Ginger (I)

No sabía lo que era el amor hasta que una pelirroja entró en mi vida

Hoy es sábado, no tengo ningún plan más allá de ver una película en casa y descansar. La semana se me hizo cuesta arriba con tanto trabajo, y estoy cansado. Un día de relax no viene mal.

Cuando estaba en Netflix buscando algo medio decente para ver llaman a mi puerta. Voy al teleportero, veo que Hugo está abajo y le abro. Hugo es mi mejor amigo. Es la persona a la que le puedo contar cualquier cosa y consigue hacerme reír siempre que nos vemos.

Le abro la puerta en calzoncillos, pero qué coño, él es mi amigo. Con él no tengo que recoger los platos sucios de la cocina ni la ropa del viernes todavía tirada en un sillón. Es Hugo, hay confianza.

  • Joder tío ¿Qué haces de esa guisa?
  • ¿Qué pasa? Iba a ver una peli tranquilo
  • No me digas que ya te has olvidado del cumple de Ruth. No puedes ser más capullo ni intentándolo. - Dijo mientras empezaba a reírse. - Menos mal que vine a buscarte temprano. Vete a la ducha y yo te espero por aquí. Y rapidito que nos esperan en media hora para cenar.
  • Pero…
  • Pero nada, hace dos semanas que nos avisó, así que te vas duchando o tengo que enseñarte yo a hacerlo? - Dijo mientras me amenazaba con la jarra de agua que había en la encimera. - Además hasta puede que pilles, pero eso sí, no la traigas aquí. ¿Cuánto hace que no lavas los platos?
  • No me seas cabrón que tú eres peor que yo. - Dije ya desde el pasillo hacia el baño.-

Está claro que no iba a sacar nada de discutir, y, lo peor de todo, él tenía razón. Ruth nos había avisado hace dos semanas, y hace una semana nos lo había recordado. Gracias a los benditos regalos en común no tenía que preocuparme de comprarle algo, pero no me apetecía nada salir.

Ya me había hecho a la idea de pasar el fin de semana sin rascarla y aquí estoy yo ahora, pensando qué cojones me voy a poner. Creo que tengo la camisa negra planchada y los vaqueros que me regaló Ruth por mi cumpleaños en la secadora. Seguro que le gusta el detalle de llevarlos, y, bueno, los vaqueros no se planchan ¿No?

Le di vueltas a lo que Hugo dijo de pillar. ¿Debería recortar un poco el vello alrededor de mi polla? Dicen que parece más grande si no hay tanta selva. Hombre, yo no me quejo, pero nunca está de más. Miré el reloj y decidí que no tardaría mucho. Tras terminar de esquilar me metí en la ducha e intenté quitar todos los pelillos pegados a mis piernas. Afeitarse, desodorante, colonia…

Tras 20 minutos de reloj estaba yo como un pincel entrando en mi salón. Cuando vi a Hugo comiéndose los espaguetis con albóndigas que me había traído mi madre ayer y que iban a ser mi comida de mañana casi lo mato.

  • No me mires con esa cara. Da igual a dónde vayamos a cenar, nada va a estar tan bueno como los espaguetis de tu madre y lo sabes. - Me dijo mientras me miraba con cara de cordero degollado. -
  • Era mi comida de mañana, cabronazo.
  • Pues pide una pizza. Además, tú disfrutas de los tuppers de tu madre a menudo, y sabes que yo no como tuppers de mi madre ni aunque me pagaran. Qué suerte tienes con la madre que te parió. Además, te hago un favor, tantos hidratos se te están empezando a notar.
  • Sé que es la envidia la que habla y no pienso contestarte. - Lo dije con mucha más confianza de la que sentía. -

Últimamente no había tenido tiempo para nada más que el trabajo, lo cual excluía también el gimnasio. Cuando pasamos por el espejo de la entrada, mientras Hugo cogía la cazadora, aproveché para echar un vistazo. Yo no notaba diferencia, pero ya se sabe que uno no nota nada hasta que de repente no te cabe ni un puñetero pantalón.

