Giro en la vida (04: La nueva criada)
El Negro trae a mi casa una criadita, sobrina suya con objeto de que la señora no se deteriore las manos fregando y limpiando.
4.- La nueva criada traída por El Negro
Final anterior capítulo:
El hecho es que a la mañana siguiente abría la puerta vestida como me había indicado el negro, con mis uñas pintadas del rojo tono indicado como si fuese de boda, que era de las pocas veces en que me las pintaba.
Pálida me quedé cuando abrí y él no estaba solo. Hasta qué extremo de subyugación había llegado que no comprobé por la mirilla quien era. Lo peor es que había sufrido el error dos veces consecutivas ya que tampoco había mirado por la cámara del portero automático de la cancela del jardín.
Quise cerrar la puerta, pero interpuso su pie y entró acompañado de una joven negra.
- Tranquila Chocha, esta es Pompis, tu nueva chacha.
Mientras me intentaba ocultar el pelado chocho y los pechos con las manos buscaba desesperadamente con mi vista una prenda para cubrirme. Pero el Negro hizo innecesaria la empresa. Bajándome las manos y colocándose tras mi fue mostrando a Pompas mis, según él, considerables atributos probatorios de mi aptitud y vocación de guarra lúbrica buscapollas.
Un color se me iba y otro me venía. Estaba al borde del desmayo por sobredosis de vergüenza. En la vida se me habría ocurrido que el contrato de una criada se hiciese exponiendo impúdicamente los atributos sexuales de la señora. Para incrementar el oprobio que estaba sufriendo, nuevamente se manifestó mi contradictoria sensación de placer ante la humillación en forma de chorro expulsado entre mis gruesos y cerrados labios vaginales. Tanto Pompis como el Negro se percataron del líquido que bajaba por mis muslos.
- Pompis, parece que le has gustado a tu jefa, muéstrate mejor para ella.
La chica no dudó ni un momento en desnudarse y mostrarse para mi, adoptando sin necesidad de instrucciones las posturas necesarias para que evaluase su culo, su chocho o sus pechos, sin el menor atisbo de pudor.
Pompis no tendría ni 18 años. Lo primero que llamaba la atención era su cara infantil e, inmediatamente sus enormes pechos colgantes y coronados por unas extensísimas aréolas azabache. Tras ello la mirada se prendía automáticamente de sus amplias e inverosímilmente levantadas nalgas sostenidas por unas gloriosas piernas de ajamonados pero musculosos muslos. El pubis, tan pelado como el mío lucía un grueso anillo perforando su clítoris y sus pezones ostentaban similares adornos.
- Pompis, enseña a tu señora como limpias.
Y Pompis se arrodilló ante mi pelado chocho comenzando a lamer para limpiar los jugos que antes había expulsado. Ante mi movimiento hacia atrás de rechazo inicial, El Negro, tras mi, empujó mi culo con su rodilla para ofrecer mejor acceso a la exuberante niña.
Pasados los primeros instantes de confusión, la lengua de mi nueva criada comenzó a mostrar maestría en tratar las pepitillas de las señoras y mi inicial rigidez por la vergüenza se fue disipando al comprobar que había mujeres tan putas como yo y que me hacían aquella cosa que nunca creí de una mujer a otra. Me aflojé y el Negro me transportó hasta el sofá donde me sentó sin que Pompis se descuidase de su primer trabajo como doncella e introdujo su polla en mi boca que acogí ansiosamente en la longitud que podía.
Las lamidas, besos, mordiscos y succiones en mi chocha más la entrada de dedos en mi vagina y ano que me prodigó la niña negra me condujeron a un tremendo orgasmo acompañado de tales sacudidas que mi Negro sacó su polla de mi boca por si se la mordía en algún espasmo.
No renunció la negrita a seguir generosamente con su labor y procurarme otros dos orgasmos más. Derrengada de satisfacción pensé que había acabado la sesión de sexo, pero no era esa la idea de mi Negro.
- Ahora Chocha debes devolverle a Pompis el favor.
Comer el coño de una mujer no se encontraba aún en el catálogo de prácticas sexuales que me atrajesen y no me encontraba muy dispuesta a experimentarlo, pero ya El Negro me había colocado en posición y, puesto que el día anterior tampoco estaba entre mis prácticas el ser sodomizada con pepinos y calabacines y me acabó gustando, decidí probar. Para animarme, mi hombre me estaba lubricando el agujero trasero y pronto recibí su verga adentro mientras mi lengua localizaba el clítoris de la chiquita, quien agarraba mi cabeza presionándola contra su depilada almeja
No debí hacerlo muy mal para ser neófita en el arte de comer coños, porque la chica obtuvo su orgasmo al mismo tiempo que yo conseguía el cuarto de la mañana. El Negro se acercó a la niña y le metió la polla en la boca. Ante mi sorpresa vi que le entraba absolutamente toda, fijándome en la dilatación de su garganta que delataba el paso de la verga hasta el esófago de la negrita. Me propuse firmemente que mi nueva criada me enseñara tal arte. Ni que decir tiene que el apreciado semen del Negro fue a para directamente al estómago de la negra privándome del gusto de paladearlo.
