Georgina (2)

De mi inicio como transexual por un amante de mi Madre.

ME LLAMO: GEORGINA

PARTE 2

Como les decía en la primera parte: ¡se sentía rico!; aunque por mi tierna edad no sabía realmente de que se trataba, los besos que me daba en las nalgas, los apretones y de ves en cuando un lengüetazo en mi pequeño culo, ocasionaban intensas sensaciones que de alguna manera hicieron que nacieran en mi deseos de sentir lo que de seguro sentía mi mamá cuando alguna de sus muchas amistades se encerraban con ella en su cuarto y que solo una vez había visto lo que hacían.

El señor que estaba acariciándome y besando, se empezó a poner mas eufórico y algo violento, pues sus besos se convertían en mordidas y sus caricias en pellizcos. En una de esas, me hizo que me pusiera boca arriba y sus besos se trasladaron a mis pechos y mi cara, a la vez que sus manos me tomaban de las nalgas y me las abrían y sus dedos jugueteaban con mi culo queriéndose introducir en él. Esto me producía algún dolor pero se compensaba con los besos y chupetones que me daba en mis pequeños pechos.

Yo sentía que algo me faltaba, pero debido a mi inexperiencia no atinaba a saber que era. Pronto iba a saber de una manera ruda y dolorosa lo que faltaba.

Al colocarse el señor sobre de mí, algo duro y resbaloso se restregaba entre mis muslos. Un objeto cilíndrico y de una longitud como de medio brazo mío. ¿Sería lo que estaba pensando?, ¿aquello que vi a mi madre chupar como caramelo y luego metérselo en su culo?, ¿aquello que arrojaba una leche espesa y olorosa, que mi mamá lamía con verdadera gula?. Pero otra pregunta llenaba mi cabecita en ese momento: ¿me lo iría a meter por mi pequeño ano?, si lo iba a hacer, de seguro me mataría, pues comparando los tamaños de esa verga con el de mi culito, era algo verdaderamente desproporcionado. Me empecé a aterrar, pues a todas luces lo que el señor quería hacer era precisamente eso: clavármelo en mi estrecho culo y de seguro destrozármelo.

Pero he aquí que se colocó de tal manera que su verga quedó a la altura de mi cara, haciendo que me espantara mas de lo que ya estaba, pues vi en toda su tremenda esplendidez ese aparato que (ahora lo sé) es causa de tantos placeres y a veces de dolores, pero siempre deseado, perseguido por nosotros los putos.

Tomándolo con su mano, el señor me lo empujó hacia la boca a la vez que me decía: Ándale mamacita, bésalo, te va a gustar. Yo, obedientemente, lo besé en su punta, de la que salía un líquido espeso, baboso, oloroso, el que con mi lengua, libé suavemente, pues imaginé que tendría un sabor delicioso. Aunque yo esperaba un sabor dulzón, no me decepcioné del que tenía, pues me agradó por su salobre gusto.

Como el señor no se conformó con esto, me gritó: ¡Chúpalo estúpida!, ¡trágatelo todo!. Yo me quedé estupefacta pues no imaginé que lo tuviera que hacer, aunque eso ya lo había visto con mi mamá, pero al ver la inmensa verga que tenía enfrente me dio miedo de pensar que me podría asfixiar con eso metido en mi boca.

Obligada entonces a aceptarlo por la forma en que me lo empujaba el señor, me dolieron las quijadas al abrir tanto la boca, pues esa verga era de un diámetro muy grande. Como el señor se dio cuenta de que me podría lastimar si me obligaba a hacerle un trabajo oral como él deseaba, me la sacó de la boca y me hizo que me acomodara boca abajo. Como estábamos en la recámara de mi mamá, encontró fácilmente un tubo de lubricante y me llenó el culo con esa sustancia, metiéndola con sus dedos profundamente, originando en mi mente un cúmulo de sensaciones desconocidas para mí, pero eso sí, muy placenteras.