Supe que Hugo me la había jugado cuando dijo que vino en moto y mi casco seguía casualmente en su casa. Lo cual era un eufemismo de “vamos en coche y tú no bebes”. Qué majo por su parte. En fin, no soy de los que echa de menos el alcohol, con lo que no me importó. Lo cual no quiere decir que no fuera insultándolo hasta el restaurante.

No tengo pensado reconocerlo ante nadie, pero me vino genial cenar fuera y hablar de cosas que no tuvieran nada que ver con trabajo. Conseguí desconectar al cien por cien, reírme, hablar con gente que llevaba tiempo sin ver, todo iba genial, y cuando nos dimos cuenta la cena había terminado y yo estaba por retirarme cuando Hugo me dijo que fuera con él a por una cosa que se había dejado en el coche.

  • ¿Desde cuando necesitas que te acompañe al coche, qué pasa?
  • Es que hoy es el cumple de Ruth, y, bueno, la noto más receptiva de lo normal, además le compré un regalo sólo mío para ella y quería dárselo cuando venga con nosotros a la disco, venga tío, necesito que me ayudes.

Por un instante no me gustó que me hubiera metido en un embolado así, pero yo sabía que él estaba más colado por Ruth de lo que reconocía y si podía hacer algo para poder sacarlo de la friendzone lo haría.

Cuando volvimos un par de parejas se habían marchado y el resto ya habían decidido a dónde íbamos. Nos repartimos en los coches y conseguí que la cumpleañera fuera en el mío.

Nada más llegar al coche me di cuenta de que me había “olvidado el móvil en el restaurante” y fui a ver si todavía no me lo había robado alguien. Les di diez minutos hasta que “casualmente” descubrí que lo tenía en el bolsillo trasero del vaquero. Cuando llegué estaban los dos sentados en los asientos traseros muy juntitos. Ella con la cara roja y él con una sonrisa de oreja a oreja.

Parecía que las cosas habían salido bien así que me senté y conduje en silencio hasta la discoteca mientras ellos se decían cosas al oído y se reían.

Sentí una punzada de celos cuando los vi tan cómplices. No celos de Ruth, para nada, y de Hugo menos, yo quiero que sea feliz. pero yo nunca he conseguido conectar tanto con una tía. Es decir, no soy un santo, y he tenido sexo increíble, pero ese vínculo, ese no poder sacar los ojos de una tía, esa sonrisilla tonta, ese aleteo de mariposas nunca lo he sentido. Quizás no todos estamos destinados al amor. O igual tengo unas expectativas muy altas. Igual la tía de mis sueños ha pasado por delante de mis narices y no me he dado cuenta.

Llegamos al local y todos estaban en la puerta esperándonos. Salí del coche para explicar el retraso y todos miraron sin ningún disimulo a los dos tórtolos que salían de los asientos de atrás. No hicieron ningún comentario, pero sabía que cuando las chicas se fueran al baño o a bailar a Hugo le caería un puteo de aúpa, probablemente alguna palmadita en la espalda también. Pero sobretodo un puteo generoso.

Así que fui a por bebidas a la barra y los dejé que fueran a escoger sitio. Con las manos llenas de bebidas me giré para buscarlos con la vista, y vi que habían juntado varias mesas bajas y sillones en una esquina de la pista de baile, en penumbra. Como llegamos directamente de cenar era temprano y no había demasiada gente, pero hicimos acopio de sillones con cazadoras para los que faltaban por llegar, porque en una hora el local estaría de bote en bote.

No pude evitar sonreír al ver a Ruth sentada en el brazo del sillón de Hugo y como disimuladamente “resbaló” hasta quedar totalmente sentada encima de las piernas de él. No paraban de hablar al oído e incluso en un momento me pareció ver que ella le mordía el lóbulo de la oreja. Yo estaba sentado al lado, por eso podía ver el espectáculo de primera mano. Pude ver cómo ella aprovechaba que se colocaba la falda para pasar la mano por encima del paquete de mi amigo y se sentaba justo encima de él. También vi como él había aprovechado también para apretarle una nalga, desapareciendo sus dedos en las profundidades de su falda.

