Georgetta. Cap. 8

Fantasía matinal

Parte 2: Mañana del sábado

Capítulo 8: Fantasía Matinal

Miró el montón de cosas que había en la mesa, delante de ella. Tomó cada una de aquellas cosas sado y la colocó en el tablero, cerca del sitio en el que debería usarse. Los grilletes para los tobillos, la barra separadora, y dos pequeños trozos de cadena fueron a parar al suelo, cerca de ella. Colocó las pinzas para los pezones, el vibrador, la venda, el collar de remaches, y el discman sobre la mesa, delante de ella, y la cadena más larga, los grilletes de cuero para las muñecas, y las esposas en el lado opuesto de la mesa.

Había decidido probar a atarse a la mesa de la forma en que estaba la chica del catálogo sado. Se inclinó hacia abajo delante del lado cercano de la mesa, y colocó las dos botas en el suelo. No iba a ponérselas esta vez, pero necesitaba medir correctamente la longitud de las cadenas. Colocó la barra separadora entre las dos botas. Luego enganchó un extremo de una cadena a la bota derecha, y a continuación tomó el otro extremo y lo enrolló alrededor de los travesaños de la pata derecha de la mesa. Se permitió un margen de una pulgada más o menos, y luego enganchó con un candado el extremo de la cadena de la pata sobre sí mismo. Repitió la operación con la bota izquierda y su cadena. Luego soltó las dos cadenas de las botas, quitó la barra separadora y puso a un lado las dos botas.

Las manos eran la parte difícil. ¿Cómo podría atar con seguridad las manos a las patas del otro lado de la mesa y no ser capaz luego de retirarlas de la mesa, o liberarlas? Se había dado cuenta de que uno de los elementos que habían contribuido a su alto nivel de satisfacción sexual la noche anterior, había sido el nivel increíble de suplicio que había tenido que soportar antes de su primer orgasmo. Este había sido realzado tremendamente por su imposibilidad de liberarse y dar fin al orgasmo. Si no era capaz de duplicar aquella situación todo el esfuerzo no sería mucho más que una diversión (en todo caso para ella; se hacía una idea bastante buena de la opinión que a Chris le merecería el intento).

Se colocó los dos grilletes para las muñecas y luego se inclinó sobre la mesa y dejó colgar los brazos, mirando a las patas de la mesa, los travesaños y las muñecas. Se imaginaba que podría enganchar juntas las muñecas con suficiente facilidad, pero ¿cómo engancharlas a algo de manera que no pudiera soltarse? Se incorporó de la mesa y vio las esposas, y sintió el clic de una idea en su mente respecto a como lo haría. Rodeó la mesa y enganchó uno de los trozos de cadena más largos desde una de las patas de la mesa hasta la otra, y colocó el cierre para tensar la cadena. Esto creó una pieza transversal de cadena desde un extremo de la pata de la mesa al otro.

Cuando se levantó, el collar remachado atrajo su atención. Notó que el collar también tenía varios anillos circulares enganchados en diferentes lugares. Ya no había lugar a la inocencia de la noche anterior, sabía que la gente que fabrica estos objetos sado ponían allí aquellos anillos por alguna razón. Tomó el catálogo y pasó las páginas hasta que encontró una foto de una de las modelos llevando uno de los collares. La modelo estaba atada en posición arrodillada y una cadena enganchada a uno de los anillos del collar bajaba y se enganchaba a un juego de esposas que le sujetaban los brazos por detrás de la espalda, y luego bajaba hasta los grilletes de los tobillos colocados entre los pies de la modelo.

"Puedo mejorarlo," pensó para sí. Tomó el petate y encontró la última cadena que Chris había traído con él, un trozo de unos tres pies (unos 90 cm), también con cierres en los extremos. Tomó la cadena y enganchó uno de los cierres al anillo delantero del collar de remaches, y luego dejó el collar de nuevo en el tablero de la mesa.

