Georgetta. Cap. 4

Lista para ser atadada. Georgetta decide cumplir las instrucciones de Chris

Primera parte: Noche del viernes

Capítulo 4: Lista para ser atada...

Ya había decidido que seguiría a Chris en su fantasía. Era obvio que había trabajado duro para hacer que ocurriera, y hasta aquí se lo estaba pasando de miedo. Le parecía gracioso que hubiera elegido "Thunderbird" como palabra de salvaguarda, pero estaba contenta de que hubiera planificado cualquier eventualidad. El coche que conducía cuando ella y Chris habían empezado a salir era un Thunderbird azul oscuro, y había disfrutado mucho de él. Tenía muchos recuerdos memorables de su época con Chris en aquel coche. Se sentía más cómoda ahora al seguir sus instrucciones sabiendo que podría detenerle en cualquier momento.

Cogió el sobre, el libro y el vaso de vino y entró (tambaleándose) en la cocina. Aclaró rápidamente el vaso, eliminando las huellas de pintura de labios, y dejó el libro en la encimera, siguiendo las instrucciones. Luego se dirigió, con el otro sobre, al dormitorio y cogió el abrecartas para abrir el tercer sobre y la caja. La letra de Chris en el exterior del sobre le indicaba que abriera la caja antes de seguir las instrucciones que contenía el sobre.

Atacó la caja con el abrecartas y pronto había rasgado la cinta que la cerraba. Se quedó un poco sorprendida por su contenido, aunque ya había sospechado algo a juzgar por las instrucciones de la carta y el último capítulo de la novela de amor. La caja contenía dos cadenas cortas, una de unas seis pulgadas (unos 15 cm) y la otra de unos tres pies y medio (unos 105 cm). Las dos tenían ganchos en ambos extremos que las bloquearían una vez cerrados. La caja también contenía un discman marca Sony y auriculares, un juego de llaves, un pequeño vibrador plateado y lo que parecía ser una ancha cinta de cabeza, de cuero negro. Ahora estaba bastante segura de lo que se proponía Chris, y de nuevo se hizo el propósito de continuar. Sabía que Chris la cuidaría de verdad y no le haría nada que le provocara ningún daño, y además, la historia de la novela la había puesto en un estado de tremenda excitación.

El vibrador la sorprendió. Sabía lo que era, por supuesto, pero nunca había usado uno. Lo levantó y lo examinó. Chris había pegado una nota adhesiva al juguete que le indicaba que girara la base del vibrador hasta que escuchara dos clics. Probó y casi lo tira cuando empezó a zumbar en su mano. Lo sintió entre sus palmas durante unos instantes, sintiendo las vibraciones y escuchando el zumbido que emitía. Lo apagó y luego lo volvió a dejar sobre la cama, encima del edredón. "Oh tío," pensó.

Abrió la carta y leyó las instrucciones que había en su interior. De nuevo la sorprendió el nivel del esfuerzo que había hecho Chris para preparar esta noche.

Los primeros pasos de la carta eran muy simples. Le decían que llevara en primer lugar la silla que había en un rincón del dormitorio al centro del piso, directamente debajo de la viga de roble que cruzaba por la mitad del techo. Tenía que pasar la cadena más larga por los dos aros que Chris había instalado en la viga, dejando la misma longitud de cadena colgando de cada aro. Luego debía devolver la silla al rincón de la habitación. Lo hizo, peleando para trasladar la silla con los tacones altos y con la ceñida minifalda limitando sus pasos.

"¿Cuándo hizo todo esto y cómo no lo había notado antes?" pensó para sí misma. La viga cruzaba la habitación justo por encima de su cama, y prácticamente miraba directamente hacia ella cuando estaba en la cama. Verdaderamente lo habría notado antes, pensó. Miró con ánimo calculador a la silla y se sentó enseguida. Se quitó las botas, no iba a correr el riesgo de caerse de cabeza de la silla al intentar mantener el equilibrio sobre los zapatos de tacón alto.

