Genshin Impact – Eula, la esclava de harén

Eula Lawrence, la bailarina de las olas, parte de la ciudad de Mondstadt para cumplir una misión para los caballeros de Favonius, pero a medio camino algo llama su atención.

Si bien Mondstadt es considerado el país de la libertad, este es un término muy relativo y más cuando se pertenece a una organización como los caballeros de Favonius, en el cual existe una cadena de mando.

Y este era el caso de Eula Lawrence, también conocida como la bailarina de las olas , quien como parte de la organización tenía que seguir órdenes de sus superiores, en este caso la gran maestra intendente Jean Gunnhildr.

—¡Mph! —exclamó molesta la mujer de cabello azul claro y piel nívea— ¿Pero cómo se atreve esa mujer a encargarme una misión justo en mi día libre? Pero ya verá, ¡la venganza será mía!

Pero luego de gritar al aire su característica frase personal, suspiró para relajarse un poco. Sí, la misión que le habían encargado de último momento había arruinado sus planes, pero por el otro lado, no podía enojarse con Jean, después de todo, como miembro de los caballeros de Favonius era su misión velar por la paz y la seguridad de todo Mondstadt y precisamente su misión iba encaminada a ello, pues según algunos informes, se había descubierto un dominio al norte de Mondstadt donde se había visto actividad de la orden del abismo , una peligrosa organización que amenazaba la paz no solo en Mondstadt, sino en todo el continente de Teyvat y dado que Eula era la caballera que tenía más a la mano, Jean había decidido encargarle esa misión tan urgente.

Así, Eula se llevó las manos a su cintura; por esa ocasión perdonaría a la gran maestra intendente, pero en cambio, la orden del abismo sí que recibiría su venganza.

Con ese pensamiento, la bailarina de las olas continuó con su camino internándose al bosque donde según los informantes de Jean se encontraba ese nuevo dominio.

Pronto las grandes copas de aquellos árboles le cubrieron con su sombra y lo único que podía escuchar eran los sonidos del bosque y sus pasos sobre la hierba u hojas secas. Continuó observando el mapa que Lisa, la bibliotecaria, le había preparado, hasta que de repente algo fuera de lugar llamó su atención: una construcción.

La observó con atención: estaba rodeada por rejas adornadas por rosales de un brillante color rojo, tras el cual estaba un enorme jardín bellamente decorado y más allá había una gran casa de inmaculadas paredes blancas y ventanales cubiertos por finas cortinas y otros adornos que delataban una gran alcurnia.

«¿Una mansión? Pero… ¡¿Qué hace una mansión en medio de un bosque como este?!», pensó sorprendida. Si bien era cierto que ese bosque no había sido muy explorado, era imposible pensar que una construcción como esa fuera pasada por alto incluso por el explorador más despistado, tendrías que tener una suerte tan mala como la de ese chico Bennett para no verla. Solo quedaba una explicación: esa mansión debía estar oculta por algún tipo de hechizo.

«¿Será esta la base de la orden el abismo?», pensó, creyendo que esa era la única explicación posible, que el informante de Jean hubiera confundido esa mansión con un dominio.

Pero ya no pudo seguir con su línea de pensamiento, pues otra cosa que no debería estar ahí llamó su atención. Era casi imperceptible al principio, pero estaba ahí. Agudizó sus oídos para tratar de escuchar con mayor claridad qué era lo que oía hasta que al fin lo reconoció.

«¿Una flauta?», pensó la pelíazul reconociendo el inconfundible sonido de dicho instrumento y también adivinando de dónde venía el sonido: de la mansión.

El misterio no hacía más que aumentar, ahora no solo tenía qué adivinar qué hacía una mansión en medio del bosque, sino también adivinar quién y por qué estaría tocando música en ese lugar.

Sin embargo, mientras continuaba con sus cavilaciones, la tonada de la flauta fue llenando más y más sus oídos, al punto de que la caballera empezó a prestarle más atención a la tonada que a sus propios pensamientos.

