Gemelas

Duermo con mi madre desde que se quedó viuda. Yo tenía dos años. y cada noche gozaba acariciándola. Cuando desarrollé, mis caricias empezaron a ser distintas y el día que cumplí 18 años me madre me pidió que la follara.

Gemelas.

Mi historia no tiene nada de extraordinaria, las cosas sucedieron de la forma más natural y todo lo que ha pasado después ha sido por causa de lo que cuento al principio de este relato.

Cuando yo no había cumplido dos años mi padre murió en un accidente de trafico. Mi madre, que me tuvo siendo muy jovencita, decidió quedarse en la casa que había alquilado con mi padre y gracias a dios tuvo la ayuda de su familia. Su padre, corredor de seguros, la puso a trabajar con él y le dio todas las facilidades posibles para atenderme como madre.

Desde que yo tengo memoria mi madre y yo hemos dormido en la misma cama. De hecho, pasé de la cuna a la cama.

Ya de mayor mi madre me contó que siendo yo un bebé mi madre me sacó de la cuna y me metió en su cama, comprobó que dormía más a gusto y que estaba más segura teniéndome a su lado y de esa manera tan sencilla pasamos a dormir juntos.

Me acuerdo que desde pequeño he disfrutado acariciando sus tetas que durante mucho tiempo fueron las que me daban alimento y que yo consideraba mías. Tengo un recuerdo difuso en el que estamos los dos en la cama y yo estoy mamando de su pecho, yo debía tener unos tres o cuatro años. Mi madre recibía mis caricias con agrado, yo la oía ronronear como un gatito.

Recuerdo con ternura como cada noche yo me dormía abrazado a ella, con mi cabeza apoyada en su pecho y con su mano acariciando mi cabeza. De niño yo era muy miedoso y con frecuencia me despertaba temiendo no se el qué. Me bastaba con arrimarme a ella, sentir su calor junto a mi para que me volviera a dormir en la seguridad de que ella me protegía de cualquier mal.

Además de compartir cama lo compartíamos todo, mi madre me decía como le había ido el día o cuando salía con unas amigas. No teníamos secretos, yo dada mi edad pocos podía tener. En lo cotidiano, en verano en nuestra ciudad hace mucho calor, no nos daba el más mínimo corte andar en paños menores o incluso vernos desnudos por la casa. Tampoco faltaban las expresiones de cariño entre los dos, sin necesidad de que pasara nada nos comíamos a besos cuando estábamos viendo la televisión.

Yo sentía que ella me adoraba y a mí dedicaba su vida, por mi parte ella era lo único que me importaba en el mundo. Nunca he sido una persona sociable, nunca he tenido amigos, mi madre era todo lo que yo necesitaba en la vida.

Así las cosas, cumplí años y creo recordar que fue a partir de ese momento cuando empecé a disfrutar de una forma distinta el acariciar a mi madre. Algo que había hecho toda mi vida con naturalidad pasó a ser algo que necesitaba hacer cada noche antes de quedarme dormido, hacía lo de siempre, pero recibía un placer nuevo.

También es verdad que mis caricias seguían siendo carentes de malicia. A mi me gustaba acariciarla y lo hacía con la mayor naturalidad.

Hasta jovencito fui un chico esmirriado pero el desarrollo produjo en mi un cambio radical. Crecí como si se acabara el mundo, me creció pelo donde me tenía que crecer, ahora se que mis hormonas explotaron. Mi madre también lo noto.

Una noche que me acosté después que ella, fui a la habitación pensando que estaría dormida, en el fondo me daba lo mismo. Entré en el cuarto y con la misma naturalidad con que lo había hecho siempre, me desnudé para ponerme mi pijama. Mi madre estaba despierta leyendo un libro.

  • Mi niño se está haciendo un hombre, no me había dado cuenta de tu cambio. Y además veo que estás muy bien armado.

  • Por dios, mamá, no me hagas que me avergüence.

  • No te tiene que dar vergüenza, estás desarrollando y eso es lo natural. Te ha salido pelo y ya me sacas una cabeza de altura.

  • Tu también tienes pelo y yo no te digo nada.

  • No le hables así a tu madre. Vale, perdona. Yo ya soy mayor y tener pelo es lo natural. Cualquier día de estos me depilo que es la moda.

  • A mi me gusta mucho como está.

Si lo vieras depilado te iba a encantar, sería como si tuviera doce años.

Me metí en la cama y como cada noche apoyé mi cabeza en su pecho y acaricié su vientre por encima del camisón.

Mi madre cerró su libro y apagó la luz.

Aquel día en vez de dormirme de inmediato, tardé en hacerlo, atareado en acariciar a mi madre.

Al cabo de un rato oí su voz.

  • Que te pasa, estás desvelado.

  • No se mamá. Estoy tan a gusto acariciándote que no me viene el sueño.

  • Pues a mi tus caricias me llevan al sueño de inmediato, ya estoy casi dormida. Duérmete.

Esa noche cambié mi rutina, acariciarla las tetas no era nada nuevo pero esa noche hice algo que no había hecho nunca, mi mano descendió a lo largo de su vientre hasta alcanzar la mata de pelo de la que acabábamos de hablar. Me bastó con eso, con acariciar sutilmente el vello que tapizaba su sexo, no me atreví a pasar de su monte de Venus. Durante unos instantes jugué con mis dedos entre los suaves rizos y me encantó.

Esa suave caricia me produjo una excitación de caballo. Me sentí confuso, no era la primera vez que me empalmaba, pero nunca hasta ese extremo. Me asusté, pensé que la inflamación desaparecería sola, pero no solo no descendió, empecé a sentir dolor en los testículos, un dolor tremendo.

Cuando ya había pasado un buen rato hice lo único que sabía hacer cuando surgía un problema. Llamé a mi madre.

  • Que te pasa, cariño, ¿estás desvelado?

  • No, pero es que tengo un problema que no se como resolver.

  • ¿Estás malo?

En vez de darle explicaciones encendí la luz y levanté las cobijas.

  • Mira como se me ha puesto, dura como una piedra, y también me duelen los huevos, los tengo hinchados.

  • Tu lo que tienes es un calentón ¿Que has hecho?

  • Nada.

  • Nada no, algo has hecho para excitarte de esta manera. Dime la verdad.

  • Te he acariciado

  • Solo eso, cada noche me acaricias, ¿has hecho algo nuevo?

  • Bueno, he bajado la mano más que nunca y te he acariciado el pelo.

  • Te has puesto a jugar con mamá y te has excitado. Eres un niño travieso. Acariciarme las tetas no te ha parecido suficiente y has querido más. Pues tienes que bajar esa inflamación o te va a doler más.

  • Y como hago para que se me pase esto.

  • Tócate y se te pasará.

Mi respuesta dejó convencida a mi madre de que su hijo era el más tonto de España, y el más inocente.

  • Y cómo me toco.

  • No te has tocado nunca.

  • No.

  • Vale, no te puedo dejar así, esta vez te voy a ayudar yo, pero toma nota de lo que hago porque no lo voy a repetir, así que aprende.

Y mi madre con toda naturalidad cogió mi polla y me empezó a hacer una paja, la primera paja de mi vida.

  • Se te ha puesto enorme, que barbaridad. Y la tienes ardiendo. Y los huevos los tienes hinchados ¿o son siempre así?

Solo el sentir su mano cogiéndome me llevó al séptimo cielo, pero claro la cosa no paró ahí, me masturbó. Yo tuve la sensación de que la vida se me iba con cada caricia.

  • Te está aliviando lo que te hago, fíjate tienes que mover tu mano arriba y abajo.

