Gisela - 07

La historia de Gisela continúa, ahora con la típica-tópica Fiesta de Pijamas.

LAS AVENTURAS DE GISELA – 07

Los tres días siguientes a mi primer contacto directo con un órgano sexual masculino no hicieron posible que progresara demasiado en mi aprendizaje. De un lado, como era mi ilusión, al fin me habían admitido en Berkeley, donde también estudió Natalie Coughlin, y el papeleo me tuvo muy ocupada; y, de otro lado, Carla parecía seguir encaprichada de Marcos, lo que reducía nuestro tiempo juntas.

Además, también contribuía a alterar mi ánimo, no sólo la actitud de John que, incluso, llegó a flirtear conmigo delante de su novia,  sino especialmente porque no pude solucionar mi problemilla con Gloria, ya que, de manera inesperada, se había tomado unos días libres, según me refirió la Sra. Williams. No me gustaba tener esos cabos sueltos mucho tiempo, ya que podían dar al traste con mi futuro.

En esas estábamos, cuando Carla pidió permiso a la Sra. Williams para que nos dejara ir a una “Fiesta de Pijamas” con sus amigas.

-       Venga, mamá, ¡Déjanos ir! – le suplicaba Carla – Me gustaría que Gisela conociera a mis amigas.

-       Querrás decir “pervertidas” – metió cizaña John.

-       No estoy segura de que tu influencia, señorita, sea buena para nuestra invitada – Dijo la Sra. Williams señalándome.

-       Pero si sólo vamos a chismorrear y ver luego una “pelí” – continuaba implorando Carla.

-       ¿Sin alcohol? ¿Sin chicos? – preguntó la Sra. Williams.

-       Lo prometo.

ESCENA 15 – Fiesta de Pijamas - Primera Parte. ¿Dónde están los pijamas?

Aunque costó que la Sra. Williams aceptara, finalmente conseguimos convencerla, no sin que antes intentase que se celebrara en su propia casa. Era evidente que Carla tenía algún plan, porque no parecía apetecerle tener a su madre ojo avizor. Sorprendentemente, la repentina ausencia de Gloria fue hábilmente utilizada por Carla para que accediera, ya que, inevitablemente, la presencia de las chicas causaría cierta perturbación incompatible con lo maniática del orden que era su madre.

Así que, a media tarde, nos fuimos camino de la casa de Naomi, una de las amigas de Carla, cuyos padres estaban de viaje por Europa.

Al llegar, tres chicas nos esperaban saludándonos desde el porche.

-       Chicas, esta es Gisela – me presentó Carla – Gisela, estas dos de aquí son café con leche, y la otra es su guardaespaldas – riendo sus amigas la broma.

Y es que los apodos empleados se ajustaban fielmente a la realidad, ya que mientras Naomi y Carol eran, respectivamente, una mulata de labios carnosos y una pecosa pelirroja de piel blanquecina, Susan les sacaba casi dos cabezas, pareciendo un gigante a su lado. No digo que no fuera guapa, pero sus anchas espaldas y su 1.90 ciertamente podían intimidar a cualquier persona.

Pasamos un buen rato, charlando, riendo, todo muy inocente y blanco, al menos hasta que Naomi decidió que ya era hora de comportarnos como adultas irresponsables, y tomar algo de alcohol, incumpliendo así una de las promesas hechas por Carla a su madre. Fue la primera vez que tomaba whisky, y aunque la cola suavizaba el sabor, no dejaba de ser bastante fuerte para mi gusto. Pero sí que cumplió su finalidad, al hacernos un tanto más “liberadas”, y ahí sentadas en dos sofás del enorme salón de la casa, tras ver una peli comiendo palomitas, la noche llegó.

-       Gisela. Mis amigas y yo hemos decidido hacerte un regalo especial – Anunció Carla, poco después de terminada la película, al mismo tiempo que me entregaba un paquete.

-       Ah. Vaya. Gracias – Dije mientras lo cogía.