La tonada era hermosa, invitando a quien la escuchara a que se relajara, y así lo hizo ella cerrando los ojos para disfrutar más de la canción y dejar que le ayudara a olvidarse de todos sus problemas, de lo estresante que era estar en guardia todo el tiempo, de recordar que casi todos en su ciudad la odiaban…

La caballera se relajó tanto, que al cabo de unos minutos su mente se había quedado totalmente en blanco. Abrió los ojos y al mismo tiempo sus pies empezaron a moverse hacia la construcción. Llegó a la puerta frontal de la reja y la empujó, logrando abrirla sin ninguna dificultad y llegando al jardín cuya flora con sus perfumes le inundó los pulmones.

En el pórtico de la entrada estaba alguien, un chico de cabellos dorados quien era el responsable de esa encantadora melodía al tocarla mediante una bella flauta de oro mientras mantenía los ojos cerrados.

Al escuchar los pasos de la caballera, el chico abrió sus ojos y detuvo su concierto para dejar que sus labios se torcieran en una sonrisa por lo que veía: una bella mujer de excelente cuerpo enfundado en un ajustado traje de caballera, de piel nívea y cabello azul, caminaba hacia él con los orbes de sus ojos que si bien antes eran de un tono amarillo, ahora eran de un color dorado brillante, y con su boca abierta lo suficiente para que un hilo de baba ya bajara por su mentón hasta sus grandes tetas.

Con flauta en mano, el chico rubio saltó del pórtico y se acercó a la mesmerizada muchacha. La admiró con una gran sonrisa, poniendo especial atención en su busto húmedo por su propia baba, sus anchas caderas, redondas nalgas y largas y bien torneadas piernas.

—Pero mira nada más lo que capturé hoy —dijo con malicia.

Y así era. El chico era el dueño de un objeto conocido como La flauta de Pan , un objeto que podía poner a cualquier fémina que escuchara su melodía, en un fuerte trance hipnótico en el cual él básicamente podía moldear sus mentes a lo que él quisiera.

El chico tomó con sus manos una de las tetas de la muchacha para probar su tamaño y consistencia, sin que la pelíazul tuviera alguna reacción, y mientras lo hacía, él preguntó:

—¿Cuál es tu nombre, muñeca?

El epíteto “muñeca” había sido más literal que figurativo.

—Eula Lawrence, también me conocen como La bailarina de las olas .

Al escuchar el título de la mujer, el joven levantó las cejas, ya que una idea maquiavélica se acababa de fraguar en su mente.

—Con que bailarina, ¿eh…? —dijo relamiéndose los labios—. Escúchame bien Eula, porque voy a darte unas ordenes que van a reprogramar tu cerebro para cuando te despierte de este trance.

—Escucho —respondió Eula con una voz monótona.

—Mi nombre es Isao, desde este momento soy tu amo y tú eres mi obediente esclava, ¿entendido?

—Sí —respondió Eula igual de monótona.

—Sí, ¿qué? —preguntó Isao tratando de forzar la idea de la esclavitud en Eula.

—Sí… —comenzó Eula tratando de resistirse, pero el hechizo de la flauta era demasiado fuerte incluso para su férrea voluntad— Sí amo Isao.

—Bien —dijo Isao entre risas—. Ahora, “Eula Lawrence, la bailarina de las olas”, nunca existió, quien tú eres es “Eula, la bailarina del harén”, una obediente esclava que adora bailar de formas sensuales para su amo, usando trajes de harén, con el objetivo de excitarlo y así ganarse el honor de ser follada por su magnífica verga.

—Entendido amo —respondió Eula con su tono monótono de voz.

Isao sonrió por la forma tan fácil en que el hechizo de la flauta había sometido a esa mujer a su voluntad.

—Sígueme, esclava —ordenó el joven empezando a caminar hacia su mansión.

—Sí amo —respondió obedientemente la caballera.

Entraron a la gran casa que estaba tan bellamente adornada por dentro como por fuera, subieron por las escaleras de fino mármol hasta el segundo piso de la casa y por el pasillo Isao dirigió a su esclava hasta una puerta.

—En esta habitación se encuentran los trajes que usan mis esclavas —dijo el joven—, escoge el que más te guste, póntelo y te espero en mi habitación.

Y apuntó una puerta al final del pasillo.

—Sí amo —respondió Eula sin emoción y moviendo su cuerpo mecánicamente hacia el interior de la habitación.

Isao mientras tanto vio ese magnífico culo desaparecer tras la puerta. El joven sonrió con malicia; nada le costaría ver a la muchacha cambiarse, pero su nueva esclava tenía un cuerpo tan suculento, que estaba seguro de que al verla desnuda le saltaría encima de inmediato ¿y dónde estaría lo divertido en eso?