Satisfecha de que los artilugios de atar estuvieran preparados se dirigió al sofá en el que había preparado su atuendo. Había considerado seriamente ponerse las prendas de cuero que había llevado puestas la noche anterior, había algo en esta historia del sado que parecía pedir a gritos un atuendo negro. Aunque pensó que quizás hiciera un ligero cambio, de 'chica mala' a 'chica buena'. En consecuencia la ropa que planeaba llevar era toda blanca. 'Inocencia,' pensó.

Se sentó en el sofá, y tomó la primera media blanca. Se la pasó por los pies y se la subió hasta el muslo. Repitió esto con la segunda media y la otra pierna. Se puso en pie y se quitó rápidamente los pantalones de gimnasia y las bragas. Se levantó el final de la sudadera y se colocó un liguero blanco rodeando adecuadamente las caderas. Unos minutos de pelea con los enganches del liguero y los consiguió enganchar a la parte alta de las medias. Las medias blancas y el liguero habían sido, por supuesto, uno de los primeros regalos de Chris, las últimas Navidades, si no recordaba mal. Parecía que los hombres siempre le daban lencería, pensó, mientras continuaba fijando los enganches. "Aunque ¿a quién se la iban a regalar?" meditó.

A continuación tomó las bragas. No tan decadentes como las negras de cuero, pensó, pero bastante sugerentes. Tenían dos pequeños lazos rojos en las caderas que podían desatarse para quitar toda la prenda. Se las puso y tiró de ellas hacia arriba, colocando los dos lazos en las caderas, justo debajo del liguero. Como las de la noche pasada, realmente mostraban más de lo que escondían, pero eso es lo importante con la lencería, ¿no es verdad?

Lo siguiente fueron dos guantes de encaje tipo ópera, y se puso uno en cada mano. De cada uno de los dedos medios salía un lazo, y luego el propio guante subía varias pulgadas por el antebrazo.

"¡Eeeh!" pensó de repente, "¡se me olvidaba poner el despertador para Chris!" Se dirigió tranquilamente hacia la puerta del dormitorio y penetró en él. Chris seguía durmiendo sonoramente y entró de puntillas y se dirigió a la mesilla cercana a su cabeza. El reloj indicaba las 9:20 y colocó rápidamente la alarma para las 10:00. Se imaginaba que sería tiempo suficiente para terminar de vestirse y atarse, además de permitirle un agradable bocadito de suplicio antes de que él viniera a 'rescatarla'. Aumentó el volumen del zumbador y luego volvió a dejar el reloj, y se volvió al cuarto de estar.

Se quitó por la cabeza la sudadera y la arrojó al sofá, y luego tomó la camisola. Era una minúscula camisola blanca del catálogo de Victoria Secret que acababa de comprar por correo el otro día. En la parte delantera se leía en letras rojas 'Naughty Angel' (N. del T.: Ángel Travieso), que era muy apropiado para lo que estaba haciendo. Levantó los brazos y se la pasó por encima de la cabeza, pero dejó la parte superior apelotonada sobre sus pechos. Volvió a la mesa de la cocina y recogió las pinzas para pezones.

Todavía no estaba al 100% decidida respecto a las pinzas de los pezones, todavía tenía el pecho dolorido del enganche del extremo de la cadena en la sábana, cuando ella y Chris estaban follando. Pero había decidido seguir adelante y volverlas a usar. Las sensaciones que le habían recorrido los pechos cuando le había soltado cada una de las pinzas, le habían lanzado hacia el coño las ráfagas más increíbles, y querían sentirlas de nuevo. Tomó el vibrador y lo puso en marcha lenta, llevando el juguete a su pecho izquierdo y manteniéndolo contra el pezón. Se apretó el pezón entre el pulgar y el índice y restregó el vibrador contra la punta de su pecho. El pezón se endureció rápidamente, y lo repitió con el otro pecho.