Examiné la pequeña cajita, desenrollé el lazo que la sujetaba, rompiendo el colorido papel en que venía envuelta, pudiendo, al fin, ver su contenido, que me dejó boquiabierta.Ante mí, el dibujo exterior de la caja indicaba un cilindro muy similar al que usó cierta alumna con su supuesta maestra. Nerviosa, leí el texto impreso:

“Vibe Therapy Meridian Pink”. “Una nueva generación de vibradores pensando en la mujer moderna” “El Meridian está desarrollado para acrecentar su intensidad, adaptándose a tu estado de ánimo” “100% silicona médica ergonómicamente diseñado para amoldarse perfectamente a tu cuerpo y mano” “Resistente al agua” “Potente vibración silenciosa” “Siete programas que controlan la intensidad de la vibración”. “Botones táctiles de fácil uso” “Medidas insertables 12,5 cm x 3,0 cm”.

-       Así no tendrás que recurrir de nuevo al cepillo, cochinota – apuntó Carla.

Las chicas comenzaron a reírse a carcajadas al ver mi cara de asombro, pero, tras mirarlas con cara traviesa, rompí con urgencia el plástico de la cajita y extraje el juguete. Era un cilindro de color rosa, suave al tacto, con una delicada espiral que recorría toda su longitud y una pequeña base metálica con dos botones que permitían ponerlo en funcionamiento. Pasé mi mano por toda su longitud, acariciándolo, y accioné los botones. No pasó nada.

-       Vaya. No tiene pilas – me lamenté, mientras señalaba que en la caja ponía “Baterías no incluidas” – ¡Una lástima! Estoy ansiosa por probarlo – dije riendo junto a mis nuevas amigas, justo cuando sonó el timbre de la puerta.

-       Ahí está tu enamorado – Dijo Naomi, avisando a Carla que, ansiosa, fue a abrir.

En efecto, era Marcos, y tras un breve saludo, se fue junto a mi amiga a una de las habitaciones del piso superior, no volviendo a saber nada de ellos en toda la noche.

-       ¡Cuidad de mi amiga, pequeñas zorras! ¡Y la quiero entera por la mañana! – Advirtió Carla riendo mientras subía las escaleras, mirando en especial a Susan.

Apenas habían subido, volvió a sonar el timbre.

-       ¡Deben ser las pizzas! – Exclamó Naomi, yendo hacia la puerta. - Menos mal, me muero de hambre.

-       Naomi. Espera. ¿Le gastamos una broma al pizzero? – dijo Carol

Naomi no respondió, si bien miró de reojo a Carol y Susan, y ambas fueron también hacia la puerta, quedando yo en un segundo plano. Al abrirla, un chico joven, cuya gorra cubría parcialmente un pelo largo y lacio que caía sobre sus hombres, hizo entrega a Susan de las pizzas mientras ésta adelantaba su brazo.

-       Guapo, ¿por qué no pasas y nos haces compañía? – Se insinuó Naomi al chico, al mismo tiempo que le acariciaba el antebrazo.

-       Mira lo solitas que estamos, que sólo tenemos esto para relajarnos – expresó Carol acercándose y mostrándole el vibrador y poniendo cara de pena.

-       No. No puedo – dijo el chico nerviosamente,  intimidado por las tres chicas – Tengo trabajo, me despedirían.

-       Vale, chicas. ¡Dejadlo ya! – espetó Susan.

Naomi pagó el chico y se despidió junto a Carol lanzándole besos desde la puerta. Comenzamos a devorar las pizzas y charlamos, en especial sobre cómo Carla me estaba “enseñando”, ya que las chicas me confesaron que les había contado algo y de ahí el regalo. Les relaté buena parte de mis aventuras y sensaciones, no ocultándoles los detalles más placenteros de mis experiencias.

-       ¡Joder, para de contarnos esas historias que me estoy calentando! – exclamó Carol, al mismo tiempo que cogía el vibrador de la mesa y se lo pasaba a la altura de los pechos, bromeando y riendo.

-       ¿Y si lo probamos? – Dijo de modo poco inocente Susan.

-       Sin pilas, va a ser difícil – recordé.

-       Todo tiene arreglo – soltó Naomi , al tiempo que se iba en dirección a la cocina.

Naomi volvió e introdujo las baterías en el aparato, y pulsó uno de los botones haciendo que éste comenzara a emitir un pequeño zumbido, temblando entre sus manos. Se rió, y fue aumentando la vibración, hasta que el movimiento del aparato era tal que parecía que le costaba sujetarlo. Nos miramos las cuatro, avivados los ánimos por el alcohol y dejado así buena parte de nuestras eventuales inhibiciones, con un vibrador rosa a nuestra disposición.

