Gata caliente en la cama
Un sueño erótico me hace más hembra y más yegua.
Gata caliente en la cama.
Estoy caliente, muy caliente. Me he despertado a media noche, mojada por el calor y también con la concha empapada por el sueño erótico que he tenido. Había cogido al acostarnos, un buen polvo. Creí haberme quedado tranquila y relajada . Me dormí pero …. las palabras sucias de mi marido al follarme que siempre me excitan mucho y una novela erótica ( Alma de Laia Rommel), que he leído hace poco, se deben haber mezclado en mi fantasía onírica y me ha agarrado una calentura terrible.
Mis dedos bajan a mi concha, duermo con una musculosa de mi marido, me viene grande y cómoda. No quiero despertarle. Prefiero fantasear con lo que he soñado. Siempre me ha excitado ver como un macho cubre a la hembra: el perro a la perra, el caballo a la yegua, cuando vivía en provincia buscaba esas escenas en la vida real. Mis dedos acarician despacio mis labios y me los meto un poco en la concha. Está mojada. Juego en un meter y sacar ligero.
Un día vi en la tele como sacan la leche a un toro semental para inseminar . Mi mente, como en un flash, me lleva a recordar como conté eso en un relato para un amigo que escribía una novela: “La gata colorada”. Me penetro lentamente un poco más profundo. Muevo los dedos en mi vagina. Me acaricio con la otra mano las tetas.
Tiene que ver con el sueño.
Montaba una yegua blanca, iba con un vestido de lino rojo abotonado en la parte delantera, llevaba botas de montar y medias blancas. Corría por una pradera verde en junto a una arboleda. Paré cuando otro jinete apareció saliendo del bosque de alcornoques.
- ¿ A donde vas... princesita?
Al oírle me asusté. Tuve la sensación de Caperucita ante el lobo.
Los dos caballos relincharon y se agitaron nerviosos.
- Tu yegua está en celo. Mi jaco la ha olido y me ha traído hasta acá. O sales a la carrera o desmontas y dejas que la naturaleza siga su curso. Mi caballo tiene un buen pedigrí.
Dudé, la montura estaba removiéndose inquieta.
- ¡ Baja! - me ordenó.
Le obedecí. Quedé parada , esperando, con las riendas en la mano. Él desmontó . Delante mío, me olió como si fuéramos animales. Sonrío. Me pareció un lobo. Temblé de miedo. Su mirada buscaba en lo más profundo de mí.
- En ese tronco ata tu yegua.- señaló a un sitio donde había varios arboles cortados.
Le obedecí. Até mi yegua. Me quedé parada en otro tronco talado cercano. Él estaba a mi lado. Me lamía con los ojos.
Las bestias relincharon y al caballo se le empezó a salir el cipote goteando, se colocó tras mi yegua , levantó las patas traseras y se abalanzó sobre la hembra. Aquel enorme falo buscó el sexo de la hembra y entró en él de un golpe.
Di un pequeño gemido, mezcla de susto y excitación. Me sujetó por los hombros.
¿ Cómo te llamas? - su voz sonaba ronca de deseo.
Elena … y ¿ vos?.
Fidel. ¿ Te gusta ver como mi caballo jode a tu yegua?
Si- le contesté con un susurro.
Tú eres una potra en celo y se te nota.
Solo suspiré, asustada pero excitada. El semental cogía a la hembra, le mordía las crines, los relinchos eran una sinfonía de sonidos eróticos y apasionados a mis oídos.
- Apoya las manos en ese tronco.
Le obedecí, no quitaba los ojos de los animales follando, estaba caliente, mojada.
En los sueños, hay cosas que no tienen lógica. El tronco tenía una argolla y el hombre sacó unas esposas negras con cadena de esas que se ven en las pelis medievales y yo adelanté mis muñecas y aquellas zarpas metálicas se cerraron en torno de ellas y él me encadenó esposada al trozo de árbol cortado.
Eres un yegua caliente.
Si.- mi voz era un gemido entregado.
Eres una mujer viciosa.
Si.
Te gusta ser muy puta.
Si.
¿ Sabes lo que te voy a hacer?
Lo que vos quieras, soy...
Eres mi yegua.
Yo me incliné apoyada en el tronco, dejando mi culo en pompa. El hombre se pegó a mi espalda , me agarró del pelo y tiró para dejarme erguida. Hizo que mi tetas quedaran turgentes. Las comenzó a tocar, las sobaba amasándolas, con las palmas en contacto con mis pezones cada vez mas duros y erectos. Sentí su polla contra mi trasero , me moví restregándome contra aquella piedra dura.
