Gisela - 08
Continúa la fiesta de pijamas, ahora caldeándose más y más.
LAS AVENTURAS DE GISELA – 08
ESCENA 16 – Fiesta de Pijamas – Segunda Parte. El pizzero llama dos veces.
Mientras me recuperaba, Carol se quedó abrazada a mí, dándome tiernos besos en la boca, en tanto Susan se estaba quitando el short. Justo en ese momento, volvió a sonar el timbre. Naomi fue a la puerta, y volvió acompañada.
- Chicas, ¡Mirad quien ha vuelto! – exclamó, mientras tras de ella pude ver al chico de las pizzas que parecía haber cambiado de opinión y no paraba de mirar mi cuerpo desnudo, despatarrada y aún jadeante, en el sofá.
No sé si fruto de los efectos del alcohol, o de mi libido totalmente desatada, me levanté y fui directa a por el chico y, con urgencia, le desabroché los pantalones y agarré por el miembro. Tiré de él y, ya con los pantalones bajados consecuencia de la ley de la gravedad, lo fui dirigiendo hasta que, con un empujón, le hice caer sentado en el sofá al lado de Carol.
Sin darle tiempo a reaccionar, las manos de Carol se lanzaron raudas a su pene, comenzando a acariciarlo y masturbarlo. Yo me arrodillé ante él y le quité los zapatos y los pantalones, para luego agarrarle de los testículos, mientras la mano de Carol continuaba su trabajo.
Escuché a mis espaldas que Susan discutía con Naomi, diciéndole que no le parecía buena idea introducir al chico en la fiesta, pero yo ya estaba disparada, y cuando Carol me ofreció el pene no dudé en introducírmelo en la boca. Continué la tarea iniciada por la pelirroja, usando mi lengua y labios con pasión, metiendo y sacando el falo, mientras el chico comenzaba a gemir emocionado.
- ¡Oye! ¡Que no es para ti sola! – me detuvo Carol, al tiempo que descendía también a lamer al chico.
Iniciamos ambas la felación simultánea, usando nuestras bocas, labios y lenguas entremezclados por toda la extensión de su pene, desde el glande hasta los testículos. Dejé un segundo a Carol en la tarea, y sentándome al lado del chico, comencé a besarlo y desabrocharle la parte superior de su uniforme, escurriendo mis manos entre sus pechos, acariciando y pellizcando sus pezones. El chico, aprovechó el momento para pasar la mano tras mi culo y dirigirla desde atrás hacia mi sexo, acariciando con un dedo mi aún virginal entrada, hasta que su brusquedad me hizo retirársela, dado que estaba intentando penetrarme digitalmente, y el dolor no hacía la experiencia nada agradable.
Me incorporé para sentarme con las piernas abiertas al lado del chico, que aún seguía siendo follado por la boca de Carol. Le tomé una mano y la posé sobre mi pubis, al mismo tiempo que, indicándole que fuera delicado, hice que su dedo se colocara sobre el capuchón de mi sobreexcitado clítoris. Sujetando su dedo, inicié los movimientos circulares que tanto placer me proporcionaban, guiándolo, no permitiéndole que fuera otra vez hasta mi vagina.
Frente a mí, en otro de los sofás, vi a Naomi ya totalmente desnuda, abierta de piernas y masturbándose con furia. Introducía dos dedos en su vagina con movimientos rápidos, en tanto con la otra mano frotaba velozmente su clítoris.
De repente, el chico cesó sus movimientos en mi sexo, y gimió más fuerte, pudiendo comprobar que Carol le había hecho eyacular, y de sus labios manaba una abundante cantidad de semen al sacarse el pene del muchacho. Bajé mi mano hacia la verga, y jugué con los líquidos restos que caían de la boca de Carol, untando con ellos el pene, mientras besaba de nuevo al chico y notaba como su instrumento se empequeñecía entre mis manos.
Carol tragó hasta la última gota del semen, limpiándose seguidamente con la mano lo que pudiera quedar en su boca, y se sentó al otro lado del chico, arrojándose a su cuello, besándolo y acariciándole el pecho.
No pasó mucho tiempo cuando noté que aquello que sostenía daba la sensación de estar resucitando, por lo que comencé a masajearlo con mayor ritmo, hasta que volvió plenamente a la vida.
