Gemelas-Lo que se ve desde la terraza
Hermanas y gemelas. Carta 3/3
Y en esta tercera carta mi gemela ya es mía. Mi máxima ilusión se ha cumplido. Me he hecho de mi hermana más rápido de lo que pensaba. La tengo a mis pies, dispuesta para mi, dispuesta a mis caprichos, ansiosamente necesitada de su hermana. ¡Tan iguales, tan distintas!.
Prefiero hablar contigo lo que me pides que escriba. Esos sentimientos que se despiertan cada día que me atas, es muy dificil ponerles orden y encajarlos donde corresponden porque se mezclan y camuflan.
La forma que me despiertas ya me hacen temer lo que ya hayas pensado hacerme. Se que de poco sirve que me resista porque ya has sacado la fuerza para dejarme indefensa y hacerme lo que quieras sin las represiones que me dices que tengo evitar. Esas que casi estoy segura que te frenan mas a ti que a mi.
Es verdad que me resisto, poco, cada vez que empiezas. Es verdad que me enfada cuando me despiertas para atarme, no se si esta bien dicho para jugar conmigo. Me pone de mal humor, aunque a medida que vas dando vueltas a las cuerdas van saltando las chispas con las que vas a encender mi fuego y tu llama.
Es verdad que a medida que vas envolviéndome con las cuerdas, a dejarme más limitada con cada vuelta de cuerda, me siento más ansiosa. Es verdad también que cada roce con el que cubres mi piel me entrega más a ti. Es verdad, ama (así quieres que te llame cuando tenemos "sesión"), que cada vez me haces como si naciera con cada una de ellas.
¿ Qué me estas haciendo ?. ¿Cómo es posible que con la humillación que me haces vivir sienta tanto placer y sea capaz de llegar hasta donde quieras?.
Me humillas diciéndome que vas a meter esas bolas chinas, en el culito. El miedo al daño que me vas a hacer me hacen suplicarte que no lo hagas. La forma en que me avisas que lo vas a hacer y que forma parte de esto me humilla, me recorre un escalofrio todo el cuerpo, enciende la llama que ya arde dentro de mi. Solo me falta pedirte que antes me hagas sentir una reina envuelta de los orgasmos que me quieras dar o me los de yo misma. El dolor me corta la respiración, pero tu decision es firme. Me siento reventar hasta que las has metido y se acomodan dentro. Cada pequeño gesto las mueve y me doblegan a lo que quieras de mi. Pero sigues ocupándote de dejarme tan inmóvil que evitas que sienta el placer que me gustaría sentir. Pero lo cambias por otro más intenso, más indescriptible. Evitas también que pueda ver nada, me anulas. Impides que pueda saborear lo que estás preparando con anticipación.
Espero que cuando leas esto te asombres porque he terminado por intuir por qué me tapas los ojos. Al menos me gusta pensarlo. Me imagino con los pechos adelantados, mostrándolos más erguidos. Provocativos, rodeados de las cuerdas que has puesto a su alrededor. Me duelen, las cuerdas, la piel, las articulaciones. Parece que van a salir de su sitio. Pero confío en ti y se que tendrás cuidado. Me mantienes tan en tensión que no puedo respirar de otra forma, tomar aire con gemidos que no se terminan, de quejas que no cesan.
Me veo delante tuyo, mirando cada centímetro por el que pasas las cuerdas. Y me humillas solo pensar las partes íntimas que debes estar mirando. Quiero pensar que no es con lujuria, aunque si con un brillo en la mirada que me ocultas por la venda con la que tapas mis ojos. Y eso me excita. O me humilla. No se qué pensar ni lo que siento, pero me anula y me hace desear provocarte. Pienso que no eres tú y me pongo pícara, sometida, pero pícara. Pienso que te gusta las insinuaciones casi vedadas que te lanzo. Pero enseguida me recuerdas lo que soy, tu esclava. ¿ Y que hace una esclava? ¿ Que se le hace a una esclava ?
Cada vez que tensas una cuerda, que estiras de ella para limitarme más estoy tentada de pedirte que pares, que me dejes libre. Y ¿ sabes ?, he tenido momentos que me he sentido más libre así que en muchos otros momentos de mi vida. Has sacado esa libertad que había no sé donde. La libertad que quieres que te entregue siendo tu esclava. Y te la entrego si consigues que esta libertad que siento sea constante. Soy tu esclava y lo sabes. Por eso toma esa libertad y hazla tuya. Eso siento cada vez que me haces lo que sea y logras que con el dolor y la humillación me sienta intensa, excitante como sé que te hace sentirlo a ti. Lo dice tu mirada, tu entrepierna. Me pides que me libere, pero ¿lo haces tu?.
Ya me tienes en la silla, sentada, pendiente de lo que puedas hacerme. La cuerda da vueltas a mi muslo, tensa, abres la pierna, estiras más y la atas empujada hacia atras. Dios me veo mostrándote la ingle y una parte del sexo que has tapado con otras cuerdas y que me daba placer con las contracciones y el movimiento que cada vez se veía más limitado. La otra pierna exactamente igual, abierta, tensa, atada hacia atrás. Ya estoy totalmente abierta para ti, como un bulto incapaz de hacer nada, ofrecida para ser follada por quien fuera, por quien tu quisieras, o ¿ por que no por ti ?. ¿ Te hubieras atrevido ?, ¿ hubieras penetrado con tu pene de goma a una pobre mujer indefensa, humillada, exhibida tan abierta de piernas, con su sexo tan al alcance de cualquiera ?. Piensa lo que podía estar sintiendo así, dolorida por la posición, pieras muy abiertas hacia atrás y hacia abajo por la cuerda que habías atado a los tobillos. Inutilizada. Un paquete para dar placer.
