Georgina (3)

Una experiencia en mi edad adulta que hizo tambalear mi sexualidad.

SOY

Por: Georgina Machorro.

Ua puta, una perra… peor que eso pues las putas cobran y las perras solo cogen cuando están en celo. Pero yo, que me revuelco con los hombres que se me ponen enfrente, sin importar su aspecto, su procedencia, solo que tengan una buena verga y que estén dispuestos a darme por el culo y la boca cuando yo se los demande. Eso sí, las medidas deben de ser mayores al término medio; nada de juguetes de niño. Solo acepto aquellas de más de 18 centímetros de largo. Si, ya sé que son escasas pero siempre encuentro las suficientes para mi placer. ¡Ah!, otra condición: resistencia, aguante, capacidad para mínimo tres coitos. Gran cantidad de semen, mecos, leche, esperma o como quieras llamarlo.

No hay nada mejor para mí que recibir abundantes descargas en mi boca y en mi culo. Que me dejen llenos mis intestinos, que esté escurriendo ese néctar entre mis muslos tiempo después de que mi o mis amantes se fueron. Que me quede el sabor de ese fluido por horas. ¡Madre, Madre! Que hijo tan puto diste a luz. Que hija tan puta te honra cada vez que me cogen.

Porque han de saber que soy así a causa de mi madre (no digo que por culpa de mi madre). Ella me orilló a que tomara el camino de la homosexualidad y el travestismo, cosa que de verdad se lo agradezco, pues el ser como soy me ha proporcionado muchos, tal vez demasiados, momentos de placer; excepción hecha del que voy a narrarles, que después de todo, y visto a la distancia, también me proporcionó placer, otro clase de placer. Paso a contárselos:

Javier es uno de mis amantes frecuentes, cumple los requisitos que les exijo a mis parejas sexuales y, en algunos aspectos, los excede. Alto, más que yo, fornido sin ser obeso, velludo y con un aroma natural que me excita (como a manzanas verdes). Y su miembro; ¡ah, su miembro! Eso es lo que más excede de los requisitos que pido. Mide, creanlo o no: ¡veinticinco centímetros en erección!, ¡diecisiete centímetros de circunferencia! Un verdadero garrote, aunque no arroja mucha leche, pero se compensa con el placer que me proporciona, pues llega a durar mas de media hora cogiendo antes de la primera eyaculación. Algunas veces me ha sangrado de tanto roce, pero me deja más que satisfecha. Pero vamos a la historia: resulta que me llamó por teléfono para concertar una cita y preguntarme que si podía llevar a unos amigos, que estaban mas o menos de su físico y que tenían ganas de conocerme pues le había comentado de mi forma magistral de fornicar. A quien le dan pan que llore; de inmediato acepté y me puse a prepararme para la visita. Como me considero una buena anfitriona, preparé unos bocadillos y unas botellas de licor y refrescos para ofrecerles a mis futuras víctimas.

Llegaron en pocos minutos y les invité de lo que tenía preparado. Eran tres chicos además de Javier, y efectivamente, todos parecían cortados con la misma tijera: altos, fuertes, velludos. Iban vestidos de jeans y camisas de manga corta, lo que les permitía lucir sus velludos y musculosos brazos. Y además, por el tipo de pantalones, les resaltaba el "paquete" de una manera muy estimulante.

Estuvimos disfrutando de las bebidas y la comida un rato. Para esto déjenme decirles que yo, como la mayor parte del tiempo, estaba vestida de una manera muy provocativa, pues me gusta lucir mis piernas y resaltar mis pechos. Esa ocasión me puse un vestido muy primaveral, sin mangas, muy corto y sin medias. Unas zapatillas de "tiritas" o cintas y alto tacón de 10 centímetros. Me maquillé muy al natural y solo resaltaban mis labios y uñas de pies y manos con un rojo fuego muy llamativo. De interiores solo me puse una tanga pequeñísima que apenas alcanzaba a cubrir mi pequeño atributo, y resaltaba mis sensuales nalgas. Mis pechos estaban sueltos en el vestido y como afortunadamente aún están firmes, no requieren de ningún soporte.

Al paso del tiempo y de las bebidas, el ambiente se fue caldeando, las frases ya eran abiertamente atrevidas y los muchachos, incluido Javier, se habían quitado las camisas.

