Giro en la vida (10: Más en el festival de porno)
La puta Chocha cuenta más escenas que vió en el festival de porno extremo junto a su amiga la puta Barriga.
10.- Más en el festival de porno extremo.
Al regresar vimos a un camarero entrar en un salón con una bandeja de canapés y bebidas y no dudamos en seguirlo. A la puerta del salón, sobre un expositor de carteles se leía. "Sábado, 15, a las 20 horas, en directo, flagelación y marcado a hierro candente de una mujer adúltera. Espectáculo gratuito". Entramos, por supuesto, al hambre se añadía la curiosidad.
Había un estrado circular rodeado de sillas ocupadas por los espectadores, la mayoría hombres, tomando las bebidas y aperitivos que pasaba el camarero. Cuando llegó a nosotras casi le vaciamos la bandeja. Naturalmente tuvimos que estar de pie por causa de nuestras colas.
Se apagaron las luces quedando brillantemente iluminado el estrado donde se colocó una cámara de video y una mesa vulgar de madera. Un presentador habló.
- Buenas tardes señores y señoras. Nuestra protagonista, Doña Mercedes, es una casta esposa y madre de tres hijos que ha tenido un desliz tras 25 años de fiel matrimonio. Tiene 52 años y, para salvar su matrimonio, acepta voluntariamente ser humillada en público y ser marcada al rojo vivo como penitencia para recordar siempre su pecado. También será filmado para que recuerde cada aniversario de su infidelidad las consecuencias de dejarse arrastrar por la lujuria. Nada mejor que este foro de depravados para ejecutar el castigo. He aquí a Doña Mercedes.
Apareció la mujer conducida por su marido con una cadena al cuello y vestida con una capa. Su marido le despojó de la capa y quedó completamente desnuda ante el respetable que aplaudió su níveo y muy bien conservado cuerpo. El hombre soltó la cadena del collar y la mujer, profundamente sonrojada por la vergüenza, fue dando vuelta por el estrado mostrándose a los espectadores. Se movía torpemente. Era obvio que no tenía ninguna experiencia en ese aspecto y que además estaba atenazada por el pavor y el oprobio que estaba padeciendo. Después su marido la hizo inclinar hacia delante y le insertó un consolador en el coño y otro en el ano. Éste último costó que penetrase pese a no ser nada grueso y la mujer jadeaba y gemía evidenciando que era virgen de ese agujero. El marido le abrochó un ancho cinturón al que ató una cadenita detrás y delante que pasaba por unos anillos de la base de los consoladores para que éstos no se saliesen de sus respectivos alojamientos. Por último le introdujo en la boca una mordaza de bola que ató fuertemente en al nuca.
La pobre mujer fue obligada a pasear nuevamente alrededor del estrado inclinándose cada dos pasos para enseñar al público la inserción de los consoladores. Había sido afeitada completamente y su coño se mostraba bastante sabroso para su edad.
Visto que aquella mujer no tenía ni espíritu ni vocación de puta como nosotras, aquel el castigo por un único desliz me parecía exageradísimo.
Después la mujer se arrodilló en el suelo con el pecho pegado al mismo y las nalgas levantadas. El marido procedió a administrarle impasiblemente 25 enérgicos fustazos en cada nalga que quedaron señalados en forma de rojos verdugones violáceos y abultados que la mujer tuvo que mostrar al público nuevamente.
Después, en pie, recibió 10 fustazos en cada pecho, surcando todos ellos las aréolas y los pezones. En un alarde de coraje no hizo ni un solo intento de cubrirse pese a lo que el instinto imponía. Sus delicadas manos estaban cerradas fuertemente y los puños temblaban y las lágrimas recorrían su hermoso rostro revelando la agonía.
Nuevamente debió mostrar a los presentes la escabechina de sus hasta entonces níveos y suaves pechos.
A continuación se tumbó sobre la mesa para recibir en el interior de sus delicados muslos otros 20 fustazos en cada uno. Acabó recibiendo 10 golpes sobre su monte de Venus que, teniendo en cuenta el consolador insertado debieron repercutir en el útero.
Sudorosa, temblando, con la cara empapada en lágrimas y babeando por causa de la mordaza debió nuevamente mostrar públicamente todos sus inflamados verdugones.
El locutor volvió a aparecer en escena empujando una mesita con ruedas donde estaba un caldero sin duda lleno de carbones al rojo y de donde asomaba el hierro de marcar.
- Queridos libertinos y lujuriosas, Doña Mercedes ha elegido su vientre para ser marcada, con la idea de mortificarse cada día al mirarse en espejo.
La mujer fue liberada del cinturón y los consoladores pero no de la mordaza. Se tendió voluntariamente sobre la mesa y le colocaron bajo los riñones un tablón de madera para elevar el vientre. Después la ataron brazos y piernas a unas argollas del bode de la mesa y la inmovilizaron el tronco mediante cuerdas bajo sus pechos y por la cadera. Era obvio que el dolor espantoso que la esperaba no hubiera podido contenerlo como durante la flagelación.
