Gerardo, un hermano dominante (V)
Despues de la fiesta en que participamos las dos parejas de hermanos, tuve más aventuras.
GERARDO, UN HERMANO DOMINANTE. (V)
Hace un año o así escribí un articulo sobre como mi hermano Gerardo me fue sometiendo hasta convertirme en su juguete sexual. Si habéis leído estas historia sabréis que mi hermano acabó intercambiando por Roxana, hermana de Laura, de la que estaba enamorado. Me han pedido muchas personas que les cuente qué pasó después de aquella fiesta, en la que Gerardo me intercambió por Roxana. Bueno, os contaré...
Al volver de casa de Roxana y Laura, después de haber sido follada por Laura, mientras que Gerardo se follaba a Roxana, y de haber sido follada por la propia Roxana, mientras nuestros dos dueños se entregaban a un polvo apasionado, me sentía cansada. Eso no le impidió a Gerardo, nada más quitarme el abrigo de pieles de mamá, exigirme que me acostara en su cama, así, con la desnudez con la que había ido y venido a la fiesta.
Gerardo debía de estar tan cansado o más que yo, pues le había echado un polvo a cada hermana, pero su glotonería le llevó a sumergirse entre mis muslos y oler el rastro de los jugos de mi vagina secos en mi sexo y pronto comencé a sentir su lengua lamer mis muslos, y al aparecer mi clítoris excitado de nuevo entre los labios, lo sentí morderlo con sus labios y lamerlo y jugar con mi sexo hasta arrancarme de nuevo un fugaz orgasmo.
No sabía en que condiciones había sido cedida por Gerardo a Laura. Por el momento, ya veía que mi cesión no le impedía seguir utilizándome para satisfacer su morbosa sexualidad. Lo que sí parecía es que Gerardo, por lo menos, por el momento, no me follaría más, lo cual, desde luego era para mí un alivio, pues me daba mucho miedo quedarme preñada y la última semana se había puesto las botas, preparándose para hacer el papelazo con las dos hermanas. Pero aquel domingo, nada más levantarse, fue a mi cuarto y me tiró a la cara las bragas que deseaba que me pusiera. Pasó toda la mañana mirando mi cuerpo medio desnudo, pues sólo me permitió ponerme las bragas, unos zapatos de tacón y una rebeca de croché. Y mientras se duchaba, apenas se repuso de las energías gastadas durante la fiesta, me llamó. Atendí presta a su llamada, como no puede ser de otra manera en una sumisa, y al correr la mampara de la ducha pude ver su excitación. Me quité los zapatos y la rebeca. Por prudencia no me quité las bragas, pues había sido él quien me ordenó que me las pusiera. Entré en la ducha y me puse de rodillas delante de él, como me había enseñado que debía acudir cuando estuviera de pié y excitado y esperé que me diera unas órdenes que estaba deseando oir. Tomé su pene en mi boca y no lo solté hasta sentir su semen chocar contra la pared de mi paladar.
El lunes me llamó Roxana, que antes que sumisa de Gerardo y de su hermana Laura, había sido amiga mía. Al oir su voz y durante toda la conversación no podía olvidar la sensación de sus muslos chocarse contra la parte trasera de los míos, la sensación de sus manos suaves agarrándome por las caderas, su vientre en mis nalgas, y por fín, aquel roce del consolador dentro de mí, producido por el balanceo de su cintura. Estaba asustada por que no conocía bien a Gerardo y temía que fuera un amo cruel, pegón o sádico. La tranquilicé cuanto pude.- No te preocupes. Gerardo es muy fetichista, pero no le gusta el dolor físico. Te hará enrojecer de vergüenza en un cine o en un ascensor, pero no es maltratador.-
No pude evitar preguntar por las costumbres de Laura. No te quepa duda, amiga mía, que Laura te exprimirá sexualmente todo lo que pueda. Te hará gozar como a una...ninfómana. Te hará tuya proporcionándote un placer inmenso y a cambio, tú estarás dispuesta a consentirle todos sus ...caprichos.- Me contestó Roxana.
El viernes Gerardo llamó a Laura. Él no me dijo nada, pues entre sus derechos estaba el no informarme de nada, pero Roxana me llamó inquieta comunicándome que Laura le había dicho que se preparara para pasar la tarde del sábado con Gerardo. Me preguntó si tenía idea de adonde irían y yo no pude contestarle, ya que estaba seguro de que no vendrían a casa, pues mis padres estaban este fin de semana.
Gerardo entró en mi habitación el sábado al medio día y me miró con una expresión de chulería, de desprecio. No sé. EL caso es que cuando me miraba así lo veía irresistible. Sacó de su bolsillo un papel y me lo metió por el escote, entre la camisa y mi piel. El papel tenía unas instrucciones muy completas. "A las seis baja al portal vestida con unas medias, una camiseta y una minifalda. No lleves sostén y ponte las bragas y los zapatos del domingo. ¡Ah! Lleva algo con lo que quieras que te aten."
No sabía muy bien quien sería mi amo, si Laura o Gerardo. El caso es que Gerardo se fue de casa a las cuatro. Yo a las cinco estaba en el portal, guardando el sujetador que me había quitado en el ascensor, y cinco minutos después salía de dudas, pues veía a Laura aparcar en doble fila. Salí y me monté en el coche. Laura me besó decididamente en la boca y yo, después de mirar a un lado y otro acepté su beso. Sus labios eran suaves pero su beso era apasionado, sensual y provocador.