  • Me siento mucho mejor. Sigue. Nunca había sentido un gusto tan grande, siento que voy a morir.

  • No te vas a morir, cariño, lo que vas a hacer es correrte, te va a dar mucho gusto y vas a lanzar semen por tu verga (Esa fue la primera vez que oí a mi madre decir verga)

  • Te puedo acariciar las tetas.

  • Cuando me has pedido permiso para acariciarme las tetas.

Era claramente un si y me prendí a ellas, algo que había hecho a diario durante más de diez años pero que esa vez fue algo completamente distinto. Si noté que sus pezones estaban duros como piedras, no siempre lo estaban.

Mi madre siguió a su tarea y yo no tardé en llegar al éxtasis, noté una oleada de placer que me recorrió el cuerpo y como me había adelantado mi madre me corrí.

Para evitar que lo regara todo me tapó el prepucio con su mano.

Y cuando yo estaba disfrutando de las replicas de mi orgasmo, cuando todavía no me había recuperado vi como mi madre se llevaba la mano a la boca y le daba una lamentada, no solo eso, me invitó a mi probara.

  • Tienes un semen muy rico, no todos los hombres lo tienen, toma, prueba. Me encanta. El ayudarte a ti, como lo he hecho, me ha excitado a mi también.

  • Y yo que puedo hacer, como te ayudo.

  • No tienes que hacer nada, pero mira.

Cogió mi mano y la llevó a su entrepierna.

  • Ves que estoy muy mojada, cuando una mujer está mojada es que está excitada. Conviene que sepas reconocer cuando una mujer está caliente. Bueno ya te ha bajado la inflamación, la próxima vez que te pase te tocas tu solito.

El que mi madre me hiciera la primera paja fue algo que cambió mi vida.

Los días siguientes solo tuve un pensamiento en mi cabeza, que mi madre me volviera o tocar, que repitiera lo que me había hecho.

Es verdad que en un par de ocasiones intenté imitarla, pero los resultados no fueron los que yo esperaba. No conseguí ni de lejos el placer que ella me daba, no llegué ni a correrme.

Pasados dos o tres días en los que no pensé en otra cosa no pude aguantar más. Cuando nos fuimos los dos a dormir, en contra de lo que, para mi era habitual, no perdí detalle al ver a mi madre desnuda. Ella se comportó exactamente igual que siempre, el que no era el mismo era yo.

Se quitó el vestido y lo colocó sobre una silla, a continuación de desabrochó el sujetador. Aunque de medio lado pude ver sus tetas desnudas, las mismas que había visto cientos de veces pero que ese día me parecieron distintas, redondas, tersas, llenas, no eran muy grandes, pero a mi gusto eran perfectas, con una areola y un pezón pequeños.

Lo siguiente fue quitarse las bragas, mi madre usaba bragas de las antiguas, grandes y de algodón blanco. Cuando se las bajó, dejó al descubierto un culo grande, redondo, un culo al que yo no había dado importancia hasta ese día.

Pensé: soy idiota, ese tesoro a mi alcance y no le he dedicado ni una caricia. Me propuse recuperar el tiempo perdido.

Mi madre se pudo un camisón que le llegaba a media pierna y se metió en la cama.

Me coloqué en cucharita detrás de ella, una postura inusual que me impedía apoyar mi cabeza en su pecho. Impresionado todavía por sus nalgas metí mi mano por debajo del camisón y empecé a acariciarlas. Me encontré dos cerros de carne dura como una piedra, pero con una suavidad que me recordaba a la de sus pechos.

Llevaba un rato disfrutando de sus carnes cuando la oí.

  • Que te pasa, ¿has descubierto que tu madre tiene culo? Nunca me habías acariciado así.

  • Te he visto cuando te desnudabas y me ha parecido que tienes un culo precioso.

  • No te habías dado cuenta hasta hoy. Pues que sepas que mi culo siempre ha vuelto locos a los hombres. Tu no ibas a ser una excepción.

  • No me había fijado, pero llevas razón, tienes un culo precioso.

  • Yo creo que soy un poco culona. Y que pasa, que te gusta.

  • De culona nada, tienes un culo perfecto. Me está encantando. De ahora en adelante le voy a prestar atención.

  • Te estás volviendo un descarado. No te conformas con acariciar cada noche las tetas de tu madre y ahora quieres tomar posesión de mi culo.

  • Si te molesta lo dejo.

  • No cariño, a mi que me acaricies toda me gusta mucho, en el culo también. No sabes como me alivia de tantos años de escasez. Me haces unas caricias muy dulces.

La postura, el que yo estuviera pegado al culo de mi madre y el que le estuviera acariciando las nalgas y los muslos hicieron, como no podía ser de otra forma, que me viniera arriba, tanto como para que mi madre lo notara.

  • Cariño, vamos a dormir porque noto que te estás excitando. Has aprendido ya a quitarte la erección.

  • No mamá, lo he intentado tres o cuatro veces, pero no consigo llegar a donde tu me llevaste. No se hacerlo como tu.

  • A veces creo que estoy en la cama con un hombre y otras que estoy con un niño.

  • Y tu con quien quieres estar.

  • Yo quiero estar con mi niño, pero en algunos momentos me vuelve loca estar con un hombre. Desde que murió tu padre el único hombre que ha estado en la cama conmigo eres tu.

Se dio la vuelta y sin mediar palabra me agarró la verga.

  • Huy la tienes muy gorda, te tiene que doler. Casi no puedo abarcarla con mi mano.

  • Si mamá me duele mucho y solo tu me puedes quitar el dolor.

Yo me tendí boca arriba, ella se puso a mi lado y pasó uno de sus muslos por encima de los míos. Sentí sus tetas apoyadas en mi pecho, yo seguí acariciándole el culo. Las nalgas de mi madre estaban al rojo vivo.

Me empezó a masturbar y como su sexo lo tenía apoyado en mi muslo noté, sin ningún genero de duda que, como su culo, estaba caliente y además húmedo.

En mitad de la maniobra hizo algo que no había hecho nunca, tanto fue así que me cogió desprevenido, acercó su cara a la mía y me besó. Me había dado hasta ese día miles de besos, pero ese beso fue diferente. Junto su boca a la mía y tan pronto nuestras bocas estuvieron juntas lanzó su lengua entre mis labios. La sorpresa me impidió ser más rápido, pero aún así tardé solo un instante en recoger su lengua con la mía.

El beso duró una eternidad, y solo nos separamos cuando ninguno de los dos podía apenas respirar.

Paramos un momento y en esta segunda ocasión fui yo quien tomó la iniciativa, le lancé sobre su boca que me esperaba abierta deseando ser ocupada.

El placer que yo sentía con las caricias de mi madre fue multiplicado al tomar yo posesión de su lengua.

En mitad de la tarea que mi madre había iniciado junté el valor necesario para pedirle.

  • Me estás dando mucho gusto, pero yo no te estoy dando nada a ti, te quiero tocar.

No me contestó, simplemente cambió de postura, se echó boca arriba junto a mi, sin soltarme.

Interpreté correctamente su movimiento, mi mano descendió a lo largo de su vientre y no paré hasta que tomé contacto con su sexo.

  • Tu también estás excitada, estas muy mojada.

  • Si cariño, me tienes muy caliente, acaríciame despacito que lo tengo muy sensible.

De forma instintiva metí mis dedos entre sus pliegues buscando la fuente de tanta humedad. En mi camino fue inevitable que acariciara un extraño botoncito duro. Cuando se produjo el contacto mi madre me dijo.

