Giro en la vida (02: El Negro ofusca...)

El Negro trabaja ese culo mío que no había entregado jamás a mi marido.

2.- El Negro ofusca al Ama de casa.

Final anterior capítulo:

No solamente recibí sus abundantes chorros de esperma en mi boca, sino que además los saboreé y bebí gozosamente.

Quedé derrengada sobre el sofá mientras, como alejadamente, escuchaba decir al negro que mañana volvería con más tiempo a romperme el culo y que a qué hora me venía mejor. Me sorprendí respondiendo con el horario de colegio de mis hijos.

Cuando se despedía le escuché con orgullo decirme que mi apetitoso culo requería un tratamiento primoroso y relajado, mientras mi cabeza registraba que mi ano era virgen.


Calmada momentáneamente mi ansia de sexo, surgió el sentimiento de culpa y de vergüenza. Por mi mente desfilaban sentimientos encontrados, el arrepentimiento, el poco grado de autoestima que el negro me había desvelado tratándome como a una furcia y el placer de ser considerada furcia, la fidelidad a mi marido y el recuerdo de los orgasmos, la turbación de lo que pensarían mis hijos si se enterasen y la cercana y placentera imagen de mi misma siendo arrastrada de los pezones hacia la violenta coyunda tan lascivamente deseada, la inquietud por tener que confesar al cura mi tremendo pecado, ... me mareaba .... estaba aterrada por un lado y ansiosa de que llegara mañana por otro.

Cuando regresaros los chicos del colegio notaron que estaba diferente, como ausente, y me disculpé invocando un supuesto dolor de cabeza. Así pasé la tarde. En la noche me desperté sudando y con la entrepierna encharcada tras un sueño en el que me veía como esclava del negro.

A la mañana siguiente estaba desasosegada pensando con temor y ansia en lo que se me venía encima. Tras despedir a los chicos me bañé tentando a meterme un dedo en el culo, cosa que jamás había hecho. No me pareció muy desagradable, ... pero aquella fantástica tranca .... Me metí dos dedos y después fui a la cocina para meterme una pequeña zanahoria que tampoco me supuso mucho problema.

Ver que podía pasar por mi culo algo contra corriente me tranquilizó unos instantes. Pero inmediatamente recordaba las dimensiones de su polla. Mentalmente calculé que si me la metía entera tendría su glande a la altura de mis pulmones. Me aterroricé. Después de aterrorizarme sentí una oleada de placer pensando en como me sometería a la adorable polla de mi negro ofreciéndole mi virginal ano. Me sorprendí llamándolo mentalmente "MI" negro.

Me pregunté si tendría orgasmos con la sodomización. Yo era tan puritana que nunca había hablado de cosas así ni siquiera leído. Fui corriendo a la biblioteca a buscar información, pero al momento me di cuenta que no estaba tan interesada en el placer del orgasmo como en el placer de la entrega de mi cuerpo.

Esa sola idea me espantó y decidí no abrirle la puerta cuando llegase. En esa decisión estaba ya firme cuando sonó el timbre de la puerta. Me acerque silenciosamente a la mirilla. Allí estaba. Debió sentirme y dijo:

  • Venga Chochón, abre ya y aprende a disfrutar de ese culo que dios te ha dado. Esta verga negra que tengo te subirá al paraíso.

Y abrí. Si. Sin más.

Aún cuando a última hora había decidido no abrir la puerta la verdad es que desde que los chicos se habían ido al colegio no había hecho otra cosa que acicalarme y vestirme para resultarle agradable. Pero eso no lo apreció, en menos de 30 segundos me encontraba sin más prendas que mis medias y mis zapatos.

  • Me gustan las gordas chochonas con medias. Anda mama lo que te gusta y yo tengo.

No perdí tiempo para sacar su espléndida herramienta surcada de venas y acariciarla, besarla, sobarla, lamerla, succionarla. Hubiera sido feliz de cortársela y quedármela si pudiera funcionar de forma autóctona.

  • Desde ayer no he follado a ninguna otra zorra, tengo los huevos repletos para ti. Mira, me he afeitado todo el aparato como vas a hacer tu.

Eso me hizo gemir y comenzar a lamer sus pulidas bolas como si fuese mi último alimento.

Después de un rato de jugar con su verga y accesorios me levantó y me dijo:

  • Vamos a prepararte como dios manda para estrenar ese agujero que me pareció demasiado prieto para haber sido usado nunca.

