Giro en la vida (09: El festival de porno extremo)

El Negro y Madame exhiben a Jorja y Barriga en un festival de porno donde han alquilado un stand para promocionar el burdel y buscar financiación para rodar películas.

9.- El festival de porno extremo.

Final del capítulo anterior:

Madame me había inflado mis cavidades a las siete de la tarde. A las nueve tenía ganas de orinar y a las doce mis intestinos reclamaban una evacuación, Madame no regresó hasta la una de la madrugada, en que yo me encontraba pensando que estaba agonizando y moriría sin remedio. Además no tenia forma de adoptar una postura que me calmase. Cuando Madame regresó a casa aún me tuvo despiadadamente una hora sin liberarme. Cuando condescendió, mi orina y mis heces salieron violentamente. Tardé más de una hora en sentirme otra vez en mi ser normal, ya que mis cavidades tardaron un buen rato en replegarse a sus posiciones habituales.


También llegó la demanda de divorcio de Barriga. Ella si que perdía todo ya que no tenía una posibilidad de chantaje como la que yo había empleado. En los términos de la sentencia se estipulaba que el niño se quedaba con el padre habida cuenta de la profesión de la madre que redundaría en un pernicioso ejemplo para la moralidad del niño. La criatura que naciese debía ser entregada también al padre tras un período de lactancia de un año. En esto no estuvieron de acuerdo ni El Negro ni El Chati, querían que el niño se entregase al padre una vez que la madre saliese de la cuarentena y pudiese trabajar de nuevo.

Barriga les suplicó que le dejasen tener al niño el año entero, que contrataría una niñera que se ocupase de él en las horas de trabajo, pero Madame la explicó que el problema no era ese, si no el de la leche. Si estaba el niño mamaría y consumiría leche que se debía al burdel. Ya había una serie de clientes apuntados a disfrutar de la leche de Barriga, y si el niño consumía una gran parte no se podría atender a todos los clientes y los ingresos previstos por el concepto del ordeño de sus tetas descenderían. No hubo más discusión y el padre se avino sorprendido por la oferta de entregarle al bebé antes de lo sentenciado.

Sucedió que en cierta localidad de la costa iba a tener lugar un festival de pornografía extrema y nuestros chulos querían asistir, ya que buscaban un productor para una película de la que habían escrito el guión y diseñado las escenas con nosotras de protagonistas femeninas, aunque también se tenía previsto contratar alguna actriz porno de renombre para dar caché.

Acudimos al festival El Negro, Madame, Barriga y yo, ya que El Chati, promotor de la idea y quien mejor conocía el asunto, tuvo la ocurrencia de coger una diarrea. Barriga y yo íbamos solamente de reclamo por supuesto. Pompis y Slutslave no podían acudir por obvios problemas con la minoría de edad.

Fuimos en el flamante nuevo BMW del Negro. Barriga y yo íbamos en los asientos de atrás vestidas de trabajo, es decir prácticamente desnudas y cubiertas con una gabardina para no llamar la atención, de las autoridades de tráfico claro, porque el que nos viesen desnudas otras gentes les importaba un bledo.

Al llegar al aparcamiento del hotel donde se desarrollaba el evento bajamos del coche y nos quitamos las gabardinas. Madame me colocó el anillo de la nariz que enganchó con unas cadenitas a los pendientes de mis orejas, después engancho otra cadenilla entre los anillos de mis pezones, me colocó los ojales metálicos de los labios mayores y pasó por primer vez un candado por ellos cerrando así el acceso a mi vagina.

  • Esto provocará mucho morbo, me dijo.

También me colocó una chapa colgando del anillo del clítoris que me resultaba bastante incómoda. Por último me insertó en el ano un plug in del que surgía airosamente hacia arriba una especie de cola de caballo. Noté que el objeto que tenía en el culo me presionaba más el esfinter y el recto por arriba y abajo que por los lados. Pregunté y me dijo que el tapón no era circular, sino asimétrico para asegurar que la cola de caballo permaneciese hacia arriba y no girase.