  • Ahí, ahí es donde me debes acariciar. Ese es mi clítoris y que me acaricies ahí me vuelve loca. Sigue por dios sigue, se me había olvidado el gusto que siento cuando me tocan mi clítoris. Suavecito, mi amor, suavecito.

Ese día supe que mi madre necesita muy poco para alcanzar un orgasmo. Mientras ella seguía dándome gusto empezó a contarme lo que ella sentía, yo estaba feliz haciendo que mi madre disfrutara. Ni en mi mejor sueño hubiera pensado que yo era capaz de proporcionarle tanto placer.

  • Eres un niño malo, me estás volviendo loca, ya ni me acuerdo de la última vez que sentí lo que estoy sintiendo, por dios no dejes de acariciarme, sigue mi amor, sigue, que estoy a punto de correrme.

Inocente de mi yo pensé que iba a eyacular como yo. Seguí haciendo lo que mi madre me pedía con toda suavidad.

  • Me voy a correr, mi amor, me voy a correr, un hombre me está haciendo correrme, sigue que me vas a matar, sigue que me estoy corriendo, me corro, me corro, me corro

El oír que mi madre se corría por mis caricias produjo en mi un efecto instantáneo.

  • Yo también me voy a correr, siento que me voy, siento que me corro, que te voy a dar toda mi leche.

  • Dámela que es el mejor regalo que me puedes hacer, ver como te corres para mí. Córrete mi amor. Échame tu leche encima de mi, en mi barriga que quiero sentirla caliente, dámela toda.

Y me corrí, sentí como mi cuerpo se vaciaba por completo, sentí unas descargas sucesivas y me desplomé sobre la cama.

Mi madre cambió otra vez de postura, se echó sobre mi.

  • Ya no tengo un niño en la cama, ya tengo un hombre que me vuelve loca de placer. Me he corrido muy rico, hijo mío.

  • Carmen (nunca en mi vida le había llamado por su nombre) quiero que me llames Pablo cuando estemos en la cama, yo te llamaré también por tu nombre.

  • Si eso quieres eso haré, ahora eres el hombre de la casa. A cambio te pido que no hables con nadie de lo que hacemos en la cama. La gente es muy sucia y lo entenderían de otra manera. ¿A ti te perece mal lo que hacemos?

  • A mi me parece lo más rico del mundo, ver tu placer me mata. No te preocupes yo guardaré el secreto.

Ese simple cambio en la manera de dirigirnos uno al otro tuvo sus consecuencias, bastaba con que ella o yo al dirigirnos al otro usáramos el nuevo código para que los dos supiéramos lo que significaba.

Estando viendo la tele bastaba con que yo le dijera: Carmen estás muy guapa, para que ella desabrochara su bata y me ofreciera sus carnes desnudas para que yo disfrutara de ellas.

Yo empezaba por comerme sus tetas, ya habíamos superado lo de solo acariciarlas, luego venían los besos y a continuación las caricias. El masturbarnos mutuamente nos volvía locos.

Carmen introdujo una novedad, algunas veces cuando yo le anunciaba que me iba a correr se inclinaba sobre mi, se metía la cabeza de mi verga en la boca y recibía mi descarga. No me hacía una mamada simplemente recogía mi andanada con su boca. A continuación, me besaba para acabar diciéndome que era un guarro, que me estaba comiendo mi propia leche y que eso la ponía cachonda. Ya no hablábamos de excitación ni de ninguna otra palabra, en su lugar decíamos estoy cachondo o cachonda. Solo oírselo decir a mi madre me sacaba de mis casillas.

Casi siempre era mi madre la que se levantaba antes y venía a despertarme y con mucha frecuencia yo le decía:

  • Carmen no me has dado el beso de buenos días.

Ella entendía mi mensaje, se desnudaba y se metía en la cama dispuesta a dar y a recibir placer. Nunca se negó.

Creo que soy el único hombre en la tierra que nunca se ha hecho una paja, cada vez que siento necesidad la llamo por su nombre y ella no descansaba hasta ver mi semen brotar.

La naturaleza es muy sabia y esa ha sido mi fuente de inspiración. Un día no se muy bien por qué, después de nuestra ración de besos sentí un impulso irrefrenable, me bajé a lo largo de su cuerpo hasta tener mi cara entre sus muslos. Entonces ya sabía donde estaba su clítoris de manera que a el me dirigí. Lancé mi lengua a su búsqueda y cuando topé con el botoncito duro de Carmen le di al principio besos, después pequeños mordiscos y chupetones para acabar recorriendo todo el sexo de mi madre, de arriba abajo.

Viendo en un primerísimo primer plano el sexo de mi madre pude apreciar algo minúsculo que de no estar a esa distancia nunca habría visto, un pequeño tatuaje de un diablillo sobre un corazón atravesado por una flecha, debajo un letrero con un nombre: Pablo.

Sorprendido por lo que acababa de ver y buscándole un significado, me distraje hasta no saber con precisión que acariciaba con mi lengua, fue Carmen la que me lo dijo:

  • Pablo eres un cochino, me estás dando lengua en el culo.

  • Perdona, no sabía que había llegado tan abajo. Lo dejo ahora mismo.

  • No te he dicho que lo dejes, te lo he dicho para que lo sepas, pero por favor sigue que me estás dando mucho gusto. Es la primera vez que siento una lengua en mi culo y me está encantando. Me estás volviendo una cochina. Sigue por dios.

Para ser mi primera vez creo que le hice un cunnilingus bestial, mi madre se corrió tres veces y a la tercera me suplicó que no siguiera si no quería matarla.

Esa iniciativa mía facilitó que, unos días después, mientras me la estaba meneando ella me dijera.

  • Yo no voy a ser menos que tu, hijo.

Se metió bajo las sabanas y en vez de acariciarme me hizo la primera mamada de mi vida. Me hizo explotar en una descarga bestial. Cuando acabo, como a ella le gustaba hacer me besó con su boca llena con mi semen.

  • El cochino de mi hijo se come su semen. Me ha gustado mucho comerme tu polla. Me he tocado mientras te la comía y me he corrido muy rico. Tienes una polla divina, gorda y cabezona, la más gorda que he visto. Me vuelve loca tocarla. Me pones muy cachonda. Y el ver como brota tu leche me incendia.

Vivíamos en una burbuja, yo iba cada día a mis clases y ella se iba a su trabajo, no nos veíamos hasta la tarde. En apariencia una madre y su hijo haciendo una vida de lo más normal.

Al caer la tarde todo cambiaba y más durante los meses de calor. Nuestra casa no es muy grande, solo dos habitaciones, la que iba a ser y fue el dormitorio de mis padres y la mía, ahora con una mesa de estudio y una cama que en realidad yo nunca había usado para dormir por la noche.

Mi madre es de una naturaleza juguetona, o quizás lo peculiar de nuestra relación la llevó a serlo. En los días de verano solía llegar más tarde que yo y se venía directamente a mi habitación. En el corto espacio entre la entrada y mi cuarto ya se había quitado la ropa y aparecía ante mi a veces completamente desnuda o en ropa interior. Desde aquella primera vez en que me fijé como se desnudaba algo había cambiado, ahora no usaba bragas mata pasiones ni sujetadores de vieja, su vestuario era nuevo y sus conjuntos de ropa interior también. Sujetadores de encaje casi siempre transparentes y tangas mínimas que no podían ocultar su vello púbico.

Invariablemente, desnuda o en ropa interior lo primero que hacía al llegar era darme un beso y tenderse en mi cama. Nuestra sesión de sexo era diaria, siete veces a la semana. Hacíamos todo lo que un hombre y una mujer pueden hacer para darse placer, lo único que teníamos vetado era follar, yo al no haberlo probado no lo echaba de menos, luego supe que mi madre si. Con nuestros juegos conseguíamos corrernos y después nos dedicábamos cada uno a sus tareas.