Con eso mente, caminó a su habitación para el espectáculo que estaba a punto de recibir.

Mientras tanto en aquel cuarto, Eula se encontró con un lugar lleno de trajes de la más fina seda de todos colores y diseños, pero todos con una característica en común: eran trajes dignos de mujeres integrantes de harenes. Había velos, escotes, sostenes, faldas, bragas, joyas… había mucho de donde escoger.

Aún así, el dominado cerebro de la muchacha se volcó a la tarea y empezó a recorrer los closets de esa habitación hasta que encontró un conjunto que le agradó, lo separó del resto y entonces empezó a quitarse sus ropas de caballero que ya no iban con una esclava como ella…

Mientras tanto Isao había entrado a su habitación, una recámara enorme donde resaltaba el amplio ventanal que daba a su jardín, la gran cama y el sillón de terciopelo en el que se había sentado. Tomó una botella de vino que estaba en la mesa a su lado y vació parte del contenido en una copa vacía para degustarla mientras esperaba porque su nueva esclava llegara uniformada para empezar la diversión.

No esperó mucho, al cabo de unos minutos se escuchó que llamaron a la puerta.

—Adelante esclava —dijo el joven y la puerta se abrió, entrando Eula por esta, pero ya no quedaba nada de la orgullosa caballera de los caballeros de Favonius.

Como le habían ordenado, se había deshecho de su traje de caballera y ahora estaba vestida como cualquier mujer que fuera parte de un harén. Había reemplazado el prendedor en su cabello por una flor de color azul, ocultaba su rostro detrás de un velo, sus tetas eran tapadas por un simple bra azul mientras que sus brazos llevaban mangas de seda. Dejaba a la vista su plano y bien marcado vientre y portaba una falda azul que apenas si ocultaba el hecho de que llevaba una tanga negra y además se abría por un costado dejando al descubierto una de sus largas piernas. Por toda su ropa habían varias monedas doradas a juego con las joyas que había elegido para su atuendo, como aretes de oro, una gargantilla alrededor de su cuello y en su muslo, en la pierna descubierta, un aro dorado, con todas estas joyas siendo adornadas por zafiros. A la Eula caballera no le gustaba llevar joyas, al recordarle los vicios de la antigua aristocracia que tanto negaba, pero a la esclava Eula le pareció apropiado para verse mejor para su amo.

Y había funcionado, porque Isao sonrió, dejó de lado su copa y aplaudiendo dijo:

—Muy bien esclava, te ves encantadora.

Aunque todavía tenía su mente dormida, el halago le agradó a la muchacha pues un leve rubor, muy notorio en su piel nívea, cruzó su rostro.

Isao mientras tanto sonrió y dijo:

—Bueno, es el momento de sacarte de ese trance… y que actúes como tu nuevo tú.

Y diciendo eso, chasqueó los dedos.

Los ojos de Eula recuperaron la vida, parpadeó un par de veces confundida viendo en donde se encontraba, en aquella habitación desconocida para ella, bajó la mirada y se vio vestida con esas ropas tan vulgares… y entonces lo recordó: Ella era Eula, la bailarina del harén, esclava del amo Isao y además, una mujer a la que le encantaba bailar de forma lasciva para que la recompensaran con una buena follada.

Recordando eso, se arrodilló frente al joven, bajó su cabeza hasta que su frente tocó el suelo y pegó las plantas al piso para luego decir, de la forma más sumisa que pudo:

—Amo Isao, su esclava Eula solicita de la manera más humilde que le permita bailar para usted y así ser merecedora de su magnífico pene.

Isao sonrió. No conocía nada de la vida anterior de Eula, pero el porte y sus ropas le daba la impresión de que era una mujer orgullosa, por lo que verla reducida a una puta sumisa le excitó de sobremanera.

—Claro esclava, puedes bailar para tu amo —dijo el joven.

Un golpe de felicidad dio de lleno en el pecho de la joven al tener el permiso de su amo para deleitarlo con su baile… y su cuerpo.

—¡Gracias amo! —gimió emocionada y se puso de pie para preparar su acto.