- ¡Eh, tú! ¡Ven aquí! – Gritó Naomi desde el sofá dirigiéndose al joven.
El chico intentó retirarnos a Carol y a mí, para dedicar sus atenciones a Naomi, pero la casi albina chica lo detuvo y sacando de su pantaloncito un preservativo, vistió con él al muchacho.
- Ahora sí – Le dijo al chico, liberándolo por fin.
El chico se levantó y, enhiesto, se acercó a Naomi, la agarró firmemente de ambas nalgas para colocarla en el borde del sofá. Se arrodilló ante ella y colocándose entre sus piernas, bajó la boca para ensalivar el sexo de la mulata. No dedicó mucho tiempo a dicha labor, por cuanto mi amiga le insistía que se la metiera con presteza.
Se incorporó y sujetando el pene con una de sus manos, fue acercándolo hasta la negra cueva de Naomi, para luego ir acomodándola en su vagina, moviéndola de arriba abajo, de lado a lado, haciendo sitio, hasta que introdujo el glande.
Sólo entonces, dejó de guiar el pene con su mano, y agarrando firmemente a la chica de la cintura, la desplazó hasta insertarle completamente su miembro y comenzar un salvaje movimiento de entrada y salida, empujando a Naomi que se sacudía y gemía en el asiento.
Carol se levantó y acercándose a la pareja por detrás, hizo abrirse al chico un poco de piernas para introducir seguidamente su mano y acariciarle los testículos, sin que este dejara de taladrar a la negrita, ahora más lento motivado por la irrupción de una mano en sus pelotas.
Yo observaba excitada desde mi asiento, sin intervenir, cuando Carol dejó el masaje testicular y se sentó al lado de Naomi, despojándose de sus vestimentas, al tiempo que se abría las piernas del mismo modo que la mulata, y llamaba la atención del chico, indicándole que había otra vagina necesitada de tratamiento.
Sacando su pene de Naomi, se colocó ahora entre las piernas de Carol, e inició de nuevo la acción, ahora en la vagina de la pelirroja, en tanto Naomi, se inclinaba en el asiento y comenzaba a lamer los pechos de su amiga, hasta quedar sentada de rodillas encima del sofá, ofreciéndome la visión de su redondo trasero negro.
Mantuvieron la postura y movimientos unos minutos, hasta que Carol detuvo al chico, y le hizo salir de ella, no sin que éste opusiera algo de resistencia.
- ¡Quiero que me lo comas! – Le dijo a Naomi, que se bajó del sofá y se colocó a cuatro patas entre las piernas de Carol, hundiendo la boca en su vagina, ocupando el lugar del chico.
Mientras una amiga sometía a sexo oral a la otra, el chico se colocó a las espaldas de Naomi, y elevó ligeramente su culo para luego acomodar en la vagina el pene y de un firme empujón hundírselo hasta el fondo, mientras agarraba sus nalgas y se movía delante atrás con rapidez. Tras unos minutos de frenético movimientos, casi al unísono, entre gemidos y jadeos, los tres se relajaron, y el chico se retiró del sexo de Naomi, y se quitó el preservativo, abundantemente lleno de semen.
ESCENA 17 – Fiesta de Pijamas – Tercera Parte. Susan.
Me quedé viendo como el trío que se lo había montado delante de mí reponían fuerzas, cuando reparé que Susan no estaba en la sala. Extrañada, decidí ir a buscarla y subí las escaleras, encontrándola en una de las habitaciones, tumbada en una de las camas, con cara de estar enfadada.
- ¿Estás bien? – le pregunté – No estarás molesta conmigo, ¿no?
- No – me dijo secamente – En cuanto vi al chico, sabía que esto iba a pasar. Es que ven una polla y ya no piensan más que en metérsela en el coño. Se suponía que lo de hoy era una fiesta de chicas.
Recordé como había visto a Susan disfrutar lamiendo mi sexo y utilizando el vibrador sobre mi clítoris, y fueron patentes sus tendencias lésbicas.
- Ya. – Le dije al tiempo que me sentaba a su lado – Y a ti no te gustan los chicos, ¿verdad?
