Georgetta. Cap. 7
Mañana del sábado. Experimento matutino
Parte 2: Mañana del sábado
Capítulo 7: Experimento matutino
Georgetta se dio la vuelta y miró al reloj: '8:30' indicaban los números de la presentación digital. Reclinó de nuevo la cabeza en la almohada y luego miró a Chris que dormía a su lado. Su pecho subía y bajaba suavemente a cada respiración, profunda y pesada. Era de los que duermen profundamente, hubiera dormido toda la mañana si se le dejaba.
Cerró los ojos y pensó otra vez en los acontecimientos de la noche anterior. Su mano vagó por el vientre abajo hasta el coño. Se tocó con suavidad los tiernos labios. Estaban un poco doloridos. "¿Cuántas veces me corrí la noche pasada?" pensó para sí. "¿Cinco? ¿Seis? Dios mío, ¿habrán sido siete?" No era culpa enteramente suya que hubiera perdido la cuenta. No obstante era bastante más de lo que se corría en un fin de semana normal. ¡Y era solo la mañana del sábado! Mientras sus dedos seguían con las suaves caricias se dio cuenta de que todavía estaba bastante salida.
Se incorporó ligeramente y miró la habitación alrededor. Los vaqueros de Chris, la camiseta de Harley y las botas estaban esparcidos por toda la habitación. También las piezas de su atuendo de cuero estaban salpicadas por sitios distintos, una media en una silla, su minifalda y sostén al otro lado de la sala. Y por supuesto la cadena que colgaba de los dos aros de la viga de roble que cruzaba la habitación. Supo que nunca volvería a mirar a la viga de la misma manera. Volvió a mirar alrededor, allí estaba, justo sobre el suelo al lado de la cama, cerca de la jaula de leche.
Echó hacia atrás el cobertor y se levantó con cuidado de la cama. Chris ni siquiera se movió. Cruzó el suelo descalza y recogió el vibrador del lugar donde lo había tirado Chris la noche anterior. Se dirigió al baño y lo pasó bajo el agua del lavabo, y luego secó el juguete con una toalla de mano. Usó rápidamente el retrete, se lavó la cara y se cepilló los dientes. Su mano libre jugaba con el vibrador ociosamente mientras terminaba de cepillarse.
"Hummm, me pregunto..." pensó para sí. Dejó el vibrador en el tocador y volvió al dormitorio. El petate de Chris estaba en el suelo, cerca de la cama, y lo levantó y se dirigió al baño. Cerró la puerta, bloqueó el cerrojo, colocó la bolsa en el lavabo y miró dentro. La caja del vibrador estaba dentro. La etiqueta con el precio todavía puesta, 84,99 dólares. "Uau," pensó para sí. "Vale hasta el último céntimo," volvió a pensar.
Revisó rápidamente los otros artículos del petate. Además de la caja del vibrador, Chris tenía varios trozos más de cadena, todos ellos con candados en los extremos. Sacó otro par de grilletes de cuero negro, similares a los que había llevado puestos la última noche. Los sacó fuera y miró la etiqueta, 'grilletes para tobillos'. Los examinó durante un minuto. Las partes de dentro estaban suavemente acolchadas, pero cada grillete tenía su propio candado pequeño en el cierre. Los volvió a colocar en la bolsa.
Debajo de algunas cosas había una revista, y la sacó y leyó la portada. Era un catálogo de parafernalia sexual, y no una revista, como había pensado al principio. La dejó a un lado y siguió buscando en la bolsa. Salió otra banda de cuero negra, con incrustaciones plateadas. La etiqueta decía 'Collar para el cuello'. Volvió a echarla dentro. Escarbando un poco más salieron un par de calzoncillos para él y otra camiseta negra. El último artículo era una pequeña bolsa de tela, que, cuando la abrió, dejó al descubierto un par de esposas plateadas para las manos, con las llaves. Abrió una de las esposas y se la colocó en la muñeca izquierda, forzando sucesivos clics hasta que estuvo bien prieta en su muñeca. Agitó la esposa y la cadena escuchando el campanilleo que producían. Abrió la esposa y dejó las esposas y las llaves de nuevo en su bolsa y a continuación las volvió a colocar dentro del petate.
Volvió a dejar la bolsa en el lavabo y levantó la caja del vibrador. El texto impreso en la caja lo anunciaba como el 'Mejor Vibrador Martirizador'. "Un nombre adecuado," asintió.