Comenzó llevando sus manos arriba de su cabeza y entonces empezó a marcar el ritmo con sus pies, tras eso dio un giro para que su amo pudiera ver todo su cuerpo a detalle, se detuvo dándole la cara a su amo y pasó de forma sensual sus manos por su cuerpo, empezando por sus tetas, luego bajando por su vientre hasta llegar a sus nalgas, bajó el torso regalándole a su amo una vista de su escote y luego volvió a levantarse llevando de nueva cuenta sus manos a su cabeza, como si toda ella fuera un látigo que acababa de dar un chicotazo, empezó a mover sus caderas de forma sugerente y volvió a dar un giro, esta vez para quedar dándole la espalda al joven y este pudiera deleitarse con la vista de sus nalgas moviéndose al son de una música que ella solo escuchaba, pero que las múltiples medallas en su ropa se las arreglaban para interpretar.

Isao tuvo que aceptar que el título de “La bailarina de las olas” no era solo un adorno bonito para esa mujer, ella de verdad sabía cómo bailar, pero estaba seguro de que las instrucciones que le había dado cuando estaba hipnotizada se las habían arreglado para hacer que a sus ya de por sí buenos pasos de baile, le agregara un tono picante que había hecho que no solo su polla se pusiera dura, sino que él no pudiera resistirse la tentación y la sacara de su pantalón para empezar a masturbarse.

Eula se mantenía ignorante de ese hecho, hasta que dio otro giro para quedar frente a su amo y entonces, sorpresa: se quedó congelada al ver la polla de su amo al aire.

Isao sonrió por la expresión de la joven, no era difícil de adivinar que, aunque hipnotizada, era la primera vez que veía un miembro masculino con sus propios ojos.

—¿Quieres esto esclava? —preguntó él con malévolo gozo.

La programación a la que le había sometido momentos antes hizo lo suyo.

—Sí amo —gimió la muchacha babeando un poco… y no solo de la boca.

Isao se carcajeó con burla y dijo:

—Complácela con tu boquita esclava, y tal vez la use en otros orificios.

—¡Sí amo! —exclamó Eula llena de felicidad y corrió con su amo, se paró frente a él y se dejó caer de rodillas.

Miró con una mezcla de devoción y curiosidad esa polla, la tomó entre sus manos para guardar en su mente la forma, consistencia, sensación y hasta el aroma de ella, la masturbó un poco con su mano y entonces se la llevó a la boca sin decir nada más, sintiendo su sabor en su paladar.

Isao disfrutó del espectáculo, viendo como la muchacha movía su cabeza de atrás hacia adelante para chupar mejor esa polla, y viendo lo ridícula que se veía su expresión haciendo eso, dándole la apariencia de un calamar. Estaba seguro de que si la “anterior ella” pudiera verse, se moriría de la vergüenza.

Pero aunque era un espectáculo digno de verse y la chupada era placentera, también se veía que esa chiquilla era muy inexperta todavía y por eso de vez en cuando chocaba sus dientes contra su glande, lo que le quitaba un poco de puntos, por lo cual era claro que tendría que intentar algo más.

—Basta esclava —ordenó Isao y Eula no solo se detuvo, sino que también sacó su polla de su boca, quedando sus bellos labios rosas embarrados de su propia saliva y líquido preseminal de su amo.

La muchacha se quedó ahí, de pie como una perrita esperando una orden de su amo, cuando este le acarició la cabeza y dijo:

—Vamos a la cama.

A falta de cola, Eula la esclava agitó su culo de emoción.

Amo y esclava fueron hasta la cama mientras el joven se quitaba la ropa para quedar desnudo y así, se tumbó boca arriba en la cama con su vara de carne apuntando al techo.

—Quiero que me montes esclava.

Una vez más la inexperiencia de Eula se hizo evidente cuando la muchacha se tomó un momento para tratar de entender qué era lo que le estaban ordenando, pero pronto unió los puntos y se subió a la cama, sentándose sobre las piernas de su amo. Se retiró el vestido y la tanga negra que llevaba para dejar a la vista de su amo un lampiño coño blanco.

«Inexperta pero bien que se depila», pensó Isao con burla.

