Gerente general

Relato no erótico acerca de dos candidatos peleando un puesto. El despiadado mundo de los negocios.

El momento que todos esperaban llegó. El presidente de la compañía pasó al frente para, finalmente y después de tantas semanas de espera, anunciar al nuevo gerente general de la planta. Ramón, uno de los dos candidatos para el puesto, no paraba de rezar porque él fuera el elegido. Aunque por voluntad propia, todos sus años de juventud los había entregado en beneficio de la compañía y pensaba que merecía ser recompensado por ello.

El director subió al estrado, acomodó el micrófono al nivel de su boca y se dispuso a leer el nombre del ganador. Todas las personas en el auditorio pararon oreja. Tanto el obsesionado del trabajo como la segunda opción para el puesto, Lourdes, deseaban escuchar su nombre en voz del locutor, por lo que cruzaron los dedos como última arma para atraer la buena suerte. Seguro de que él resultaría vencedor, Ramón cerró los ojos para esperar el instante de su gloria.

  • El nuevo gerente general de la planta es...la licenciada Lourdes Gálvez. ¡Muchas felicidades¡ - Dijo el presidente de la compañía.

Al oír esas palabras, la licenciada caminó hacia el escenario para leer su discurso de agradecimiento, estrechando en el trayecto la mano de todos aquellos que la felicitaban. Ramón por su parte, no podía creer lo que acababa de pasar. Todos esos años de lealtad para con la empresa al final no habían servido de nada. Ellos, ignorando sus sentimientos y logros, le habían entregado el puesto a alguien más, a una improvisada cuyo único mérito era poseer una belleza deslumbrante.

  • ¿Cómo pudieron elegirla a ella en lugar de a mí, que he dedicado mi vida a hacer crecer a ésta empresa? ¿Cómo pueden darle la mano y felicitarla? Ella no se merece el puesto. No se lo merece. No tiene la experiencia que yo tengo y tampoco mis conocimientos. De seguro para que la escogieran se dejó coger. Sí, esa es la única explicación. Como yo no les di las nalgas ustedes no me dieron el ascenso, pero todos son unos pendejos al igual que ella. Agarren su puta empresa y su puto puesto y métanselos por el culo que yo no los necesito. - Gritó Ramón en frente de toda la audiencia, incapaz de controlar la rabia que le había provocado la decisión y antes de que Lourdes iniciara con su discurso, para después abandonar el lugar.

Las ofensas y señalamientos, que el enfurecido empleado hiciera en contra de los presentes, tenían algo de cierto y resultaron en verdad incómodas, pero al instante fueron olvidadas y la ceremonia continuó con su curso como si nada hubiera pasado. La licenciada elegida como nueva gerente general leyó su discurso de agradecimiento. Luego hubo un brindis y todos se marcharon rumbo a sus casas.

Lourdes no vivía muy lejos de las instalaciones de la empresa, por lo que acostumbraba regresar a su hogar caminando. A pesar de que el reloj marcaba más de la media noche y la ciudad no se caracterizaba precisamente por su buena seguridad, esa vez no fue la excepción. Sumamente feliz por su nombramiento, salió del edificio y dio vuelta a la derecha dispuesta a disfrutar de un paseo a la luz de la luna.

Unas cuantas cuadras antes de llegar a su destino, la confiada mujer escuchó a sus espaldas el sonido de unos pasos. Su primera reacción fue la de voltear atrás, pero logró contenerse. Pensó que lo mejor sería acelerar el paso y así lo hizo, pero quien la seguía la imitó. La desesperación y el miedo comenzaron a invadirla y, para facilitarse el correr, se quitó las zapatillas. Al darse cuenta de eso, quien la asechaba se dejó de contemplaciones y le dio alcance.

Lourdes intentó gritar pidiendo auxilio, pero quien había resultado ser un jovencito con apariencia de pandillero le cubrió la boca. Ella mordió un par de los dedos de su captor y cuando éste la soltó de inmediato salió corriendo, pero el muchacho la alcanzó otra vez y la tiró al suelo. Teniéndola contra el piso, el violento sujeto la golpeó en el rostro en tres ocasiones, haciendo que la sangre brotara de sus labios y nariz y acabando así con su resistencia.

