Gloryhole de misión

Soy cd, y militar, y cuando me mandaron de misión tuve que ingeniármelas para poder seguir disfrutando de mi pasión oculta

Empecé a interesarme por la lencería. Cuando se despistaba mi hermana le robaba sus braguitas y me iba a mi cuarto a probármelas, me encantaba sentirlas en mi piel, me ponía mucho verme con ellas. Poco a poco fui avanzando en mi vida como cd, buscando más ropita, depilándome, probando con mi culito.

Como no quería estudiar, mi padre me obligó a entrar en el ejército. Fue duro, pero lo pasé. Allí conocí a muchos amigos y me gané un sueldo. Pero llegó un día en el que me eligieron para ir de misión. Yo no quería, pero me obligaron.

La preparación fue una mala experiencia. Sólo pensaba en que iba a estar lejos de mi familia, amigos y hobbies. Además, vestirme de nena se había convertido en una rutina para mí. Todas las tardes llegaba a casa, me ponía mis medias, mis braguitas y mi sujetador y disfrutaba viéndome al espejo, haciéndome fotos y jugando con mi dildo.

Para intentar mantener algo de mi vida, aunque sabía que compartiría habitación con varios compañeros, decidí meter en la maleta varios juegos de lencería. Buscaría cualquier ocasión para volver a ser yo misma.

Los primeros días fueron muy largos y duros. Llegábamos destrozados a la cama y nuestro tiempo libre se basaba en comer y dormir. Pero poco a poco fuimos cogiendo ritmo y yo llevaba bastante tiempo sin jugar con mi culito ni mi lencería. Estaba bastante caliente después de unas semanas.

A eso hay que añadirle que nos duchábamos en duchas que, aunque eran individuales (separadas por un tablón de plástico y cerrados, con lo que daba intimidad y nadie podía verte mientras te duchabas), salíamos todos a un mismo vestuario común. Eso daba pie a vernos a todos con toalla a la cintura (o sin ella algunos) entrando y saliendo de las duchas.

Yo intentaba disimular pero no podía aguantar que se me escapara alguna miradita a la polla de mis compañeros. Había alguna realmente bonita y grande. Según pasaban los días al sentirme más caliente me quedaba más tiempo embobada con ese paseíllo de pollas.

Una tarde no me contuve y metí en el neceser mi lencería. Me metí en una ducha y me la puse. ¡Qué gusto! Disfrutaba subiéndome las medias mientras las braguitas se metían entre mis cachetes. Me fui tocando mi culito con un poquito de gel y empecé a meterme un dedo, se me escapó un gemido de putita que creo que alguien escuchó, pero por suerte no pasó de ahí y pude seguir disfrutando metiéndome los dedos hasta que me corrí… aproveché para que la leche cayera en mi mano y poder saborearla, cosa que me encantaba.

Pasaron los días y cada vez estaba más deseoso de polla, pero tenía que intentar pasar desapercibido. Entonces me vino a la cabeza: montar un gloryhole en las duchas.

Era una idea muy disparatada, pero si lo hago bien nadie sabría quien había hecho los agujeros, y tardarían algunos días en taparlos… Aunque tendría que ver cómo hacer para que nadie me pillara entrando/saliendo de la ducha con agujero…

Una tarde que tuve libre me pasé a las duchas a la hora de comer e hice el agujero, cerciorándome que no había nadie. Ahora sólo faltaba tender el cebo.

La verdad no sabía muy bien cómo hacerlo, pero se me ocurrió simplemente meterme en la ducha y ponerme la lencería, esperando que quien se metiera al otro lado se diera cuenta del agujero y mirara, para ver mi cuerpazo en medias y lencería buscando polla.

Lo intenté varios días, sin éxito. Estaba casi una hora en la ducha y costaba que alguien entrara incluso (había bastantes duchas).

Pero una tarde llevaba ya un buen rato en la ducha con mis medias y tocándome por encima de las braguitas cuando entró alguien en la ducha contigua. “Mi momento”, pensé, y me agaché a mirar qué polla había entrado. Era de tamaño normal, pero gruesa de tronco y bien bonita, se me hizo la boca agua… Él se empezó a duchar y para llamar su atención pegué mi culito al agujero, golpeando el tablón para que se moviera, un par de veces. No sabía si se había dado cuenta hasta que noté como su mano rozaba mis nalgas, sentí un escalofrío desde mis pies a mi cabeza como nunca lo había hecho. La adrenalina del momento, el ver que había conseguido “que picaran” y la excitación me pusieron a mil. No sabía si me habría visto la cara, reconocido o qué, pero en ese momento sólo quería su polla.