La muchacha mientras tanto continuó con lo que se le había ordenado. Tomó la polla de su amo y flexionó las rodillas para levantarse y colocarse sobre esta, la apuntó a la entrada de su vagina y una vez ahí, empezó a bajar de a poco para ir introduciendo la primera polla de su vida en su interior, pero de repente se detuvo, e Isao supo porqué: con su glande sintió una leve membrana bloqueando el paso de ese conducto. La muchacha era virgen.

Isao sonrió, le daba algo de ternura que esa mujer caballero todavía conservara su virtud, pero a él poco le importaba: la tomó de las caderas y la obligó a bajar hasta sentarse en él, sintiendo cómo con su pene rompía el himen de la joven y esta soltaba un grito tanto de dolor como de sorpresa.

La chica jadeaba mientras grandes lágrimas bajaban por sus mejillas, sintiendo el dolor de haber dejado de ser casta en tan solo unos momentos, pero su amo no era alguien que tuviera mucha compasión:

—Haz lo que se te ordenó esclava.

—S-sí… —gimió la muchacha y empezó a moverse para saltar sobre su amo y sentir como ese pene salía un poco para volverse a meter en su interior.

El dolor de sentir su himen destrozado junto al de sentir como su coño se iba expandiendo para que ese falo entrara dentro de ella era indescriptible, pero poco a poco el dolor fue cediendo y cambiando a placer, lo que hacía que su llanto se convirtiera en gemidos.

Isao mientras tanto no solo se contentaba con sentir como ese coño le apretaba por lo estrecho que estaba, sino también viendo como las tetas de esa mujer rebotaban frente a su cara dentro de ese sostén. Estiró la mano para tomarlo y de un tiró lo bajó casi hasta el ombligo de la chica, liberando esas dos bolas de carne de su prisión de seda y dejando la vista de esos bonitos pezones rozas que ya se encontraban erectos, prueba irrefutable de que pese al dolor, la excitación de la chica era mayor.

Pero pronto los movimientos rápidos de Eula y sus apretadas paredes vaginales que apretaban con la fuerza de un puño, hicieron mella en la resistencia de Isao y este no pudo contenerse, terminando viniéndose dentro de la muchacha, quien solo pudo sentir como por primera vez en su vida su útero se llenaba de semen caliente y así, agotada, una vez que su amo terminó de llenarla, cayó rendida sobre su dueño.

Isao por su parte mientras recuperaba el aliento luego de ese delicioso orgasmo, sintió el peso de la muchacha sobre él y la sensación de los senos desnudos de ella contra su pecho. La sola sensación bastó para que su polla recuperará algo de vigor y por un momento se planteó la idea de seguirla follando de manera vaginal, pero desde esa posición en la que estaba vio las nalgas de la muchacha y decidió que, si ya le había robado la virginidad vaginal, no sería lo único que le robaría ese día.

Se quitó a Eula de encima y la arrojó a un lado de él, para poderse levantar de la cama e ir hasta su closet, lo abrió y de este extrajo un frasco en cuya etiqueta podía verse el dibujo de un slime dendro.

Isao regresó con el frasco y ladró una orden:

—Ponte en cuatro, esclava.

—Sí… amo… —respondió Eula todavía agotada, pero aún así obediente, para después adoptar la posición que su amo le había ordenado.

Una vez que su esclava estuvo sostenida por sus manos y rodillas sobre la cama, Isao se colocó detrás de ella, mirando ese coño recién desflorado que rumiaba su semen mezclado con la sangre que había quedado del himen de la chica, pero después levantó un poco la mirada a lo que había entre esas dos magníficas nalgas: esa pequeña rosca marrón que pronto serviría como otra “entrada” para él.

Abrió el frasco y vio su contenido: una pasta viscosa que se había hecho con un slime dendro. Introdujo su mano en ella y se embarró el dedo índice con la sustancia y una vez consideró que tenía suficiente, hizo lo que seguía: dirigió su dedo al ano de Eula y empezó a meterlo dentro de este, para lubricarlo, mientras que la esclava al sentir esa invasión, primero soltó una exclamación  de sorpresa y después empezó a soltar pequeños “Oh…” de placer.

El proceso no tardó mucho, le bastó un par de pasadas a Isao para sentir que ese conducto ya había quedado bien resbaloso. La tarea, sumado a los gemidos de la chica y la expectación de lo que iba a pasar, mientras tanto sirvió para que la verga del joven se terminara de poner dura justo a tiempo para su nueva tarea.