Me lamió el cuello dejando un camino de saliva hasta mi oreja que mordió . Me susurró al oído.
Eres una niña muy mala y muy golfa. Voy a tener que castigarte.
Si , soy muy mala y muy golfa...haz lo que quieras.
Es que te voy a castigar.... y te va a gustar … y doler.
Yo no podía más, estaba muy caliente, entregada a aquel macho vicioso que me tenía dominada con su lujuria.
- Soy tuya... soy tu potra ...domame.
Me empujó, quedé como al principio con las manos atadas y apoyadas en el tronco, esperaba lo que iba a hacerme. Y lo deseaba, deseaba ser suya, el juguete de sus ansias.
Cuando sentí el primer trallazo en mis nalgas volví la cabeza para ver con qué me azotaba. La fusta del caballo. Me volvió a golpear.
Ay- gemí,
A las potras malas hay ponerlas suaves.
¡ Aaah!- solté cuando volvió a darme otro fustazo.
¿Te gusta?
Siiii- respondí.
Me gusta cuando te quejas.
Y me azotó varias veces, yo gemía en un ay que tenía una mezcla de placer y dolor. Llegó a seis azotes, los conté cuando tiró del pelo me dejó parada .
- ¡ Estírate... quiero ver lo buenas que son tus tetas!
Se quedó ante mí, sus ojos lujuriosos me babeaban, yo temblaba de excitación. Comenzó a desabotonar mi vestido. Lo hacía despacio, paladeando lo que veía.
- Elenita , estas muy buena. Eres un pastel para un goloso como yo.
Mi corpiño era blanco, de cierre delantero y Fidel lo abrió. Mis senos quedaron libres, vibrantes , los pezones duros por la calentura.
- ¡ Que par de tetas!
Comenzó a sobarlas, despacio al principio, apoyando las palmas en mis turgentes montañas, haciéndolas girar, con las cimas sintiendo la presión libidinosa de su carne. Y empezó a pasar la lengua por mi rostro. Me lamía dejando su saliva en mi piel. Yo suspiraba de un placer sucio, culpable , que hacía que mi concha estuviera empapada.
Se separó un poco y se dedicó a mis pezones, primero los acarició , después los sobó y luego los atrapó entre sus dedos apretando, haciendo que se me mezclara el placer con el dolor.
Eres una yegua viciosa- dijo sacando un enorme cuchillo de monte.
¡ Nooo! ...por favor no me mates. Haré lo que vos quieras.
Nena , no te voy a matar . Pero si vas a hacer lo que yo quiera... putita.
Lo que quieras... soy tu puta... pero..
El hombre se colocó a mis espaldas, pegado a mí, sentía su aliento en mi cuello su polla dura contra mi culo. Tiró de los tirantes, los levantó y sentí como el cuchillo pasaba sobre mi piel y los cortaba al tiempo que los breteles del corpiño. Primero uno luego el otro. Cayeron las telas al suelo.
Fidel no decía nada. Solo me miraba con una mezcla de poder y lujuria. Yo estaba muy caliente aunque asustada. Tiró del hilo de mi tanga blanco y lo cortó. El frío acero en mi muslo me hizo temblar.
- Tienes un conejito de nena. Eres una potrita muy linda. Mira como le gusta a tu yegua ser follada por mi semental. Apóyate en ese tronco.
Obedecí, inclinada, con mi trasero en alto. Sus manos acariciaron mis nalgas, luego recorrió el valle entre ellas, llegó a mi concha empapada, metió dos dedos.
- Estas a punto.
Y me agarró por las caderas, su verga tanteaba mi zona sexual, noté su cipote cerca de mi coño, me quedé quieta para que acertara, la metió de un golpe hasta lo mas profundo de mí vagina.
Y me desperté.
Sigo tocándome, podía despertar a mi marido, y hacer que me cogiera, pero prefiero hacerme una paja soñando con otro. Dejo que mi mano izquierda levante mi monte de venus, así el clítoris queda libre, duro, erecto. Los dedos de la derecha mojados de mis flujos lo comienzan a acariciar. Van despacio hasta que no puedo más y se arrancan en una carrera que me lleva a la explosión del placer.
Antes de volver a dormirme, pienso en cómo cosas que una escribe ayudan al placer de otras personas y hasta las inspiran. Y me gusta.