Siguió tocándome el culito, buscando mi entrada e intentando meter un dedo. Puff estaba cachondísima, me apoyaba al otro lado abriendo mis piernas. Ya tenía dos dedos dentro de mí, este tío sabía lo que hacía. Mi polla estaba goteando preseminal y yo me mordía el brazo para no gemir de placer.

En un momento sacó sus dedos de mí y me quedé vacía. Noté algo más grueso y me giré a ver si era mi premio. ¡Bingo! Su polla había aparecido por el agujero, no estaba erecta, pero según la vi me tiré de rodillas y chuparla. Empecé a lamer su cabeza rosadita. Me sentía la más puta con esas ganas de polla que tenía. Me la metí en la boca y empecé a jugar con mi lengua, sintiendo como se hacía más grande dentro. Se endurecía poco a poco y me iba llenando toda la boca. Él empezó a moverse lentamente y dejé que me follara mi boquita de zorra. Uf que rico se sentía. Empujaba hasta el fondo de mi garganta y yo ya había perdido la noción del tiempo y del espacio. Me daba igual donde estaba, sólo quería disfrutar de esa polla hasta que me llenara de leche.

Siguió follándome la boquita un buen rato hasta que la sacó del agujero. Me quedé sorprendido, pero vi como con su mano me mandaba levantarme y lo entendí todo. Me puse de espaldas y acerqué mi culito al agujero. No fueron ni 5 segundos cuando sentí su polla en la entrada de mi culito, que lo recibió apretándolo mientras se iba abriendo paso. Yo estaba en la gloria sintiendo como iba entrando cada centímetro de esa polla, empapada con mi saliva. Poco a poco empezó a moverse lentamente y yo fui acompañándolo con mi culito. Entraba y salía cada vez más rápido, me estaba follando riquísimo, no aguantaba mis gemidos y cada vez me costaba más mantener el “silencio”, que en realidad se había perdido porque sonaba bastante como rebotaba mi culito contra el tablón y sus huevos. Me daba todo igual, sólo quería esa polla dentro de mí.

Fui acelerando poco a poco cabalgando esa polla que me estaba volviendo loca. Miré mis braguitas, que le costaban contener a mi pene, como estaban empapadas de preseminal. En un momento empujé completamente mi culo contra la pared y entró hasta el fondo, y él empezó a moverse de forma salvaje que me hizo gritar de placer mientras notaba sus estocadas en mi culito, me estaba destrozando y me encantaba. Empecé a jadear y mis piernas comenzaron a temblar mientras sentía como el orgasmo empezaba en lo más profundo de mí y atravesaba todo mi cuerpo. Me estaba corriéndome mientras me reventaba el culo, de los mejores orgasmos que una nena como yo puede tener. Mi pene estaba llenando mis bragas de leche mientras mis piernas empezaron a fallar y notaba esa polla en mi culo haciéndose cada vez más grande…No quería que parara, pero no aguantaba más de pie y caí de rodillas temblando, con el culito abierto y gimiendo como la zorrita que era. Según caí noté en mi espalda un chorro de leche calentita que me hizo sacar fuerzas para girarme. Ahí estaba la polla que me había dado tanto placer, sacudiéndose y soltando leche. El segundo chorro cayó en mi cara mientras intentaba agarrarla para meterla en mi boca, y el resto ya los disfruté dentro de mi boca mientras chupaba con ansias esa polla hasta dejarla limpia.

Fue uno de los mejores polvos que había tenido hasta entonces. Seguí chupando esa polla en agradecimiento hasta que su dueño la quitó del agujero y yo casi inconscientemente terminé de caerme y tumbarme en el suelo, agotada, con las rodillas doloridas, mis piernas terminando de temblar y mi culito bien abierto. Me quedé varios minutos ahí tumbada hasta que recobré el sentido, me duché y limpié bien y salí, intentando que nadie me viera.

No sé si mi amante secreto supo quién era, o me estuvo espiando hasta que salí de la ducha, pero lo que si se es que iba a avisar a sus colegas y tendría trabajo, y ¡vaya si lo tuve!

Os lo cuento en la segunda parte