Si hay algo que me pone a mil, es acariciar un torso de hombre velludo, mordisquearle las tetillas y sentir en mis labios los vellos que las rodean. Ya uno de ellos, me estaba acariciando las piernas, otro los senos, otro se estaba masturbando y Javier solo estaba mirando, observando como un director de escena.

Yo ya estaba hirviendo, mi ansioso culo y mi obscena boca ya estaban ansiosos de sentir ese trozo de carne palpitante que tanto placer me dan. Javier, que ya me conoce en cuanto a mis reacciones, supo que ya era tiempo de pasar a las acciones más directas. Se adelantó a la recámara, esparció condones y lubricantes, se desnudó y regresó por nosotros a la estancia.

Ni lentos ni perezosos, mis nuevos amigos se desplazaron a la recámara y fueron tirando sus ropas en el camino. Cuando entré vi el más increíble espectáculo que una ninfómana como yo ha visto jamás: ¡cuatro espléndidas vergas completamente erectas me esperaban en la cama!, ¡todas a mi disposición!, ¡todas para mi placer! El solo verlas casi me provoca un orgasmo. No sabía a cual ir primero pues eran todas verdaderos ejemplares de virilidad. Dando preferencia a la que ya conocía, me acerqué a la de Javier y tomándola entre mis manos, la empecé a besar. Como al hacer este movimiento mi grupa quedó levantada, uno de los muchachos se acercó por detrás y haciendo a un lado la tirita de la tanga, comenzó a besar y lamer mi culo, y metiendo su lengua lo más lejos que podía. Esto, aunado a la mamada que le estaba dando a Javier, me sobreestimuló y tuve mi primer orgasmo. En la pausa que hice para saborearlo, dejé de mamar la verga de Javier, cosa que él aprovechó para dejarle el lugar a otro de los muchachos. En tanto el muchacho que me estaba lamiendo el culo le dejó el lugar al otro que ya traía puesto un condón e intentó meterme su gruesa verga. Como era demasiado gruesa, tomó un tubo de lubricante y con sus dedos me lo aplicó en el interior y en el borde de mi ano. La verga del chico que estaba mamando, apenas si me cabía en la boca, pues también era más gruesa que la de Javier, así que tuve que hacer un esfuerzo para poder tragar aunque fuera un pequeño trozo de su glande. Como en ese momento aflojé también mi esfínter, la verga del chico que tenía en mis nalgas, entró un poco. No importa cuán acostumbrada esté una a recibir vergas gruesas, grandes en su culo. Siempre la primera metida del día duele. Y esa no fue la excepción, al momento de gritar, la verga del muchacho que estaba intentando mamar se introdujo casi hasta la mitad en mi boca. Me sentía ahogar. Sin embargo, la cogida que el otro chico me empezó a dar, distrajo esa sensación y me apliqué a disfrutar las embestidas que me estaban dando por detrás. Si alguien que me esté leyendo ha pasado por esto, sabrá la clase de placer indescriptible que se siente al tener tus orificios sexuales (en mi caso boca y culo), invadidos por miembros de ese tamaño. Sientes que te estás elevando, que el placer puede ser infinito, que estás en el paraíso. No quieres que eso termine.

Para esto, el otro chico y Javier se estaban besando y acariciando a un lado de nosotros, lo que exacerbaba el placer que sentíamos. Sus vergas en plenitud, eran recorridas por sus manos, y en un momento dado, se acomodaron en la posición sesenta y nueve y se dieron placer oral uno al otro.

Mis dos caballeros estaban ya altamente excitados, el que me estaba dando por el culo, entraba y salía ya completamente, desviando la puntería en ocasiones y tratando de hacer otro orificio en mi perineo; al que se la estaba mamando, gemía de una manera verdaderamente erótica, lo que hacía que yo me excitara aun más y mamara con más fruición la portentosa verga.

No pudo soportar más el muchacho al que se la estaba mamando y se vino en un torrente de cálida crema, inundando mi boca y mi garganta. Con trabajos deglutí su descarga y entonces me apliqué a darle y recibir placer del garañón a mis espaldas.