-       Ya que no está su maestra oficial, digo yo que habrá que enseñarle a usarlo, ¿no? – Dijo Naomi mirando a las otras, para luego posar sus ojos en los míos.

-       Por mí, encantada – acepté, al mismo tiempo que por mi mente calenturienta pasaban las imágenes del video de la profesora.

Sin mediar más palabra, Carol vino hacia mi posición e inclinándose sobre el sofá, me pasó un brazo tras los hombros, acariciándome, al mismo tiempo que sus labios descendían sobre los míos y comenzamos a morrearnos. Carol no perdía el tiempo, y sin dejar de besar mi boca, tiraba de mi camiseta hacia arriba con la intención de despojarme de ella, ayudando yo a su tarea levantando los brazos y quedando finalmente en sujetador.

Simulaáneamente, Susan se había arrodillado delante de mí, y abriendo mis piernas, fue acariciándome cara interna de los muslos, hasta posar una mano sobre mi short, tratando de sentir el calor que mi sexo había comenzado a emitir. Meitó su mano bajo el pantaloncito, luego bajo las bragas, y tanteó mi sexo, palpando con la yema de sus viciosos dedos mi humedad, para luego desabrochar el short. Removí un poco el culo de mi asiento para facilitar que me lo quitara, como así verificó al instante con un ágil movimiento de sus largas manos.

-       ¡Chicas! ¡Comportaos, que estamos en clase! – Interrumpió Naomi – Gisela, ¿podrías quitarte lo poco de ropa que estas desvergonzadas te han dejado?.

-       Claro profe – dije, levantándome y retirando tanto sujetador como bragas, haciendo parar las caricias y besos de Carol y Susan.

-       Estupendo. Ahora, por favor, Srta. Gisela, tome asiento y abra bien las piernas.

La obedecí de inmediato, y bajando la espalda en el asiento, me incliné lo suficiente para dejar mi ardiente vagina a merced de mi “profesora”. Naomi, empujó suavemente a Susan, que se resistía a abandonar su privilegiada posición, presta a saltar sobre mi sexo.

-       Susan. Anda, se buena y tráete algo de lubricante, que yo sé que a ti nunca te  falta.

Mientras Susan se levantaba y rebuscaba en su bolso, Carol comenzó a besarme uno de mis pechos, succionando con dulzura el pezón, en tanto Naomi, ya arrodillada ante mi sexo, y, abriendo mis labios vaginales con sus manos, bajó su boca para juguetear con la lengua sobre mi clítoris. Solté un breve gemido de placer al sentir como su lengua pasaba una y otra vez por esa parte de mi cuerpo, haciéndolo aumentar de tamaño, al tiempo que su propietaria enloquecía de gusto. Luego dio un largo y húmedo lengüetazo sobre la entrada de mi vagina, para luego retirarse lentamente y regodearse en el sabor de mis jugos. Ese momento fue aprovechado por Susan para untar mi sexo con el gel, y arrebatando el vibrador de manos de Naomi, apoyar su punta sobre el capuchón de mi clítoris, oyendo yo el zumbido que anunciaba su puesta en marcha.

Al instante, la morfología de mi sexo fue cambiando. Los labios mayores se aplastaron, en tanto los menores se abrían como alas de mariposa, humidificándose mi vagina. Una velocidad más hizo ver bien a las claras el perfecto funcionamiento del aparato, llevándome a apoyar las manos en los asientos del sofá y forzar mi posición para abrir más las piernas. Susan siguió imparable, aumentando más la vibración, al tiempo que comenzaba a lamer la ya de por sí húmeda y lubricada vagina, depositando su lengua en la apertura y moviéndola a su antojo, mientras el juguete sobrexcitaba mi clítoris.

Aumentó todavía más la velocidad de la vibración, y mis jadeos de placer, ya no reprimidos, la llevaron a ir introduciendo en mi vagina su larga lengua y luego con sus labios succionar de modo delicado, una y otra vez, hasta que los movimientos de mi cuerpo y las contracciones de mi vagina, fueron muestra inequívoca del orgasmo que estaba teniendo. Comprobado el éxito de su acción, fue cesando lentamente sus succiones y apagó el aparato, para luego mirarme a los ojos y morderse los labios, como con ganas de continuar, mientras mi cuerpo temblaba, se sacudía, quedando en el sofá con la mirada perdida y la cara desencajada.

(CONTINUARÁ)