Asentí silenciosamente y, nuevamente, pellizcándome un pezón me arrastró a la cocina. Me volví a fijar en el espejo y, como la otra vez, sentí un cosquilleo en todo mi cuerpo al verme tratada de aquella manera tan tosca.

Abrió el frigorífico y extrajo de él mantequilla, zanahorias, pepinos y calabacines.

  • Que se templen, dijo.

Y nuevamente tirando de mi pezón me llevó al baño, no sin antes tomar su caja de herramientas de fontanero que había dejado en el salón.

En el baño me reclinó sobre la banqueta forrada con unas toallas con mi gran culo en pompa y abrió el grifo del agua caliente. Rellenó con el agua algo que sacó de la caja de herramientas y poco después sentí como se introducía algo por mi ojete que me llenaba los intestinos tibiamente. Retiró el aparato con que me había inyectado y me taponó el agujero con algo que me dolió bastante al meterlo.

  • Chocha, te estoy limpiando las tripas para no manchar mi polla con tus sucios excrementos. Como eres rica aseguro que comes cosas poco saludables y que producen hediondez en la barriga.

Mientras hablaba me daba palmadas en las nalgas o metía sus esbeltos y largos dedos en mi chocho.

  • Chocha, ¿cómo te llamas?. Bueno, no me lo digas. Te llamaré siempre Chocha.

¿ ... siempre ... ¿

  • Chocha gordita, deduzco que estás casada. ¿cómo vas con tu cornudo?. ¿tienes hijos?.

Mientras le contaba, sorprendida en mi interior por mi absoluta sinceridad, las intimidades maritales y los nombres y edad de mis hijos, sus costumbres, defectos, gracias ... notaba los efectos del enema y, al tiempo, mi goce por contar mis más herméticos secretos a aquel extraño en tan bochornosa posición. Posición que, además de bochornosa, le permitía recorrer mis nalgas con sus manos y comprobar como me humedecía la vagina su conversación.

  • Chocha: Con cuantos le has puesto los cuernos a tu marido.

Le confesé mi vida sexual.

  • Chocha: Tienes cuerpo de puta. Culo gordo, vagina grande y labios sobresalientes, clítoris enorme, pezones de récord. Chocha, ¿Cómo has tardado tanto en darte cuenta de que tienes vocación y capacidad de ramera?

Avergonzada pero gozosa noté otra expulsión de flujo vaginal justo cuando él volvía a meter tres dedos. Lo percibió y aceleró el interrogatorio. Me sentía dichosa de responderle. Mucho más que el alivio que sentía tras confesarme con el cura los domingos antes de comulgar en la misa.

Solamente paró de preguntarme cuando notó los estertores y el sudor efecto del enema. Me sentó en el retrete y retiró el tapón anal atento a la salida de los fluidos.

  • Chocha, no eres tan sucia como creía. Te alimentas bien. Puedes ser de esas putas que tienen ganas de follar hasta los 80 años o más. Es posible que te acabes follando desesperada a tus bisnietos.

Aquella predicción conjuntada con el alivio de mis esfínteres me recalentó sobre lo que ya estaba.

  • Fóllame, te lo ruego.

  • Espera Chocha. Hay más cosas que hacer. Ya te dije que estrenar un agujero virgen de la calidad del tuyo requiere tiempo y pericia. Voy a hacer algo por ti.

Me comenzó a manejar la pepitilla con sus dedos y a presionarla y pellizcarla hasta que orgasmé. Sentada sobre un retrete después de cagar, sin ningún pudor ante un desconocido negro, comencé a gemir mientras descargaba toda mi contenida lujuria sin represión alguna. Justo en la culminación del orgasmo mi negro apretó terriblemente mi gordo apéndice y el dolor que me produjo se convirtió en una placer que persistió durante una eternidad para mi.

Le supliqué que me volviese a manipular mi clítoris de la misma forma para repetir la experiencia pero se negó porque no se podía repetir tan pronto y además había pendientes otras labores relacionadas con mi agujero trasero.

Vacié la cisterna y me limpié el culo en el bidet. Mi Negro ... ¿Por qué pensaba Mi Negro? ... me indicó que me enjabonara y aclarara bien mi mojado felpudo. Obedecí sin rechistar.

Cuando me levanté del bidet me hizo inclinar hacia delante y metió su pulgar en mi ano y el índice y el mayor en mi coño engarfiando los tres. Así sujeta y sin posibilidad de erguirme me empujó hasta la cocina nuevamente. El paso ante el espejo reprodujo instantáneamente el incremento de mi caudal vaginal. Ni yo misma podía creer que verme en aquella indigna postura al caminar me llegase a producir complacencia.