Me pides que te escriba lo que siento, lo que pienso, todo. Ya lo hago. Pero ¿te has imaginado tu lo que yo estaba sintiendo, pensando, lo baja y ansiosa porque siguieras y me usaras, hicieras lo que quisieras?. Pues eso es lo que sentía. Una humillacion inmensa, envuelta de dolor y deseo, un placer que, como me dijiste, iba a ser inmenso.
Joder, ama, creo que ya se ha separado la barrera de lo que eres de como te veo. Te he provocado, me he insinuado, superando la humillacion y a la vez humillándome más con cada insinuación. Te has dado cuenta y que mejor forma de humillarme más aún que con la sorpresa que me tenías preparada. Dirías que hemos dado un paso más, que ya he descubierto la vejación, con cada una de sus letras, con toda la fuerza de su sentido. Asomada a la puerta de la terraza, abierta, no solo la puerta, abierta tu esclava, muy ofrecida, enseñando el coñito, las tetas pellizcadas por las pinzas que tanto se clavan en los pezones, con el collar y la mordaza. Solo pensar que podían verme, que cualquiera podría ver a la putilla de tu esclava, me vejaba, me hacía morir de vergüenza, rezar para que me sacases de allí. Ni la mirada suplicante lo conseguía, ni las lágrimas que te imploraban. Joder, me sentía nada, muy humillada, un bulto para lucir, para lucirlo mostrándolo, sintiendo las miradas de desprecio de que pudieran descubrirme. Y las de lujuria, de los depravados salidos que me dijeran guarradas o hicieran gestos tan obscenos que me hundieran más aún.
Y sin embargo, sabias que pese a eso, en cuanto me sentía protegida, me estaba gustando. Me habias advertido que me ibas a humillar tanto que iba a perder el sentido. Y lo he perdido. He pasado a no ser yo, a ser tu esclava y desear que lo repetieras, que me hicieras sentir tan baja que todo lo demás perdiera sentido.
Me he sentido feliz cuando has decidido concederme ponerme a salvo por el ofrecimiento de hacer lo que quisieras. Me he dado cuenta que eso implicaba más aún, que ibas a hacerme lo que quisieras.
Tus manos recorriendo mi cuerpo, pellizcando y estirando las tetas, estirando de los castigados pezones, dios, me han llevado a tu cielo. Lo que hubiera dado por correrme. Me has dado un dolor tan intenso, tan fuerte que me has llevado al éxtasis con cada gota de cera que has dejado caer en mi piel. Me has hecho arder con tanta fuerza que no podía hacer otra cosa que tensarme, llorar, pedirte clemencia por la intensidad del sufrimiento que me dabas. Suplicaba que se acabase, que lo acabases, que te estabas pasando y que en cuanto pudiera te mandaría a la mierda. Pero, joder, en cuanto paraba la llama, la cera ardiendo, tibia y cuajaba sobre mi piel, una tranquilidad, una forma de orgasmar sin hacerlo salía por cada poro que habías cubierto con la cera. El cuerpo derrotado, la mente entregada, agotada, relajaban todo mi ser a pesar del dolor de la posicion, de las cuerdas, de las pinzas en los pezones estirados, castigados. Cada vez que lo has hecho te he odiado y te he adorado. Como te decía, ya te veía como lo que eras. O deberia quizá decir lo que eres. Mi ama.
Cada vez me sorprendes más. Me tenías preparada una última sorpresa. No dejas de hacerlo. Con esas pulseras anchas de cuero, unidas por esas cadenas, puestas en las manos y en los pies. Aún me querias más limitada, que no pudiera moverme con libertad, que mis gestos fueran pobres, humillantes. Y encima lo rematas con ese cuero que has puesto tapando mi sexo. Como te estabas pasando, no dejabas que pudiera hacer nada que no estuviera controlado por los gestos o por lo que tu deseabas. Me has limitado hasta lo indecible, no podía ni desfogarme, ni cuando me recuperase. No has querido que pudiera tocarme. Aunque agotada, me has humillado más todavía, privándome del placer que pensaba que me merecía. Pero claro soy tu esclava.
Con pasos lentos he ido a mi habitación, te he esperado sentada en la cama. Es muy humillante, me has rebajado, teniéndote que pedir que me quitases eso del sexo para poder ir al aseo. Nada de hacer nada hasta que quisieras que lo hiciese.
Humillada,enfadada, sumisa, he seguido en tus manos. Desnuda, limitada, ante tu atenta mirada que no dejaba de observarme ni de fijarse en mi desnudez, he recogido cuanto he podido hasta ayudarte a hacer la cena y poner la mesa. He hecho gestos, me he movido pegada a ti, moviendo inocentemente las tetas ante tu mirada, pero no has querido hacerme caso. Me has vuelto a humillar así. Hasta que de vuelta en mi habitación, sobada, magreada, cuando pensaba que ya no conseguiría mis orgasmos, me has llevado de nuevo a tu cielo, sometida, limitados mis gestos con los brazos enganchados por las cadenas, con los orgasmos más intensos que he tenido jamás .
Me has dejado satisfecha, más que satisfecha. Feliz, entregada. Tu esclava. He intentado dormir. Pero solo lo he conseguido profundamente después de la sonrisa que solo he sido capaz de dirigirte antes de que te fueras al trabajo. Aunque ha sido una sonrisa sumisa, de agradecimiento. Por todo.