Sin perder tiempo y sin ningún miramiento, su marido tomo el candente hierro cuyo extremo tenía una larga superficie y los aplicó al suave y blando vientre de su esposa. En la eternidad que duró la aplicación del castigo sentí como mi coño se humedecía. Tuve la suerte de que a uno de los hombres sentados cerca de nosotras le dio por sobar cacha y la tomó con mis muslos alabando su calibre y solidez. Le agradecí el comentario y le animé a comprobar la calidad de mis nalgas y la temperatura de mi coño. Me metió en él dos dedos y me procuró un orgasmo. Iba yo a hacerle el favor de una mamada no muy convencida porque me perdería el espectáculo, y follármelo de espaldas no podía por la puta cola del culo. Pero Barriga, que había advertido las maniobras y al parecer no tenía tanto interés en el estrado, se ofreció generosamente, si al señor no le importaba la tripa, a follárselo ella. Yo seguí el entretenimiento del estrado.
Desataron a Doña Mercedes mientras le aplicaban desinfectante y cicatrizante en la quemadura. La pobre mujer rogó unos minutos de descanso que su marido le concedió. Después se levantó fatigosamente de la mesa pero al intentar andar se mostró vacilante por lo que el locutor la ayudó a sostenerse mientras daba el paseo de rigor mostrando al público la enorme marca de su vientre que destacaba las letras ADÚLTERA sobre su afeitado pubis.
Regresamos al stand meditando la diferencia entre la actitud de aquella mujer ante su pecado y su heroica forma de afrontarlo y atajar su caída y nuestra propia conducta, abandonándonos totalmente a la lujuria sin tasa ni freno.
En el stand ya estaban Madame y El Negro entregando publicidad del burdel con nuestras fotos, indicación de especialidades y tarifas. Estaban enfadados por la ausencia ya que dijeron que una muestra de carne en vivo vale más que cien folletos. Rápidamente nos pusimos a colaborar atrayendo gente al stand para que los jefes de la empresa les informaran de la excelencia de los servicios y de la calidad de la carne de sus rameras.
Al término del horario de trabajo, Madame nos comunicó que habíamos sido inscritas en "La Rueda del Furor", espectáculo consistente en presentarse ante el público, impulsar una especie de ruleta y realizar el acto sexual que te tocase. Había dos ruletas, una para hombres y otra para mujeres, y la participación suponía una rebaja en el precio del stand. No encontramos obstáculo al asunto pues no solo nos habíamos habituado a estar desnudas y follar ante mirones, incluso nos apetecía tener mucho público, pero solicitamos el desalojo de nuestros culos y dormir un rato pues habíamos estado todo el día de pie por causa de las colas. Madame Nos retiró los artefactos del ano ante los curiosos y nos indicó nuestra habitación. El negro y ella tenían otra conjunta. ¡Vaya con mi mamá! A su edad y se follaba a mi apuesto chulo.
Dormimos cerca de dos horas cuando nos despertó Madame para acudir al espectáculo. Llegamos cuando una hermosa tetona hacía rodar la ruleta.
- Magnífico querido público -decía el animador- la primera vez que cae este numerito, y además bien acertado dadas las imponentes aldabas de la señorita. Sus tetazas serán atadas y será colgada de ellas. Su suspensión durará lo que el gran follador de turno tarde en soltar su esperma.
La chica palideció pero no dijo nada. Del techo bajaba una cadena con un garfio mientras dos azafatas le amarraban fuertemente con cuerdas sus formidables melones. Engancharon la cadena a las cuerdas y la chica fue izada colgando de los pechos mientras un fornido semental salía con la polla erguida (sin duda había animadoras mamando previamente) y se colocaba ante ella para ensartarla. Menos mal que a la chica le dejaron las manos libres y se pudo agarrar a la cadena, porque con los envites del macho se podrían haber malogrado tan excelsas tetas. El chico fue rápido y se corrió pronto ante el alivio de la muchacha, que después hubo de demostrar al público que no había trampa enseñando como corría por sus muslos el esperma derramado en su dulce cavidad.
En el siguiente número, a una rolliza mujer madura de mantecosas carnes blancas y adorable chumino depilado, unos 45 años, le tocó el ser follada por un hermoso varón que, según dijo el presentador, había cumplido sus 18 años la semana anterior. La afortunada no se creía su suerte. Orgasmo varias veces mientras exigía al hermoso efebo que la dejase preñada. A sabiendas de que seguramente estaba tan protegida con anticonceptivos como nosotras.
Oímos repentinamente llamar a Barriga al escenario. Subió y la ruleta le asignó ser follada en la máquina vertical, artilugio que se introdujo en el escenario y sobre el cual el locutor cantó sus excelencias sin dejar de mencionar a la empresa que gratuitamente había cedido el ingenio. Barriga, sin mucha convicción se acercó a la máquina balbuciendo su condición de preñada y rogando un estricto control del aparato para no dañar a su bebé. Fue tranquilizada garantizando la seguridad de los dos y se sentó sobre dos penes artificiales que ocluyeron sus orificios. La máquina se puso en marcha y pronto Barriga adoptó su cara de sonrisa beatífica propia de cuando disfruta. Creo que se regaló con dos orgasmos.
CONTINUARÁ.
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