-¿Dónde vamos?.- Le pregunté-
- Primero vamos a ir a animarnos, y luego, a un sitio que ya conoces.-
Tomamos una copa en un bar de ambiente. Me preocupaba que la gente pensara que éramos lesbianas, pero pronto, después de ver como me miraban los tíos, mi preocupación era pensar si no parecía una putilla. Al montar de nuevo en el coche y ver la dirección que tomábamos comprendí que nos dirigíamos a la casita donde Laura me había echo el amor por primera vez "como un macho se lo hace a una hembra". Laura me cogió del brazo al salir del coche y casi cruzamos la puerta a empujones. Allí, delante de nosotros había unas bragas blancas rotas, hechas jirones, y un poco más allá , un preservativo que estaba aún "fresco". Laura esbozó una sonrisa y me dijo Mira que mal acostumbrado tienes a tu hermano, deja todo por medio.-
Laura reconoció las bragas de Roxana. Tu hermano me pidió permiso para violarla, aunque yo creo que esta agresividad le es innecesaria con Roxana, pues en realidad es muy ardiente y yo le dije que no se le resistiera. ¡Quítate la falda y la camiseta!-
M sensación de desnudez se veía agrandada por que la casa estaba sin muebles apenas, por que mi hermano, que era hasta entonces mi mayor amante, se acababa de follar a una de mis mejores amigas allí mismo hacía un rato, por que aquellas bragas eran muy provocativas, por que Laura era aún una extraña prácticamente, y aunque había sido suya dos veces, siempre fue bajo la supervisión de Gerardo. Laura clavaba sus ojos en mis pechos, en mi vientre, en mis caderas, en mi sexo. Aquel trajecito de chaqueta ahora la hacía parecer superior a mí. Me ordenó que me acercara y cuando me tuvo a su alcance me tomó ambas manos y me las puso en la espalda, retenidas por una de las suyas, luego tomó con la otra mano mi nuca, cogiendo una mata de mi pelo y atrajo mi cabeza hacia ella. Me entregué a aquellos besos que me hacían olvidar todos mis prejuicios hacia ella..
Laura, al comprobar su fácil victoria, colocó mis manos por dentro de mis bragas, en la parte de atrás y las empujó hasta hacer que aparecieran por la parte de abajo, cada una en cada pierna. Después tiró de las bragas hacia arriba, dejando claro que no debía sacarlas de ahí. Sentí la tela de las bragas estirarse y meterse profundamente entre las nalgas e incómodamente entre los labios de mi sexo.
Seguía entregada a sus besos cuando sentí su mano acaricia mi espalda y luego mis pechos hasta alcanzar mis pezones. La verdad es que lo hacía con suavidad, pero de repente apretó mis pechos provocándome un ligero dolor que luego se trasformó de nuevo en un suave masaje. Me prodigaba tiernas caricias que intercambiaba con pellizcos, apretones, estirones cuando más confiada estaba y aquello me hacía sentir una excitación inmensa.
Nuestras bocas seguían selladas aún cuando sentí su mano deslizarse por mi vientre e introducirse en mis bragas. Mi clítoris atrajo su mano. La suavidad de mi vientre depilado la excitó y volvió a alternar los masajes suaves y placenteros por aquellos estirones que me hacían sentir un placer distinto, más intenso.
Laura me preguntó donde estaba la cuerda con la que debía ser atada. Yo me encogí de hombros. Era cierto que Gerardo me lo había dicho pero se me había olvidados. Laura miró por encima de la habitación y se fijó en mis medias. Se arrodilló delante de mí y las fue enrollando en mis tobillos. Luego me pidió que separara un poco mis piernas y de repente, me tomó con sus muñecas de ambos tobillos y apretó su cara contra mis bragas cubiertas por las bragas. Intentaba atrapar mi clítoris con sus labios a través de las bragas y yo sentía placenteramente aquel apasionado capricho como un cosquilleo.
Algo que no debe hacer una sumisa es reirse, y menos de su ama. Yo me estaba riendo por el cosquilleo que la boca de Laura me proporcionaba. Laura se levantó de repente y sin mediar explicación me abofeteó. No fue una torta fuerte, pero me sentí humillada en mi orgullo. Laura me cogió del pelo y me llevó hasta una pared y me puso de cara. Me ordenó que sacara las manos de detrás de las bragas y me apoyara con los brazos extendidos contra la pared. Laura se aproximó por detrás y tiró con fuerza de las bragas hacia arriba, mucho más fuerte que antes. Luego empecé a sentir su mano chocar contra mis nalgas mientras me regañaba. Luego, a mitad de la azotaina, me bajó las bragas a la altura de los tobillos y siguió dándome varios azotes, hasta que finalmente, me tomó del pelo y me puso recta, mientras sentía como su otra mano acariciaba mis enrojecidas nalgas y luego, se deslizaban por debajo para probar la humedad de mi sexo.