Se colocó el señor tras de mí, y abrió mis piernas sin dejar de acariciarme todo el cuerpo, principalmente las nalgas, y metiendo y sacando sus dedos de mi culo, lubricándolo y preparándolo para lo que seguía.

Cesando sus movimientos, quise voltear a ver que estaba haciendo, pero un agudo dolor se apoderó de mí, el que nacía de entre mis nalgas y me recorría como un hierro ardiente hasta el cerebro. Grité fuertemente pues por mi mente pasó mi imagen descuartizada, sangrante, palpitante. El señor, compadeciéndose de mí, retiró su verga (pues de eso se trataba, que me intentó meter su tremendo miembro en mi infantil culo), pero continué llorando.

Colocándose a mi lado, me acariciaba dulcemente la cara a la vez que me decía: perdóname chiquita, yo creí que ya tenías experiencia. La estúpida de tu madre debió de advertírmelo para no lastimarte. Pero mira, lo vamos a intentar otra vez pero de manera más delicada, ¿quieres?.

La verdad, yo estaba adolorida y asustada pero algo me hacía desear que se consumara el acto totalmente. Le pedí que fuera cuidadoso y que me dijera como me acomodara para no sufrir tanto. Entonces él me acomodó acostada sobre mi costado, y colocándose tras de mí, introdujo mas lubricante en mi ano y él mismo se cubrió la verga con esa sustancia. Con una mano tomó el glúteo que quedaba libre, y con la otra agarró su tremendo aparato. Lo colocó en la puerta del culo sin empujar, y abrió mis nalgas. Yo sentía la punta del glande que ya estaba entrando y no me producía dolor. Empujó un poco a la vez que me decía: reláte chiquita, haz de cuenta que vas a hacer popó. Esta vez sentí como entró todo el glande y me dolió un poco, pero lo podía soportar. El señor se detuvo ahí y me dijo: ¿no te duele preciosa?, ¿meto otro pedacito?. Yo hice un movimiento afirmativo con mi cabeza, pues aunque el dolor era soportable, no dejaba de ser dolor. Sin embargo, estaba dispuesta a soportar más.

Otro leve empujón y entonces sí gemí de dolor, pues al borde del glande había traspasado el esfínter. Se detuvo otra vez la invasión y el dolor empezó a ceder, dejando paso a otro tipo de sensación. Mi invasor me tomó de los hombros y repegándose a mi espalda, fue introduciendo lentamente lo que quedaba de verga, que aun era bastante. Ya casi no sentía dolor y si experimentaba algunas emociones que nunca había tenido. Por reflejo, cuando mi jodedor se detuvo, apreté el recién atravesado esfínter, lo que emocionó al señor, que me acarició y besó con mucho énfasis. Después de este momento, enterró completamente y de un solo golpe su verga, lo que hizo que me desmayara pues el dolor fue fulminante.

Desperté con una extraña sensación, como de que algo estaba desgarrado en mi interior, pero a la vez sentía que mi vida a partir de ese momento ya no iba a ser la misma. Reaccionando, me toqué el culo, pues ahí era donde sentía dolor. Me alegré de no ver sangre u otra excreta, pues esperaba encontrar una zona de desastre después de lo que había pasado. En ese momento no había nadie a mi lado por lo que pensé que el señor con el que había estado ya se había ido. Me intenté levantar de la cama pero el dolor se intensificó, por lo que gimiendo, me volví a tender. En eso veo que el señor salía del baño y con una toalla en las manos se iba secando el miembro. Al verme que ya estaba despierta se acostó junto a mí y abrazándome me dijo: Eres lo mas tiernito que he cogido hasta ahora, lástima que tu no lo hayas gozado como yo. Pero vas a ver que la próxima vez que lo hagas, ya vas a disfrutar tanto como tu madre, y a aguantar las vergas que te pongan enfrente.

Yo no le contesté pues realmente no sabía que podía pasar de ahí en adelante, pero definitivamente en ese momento se definió mi futuro. Este relato continuará.

Georgina Machorro.

gina_machorro@yahoo.com