Garbancito sensible

Le comí el garbancito y se rompió la mala racha.

Olga me abraza por la espalda, apoyando la cabeza en mi hombro, convirtiéndolo en el punto de referencia que le da estabilidad. Hace rato el suelo da vueltas bajo sus pies.

Nunca pensé que en nuestra primera cita llegásemos tan lejos. Ella es una chica elegante, delgada, más alta que yo, con esas formas capturan todas las miradas allá dónde van. Además, es inteligente, ambiciosa y muy emprendedora, es la típica mujer hecha para triunfar en todos los ámbitos.

En cambio, yo soy un hombre corriente conocido en el círculo reducido de amistades. Dicen de mí que soy buen amigo, un hombre cabal y autentico.

Hace un tiempo corrió el rumor entre mis amigos que Olga era una calienta braguetas. Fuero varios fueron los que intentaron llevarla ligar con ella pero todos obtuvieron idéntico resultado: No.

Todos coincidían en que Olga en el último minuto  siempre se echaba atrás provocando el desconcierto entre sus pretendientes  y un calentamiento enorme sin más consecuencias. Después de un par de meses de discreto cortejo Olga ha accedido a salir conmigo.

Nunca soy de los primeros en contactar con las chicas pues siempre hay alguno más guapo o simpático que se me adelanta. Sin embargo, me siento especialmente motivado para esforzarme al máximo por conseguir estar con la que podría ser la mujer de mis sueños.

Abro la puerta e irrumpimos los dos en mi apartamento de forma atropellada. Una vez dentro nos fundimos en el largo beso que durante toda la noche he esperado.

En el restaurante mientras cenamos y luego en el disco bar donde nos hemos tomado un par de copas he estado soñando con esta posibilidad. Me siento enamorado y creo se me nota mucho.

Supongo que una velada en buena sintonía, llena de buen humor y conversación variada, regada con un buen vino primero y luego con el efecto de un par de cubatas han causado este efecto en nosotros.

De forma casi automática nos desnudamos rápidamente, como si hubiésemos estado toda la noche esperando ese momento. Olga yace boca arriba sobre la cama. Yo me echo a su lado y nos fundimos en un interminable beso.

Mientras ella me sujeta poniendo sus manos en la espalda, yo le acaricio las piernas, el vientre y los pechos. Llevo la mano hasta su entrepierna y la pongo encima de la braguita que todavía lleva puesta.

Olga suelta un gemido que le sale del fondo de su ser. Seguimos con nuestras caricias y besos mientras le quito las braguitas. Aparece un tupido triangulo de pelitos un tanto exuberante para la moda actual, que ella trata de preservar cruzando tímidamente las piernas.

A estas alturas, se cómo vencer esta pequeña resistencia y mi mano viaja deslizándose desde el vientre hasta su pubis. Dejo enredar mis dedos con sus pelitos antes de ir más abajo.

Un fuerte gemido me pone en guardia y capta mi atención. Imposible confundir el placer con el dolor. No logro encontrar la explicación. Las dudas me asaltan, ¿será ahora el momento en que el sueño se desvanece, ella se levanta y desaparece contribuyendo a acrecentar la leyenda negra que le precede?

  • “Hazlo con mucho cuidado” me susurra mientras me chupa los dedos y luego me conduce la  mano hasta el final de su mata de pelo. Cuidadosamente me hace reconocer un bulto hasta ahora disimulado por el vello.

Impresionado por el hallazgo, reconozco muy delicadamente la zona consiguiendo unos hondos suspiros de satisfacción. Olga tiene unos labios vaginales tersos, alargados y relativamente finos. En cambio, en la cúspide un dilatado canutillo se abre paso entre ellos, pues para cubrir la perlita que esconde, necesita tener un volumen fuera de lo corriente.

Pronto me doy cuenta que Olga tiene una extraordinaria sensibilidad concentrada en ese punto de su cuerpo, y que la línea divisoria entre el placer y el dolor está muy difuminada

Una presión excesiva, un roce inadecuado o una penetración poco cuidadosa, seguro que nos conducen desde el paraíso hasta el dolor. Mientras la acaricio manteniendo una distancia prudencial entre mis dedos y su precioso botoncito, siento como Olga tiembla presa de la emoción y la incertidumbre.

Ahora entiendo el que otros antes que yo, no descubriesen el secreto y que torpemente produjesen el efecto contrario al deseado. Venciendo su pudor y temor, tomo la iniciativa de forma decidida, sin dar margen a la duda ni al arrepentimiento.

Le separo las piernas y las coloco formando un puente; así su conchita queda bien expuesta y accesible a mi boca. Me provoco una salivación abundante y luego la dejo caer mansamente sobre su canutillo.

Saco la lengua y lamo con cuidado, primero en las proximidades y luego sobre el propio clítoris. Este emerge rabioso de su suave cubierta y se muestra orgulloso. Es del tamaño de un garbanzo y su voluptuosidad viene acompañada de una sensibilidad fuera de lo corriente.

A cada lengüetazo, Olga responde con un gemido de placer y la consiguiente contracción de todos los músculos de su pubis. Viendo el resultado tan llamativo me coloco cómodamente, y me dispongo a comer y lamer esa cereza en almíbar durante largo rato.