Esa rutina de sexo diario nos duro hasta el día en que yo cumplí los 18 años. Coincidió que era sábado. Mi madre me despertó con un regalo y me dijo:

  • Dúchate y vístete que hoy te tengo reservada una sorpresa.

Mientras me tomaba el desayuno Carmen me adelantó parte de su plan.

  • Hoy no lo vamos a pasar en casa, ya tienes 18 años y eso requiere algo especial, ya eres un hombre con todas las de la ley. Te voy a llevar al Parador, he reservado una habitación. Hoy no voy a dedicar un segundo a la casa, me voy a concentrar en hacerte todo lo feliz que tu me has hecho a mi durante estos años. Estoy en deuda contigo.

El Parador es la joya de nuestra ciudad, un antiguo convento restaurado y convertido en un hotel de cinco estrellas con toda clase de servicios, incluida una piscina gigante y un restaurante con una estrella.

Llegamos al Parador y nos dieron una habitación con dos camas inmensas, no les extrañó nada, éramos una madre y su hijo, mismos apellidos y misma dirección. La habitación era casi tan grande como nuestra casa y sus ventanas daban a un gran patio interior. Ninguna ventana enfrente lo que nos daba una absoluta privacidad.

  • Pablo, hoy es un día muy importante en tu vida, ya eres un hombre y yo quiero que nunca se te olvide este cumpleaños. Lo tengo todo pensado solo tienes que seguir mis instrucciones. Lo primero que vamos a hacer es darnos un baño en la piscina, a continuación, y a continuación nos vamos a dar una comida de lujo. Me he comprado un bikini nuevo que seguro que te va a gustar.

Mi madre se metió en el baño y salió con su nuevo bikini. Nunca había yo visto una prenda tan pequeña. La parte de arriba dos triángulos sujetos con hilo dental, que si mi madre no hubiera tenido unas areolas tan pequeñas no se las habría podido cubrir y la braguita por delante no era mayor que un paquete de cigarrillos y por detrás no existía, tan solo hilo dental que se ocultaba entre sus nalgas. Vista de espaldas iba desnuda.

Viéndome con la boca abierta me hizo otro regalo, echó a un lado la mínima braguita.

  • Me he depilado completamente, el bañador no me podía tapar el pelo. ¿Te gusta? Dale un besito a tu mamá.

La besé en aquel territorio que sin pelo me pareció nuevo.

  • Tu hoy me quieres matar.

  • Estás en lo cierto, tu madre hoy te voy a matar, pero no una sino varias veces y tu me vas a matar a mí.

Nos pusimos los albornoces del Parador y bajamos a la piscina.

Nada más echarnos en las tumbonas apareció un camarero al que le pedimos unos refrescos. Ni un instante apartó la vista de las carnes de mi madre.

  • Si me necesitan toquen este interruptor y vendré.

La piscina estaba casi vacía, además de nosotros dos solo un grupo de jovencitos extranjeros.

Tan pronto como nos trajeron los refrescos mi madre se fue a la piscina y se zambulló. Su vuelta fue un paseo glorioso que no dejó indiferente a ningún de los guiris. El bikini que era de color azul clarito cuando se mojó pasó a ser casi totalmente transparente, dejando visibles sus pezones y dejando claro que iba depilada. Y sus nalgas moviéndose a un lado y a otro.

  • Como tengo unas ganas locas de que me acaricies todo el cuerpo quiero que me des crema, el sol pega fuerte y hoy no me puedo quemar.

Al levantarme pude ver al grupo de cinco extranjeros, (hablaban en inglés) que tenían los ojos clavados en mi madre.

Como ella estaba tendida boca abajo empecé por los hombros, seguí bajando a lo largo de su cuerpo e hice parada y fonda en sus nalgas. Como la braguita del bikini por la parte de atrás no existía, tan solo unas finísimas tiras transparentes, no me hizo falta echar nada a un lado para acariciarle el culo al completo.

Los turistas no me quitaban los ojos de encima.

Amasé sus nalgas a conciencia, metí mi mano entre sus muslos y llegué a tocar ligeramente el tesoro que guardaba entre ellos.

Ese mínimo toque fue suficiente como para que mi madre me dijera bajito.

  • Pablo me estás poniendo cachonda. Estoy empapada y me excita ver que hay cinco jovencitos que no me quitan ojo.

  • Vámonos a la habitación que yo también me he excitado y quiero que nos toquemos.

  • Sigue acariciándome que me pone mucho y no te preocupes que hoy nos vamos a pasar el día disfrutando el sexo y además hoy te voy a hacer un regalo y te voy a dar una sorpresa. Ahora quiero que me acaricies las tetas y quiero que esos niñatos lo vean.

Se puso boca arriba y se tuvo que colocar bien el bikini, la incorporarse lo pequeño de la prenda hizo que se le quedara una teta al aire.

Como los únicos que estaban cerca de nosotros eran los guiris con toda maldad me di crema en las manos y directamente las metí por debajo del sujetador para alcanzar directamente sus pezones.

  • No se que me está pasando me tienes más cachonda que nunca. Estoy ardiendo, ¿y tú?

  • Tengo la polla que me va a estallar.

  • Cómo me gusta que mi niño se excite tocándole las tetas a su madre. Eres un pervertido y yo una corruptora de menores, y lo mío es un delito. Estos chicos se van a matar a pajas.

Estuve un rato jugando con sus pezones ante el asombro de los mirones, seguí por su vientre para rematar metiendo mi mano por dentro de su braguita. Carmen no mentía, su sexo era un manantial, nunca lo había visto tan mojado. Me encantó acariciar el monte de Venus de mi madre, completamente depilado, algo nuevo para mí.

  • Estás empapada.

  • Lo se y es porque estoy pensando en todo lo que vamos a hacer hoy, ya eres un hombre y como a un hombre te voy a tratar.

  • ¿Que me vas a hacer?

  • La pregunta no es qué te voy a hacer, la pregunta es qué me vas a hacer tu a mí. Déjate llevar, lo tengo todo pensado. Si te puedo decir que hoy va a ser un día distinto para los dos y que no se tu, pero yo voy a cumplir con una fantasía que tengo desde hace tiempo. Y deja de tocarme porque si sigues no voy a poder llevar mi plan adelante. Métete en el agua que veo que tienes una inflamación tremenda. Que sepas que tienes una polla preciosa, la más bonita que he visto. Grande, gorda y cabezona, vas a hacer felices a muchas mujeres.

  • Yo no necesito hacer felices a muchas mujeres, yo solo te quiero hacer feliz a ti.

  • Empezarás a salir con chicas de tu edad y poco a poco se te pasará esta calentura, es natural.

  • Esta calentura como tu dices no se me va a pasar nunca. Cuando tu cumplas noventa años yo te seguiré comiendo las tetas.

  • Ay mi niño, ojalá fuera verdad lo que me dices, pero las cosas cambian con el tiempo.

  • Mientras tu no te eches un novio yo te juro que yo no salgo con ninguna chica.

  • Cuando acabemos el baño quiero que comamos aquí en la piscina. El restaurante de aquí es buenísimo y quiero que comamos con vino. Voy a tener que estar un poco piripi para decirte algunas cosas que te quiero decir.

  • Me estás dando miedo.

  • No tengas ningún miedo, mi amor, todo lo que te voy a decir es bueno, solo que alguna cosa me da un poco de vergüenza.