Dentro estaban las instrucciones del juguete, un pequeño trozo de papel impreso por ambas caras, junto con un juego de pilas tipo AA. Leyó las instrucciones. Explicaban las cinco posiciones del juguete. Chris le había hecho colocarlo en la posición número 2, que era la de activación y desactivación a corto plazo. El juguete sexual, en esta posición, se activaría durante un periodo de seis minutos, y luego conmutaría a un ciclo de tres minutos activo por dos inactivo. La posición 3 correspondía a una cadencia fija de dos minutos activo y dos desactivo. La 1 era la de baja velocidad, la 4 la de velocidad intermedia y la 5 la de alta velocidad. Las instrucciones también explicaban el control remoto de la unidad, que prevalecía por encima de cualquier selección distinta de la de baja velocidad.
Colocó el vibrador en la posición de baja velocidad y sintió como zumbaba entre sus manos. Lo levantó hasta su pecho derecho y lo mantuvo allí suavemente contra el pezón y la aureola. El pezón se fue endureciendo y empinando lentamente, preparándose para recibir las atenciones del vibrador plateado. Lo trasladó al pecho izquierdo y consiguió que aquel pezón se pusiera también erecto.
Sintiéndose más caliente bajó el vibrador y se tocó con él entre los muslos, sintiendo como su nariz palpitante empujaba contra la parte alta de su coño. Sintió escurrirse levemente sus propios jugos y luego un ligero hilillo bajando por la parte interna del muslo. Levantó la otra mano y lentamente se insertó un primer dedo en su interior, apretando suavemente. Hizo una pausa de un segundo y llevó al vibrador a la posición intermedia. Volvió a meterse el dedo y empezó a presionar hacia arriba y hacia dentro de su suave carne.
Ajustó el ángulo del vibrador y se apoyó con fuerza la punta contra el clítoris. Se dio la vuelta e inclinó la espalda contra el tocador del baño, separando ligeramente las piernas para permitir un acceso más fácil a su coño. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, disfrutando de las sensaciones que le provocaban los dedos y el vibrador.
Sacó los dedos de su interior y levantó la mano izquierda para acariciarse los pechos. Se apretó los pezones entre los dedos índice y pulgar, alternando uno y otro pecho. La mano derecha deslizaba el vibrador de arriba abajo por los labios del coño, restregándolo contra el bultito sensible de su clítoris.
Dejó caer la punta del vibrador hacia abajo y empujó su nariz dentro de ella. Entró con facilidad, y lo empujó más adentro hasta que solo la parte posterior, donde estaba el botón de control, quedó entre las puntas de sus dedos. Lentamente empezó a trabajárselo, dentro y fuera de ella, extrayéndolo completamente y manteniéndolo contra su clítoris durante varios segundos cada cuatro o cinco embestidas. Se detuvo otro segundo más para situar el control en el máximo y luego volvió a metérselo dentro. Se retorció el pezón con la mano izquierda, bombeó el vibrador dentro y fuera con la derecha y, todavía algo excitada de la noche anterior, sintió que el orgasmo la inundaba.
"Ummmmppff-aaaargggmm-ummmpppjjjpp," se le escapó de los labios antes de recordar que Chris estaba en la otra habitación y de que intentara mantener la boca cerrada. Tuvo que retirarse el vibrador, porque su clítoris y coño se volvieron de repente demasiado tiernos y sensibles como para ser toqueteados. Se tranquilizó, poco a poco, reduciendo lentamente la velocidad de las embestidas del vibrador en el interior de su, ahora muy húmedo, coño. Mientras las palpitaciones de la cabeza y el cuerpo se desvanecían ligeramente, extrajo el juguete plateado de su interior y se lo llevó a los labios, y lamió de forma impulsiva una parte de los líquidos de su superficie plateada. Pensó que podía saborear a la vez su propio jugo y tal vez algo del de Chris además.
"Hummm, y ¿cuántas veces se correría ÉL dentro de mí?" pensó. Otra voz dentro de su cabeza le dijo que acababa de tener un orgasmo por séptima u octava vez en el fin de semana.
Apagó el vibrador y lo dejó en el lavabo. Tomó el paño que usaba para la cara y lo colocó bajo el chorro de agua caliente del lavabo. Se lavó con cuidado la cara y el cuello, y luego se lavó con suavidad cada pecho. Usó el paño por debajo del pecho y en la barriguita, antes de llevarlo entre las piernas y muslos. Se restregó de arriba abajo con el paño entre las piernas, incluso metiéndolo un poco dentro, limpiando los jugos que quedaban de su pequeño interludio matinal.
Tomó el cepillo y se lo pasó con cuidado por el pelo. Pensó que realmente necesitaba lavárselo, forzando un gruñido. Se cepilló el pelo durante varios minutos, y consiguió restaurar un poco de vitalidad y forma a su oscura masa de rizos.