Laura se hizo con mis medias y ató una de ellas alrededor de mi cintura, pasando el trozo que sobraba entre mis dos piernas. Eran una bragas improvisadas que por efectos de los nuevos tirones de Laura, me provocaban la misma incomodidad que las anteriores. De nuevo metió mis manos por detrás de mi cintura, pero esta vez me ató las manos con la otra media, todo ello colocada junto a la pared, ahora de espalda a ella. Vi a Laura agacharse delante de mí y acercar su boca a mi sexo y ya, lo único que pude hacer es abrir bien las piernas para que su lengua se apoderara de la piel de mi sexo primero y luego, Laura se puso de pié y mientras me miraba fijamente con expresión dura, casi enfurecida, su mano y en especial sus dedos, se apoderaron de mi de mi clítoris, y no lo soltaron hasta que me abandoné a un orgasmo mientras por no resistirle su fría mirada, terminé por mirar hacia el suelo.
Laura me deshizo las bragas, pero no me soltó las manos, que continuaron atadas a mi espalda. Tomó la media y la enrolló esta vez alrededor de mi cuello y me llevaba por la habitación hasta el mugriento colchón tirado en el suelo en el que posiblemente habían follado Gerardo y Roxana. Al llegar, Laura quitó la media de mi cuello y me tapó los ojos con ella. Era, decía, la segunda fase. Me ayudó a tenderme en el colchón cuyo tacto, estando con los ojos tapados, sentí duro y áspero.
Roxana me puso las bragas, pero sólo hasta la altura del tobillo. Comprendí que era por que así le gustaba más. La sentí de rodillas junto a mí. Sentí su respiración entrecortada y de nuevo su boca se apoderaba de mi psique mientras su mano recorría mi cuerpo, mis pechos, mi vientre. Paró un momento de sobarme y sentí los pliegues de su ropa. Se levantó y al cabo de unos segundos se acercó al oido .- Mira como me pones, estoy mojada por ti.-
Sentí en mi nariz una tela suave y un olorcillo particular que me hicieron sospechar que lo que olía eran sus bragas. Luego me restregó sus bragas por su cara y sentí su humedad en mi nariz y mis labios. Laura me cogió la quijada y me obligó a abrir la boca y metió sus bragas, hechas una pelota, en mi boca. Las recibí con incomodidad, aunque comprendí que era una parte del juego. Como mi boca estaba ocupada, Laura prosiguió lamiendo y mordiendo, pero esta vez, sus atenciones fueron hacia mis pezones, mientras que sus dedos, delgados y largos, buscaron mi humedad en su lugar de origen, y mi sexo recibió sus dedos deseoso de que le robaran el más profundo de su secreto.
Con las manos atadas, los ojos y la boca tapada, aquel orgasmo se me hizo eterno. Hincaba los tacones en el colchón para hacer fuerza contra la mano de Laura , que al sentir mi estado, lamía y mordía mis pezones con más decisión, con la misma con la que hundía sus dedos dentro de mí. Cuando terminé de correrme me dí cuenta de lo mojada que estaba al sentir una gota de mi jugo deslizarse hacia el colchón por la parte baja de mis nalgas.
Laura me ayudó a ponerme de rodillas. Yo pensaba que era un paso previo para incorporarme , sobre todo por que me quitó sus bragas de mi boca, pero debió pensar que no era momento aún para ponerselas, pues se sentó frente a mí en el colchón. Sentía sus pantorrillas a ambos lados de mis rodillas. Tiró de mi pelo hacia ella y me obligó a doblar mi cintura. Separé las piernas para tener equilibrio y reconocí en sus muslos el olor de sus bragas. Su humedad rociaba mi cara. Sus flujos se mezclaban con mi saliva. Me parecía deliciosamente dulce la piel de sus muslos y el vello de su pubis me parecía cabello de ángel. Laura me tomaba del pelo y me obligaba, innecesariamente, a comerle el coño. Cada vez que movía sus caderas sentía mi cara embarduñarse de su jugo y mi lengua tropezaba con su crestita.
Permanecí así, tirada de cara al colchón durante un rato. Sentía a Laura revolotear alrededor mío. Me decía cosas a las que no podía responder Ya ves que no te ha servido de nada no traer cuerda para que te ate...la próxima vez , y acuérdate de lo que te digo, te traerás algo con lo que te pueda follar, hoy te vas a librar, pero la próxima vez te follaré.-
Me soltó y me ordenó que me vistiera. Fui a ponerme mis bragas, pero no estaban. Le pregunté por ellas y me extendió los harapos que mi hermano había dejado de las bragas de Roxana. Aquello era no llevar nada, pero me obligó a ponérmelo. Me llevó de vuelta y cuando me fui a bajar del coche no me hizo gesto de darme ningún beso. Me dolió y me gustó.. es difícil de explicar.
Al llegar a casa, Gerardo me esperaba. Esperó el momento en que mis padres salieron a dar una vuelta para alzarme la falda y tocar mi sexo. Se rió al ver las bragas rotas de Roxana sobre mí. Me tocó el sexo para ver si estaba húmeda y pude ver su cara de satisfacción. Me pidió que le contara todo lo que me había hecho Laura. Mientras le relataba lo ocurrido, Gerardo se tocaba el pene y podía ver, tras la tela del pantalón su excitación.
Gerardo interrumpió mi relato. Tomó mi cabeza pro el cuello y me la llevó hacia su bragueta, por la que asomaba la cabecita de su pene. Lo tomé entre mis labios mientras Gerardo acariciaba mis pechos y mi nalga y recibí en mi boca lo único que había echado en falta durante mi tarde con Laura, la lechecita calinte para rematar la tarde.