Se subió con cuidado en la silla con las medias puestas, cosa no fácil con la falda ajustada, y miró a los dos aros de metal. Estaban atornillados a la viga, separados unas dieciocho pulgadas (unos 54 cm). Se empinó y pasó una parte de la cadena larga a través de uno de los aros y luego a través del otro. Midió los laterales para conseguir que las partes colgantes de la cadena fueran iguales en los dos lados. Se bajó de la silla con cuidado, la arrastró de vuelta al rincón de la habitación y se sentó en ella para volverse a poner las botas. Tomó la carta y siguió leyendo.

Había que colgar las llaves en el collar que llevaba en ese momento. La carta de Chris explicaba que las llaves abrirían los candados de las dos cadenas una vez que la noche estuviera bien avanzada. Se soltó el collar por detrás del cuello y deslizó las dos llaves plateadas por encima de la cadena. Volvió a abrochárselo con las llaves cayendo justo en la parte superior de sus pechos y regresó a la carta.

Ahora Chris le mandaba tomar una 'jaula' de las usadas para las botellas de leche, que encontraría en un rincón de la habitación y colocarla bajo la viga, entre los dos aros con las cadenas colgando, pero colocando la jaula a unas ocho pulgadas (unos 20 cm) por detrás de donde ella estaría una vez encadenada. Esto la dejó perpleja, pero hizo lo que le decía la carta.

El siguiente paso era colocar el discman en un ojal de la parte trasera de su minifalda, y luego colocarse los auriculares en los oídos. En el discman estaba ya listo un CD de Mozart, y le mandaba ponerlo en marcha y situar el volumen en la posición número 5. Puso en marcha el discman y se lo enganchó al ojal del cinturón del costado de la minifalda. Se colocó los auriculares en los oídos. Le pareció que la música estaba un poco alta pero no resultaba dolorosa. Pronto sonaron en sus oídos los sonidos de la sonata de Mozart.

Lo siguiente era el vibrador. Se le decía que lo pusiera en marcha llevando el botón del fondo al segundo clic, y luego que se lo insertara dentro de ella. Sabía dónde iba y lo que se suponía que tenía que hacer con él, pero le llevó todavía unos segundos convencerse a sí misma. Se dirigió a la cama, se levantó la falda, se bajó parcialmente las bragas hasta los muslos y se sentó en la cama con las piernas separadas. Ya estaba bastante húmeda de la primera parte de la noche, para cuando se lo apretó entre los muslos y lo sostuvo apretándolo contra ella unos cuantos segundos. Zumbaba alegremente. Lentamente giró la punta, restregándosela de arriba abajo, y luego insertó dentro de ella la punta del juguete.

Apretó con un poco más de fuerza, dejando escapar un gemido cuando sintió el zumbido dentro de ella. Se lo sacó y se lo aplicó suavemente contra los tiernos labios, y luego lo mantuvo contra el clítoris. A continuación, suavemente, se lo aplicó dentro y fuera hasta que solo el extremo sobresalía de su interior. Se puso en pie, se volvió a colocar las bragas sobre él, lo que hizo que el vibrador se metiera inmediatamente un poco más adentro y le hiciera tambalearse momentáneamente. Comprendió que Chris probablemente había elegido a propósito unas bragas ceñidas para mantener el juguete en su interior. El zumbido y el movimiento de vibración del juguete sexual la excitaron inmediatamente e hicieron que se humedeciera más, si es que era posible. Se estiró la falda ajustándosela ligeramente para recolocar la cremallera y acompañar a la raja al muslo derecho.

A continuación se le había dicho que se pasara la cinta negra por encima de la cabeza y se la bajara hasta quedar alrededor del cuello. Debía, luego, dejar la carta, tomar el trozo pequeño de cadena que quedaba, ir hasta la mitad de la habitación y subirse en la jaula de la leche, debajo de la viga de roble y la cadena colgante.

