Genshin Impact: La gema de Traum

Jean, la gran maestra intendente de los caballeros de Favonius, ha estado trabajando de más y necesita un descanso, pero se niega a hacerlo. Depende de su hermana Bárbara que Jean al fin se relaje un poco.

El mundo de Teyvat es un mundo fantástico regido por la magia, lo que ha dado nacimiento tanto a personas como a artefactos de habilidades grandiosas. Esta es la historia de uno de esos artefactos.


NdA: Esta historia transcurre durante la misión legendaria de Jean en Genshin Impact

En la ciudad de Mondstadt, la capital de la libertad, algo había ocurrido: La gran maestra intendente, líder de los caballeros de Favonius, Jean, había caído enferma.

Pronto sus compañeros se apuraron a llevarla a la catedral donde la ídolo de la ciudad, Bárbara, se apuró a revisarla y para alivio de todos estos, llegó con buenas noticias: Jean no estaba enferma, simplemente había tenido una decaída por todo el exceso de trabajo al que había estado sometida en los últimos días, por lo que con que se tomara un día libre y descansara todo este, debería estar bien.

Los caballeros de Favonius respiraron aliviados al escuchar esa noticia y decidieron darle a su líder su merecido día de descanso tomando cada uno de ellos las tareas que le quedaban pendientes a Jean. Con eso arreglado, los caballeros de Favonius salieron de la catedral dejando a su líder a cargo de Bárbara.

La joven novicia de cabello dorado atado en dos lindas coletas, de brillantes ojos azules que con sus canciones y bailes reconfortaba el corazón de la gente de Mondstadt, vio alejarse a los caballeros, con una gran sonrisa en el rostro al saber que su hermana mayor tenía el apoyo de aquellas nobles personas, pero también por saber que se le había presentado una gran oportunidad.

Dio media vuelta y regresó a la zona de habitaciones en la catedral, llegó hasta la puerta donde habían alojado a Jean… y al abrirla lo que vio no le sorprendió en lo absoluto.

Sentada al borde de la habitación estaba una joven hermosa, de cabello y ojos iguales a los de ella, pero con un rostro lleno de decisión y un cuerpo atlético curtido por años de entrenamiento físico e incontables batallas. Ya se había vestido con el ajustado traje militar que usaba para dirigir a los caballeros y en ese momento ya se estaba calzando las botas.

Barbará negó y aunque ya sabía la respuesta, preguntó:

—Hermana, ¿qué haces?

Una vez que se terminó de poner la bota, Jean miró a su hermana y respondió:

—Regreso a trabajar. Hay mucho por hacer y no puedo perder tiempo aquí.

—¡Pero hermana! ¡Necesitas descansar! —replicó Bárbara acercándose a Jean para tratarla de que se acostaba en la cama—. Además, los demás caballeros ya dijeron que se harán cargo de tu trabajo.

Jean miró a Bárbara y luego quitó su mano de su hombro.

—No dudo de las capacidades de los caballeros para hacer mis tareas pendientes —dijo con la mirada baja—. Pero como la gran maestra intendente, se espera mucho de mí y por eso, no puedo ni permitirme un día de descanso y menos cuando hay mucho por hacer.

Bárbara torció la boca. Conocía bien a su hermana y sabía lo testaruda que podía llegar a ser, por lo que si no hacía algo sabía que estaría en cosa de nada de vuelta a su oficina y encargándose de todas las tareas pendientes. Era el momento de usar “eso”.

—Comprendo —dijo Bárbara mirando a su hermana—. Entonces supongo que podemos usar algo.

—¿Qué cosa? —preguntó Jean levantando las cejas.

—Espera aquí —dijo Bárbara y salió de la habitación.

No tardó mucho en regresar y lo hizo con una pequeña cajita de madera en las manos.

—¿Qué es eso? —preguntó Jean mirando la caja con curiosidad.

—Es algo que encontré en los archivos de la catedral —dijo Bárbara abriendo la caja. Dentro había una gargantilla de cuero con una gema en forma de espiral en ella—. Según estuve investigando, esta es la gema de Traum , una gema con la capacidad de restaurar la estamina de su portador.

—¿E-en serio? —preguntó Jean tomando la gargantilla. Le costaba trabajo creer que tal joya tan prodigiosa existiera y ella nunca hubiera escuchado de ella.

—¡Es en serio! —respondió Bárbara animada—. La probé con la hermana Rosaria que se encontraba algo cansada luego de una noche en que no pudo dormir y pudo realizar sin problemas sus tareas. Tras esa prueba la guardaba para una ocasión especial y me parece que esta es una más que perfecta.