Roxana me llamó al día siguiente. Nos la apañamos para entendernos con frases a medias. Mi hermano la había tomado de manera agresiva, casi violenta. Cierto es que no le había producido daño, pero era debido a que ella no había opuesto resistencia alguna. Temí entonces que la próxima en ser "violada" sería yo, pero Roxana me aseguró que no, pues eso rompería el acuerdo que tenían establecidos nuestros hermanos y dueños, que era que ninguno penetraría en la vagina de su hermana, que sería propiedad exclusiva del nuevo amo. Así, Roxana podía ser utilizada por Laura, pero sólo podía ser follada por Gerardo, y yo podía ser usada por Gerardo, pero sólo podía ser follada por Laura. Me sentí en desventaja, pero era en el placer de Gerardo en lo que debía pensar, y por otra parte, se alejaba el fantasma de un embarazo no deseado.
Mis relaciones con Gerardo cambiaron. La imposibilidad de follarme le volvieron más dominante aún. No lleg a violarme, pero muchas tardes en que nos quedamos a solas, tuve que empezar a huir al ver su ímpetu sexual y siempre acababa tumbada en una cama , en un sofá, encima de una mesa o en el suelo, sobre una alfombra o las frías baldosas, con la camisa desabrochada y mi falda levantada, con las bragas a dos metros de mí, las piernas abiertas y mi sexo poseído por su boca o su mano, por que Gerardo no se tomó las condiciones del contrato al pié de la letra y no dudaba en masturbarme introduciendo sus dedos en mi vagina.
Roxana me contaba también que su hermana no había renunciado del todo a ella. Ya no la penetraba, era cierto con ese consolador que yo adivinaba destinado a mí, pero la asaltaba continuamente. Se divertía poniéndola cachonda estimulándola durante todo el día, tocando su sexo, después de levantarle la falda por la mañana, antes de irse a la facultad, tocándole las tetas en cualquier momento, y finalmente, de noche, se pasaba a su cama, le ataba las manos al cabecero y se la comía. Me contó que le había puesto las bragas que me había robado, después de obligarla a besarlas.
Naturalmente, ambas nos veíamos obligadas a mantener sexo oral con cada uno de nuestros hermanos. Mis sesenta y nueve y felaciones a Gerardo no tenían nada que envidiar a las comidas de coños y los sesenta y nueve que Laura obligaba a hacer a Roxana.
Un viernes que nuestros padres no estaban, Gerardo se presentó en casa con Roxana, que sumisa la seguía cogida de su mano. A pesar de ser mi amiga, casi no me saludé. Yo miré a sus ojos pero al cruzar nuestra mirada nos rehuimos. Era un poco cruel mi hermano al hacernos pasar por esto. Roxana se marchó cogida a mi hermano por el pasillo hacia su cuarto. Estaba más flaca, pero estaba preciosa, elegante. Me imagiuginé por un momento a Roxana tumbada, aguantando sumisamente que Laura se la comiera. ¿cómo comería los coños Roxana?.
Me quedé absorta en la salita, pensando en la escena de amor que tendría lugar en el dormitorio de Gerardo, y me asomé. No me lo había prohibido, así que podía hacerlo. Roxana tenía ambas manos atadas al cabecero de la cara. Me vió nada más entrar, pero no dijo nada. Gerardo estaba encima de ella, entre sus largas piernas. Por primera vez vi como se le movían los cachetes a Gerardo mientras copulaba. Era gracioso, atractivo. Se movía con fuerza y Roxana se abandonaba a su obligado placer mientras me miraba, entreabriendo la boca.
Sentí la humedad de mi sexo y tuve la tentación de acariciarme mientras ambos parecían correrse. Roxana echó la cabeza hacia detrás y comenzó a gemir , a proferir susurros de amor que nacían en el fondo de su garganta.. Había algo evidente, y es que era que si yo no había ido con Laura esa tarde era por que Gerardo quería que estuviera allí, y eso era por que deseaba que le viera.
Una sumisa no le debe mentir a su dueño, así que cuando Gerardo le preguntó a Roxana si les había visto, primero guardó silencio y luego asintió. Gerardo traía a Roxana por el pasillo, desnuda, con las manos aún atadas. Me espetó y tuve que aceptar que les había observado.
-¡Eso es un insulto a mi y mi invitada! ¡Te humillaré y serás castigada!.-
Roxana se sentó en el sofá y Gerardo me pegó un par de azotes mientras yo intentaba rehuirlo. Gerardo sacó una cuerda de su bolsillo, como si fuera un mago que saca un conejo de la manga. No me podía negar a que me atara las manos a la espalda. Yo estaba vestida con una falda corta y una camiseta, como a él le gustaba cuando no estaban nuestros padres. Me obligó a ponerme de rodillas delante de Roxana, que me miraba compasiva mientras abría sus piernas.
El sexo de Roxana me sabía a miel comparado con el de Laura. Me parecía dulce, sumisa. Carecía del ímpetu de Laura y Roxana. Su olor me atraía en lugar de repelerme. Mientras me la comía me acariciaba la espalda con sus manos atadas y sentía la suavidad de sus senos como una masa caliente en mi cabeza, en los lóbulos superiores de mis orejas. Gerardo me levantó la falda. Sentí cómo tiraba de mis bragas hacia abajo y sentí sus dedos hincarse en mi sexo y penetrarme. Me esforzaba en retrasar mi orgasmo mientras procuraba que ella sintiera el suyo lo antes posible. Gerardo movía su mano entres mis muslos y comprendía que desde luego, había mejorado mucho su técnica desde que se follaba a Roxana.