Poniendo a trabajar mi esfínter, daba ligeros apretones a la verga que entraba y salía ya descompasadamente. Los sincronicé para que el apretón fuera al tiempo de que recorría hacia fuera, para obtener mayor sensación. Desafortunadamente, el chico no soportó mucho tiempo esto y clavando hasta el fondo su verga, descargó tremenda cantidad de esperma.

Javier y el otro, estaban en completo éxtasis dándose placer mutuamente. Era altamente erótico ver como sus vergas desaparecían en la boca del otro. No pudiendo contenerme, me lancé como verdadera bacante a lamer y morder el culo de Javier, metiendo mi lengua en su orificio lo más que podía. Como la boca del chico que estaba con él quedaba cerca de esta acción, lo besaba y le pasaba algo del sabor del culo de Javier. Los chicos que me habían cogido, ya estaban reponiéndose y siguieron tomando y comiendo. Javier y el chico que estaban en la felación, tuvieron su orgasmo y se quedaron un poco de tiempo sin moverse, pero siguiendo el ejemplo de los otros, fueron a dar cuenta de las bebidas y los bocadillos. Yo aproveché para asearme un poco y retocar mi maquillaje. Hasta ese momento me di cuenta de que estaba vestida completamente, incluso la tanga que solo habían hecho a un lado.

Regresé a la estancia, donde los chicos estaban tomando y comiendo en abundancia y los vi un poco mas achispados, pero no me preocupó pues imaginé que podían hacerlo sin descontrolarse. Ese fue mi error. En cuanto me senté a acompañarlos, comenzaron a decirme de cosas agresivas aludiendo a mi preferencia sexual. Cosas como: -Bien nos dijo Javier que eras un puto caliente, que no te llenabas por más verga que te dieran. Dijo uno. -Que mamas como becerro y que te tragas toda la leche; comentó otro. -Pues a mí me parece que eres más vieja que puto, porque: ¿dónde está tu verga? No te la he visto; dijo el otro chico. -Ya déjenla, dijo Javier. Ya están borrachos, o se calman o los saco a los tres. -Está bien Javier, dijo uno de ellos; solo bromeábamos. Pero estas palabras no correspondieron a la realidad, pues uno de ellos se abalanzó sobre mí y me desgarró el vestido dejándome solo con la tanga y los zapatos. Me empezó a besar los senos, mordiéndome los pezones de una manera brusca y dolorosa. Yo le grité que se calmara y le pedía a Javier que lo separara de mí. Pero Javier estaba como hipnotizado viendo lo que el muchacho me estaba haciendo y no decía ni una palabra. Otro de los muchachos se acomodó tras de mí y sentía su verga que trataba de penetrarme. Esto estaba pasando estando los tres (los dos chicos y yo) de pié, así que me lastimaba con los empellones que me estaba dando el chico que estaba tras de mí. El que me estaba mamando las tetas, se dio cuenta que no podía penetrarme el otro muchacho, y tomándome de los cabellos hizo que me agachara para facilitarle las cosas al que intentaba penetrarme y para que me metiera su verga en la boca.

Ya en esa posición, la verga de mi atacante entró con relativa facilidad, y la que estaba mamando se deslizaba por mi boca hasta la garganta, haciendo que tuviera arcadas pues tocaba mi glotis. El ataque de mi penetrador estaba haciéndose violento, pero debido a la verga que tenía metida en mi boca, no podía pedir que me dejaran, o que por lo menos lo hiciera menos violentamente, así que tuve que soportar esa violación.

Para esto, el otro de los muchachos que había llevado Javier, pasaba su verga por mi cuerpo, embarrándome de su líquido preseminal. ¿Y Javier? Javier estaba en estado semi catatónico y como que no comprendía que estaba pasando. Después supe que lo habían drogado y que también a él lo violaron repetidas ocasiones.

La violenta penetración que estaba sufriendo, no me permitía pensar en nada más que en que se cansaran pronto los atacantes, para que me dejaran en paz. ¡Cuan equivocada estaba!, pues debido a que habían inhalado cocaína, estaban bastante estimulados. Me trataron hacer que yo también inhalara, cosa que lograron a medias, pues si me alcanzó a estimular la poca cantidad que inhalé, y empecé a responder a sus ataques de una manera más participativa.