Dejó la carta sobre la cama y tomó la cinta negra. La estiró entre los dedos y se la pasó por la cabeza dejándola en el cuello. Liberó cuidadosamente el cabello de la parte interior de la cinta, y se volvió a ajustar la goma negra del pelo. Recogió el trozo pequeño de cadena y caminó con cuidado hasta el centro de la habitación. Se subió cautelosamente sobre la jaula de leche, notando en su interior el vibrador mantenido dentro de ella por las bragas ceñidas, mientras se subía encima de la jaula. Estaba empezando a acostumbrarse a la sensación del vibrador en su interior, y le gustaba lo que le hacía cuando se movía por allí.

Tuvo que equilibrarse cuidadosamente para evitar que los tacones de sus botas se deslizaran por los agujeros de la jaula de plástico.

La carta le había indicado que usara el trozo pequeño de la cadena para enganchar las botas una con otra. Se dobló lenta y cuidadosamente, balanceándose encima de la jaula y agitándose ligeramente mientras el vibrador seguía con su feliz ronroneo, y encontró que los dos broches de los extremos del trozo de cadena enganchaban en unos pequeños ojales del interior de cada bota. Colocó cada uno de los broches en una bota. Esto evitaba de forma eficaz que pudiera moverse más de seis pulgadas (unos 15 cm) de una vez, la longitud de la cadena que mantenía juntos a sus pies.

Una vez hecho esto e incorporada de nuevo de su inclinación sintió que el vibrador se desplazaba un poco más dentro de ella. Era pequeño, de no más de cuatro o cinco pulgadas (entre 10 y 12 cm), pero más que suficiente para volverla loca con su incesante movimiento. Podía sentir como en su interior se iba preparando un orgasmo y esperaba que Chris estuviera pronto allí para reemplazar al vibrador por su propio juguete sexual, algo que sabía que la llenaría de forma más completa de la que lo hacía el pequeño juguete plateado.

Los dos últimos puntos estaban razonablemente claros, pero requerían la rendición final. Todavía podía detenerse allí, recuperar las llaves que llevaba alrededor del cuello y saltar sobre Chris en cuento entrara por la puerta. Con lo cachonda que se estaba poniendo esta era una opción atractiva, pero decidió seguir adelante y dar los dos últimos pasos. Levantó las manos y agarró la cadena que colgaba a la izquierda con las dos manos. Enganchó el candado del extremo de la cadena al anillo del grillete de la muñeca izquierda. Se sorprendió de no haber reparado antes en los anillos de las muñequeras. Ahora no le importaba.

Luego movió el brazo derecho por delante del cuerpo y agarró la cadena que colgaba del gancho del lado derecho de su cuerpo. Había la suficiente holgura en la cadena para llevar el broche hasta los dedos de la mano izquierda. Sujetando el extremo derecho de la cadena y su correspondiente broche con los dedos de la mano izquierda, levantó la muñeca derecha y luego enganchó el broche al anillo de la muñequera derecha.

Ahora cada mano estaba enganchada a un extremo de la cadena. Como estaba todavía de pie sobre la jaula de la leche y a ocho o nueve pulgadas (unos 20 ó 22 cm) del suelo) todavía tenía mucha holgura en la cadena, todavía podía alcanzar las llaves de la cadena que le rodeaba el cuello si se esforzaba en serio. Podía quitarse el collar del cuello, recuperar las llaves y abrir los candados de los broches de las muñecas. "Pero no se trataba de eso, ¿verdad?" pensó.

Moviendo con cuidado las manos agarró la tira de la venda para los ojos y se la pasó por la barbilla y se la colocó sobre los ojos. Ahora estaba en la oscuridad, y con Mozart sonando en sus oídos, situada eficazmente en una situación de privación sensorial.

