Gangbang Extremo
Mi mujer disfruta siendo usada como un objeto sexual y para complacerla le he preparado un gangbang en el que será follada, denigrada y castigada por más hombres y de la manera más brutal que se habría imaginado.
Reconozco que disfruto más viendo a Mar, mi mujer, follada y tratada como una puta sumisa por otros hombres que haciéndolo yo mismo, pero tardé un tiempo en asumir que, aunque para esos hombres sea yo quien se la entrega para que la usen a su antojo porque soy su dueño, en realidad es ella la que desea que lo haga, además mi única actividad sexual es con ella y solo para darla placer, nunca para que yo pueda correrme, de hecho me tiene prohibido hasta masturbarme.
No siempre fue así, aunque desde el principio de nuestra relación Mar me confesó que gozaba siendo sometida y usada sexualmente, lo cual encajaba con mis fantasías de dominar, someter, degradar y castigar a las mujeres sexualmente, pero nunca creí posible encontrar a una mujer como Mar, el problema llegó cuando descubrí que era incapaz de ser tan duro y sádico como fantaseaba, pero Mar deseaba incluso llegar aun más lejos de lo que yo había fantaseado, así que un día le propuse buscar un hombre al que cederla como una esclava para que la sometiese y usase con la dureza que ella deseaba, Mar sería quien pondría los límites y mi única condición fue estar presente.
Para el hombre a quien la entregase, Mar sería mi esclava y entregársela tenía el fin de humillarla convirtiéndola en un objeto sexual. Mar aceptó dispuesta a que la entregase a quien yo decidiese y sin limitaciones de ningún tipo, así que no tardé en organizar todo para entregar a mi mujer a otro hombre. Quedé con ese desconocido en el bar de un hotel mientras Mar esperaba en la habitación, tras hablar con él y aclarar algunos detalles subimos a la habitación, Mar estaba de pie y desnuda como le había ordenado, ni siquiera me dirigí a ella, tan solo le dije a ese hombre “Ahí tienes a mi esclava, puedes usarla a tu antojo como más te apetezca”. Se acercó a ella y durante un par de horas la usó como si no fuese más que un cacho de carne con agujeros. Mar, cuando ese hombre se fue, me reconoció que había disfrutado más que nunca, en especial por que yo estaba observando todo, por mi parte estaba confuso, me había encantado presenciar como ese hombre hizo con mi mujer lo que quiso, la penetró por todos sus agujeros, le folló la garganta tan profundamente que vomitó, le azotó el culo hasta ponérselo casi morado, al igual que hizo con las tetas y el coño, la uso de urinario, no dejó de insultarla y hablarle de manera denigrante en todo momento y se corrió varias veces, sin condón, tanto fuera como dentro de mi mujer, pero al mismo tiempo que disfrutaba viéndolo me sentía como un imbécil por permitir que un extraño disfrutase de mi mujer como yo siempre había fantaseado y también me sentí ridículo por ser incapaz de someterla, castigarla y humillarla tanto como ella deseaba, sobre todo comprobando que estaba gozando más con ese otro hombre que conmigo.
Mar se quedó agotada y dolorida, así que, a petición suya, me conformé con que me hiciese una mamada antes de volver a casa, fue una mamada completamente de compromiso, aunque disfruté de ella lo suficiente para correrme como en nuestro mejores polvos. Durante los siguientes tres días yo estaba salidísimo, pero me tocó aguantarme las ganas ya que a Mar le dolía todo el cuerpo y a pesar de estar cachonda no era capaz ni de masturbarse por lo dolorido que tenía el coño, pero se mostraba radiante, feliz y mucho más atenta y cariñosa conmigo que antes de aquel día.
Una vez recuperada de aquel encuentro, mi mujer me rogó que la entregase de nuevo, a poder ser con un hombre diferente, no me lo esperaba y tampoco me hacía mucha gracia, para que cambiase de idea intenté tratarla como lo había hecho ese hombre, pero a pesar de hacerlo casi con la misma dureza, Mar me confeso que no era igual, disfrutó mucho más que en otras ocasiones, pero había dos problemas, seguía sintiendo que mi comportamiento era forzado y sobre todo, le faltaba el morbo de sentirse entregada a otro hombre como un objeto sexual, así que, sin demasiadas ganas, acepté.