En realidad, debido a la droga no me daba cuenta cabal de lo que estaba pasando, pues solo quería obtener el máximo de placer. Los chicos se alternaban en mis orificios, y ya estábamos tirados en el piso para facilitar las cosas. En un momento dado, sentí que me penetraban dos vergas por el culo, pero no podía discernir si era cierto o no, pero la sensación era demasiado potente. El efecto de la cocaína estaba pasando y me fui dando cuenta de lo que estaba ocurriendo. Mi boca estaba lastimada de tanto trabajo oral y me dolían las mandíbulas. Siempre tenía al menos una verga metida en ella, pero el mayor tiempo estaban dos, que aunque no completamente metidas, sus glandes si estaban aposentados en mi boca. El culo me comenzó a doler y caí en cuenta que estaba hecho una papilla, y que sangraba abundantemente. Esto no les importaba a mis violadores pues se daban sus "pases" de cocaína frecuentemente. Y continuaban atacándome, uno tras otro, una y otra vez.

No se cuanto tiempo transcurrió durante esta violación, pero llegó un momento en que ya no sentía ningún dolor, solo un cansancio que invadía todo mi cuerpo, que me pedía dormir, dormir, dormir. Pero las constantes irrupciones en mi boca no me permitían caer en el sueño, pues cortaban mi respiración. Como fin de fiesta, me obligaron a colocarme encima de uno de ellos, con su verga bien clavada en mi lastimado culo, mientras otro se acomodaba entre mis nalgas y metía su verga conjuntamente con la que ya estaba bien metida, y el otro me sumía profundamente su miembro en mi boca.

El dolor que sentí cuando se posesionaron de mí las dos vergas, fue tal que grité fuertemente. Javier en ese momento como que reaccionó y trató de quitarme de encima a mis violadores, pero uno de ellos (el que tenia en mi boca), lo derribó y lo empezó a violar. Debido al dolor que me atravesaba debido a los dos miembros en mi ano, pude caer en un desmayo y no darme cuenta de lo que siguieron haciéndome; pero cuando desperté me di cuenta de lo maltrecha que había quedado. La boca me sabía a semen rancio, la cara la sentía como almidonada de tantas veces que me eyacularon en ella, el pelo ni se diga: pegajoso y escurriéndome orina y semen. Mi cuerpo lacerado y adolorido y repleto de moretones. Uno de mis pezones sangrando y casi desprendido.

Pero la parte mas dañada era mi culo. De ser una de las partes que más placer me había proporcionado, en ese momento era un centro de dolor, de ahí partían como rayos de dolor que atravesaban todo mi cuerpo. Las piernas, además de los hematomas que tenían, me dolían por el esfuerzo muscular al que estuvieron sometidas; pues me obligaban a abrirlas completamente y a cabalgarlos, así como a colocarme a horcajadas haciendo esfuerzo de resorte. Vi a Javier sobre el piso: de su culo manaba una mezcla de semen, sangre y mierda, la que despedía un olor bastante desagradable. Estaba boca abajo y al voltearlo, me di cuenta de que también a él lo habían violado por la boca, pues de sus labios escurría una hebra de semen. De mi culo brotaba también una mezcla de sangre y semen que escurría entre mis muslos. Normalmente, sentir que me escurría semen de entre las nalgas me provoca una rica sensación, pero en ese momento sentía que me quemaba al dejar su rastro. Casi arrastrándome llegué al baño, pues poco podía sostenerme en pie. Abrí las llaves del jacuzzi y dejé que se llenara de agua, en tanto me limpiaba con papel sanitario las plastas de semen y sangre que cubrían gran parte de mi cuerpo. Levanté a Javier y como pude lo llevé a la tina y me metí junto con él. El masaje de agua nos reanimó un poco y pude preguntarle que porqué había llevado a esos tipos, diciéndome que los había conocido en un bar hacía tiempo y que charlando es que supieron que Javier era el amante de un puto, o sea mi amante, y que los putos cogen mejor que las mujeres, por lo que lo convencieron de que los llevara conmigo, cosa que así pasó.

Tardé como una semana en recuperarme de esa violación, quedando otra vez en condiciones de poder dedicarme a mi pasatiempo favorito: SER PUTA.

Georgina Machorro.

gina_machorro@yahoo.com