencia con que me cogía. Seguí putito, decía el , con los ojos cerrados que podía distinguir por la luz que entraba por la pequeña ventana del cuarto . Chupé , mamé, esa pija enorme , esa pija que se clavaba en mi boca, y el gemía ,lloraba, y seguía murmurando: segui asi pibe, seguí chupándola, sacame la lechita que tengo para vos, ayyyy….

Cuando se vino, baño mi cara, mi cuello , mis manos de su leche espesa, de su semen caliente que me ardía en la boca como un fuego. Guauuuu. Y ahí sin más antecedentes, me vine en su mano, acabando un montón de mi leche, regando el piso del cuarto oscuro con el producto de mi pasión. Cuánta leche papito, exclamó y abrazándome fuerte me besó la boca, las mejillas, la cabeza lastimada y hasta las manos húmedas.

Con un trapo nos limpiamos y antes de salir del cuarto, el me dió un beso en la boca de los que no se olvidan, y me dijo que eso quedaba entre nosotros y que yo era el mejor.

Yo sé que la chupo muy bien. Si quieres puedes probarme …. Pero no soy el mejor, apenas uno de los mejores mamadores del cono Sur.

Salimos al corredor y nos dijimos buenas noches , y antes de subir al ascensor, el miró hacia el frente para ver si había alguien y como no había niguna persona, me besó muy tiernamente en la boca por última vez.

Por los siguientes días, esa fue nuestra rutina, encerrarnos en el cuarto y chuparnos mutuamente las vergas, hacernos nuestras ricas pajas, previo juego de besos y caricias.

Ay papito que caliente me ponías

Soñaba con el momento indicado en el que el me cogiera con aquella pija grandota y morcillona y descargara su leche en el fondo de mi culo. Me hacía mis lindas pajas pensando en Godofredo y aquel momento soñado en el que me penetrara y hiciera cantar boleros a mi culito tentador.

En aquellas noches el me desnudaba en el cuarto y acariciaba mis nalgas con sus manos grandes y ponía uno de su gordos dedos en mi orto, y en voz muy baja me decía , que me quería coger, que quería penetrarme y hacerme gozar como nadie.

En un partido de fútbol, me rompí el menisco de mi pierna izquierda y tuvieron que operarme de urgencia. Por esa razón, luego de la cirugía pasé unos días en casa de un familiar, y no volví a mi departamento. Nada supe de Godofredo ni el supo nada de mi durante el período que duró mi ausencia..

Una vez que me pude mover con unas muletas, regresé a mi casa. Y ya no estaba Godofredo, lo reemplazaba un hombre flaco y enjuto con cara de pocos amigos. Cuando me presenté, quise saber que había sido de Godofredo y el no supo decirme nada. Pertenecía a otra agencia de seguridad y no lo conocía.

Triste y dolorido, salí de nuevo hacia la plaza, aquella que bordea la avenida: el lugar al que concurren los desesperados de la noche. Los solitarios en celo. Los hombres que gustan de otros hombres, y que solo se atreven en la oscuridad a expresar lo que sienten.

Había llovido y el camino estaba barroso. Mis zapatos se hundían en el lodo y de las copas de los árboles caían restos de agua de lluvia que me mojaron la cabeza, los anteojos y hasta la parte posterior del cuello.

Un perro ladraba en la oscuridad, eran aullidos lastimeros y calientes. Sonidos del animal que busca aparearse. Yo era como ese perro , caliente y lastimero. Era uno más de los hombres solitarios que buscan desahogo entre las sombras. Caminé por los senderos que bordeaban el sector mas oscuro y sentía los ojos de los hombres como lamparitas brillantes que me llamaban…El aire olía a violetas y a aromos, y a la urgencia sexual de tantos hombres solos.

Me pareció ver al vagabundo que me había corrido y golpeado pero no era él. Un hombre mayor, cuyo rostro no se veía bien , me hizo señas, y me esperó contra el tronco de un árbol. Sin decirnos palabras, sin pedir permiso, advirtiendo que yo estaba entregado, caliente y regalado , me bajó los pantalones, los delizó por mis piernas mojadas cubiertas de barro, y casi sin prolegómenos, sacó su pija de su pantalón manchado, y la introdujo en mi culo Era un verga enorme, curva en su extremo , gruesa y dura. Abrite me dijo. Dejame pasar que lo vas a gozar chiquito. . Dale papito, dejame passar, me alentaba y yo me abria, me abría, me dilataba, me convertía en un tunel caliente y mojado, permitiéndole el paso. De la copa del arbol caían unas gotas de lluvia y en el cielo se veían relámpagos. La luz fugaz que venía del cielo no me permitía mirarlo. Sentía su cuerpo , su ropa mojada, la respiracion agitada de su aliento en mi espalda, en mi cuello, su cuerpo empujándome contra el tronco del árbol. Pasó su pija una y otra vez por mi culo, y cuando ya no pudo mas de deseo me la metió con furia. Sentí el dolor de la penetración, el grosor de aquella verga, la dureza y calentura, el aliento de aquel hombre , y el constante serruchar en mi culo abierto de par en par. Quise gritar pero el tapó mi boca, y yo estreché mi ojete para que el sintiera la fuerza de mi esfinter, para que ya no me dejara ir. Atrapé su pija enorme en mi agujero como si fuera una carcel de placer y locura. Para que no me dejara. Para que ese hombre mayor desconocido, quizás mi padre, o el médico obeso, o el farmaceútico sordo, o tal vez Godofredo, me hicieran el amor, y taparan con el torrente de su leche, mi soledad, mi deseo irrefrenable y mi tristeza.

galansoy

Gracias por tantas comunicaciones elogiosas y de amistad. Valoren mi relato y háganme saber sus comentarios. Con mucho cariño. g.