Gatita Mimosa
Quédate quieta, no te muevas o no te va a gustar tanto. Esas eran las palabras que acaba de oír, habían entrado por mi oído y habían hecho vibrar todo mi cuerpo
Quédate quieta, no te muevas o no te va a gustar tanto.
Esas eran las palabras que acaba de oír, habían entrado por mi oído y habían hecho vibrar todo mi cuerpo. Me encantaba que me tocara, me volvía loca que además lo hiciera en público, pero esas palabras, esa amenaza me había hecho pensar en lo que podría llegar a hacer mi dueño conmigo y me estremecía de placer.
Yo era una gatita, su gatita y como tal, todos los días tenía que sacarme a pasear por la calle, mi amo, me ponía mi collar de calle, a veces me ponía un arnés debajo de la ropa para que nadie lo viera , incluso si había conseguido ser muy buena me premiaba con poder salir con un plug en mi culo, que podía llegar a sentir en todo momento durante esos maravillosos paseos.
Tal vez podíamos ir a cenar o al cine, pero yo no dejaba de ser su gatita, podía pedirme en cualquiera momento que lamiera el plato o que bebiera a lengüetazos. Y esa noche así había sucedido. Mi dueño me había sacado a cenar, yo estaba muy nerviosa, ya que hacía tiempo que no había conseguido que me usara como yo quería, que me hiciera sentir una autentica gata en celo, le deseaba, deseaba su polla dura, caliente en mi húmedo coño, y esa noche lo tenía que conseguir como fuera. Y así lo hice, intente durante toda la cena acariciarle con mis patitas por debajo de la mesa, intentar encenderle, que me hiciera caso, incluso hasta maullarle si así conseguía algo de su atención. Baje mis zarpas por sus piernas y mirándole con mis ojos felinos a la cara le empecé a acariciar su dulce polla. Él no se inmutó, mi maravilloso dueño parecía distraído y siguió cenando como si nada, dejándose hacer. Aquel miembro creía bajo mis manos y yo estaba pletórica por conseguir aquel premio aquella reacción. Disfrutaba de su tacto, de su calor, aunque fuera solo por encima del pantalón. Pero llego un momento que me miro con ojos serios y me mandó parar. – Ahora no gatita, quiero que te comas toda tu comida y luego tengo planes para ti.
Aguante mi frustración y le obedecí, como siempre, él era quien mandaba y yo amaba obedecerle, pero en mi cabeza no dejaba de pensar en que planes tenia para mi esa noche. Más tarde lo averiguaría.
Salimos del restaurante y cuando íbamos a coger el coche para ir a casa me llamo la atención que después de abrir con las la llave no me hiciera entrar, al contrario, me miro con ojos lascivos y me agarro del collar, me puso en frente a él y se acercó muy despacio –Gatita, quiero que te des la vuelta y que muy despacio te apoyes en el coche, tus tetas apoyadas en el frio cristal, las patas de atrás bien abiertas y quiero ese culo en pompa para mí.
Empecé a ponerme nerviosa, allí? En publico? En la calle? Cualquiera que pasase podría vernos, cierto es que teníamos la protección de la puerta del coche, pero si alguien se quisiera fijar se daría cuenta de que algo sucedía. Aun así me encantaba que mi dueño jugara conmigo, de la manera que fuera, como él quisiera. Así pues, le obedecí. Y cuando estaba en esa postura se acercó a mi , sentí su calor, su olor, ese olor que tanto me gustaba, que removía mis entrañas y me calentaba al máximo, ya reconocía ese olor como de mi propia manada, como mi propio dueño, mi amo, mi señor.
Poco a poco fue dejando caer su peso sobre mi trasero, yo notaba su incipiente polla rozar mis nalgas y quería más, me restregaba con el lomo a ver si así conseguía mas fricción, como una gatita mimosa buscando juego. El me agarro del cuello, inclino mi cabeza hacia la suya y empezó a besarme, primero despacio, luego fue invasivo, con su otra mano empezó a levantar mi falda poco a poco y yo notaba el frio de la noche en mis piernas, en mi culo. Pero me daba igual, quería más, quería sentirle. De repente me empujó con su cuerpo bruscamente más hacia el coche y me bajo las braguitas de golpe, casi de manera agresiva, creo que hasta se pudieron romper, y aquello me excitaba tanto. Empezó a acariciarme las tetas, las dejo al aire por encima del sujetador levantando mi blusa, y a pesar del frio, yo ardía, tenía los pezones ardiendo, el corazón me iba a mil y volvía a querer más me restregaba más quería volverme hacia él y besarle, lamerle. – Quédate quieta, no te muevas o no te va a gustar tanto. Y seguidamente me dio un cachete en el culo, seguido de otro más fuerte en mi pecho, justo en el peso. Tenía que calmarme o no conseguiría nada.