No se si el sentirla correrse provocó que no puediera aguantar más o fue al revés, pero ambas nos entregamos a nuestro placer y nos corrimos sin importarnos ya las condiciones de sumisión, de fuerza que nos obligaban a ser amantes. Después de esto, Gerardo nos obligó a incorporarnos y nos obligó a acercarnos, a ponernos juntas, una enfrente de otra, a poner en contacto nuestro vientre y nuestros pechos. Las manos atadas de Roxana pasaron por encima de mi cabeza para abrazarme y Gerardo nos ordenó que nos besáramos el cuello y en la boca. Yo sentía en mi boca un calambrazo suave cada vez que sentía cerca de mí la piel de Roxana, y un cosquilleo indescriptible cuando sus labios se posaban en mi piel. Luego Roxana tomó mis manos entre las suyas por propia iniciativa y nos entregamos a un delicioso beso en la boca. Roxana ahora colocó sus manos sobre mis nalgas, Gerardo puso música lenta y las dos bailamos, moviéndome como si flotaramos, abstraídas de mi dominante hermano.
Gerardo me ató de pies y manos mientras llevaba a Roxana a su casa. Fueron tres cuartos de hora muy largos y cuando al fin sentí la puerta, fue para recibir la boca de mi hermano sobre mi vientre y su picha excitada en mi boca.
Bueno, la razón por la que no fui cedida esa noche a Laura fue que tenía la regla y no quería estar conmigo. Me lo dijo Roxana al día siguiente, cuando me llamó, por orden de Laura. La sentí más distante que nunca aunque jamás estuvimos más cerca. El caso es que mi periodo estaba apunto de llegar y me preguntaba cómo se las apañarían Gerardo y Laura. No me debía extrañar, ya que yo había sido objeto de su particular forma de amarme de forma simultánea. Veía a Roxana en la casita, indefensa y sumisa, proporcionar placer a su hermana y al mío alternativamente. Aunque mi hermano, como siempre no se sintió obligado a informarme, un día faltó durante toda la tarde de casa, y al día siguiente busqué la confidencia de mi amiga .
Roxana no quería hablar al principio, pero luego me confesó que Gerardo la había llevado, junto con Laura a la casita y que había utilizado con ella la misma agresividad que otras veces, pero ayudado por su hermana, que la retenía de las manos. Roxana me confesó que después de ser poseída por Gerardo, Laura la tomó, frotando ambos sexos hasta arrancarse un orgasmo mutuamente, o mejor, hasta que Laura se arrancó y le arrancó a Roxana un orgasmo.
Lo que más parecía doler a Roxana era que después, como el día de la fiesta, Gerardo y Laura habían follado. Follaban de una manera salvaje, como si en realidad pelearan por ver quien era más.
Unos días después, Gerardo me avisó de que me debería ir con Laura. Se empeñó en supervisarme, así que cuando ya estaba vestida como Laura me había trasmitido que lo hiciera, con una minifalda, una camiseta sin sujetador y aquellas minúsculas braguitas, Gerardo me tocó los pechos, introduciendo su mano en mi camiseta. Me pellizcó los peones. Le hubiera bastado con tocarmelos por encima de la camiseta. Luego me subió la falda y me tocó el sexo con fuerza, por encima de mis bragas. Luego se puso de rodillas delante de mí y me olió. Me ordenó que me desnudara de nuevo, pues decía que no estaba limpia, aunque yo me había duchado. Yo sabía que era cuenta, pero aquellas órdenes caprichosas me encantaban.
Me llevó a la ducha. Me metió en la bañera y me puso a cuatro patas, Empecé a sentir el chorrito caer sobre mi espalda. El agua templada comenzó a caer con más fuerza, haciéndome sentir el cosquilleo. Sentí la manopla llena de agua y jabón frotar mi sexo, como si de una áspera lengua de vaca se tratara y luego, lo sentí entre mis nalgas. No le dí mayor importancia, ya que lo atribuía a cuestiones de mi limpieza. Pero pronto, los frotamientos tomaron otro carisma, al que ya estaba acostumbrada. Gerardo me llenaba por una parte el sexo de jabón, pero por otra, dirigía la manguera a las zonas más sensibles. El chorrito caía sobre mi ano y aquello me hacía un cosquilleo que unido a los manoseos de Gerardo, me excitaba.
A Gerardo ya se le estaba yendo la olla. Miré hacia detrás al sentir la manopla mojada golpear mis nalgas. La sentía pesada, aunque no me hacía daño. Luego Gerardo empezó a estimular con el chorro de agua mi sexo. Lo ponía justo enfrente y el cosquilleo se me contagiaba entre los muslos.
Vi que Gerardo se acercaba al lavabo y lo ví traer en la mano un jabón duro, con forma elipsal. No tardé en sentirlo entre mis nalgas. Gerardo presionaba contra mí mientras sentía en mi clítoris aquel cosquilleo incesante. Pensaba que Gerardo me metería el jabón y aquello me hacía sentirme un poco asustada, pero terriblemente excitada por las expectativas.