En un instante de desvarío le pedí volver a pasar ante el espejo y detenerse ante él. Accedió a hacerlo y nuestras miradas convergieron sobre el cristal azogado. Me corrí hirvientemente ante su asombro.

  • ¡Ah, zorra!. Como te encanta que te manejen duramente, No te preocupes que tendrás lo que te gusta a raudales.

Pensé que si quería experimentar el desvirgado de mi culo y completar aquel fabuloso día no debía decirle que nuestra relación no duraría mucho.

Llegados a la cocina me tendió de espaldas sobre la mesa bien abierta de piernas y sujetándome yo misma los tobillos. Me untó el agujero trasero con la mantequilla ya tibia y me introdujo en él una de las zanahorias también untada de mantequilla

Seguidamente me pidió y le indiqué donde encontrar unas tijeras y con ellas procedió a recortar mi vello púbico. Mientras lo hacía pensaba como explicar el asunto a mi esposo, pero calculé que para cuando le esperaba ya estaría otra vez en su dimensión normal.

Terminado el recorte con las tijeras, añadió otra zanahoria en mi ano y calentó alguna cosa en un cazo.

Entretanto él maniobraba yo intentaba averiguar qué me había conducido, en menos de 24 horas, de ser una virtuosa madre y ama de casa con una posición social más que distinguida, a ser una cerda lúbrica a disposición de un perfecto desconocido. Conclusión: .... las necesidades de mi gordo clítoris y mi culo. Mi Negro me había captado a la primera ocasión que se presentó y se estaba aprovechando de ella. Pero me gustaba, dios, me gustaba, y no quería parar la cosa de momento. ¿ Me daría mi culo tanto placer como el clítoris?. Si así ocurriese: ¿ Cómo pedir a mi marido que me sodomizase?.

Yo había advertido que mi vagina se mojaba instintivamente cuando se me humillaba sexualmente. ¿Sería capaz en el futuro de controlar esa perversión?. ¿Podría hablar de eso con mi confesor? ¿Le rogaría a mi marido que me encaminase al lecho conyugal inclinada hacia delante con dos de sus dedos metidos en mi vagina y otro en mi ano? ¿Le pediría que me inyectase una lavativa antes de sodomizarme?. Aceptaría mi marido esas inclinaciones.

Con mi Negro todo eso era fácil, pero no me veía con capacidad para solicitar a mi marido esas depravaciones que me estaban gustando.

Mi Negro terminó de calentar la cosa en el cazo y lo metió en una palangana con agua fría para que se templase. Entretanto me inclinó otra vez sobre la mesa, me retiró las zanahorias del ano y me introdujo un pepino que no me costó demasiado admitir. Solamente sentí un poco más de dilatación en mi esfínter. No paraba de indagar:

  • Chochona, ¿Te los has hecho alguna vez con una mujer?

  • Chocha gorda. ¿Te lo has montado con algún animal?

  • Puta gordita. ¿Te gustaría tirarte al cura que te confiesa?

  • Chocha. ¿Estás satisfecha de tu cuerpo?

  • Putón ¿ .....

Yo le respondía a todo sin reservas y estoy convencida de que ya conocía mejor mis pensamientos íntimos que mi propio marido.

  • Túmbate de espaldas en la mesa Chochona.

No dudé un segundo en disponerme como me dijo y metió bajo mis nalgas un par de cojines de las sillas de tal manera que elevó mi pubis.

  • Agárrate los tobillos con las manos y separa bien esos imponentes muslazos. Te voy a poner una cera depilatoria que he inventado yo más efectiva que esas caras guarradas que os venden a las mujeres en las tiendas de cosmética. Me imaginé con un enorme sarpullido en mi vientre pero no objeté nada.

Me extendió su potingue por todo mi monte de Venus y el entorno del ano y después, mientras esperaba su solidificación y seguía preguntando pro mis más recónditos secretos, se entretuvo en meter y sacar el pepino de mi agujero negro. La fricción del vegetal no me producía placer, pero el hecho de ofrecer y dejar manipular mi más recóndita intimidad a aquel extraño me producía un tremendo goce que hacía humedecer más mi agujero delantero.

  • Ah Chocha, como te gusta ser puta, te brilla la entrada del coño otra vez sin hacerte nada.

Y sin más me comenzó a estrujar suavemente la pepitilla entre su índice y pulgar regalándome en menos de un minuto otro orgasmo cuyo s jugos se chupó separando mis grandes labios con sus largos dedos.