Comimos en la piscina y si antes teníamos unos muchachos jóvenes de mirones ahora el mirón pasó a ser el camarero, y no solo él, el chef salió tres veces a aconsejarnos sin quitar su vista de las tetas de mi madre.

Su mejor consejo fue un vino blanco frio, un txacolí delicioso del que nos bebimos la botella completa. Creo que nos hizo efecto a los dos, a mi madre más porque ella pesa la mitad que yo.

Acabada la comida nos fuimos a la habitación. Una botella de champán en un cubo de hielo nos estaba esperando, seguro que por encargo de mi madre.

  • Voy a ir al baño a ponerme el camisón.

  • Siempre te lo has puesto delante de mi.

  • Hoy es un día especial, me he comprado un camisón de noche de bodas. Espérame en la cama y pon dos copas de champán.

Al cabo de un momento Carmes salió del baño con un baby doll, un camisón mínimo, de color carne que por arriba dejaba transparentar sus tetas y por abajo apenas le llegaba a cubrir el ombligo, para completarlo unas braguitas tipo bóxer del mismo tejido.

  • Me he puesto este camisón de recién casada porque hoy es así como me siento y como quiero que te sientas tu, como un recién casado en su noche de bodas. Mira que fácil te lo pongo.

Puso un pie sobre la cama, separó sus muslos y abrió por el centro sus braguitas, tenían una gran abertura que dejaba su coño accesible.

Se metió en la cama, acercó su cuerpo al mío mientras tomaba la copa de champán.

  • Quiero brindar por el hombre que me ha dado más felicidad que nadie en este mundo, por que me la siga dando.

  • Y yo por la madre más maravillosa del mundo.

  • Hoy, mi amor, no soy tu madre, soy tu mujer y solo tu mujer.

Dimos un trago al champán y ella recostó su cabeza sobre mi pecho.

  • Hoy vamos a pasarnos el día dándonos placer. Hoy quiero que sea el primer día de una nueva vida entre los dos. Te quiero contar algo y no quiero que me interrumpas. Estos años han sido para mi maravillosos, los mejores de toda mi vida. Me has dado mucho placer a diario y me he sentido feliz de estar contigo, pero hay algo que a mi me falta y que tu no echas de menos porque nunca lo has probado. Igual has pensado en ello, pero te ha dado vergüenza decírmelo. A mi también me da vergüenza decírtelo, pero si no lo hago me arrepentiré toda mi vida. Pablo hoy lo que quiero y más que lo que quiero, lo que necesito es que me folles. Que me metas esa polla que adoro dentro de mi y me hagas tuya. Ya eres un adulto y eres libre de elegir lo que quieras. La pregunta que me da vergüenza hacerte es: ¿Quieres follarte a tu mujer?

  • Carmen es lo que más deseo en este mundo y si que lo he pensado muchas veces, pero no me atrevía a pedírtelo.

  • Como va a ser tu primera experiencia quiero que sepas que lo que a las mujeres nos hace más felices es comprobar que el hombre se preocupa de darnos placer, no solo de recibirlo él. En la cama un buen amante es generoso, tierno y dulce. Y preocupado de que su pareja alcance el placer máximo.

Dejamos la conversación y empezamos a besarnos, besos largos, húmedos, yo mientras nos besábamos empecé a acariciar sus tetas y Carmen se dejó hacer. De las tetas pasé a ocuparme de su coño, pasé mis dedos por el exterior de su braguita para acabar metiéndola por la abertura.

  • Me encantan estas bragas puedo tener mi mano dentro de ellas sin quitártelas.

  • Son braguitas de noche de bodas.

  • Tu ya estás muy mojada y yo tengo la polla que me va a explotar.

  • Ponte entre mis muslos y ves haciendo lo que yo te diga.

Cuando ya estaba en posición me dijo.

  • Quítame las bragas, son bragas para disfrutar viéndolas. Antes de nada, dame un poquito con tu lengua, así podrás ver mi chochito sin pelo.

  • Ahora que me has dado lengua dame con la punta de tu polla arriba y abajo a lo largo de mi chocho, si bajas demasiado y me das en el culito no te preocupes eso también me gusta. Pablo nunca en mi vida he estado tan cachonda como estoy ahora. Llevo mucho tiempo soñando con este momento. No sabes la de pajas que me he hecho pensando que un día tu me ibas a follar.

Seguí sus instrucciones, me daba un placer infinito pasear mi capullo por el coño de mi madre, lo apretaba contra su clítoris y bajaba hasta creo yo alcanzar su ano.

Mi madre gemía mientras su cara, que yo podía ver, reflejaba una felicidad infinita. Se lo dije.

  • Me encanta tu cara cuando estás cachonda, estás preciosa, lo que te estoy haciendo te pone una cara divina, cara de estar feliz.

  • Vas a hacer que me de vergüenza mirarte. Llevaba mucho tiempo soñando con este momento, soy la mujer más feliz del mundo y se que lo voy a ser más cuando te tenga dentro de mi.

  • Ahora por tu polla a la entrada de mi chocho. No ahí no, eso es mi culo que ya tendremos tiempo de que lo profanes, porque también te lo quiero dar. Sube un poquito más arriba. Ahí, mi amor, ahí es donde tienes que metérmela. Entra despacito, no tengas prisa y métemela lentamente, ten en cuenta que lo último grande que ha pasado por ahí fue tu cabeza.

  • ¿Te estoy haciendo daño?

  • No mi vida, me estas dando placer, ya has pasado de la entrada, siento que me estás llenando y estoy feliz de sentirte dentro de mi. Sigue despacito. No te pares, empuja.

Seguí avanzando hasta que noté que mis testículos chocaban contra su culo.

  • Mamá, ya te la he metido toda. Que rico siento como me abrazas la polla con tu chocho.

  • Que felicidad, tengo toda la polla de mi hijo metida en mi coño. Siento que lo tengo lleno. Ahora sácala un poquito y vuélvemela a meter.

Al tercer empujón la naturaleza me dijo lo que tenía que hacer.

Empecé a follar con lentitud, pero con firmeza, saliendo y entrando en ella.

  • Dios de mi vida, que gusto me estás dando, me matas de placer, mi amor, que rico lo que me estás haciendo. Ya no me acordaba de lo rico que es follar, y más si es con alguien al que adoras.

Y contraviniendo la norma.

  • Mi hijo me está follando, se está follando a su madre y la tiene enferma de gusto. Que rico lo que me haces y cuanto lo necesitaba.

No se el tiempo que estuvimos follando, cuando uno es feliz no cuenta el tiempo, si se que mi madre entró en una especie de trance en el que me pedía más polla mientras me anunciaba que se iba a correr.

  • Me voy a correr, mi vida, me voy a correr como no me he corrido en toda mi vida, se me va la cabeza, pierdo el sentido, sigue, sigue dándome toda tu polla, esa polla que me tiene loca. Me corro mi amor, me corro toda, me estoy viniendo, me estás dando el mejor orgasmo de mi vida, quiero que te corras tu conmigo, quiero sentir como me das toda tu leche, dámela, lléname el coño con ella.

Cuando mi madre estaba a punto de correrse, pasó de gemir a gritar como si se acabara el mundo, y entre cada grito me decía:

  • Que rico me estás follando, sigue, sigue, dame polla, me matas de gusto

No se si coincidimos o no, poco importa, si se que mi madre se corrió y yo al saberlo me corrí con ella, sentí que me vaciaba mientras un latigazo de placer recorría mi cuerpo y me deslavazaba.

Me quedé tendido sobre ella.

