Gloryhole 2

Placer por un agujero

¡Que baño más raro! – Pensó Sandra. Muy sucio. Con agujeros. Pequeño. Pero bueno ella había ido ahí por necesidad, así que tenía que usarlo. Se sentó en la taza y el sonido de la orina invadió su espacio. Acabó en un santiamén, pero cuando estaba dispuesta a volver a colocarse la lencería roja tan sexy que tenía, una imagen penetró en su mente. Los videos que había visto anteriormente en su casa no la dejaban en paz. Corridas y más corridas en bocas y caras. Se imaginaba a ella misma en esas situaciones y eso le ponía muy cachonda. La mano izquierda entró por debajo del top que llevaba, hasta llegar al pezón, que pellizcó con cariño. Su otra mano bajó lentamente hasta encontrar su sexo, ya chorreando.

Un dedo, dos dedos… tres dedos eran ya los que Sandra se metía en el coño en la búsqueda del orgasmo, y mantenía los gemidos en sigilo por si alguien la oía.

Debía ser rápida, pues su novio esperaba fuera. Ella sólo quería calmarse un poco y no ir tan caliente por la calle.

Cuando menos se lo esperaba vio algo de reojo. De uno de esos agujeros había salido un pene. Un pene negro y grande. Esto sí que no se lo habría imaginado, pero era un regalo de Dios. Sin apenas pararse a pensar de quién podría ser, se arrodilló en el suelo y comenzó a chuparlo.

Disfrutaba con su nuevo amigo, pero este pronto se convirtió en su enemigo. Y esto tan solo fue por una cuestión de orgullo personal. Simplemente cuando se dispuso a tragar la polla entera, no podía. Ninguna polla, por grande o larga que fuera, se había escapado jamás a su garganta. Se la metía poco a poco haciendo espacio en su esófago, pero llegaba a un límite donde le entraban arcadas. Repitió varias veces el mismo mecanismo con igual resultado. Chupó de arriba a abajo con ganas el miembro para lubricarlo bien. Volvió a intentarlo. El capullo, el tronco, siguió, más adentro, más, más… Iba engullendo con tranquilidad aquel manubrio. Ya llegaba casi al final. Se paró. Le entró una gran arcada, pero aguantó, con cara de angustia. Continuó su labor. Ya no podía respirar. Se estaba poniendo roja, pero ahora no lo podía dejar. Y con un empujoncito más….entera. Consiguió meterla entera en su boca. Sacó mínimamente la lengua como pudo y rozó un poco los huevos negros que ahora tan cerca tenía. De roja estaba casi pasando a morada. Le faltaba el aire, se estaba ahogando con ese "trabuco" metido en la boca. Cuando no pudo más se echó para atrás de golpe, quedando 4 o 5 hilillos de saliva que unían la polla a los labios de Sandra.

Recuperando el color de la cara y ya satisfecha, continuó donde lo había dejado. Se levantó doliéndose de las rodillas, sin soltar la polla de la mano. De espaldas al agujero, se inclinó hacia delante dejando la polla libre acceso a su coño. Sandra empezó a moverse de adelante a atrás frenéticamente mientras notaba como un miembro tan gordo entraba en su sexo y casi lo desgarraba.

Pasado un rato, las idas y venidas aún continuaban, y Sandra no sabía si podría ocultar sus gemidos de placer mucho más. Justo cuando en eso pensaba

  • Sandra, ¿Qué pasa que sigues…? – Mario, el novio, que había entrado en el baño de golpe preocupado por Sandra, estaba paralizado.

Tras la visión de su novia siendo penetrada por un rabo negro gigantesco de a saber quien, Mario reaccionó.

Movido por la furia y la ira se bajó pantalones y bóxers de una. Su polla comenzó a hincharse rápidamente mientras él agarraba fuertemente del pelo a Sandra y le metía su polla en la boca. Después de haberse tragado la otra, esta no le parecía grande, ni le molestaba. Pero era tal la fuerza con la que Mario arremetía contra su garganta que creía que no iba a poder hablar nunca más. Se oyó un ruido de chupeteo cuando Sandra se quitó la polla de Mario de la boca.

  • Mario, deja mi boca en paz. Perdón, me dejé llevar… Vamos a casa y lo habl... ¡argj!

De nuevo la polla del novio tocaba fondo en su garganta. Ahí estaba ella, con su novio desgarrándole la garganta y un negro anónimo haciendo lo mismo en su coño. Mario la metió entera en la boca. Tal era la boca que metió hasta los huevos, y ella solo ponía cara de sufrimiento. Entonces sin sacar todo su aparato de la boca de la chica, sacó la polla del negro de la concha de ésta y la dirigió a su ano. La apoyó en la entrada, vuelve a su lugar, y bajo la mirada suplicante y llorosa de Sandra, Mario empuja con fuerza. El pene entra entero, de golpe y sin miramientos en su culo. Quiere gritar pero no puede, tiene la cavidad bucal atorada continuamente con su polla que sale y entra a una velocidad desorbitante.

Sandra ahora tiene el culo pegado la pared, Mario le obliga a ello. Ya no mueve enérgicamente su miembro, sino que está quieto, disfrutando de la saliva de su novia. El negro desconocido es el que se encarga de las embestidas en el culo de la novia, que sangra ligeramente. Con cada golpe que le infunde en el culo, el movimiento seco hace que la polla de Mario entre de lleno en su boca. Y así Sandra se encuentra en un vaivén infinito.

Nota su momento, está a tope. No hay duda, Mario se va a correr. Saca su pene. Se pajea frenéticamente ante la cara de su novia, ya casi desfallecida del dolor y el sufrimiento. Con unos gemidos controlados, Mario descarga todo lo que lleva dentro. ¡Zas! En el ojo. ¡Zas! Directo a la campanilla. Parece que se atraganta pero no es nada preocupante. Cuando levanta la mirada… ¡Zas! En la frente. Ese último chorro ha sido abundante. El semen de su frente empieza a resbalar sobre su cara, cubriéndola entera. Le suelta la cabeza por primera vez desde que entró en ese baño.

A Sandra únicamente le quedan las fuerzas suficientes para mantenerse en pie, o más bien a cuatro patas. El negro seguía dándole fuerte. La corrida de la cara de Sandra goteaba al suelo. Sus tetas se movían a trancas y barrancas, al compás de las terribles embestidas que le propinaban. De repente, el negro dejó su polla dentro, y se vio como el semen empezó a escurrir y caer fuera.

Sandra se desplomó en el sucio suelo de aquel baño. Con la cara cubierta de corrida, el semen salía poco a poco de su ano, formando un charco en el suelo.

Quiso levantarse, no quería que la encontraran así, pero no pudo. Sandra había perdido a su novia por un rabo grande. Pero no solo eso, también había perdido su virginidad anal, y su dignidad.