Y cualquiera podía ver como el top de satén de ella marcaba sus pezones como si no llevara ropa, casi se podía distinguir la aureola de lo excitada que estaba.

Yo no era el único que me fijaba en el espectáculo que estaban dando y que había conseguido que mi polla se pusiera morcillona. Uno no es de piedra y esos dos como no pararan pronto iban a acabar follando allí mismo. De hecho, si las miradas contaran, esos dos ya habrían consumado un par de veces.

Laura, la mejor amiga de Ruth, se plantó delante de la parejita diciendo que tenía que ir al baño YA y que era imprescindible que Ruth la acompañase. Con un mohín muy tierno ella se separó de Hugo y yo, como buen amigo, le tendí uno de los cojines que había en algunos sillones. Si esos cojines hablasen...

Él me miró por primera vez desde que lo dejé en el coche nervioso con Ruth y me dirigió la más radiante de las sonrisas. No pude menos que alegrarme por él. Se lo merecía. Era un buen tío y tenía tendencia a quedarse prendado de las tías más impresentables que había a tiro, y por una vez, parecía haber escogido a una chica decente que lo hiciera feliz.

Hablamos de cuatro tonterías y en el momento en que las chicas, en manada, se alejaron lo suficiente, empezaron los comentarios. “Qué calladito te lo tenías, qué buen polvo vas a echar esta noche, menudo dolor de huevo tienes” es lo menos que le dijeron. Y se cortaron porque Ruth es amiga de toda la vida y casi una hermana para la mayoría, si no hubieran pedido fotos y detalles más explícitos.

La música empezó a sonar más alta y las luces encima de nosotros bajaron todavía más de intensidad a la vez que se encendían las de la pista de baile. Desde nuestra posición podíamos ver toda la pista, como poco a poco se iba llenando de gente y como abrían la segunda barra del local. Todavía no era muy tarde, pero parecía que todos nos habíamos decidido por el mismo local. Empecé a preguntar qué quería la gente para ir a pedir antes de que fuera casi imposible. Laura, recien llegada del baño se ofreció a ayudarme a traer todo a la mesa.

Mientras esperábamos a que nos sirvieran me soltó:

  • Bueno Ángel, a partir de hoy tengo que llamarte cuñado o algo así? - Dijo con cierto retintín. - Menuda encerrona teníais preparada para ella, como para que no cayese.
  • Sé que te sorprenderá, pero yo no sé nada más aparte de que Hugo le compró algo para Ruth y quería dárselo con un poco de intimidad. No sé ni que le regaló ni sabía nada hasta que fuimos al coche y me lo comentó. Soy una víctima más.
  • Mmmm… - Se quedó mirando calibrando si le decía la verdad o no, sin decir nada.
  • Mira Laura, nos conocemos hace mucho, yo no tengo porque mentirte, si quieres llamarme cuñado no tengo problema, sé que él es tan hermano mío como Ruth de ti. Y si lo que percibo es un instinto de protección que sepas que te digo lo mismo, cuñada. Como a Ruth se le ocurra hacerle daño a Hugo me voy a cabrear mucho. Le gusta desde hace mucho tiempo, y Ruth lo sabe, el hecho de que lo haya tenido como un perrito faldero durante tanto tiempo no me dice nada bueno de ella.
  • Lo siento, es que no me esperaba ese gesto de él. No lo tengo como el tío más romántico del mundo. - Ante mi mirada de pregunta ella continuó. - Resulta que él le regaló una esclava preciosa de oro con su nombre grabado por delante y la fecha de hoy detrás. Le dijo que llevaba mucho tiempo enamorado de ella y que si ella aceptaba el regalo esa fecha quedará marcada como el inicio de la mayor historia de amor del mundo, y que si la rechazaba no se la volvería a ofrecer, se quedaría en segundo plano y la dejaría ser feliz. Creo que ya sabes cuál fue su respuesta.
  • Claro - Ahora el que se había quedado sin palabras era yo. Hugo, diciendo que estaba enamorado de una chica? Eso es claramente algo que no me esperaba. Pero me gustaba que le hubiera echado huevos y le hubiera dado un ultimátum. Lo que le jodía es que no le hubiera contado nada. Pero algo tan íntimo, si yo fuera él tampoco lo hubiera contado, además últimamente no había tenido tiempo para que se lo contase. Volví a la realidad cuando nos trajeron las bebidas. - Venga, volvamos.