  • He sentido como me dabas toda tu leche. No te salgas que todavía siento como tu polla late dentro de mi coño. No te salgas de mi. ¿Te ha gustado follarte a tu mamá?

Contesté como un gallego.

  • Y a ti ¿Te ha gustado follarte a tu hijo?

  • Me has dado el mejor orgasmo de mi vida, ahora se lo quiero que me hagas a diario, quiero que me folles. Ha sido mucho mejor de lo que yo esperaba. Pero no me has contestado.

  • Me ha encantado follarme a mi mamá. Pensar que eres mi madre mientras te estoy follando me vuelve loco y me da un morbo enorme. Me provoca llamarte mamá mientras te doy mi polla.

  • Pues si te da morbo, llámamelo. A mi también me excita cuando pienso que con quien estoy es con mi hijo. No sabes lo que he deseado que llegara este momento, que por fin pudiera sentir que estabas dentro de mi, llenándome el mismo hueco por el que viniste al mundo. Dame un poquito de champán que tengo la boca seca y vamos a descansar un poquito que yo no tengo tu edad y me has dejado muerta.

Dormimos un buen rato y nos despertamos nuevos. Mi madre tenía ganas de hablar.

  • Pablo, hijo, aunque esté mal visto yo no veo nada malo en que una madre enseñe a su hijo a follar, que sea ella quien lo estrene, dime quien podría hacerlo mejor. El peligro podría se que me dejaras embarazada, pero yo no puedo engendrar. Sin tu saberlo llevas muchos años dándome placer. El que cada noche me acariciaras las tetas me excitaba y solo me podía aliviar tocándome. Me he hecho miles de pajas contigo dormido a mi lado. Cuando me quedé viuda decidí dedicarme a ti hasta que fueras mayor de edad. Eso suponía renunciar a estar con un hombre y a tener sexo. He renunciado a mi placer y ahora me tienes que compensar. Quiero que me folles a diario.

  • Mamá lo que me pides es lo que más deseo en mi vida. Da por hecho como tu has dicho que hoy es nuestra noche de bodas. Yo de aquí en adelante voy a ser tu marido, tu hombre y tu vas a ser mi mujer. Me hace feliz lo que me has dicho.

  • Has descansado, mi amor.

  • ¿Por qué me lo dices?

  • Porque quiero que me vuelvas a montar, quiero volver a sentirte dentro de mi. Un placer tan rico me ha vuelto insaciable.

Nos pusimos a la tarea, nos dimos los besos más lascivos del universo. Cruzamos nuestras lenguas hasta saciarnos y en medio del combate me volví a colocar entre sus muslos.

  • Métemela ya, por dios, no me hagas sufrir que necesito tenerte dentro, lléname el chocho con tu polla. Métemela por dios, métemela.

La penetré con la misma facilidad que una locomotora entra en un túnel y tan pronto estuve dentro pude notar como las paredes de su vagina apretaban mi verga.

  • Tienes un coño muy estrechito, está hecho a mi medida.

  • Lo estás prácticamente estrenando, y llevas razón siento que lo tengo lleno.

Sentí por un momento el deseo de follarla como un animal, pero me acordé de sus consejos.

La tenía sujeta por las nalgas y empecé a entrar y a salir de ella.

  • Me gustaría saber que tu recibes el mismo placer que yo siento cuando te tengo dentro, siento que el cuerpo se me desbarata, se me afloja todo y creo que no puedo alcanzar más placer. Bueno si, cuando siento que me estás dando tu leche. Cuando sientas que te vas a correr quiero que la saques y me eches tu leche en mi vientre y en mis tetas, ver como te sale la leche me pone muy cachonda.

Estuvimos un buen raro follando, Carmen me dijo que estaba corriendo en dos ocasiones, para a continuación pedirme mi leche.

Entre medias, en mitad de mis embestidas me pidió que le metiera un dedo en su culito.

  • Méteme un dedo en el culo, por favor, un dedo, méteme un dedo y dame tu polla bien duro, como si me quisieras matar. Ahora lo que necesito es que folles como un animal, que me revientes el coño a pollazos y que me des toda tu leche. Me estoy corriendo hijo, me estoy corriendo muy duro.

Yo también estaba alcanzando el punto de no retornos y le di todo lo fuerte que sabía, ella me contestó con sus gemidos.

Cuando supe que me iba a correr me salí y dirigí mi andanada a su cuerpo.

La primera descarga cayó en su vientre, la siguiente en sus tetas y cuando supe que venía una tercera vi que Carmen tenía la boca abierta y me esforcé en complacerla. Me incorporé más y directamente le metí mi verga en la boca. Con su lengua jugando con mi prepucio noté que me venía la tercera oleada y me vine.

Cuando nos estábamos recuperando del combate mi madre me dijo:

  • Pablo, eres muy guarro en la cama, me ha encantado que me metieras la polla en la boca, estaba deseando sentir como me dabas tu leche. Viendo como eres te aviso de que yo también soy muy guarra en la cama, y muy viciosa. Me vas a tener que follar mucho para tenerme satisfecha.

La siguiente petición de mi madre es que quería que fuéramos a cenar al comedor de noche, una sala con arcos de medio punto que no se usaba durante las comidas. Era una sala de gala a la que no se podía ir a cenar vestido de cualquier manera, ni pantalones playeros ni chanclas.

  • Para esta noche quiero que te pongas el traje que te he traído, yo me voy a poner guapa para ti. Es nuestra cena de recién casados. Cuando estés vestido me esperas en el bar. Yo me arreglo y bajo.

La esperé tomándome una cerveza y una cosa me vino a la cabeza, en el Parador en verano tenían un sistema de aire acondicionado tan potente que agradecí ir con traje y corbata.

Después de una espera que a mi me pareció interminable, mi madre apareció. Venía vestida con un traje de chaqueta de lino color crema, una camisa negra, medias también negras y unos tacones de vértigo. Su único adorno un collar de perlas. El contraste entre lo corto de la falda y lo oscuro de las medias me hizo que solo fijara mi vista en sus piernas, o más exacto sería decir en sus muslos, la falda se acababa una cuarta por encima de las rodillas. Estaba espectacular.

Nos sentamos y el camarero nos ofreció una copa de champán que no rechazamos.

  • Carmen te has puesto guapísima, no te quitan ojo los hombres de la sala.

  • Lo he hecho por ti, mi amor. Como agradecimiento de todo el placer que me has dado y como recompensa de todo el que me vas a dar.

Cenamos divinamente, con razón el restaurante tenía una estrella Michelin.

Cada plato lo acompañaron con un vino distinto y a los postres para acompañarlos el somelier nos ofreció una copa de Oporto.

  • Si quieres puedes tomarte un café, esta noche vamos a dormir muy poco. Quiero que esta noche me trates como una mujer a la que acabas de conocer y a la que quieres conquistar. Te tienes que ganar lo que te voy a dar. Quiero sentirte enamorado y ansioso de mi.

Acabada la cena y de vuelta a nuestra habitación no pude esperar más y me lancé a besarla, mi madre hizo un gesto de sorpresa y no se dejó.

  • Estoy loco por besarte, llevo toda la cena pensando en ello.

  • Vale, te dejo que me beses, pero espero que me respetes, no soy una mujer fácil.

La comedia duró lo que tardamos en juntar nuestros labios, ahí mismo apareció la fiera que yo conocía. Echó sus brazos sobre mi cabeza y lanzó su lengua hasta el fondo de mi boca.

Mi siguiente movimiento fue cogerle con cada mano una nalga, disfruté amasando su carne, sintiendo su firmeza y al mismo tiempo su suavidad.