Me tapo la boca con una mano y con la otra oí como bajo su cremallera, con sus rodillas separo las mías todo lo que pudo y empezó a restregar su polla justo donde había recibido el azote, tenía el cachete caliente, pero sentirle a él era maravillo. –buena gata ahora estarás calladita o nos van a poder oír entendido? – sí señor, haga con esta gata lo que quiera
Y sin más dilación introdujo su miembro en mi coño, que por supuesto estaba más que húmedo, podía notar mi humedad incluso bajando por mi pierna. Recibí aquella estocada como si fuera el paraíso, era delicioso, la sensación de estar llena de él, el placer que me hacía sentir, yo había nacido para eso, esa era yo, una gata en celo necesitada de las caricias de su dueño.
Empezó a follarme duro, con vaivenes rápidos y yo quería maullar, gemir, morder, arañar, lo que fuera, pero él me tenía la boca tapada y sabía que tenía que ser buena.
La saco de golpe y empezó a restregarla por mi clítoris y yo me moría de gusto, la llevaba de mi clítoris, donde daba algunos pequeños golpes hasta la entrada de mi ano, restregando toda mi humedad. Me volvió a empalar con su preciosa polla hasta el fondo, se me escaparon unos pequeños gritos amortiguados por la palma de su mano y de tanto placer mordí, lo siguiente fue un guantazo en mi cara, y me gane unos cuantos cachetes en el culo – gata mala ahora no recibirás tu premio. Me hizo contar los azotes, era muy humillante, uno, dos, tres…hasta 10.
Cuando termino de azotarme me ardía en culo y estaba tan caliente que le suplique que siguiera, pero no lo hizo, me arrodillo en el suelo- piernas abiertas en cuclillas, manos a la espalda y vas a darme una mamada como sabes que me gusta, así con tu boca tapada seguro que no maúllas más y no nos oirán.
Metí toda su polla en mi boca, me costaba hacerlo, pero ya tenía practica en tragar aquel miembro, sabía que a él le gusta húmedo, que no tragara saliva, si no que la dejara caer, que chorreara por mis mejillas, y que se mezclara incluso con las lágrimas que provocaban las arcadas por la fuerza de intentar meterla hasta el fondo de mi garganta. – Así muy bien gatita, sácame toda la leche que llevo dentro para ti, eres mi puta y vas a servirme como yo quiero de acuerdo? Si dueño, dije. Así con las bragas bajadas a la altura de los tobillos, las piernas abiertas, encuclillas, con el pecho al aire y las manos a la nuca lamia y chupaba, metiendo y sacando su maravillosa polla de mi boca. Me follaba la boca tan bestia como si hubiera sido mi coño, sin contemplaciones, rápido, dentro fuera, casi parecía que no había ningún impedimento, Hasta que note que iba a terminar y no te que me agarro del pelo, me hizo a un lado y me pego a su cadera, me agarro fuerte y me dijo- trágala toda, toda mi leche gatita, tal y como te he enseñado.
Las primeras gotas cayeron en mi garganta y fui intentado tragar, las siguientes en mis labios y un poco más callo en suelo salpicando sus zapatos. Me encantaba oír sus gemidos de placer y lo tenso que me agarraba el pelo en esos momentos. Lamí la leche de mis labios, incluso limpie las gotas de sus zapatos, lo que no me esperaba es que me hiciera lamer del suelo también lo que había quedado, pero yo soy una gata obediente que quiere tener contento a su dueño.
Luego más tarde, ya en casa, quise hacerle ver que estaba caliente y que quería más, Pero el solo se limitó a sentarse en el sofá, ver la tele y apoyar mi cabeza en su regazo y acariciar mi cabellera rítmicamente, me dieron ganas de ponerme a ronronear. Esta es la vida de una gata doméstica.