Casi se me caen todas las bebidas al suelo cuando al girarme vi a Hugo, mi Hugo, el que se bañaba en pelotas conmigo cuando éramos críos, estaba bailando. Bueno, lo estaba intentando. Él cambiaba el peso de una pierna a la otra al ritmo de la música mientras Ruth bailaba contra él. Aprovechando para frotarse todo lo que podía mientras él la cogía de la cintura.

Esto tengo que grabarlo, joder.

Sin creérmelo todavía dejé todo en la mesa y saqué mi iphone recién estrenado hace menos de un mes y empecé a grabar. Sé que algunos podrían considerarme una mala persona por lo que estoy haciendo, pero para qué reirme sólo una vez cuando me puedo reír toda la vida. Lo primero que voy a hacer cuando termine de grabar es subirlo todo a la nube, así se vayan todos los datos a la mierda.

Del vídeo puedo sacar gifs, hacer memes, y bueno, cuando Marisa, su madre, vea el vídeo le va a dar un síncope. Su hijo, que lleva aguantando las barras de todas las discotecas de la zona desde que tiene uso de razón, bailando, y aún por encima reguetón.

Estaba a punto de cortar el vídeo por las manos de él que se perdían por sitios que no quería que su madre viera, cuando en medio del plano se metió una pareja. Era una pelirroja preciosa,  contoneándose al ritmo de la música con una morena. Ambas entrelazaron sus piernas, y fueron girando las caderas y frotando la pierna con zonas que se perdían bajo los vestidos de ambas. Sólo podía intuir lo que estaba pasando, pero sus caras, enterradas uno en el cuello de la otra, me decían lo que mis ojos no podían ver.

Mi polla se puso dura ante el espectáculo, pero dura dura dura, dolorosamente dura. Como pude sin que se moviese mucho el móvil me la recoloqué para que no me molestase ni se notase tanto, pero el toqueteo parece que la animó más que tranquilizarla. La canción terminó y las chicas se separaron. Dejé de grabar y me acerqué todo lo discretamente que pude a mi sillón y cogí el cojín que antes le había pasado a Hugo. Ahora yo lo necesitaba más.

Nadie se dio cuenta y todos se rieron al saber que había inmortalizado el momento. Pero ni siquiera lo insólito del momento, ni las risas, ni nada, podía distraerme de aquella pelirroja que bailaba insinuantemente en el mismo sitio de antes. A mí siempre me ha gustado bailar, y dicen que no se me da mal. Además, pocos chicos bailan, lo que más de una vez me ha llevado a “sándwiches” muy agradables con varias chicas bailando a mi alrededor (y dolorosas erecciones).

En cuanto la morena se fue a pedir algo a la barra aproveché y me dirigí a la pista de baile, con mi miembro más tranquilo tras un par de canciones menos sensuales,  y me fui directo a donde estaba ella.

Cabía la posibilidad de que sólo le fueran las tías y me fuera con un dolor de huevos para casa, pero había que intentarlo. Llegué antes que el resto de moscones y me gané su atención. Me miró con los ojos entrecerrados, entre las pestañas, sin parar de moverse. Me hizo un repaso desde la cabeza a los piés. Por un momento pensé en el puto comentario de Hugo, pero sin meter barriga me repuse y me acerqué con confianza.