  • Ya se que es incómodo, pero quedaría muy mal de cara a la concurrencia que llevases la cola hacia abajo.

También enganchó una cadena a la anilla del clítoris para conducirme tirando de ella. El peso de la cadena acentuó la tirantez que ya tenía por el de la chapa y la incomodidad pasó ser dolor

Barriga fue sometida a parecida ornamentación con la diferencia de que su cola era de plumas de avestruz y la cadena para conducirla fue enganchada a los anuillos de los pezones, ya que debido a su gran barriga no se notaría si se la trabasen al anillo del capuchón del clítoris que ella tenía.

Toda la maniobra de decoración se desarrollo en al aparcamiento a la vista de numerosos transeúntes, muchos de los cuales se pararon a mirar atentamente y aplaudieron al final felicitando a Madame por el refinado gusto que tenía para presentar en sociedad a unas putas.

Al entrar por la puerta fuimos recibidos por una serie de flashes de las cámaras fotográficas de los periodistas especializados que cubrían el evento, así como filmadas por varias cámaras de vídeo para testimoniar la asistencia y actividades del aquel foro así como para su promoción. Madame y El Negro nos invitaron a posar para las cámaras, cosa que no dudamos en hacer mostrando explícitamente nuestros atributos de la forma más sensual, procaz o provocadora que supimos.

Paseando ya por los diferentes stands, siempre conducidas por nuestras cadenas, observamos muchas más señoritas con similares atuendos a los nuestros o estilo sadomaso que se dejaban fotografiar y entrevistar promocionando películas, revistas, sex shops, clubes, etc... Las había encantadoras, de una gran belleza, y de todas las razas. Pero también había otras más vulgares que ejercían alguna especialidad fuerte dentro del SM, fisting o Zoo. La decoración de éstas era en algunos casos verdaderamente llamativa, sorprendente o desagradable por su atavío, sus tatuajes o por los extravagantes piercings que mostraban.

Vimos señoritas que también estaban preñadas, otras estaban en lactancia y mostraban como extraían la leche de sus tetas, estrujándolas y regando a los observadores o invitándoles a succionar sus pezones. Había putas gordas, otras de pechos descomunales e incluso había viejas de sesenta años o más.

Tampoco faltaban tímidas chiquillas, que estoy segura no eran mayores de edad, exhibidas con ataduras de bondaje japonés o sujetas a diversos aparatos de tortura. Otras putas eran mostradas como esclavas con gruesas cadenas e incluso siendo castigadas en público con azotes o cera.

En muchos stands se ofrecía la posibilidad de tocar a las putas o de meter los dedos en los agujeros para saborear los jugos del coño o las heces. No había perversión que no estuviese manifestada. Madame se entretenía bastante en los stands especializados en sexo de maduras, donde se entretenía en examinar a las modelos sin duda para comparar sus cuerpos con el propio.

Ocupamos nuestro stand donde una atractiva azafata de la organización entregó al Negro el programa de actividades y le informó de donde se encontraban los reservados si quería ofrecer sus putas a alguien. Por si se presentaba la necesidad, Madame me retiró el candado u los holgales metálicos de los labios.

En aquel momento se desarrollaba una carrera de esclavas pony montadas por sus amos o amas. Ganó una fornida negra, montada por un hombre y aparejada como un caballo, incluso con una especial silla de montar y que llevaba en su culo una cola como la mía. Me pregunté como podría correr con aquel incómodo tapón en el ano. Pero además, de sus anillados pezones y labios colgaban grandes cascabeles que debían ser muy molestos al correr por los tirones que debían producir. La segunda fue una chiquita de escasa envergadura pero con unas nervudas piernas y brazos montada por una señora muy elegante. La señora se enfadó por no ganar y comenzó a golpear las nalgas de la putita quien las ofrecía al castigo sin ninguna intención de eludirlo y daba gracias a su ama por perfeccionarla.