Jean todavía no estaba muy convencida de que las prodigiosas habilidades de esa roca fueran reales, le parecía muy bueno para ser verdad, pero al ver a Bárbara tan emocionada por la idea, no tuvo valor para objetar y además, si usando la gema esa le dejaba regresar al trabajo…

—Está bien, creo que puedo darle una oportunidad —dijo Jean y tomó la gargantilla para comenzar a ponérsela en el cuello.

Por un momento nada pasó, pero de repente la gema en forma de espiral brilló un poco y antes de que Jean pudiera preguntar por lo que había ocurrido, pasó: comenzó a sentir una gran pesadez en su cabeza, le costaba formar pensamientos, todo se le hacía borroso y entonces… nada. Su mente había quedado totalmente en blanco.

Sentada en la cama ya sólo había quedado una muñeca de carne con la apariencia de la gran maestra intendente Jean.

Bárbara por su parte sólo sonrió mientras miraba los ojos desenfocados de su hermana y la boca semi abierta de esta. Le pasó la mano frente a los ojos y dijo:

—Hermana, ¿estás ahí?

No hubo respuesta por parte de la gran maestra, pero esto no sorprendió a la ídolo.

No había sido sincera del todo con su hermana; sí, había probado la gema con la hermana Rosaria y de cierta forma había servido para que ella pudiera terminar sus deberes… pero no porque la gema le hubiera dado un aumento de estamina, sino porque la gema convertía a su portador en un muñeco sin mente que obedecía órdenes sin chistar y Bárbara le había ordenado a la hermana Rosaria que hiciera sus deberes mientras ella ensayaba su nuevo baile y canción, pero esa noche descubrió que tener a una persona bajo su completo control tenía mejores beneficios que sólo ponerlo a lavar ventanas.

Y desde que descubrió el poder de la gema, en su mente sólo había estado tener bajo su control a la persona que más amaba y admiraba.

Bárbara tomó el rostro de Jean y lo levantó un poco para que ambas se miraran a los ojos.

—Ay hermana… —dijo Bárbara conteniendo la excitación— No sabes cuánto he esperado por este momento. Claro que quiero que descanses, pero primero quiero que te relajes un poco y yo sé cómo hacerlo… y también sacar algunos beneficios.

Bárbara se retiró unos pasos para darle espacio a Jean para lo que iba a ocurrir.

—De pie —ordenó Bárbara.

Acto seguido, el cuerpo de Jean recuperó la vida y sus piernas se movieron para ponerla de pie. Bárbara entonces se relamió los labios ante la idea de lo que estaba por pasar.

—Quítate toda la ropa.

Una vez más el cuerpo inerte de Jean recuperó algo de vida. Lo primero que hizo fue quitarse la capa, para después seguir con las botas que se había acabado de poner. Tras eso se quitó el top y al final el apretado pantalón blanco con el que se marcaban tan bien sus firmes nalgas y su zona púbica y para concluir, sin ninguna clase de pudor, se quitó el corpiño y las blancas pantaletas, quedando totalmente desnuda.

Con el corazón latiéndole a mil por hora, Bárbara contempló aquel cuerpo desnudo. Siendo hermanas, ellas se habían visto desnudas la una a la otra… pero eso había sido de niñas; esta era la primera vez que veía a su hermana mayor desnuda como toda una mujer.

Bárbara se pasó las manos por sus propios senos. Ella sabía que tenía un buen cuerpo, incluso muchos chicos de la ciudad se lo habían confirmado con piropos un tanto subidos de tono, pero al ver a su hermana desnuda le confirmó algo que ella siempre sospechado: Jean tenía mejor cuerpo que ella.

Su largas y torneadas piernas, su pubis cubierta por una mata de cabello rubio, su abdomen plano y marcado, sus senos más grandes de que los de ella, blancos como la nieve y con pezones rosados…

Bárbara siempre había tenido la esperanza de que al crecer su cuerpo se tornaría tan hermoso como el de Jean, pero ahora tenía que aceptar la cruel realidad: el físico de su hermana se debía no sólo a años de duro entrenamiento físico… sino también porque se había sacado la lotería genética.

Pero más que molestarle, eso hizo que su excitación subiera más al punto de sentir cómo su entrepierna comenzaba a humedecerse, pues ahora tenía frente a ella y a su total disposición ese cuerpo que tanto había admirado, amado… y deseado.