  • ¿Quieres bailar conmigo?
  • Vale. - Lo dijo mordiendo ligeramente su labio, lo que me puso cardiaco. -

No hubo más palabras entre nosotros. No las necesitamos. El DJ puso la canción “Shape of you” y empezamos a movernos como si bailásemos samba. En los primeros acordes caminó hacia mí sensualmente, pasó su mano por mi pecho, palpando mis músculos y puso su mano detrás de mi cuello, que usó de apoyo para echarse hacia atrás, eso sí, con la cadera bien pegada a la mía. Sus rizos cayeron y mi mirada se posó en su cara, y como me había hecho ella a mí antes, le di un repaso a sus pechos. No se veían tiras del sujetador, lo que me hizo desear que fuese de esos de apertura por delante. Dios. Se lo arrancaría ahora mismo con los dientes. Delante de todos, me da igual.

Todo esto pasó a la velocidad de la luz por mi cabeza, porque ella ya se había incorporado, pegado su cuerpo al mío, suspirado en mi cuello y entrelazado sus piernas con las mías, cómo había hecho con su amiga, para después movernos los dos al ritmo de la música, mientras con mi mano en su espalda la acercaba más a mí.

No pude evitar soltar un gruñido cuando se separó de mí para bailar ambos separados esta vez, compenetrados de todos modos. Cansado de que fuera ella quien llevara la batuta, la giré contra mí y la obligué a dar vueltas hacia fuera, pero en vez de volver rápidamente, agarrada aún a mi mano caminó bailando hacia mí los 3 pasos que se había alejado moviendo las caderas y aprovechando la mano libre para colocarse un par de rizos rebeldes en el pelo.

Desde ese momento el baile se convirtió en una batalla de voluntades. Ella quería hacer lo que quería y yo quería que ella bailase como yo quería. Desde fuera no se notaba nada raro, pero a mí el que ella no me siguiera me estaba volviendo loco, así que poco a poco la fui llevando hacia el borde de la pista y cuando el último “love in the shape of you” sonó la apreté contra la pared de la discoteca, sin darle opción a que hiciera giros, vueltas ni quiebros. Me apoyé contra ella y nuestras bocas quedaron a apenas un par de centímetros la una de la otra, ambos respirando agitados tras el meneo que nos habíamos metido.

A ella le sorprendió el movimiento, lo vi en sus ojos, pero no le disgustó. Yo esperé a que ella tomara la iniciativa, yo ya la había tomado dejándola atrapada. Ella me miró a los ojos, sacó la lengua y con ella recorrió el contorno de mi labio superior y después del inferior. Chupando y mordiendo ese último.

Decir que estaba caliente es decir poco. No descartaba una combustión espontánea en cualquier momento. Así que froté mi erección contra ella, presionando contra la pared y le comí la boca. Jugué con su lengua, lamí su cuello, y ella, tras ver que nadie nos hacía caso se aupó y rodeó con una pierna mi cadera, permitiendo que el roce fuera más profundo, incluso me atreví a llevar una mano debajo del vestido. Casi me corro cuando al tocar debajo de su vestido no había nada. Nada. Sólo piel húmeda y caliente. No llevaba ropa interior. No tenía vello, sólo piel suave que recorrer con mis dedos. Pensé que me volvía loco.

Le pregunté si quería ir a algún sitio a terminar lo que habíamos empezado y asintió mirándome a los ojos mientras yo chupaba mis dedos húmedos de ella.

  • Voy a avisar a mis amigos. Nos vemos en medio minuto en la puerta.
  • Sí, yo también los voy a avisar.

Fui escopetado hacia mis cosas, cogí mi cartera, saqué 20 euros y se los metí a Hugo en el bolsillo mientras le susurraba que invitaba yo al taxi. Él me miró divertido y no necesitó más explicación. Mi prisa por salir de allí no podía significar otra cosa. Despídete del resto por mí fue lo último que me dije antes de empezar a clavar codos a todos los que estaban entre yo y la puerta del local. Cuando estaba a medio camino alguien agarró mi culo con posesividad, clavando los dedos. Cuando me giré vi que era ella. Mi pelirroja. Dejé que me magreara a gusto mientras yo iba hacia la salida.

El aire fresco, sin olor a humanidad, nos supo a gloria. Además la luz de la calle me permitió ver a mi pelirroja con más nitidez. Me di cuenta de que sus pezones se marcaban en el vestido y le ofrecí mi cazadora para que se la pusiese por encima.