En el stand de nuestra derecha se mostraba una chica sobre una cama ginecológica con las piernas bien abiertas y mostrando su agujero distendido por un aparato de examen vaginal con una luz para que quien quisiera viese el interior de su cavidad.

En el stand de la izquierda se exponía un negro con una apostura y una herramienta similar a la del nuestro, pero la picha estaba llena de piercings y de intrincados herrajes que funcionaban como un cinturón de castidad impidiéndole la erección. Al pobre tipo se le acercaban todas las mujeres, putas, esclavas, actrices, amas, productoras, directoras o lo que fueren acariciándole los puntos erógenos para disfrutar como sufría ante las constricciones de su enorme pene sin posibilidad de levantarse.

El Negro y Madame se dedicaron a atender entrevistas sobre sus actividades y futuro empresarial, sus productos y sabe dios qué otras cosas. No podía enterarme de las conversaciones porque el injerto del culo nos impedía sentarnos a Barriga y a mi y, además nos asediaban otra serie de personajes con todo tipo de preguntas:

  • ¿Haceis sado?

  • Preñada, ¿de quien es el hijo?

  • ¿Estás casada?

  • ¿Eres vocacional o por dinero?

  • ¿En qué películas has actuado?

  • ¿ Me permites una macrotoma de tu enorme chumino?

  • ¿Has tenido hijos?

  • ¿Te prestas a chuparla a caballos?

  • ¿Cuántos centímetros se ensancha tu coño. Y tu ano?

  • ¿Harías incesto demostrado como las putas del este de Europa?

Y así una catarata de preguntas la mayoría de las cuales no sabíamos responder. Muchas de ellas las eludíamos prestándonos a ser sobadas y examinadas por otra gente que solo estaba allí para tocar y follar o conseguir una mamada si era posible. Y lo era. Vi alguna cola en la entrada de los reservados y a numerosas putas mamando pollas o comiendo coños en público.

En vista de ello, pronto Barriga y yo, sin pedir permiso al Negro o a Madame nos pusimos a comer coños y mamar pollas para tener ocupada nuestra boca excusando así la respuesta a las preguntas. Esa actividad nos permitía de paso cambiar de postura para aliviar nuestras piernas y pies de la forzada permanencia en pie por causa de nuestras colas sujetas en el culo.

Pronto vino una azafata a advertirnos que la interactividad con el público no podía ser tan persistente porque las autoridades podían deducir que existía un negocio que exigía otro tipo de licencia de actividades económicas. Una cosa era dar una muestra del producto y otra establecer un punto de venta.

Para salir del apuro de las preguntas Barriga y yo nos dedicamos a realizar un número lésbico de gran agrado mutuo y del público asistente ya que nuestros anillos y cadenas permitían ofrecer al respetable la capacidad de explotación y multiplicidad de uso de nuestras orgánicas herramientas de placer. Metidas en faena, y para proteger nuestras colas nos alejamos del stand un poco para utilizar el auxilio de un cómodo sofá del pasillo.

En medio de una de las actuaciones en que yo, tumbada boca arriba, tenía sobre mi cara el agujero vaginal de Barriga abierto con mis dedos en todo lo que soportaba y dispuesto para meter mi lengua dentro, nos interrumpió una atractiva y elegante señora de unos sesenta años o más preguntando quienes éramos nosotras.

Interrumpida nuestra actividad, con evidente enfado de algún espectador, le contesté con toda sinceridad:

  • Somos putas de El Negro y El Chati.

  • Si, eso ya lo se por los tatuajes de las nalgas.

Y tomando las chapas colgantes de nuestros anillos de la zona inferior lo corroboró.

  • Eso dice aquí, en la chapa -yo no había tenido curiosidad por mirar que ponía en aquel lastre de mi clítoris tan incómodo- Pero ... ¿Cada una tiene dos chulos?.

  • Eeer ... si ... creo que si.

  • Ya es raro eso. Normalmente un proxeneta tiene varias zorras, pero no es normal que una zorra tenga varios chulos.