Bajando y apagando el vibrador, utilizó ambas manos para acariciarse y apretarse los pezones. Se llevó cada uno de ellos a la boca y los besó y chupó durante unos instantes. "Mmmmmm," murmuró, disfrutando de las sensaciones que sentía en los pechos al acariciárselos. Realmente le encantaba que le acariciaran y tocaran los pechos. Pensó en los no pocos orgasmos que había tenido en el pasado solo con que le dedicaran la adecuada cantidad de atenciones a sus dos pechos.

Tomó las pinzas para pezones, abrió la izquierda y, cuidadosamente, la cerró sobre su pezón izquierdo.

Inmediatamente se tapó la boca para ahogar el grito que deseaba soltar. "¡¡OU, esto duele!!" pensó para sí. La pinza mordió suavemente la delicada carne del pezón, sujetándolo y apretándolo. Se mordió el labio inferior y esperó hasta que el dolor se disipó ligeramente, parpadeando varias veces para limpiarse de los ojos las lágrimas pasajeras. Comprendió que la noche anterior Chris tenía que habérselas puesto cuando perdió el conocimiento durante aquellos pocos minutos, según le había contado. Al principio no le había creído que se hubiera desmayado, pero acabando de sentir el pequeño mordisco de la pinza en el pezón se dio cuenta de que le había dicho la verdad y que había perdido el conocimiento a causa de los orgasmos. ¡¡Habría recordado aquella sensación!!

Armándose de valor abrió la otra pinza y se la enganchó en el otro pezón, volviendo a morderse el labio mientras la dejaba bajar. Tras algunos instantes aquel rugido que emitían sus pechos decayó en una palpitación más palpable. Se tocó cautelosamente uno de los pezones, ahora de un ardiente color rojo, y sintió que las rodillas le flaqueaban ante el contacto. ¡¡Sus pezones siempre muy sensibles se habían vuelto diez veces más sensibles con las pinzas colocadas!! ¡Uno o dos toqueteos más la llevarían al orgasmo allí mismo! Pensó.

Pasó la mano por encima de los pechos y se bajó cuidadosamente la camisola por encima de ellos, y se la acomodó alrededor del estómago. En el catálogo se la mostraba un poco ceñida en Naomi Campbell cuando lucía el artículo, y también a ella le estaba ceñida. Sus pechos, bien redondeados, llenaban la camisola tan bien como Miss Campbell (sí se paraba a pensarlo), y el prieto tejido de algodón le apretaba y juntaba los pechos, haciendo que sobresalieran. Empujó hacia abajo las pinzas de los pezones y se quedó allí recuperándose momentáneamente de las sensaciones de sus pechos y disfrutando de ellas.

Se dirigió al espejo del recibidor y se cepilló con cuidado el cabello. Reunió los largos mechones en dos colas de caballo, una a cada lado de la cabeza y ató un cinta blanca alrededor de cada una de ellas. Se aplicó un poco de maquillaje y eligió un lápiz de labios rosa claro. Buscaba un aspecto inocente, de modo que se aplicó el maquillaje con moderación. Se colocó en las orejas los pendientes de Mickey Mouse y a continuación la cadena dorada rodeándole la cintura. Se  inclinó hacia delante y añadió el brazalete para tobillos alrededor del tobillo derecho para darse suerte. Satisfecha, tiró un beso al rostro reflejado en el espejo. Miró hacia abajo, hacia sus pechos y se dio cuenta de que los pezones sobresalían de la camisola blanca, y lo que era aún más, podía adivinarse claramente la forma de las pinzas en cada pezón.

"Tienen que haber borrado los pezones de Naomi de estas fotos de Victoria Secret," se dijo para sí.

Se dirigió sonriente hacia la mesa de la cocina. Se metió en los zapatos de tacón blancos y se agachó para apretar los cordones. Formaban parte de un juego de tacón blanco que había comprado para una boda el verano pasado. Los tacones eran de cuatro pulgadas (unos 10 cm), excesivo para bailar con ellos pero bastante cómodos como zapato de tacón y realmente le encantaban. ¡Y más las miradas que conseguía de los tíos (y, recordó, de más de unas cuantas tías) cuando los llevaba! Principalmente consistían en tiras de cuero blanco que le rodeaban los dedos y el empeine y se sujetaban con un tira de un cuarto de pulgada (unos 7 mm) que le rodeaba el tobillo. Practicó con un paseo alrededor de la mesa de la cocina, para volver a aprender a caminar y contonearse sobre los afilados tacones.