Levantó las dos manos y agarró una cadena en cada palma. Las instrucciones de Chris habían sido utilizar los brazos para tirar de las cadenas, levantándose ligeramente de la jaula de leche, dar una patada con los pies para retirar la jaula y dejarse bajar al suelo. Una vez los pies de nuevo en el suelo la holgura de las cadenas habría desaparecido y con ella también la posibilidad de liberarse por sí misma.

Bien, en todo caso esa era la idea. Respiró a fondo, tiró hacia abajo de las dos cadenas y se izó ligeramente por encima de la jaula e intentó balancear las botas hacia atrás. La cadena colocada entre sus pies complicaba su puntería y solamente pudo patear ligeramente la jaula, haciéndola retroceder una o dos pulgadas (entre 2 y 5 cm). Luego ella se deslizó, más que bajarse, hacia el suelo y las cadenas le estiraron los brazos hacia arriba, mientras las botas tocaban el suelo. Se tambaleó ligeramente pero entonces utilizó los brazos y la cadena por encima de su cabeza para recuperar el equilibrio.

Ya estaba hecho. Las piernas atadas entre sí por una cadena corta. Las manos, enganchadas por medio de las muñequeras, a la cadena colgante y suspendidas por encima de la cabeza, y no quedaba mucha holgura en aquella cadena. La sonata en sus oídos y la venda negra impedían que escuchara o viera. Estaba esencialmente indefensa. Intentó juntar las muñecas, pensando en soltar una de las muñequeras, pero se encontró con que los ganchos del techo estaban suficientemente separados o la cadena era los suficientemente corta para impedirle acercar lo bastante una mano a la otra. Casi podía tocarse la cabeza, y podía notar el cabello con los dedos, pero ni siquiera podía llegar a la venda ni a los auriculares, mucho menos a la otra muñeca.

Chris había tenido en cuenta con todo cuidado su altura, la longitud de sus brazos, los tacones, y la longitud de la cadena que le sujetaba las manos. Tenía una cierta libertad, pero no la suficiente para bajar los brazos, o, como intentaba averiguar, para alcanzar realmente los enganches de las muñequeras o las llaves de la cadena que le rodeaba el cuello. "Así es la cosa," pensó. "Aquí estoy encadenada, esperando a que venga mi hombre y me viole."

Se quedó allí en pie unos instantes. Sin la posibilidad de ver nada, todo lo que podía hacer realmente era escuchar la música. Le pareció que la música sonaba un poco más alta y también se dio cuenta de que realmente era consciente del zumbido entre sus piernas. Casi pensaba que podía oír el ruidillo, por supuesto además de sentirlo. Podía sentir como aumentaba la presión en su interior mientras el vibrador seguía canturreando alegremente, provocando oleadas que la recorrían. Se agitaba levemente en los tacones, tirando de las esposas y la cadena que la mantenían en su sitio. Sin ver ni oír era fácil imaginar que era realmente Chris el que estaba dentro de ella. Casi podía sentir sus manos sobre los pechos, su embestida en lo profundo de su ser. Cerró los ojos, dejando escapar un suave gemido mientras seguía aumentando la presión. Intentó menear un poco las caderas para mover el vibrador dentro del coño, solo consiguió agitarse sin moverlo en realidad.

"Ohhhhhh... ese va a ser bueno," pensó para sí. "¡Con que solo pudiera moverlo un poquito más adentro empezarían a pasar cosas!" valoró. Se retorció un poco más, sintiendo como los pechos se agitaban suavemente bajo el cuero.

"Hummm," pensó. "Realmente se siente divinamente." Los pezones se le habían puesto más y más erectos a medida que empezaba a prepararse el orgasmo, y ahora se restregaban contra el sostén de cuero. Se empinó ligeramente sobre las puntas de los pies y luego se echó hacia atrás. La combinación de los tacones de aguja y las cadenas que le sujetaban las manos restringía la mayor parte de sus posibilidades de movimiento, pero se conseguía cierta agitación, pensó. "¡Aunque Aaron Spelling (N. del T.: famoso productor americano con más de 200 películas, entre ellas "Los ángeles de Charlie") nunca hubiera montado un espectáculo con esta agitación," pensó.