Ella me miró agradecida y nos fuimos acercando a mi coche. Le pregunté si mi casa le parecía bien y asintió con la cabeza. Yo normalmente no soy de esos. No se me ocurre llevar a mi casa a una tía con la que he cruzado cuatro frases, para eso están los moteles, lo coches. Pero la mirada de esa pelirroja no me dejaba pensar. Y saber que bajo ese vestido no llevaba bragas me tenía cardiaco. No me importaba si me empapaba el coche. Yo quería, necesitaba, ansiaba meterme entre sus piernas. Sea como sea, YA. Y mi casa estaba cerca.

Cogimos la circunvalación y en un diez minutos estábamos entrando en mi casa.

  • ¿Están tus padres dentro?
  • No, qué va, es mía. - Ella me miró sorprendida. - Valee, y del banco un poco. Una herencia antes de lo habitual. Somos una familia pequeña y me tuve que empeñar para reformarla por dentro, pero soy muy afortunado de a mi edad tener ya mi casa. - Dije orgulloso. -

Pero así como metí el coche en el garaje y puse el freno de mano se terminaron las preguntas. Ella salió del coche más tranquila ahora que sabía que no había nadie más y me cogió la mano. Con sensualidad me chupó un dedo y sin más preámbulos lo llevó a su vagina y lo metió. Sólo uno.

Se me fue todo de la cabeza, mi abuelo, la casa, la herencia. Sólo podía ver a esa preciosidad de ojos verdes y pelo de fuego.

Yo todavía estaba sentado en el coche, con una pierna fuera y otra dentro. Y un dedo en su vagina. Lo metí de golpe hasta el final y con mis nudillos froté su clítoris. Ella tembló y un gemido salió de su boca. Saqué mi mano empapada de entre sus piernas y salí del coche. La agarré con las dos manos del culo y ella subió sus piernas a mi espalda. Enganchada a mí la llevé en volandas hasta que estuve de rodillas en mi cama, con ella todavía encima de mí. Le agarré el vestido y tiré de él hacia arriba, lanzándolo a una esquina de la habitación.

Vi su sujetador, el cierre frontal, y cuando lo solté pude maravillarme de sus preciosos pechos. Eran perfectos, caían como dos gotas de sus hombros estrechos y todo su escote, su canalillo, estaba lleno de diminutas pecas. No pude resistirme y me ahogué a mí mismo entre esos dos pecados.

Ella se rió de mi entusiasmo y aunque me encantaría besar cada peca los dos estábamos demasiado calientes, así que separándome un poco me saqué la camisa y los pantalones volaron. Ella misma me bajó los calzoncillos con prisa, como si estuviera deseando verla de una vez. Mi polla estaba muy caliente y daba saltitos de excitación. Ella tenía su cara muy cerca y me habría encantado que la chupase con ganas, pero ella estaba lista para mí. Así que la empujé un poco en los hombros y ella se dejó caer en la enorme cama.

Me tumbé encima de ella y la besé con ansias mientras pasaba la punta hinchada por su raja. Ella se estremecía y cuando estuvo lista ella misma se metió la punta y yo dejé caer mi cadera hasta el fondo. Estábamos los dos tan excitados que entró perfecta, como cuchillo caliente en mantequilla. Y salió, y volvió a entrar. Al principio más lento, profundo. Ella empezó a gemir en mi cuello y me encantó. Empecé a taladrarla con toda la fuerza y velocidad que mis piernas me permitieron. Vi uno de sus pechos botar y atrapé un pezón al vuelo. Probé a pasarle los dientes y ella gimió más fuerte. Cuando mordí con más fuerza ella se corrió. Como una loca. Me empapó. Esos tironcitos que daba dentro de mí me hicieron terminar con un gruñido soltando chorros de semen en su interior. Dejé caer la cadera y apoyé mi peso en los brazos, relajando el resto del cuerpo y recuperándome un poco.

Ella, juguetona, me acarició los brazos con las uñas y eso me provocó un nuevo escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, desde la columna hasta los pies. Abrí los ojos y ella estaba debajo mía, con una sonrisa preciosa. Podría acostumbrarme a ver esa sonrisa todos los días.