Una vez en el sitio elegido, se inclinó hacia abajo y tomó el primer grillete para los tobillos. Se lo enganchó cuidadosamente alrededor del tobillo izquierdo, tensando las correas y cerrando la hebilla. Repitió el proceso con el tobillo derecho, justamente por encima de las tiras blancas de cuero de los zapatos. Volvió a mirar el equipo que estaba sobre el tablero, comprobándolo para asegurarse de que todo lo que necesitaba estaba allí, y siguió. Enganchó un extremo de la barra separadora al anillo del interior del tobillo izquierdo y luego separó las piernas hasta que pudo enganchar el otro extremo de la barra al interior del grillete del tobillo derecho. Se aseguró de que estaba centrada sobre la mesa y luego tomó los extremos de las cadenas que había enganchado a las patas de cada extremo de la mesa y las unió con candados al exterior de los grilletes de los tobillos de cada pierna. El primer paso estaba terminado. Tenía los tobillos enganchados a la barra separadora, y luego cada uno de ellos sujeto a la pata de la mesa de su lado. ¡Hasta allí todo bien!

Miró al reloj, faltaban unos veinte minutos para las diez. Quería estar atada y agitándose con el vibrador al menos diez minutos antes de que sonase el despertador. Se imaginaba que para cuando Chris se levantara, fuese al baño, y luego saliera dando traspiés del dormitorio para buscarla ¡ya estaría bien trabajada y lista para él! ¡Había dejado un poco más de veinte minutos!

Tomó las llaves de todos los candados, las de las esposas, las llaves de los candados de los grilletes de muñecas y tobillos, y la llave maestra de los extremos de todas las cadenas, y se las pasó a través de la cadena de la cintura, y echó el pestillo de esa cadena. A punto estuvo de ponérselas alrededor del cuello, pero luego se dio cuenta que colgarían de él hasta donde posiblemente pudiera alcanzarlas, ¡ahora no quería que eso ocurriera!

Tomó el vibrador, lo puso en la segunda posición y se bajó las bragas blancas. Estaba aún muy húmeda de excitación, tanto del orgasmo matutino como de lo que estaba haciendo ahora, y el vibrador se deslizó con facilidad en su interior. Lo empujó con cuidado hasta que estuvo casi totalmente dentro, y luego se volvió a poner las bragas en su sitio. Podía sentir que la parte delantera de las bragas ya estaba mojada con sus jugos. El segundo paso estaba dado, y sentía que el juguete zumbón empezaba a trabajarse sus entrañas mientras se ocupaba de la siguiente tarea.

Tomó los auriculares del discman y se los puso en las orejas. Tomó la venda y se la colocó en la parte alta de la cabeza, ¡todavía no era el momento para ella! Puso en marcha el discman y luego lo colocó con cuidado en el lateral de la mesa. Esta vez no era una sonata de Mozart, se había puesto en el reproductor el nuevo CD de la Dave Matthews Band. La primera canción empezó a sonar en sus oídos. Luego se enganchó cada uno de los grilletes de cuero para las muñecas en la correspondiente muñeca, ciñéndolos alrededor del tejido de encaje blanco de los guantes de ópera.

"Quedan dieciocho minutos," pensó.

Tomó el collar de cuero negro y trasteó con él, colocándolo finalmente en su sitio rodeando el cuello. Giró el collar, de manera que el anillo con la cadena colgando de él estuviera al frente, dejando la cadena colgar libre delante de ella, entre sus pechos. Finalmente tomó las esposas. Insertó el extremo metálico de una de ellas a través del anillo del grillete de la muñeca izquierda y luego juntó las dos muñecas. Le llevó unos cuantos intentos, pero con las puntas de los dedos y los dientes pudo conseguir que el extremo de la esposa pasara a través del anillo del grillete de la muñeca derecha y luego cerró la esposa. Esto enganchó juntos los dos grilletes de las muñecas, usando solo una de las dos esposas del par. Se aseguró de que la otra esposa colgara abierta.