Lo intentó un par de veces más y luego dejó escapar otro gemido mientras sentía que el orgasmo empezaba. Se puso tensa, notando la oleada, cuando...

El vibrador se desconectó con un leve clic.

Esperó, en tensión y preparada, a punto de explotar, pensando que se había equivocado, pero dándose cuenta de que no, el maldito chisme se había desconectado. "¡Qué cabronazo! ¡No ha cambiado las pilas! ¡No me lo puedo creer!" Intentó balancear las caderas o moverse, para hacer que el vibrador siguiese rozando su punto más sensible, pero entre la altura de los tacones y la cadena de las botas y con las manos enganchadas por encima de la cabeza se dio cuenta de que solo podía retorcerse frustrada mientras la oleada del orgasmo se desvanecía lentamente.

"De verdad que no me puedo creer que me haya hecho esto. Dejarme así...", gritó, y probó de nuevo a alcanzar los enganches de las esposas. Giró las manos y las muñecas dentro de las muñequeras, intentando alcanzar con los dedos los broches de las esposas. Casi podía tocar el broche de la muñeca con los dedos, incluso notaba que las uñas rozaban el metal, pero eso era todo. Luchó durante unos cuantos minutos antes de darse por vencida, y se desplomó en las cadenas, dejando que la cadena y los brazos sostuvieran su peso. Ahora era extremadamente sensible a todo. Podía notar el vibrador dentro de ella, justamente allí colocado, ocupando sitio pero sin hacer nada para ayudarla. Los pezones apretados contra el sostén, exigiendo atención. Sabía que era a causa de su estado de excitación, pero eso realmente no ayudaba mucho. La maldita música continuaba sonando en sus oídos ¡y no podía ver ni una puñetera cosa! Su nivel de frustración se acrecentaba y empezó a maldecir a Chris, llamándole de todo y prometiendo las cosas que le iba a hacer cuando saliera de aquello, y entonces...

El vibrador volvió a ponerse en marcha. Se paró en mitad de la frase (y en mitad de una maldición en la que cuestionaba la legitimidad del nacimiento de Chris) cuando sintió que empezaba a zumbar de nuevo. Echó la cabeza atrás y gimió mientras lo volvía a sentir dentro de ella. De repente olvidó todas las cosas malas que había dicho de Chris. Gemía y se retorcía bastante alegremente de nuevo, agitándose levemente, cuando, después de dos minutos, volvió a apagarse.

"Creo que esta vez he estado casi a punto," pensó para sí.

Pese a la urgencia y al rugido que sentía entre los muslos, Georgetta se quedó tranquila, contando para sí misma. Su cuerpo suplicaba una liberación, pero lo ignoró lo mejor que pudo e intentó contar. La falta de visión y la sonata sonando en sus oídos lo hacía difícil, pero pensó que habían pasado cerca de 120 segundos cuando el vibrador volvió a encenderse. "¡El maldito chisme se conecta y desconecta solo!" pensó, "¡le voy a matar!" Ese pensamiento se esfumó cuando el orgasmo empezó a formarse de nuevo, respondiendo a los deseos de su cuerpo y al zumbido incesante entre sus piernas. Pensó que tal vez consiguiera correrse antes de que se venciera el tiempo si se ponía a ello con ganas. Luchó lo mejor que pudo, agitándose en las cadenas y retorciéndose, intentando empujar al vibrador directamente hacia donde realmente, REAL, realmente, jodidamente, lo necesitaba, intentando conseguir aquel orgasmo escurridizo cuando, "clic", se volvió a apagar. Se dejó caer contra las cadenas, allí colgada, maldiciendo al HDP (N. del T.: en el original figura SOB, "Son Of Bitch", "Hijo De Puta") que había inventado aquella cosa.

Continúa en el capítulo 5: Vuelve el héroe.