Gerardo sólo pretendía poner mi ano resbaladizo. Estuve quieta, en la ducha, a cuatro patas mientras él se quitaba el zapato y se subía el pantalón. Entonces mantuvo sostenido el teléfono de la ducha con el pié, en el fondo de la ducha, justo debajo de mi sexo. Mi hermano me separaba los labios, apretándome con decisión, haciendo asomar mi clítoris para ser estimulado mejor. De repente, sentí como Gerardo acercaba su dedo a mi ano enjabonado y luego, sin prisa y sin pausa lo hundía dentro de mí.
Más tarde, aceptando que el chorro de agua me salpicara como fuera, Gerardo metió sus dedos de la otra mano dentro de mi sexo y no tardé en correrme sintiéndome doblemente penetrada.
Me acordé de la amenaza de Laura. Debía buscar algo con lo que ser penetrada, de lo contrario, ella sabría que usar. Estuve como desesperada buscando algo, y al final me decidí por un plátano bastante verde y pequeño, que encontré en el cajón de la fruta del frigorífico. El caso es que Gerardo me vió cogerlo. Antes de salir del ascensor me obligó a enseñarle el bolso y tras ridiculizarme por llevar el plátano, lo cogió. Me preguntó si me daba hambre follar, y sin esperar mi respuesta, abrió el plátano y se lo comió, dejando la cáscara, muy bien doblada en el bolso.
Él sabía la utilidad del plátano, y por eso dejó la cáscara en mi bolso. Estuve preocupada por lo que me haría Laura al verme llegar sin el improvisado consolador. Tomamos el autobus. Conforme nos alejábamos del barrio Gerardo empezó a hacer de las suyas. Me toqueteaba los muslos y metía su mano en mi falda, como si fuéramos dos novios calientes. Luego me pedía que nos besáramos y yo le daba el capricho. Siempre había alguien que nos miraba.
Gerardo, al llegar ya al barrio donde vivían Laura y Roxana, paró frente a un estanco y se compró un polo. Era un polo de limón. Un polo de unos cinco dedos de alto por tres de largo y uno de ancho. Compró otro para mí, que me puse a tomar delante del señor del kiosko, y otros dos más, uno para Roxana y otro para Laura. Desde ese instante adiviné las intenciones de Gerardo. Más cuando me dio uno de los polos para que se lo entregara a Laura.
Al llegar a casa de Laura, me sorprendió que Gerardo y Roxana no huyeran a nuestra casa, pero comprendí que era la fecha del periodo de Roxana. Gerardo me explicó que se quedarían los dos, como expectadores. Estaba segura de que Gerardo disfrutaría viendo como Laura me utilizaba en una sesión en la que se esforzaría por inspirarse. Yo me hacía a la idea de que sería de Laura, pero no deseaba, temía volver a rozarme con Roxana. Me debería avergonzar, pero tengo que confesaros que me atraía mi amiga. Por fín Gerardo, aunque a deshora, había conseguido que me volviera lesbiana. Ahora me hubiera gustado participar en una estrategia para acostarme con Roxana, pero Gerardo ya había conseguido su objetivo, Estaba seguro que si tuviera que disputarme a Roxana con é, se lo tomaría muy mal y tal vez me obligara a follar de nuevo, a pesar del pacto al que había llegado con Laura.
Laura me preguntó por mi juguete, por el plátano. Yo me encogí de hombros. Miró en mi bolso y no vió más que la cáscara vacía. No me dejó explicarle. Me dio una torta, más testimonial que real, pero fue suficiente para que comenzara a sentir mi rol de sumisa. Gerardo le hizo observar el polo que traía en la mano. Esto servirá...o meteré en l frigorífico mientras.- Me dijo Laura mientras iba a la cocina.
Laura iba muy informal. Otras veces vestía casi de uniforme, por que eso le daba como más autoridad, pero hoy parecía una estudiante hippy como ella. Se acercó y comenzó a besarme en el cuello mientras me ponía la mano en la cara. Me lamía todo el cuello y me toqueteaba los pechos y el vientre por encima de la camiseta. Gerardo se había acomodado en el sillón, mientras Roxana, vestida como yo, con una falda y una camiseta se ponía sentada a sus pies. Gerardo metía su mano por el cuello de la camiseta y le amasaba los pechos mientras ambos nos miraban.
Laura vino de la cocina con la camiseta quitada. Sus pechos se movían menudos y graciosos, libres del sujetador. Al llegar al salón me ordenó que me quitara yo mismo la camiseta. La arrojé hecha un lío sobre el sofá. Gerardo ayudaba a Roxana, aún sentada en el suelo, a quitarse la camiseta. Gerardo tomó su polo mientras Roxana se desprendía de la camiseta. Luego se lo introdujo en la boca. Jugó con ella primero, moviendo el polo poco a poco para que a mi amiga le costara cogerlo, hasta que le permitió que lo atrapara.