Levanto sus manos con la intención de tocar esos grandes pechos blancos… pero se contuvo, quería esperar lo más que se pudiera para disfrutar de ese postre.

—Acuéstate en la cama— ordenó Bárbara y la muñeca de carne obedeció, quedándose boca arriba sobre el colchón.

Bárbara se recargó al lado de su hermana y esta vez sí se dio permiso de tocarla aunque fue sólo un poco: se limitó a acariciar sus mejillas y juguetear con su cabello dorado.

—Dime hermana, ¿te masturbas?

—Sí —respondió la muñeca.

—Oh… —dijo Bárbara no tan sorprendida, después de todo era normal que a llegar a “cierta edad” las mujeres juguetearan un poco consigo mismas— ¿Qué tan seguido?

—Dos veces al día —respondió la muñeca sin pudor.

Ante esa información, Bárbara abrió los ojos pues ahora sí se sorprendió por esa respuesta, pero luego sonrió con burla.

—Pero que niña tan sucia, ¿y por qué tan seguido? —preguntó.

—Me ayuda a desestresarme de mi trabajo —respondió la muñeca.

Bárbara rió burlona y dijo:

—Bueno, en ese caso ya que tanto estrés te puso aquí, vamos a ayudarte. Jean… ahora mismo te sientes excitada, pero no es cualquier excitación: es la excitación más grande que has sentido en tu vida.

Nada más terminar su orden, esta tuvo efecto: Jean abrió tanto los ojos como la boca, gimió un pequeño “ah…”, comenzó a jadear y mientras un rubor rojo cubría su blanco rostro, sus pezones se ponían duros y sus piernas temblaban, quizás en un intento de darse placer, pero no lo tenía permitido hasta que su dueña le diera la orden.

Bárbara disfruto de la escena, pero pasó de inmediato al plato fuerte:

—Hermana… mastúrbate como lo haces en tu habitación.

Como las veces anteriores, la orden tuvo efecto inmediato: Jean abrió las piernas y arqueó las rodillas, se llevó una de sus manos a la entrepierna para comenzar a masajear su clítoris y luego meterse los dedos mientras que la otra mano se dirigía a uno de sus pechos y comenzaba a pellizcarse el pezón, al tiempo que en su rostro antes inexpresivo, se dibujaba una sonrisa de placer.

Bárbara estaba extasiada con lo que veía, era todo un espectáculo ver a su antes orgullosa y respetable hermana reducida a una ninfómana babeante que se daba placer a sí misma y mientras veía la escena y se embriagaba con los sonidos y aromas que salían de Jean, burlona dijo:

—Me pregunto qué dirían los habitantes de la ciudad si vieran a la venerable gran maestra intendente en esta patética situación. Pero bueno hermana, que te sirva de consuelo que este será nuestro pequeño secreto.

Y diciendo eso, finalmente dejó de resistirse e hizo aquello que tenía tiempo queriendo hacer: tomó el seno que no era castigado por la propia Jean, se dio un momento para notar la firmeza de este y sin más, se llevó el pezón a la boca para comenzar a castigarlo ella también.

Bárbara chupaba, lamía y le daba pequeños mordiscos a esa pequeña bolita de carne, lo que en conjunto con lo que ya se estaba haciendo ella misma, hacían que el placer que sentía Jane no hiciera más que aumentar, lo que cambiaba los jadeos de placer que soltaba a “¡oh!”s de placer y que su sonrisa no hiciera más que aumentar.

Pero hasta la poderosa gran maestra intendente tenía su límite y este llegó pronto, pues soltó un gemido más profundo, levantó la cadera y sus manos se detuvieron mientras sus piernas se relajaban.

Bárbara miró al rostro a su hermana, que en ese momento se encontraba jadeando y todavía sonriendo. Sonrió y se acercó para besarla en la mejilla para luego decir:

—Que linda es tu cara de orgasmo.

Bárbara se reincorporó y miró todo el cuerpo de su hermana que también comenzaba a recuperarse de esa sesión de masturbación. Pensó que no era justo que sólo Jean se divirtiera, así que pensó en pasar ella también a la acción, pero primero debía ponerse más cómoda.

Comenzó a quitarse el vestido, luego las pantimedias negras y al final su ropa interior, quedando pronto igual que su hermana: desnuda. El cuerpo de Bárbara también era hermoso, pero se notaban las diferencias con su hermana que le acomplejaba: aparte de la altura, comprensible por la diferencia de edades, si bien ambas eran de piel blanca y de figura esbelta, los pechos de Jean eran más grandes y se notaba que Bárbara no había pasado por el mismo régimen físico que la líder de los caballeros.