Sin dejar de besarme Carmen bajó una mano y retiró las mías de sus nalgas.

  • Yo también lo deseo, pero debemos tomarnos nuestro tiempo.

Cuando llegamos a la habitación volví a la comedia.

  • Carmen tengo un deseo que tengo que satisfacer, te quiero desnudar, pero no lo haré si no me das tu aprobación.

  • Puedes desnudarme, pero por favor hazlo con calma, degustándolo como voy a hacer yo.

Empecé por quitarle la chaqueta. En su camisa de seda le vi perfectamente marcados sus pezones.

Uno a uno fui desabotonando su camisa. Debajo donde yo esperaba encontrarme un sujetador coqueto o incluso sus tetas desnudas, me encontré con un corpiño, una prenda que le cubría el vientre pero que dejaba sus tetas al aire. Entonces me explique lo de sus pezones.

Le quité la falda y paré un momento para decirle lo maravilloso que me parecía su cuerpo.

  • Sigue que lo estás haciendo muy bien, noto que te tengo loco.

El no llevar falda me dio una visión completa, el corpiño apenas le llegaba a tapar el ombligo, una divina franja de carne al aire y por debajo un liguero a juego con el corpiño, no llevaba bragas. Una visión celestial.

  • Quiero que te pasees por delante de mi, quiero guardar un recuerdo eterno de este momento y de tu cuerpo.

  • Y yo quiero que cojas tu teléfono y hagas muchas fotos para que nunca podamos olvidar este momento. No me he puesto bragas por si te daba capricho de acariciarme en el restaurante.

Se puso frente a mi y se puso en todas las posturas imaginables, de frente, de perfil, luciendo su culo o tendida en la cama. También hice muchas fotos de su cara que como yo ya había comprobado se volvía preciosa cuando estaba excitada.

  • Ven acércate.

Ahora fue ella la que me quitó la chaqueta, la corbata, en fin, todo hasta dejarme en calzoncillos.

  • ¿Me va a gustar lo que tienes aquí escondido?

  • Te va a encantar, seguro. Y es tuyo.

  • Que presuntuosos sois los hombres.

Me tendí en la cama a su lado y como en nosotros era obligado empezamos por los besos. Mi madre besando era una diosa. En una ocasión le dije que un beso suyo era mejor que un polvo con cualquier otra mujer. Me contestó con una carcajada: tu que sabrás si no has estado con ninguna. Era verdad no había estado con ninguna, pero sus besos eran sexo en estado puro y sentía lo que le dije.

En mitad de nuestra sesión tuve una idea que me atravesó la mente.

  • Ponte boca abajo que me quiero comer tu culo.

Obediente como ella era siempre en un instante la tuve boca abajo. Sabiendo cuales eran mis intenciones Carmen facilitó mi tarea subiendo su culo, ofreciéndomelo.

Visto a muy cerca distancia, su ano era apenas un alfilerazo entre sus nalgas, cerrado y casi del color de su carne. El mismo color que su monte de venus o su vulva.

Me lancé a mi objetivo con la misma determinación que los que se tiran desde los puentes. Mi lengua en punta entró en contacto con su ano y a mi boca llegó un sabor desconocido y delicioso, sabor a vida, a hembra caliente con un regusto a regaliz y a vainilla. El mejor sabor del mundo.

Mis lengüetazos tuvieron un efecto inmediato, mi madre empezó a gemir de gusto.

  • Que rico lo que me haces, mi amor, te ha gustado mi ropa para esta noche, quiero que me folles sin quitarme nada más, como si estuviéramos echando un polvo a escondidas y con urgencia. Sigue dándome lengua, cochino, que no respetas nada.

Después de tomar posesión de su culo bajé mi lengua hasta alcanzar su chocho. Como no podía ser de otra forma, estaba inundado.

  • Tienes tu chocho muy mojado, entiendo que es porque estás cachonda.

  • Estoy cachonda desde que me estaba arreglando para ti. Pensaba que yo era una madura insatisfecha que se iba a comer a un jovencito, una asaltacunas viciosa. Una guarra salida y necesitada de verga.

  • Quieres que te de lengua en tu culo o en tu chocho.

  • Quiero que me des lengua en los dos, quiero que me hagas correrme como una perra antes de penetrarme y no quiero cambiar de postura, quiero que me folles como a una perrita.

  • Yo también tengo una petición que hacerte, me quiero coger tu culo.

  • Me has adivinado el pensamiento, había pensado que cuando me la fueras a meter te iba a pedir que te cogieras mi culo. No lo he hecho nunca, pero estoy seguro de que me vas a matar de gusto. Quiero dártelo todo.

Los gemidos de mi madre fueron en aumento.

  • Sigue dándome lengua en mi culo, pero acaríciame el chocho. Haz que me corra por los dos lados a la vez. Eres un demonio en la cama. Que rico lo que me haces, me tienes hirviendo.

Sus siguientes palabras fueron el preludio del orgasmo que le venía.

  • Me voy a correr, me voy a correr, sigue, sigue que ya me estoy corriendo, me corro muy duro mi amor, me estoy corriendo y me muero de placer, no te pares, no te pares.

Sabiendo que su orgasmo era ya inevitable me puse de rodillas entre sus piernas y enfilé mi verga a su segunda entrada, apoyé mi prepucio en su ano y tras una mínima resistencia mi verga se deslizó por su recto hasta que mis huevos se apoyaron en sus nalgas.

  • Muchas mujeres dicen que recibir una polla por su culo les duele mucho, yo no he sentido sino placer, he notado como me llenabas con tu polla y me ha encantado. Ahora lo que quiero es que me llenes la barriga con tu leche.

Ver a mi madre a cuatro patas, con su culo en pompa, ofreciéndomelo, mientras sus tetas se bamboleaban al ritmo de mis empellones y oyendo sus gemidos de placer me sentí en el paraíso.

  • Pablo, hijo mío, tienes que parar un momento, tengo ganas de hacer pis y no me puedo contener.

En este momento no me podrían hacer parar ni los marines.

  • Lo que tienes que hacer es hacerte pis mientras yo te sigo dando polla. Es más, voy a poner mi mano para notar como te orinas.

  • Me da mucha vergüenza, pero al mismo tiempo me excita hacerme pis mientras tu me das el placer que me estás dando, será como si yo me corriera.

Con una mano aferrada a su cadera y la otra hurgando en su coño esperé la descarga que Carmen me había prometido.

  • Me hago pis, mi vida, no puedo resistir más, me estoy meando y me gusta. Me está dando mucho gusto hacerme pis mientras me enculas.

Somos unos guarros.

  • Déjate llevar, no te resistas y disfruta, me encanta darte tanto placer como para que no puedas resistirlo y te hagas pis.

  • Dame ya tu leche mi amor, dámela que quiero sentir como me llenas la barriga con ella.

  • Ya la siento, siento como te descargas en mi, me estás matando, no se si puedo soportar más placer, me corro yo también, mi vida. Me vuelve loca que te folles mi culo. Yo creo que eres un asesino que me quiere matar de placer sin dejar huellas.

Se dio la vuelta y se tendió en la cama lo que yo aproveché en esa ocasión para hacer un video en el que explicaba que lo que se veía era la consecuencia de que por primera vez en su vida y en la mía, se la había metido en el culo.

Al oír lo que yo decía, Carmen dedicó una sonrisa a cámara. Y dijo:

  • Mi hijo me ha hecho correrme como una perra, me la ha metido por mi culito y me ha dado tanto gusto que me he hecho pis. Me ha convertido en una guarra folladora y me encanta. Todo lo que quiero en la vida es que me siga follando, por donde el quiera cada vez que esté cachonda.