Laura había comenzado a besarme en el cuello y en el hombro mientras me tomaba suavemente por el hombro. No estaba acostumbrada a recibir unos besos tan dulces. Mi falda calló a mis pies, cuando me ordenó que me la quitara. Me tomó con suavidad y me movió de manera que le di la espalda a Gerardo y Roxana. Sabía que me miraban. Laura también lo sabía, por eso separó mis nalgas para que al meterse las bragas entre ellas, le ofreciera a los dos la visión de mis nalgas redondas. Después me volvió de escorzo, y comenzó a lamerme los pechos, también para que ambos vieran como se metía los pezones en mi boca. No pude evitar mirar hacia Gerardo, que pellicaba los pezones de Roxana.
Laura me dijo que los pechos de una chica durante la regla estaban deliciosos. Yo, como mujer se que los pechos nos cambian, pero nunca me lo había planteado desde el punto de vista de deseo sexual. Roxana se levantó del suelo ante una leve señal de Laura. Vino a mí, que me había separado de Laura, que me invitaba a tocarle los pechos a su hermana, que sumisa esperaba el tacto de mis manos. Toqué sus pechos que me parecieron suaves y firmes, hinchados, deliciosos por ser de Roxana. Acepté la invitación de Laura de lamerlos. El calor de su piel desapareció dentro de mi boca. Mi lengua probó la textura tersa de sus pezones. Intenté causarle todo el placer que pude en los breves instantes que me permitieron tener los pechos de Roxana en mi boca. Intenté marcar su alma con esos leves momentos de placer. No sabía, al final, si lo había conseguido.
Laura comenzó a desnudarse. No tardó en hacerlo. La había visto regresar a la cocina mientras yo tenía que bailar delante de Gerardo y Roxana. Encima de la mesa estaba el polo de limón. Era el último polo que quedaba, pues Roxana había dado fin al suyo. Yo seguía bailando, mostrando mis pechos y mis nalgas delante de Gerardo y Roxana, acercándolos a sus caras, en el caso de Gerardo, por obligación, pero en el caso de Roxana , deseando casi su contacto. Escuché como Laura ordenaba a Roxana que me quitara las bragas. Me quedé quieta y sentí la yema de sus dedos en mi cintura, deslizar mis bragas hacia abajo. Miraba fijamente mi pubis. Si me hubiera mirado a la cara, la hubiera sonreído, pero estaba concentrada en la visión depilada de mi sexo.
Roxana se apartó de mí, ignoro si deseaba lamerme tanto como lo deseaba yo, pero las dos estábamos allí por ser esclavas de nuestros amos y no podíamos actuar libremente, y dudo que en otras circunstancias nos viéramos de la manera en que nos veíamos.
Laura tomó el polo y jugó conmigo a desconcertarme, acercándolo a mi boca y retirándolo tan pronto como estaba dispuesta a lamerlo. Después de unos instantes, cuando el polo empezaba a estar ligeramente líquido, ordenó a Roxana que me atara las manos a la espalda con una soguita de hilo que sacó de su bolsillo. De nuevo Roxana obedecía y sentía su tacto en mis muñecas esta vez, de manera electrizante. Gerardo se metía la mano dentro del pantalón y manoseaba los pechos de Roxana cuando volvió a sentarse a los pies de su amo.
Sentí pronto el frío del polo sobre mi piel. Laura me ponía todo el polo sobre los pechos. Me causaba cierto dolor. Me escocían los pezones, que se arrugaban ante la cortante sensación. No tenía compasión y estuvo un rato aplastando el polo contra mis senos a pesar de mis muecas y resoplidos. Finalmente, quedaron rociados del pringoso líquido que soltaba el polo al contacto con mi piel más caliente.
Laurqa hizo de nuevo una señal a Roxana. Las ví a ambas inclinarse ante cada uno de mis pechos y cogerlos. Laura me la tomaba con fuerza, mientras Roxana lo hacía suavemente. Después, Roxana, repitendo lo que Laura acababa de hacer, comenzó a pasar su lengua por mis pezones. Eran dos formas de comerme muy distinta. Quise ver en Roxana un intento por devolverme la sensación placentera que yo había intentado proporcionarle, mientras que en Laura, veía a una loba deseosa de hacerme sentir sumisa, a su merced. Sus labios me apretaban el pezón y me daba ligeros tironcitos.
Miré a Gerardo, que estaba entusiasmado. Quise mirarle desafiante, orgullosa y creo que conseguí hacerlo durante unos segundos, hasta que empecé a sentir la sensación helada del polo rozar la cara interior de mis muslos. Laura dejó de comerme el pecho, mientras Roxana lo hacía cada vez con más gusto. Mi ama me miraba mientras jugaba con el polo. Lo restregaba por mis muslos y por mi vientre desnudo. Luego mi clítoris se arrugó al sentir el frío pringoso, cortante, hiriente. Ya dejó de restregarlo en los muslos y comenzó a restregarlo desde adelante hacia detrás entre el muslo y el sexo, aunque cada vez más cerca del sexo.
Pegué un respingo al sentir el polo atravesar mi raja desde el clítoris hacia el ano. La sensación húmeda y caliente de la boca de Roxana sobre mis pezones, las caricias de sus manos, me parecían cada vez más deliciosas comparadas con aquella sensación fría. Me dolía desde el clítoris hasta detrás de las nalgas, que no se libraron de la fría sensación. Laura apartó a Roxana un poco y me tomó de mis manos atadas. Así evitó que me escapara de ella cuando al inclinar el polo hacia arriba, se me introdujo un par de dedos dentro de mí.