Dejó el cepillo y tomó y aclaró el vibrador, secándolo de nuevo con la toalla de las manos. Volvió a dejarlo abajo y luego se dio la vuelta y se dirigió hacia el dormitorio. Se encaminó al tocador y sacó un par de bragas blancas, deslizándoselas por las piernas y colocándolas en su sitio. Completó su atuendo con unos pantalones cortos de gimnasia y una sudadera del armario. Decidió dejar a Chris durmiendo y procurarse algo para desayunar. No estaba demasiado segura de poder soportar otro orgasmo ahora mismo y Chris siempre se levantaba salido las mañanas de los sábados.
Pasó por debajo de las cadenas que colgaban de la viga y se dirigió a la cocina. Abriendo el refrigerador, sacó el zumo de naranja y se sirvió un vaso. Lo llevó a la mesa de la cocina y se sentó en la silla. Dio un sorbo y se quedó allí sentada, reflexionando sobre los acontecimientos de las aproximadas últimas 12 horas. Todavía estaba ligeramente asombrada de sí misma por haber usado el vibrador como lo había hecho en el baño. Hasta la noche anterior nunca había visto uno, ahora lo había usado de forma casual para excitarse como si fuera un viejo amigo.
Dio otro sorbo del jugo. Recordó el catálogo que Chris tenía en su petate y se levantó y se dirigió al baño cruzando el dormitorio. Levantó el petate, agarró el vibrador y volvió a la cocina. Dejó la bolsa en la mesa y sacó el catálogo y lo extendió abierto sobre la mesa de la cocina.
No era verdaderamente como los catálogos de Victoria Secret (N. del T.: conocida marca de lencería femenina) que conseguía cada dos semanas más o menos. El catálogo contenía todo tipo de parafernalia sexual. Había notas 'post-it' en ciertos lugares del catálogo y reconoció el vibrador, el sostén, las medias, los grilletes para muñecas y tobillos, el collar del cuello, las cadenas y candados, y la barra separadora. "Barra separadora," pensó para sí misma. "Parece un nombre bastante adecuado," pensó, recordando la manera en que Chris la había usado con ella la última noche para separarle las piernas antes de follársela.
Sin embargo muchos de los artículos del catálogo la sorprendieron. Las páginas presentaban vibradores de todas formas y tamaños. Una modelo llevaba su mismo sostén, ¡pero además llevaba una especie de bragas de cuero que tenían añadido uno de los vibradores donde un hombre tendría el pene! Se asombró de los tamaños de algunos de los juguetes sexuales, por ejemplo vibradores de dos pies (unos 60 cm). ¿Cómo podía nadie usar algo de aquel tamaño? Levantó la vista hacia el dispositivo plateado que había sobre la mesa, cerca de ella. Era como de unas seis pulgadas (unos 15 cm) y tal vez una pulgada de diámetro (unos 2,5 cm), ¡y realmente la llenaba! Desde luego era más pequeña que cualquiera de las morenas, tamaño amazona, que se presentaban en el catálogo. ¿De verdad podía alguien usar algo de aquel tamaño?
Una foto captó su atención. Era una mujer de pelo oscuro inclinada sobre una mesa, con la cara hacia abajo y las piernas separadas por una barra separadora. Tenía las piernas atadas a las patas de la mesa, mientras los pechos estaban aplastados contra el tablero y los brazos estaban enganchados a las patas del otro lado de la mesa. Junto a ella estaba otra mujer, vestida con una lencería similar, pero llevando las bragas de cuero con el pene vibrador. Miró la foto durante un minuto, en su mente se estaba formando una idea. "¿Qué me está pasando?" pensó. "¿En qué tipo de adicta sexual me estoy convirtiendo?"
Echó la silla hacia atrás y miró a la mesa de su propia cocina, evaluándola. Apartó el vaso con el zumo y se acercó a la mesa. Era más una mesa de desayuno que una mesa de cocina, ella y Chris la habían encontrado en una exhibición de antigüedades y ella se había enamorado de ella. La mesa era un rectángulo alargado, más largo que ancho. El tablero era de dos pies (unos 60 cm) de ancho por unos seis pies (como 1,80 m) de largo. La había comprado el mismo día y había llevado al trastero la mesa anterior. Tenía dos patas en cada uno de los lados estrechos y una pieza que cruzaba cada par de patas.
Apretó los muslos contra el costado de la mesa y se dobló sobre ella, presionando el estómago y los pechos contra el tablero, imitando a la morena de la foto del catálogo sado. La cabeza y los hombros sobresalían por el otro lado de la mesa y los brazos le colgaban. Miró las patas de la mesa y las piezas que cruzaban las patas para soportar cada extremo de la mesa y se hizo una idea.
Se levantó, retirándose del tablero, y miró de nuevo la foto del catálogo.
"¿No le resultaría sorprendente a él?" pensó, y se terminó el vaso de zumo.
Continúa en el capítulo 8: Fantasía matinal