- No exactamente. Sí, me gustan. Pero si puedo elegir, prefiero otra cosa.
- ¿Cómo esto? – Le dije, al mismo tiempo que fui introduciendo una mano entre sus piernas, acariciándole los muslos.
Ella se incorporó un poco, abriendo las piernas, permitiéndome subir la mano hasta que la introduje por un lateral de sus bragas y palpé su sexo. Sentí como se iba dilatando, humedeciéndose, deseando ser tocado. Cesé mis caricias y me recosté al lado de Susan, la abracé, nos besamos ardientemente, y ahora eran sus manos las que recorrían mi clítoris, con suavidad, delicadamente, sabiendo dónde y cómo hacerlo, no como el torpe muchacho había hecho hacía apenas unos instantes.
La ayudé a despojarse de la camiseta y el sujetador, y aunque ella pretendía tomarme en sus brazos, la hice desistir. Quería que me dejara a mí actuar. La obligué a seguir tumbada boca arriba y me lancé a besar sus pechos. Los acaricié, sopesé, sobé, me deleité en sus formas redondeadas. Pasé una y otra vez mi mojada lengua por sus pezones, para luego bajar mi mano y comprobar en su sexo si mis caricias y lameteos estaban surtiendo efecto.
Una vez comprobado, decidí continuar el viaje de mi boca sobre su cuerpo. Fui descendiendo hasta su barriga, introduciéndole la lengua en el ombligo, mientras ella gemía y se removía excitada.
Hice que se abriera de piernas y me acomodé entre ellas, tirando de sus braguitas hasta poder quitárselas, dejando ante mí ese tesoro que estaba a punto de descubrir y devorar. Ya mi lengua iba por el pubis, y notaba el delicado efluvio de sus jugos; pasé una mano por su clítoris, y lo acaricié unos instantes, para luego abrirle bien el sexo. Lo sostuve con mis dedos, abriéndolos, viendo como su dilatada vagina se abría ante mí, y posé mi lengua en el clítoris, para luego atraparlo con mis labios y succionarlo Decidí seguir, y ahora introduje el dedo corazón en la vagina, mientras no paraba de lamer su excitada perla. Lo moví dentro de ella, girándolo, abriéndolo más y más, para hacer hueco al dedo anular que se desplazó con facilidad en su interior.
Desde su sexo, la miré con cariño y vi cómo se retorcía de placer, agarrándose ambos pechos a la vez, a medida que mis movimientos de entrada y salida incrementaban su velocidad. Entonces me detuvo, sacó mi mano e hizo que lamiera mis propios dedos, que sintiera y saboreara su delicioso sabor íntimo. Sin soltarme, acomodó mi pulgar sobre su clítoris, haciéndome presionarlo con fuerza, en tanto hacía que introdujera en su vagina mis dedos corazón y anular, guiándome, e indicándome que lo hiciera más rápido. Cada vez más.
Yo veía mis dedos entrar y desaparecer a toda velocidad de su sexo, hasta que un gemido de placer intenso indicó la llegada del orgasmo. Mantuvo un minuto mis dedos dentro de su vagina, y luego, lentamente, fue retirándolos con suavidad viendo yo como al hacerlo, del sexo, salían chorros más abundantes de sus flujos, lo que me llevó a bajar mi lengua y empaparla en la corrida que acababa de provocar a mi amiga.
ESCENA 18 – Fiesta de Pijamas – Cuarta Parte. Susan continúa adiestrándome.
Me hizo subir de nuevo en la cama hasta poder abrazarme fuertemente, sintiendo mi cuerpo pegado al de ella, quedando así unos minutos, recuperando el aliento. Luego, acercó una mano a la mesita de noche, donde un bote de lubricante la aguardaba. Me indicó que me tumbara boca arriba, y vertió una generosa porción de gel en mi sexo y otra no menos abundante en el suyo propio.
Se colocó entre mis piernas, y levantándome la izquierda, dobló su pierna derecha sobre mi cuerpo, abrazándome así como si de una judoca experta se tratara. Fue acercándose más, hasta que pude sentir el húmedo contacto de su sexo sobre el mío no menos mojado. Con un lento vaivén, hizo que nuestros dos coños se frotaran uno contra otro, haciéndome sentir en todo mi cuerpo los placeres del íntimo contacto mutuo. Incrementó el movimiento de roce, aumentando su ritmo, más y más, durante un buen rato, hasta que no pude más y comencé a gemir, sintiendo en mi interior las descargas anunciadoras de mi propio orgasmo.