Como no podía ser de otra forma dormimos como leños. Antes de dormirme no pude resistir la tentación de echar mano a sus carnes para acariciar su culo. Disfrutando de ese placer me quedé dormido.

A la mañana siguiente yo me desperté antes, vi a mi madre tendida boca abajo durmiendo plácidamente. Con toda suavidad retiré las sabanas que la cubrían y comprobé que en algún momento de la noche se lo había quitado todo, estaba desnuda. Me dediqué un buen rato a hacerle fotos desde todos los ángulos.

Mi principal objetivo a fotografiar fue su culo, cada vez que lo veía me parecía más bonito. Carmen cambió de postura y pude recrearme en fotografiar su cuerpo al completo.

Cuando mi madre se despertó dejó claro el programa.

  • Pide que nos suban el desayuno a la habitación, quiero que desayunemos en la cama, mientras nos lo suben nos duchamos y como tenemos que dejar la habitación a las 12 tenemos tiempo para follar por última vez en este Hotel.

Cumplimos el programa a la perfección, desayunamos y mi madre me demostró que tenía una imaginación inagotable. Quiso ponerse un vestido y que la follara asomada a la ventana de nuestra habitación. Era verdad que no teníamos ventanas delante, pero en el patio de abajo había gente desayunando y eso la ponía.

Para un muchacho de dieciocho años echar tres polvos en día y medio no es nada extraordinario, de hecho, de ese día en adelante no pasaba fecha en el que no folláramos un par de veces y en algunas ocasiones, tres. Para eso solo hace falta un jovencito y una mujer tan insaciable como Cmi madre.

A partir de nuestra estancia en el Parador todo había cambiado, ya no nos entreteníamos en tocarnos si no era como preludio de lo que de verdad nos tenía abducidos. Follábamos nada más despertarnos o después de desayunar, nos íbamos a nuestras tareas y repetíamos al volver a casa o cuando nos íbamos a dormir. Estábamos los dos borrachos de deseo y de sexo.

Mis estudios iban estupendamente y en esa etapa murieron mis abuelos, mi madre heredó su cartera de clientes lo cual sumado a los clientes que había ido consiguiendo ella misma nos colocó en una posición económica muy desahogada. Mi madre contrató una ayudante y eso nos permitió darnos el lujo de tomar vacaciones. Nos encantaba ir a lugares exóticos en los que nadie nos conocía y en los que podíamos expresar toda nuestra pasión en público.

Y así pasamos cinco años en los que mi madre me decía que estábamos recuperando el tiempo perdido. Pero un suceso inesperado vino a perturbar nuestras vidas. Mi madre tenía una hermana gemela que se había casado hacía quince años con un ganadero argentino, un hombre rico con el que no había tenido hijos. Carmen recibió la llamada de su hermana en la que le contó su situación actual. El corralito y la desastrosa economía de Argentina había medio arruinado a su marido y además Marta acababa de descubrir que su marido tenía una amante con casa puesta. De común acuerdo eligieron separarse, repartieron lo que quedaba y Marta tomó la decisión de volver a España. Naturalmente mi madre le ofreció que se viniera a nuestra casa hasta poder encauzar su vida.

Mi madre estaba encantada con la visita de su hermana, toda la vida habían estado muy unidas, hasta que las bodas las separaron. Yo lo vi completamente diferente, mi mundo era perfecto y cualquier cosa que viniera a disturbarlo era para mi una amenaza muy seria.

Llegó el día en el que teníamos que recoger a tía Marta. Para evitarle tener que sufrir otro viaje después de casi 15 horas de vuelo, mi madre y yo nos fuimos hasta el aeropuerto de Madrid.

El vuelo llegó casi a su hora, pero tengo la seguridad de que mi tía fue la última pasajera en salir con sus maletas. No llevaba ni una ni dos, llevaba cinco maletas inmensas.

Se ha traído todo lo que tiene, pensé.

Al final salió con un par de maleteros detrás de ella. Al verla casi me caigo muerto. Era exactamente igual que mi madre, como dos gotas de agua. Si tengo que reconocer alguna diferencia es posible que tía Marta pesara unos kilitos más que mi madre. Una diferencia mínima pero que yo aquilaté.

Resulto que mi tía era de un carácter alegre, extrovertido y cariñoso.

Lo primero que hizo fue abrazarse a mi madre y para mi sorpresa besarla en la boca, a ver no hablo de un beso con lengua, hablo de que juntaron sus labios con la mayor naturalidad.

A continuación, se dirigió a mi:

  • Pablo, la última vez que te vi estabas en pelota prendido a las tetas de mi hermana, siempre te recuerdo mamando, tu no te acuerdas de mi.

Se vino de frente, pegó su cuerpo al mío lo que me afirmó en mi idea de unos kilitos más que mi madre y me plantó dos besos mientras clavaba sus tetas contra mi pecho.

  • Carmen tengo un millón de cosas que contarte, pero ahora estoy exhausta, he pasado en el avión casi catorce horas.

Marta nada más subir al coche se quedó dormida como un tronco.

  • Mamá, ¿donde va a dormir la tía?

  • En tu habitación, naturalmente.

  • No le va a parecer raro que tu y yo durmamos en la misma cama.

  • Tenemos que ser discretos, no quiero que se de cuenta. Ella no va a estar mucho con nosotros así que vamos a tener que contenernos.

  • Sobre todo, tú que vas a tener que gritar más bajito.

  • Tu no te preocupes que vamos a seguir follando. Yo no voy a renunciar a nada.

Llegamos a la casa cuando ya caía el día, mi madre preparó un picoteo y mi tía que conocía la casa dijo:

  • Carmencita cariño, me voy a la cama, a tu cuarto, me hace ilusión que volvamos a dormir juntas.

  • Marta, te hemos preparado tu cama en la habitación de Pablo.

  • Y dónde va a dormir mi sobrino, en el salón, qué crueldad.

  • No Marta, Pablo va a dormir conmigo. Estamos acostumbrados, en todos los viajes que hacemos cogemos solo una habitación y dormimos juntos.

  • Me parecería más natural que durmiera conmigo, se ha puesto muy guapo, pero esta es tu casa.

Perdimos toda nuestra intimidad y yo lo llevaba fatal, debo reconocer que mi tía era divertida y que mi madre era feliz teniéndola en casa o al menos eso me decía. Pero lo de desnudarla en mitad del salón y que mi madre me pidiera a gritos que la montara, desapareció. Nuestros juegos en el desayuno o en el salón cuando volvíamos a casa se acabaron, pasamos a comportarnos como una madre y un hijo.

Marta tenía sus planes, según le contó a mi madre después de saber de la infidelidad de su marido decidió vengarse, el mes antes de volverse se estuvo acostando con un ganadero de la región que la llevaba cortejando años. El argentino quedó prendado de mi tía y la rogó que se quedara con él. Al no tener éxito le propuso que como venía a España estudiara la posibilidad de exportar su carne a nuestro país. Le ofreció montar una compañía y que ella fuera su socia. Yo creo que lo que quería era seguir acostándose con ella.

Un hecho tan normal como que una mujer pasara unos días en casa de su hermana en nuestro caso marcó un antes y un después. Las cosas no volvieron a ser como antes.

La llegada de Marta nos cambió completamente la vida a los tres, cosa que yo no podía ni sospechar cuando llegó. Tantos fueron los cambios que necesito otro capítulo para contarlos con todo detalle.

Pablo.

P.D. agradezco mucho los comentarios y las sugerencias y procuro contestarlas.