Pero en es ese momento eso ya no le importaba a la ídolo, pues el cuerpo que envidiaba e idolatraba era suyo y ya sabía que uso le iba a dar a continuación.

Se subió a la cama y con mucho cuidado se montó sobre la cara de su hermana, asegurándose de que sus labios vaginales dieran directo a la boca de Jean, sintiendo un poco de escalofríos al sentir el aliento de esta sobre sus concha. Luego ella se acomodó de tal manera de que quedó sobre los labios vaginales de su hermana y pronto el aroma de los fluidos vaginales de Jean le llenaron los pulmones, lo que sólo sirvió para aumentar su excitación. Quería comenzar a beber cuanto antes de esa cueva húmeda, pero primero tenía que dar una orden:

—Hermana, cómeme el coño.

De inmediato la muñeca que era Jean obedeció: movió sus manos para tomar a Bárbara de las nalgas y así acercar más el coño de su dueña a su cara. Bárbara entonces sintió como los labios de su hermana comenzaban a chuparla y luego como su lengua comenzaba a explorar sus interiores.

Bárbara no sabía si al Jean no tener mente sus inhibiciones desaparecían y le permitían explorar con libertad su vagina o si ella ya tenía experiencia (después de todo, con una compañera de trabajo como Lisa que flirteaba hasta con chicas jóvenes eso era una posibilidad)… pero lo único que podía saber en ese momento es que Jean jugaba con su coño mucho mejor de lo que lo había hecho Rosaria cuando la tuvo bajo su control. De hecho, el placer era tal que por un momento pensó en ya no hacer nada y dejar que su hermana la complaciera, pero ella estaba deseosa de probar los fluidos de Jean y no iba a perder más tiempo, así que usando toda su fuerza de voluntad, obligó a su cabeza a enterrarse entre las piernas de Jean.

Pronto sus labios dieron con la vagina de su hermana, primero chupó un poco los labios, luego lamió esa rajita lo que le dejó algunas babas en la lengua y al final introdujo de lleno su lengua en el interior de su hermana, lo que a esta le arrancó un pequeño temblor en la cadera, lo que le indicó a Bárbara que lo estaba haciendo bien.

Así estuvieron las dos hermanas, bebiendo los fluidos una de la otra como si no hubiera nada más importante en el mundo hasta que finalmente comenzó a ocurrir: Bárbara comenzó a sentir un orgasmo. Levantó la cadera, alejando su vagina de los labios de su hermana y el orgasmo llegó, haciéndola sacudir la cadera mientras algunos de sus fluidos que ya chorreaban de su rajita gracias a las chupadas de su hermana salpicaron y cayeron en el rostro de Jean.

Una vez el orgasmo terminó, Bárbara se dejó caer sobre el cuerpo de su hermana y mientras recuperaba las fuerzas, jugueteó con su índice con los rubios vellos púbicos de Jean. Había sido una experiencia maravillosa, haber bebido del néctar de su amada hermana y que ella bebiera del suyo, pero ahora quería algo diferente, quería que ambas ahora fueran una.

Con las fuerzas algo recuperadas, se levantó, tomó una de las piernas de Jean y la levantó por sobre su hombro, lo que le dejó la posición libre para acomodarse y poco a poco ir juntando sus labios vaginales con los de su hermana y cuando al fin hicieron contacto, un escalofrío recorrió toda la espalda de Bárbara.

—Desearía tener un pene para poder entrar en ti y ser realmente uno, hermana —dijo mirando con ojos de enamorada a Jean—, pero por desgracia esto es lo mejor que podemos hacer. Comienza a tallarte conmigo.

A la orden, Jean comenzó a mover su cadera de tal forma que ambas vaginas comenzaron a frotarse entre sí, lo que una vez le arrancó un escalofrío a Bárbara así como una gran sonrisa, pues los movimientos de Jean eran rítmicos y fuertes, lo que de cierta forma presionaba todos los puntos de placer de la ídolo al punto de que tuvo que agarrase de su pierna para no caer por el placer y aunque le dobló un poco la pierna, Bárbara confió en que el entrenamiento físico de su hermana le ayudaría a que eso no la terminara lastimando.