Exhaustas, volvimos a abrazarnos, ahora más dulcemente, mientras no paraba de besar mi boca, indicándome que aún no estaba plenamente satisfecha. De repente, se levantó de la cama bruscamente, y cogió su equipaje, para extraer del mismo un pequeño tanga de color negro, con un agujerito en el lugar del sexo.
- ¡Póntelo! Como si fuera una braguita – Me ordenó, al ver mi cara de extrañeza.
- Me queda flojo – le dije, al colocármelo.
- Espeeeera – dijo mientras sacaba ahora un consolador color piel, más largo y grueso que el que me regalaron.
Tenía la forma simulada de un pene, recreación perfecta en plástico. Desplazó un poco el tanga que llevaba yo puesto, e introdujo el juguete por el agujerito, ajustando firmemente el correaje, de modo que quedara bien sujeto.
- ¡Joder! ¡Me ha crecido un pollón! – Dije riéndome.
Cogió el bote de lubricante y volvió a untarse su sexo, al tiempo que untaba también el aparato. Se puso a cuatro patas encima de la cama, indicándome que me colocara detrás de ella y sujetara con firmeza el pene de silicona, siendo evidente que quería que la penetrara con el juguete. Comprobado que todo estaba en su sitio, abrió las piernas y fue dirigiendo su culo hacia la polla de plástico, y agarrándola, se fue rozando con ella la entrada de su vagina. Jugó unos segundos con el consolador, haciendo espacio para lo que venía, hasta que reculando fue introduciéndolo en su sexo.
- Guapa. ¡Sujétalo con una mano y empuja lentamente!
- ¡Madre de Dios! ¿Pero cómo puede caberte esto? – dije mientras con una mano iba guiando el consolador dentro de su cuerpo.
- Ja, ja. Bien, ahora viene lo bueno – Dijo Susan – Cógeme de las caderas, y ¡fóllame! Pero lento, por favor.
La sujeté bien con las manos y continué la penetración hasta sentir como el miembro de silicona desaparecía en su vagina, comenzando a moverme después delante y atrás, simulando así la penetración de un pene.
- Sigue, preciosa, ¡dame más! – Dijo Susan, invitándome a taladrarla más intensamente.
- ¡Qué pasada! ¡Te estoy follando! – Dije, mientras continuaba mi acción, y mi amiga acompasaba mis movimientos.
Tras un buen rato de meter y sacar en dicha posición, jadeando, Susan me hizo retirar el pene con cuidado, se giró en la cama y se colocó boca arriba, colocando una almohada bajo su culo para elevarlo, invitándome para penetrarle en la nueva postura. Me fui acercando armada con mi recién crecida polla, y colocándola a la entrada de su sexo, vi cómo se desplazaba en su interior con facilidad.
Mi amiga me abrazó con piernas y brazos, dejándome aprisionada entrelazada a mi cuerpo, indicándome que siguiera follándola.
- ¡Sigue! ¡Más rápido!.
A medida que los movimientos de entrada y salida avanzaban, Susan exigía más y más ritmo, más velocidad, al mismo tiempo que me besaba salvajemente, hasta que dio un resoplido, movió sus caderas, y quedó inmovilizada, corriéndose de gusto.
- ¡Te he follado! – Exclamé.
- Sí. Y muy bien – Dijo extenuada Susan.
- ¡Ahora yo! – Dije excitada y fuera de mí. - ¡Métemela!
- No.
- ¿NO? – pregunté extrañada.
- La primera vez, mejor con un hombre y con la mente clara. Ahora mismo estás medio borracha, y tan caliente que serías capaz de cualquier cosa.
- ¿Y por qué un hombre? – Dije – Me ha encantado estar aquí contigo, y no me importaría que fueras tú la que me desvirgara.
- Carla me mataría, y sé que tiene planes – Me dijo mientras me abrazaba y besaba con dulzura.
(CONTINUARÁ)