Satisfecho mi Negro tras su eyaculación, dijo que teníamos que hablar, para ello nos sentamos los tres sobre el sofá del salón, yo sobre sus rodillas, aprovechando él que mi ano aún no estaba cerrado para enfundar dentro su polla ya relajada.
Es para que no se enfríe, me dijo.
Chocha, esta putita es mi sobrina y tiene 16 años.
No me imaginaba que la chiquilla fuese tan joven, era de la edad de mi propia hija, y menos que practicase el incesto con tanta desvergüenza. Por un momento pensé sublevarme y decirle que no podía contratar a menores de edad y menos usar su cuerpo, por muy apetitoso que éste fuera, pero di por sentado que no me iba a hacer mucho caso, así que callé. Para entonces mi firme decisión de horas antes sobre cortar aquella relación ese mismo día ya estaba totalmente olvidada. Había sido sustituida por la otra más firme de aprender comer pollas como la sucia chiquilla.
Esta putita trabajará para ti de 8 de la mañana a 5 de la tarde como interna, por lo cual te puede prestar servicios también por la noche. De 5 de la tarde hasta las 12 de la noche tiene libre. Es muy servicial y experta en prácticas bastante guarras, por lo que aprenderás mucho de ella.
Yo me voy porque tengo que encular a tu vecina de enfrente que la pobre está desatendida.
Me quedé pasmada. Elena, mi vecina de enfrente y también mi amiga, era una bonita mujercita de 25 años que en aquel momento se encontraba embarazada de siete meses. Me había comentado que desde el inicio de su embarazo su marido no la tocaba, pero nunca creí que aquella modosa ama de casa, con otro niño ya, fuese tan calentorra como para atiborrar su culito con la enorme polla del Negro.
- ¡Ah!, me olvidaba.
Y sacando el ancho anillo que se había llevado el día anterior, me lo colocó en el anular de la mano derecha, por delante justamente de mi alianza matrimonial.
- Llevalo siempre. Si te da corte mostrarlo no me importa que lo disimules escondiendo la mano, pero no te lo quites.
Lo observé. Sobre el anillo estaba grabado de forma claramente visible desde más de un metro la palabra FURCIA. Yo era una furcia, y así debía ser tratada. ¡Y qué!. Me gustaba.
Me dispuse a enseñar a Pompis la casa y su habitación, pero no pasamos de mi dormitorio. La chica me tendió sobre la cama y me ofreció sus majestuosos pechos anillados que no dudé en empezar a succionar y después a estirar de sus anillos con los dientes. Poco después eran mis tetas objeto de similar tratamiento. Me gustaba ver como sus regordetes dedos, de uñas impecablemente cuidadas y esmaltadas, estrujaban mis aldabas y sus carnosos y gruesos labios se apoderaban de mis pezones y aréolas.
Me fijé mejor en su voluptuoso cuerpo: Llevaba un anillo similar al mío con la palabra PUTITA. Un bonito tatuaje en lo alto del pecho derecho con las letras BL, otro en un hombro, otro en la nalga y un último sobre el monte de Venus entre cuyo dibujo y cenefas se podía apreciar la expresión PUTA CERDA.
Poco a poco fue descendiendo para ocuparse de mi pelada chocha y sentí esos maravillosos dedos penetrar dulcemente entre mis abultados labios mientras mis manos acariciaban el extenso culo de suave piel y sólidas carnes.
Notaba mi entrada vaginal cada vez más tensa hasta que comenzó un mete saca. No lo podía creer, la chiquilla me estaba follando con el puño. La vorágine de experiencias que mi cuerpo estaba sufriendo en menos de tres días era tal que a veces creía estar en un sueño del que tarde o temprano despertaría. Entretanto, los orgasmos los sentía tan reales que no me importaba ni siquiera haber enloquecido.
La experta putita me acariciaba por dentro con sus expertos dedos todas mis entrañas, proporcionándome tal placer que pronto el mete saca se acompañó de un sonoro chapoteo.
Ya no podía sorprenderme que, aprovechando la lubricación aplicada por el Negro, su mano saliese de mi cavidad delantera para penetrar en la trasera. Yo, la discreta, pudenda y religiosa madre de familia albergaba en mi culo con sumo placer el puño de una pequeña ramera negra que me decía:
- Córrete ahora Chocha, córrete putón, déjate llevar por la lujuria, desata tu reprimida fogosidad. Reconócelo, eres una puta calentorra y ya no puedes volver atrás.