Ambas hermanas continuaron tallando pero luego de un rato la falta de condición física en Bárbara se hizo latente y tuvo que dejar de moverse, pero Jean continuó haciendo el trabajo de ambas, al punto de que Bárbara gemía de placer mientras que incluso bajo el trance que tenía nublada la mente de Jean esta no pudo comenzar a gemir también.

Bárbara perdió la cuenta de cuánto tiempo estuvo así, pues era tanto el placer que estaba sintiendo que su mente había quedado tan en blanco como la de su hermana hasta que pronto comenzó a sentir de nueva cuenta un orgasmo y cuando este se liberó, en su nublades mental pudo sentir como también la cadera de Jean se sacudía, lo que dio lugar a un pequeño pensamiento:

«¡Nos vinimos al mismo tiempo!»

La sola idea hizo que Bárbara se enamorara más de su hermana.

Agotada, Bárbara hizo a un lado la pierna de su hermana la cuál cayó en la cama y luego ella también cayó, junto con su hermana.

Mientras recuperaba al aliento, miró enamorada a su hermana, no podía creer la suerte que tenía por al fin haber tenido ese momento con ella. Se acercó y al fin hizo algo que había estado postergando por toda la velada: le dio un apasionado beso en los labios.

Se recostó junto a ella y mientras jugaba con los cabellos rubios de Jean, dijo:

—Bueno, confío en que esto te ayudara a desestresarte un poco hermana, debe ser más relajante hacerlo con otra persona que sólo masturbarte. Pero bueno, esto más que dejarte descansar te agota más, así que voy a dejarte dormir, pero primero habrá que limpiar un poco, vestirte y luego alterar un poco tus recuerdos para que no quede evidencia. Me gustaría dejarte unas sugestiones para que te vuelvas mi mascota sexual cuando no estés en trance, pero no quiero afectar tu rutina diaria, así que tendré que conformarme con esto. Buenas noches, querida hermana.

Y le dio un beso en la frente.


Jean abrió los ojos de repente. Se levantó de golpe y vio en donde estaba: era una de las habitaciones de la catedral. Forzó la memoria y recordó qué había pasado: había tenido una decaída por exceso de trabajo y los caballeros la llevaron a la catedral donde Bárbara se hizo cargo de ella, había costado trabajo pero al final del día la había convencido para que tomara una siesta y tenía que aceptar que había funcionado: todavía se sentía un poco cansada, pero ya se sentía más relajada y menos estresada.

Se vio a sí misma y vio que sólo llevaba puesto un camisón, buscó por la habitación y sobre una silla vio su ropa. Salió de la cama, comenzó a cambiarse de ropa y para cuando comenzó a ponerse la capa, la puerta de la habitación se abrió y por esta entró Bárbara.

—Oh, hermana, ya despertaste. ¿Cómo te sientes?

Jean sonrió y respondió:

—Todavía algo cansada, pero ya estoy bien.

—Si sigues cansada deberías volver a la cama —sugirió Bárbara.

—Ya te dije que estoy bien —replicó Jean con una sonrisa mientras terminaba de acomodarse la capa—. Sólo necesito un poco de aire fresco y estaré como nueva.

—Si tú lo dices —dijo Bárbara resignada.

Jean sonrió, se acercó a Bárbara y le acarició la cabeza.

—Gracias por tus cuidados hermanita —dijo y salió de la habitación.

Bárbara salió con su hermana y la vio alejarse por el pasillo, o mejor dicho, vio ese culo enfundado en ese apretado pantalón blanco, ese culo que tan solo hacía unas horas había sido suyo.

El solo pensamiento bastó para que las bragas de Bárbara se humedecieran un poco. No podía esperar a otra oportunidad para tener bajo su completo control aquel cuerpo suculento y quizás mientras esperaba por otra oportunidad, buscaría oportunidades con alguna de las otras chicas de la ciudad… empezaba a darse cuenta de lo sexy que se veía Amber con ese pantalón corto.

Afterwords:

Aunque escribí este relato recientemente, pensaba subirlo hasta dentro de varias semanas, no obstante, recordé la popularidad que tiene ahora mismo el juego Genshin Impact y decidí subirlo lo antes posible para aprovechar un poco su popularidad y sumarme unas visitas extras.

La idea de este relato surgió a raíz de que vi una imagen de las dos hermanas abrazadas en una escena de pura felicidad y no pude resistirme a pensar un escenario donde la fuerte y valerosa Jean fuera sometida a los deseos sexuales de la pura y casta Bárbara y cuando jugué la misión legendaria de Jean, la historia prácticamente se armó sola.

¡Espero que les haya gustado este relato!