  • Bueno ... eeer ... no entiendo el negocio, pero creo que van a porcentajes sobre nuestra explotación.

  • Me interesa contrataros para una escena de mi película. ¿Dónde están vuestros chulos?

  • Aquel negro tan apuesto de allí es uno, y a su lado está la directora de organización, disciplina y finanzas del burdel.

  • ¿Vuestros chulos tienen un burdel propio?, eso me interesa, me podría ahorrar mucha pasta en búsqueda de escenarios y en platós. Voy a verlo.

La señora se fué a hablar con El Negro y yo seguí con la faena de meter mi lengua, a ser posible entera, en el dulce orificio vaginal de Barriga, que ya se estaba adobando con la aguda secreción hormonal inmediata al parto, pero intenté captar la conversación.

  • Buenas tardes, estoy interesada en ......

  • ¿Cuáles?

  • Si ... las dos zorras ..... una madura y ....... hermosa preñada.

  • ¿Película? ... precisamente .... no está aquí el guionista .... asociarnos.

  • Las dos juntas .... se nota .... se gustan .... sinceras ...

  • Pero permítame explicarle .....

  • Tomar una copa .... y presentarle ....

Se fueron al bar mientras Barriga me derramaba en la lengua el copioso resultado de un violento orgasmo que los espectadores aplaudieron. Abandonadas por nuestros protectores quedamos desconcertadas y, dado que no podíamos sentarnos vagamos un poco por el hotel curioseando.

Se daba otra actividad en una de las salas y entramos. Era un concurso de putas sobre longitud de miembro que podía albergar su coño. Era simple, al parecer se basaba en introducirse una misma en la vagina un largo consolador de grosor determinado, media estadística de la polla, y medir hasta donde conseguía introducirlo. Ganó una mujer de unos 45 años, maciza pero atractiva, pero fue descalificada al denunciarse que estaba operada y se le había extraído el útero. El trofeo se le adjudicó a una menuda y frágil asiática por la que nadie hubiese apostado que podía meterse en la vagina 32 cm de rígida estaca.

El siguiente espectáculo se refería a la misma prueba pero por el conducto anal. No nos quedamos a verlo temiendo que Madame y el Negro estuviesen buscándonos. Además teníamos necesidades fisiológicas que, como es de público conocimiento siempre nos reclaman a dos mujeres simultáneamente. Tomamos nota de que seguiría la exposición pública y castigo de esposas adúlteras, incluido su uso, también público al personal que lo desease, y al día siguiente serían los concursos de holgura de agujeros, de meadas y cagadas copiosas. No escuchamos más porque la lista era interminable. Mejor dicho la lista no, la verborrea de la mujer locutora.

Cuando regresamos al stand, la elegante señora y El Negro se encontraban ante el ordenador escribiendo algo. Madame nos recibió con cara de pocos amigos por la inautorizada ausencia, pero nos permitió ir a los aseos para hacer nuestras necesidades. Nos entregó unas grandes jeringas para que nos inyectásemos un enema -Nunca se puede saber, dijo- y nos recomendó recolocarnos bien nuestros tapones anales soporte de las colas.

El alivio que sentimos en los aseos y la consiguiente indecisión para retaponarnos los culos hizo que nos demorásemos un buen tiempo conversando sobre los extraordinarias escenas vistas y comentando cuales nos gustaría probar y cuales no. Barriga tenía mucha pena por nuestro negro vecino de la izquierda sometido a la constricción del pene. Decía que se sentía como una médica misionera dispuesta a aliviar su dolor y recibir su esperma en su boca para así librarle del padecimiento.

Por mi parte, hablando de vecinos, le comenté que me gustaría ser humillada como la chica de la derecha exponiendo mis intimidades al examen de quien quisiera y escuchar los comentarios sobre su calidad. Le confesé que me faltaban elementos de juicio para saber si era una buena puta o no. Barriga me dijo que eso a ella no le preocupaba, que tenía asumido que una buena puta era la que daba al cliente lo que quería y obedecía a su chulo sin rechistar.