"Dieciséis minutos," pensó de nuevo.

Miró a la mesa y luego a la sala a su alrededor. Todo estaba preparado, ahora todo lo que tenía que hacer era completar el último paso y esperar a que Chris viniera a ella. Se inclinó hacia delante y tiró de la cadena que colgaba del collar entre sus pechos y la dejó colgar por el borde de la mesa. Bajó las manos y trasteó con ella para pasarla alrededor de la cadena que había colocado entre las patas de los extremos de la mesa. Sintió que sus pechos tiraban de las pinzas de los pezones hacia la parte superior de los pechos, pero ignoró por el momento las sensaciones. Llevó el extremo de la cadena hacia arriba y lo tensó.

La cadena iba desde el anillo del collar, bajaba alrededor de la cadena tensa entre las patas de la mesa, y luego, tirando un poco más se enganchó a uno de sus propios enclaves. Ahora ella estaba enganchada a la mesa, y no podía levantar ni el pecho ni la cabeza del tablero. Había consumido todo el sobrante de la cadena del cuello, y estaba fuertemente enganchada.

Miró una vez más al reloj, quedaba un minuto. Levantó las dos manos unidas y se bajó la venda sobre los ojos. La esposa que colgaba libre de los grilletes de las muñecas le golpeó la nariz al hacerlo, provocando un inesperado y sonoro "¡OUCH!" seguido de una risita.

Ahora en la oscuridad volvió a bajar las manos lentamente y encontró la cadena enganchada al collar que llevaba al cuello. Agarró la esposa abierta entre los dedos y los usó para seguir la cadena hacia abajo en dirección al punto en el que rodeaba a la otra cadena. Respiró hondo y se preparó para el dolor que iba a sentir en los pechos y volteó el extremo abierto de la esposa alrededor de la cadena colocada entre las patas de la mesa, y la cerró. "¡Ahí está! Lo has conseguido," pensó triunfante para sí. Ahora tenía las manos enganchadas juntas por los grilletes de las muñecas con uno de las esposas, y luego conectadas a la cadena del fondo de la mesa mediante la otra esposa.

Intentó levantarse ligeramente de la mesa y encontró, para satisfacción suya, que sin las manos y los brazos para hacer fuerza no podía hacerlo. La cadena del cuello estaba tirante. Cerró los ojos y descansó, dejando que la barbilla y la cabeza colgaran hacia abajo sobre el extremo de la mesa. Mientras la sensación de tiempo y actividad se desvanecía lentamente, se centró en la música que escuchaba y en las vibraciones que sentía en su interior. Sabía que el vibrador debía estar acercándose a su primer punto de desconexión en unos treinta segundos, de modo que intentó no excitarse demasiado en esta primera sesión, sabiendo que tendría que esperar dos minutos para que volviera a la carga.

Sin embargo su cuerpo tenía ideas distintas. Los pezones le estaban gritando con una mezcla de placer y dolor, con mensajes alternativos que parecían ir directamente de la parte más alta de los pezones hasta el cerebro. Y el coño le palpitaba y temblaba como si empezara a prepararse para el segundo orgasmo de la mañana.

Apretó las mandíbulas para evitar que se le escapara el primer gemido e intentó centrarse en la música y no en todas las oleadas de placer de su cuerpo.


En el dormitorio la alarma se disparó junto al oído de él, con un zumbido molesto y alto. Chris se dio la vuelta e intentó mirar con ojos legañosos al reloj. Sacó la mano y dio en el botón de seguir un rato más, procurándose diez minutos más de maravilloso sueño.

Continúa en el capítulo 9: ¡Hora de desayunar!