Los dos se incorporaron y el despiadado individuo la azotó contra un muro, para después aprisionarla entre éste y su cuerpo. Cuando la licenciada sintió las sucias y toscas manos del tipo recorriendo sus piernas, sintió temor. Cuando éste restregó su endurecida verga contra sus glúteos, deseó morir. En un principio imaginó que sería víctima de un asalto, pero la realidad había resultado ser mucho peor. Al jovencito no le interesaba su dinero, quería su cuerpo.

Y así, con la idea de ser violada destrozando sus nervios, Lourdes empezó a sentir besos y caricias por toda su anatomía. Besos y caricias que lejos de excitarla, la lastimaban como una fría puñalada. El chamaco desabotonó sus pantalones y la mujer percibió más claramente la forma de ese miembro rozando su trasero. Su vestido empezó a subir poco a poco, anunciando lo que parecía inevitable. Cuando pensó que ya no había salida, escuchó una voz que le regresó la fe.

  • Quítale las manos de encima, idiota. Guárdate eso que te cuelga y márchate si en algo aprecias tu insignificante vida. - Le sugirió Ramón al muchacho, poniendo contra su espalda el filo de una navaja.

El atacante de Lourdes, quien a fin de cuentas resultó ser más cobarde de lo que parecía, corrió asustado en cuanto sintió el filo del arma clavarse un poco en su piel. La mujer se sintió aliviada, aunque también un tanto sorprendida al descubrir de quien era la voz que había impedido fuera violada. No comprendía del todo el porque alguien que antes la había insultado y de seguro la odiaba, la había salvado. Tampoco entendía porque su compañero estaba ahí.

  • Dime algo. - Pidió la licenciada - ¿Qué haces aquí y por qué me salvaste? No es que no te lo agradezca, pero no deja de sorprenderme que lo hayas hecho después de lo que pasó en el auditorio. Creí que me odiabas.

  • No te confundas. El que te haya salvado no significa que no te odie o que haya cambiado de opinión en cuanto a que te eligieron a ti en lugar de a mí para el puesto de gerente general, pero de eso a que permitiera que te violaran...hay una gran diferencia. Mi casa queda a unas cuadras de aquí y cuando venía caminando me di cuenta que ese chico te atacó. Dudé en hacerlo, pero al final decidí que no podía dejarte en sus manos. - Respondió Ramón.

Lourdes encontró satisfactoria la explicación de su rival. Él seguía odiándola, pero no tanto como para permitir que abusaran de ella. Sonaba lógico. Además, cualquiera que hubiera sido la razón por la que él la había salvado no era relevante. Se encontraba bien. Eso era lo único que debía importarle en ese momento. Como muestra de agradecimiento abrazó a su salvador, quien le devolvió el gesto apretándola fuertemente entre sus brazos.

  • Gracias. - Dijo la licenciada.

  • En verdad que no tienes nada que agradecer... - Aseguró Ramón.

Los ojos de Lourdes se abrieron como si fueran a salirse de su órbita y sus uñas se clavaron en la espalda de su compañero. Éste, aprovechando la cercanía de sus cuerpos, la había apuñalado en el estómago y, ya estando dentro, giraba el frío metal del arma destrozando las entrañas de tan, para él, odiada mujer. La sangre de quien nunca ocuparía su nuevo puesto, comenzó a brotar manchando las ropas de ambos y el asfalto.

  • ...si te salve, fue porque quería para mí el placer de acabar contigo. - Fue lo último que Lourdes escuchó.

La navaja se deslizó fuera del vientre de la licenciada y su cadáver cayó en seco, rebotando en dos ocasiones la cabeza de éste contra el piso. Tal vez nadie sabría lo que pasó esa noche en aquel oscuro callejón o quizá, si la policía hacía bien su trabajo por primera vez, descubrirían la identidad del asesino. Si esto último ocurría y tenía que ir a prisión por varios años, a Ramón no le importaba. Admirar el cuerpo sin vida de la mujer que le había robado el puesto...lo valía todo.