Gigi, mi yegua
Una corresponsal de guerra es capturada por una banda incontrolada y vendida a un matrimonio sin escrupulos cuya mujer se encapricha de ella y la convierte en pony girl para disfrutar con esto hasta que necesita desprenderse de ella y la revende a un mercader para evitarse problemas.
Gigi, mi yegua
Tras el armisticio de guerra y la retirada de las tropas en la zona de los balcanes, se produjo un descontrol de todo tipo, normal en estos procesos, del que surge un mercado negro tanto de maquinaria bélica como de personas, en especial mujeres, capturadas por bandas incontroladas.
Mi esposo Aman (árabe) y yo (inglesa), vivimos muy lejos de la capital, en una zona bastante inhóspita y muy, pero muy mal comunicada… Una noche tuvimos la visita de una de estas bandas que nos ofrecieron a una mujer que habían capturado y que vendían a un precio nada despreciable.
Se llamaba Anna, era corresponsal de guerra y londinense como yo… Es la típica pelirroja de ojos verdes y piel muy blanca... Ahora sigue siendo pelirroja y sigue con los ojos color verde pero su piel está muy tostada y la hemos bautizado como Gigi… Y en lugar de corresponsal de guerra, Gigi es nuestra yegua.
Nada más comprarla lo primero que hice fue adecentarla para posteriormente colocarle todo el “equipo” que considero necesario que debe llevar… Aún inconsciente le pedí a mi esposo que la llevase a la cuadra y la colgarse de las muñecas con las piernas muy abiertas y con las puntas de los pies apenas rozando el suelo.
Luego, yo le coloqué un freno bucal bien apretado y metido tras las muelas del juicio hasta desgarrarle las comisuras labiales… Acto seguido la desperté a chorro de manguera… Fue muy agradable para mi ver sus bonitos ojos verdes y su expresión de espanto… Al cruzar nuestras miradas sentí que había una química entre nosotras… La perra me excitaba y me transmitía la manera de sufrir… Mi rostro delató sin recato la lujuria que sentía por ella.
Con unas tijeras, le quite la ropa que llevaba mientras ella se revolvía y empezaba a gruñir presa de rabia e indignación pero el bocado que desfiguraba su cara impidió que nada compresible llegase a mis oídos… Satisfecha por ese esplendido cuerpo desnudo que tenía ante mis ojos, me dediqué por un tiempo a manosearlo comprobando el tono muscular de sus muslos y pantorrillas, partes esenciales en la vida cotidiana de toda yegua… Y luego palpé otras partes no tan esenciales en una bestia de tiro pero si en una esclava sexual.
Estrujé y pellizqué las nalgas, zonas donde la caña, la pala y el látigo golpearía mas adelante con especial crueldad… Luego, obligándole a mirarme a los ojos, le metí tres dedos en su coño y con una mueca de profundo asco, presenció cómo me chupaba estos dedos saboreando sus fluidos vaginales… Terminé la inspección de su voluptuoso cuerpo apretando y retorciendo sus magnificas tetas blancas.
Excitada como estaba comencé, sin más, a preparar a la yegua para mi disfrute… Le até una áspera soga de esparto fuertemente a su cintura y el cabo sobrante lo pase por entre las piernas procurando partir el coño en dos mitades… Amarré el cabo a una polea que había en la pared de enfrente y tiré con todas mis fuerzas, lo cual provocó que el cuerpo de la mujer-yegua se arquease dolorosamente hacia delante, sufriendo una barbaridad por la forzada posición en que quedó.
A continuación le enseñe la maquina de remachar que iba a utilizar… Miré alternativamente a sus ojos y sus tetas para que me entendiese e hice saltar un remache para que comprendiera exactamente la tortura que iba sufrir... Luego, sin prisas, para alargar su agonía, le chupé los pechos hasta que los pezones quedaron tiesos como dedos.
- ¡CHAC!
Se desmayó por el dolor que le causé al perforarle su pezón derecho… Fue necesario tirarle tres cubos cubos de agua para reanimarla… Sus grandes ojos verdes se abrieron aterrados entre la maraña pelirroja que ocultaba su rostro… Estaba preciosa.
Luego, y de nuevo sin prisas, para alargar su agonía pues sabía perfectamente lo que le iba hacer, volví a chupar el pezón izquierda… Cuando consideré que ya estaba lo suficientemente duro, se escuchó un nuevo ¡CHAC! Y se lo perforé, volviendo a brincar salvajemente, emitir gruñidos inteligibles y desmallarse… Y de nuevo fueron necesarios más cubos de agua para reanimarla.
A continuación, le metí unos aros provistos de cascabeles a través de los tiernos agujeros recién taladrados y los soldé a lo vivo.
- Son para siempre, ¿sabes?, le dije... - Una yegua joven queda muy bonita de esta forma y los cascabeles le dan alegría cuando se mueve.
Luego, seguí con el tabique nasal… Gigi se puso como una fiera tratando de evitar lo inevitable… Al final le taladré el tabique nasal y coloqué un grueso y pesado anillo de gran diámetro que, por cierto, me costó bastante meterlo por la carne taladrada… Recogí su densa mata de pelo pelirrojo e hice una cola, por supuesto de caballo… Y ceñí alrededor de su preciso cuello un severo collar que ahogaba a la vez que le obligaba a mantener la barbilla incómodamente hacia arriba… Había convertido a Gigi en una verdadera yegua.