Regresamos al stand donde El Negro y la señora firmaban unos papeles y pedían a una azafata una botella de cava para celebrar algo. Mientras regresaba la azafata con el pedido comentaban:

  • Así que te llamas Minerva.

  • Cierto. Pero tu no te llamas El Negro.

  • Ni tu Minerva, pero soy educado y hago que me lo creo.

  • Dejémoslo. Y esta señora.

  • Me llamo Madame.

  • Ya, todas las administradoras de burdeles se hacen llamar madame-

  • Yo me llamo Madame con M mayúscula.

  • Ya. Ejem ...... ¿Y las rameras?

  • Esta, la mayor -dijo madame acariciando mis nalgas- es hija mía y se llama Chocha. La preñada se llama de momento Barriga, después se llamará Longlegs.

  • Perdone la indiscreción Madame, cuanto tiempo llevan ejerciendo de prostitutas.

  • Pues las dos se iniciaron simultáneamente hace menos de un mes. Las dos eran amas de casa muy circunspectas y modosas, pero la naturaleza explota en cuanto se dan las adecuadas circunstancias para el cultivo.

  • ¿Están casadas?

  • Si, las dos, pero ya divorciadas. La Chocha tiene dos hijos de 17 y 15 años y Barriga, aparte del que la llena, tiene otro de dos.

  • Qué pasada. De recatadas señoras a putas guarras en un solo mes.

  • Bueno Minerva -intervino El Negro- el guión de la película que hemos acordado se basa en la historia de ese mes de corrupción de estas dos zorras que ha escrito El Chati, mi socio, que es el hijo de Chocha. No quiero que desconozcas nada del negocio que has firmado. Creo que sería conveniente que te contase más en uno de los reservados.

  • De acuerdo Negro. Quiero conocer ese miembro que ha pervertido a estas dos cochinotas mamás. Madame, también me gustaría conocerla de forma más íntima .... si el Negro no tiene inconveniente.

  • Por supuesto que no, me gustará hacer los honores simultáneamente a dos señoras tan sofisticadas y ardientes.

  • Putas. Cuidado con perderos o decir cosas inconvenientes. Limitaos exponer vuestras carnes y delicias y a ofrecer al público algún numerito atractivo.

Perdidas sin nuestros pastores estuvimos el resto de la tarde bailando sensualmente, enseñando procazmente nuestros agujeros, invitando a tocarlos, dejando pacientemente que manipulasen los anillos comprobando la reacción a los tirones y haciendo 69s entre ambas. En un rato de descanso me fui a mirar el interior vaginal de nuestra vecina mientras Barriga se interesaba por el otro vecino de la polla enjaulada.

Cuando me quise dar cuenta vi que Barriga, aprovechando la ausencia de los patrones del negro igual que los nuestros, estaba haciendo un acto de caridad intentando llevar al pobre diablo a un orgasmo agitando los herrajes que atenazaban su miembro y lamiéndole el culo y los testículos. Como ear de esperar el efecto fue pernicioso y el pobre hombre sufría horrores sin posibilidad de vaciar los testículos.

  • Estúpida. ¿No te das cuenta de que precisamente lo han empaquetado así para que cuanto más se caliente más sufra?. Si te llegan a ver te la ganas. Anda, vamos a ver si pillamos algo de comer.

Íbamos hacia el bar cuando nos percatamos de que no teníamos un solo euro para pagar la consumación. En otro sitio hubiéramos sacado rápidamente algo ofreciendo una mamada, pero allí nadie tenía necesidad de pagar para conseguir sexo.

Al regresar vimos a un camarero entrar en un salón con una bandeja de canapés y bebidas y no dudamos en seguirlo. A la puerta del salón, sobre un expositor de carteles se leía. "Sábado, 15, a las 20 horas, en directo, flagelación y marcado a hierro candente de una mujer adúltera. Espectáculo gratuito". Entramos, por supuesto, al hambre se añadía la curiosidad.

CONTINUARÁ.

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