  • ¿Te apetece un baño?
  • Sí.
  • ¿Conmigo?
  • Eso me apetece más. Pero dame un par de minutos para mí, porfa. - Su carita de por favor era adorable. Podría conseguir cualquier cosa de mí. Espero que no se dé cuenta. -
  • Claro. Mientras yo cambio la cama. Es la puerta de la derecha, después del vestidor.

Mientras ella se aseaba yo aproveché para poner una lavadora con la ropa de cama sudada y su ropa. Estuve tentado de poner un lavavajillas, pero me conformé con apilar la loza para que pareciese menos y recoger la ropa sucia del salón.

Peté en la puerta y ella me indicó que pasase. Entré con cuidado y la vi apoyada en el borde de la bañera mientras comprobaba la temperatura del agua. Una nalga apoyada en la bañera y la otra en el aire. Qué redondez tan perfecta. Seguí bajando la vista por su pierna, era delgada. No como las de una modelo, tenía muslo, pero delgadas de todos modos, su tobillo era fino, y sus pie pequeño para su altura.

Ella me pilló embobado mirándola y sonrió. Qué sonrisa. La bañera ya estaba bastante llena, así que me metí dentro y luego dejé que ella se metiera entre mis piernas. La bañera tenía el tamaño ideal para dos, cuando la compré pensé que cuanto más grande mejor, pero yo sólo siempre acababa escurriéndome. Ahora con ella entre mis brazos era perfecta. Cuando empezó a enfriarse el agua cogí una esponja nueva y la metí en el agua. Sin prisas la empecé a enjabonar. La espalda, los brazos, su cuello. Ella se dejaba hacer y casi la podía escuchar ronronear. Destapé la bañera y abrí la ducha. Con mimo pasé la alcachofa por su cabeza, empapando su pelo. Después cogí el champú y empecé un suave masaje. Ella soltaba deliciosos gemidos que fueron despertando mi polla de nuevo.

Le aclaré el pelo con cuidado de que no le entrara espuma en los ojos e hice que se levantara. Ya no quedaba agua en la bañera, así que pude enjabonar por donde antes no podía. Pasé la esponja por su barriga plana, por sus piernas y por su culito. Después estrujé la esponja para que soltara espuma en mi mano y la metí entre sus nalgas. Allí lavé concienzudamente su agujerito trasero, metiendo una falange y sacándola. Ella tenía los pezones duros de nuevo, no sé si por el frío o el ataque a su ano, así que me acerqué para que notara mi calor.

Cuando mi dedo ya entraba con facilidad dejé mi juego y pasé a lavarle un poco más adelante, lavé sus labios, hinchados ya. Los estiré, separé y frote con ganas, limpié la entrada de la vagina, la uretra y con cuidado saqué el clítoris del capuchón, lo lavé bien y una vez totalmente limpia, y excitada de nuevo, aclaré todos los restos de jabón de su cuerpo. Después la sequé con el mismo mimo que la lavé, le desenredé el pelo y por último la cogí en brazos y la llevé hacia la habitación. Cuando la puse en la cama tuve la ridícula sensación de que ella era lo más precioso del mundo. Un cristal a punto de romperse, y la dejé caer a cámara lenta, como si se fuera arena escurriéndose entre mi manos. Le di un beso en la frente, la tapé con las sábanas y me fui a darme la ducha más rápida de mi vida.

Por desgracia no fue lo suficientemente rápida. Cuando volví a cama ella ya estaba durmiendo. Mi polla apuntaba al techo, pero no podía hacer nada. Tampoco podría dormir con mi amiga tan animada, así que fui al baño y recordando lo que me había pasado me corrí.

Más relajado me metí en la cama y la abracé. Estaba calentita y suave. Y olía de maravilla. Es como si mi champú y mi gel olieran mejor en ella que en mi.

Así como notó mi calor se acercó todavía más a mí y puso su culito en mi polla. Menos mal que acababa de hacer trampas, porque ese culo era mucho culo.

Continuará...