Me encanta encontrarme en esta situación. Olga, que ya tiene asimilado que he entendido perfectamente su sensibilidad y que interpreto con paciencia y maestría el papel por ella deseado.

Hace rato que se ha abandonado a mí y goza de su sensibilidad. Resopla y jadea indicándome la cadencia y la intensidad más adecuada para mis chupetones.

Separa y levanta las piernas para ofrecerme su conchita en diversas posturas, culeando intensamente cuando quiere que siga con alguna de las series de lamidas. ¡Qué caramelito tan dulce!,¡qué cerecita tan jugosa!, pienso mientras mi lengua caracolea a su alrededor.

Su perlita me sabe dulce como una almendrita garrapiñada, y yo goloso la chupo cuidadosamente para sacarle su esencia. Olga lo agradece suspirando sin medida, bullendo sobre la cama, al tiempo que sujeta mi cabeza con cariñosos apretones.

Sin interrumpir mis caricias bucales, introduzco mi dedo medio previamente humedecido en su conchita. Esto hace que se desbarate el escaso control sobre su cuerpo, que este reaccione con virulencia ante un orgasmo enorme, sin dominio y espectacular.

Después de concederle unos instantes de pausa para que pueda disfrutar mansamente de sus sensaciones, retomo la actividad encontrándome ante un creciente fluir que hace que su conchita se moje y se ablande hasta parecer fruta en almíbar.

Un segundo dedo se abre sitio y continúo con mi particular penetración, siempre con cuidado de preservar su botoncito para que solo sea acariciado por mi lengua y labios bien humedecidos. Pronto llega un segundo orgasmo y un tercero.

Levanto la cabeza para ver la cara de Olga mientras mis dedos siguen haciendo locuras en su chochito. Tiene la expresión extraña, desencajada y a la vez satisfecha. Quizás es una mezcla de incredulidad, de lujuria, de placer apoteósico y también de agradecimiento hacia mi.

Es ahora cuando empiezo a pensar en mi. Disfruto de una erección de película y esto deseando  introducirla en esa conchita tan calida y jugosa, que sin duda me espera.

La cuestión es ¿cómo hacerlo sin dañarla?, sin romper la magia del momento. Se que cualquier postura que aprisione sobre su perlita puede resultar dolorosa, más ahora que esta prácticamente en carne viva.

Olga reconoce la duda que me recorre y se tiende a mi lado para poder hacerme una mamada. No es eso lo que me apetece. La hago poner a cuatro patas con el culo hacia fuera de la cama. Me pongo en pie y tomo posición justo detrás de ella.

Con mucho cuidado para no errar en el intento, coloco mi polla en su rajita y después de asegurarme bien de que esta en la posición adecuada, empujoooo… empujoooo…

Se cuela suavemente igual que un cuchillo caliente sobre un taco de mantequilla. La tomo por las caderas y bombeo suavemente contra sus nalgas. Ella se apoya sobre la almohada recostando la cabeza sobre un brazo. La otra mano la tiene acariciándose ella misma el chochito a su manera.

  • “Sigue, sigue… no pares ahora… no me dejes, no me dejes…” dice mientras otra avalancha de placer la sacude de pies a cabeza.

Así lo hago. Sin apenas variar el ritmo, sigo culeando en medio de sus sonoros gemidos. Ahora me recuesto en la cama y dejo que ella se ponga en cuclillas sobre mi dándome la espalda. Con la punta de la polla bien dura jugueteo frotándola sobre sus nalgas y por encima de su rajita.

Su flujo es continuo, me moja la punta y me permite un roce suave e intenso. El capullo se pierde con facilidad entre sus labios mayores pero no dejo que se lo meta dentro.

  • “Metemela ya!... lo estoy deseando…por favor damela toda….” me suplica.

Después de revolotear un poco mas, me cojo la polla y la pongo bien tiesa. Olga desciende lentamente las caderas y hace que mi miembro desaparezca por completo. Después empieza a balancearse arriba y abajo haciéndome sentir como miembro del paraíso.

Mientras sigue culeando, Olga apoya una mano sobre mi rodilla y la otra la tiene entre las piernas, gozando de una estimulación extra sobre su garbancito. Yo le pongo las manos debajo de las nalgas para acompañar sus movimientos y darle estabilidad.

Olga resopla y gime como una posesa. Parece que bota impulsada por un poderoso muelle con un ritmo que roza la locura. Siendo como una avenida grande de flujo encharca todo su coño, como resbala siguiendo el troncho de mi polla y como se cuela por encima de mis testículos hasta llegar a mojar la cama.

Sus contorsiones me hacen volver loco y me corro con abundancia mezclando mi semen con sus fluidos. Durante unos instantes Olga sube y baja muy despacito, recreándose en las sensaciones y dándome a mi unos frotes de lo muy agradables.

Descabalga y se tumba a mi lado, con las piernas cruzadas protegiendo su perlita que seguro debe estar muy, muy sensible.

El primer beso que me da es tan dulce como la misma miel. Creo que he descubierto su secreto, su lado más sensible y lo he sabido tratar. Ella me lo agradece de esta forma. Hemos roto el maleficio y ahora ambos estamos preparados para darnos todo el placer.

Deverano.