La llevé al campo en donde la tuve toda la semana desnuda de sol a sol enseñándola a base de latigazos… Aunque su cuerpo estaba muy marcado, al final, Gigi arrastraba el carro con la fuerza y soltura necesaria como para llevarnos a Aman, mi marido, y a mí, a disfrutar al máximo en el paseó que hicimos.
- ¡Arre, arre!, le dije al tiempo que lanzaba el látigo sobre sus nalgas y se escuchaba su sonido al golpearlas… ¡Fack… Flack… Flack!
Me resultaba tremendamente excitante contemplar a esta joven, hermosa y educada, ataviada como una yegua, tirando al galope de un carro, el cual arrastraba enganchado por una bola metida en su coño que era quien ejercía la fuerza de avance, con todos los músculos en tensión, acompañado por el repiqueo constante de los cascabeles que colgaban de los aros que tenía colocados en los pezones… Todo ello debía ser muy, pero muy doloroso para la yegua.
- ¡Arre, arre!, volví a repetir chasqueando de nuevo el látigo y lacerando sin piedad sus carnes, ya de por sí, como ya he dicho, bastante marcadas por las horas de entrenamiento… ¡Fack… Flack… Flack!
Era para mí una gozada y satisfacción ver cómo había aprendido todas mis enseñanzas… Su paso exagerado, los muslos subiendo hasta la vertical, con estilo, la cabeza hacia atrás sacando los pechos al máximo al llevar los brazos trabados hacia atrás, el pelo recogido en una cola y las nalgas totalmente libres para poder recibir el mordisco del látigo para corregir sus errores… Yo, notaba por momentos como mi coño no paraba de segregar fluidos.
Tras más de un kilómetro de paseo a buen ritmo, tiré con fuerza de las riendas y XXXX arqueó el cuerpo hacia atrás, relinchó y se detuvo en apenas unos pocos pasos… De reojo contemplé la gran erección que tenía mi marido, muy excitado por todo esto… A los árabes de su educación y condición les encanta someter o ver como someten violentamente a las hembras occidentales.
Antes de bajar del carro, até con tal fuerza las riendas que la yegua quedó con la nuca brutalmente doblada hacia atrás… Tras bajar, desaté el arnés que llevaba metido Gigi en su coño, gimiendo de dolor al tener el sexo en carne viva por la tortura a la que brutalmente había sido sometida al arrastrar el carro.
Acerqué a mi marido y coloqué su gran polla a la entrada de su coño… Fue indescriptible la excitación que me produjo contemplar a mi marido violar a una mujer indefensa y dolorida, abierta de piernas y flexionada para facilitarle la penetración… Aunque también me provocó unos enormes celos… Me vengaría por ello esta tarde cuando estuviésemos solas las dos.
Fui a verla después de comer, la hora que más caliente estoy… Bajé ebria y desnuda, dispuesta a dar rienda suelta a mis instintos más sádicos… Para empezar, y ante ella, me situé de cuclillas ante un cazo y defequé y oriné… Le dije:
- ¡¡Come la mierda de tu dueña!!,… le grité haciendo chasquear el látigo corto que llevaba.
Gigi dudó con expresión horrorizada, pero la semana que llevaba en mi poder recibiendo latigazos la decidió a obedecer entre grandes temblores y vómitos repetidos pues tuvo que lamer del suelo y tragar una y otra vez todo lo que vomitaba, presa de la más profunda repugnancia… Lo hizo de la única forma posible: de rodillas, con las manos a la espalda y ofreciendo el culo.
Ver precisamente ese culo ofrecido, me provocó un furibundo ataque de lujuria… Así que fui al armario y me coloque un arnés de castigo que lleva colgada una polla de latex de más de 30 cm de larga por 6 cm de diámetro… Se la inserté hasta el fondo, tras mucho trabajo, provocándole berridos de dolor hasta meterlo entero pero yo, haciendo caso omiso de estos gritos, seguí disfrutando hasta casi el anochecer… Fue una tarde inolvidable para ambas.
Pero todo lo bueno se acaba… Gigi estuvo con nosotros durante un par de meses más pues Aman, viendo que podría traernos complicaciones si éramos descubiertos, me convenció de la necesidad de venderla a algún amigo suyo árabe, que seguro pagaría muy bien por ella… Y así fue… Nunca olvidaré la expresión de horror de sus ojos cuando apareció su nuevo Amo, un hombre alto, grueso, de fracciones crueles, que nos pagó ante ella la compra y me invitó a visitarla siempre que lo deseásemos… Yo, me acerqué a Gigi y le di un beso en los labios diciéndole:
- No olvides mis enseñanzas… Estás muy bien adiestrada y espero mucho más de ti… Eres ya una esclava de por vida y vas a ser preparada para superarte y darnos un gran espectáculo… Ya me han contado que cuando vaya a visitarte dentro de un par de meses serás marcada a fuego como lo que eres, una yegua… Y luego, lo celebraremos por todo lo alto, siendo entregada al mejor caballo para que te cubra y quizá te reviente… Eso dependerá de cómo te esfuerces, en este tiempo que te queda, para dilatarte y poder aguantar la copula… Será una gran fiesta que grabaremos para no olvidarlo nunca.
Gigi comenzó a temblar y sufrió un desvanecimiento al escuchar mis palabras llenas de lujuria… Mejor así que se desmayase pues no vio cuando la metieron en un buen embalaje y la prepararon para suviaje, destino al más recóndito lugar de Arabia en donde comenzará una nueva etapa de su vida.
Iría a verla?... Creo que sí… Ya lo contaré.