Cerró el frasco y lo dejó de lado, se levantó lo suficiente para que su polla estuviera a la misma altura de las nalgas de Eula, las cuales golpeó un poco para que la chica se fuera preparando para lo que venía, y tomó su falo para irlo apuntando al pequeño anillo de la muchacha e irlo introduciendo de a poco.

El orificio estaba apretado, mucho más que el coño, pero con ayuda del lubricante que había usado, irse metiendo en esa estrecha cueva no era una tarea tan difícil y además, era bastante placentero estar escuchando como su esclava gemía al sentir como su recto se iba expandiendo ante esa invasión.

Pronto la verga de Isao fue engullida por completo por ese conducto y el joven sintió las firmes nalgas de su esclava contra su vientre, por lo que pudo empezar de una vez con las embestidas que se esperaban en el sexo anal.

La sensación era grandiosa: el calor, la estreches de este, las nalgas de la muchacha contra su piel, los gemidos de la esclava que pasaban del dolor al placer con una velocidad tan vertiginosa que ya no se sabía de qué era cada uno de ellos…

Una vez más el resultado de tal suma no tardó en llegar e Isao volvió a sentir un fuerte orgasmo que no tardó en terminar en una eyaculación que esta vez le llenó los intestinos a Eula mientras que esta no podía evitar gritar, presa de un poderoso orgasmo.

Los dos amantes se quedaron en esa posición unos segundos, uno para disfrutar mejor del momento y otra porque su esclavizado cerebro no le permitía moverse hasta que le dieran la orden, y al fin Isao se decidió a salir del ano de Eula, para ver como ese pequeño agujero ahora estaba dilatado al tamaño de su polla y empezaba a rumiar su semen.

—Ya puedes descansar esclava —ordenó Isao y agotada, Eula se desplomó sobre su propio peso, jadeando pero con una gran sonrisa en los labios.

Isao se acostó al lado de ella y le acarició su cabellera azul, contemplando lo linda que se veía luego de experimentar aquel orgasmo anal.

Ahora venía la parte tediosa: dejarla descansar, luego asearla, volver a vestirla y lavarle el cerebro para que no recordara nada de eso y llenar el tiempo vacío entre que había sido hechizada hasta que había sido liberada.

Volvió a mirarla, su cuerpo desnudo y una expresión que claramente decía que quería seguir siendo follada, con su sonrisa boba, la lengua de fuera y sus ojos casi haciendo viscos.

Tenía que aceptar que no solo era por mucho la mujer más hermosa y sabrosa que había capturado, también que pese a su inexperiencia, había sido uno de los mejores polvos que había tenido y quizá podrían ser mucho mejores si entrenaba a esa joven para ser la esclava sexual perfecta.

Sonrió. Sí… Isao siempre dejaba ir a sus juguetes, que se quedara con uno para variar no haría daño.

—Dime esclava, ¿quieres quedarte para siempre con tu amo? —preguntó.

Lo que Isao no sabía, es que el dolor de sentir su himen siendo destrozado había despertado un poco a la Eula caballera. La Eula caballera pudo haber luchado para recuperar el control de su cuerpo y quizá lo habría logrado gracias a su fuerte voluntad… pero no lo hizo. Al darse cuenta de lo que ocurría, al ser la esclava sexual de ese hombre por primera vez en su vida se sintió libre tanto de sus responsabilidades con los caballeros de Favonius como de las ataduras de su clan, ese hombre iba a darle placeres y mimos y solo le pedía una cosa a cambio: completa obediencia.

Por eso, cuando él le preguntó sobre lo que realmente deseaba, dejó que el hechizo de la flauta volviera a someter su mente:

—Sí amo —respondió con una sonrisa boba—, Eula la bailarina del harén quiere quedarse para siempre con su amo y ser un objeto de su propiedad.

La sonrisa de Isao se ensanchó. Eso lo decidía: ahora su mansión tenía otra inquilina.

Afterwords: Este relato fue comisionado por el lector Shadowmirrow, ¡muchas gracias por tu apoyo y espero que el relato haya sido de tu agrado! Si tú también quieres un relato comisionado, ponte en contacto conmigo para más informes a mi dirección de correo electrónico o a mi cuenta de Twitter, ambos enlaces los encuentras en mi perfil de autor.