En medio de un fenomenal orgasmo, mi mente aceptó que era inútil revolverse contra aquello. Yo era un grandísima puta tardía. Y quería recuperar todo el placer que me había perdido en tantos años.
Cuando llegaron los chicos a casa ya estábamos decorosamente vestidas y se la presenté. Vi la expresión de Chati, como llamaba cariñosamente e mi hijo, cuando apreció su enhiesto culo y sus potentes tetas.
A las cinco de la tarde mi criada salió de casa para regresar, como el Negro había anunciado, a las 12 de la noche, cuando los chicos y yo ya estábamos acostados. La oí trastear en su cuarto de baño y al poco rato entraba en mi habitación y se metía bajo las sábanas desnuda a mi lado. Pese a que yo estaba derrengada de los juegos matinales, besando aquellos suculentos labios cuya lengua recorría mi boca como una serpiente, mi lascivia resurgió a gran temperatura y le rogué que me volviese a follar con el puño, pero me respondió que tenía mejor idea. Fue a su habitación y regresó con un enorme consolador de dos extremos. Uno de los extremos era más delgado y acusadamente curvado, el otro enormemente grueso y recto estaba separado del otro por un saliente en forma de disco. Traía más cosas que inmediatamente empezó a utilizar.
Primero colocó dos pinzas muy apretadas en mis gordos pezones que me dolieron bastante. Otra en mi clítoris aún más dolorosa y otras dos en los labios exteriores. Todas las pinzas tenían cadenita que yo ya sabía eran para permitir esos agradables tirones cuando eres follada. Introdujo un vibrador en mi cavidad vaginal que inmediatamente activó y, aplicando un poco de lubricante y enfundándose en su chocho la parte delgada y curva del doble consolador, me enchufó en el culo la extremidad gruesa.y me sodomizó a buen ritmo.
Chocha, te estoy facilitando un buen culo abierto y entrenado. Tendrás que darme las gracias.
Gracias Pompis, entrena bien mi culo. Hazlo bien holgado para todas las pollas.
Chocha, tienes que apretar el esfínter para que el agujero no pierda elasticidad, a las pollas les gustan entrar con facilidad en el agujero, pero quieren compresión.
Si Pompis, ya aprieto. Tu dame fuerte en el culo.
Toma Ramera viciosa toma. Y empezó también a darme fuertes palmadas en las nalgas mientras con otra mano se dedicaba a estirar mis pezones mediante las cadenas.
Sacó el artefacto de mi culo con un sonoro ¡PLOP! Al tiempo que me indicaba que no me moviese. Poco después sentí que me metía otra cosa más delgada y al rato noté mis intestinos invadidos por un líquido caliente. La guarra me estaba meando dentro por un embudo. Aquella ignominia me produjo tal embargo de placer que me corrí otra vez como una loca.
Cuando Pompis advirtió que aquella meada dentro de las tripas me había deleitado dijo:
- Ven zorra, ahora por el otro extremo.
Me llevó al baño, me sentó al borde de la bañera me ordenó abrir la boca y me meó en ella.
- Traga puta, traga. Acostúmbrate.
Tragué todo sin la menor discusión mientras me tiraba yo misma violentamente de la cadena cuya pinza aún tenía prendida del clítoris consiguiendo un nuevo orgasmo.
A la mañana siguiente, hizo el desayuno a los chicos, sin dejar de percibir yo la cara de oveja que ponía mi Chati cuando miraba el culo y las tetas de Pompis. Mi Chati y mi Nuri preguntaron a Pompis por su extraño nombre a lo cual ella dijo que era habitual en su país. Chati no tuvo ningún empacho en decirle que en España su nombre significaba nalgas y que a ella le venía que ni pintado.
Cuando se fueron los chicos, Pompis me bañó, me repasó la depilación del pubis, me inyectó dos enemas para tener los intestinos limpios para mi Negro y salio mientras yo me maquillaba y perfumaba. Cuando salí del baño ya iba vestida, digo desnuda como mi negro quería, con mi pelado chocho obscenamente brillante y mostrando mi gordo clítoris que me había ocupado de sacar de su capuchón para que quedase aprisionado por mis prietos labios al exterior. Esta vez portaba unas medias de malla poco tupida y unos zapatos rojos de alto tacón rescatados del fondo de un armario donde fueron a parar por incómodos y poco convenientes a un ama de casa.
Entré en el salón contoneándome y simulando ofrecer mis tetas con las manos en un ensayo de recibimiento a mi negro, cuando me topé con un tipo que no conocía sentado en el sofá.
CONTINUARÁ.
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