Chillé un poco, aunque mitigando mis deseos, pues sabía que a Gerardo no le gustaba que chillara. Laura retenía el polo dentro de mí. Me miraba con las mandíbulas encajadas. Adiviné sus intenciones y me conciencé en un segundo de lo que me esperaba. Al cabo de ese segundo empecé a sentir como Laura apretaba el polo contra mí y sentí el frío avanzar en mi vagina durante unos instantes interminables, aunque al fín retiró el polo y lo volvió a su posición inicial y después de otro instante que se me hizo eterno, definitivamente, fuera de mi sexo.
Laura se apartó de mí. Se quitaba los pantalones y se desnudaba mientras hacía que su hermana se pusiera de rodillas delante de mí. Su lengua comenzó a lamerme. La sentía gratamente húmeda y caliente. Me hacía recuperar la sensibilidad de mi piel. Laura sacó su juguete favorito de debajo de un cojín del sofá. Su faja-consolador. Se la colocó y bse convirtió en una poderosa semental. Sin decir nada a Roxana me empujó hacia el sofá y quedé mal sentada. Abrí mis piernas y Roxana se echó sobre mí sin contemplaciones. Gerardo llamó a Roxana, que obedientemente se puso de rodillas delante de él. Pude ver como metía la cabeza entre las piernas de mi hermano y el resto ya me lo imaginaba. La única duda que me quedaba era si Roxana se lo tragaría o lo escupiría.
Mi vagina parecía insensibilizada por el frío, y sentía el pollón de latex atravesarla, pero sin causarme mayor dolor o placer. Sólo cuando la fricción comenzó a mejorar mi sensibilidad sentía el placer de ser follada por una gran polla, que era mucho mayor que la de Gerardo o cualquier otra de chico que hubiera tenido. Laura alargó la mano hacia la mesa cercana y cogió el polo, aún bastante entero. Noté que metía la mano por detrás de mi muslo y finalmente sentí la fría punta hincarse en mi agujero. La fría sensación y la fuerte presión que Laura ejercía para penetrarme me hacían contraer las nalgas, pero eso hacía que mi cuerpo se contrajera, que mi espalda se arqueara hacia delante, y Laura lo aprovechaba para con sus movimientos de caderas, atravesar mi vagina con rudeza una y otra vez.
Tardé más de lo normal en correrme. El frío en la vagina remitía, pero la sensación en mi ano me asustaba un poco e impidió un orgasmo fácil, pero cuando sucedió, fue maravilloso.
Miré a Gerardo y Roxana. Por la cara de satisfacción de ambos, Gerardo se había derramado. Laura sacó el trasto de mi sexo y separó el polo de mi ano. Me ordenó que me diera la vuelta y me puse de rodillas frente al sofá, apoyando mi vientre en el asiento. Le ofrecía a Laura mis nalgas desnudas, pringosas por el polo derretido. Temí que me quisiera dar por detrás. Sentí sus manos que me separaban las nalgas y luego, la punta viscosa de algo, que al sentirla moverse ágilmente y al sentir su cara sobre mis nalgas adiviné que era su lengua, encaprichada en probar el sabor del polo de limón guardado entre mis nalgas.
Al sentirla jugar con sus dedos en mi clítoris me puse de nuevo a cien. Me puse muy caliente y terminé de ponerme cachonda perdida cuando noté que me introducía el dedo y me masturbaba de nuevo, obteniendo un segundo plato, que me hartó, más por sobrevenir a mi primer orgasmo que por ser especialmente fuerte o duradero.
Estuvimos un rato descansando. Roxana se acurrucaba a Gerardo y Laura acariciaba mi pelo, mientras yo descansaba tumbada en el sofá, pensando en que aunque realmente aquello me excitara, no me parecía que estuviera muy bien. Después, todavía desnudos, comimos algo y bebimos. Habían pasado unas dos horas. Para Laura era suficiente, y para Gerardo, también.
Nos tomaron a Roxana y a mí y nos pusieron juntas. A mí con las manos atadas a mi espalda y a ella, pasando cada brazo entre los míos y mi cintura, también le ataron las manos a mi espalda. Ataron con esparadrapo una pierna suya a una mía, poniendo talón contra talón de manera que nuestras rodillas nos profanaban casi mutuamente. Estabamos pegadas. La sentía adherida a mí, mi piel a la suya, mi ingle a la suya, mis pechos a los suyos. Olía su cuerpo. La sentía respirar.
Mientras, Gerardo y Laura comenzaron a follar de una forma salvaje, agresiva. La descripción que días antes me había proporcionado Roxana no era exagerada. Eran dos fieras peleándose por estar uno encima del otro.
Bueno. Pasamos semanas así, de esta manera. Yo, por mi parte, empecé a tenerlo claro y decidí que lo que debía hacer era buscarme un novio que me protegiera de Gerardo y Laura, y un día me tropecé con un ligue de fin de año, que me gustaba mucho. Como me propuse atraparlo y no tenía miedo en darlo todo, no se me resistió durante mucho tiempo y le corté el rollo a mi hermano y a Laura. Lo sentí por mi amiga Roxana, que se convirtió en el juguete de los dos. Ambos formaban un trío delicioso, hasta el punto que cuando mi hermano se casó con Laura, Roxana les acompañó a vivir a su nueva casa...
Despedida (A la caza y captura de Luis)