No me avisó antes de arrancar la cera, que salió de una sola pieza tanto de mi parte delantera como de la trasera. El dolor fue aliviado de inmediato con un refrescante aceite que me aplicó.

  • Pensarás que tienes la piel enrojecida, pero en tres minutos vas a ver el coño más guapo del mundo.

Mientras pasaban los tres minutos me sacó del culo el pepino y me insertó un calabacín relativamente pequeño pero que percibí más grueso que su adorable pene. Lo admití adentro pese al dolor y aunque estaba convencida de que me rasgaría el esfínter eso no sucedió.

Me alivió mucho cuando me dijo:

  • Zorra, si tu culo ha acogido buenamente la verdura ésta, te complacerá mucho cuando empiece a sodomizarte como dios manda con mi polla.

Me estaba gustando la palabra sodomizar pese a que hasta entonces no solo no la había utilizado jamás, si no que no se me habría ocurrido hacerlo aunque fuese oportuna.

-Ven Chocha, ven a verte.

Y me condujo al espejo del pasillo colocándose tras de mi y tomando mis pechos en sus manos. No se si me impactó más ver mi desnudo cuerpo junto a un hombre, cosa que nunca sucedió con mi marido, y además negro contrastando con mi extraordinaria blancura, o mi coño pelado totalmente, suave como el de un bebé y brillante. De inmediato me atrajo más ver las grandes manos de mi Negro sujetando y amasando suavemente mis grandes pechos, su amplio torso tras mi espalda y su bella sonrisa.

Sus manos abandonaron mis tetas para abrir mis labios vaginales y mostrar al espejo mi gordo clítoris, ahora sin pelambre que ocultara su obsceno tamaño. En la sombra, por detrás asomaba el calabacín inserto en mi ano.

  • Mira mi Chocha, mira que apetitoso conejito te ha quedado. Seguro que si pudieses te lo comerías tu misma. Un conejo gordo, con un clítoris gordo, entre unos muslos gordos, bajo unas caderas gordas y por delante de un culo gordo. Chocha, eso es la definición de la puta más caliente que existe en la tierra al margen de su categoría social. Seguro que la puta reina Cleopatra tenía tus mismas formas y coño.

  • Seguro Chocha que a partir de ahora te vas a trajinar más pollas que una actriz porno.

El comenzó a meter dos dedos en mi cueva y esparcir mi flujo por el monte de Venus, sin duda para dejar fehaciente testimonio de mi calentura ante mi propio espectáculo.

Yo misma aparté sus manos y abrí mis labios para examinarme, presionando con mis dedos alrededor del clítoris para hacerlo más prominente mientras pronunciaba mis caderas hacia delante para mostrar al espejo el calabacín de mi culo.

  • Te gustas así, Chocha, calentona y presumida. A que te gustaría estar así delante de un montón de gente, hombres o mujeres, masturbándose en honor a tu coño pelado y gordo, ansiosos de comerlo y follarlo.

Se me escapó un gemido y otra afluencia de flujo vaginal cuando terminó de contarme la escena. Mientras me volvía inclinada hacia delante para mostrarme ante el espejo como sacaba y metía el calabacín de mi culo.

  • ¡ Fóllame negro! ¡ Por dios fóllame!. Se me escapó. Y ya lanzada:

  • Hijodeputa, cabrón de negro, rómpeme ya el culo como has prometido.

-Tranquila, ramera, que todo llega.

Sacó el calabacín de mi culo con un sonoro ¡PLOP! Y me hizo mirar al espejo la anchura que tenía mi, ayer, virgen orificio. No me concedió mucho tiempo para deleitarme en su visión, otra vez me condujo de aquella manera humillante que mi recién descubierta lascivia agradecía profundamente, inclinada, con el pulgar metido en el culo y el índice y el mayor en la vagina. Por un momento me imaginé siendo conducida así por la calle, a la vista de todo el mundo, de mis vecinos, de mis parientes, de mi confesor. ¡dios! Que gozada sería.

Así reducida me condujo hasta el lecho matrimonial donde me tiró diciendo que esperase. Regresó con el espejo del pasillo y lo colocó cerca de la cama apoyado en la pared.

  • No es gran solución para que te veas el culo aprovechado, pero ya buscaré otra mañana. (mañana... no habrá mañana, me dije a mi misma totalmente convencida. Que me use el culo para saber como es y basta. Mañana seré otra vez la fiel esposa y madre).

CONTINUARÁ.

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