Este encuentro no fue tan largo, apenas una hora, aunque fue igual de extremo, lo mejor es que una vez a solas si que pude follar con mi mujer, pero lo hice sin dejarla que se lavase por que meterle la poya en el coño rebosante del semen de un extraño me daba muchísimo morbo y ni siquiera me importó besarla apasionadamente con la boca y la cara sucia con restos del semen de ese hombre, algo que a ella también la puso muy muy cachonda.
Con el paso del tiempo los encuentros de este tipo se volvieron habituales repitiéndose varias veces con algunos de esos hombres, entre ellos el de la primera vez. Al mismo tiempo fue cambiando la manera en la que Mar y yo follábamos cuando estábamos solos, por mi parte empecé a sentir que era mi obligación buscar hombres que le diesen a mi mujer el placer que yo no era capaz de darla y al mismo tiempo fui dejando que ella tomase las riendas a la hora de follar hasta llegar al punto de hacer lo que ella me decía y terminó por confesarme lo mucho que la excitaba pensar en mi como en su esclavo pidiéndome que aceptase serlo realmente. Evidentemente me negué, discutimos y pasamos por una pequeña crisis, la cual terminó cuando Mar preparó una cena romántica de reconciliación, por supuesto con polvo incluido y me convenció de probar un tiempo mi sumisión como un juego intimo, solo me sometería a ella estando los dos solos, para el resto del mundo ella sería mi esclava y me obedecería en todo por extremo que fuese.
Por mucho que me quisiese engañar a mi mismo me excitaba la idea, así que acepté a probar durante un mes y desde entonces han pasado tres años. Mar me ha sometido cada vez más hasta lograr que meses atrás aceptase llevar un cinturón de castidad, desde ese día nuestro sexo como matrimonio se limita a comerla el coño, masturbarla y dejarme sodomizar por ella con alguno de los dildos que le he ido comprando y usa de diferentes maneras, entre ellas poniéndole en un arnés para follarme el culo como si ella tuviese poya, el otro día incluso logró hacerme un fist-fucking y se le ha ocurrido la idea de que lleve un plug anal en mi culo de manera permanente. La verdad es que disfruto muchísimo cuando Mar me folla el culo, además, el cinturón no solo me impide follar o masturbarme, desde que le llevo no he podido tener una sola erección, al tenerla introducida en un receptáculo de apenas ocho centímetros de largo y con poco más de tres de diámetro, incluso flácida está comprimida, cuando me excito y la sangre fluye a mi poya iniciando una erección, no tardo en sentir tal dolor que la erección se anula y me he dado cuenta que, a pesar de estar más cachondo cada día, mis erecciones son cada vez menos frecuentes.
Pero nadie excepto mi mujer sabe nada de esto, para el resto del mundo Mar es mi esclava y a mi me gusta verla usada como un objeto sexual por otros hombres, aunque la verdad sea que es ella la que me ordena buscarla hombres a quien entregarla. Ya hace tiempo que me dijo que quería probar un trío, luego con tres, con cuatro y hace quince días me dijo que quería un gangbang con más de diez tíos, pero que estaba dispuesta a dejarse follar por todo el que quisiese sin importarla cuantos fuesen.
Las veces que se la habían follado varios tíos al mismo tiempo Mar disfrutó de una manera exagerada y si quería un gangbang con más de diez tipos pensé que era la ocasión de comprobar hasta donde llegaba el deseo sexual y masoquista de mi mujer, pero como estaba un poco perdido a la hora de organizar algo así decidí pedirle ayuda a Dimas, el dueño de un local liberal al que acudíamos de vez en cuando a exhibir y entregar a Mar, quien también había disfrutado usándola varias veces. La idea le pareció interesante y se mostró dispuesto a organizarlo todo, pero no lo haría gratis, así que me propuso dos opciones, hacer una difusión entre sus contactos para que se pusiesen en contacto conmigo y yo cerrase el acuerdo con ellos, a cambio le pagaría un alquiler por usar su local y él cobraría las copas que se tomasen o bien el se encargaba de gestionar y encontrar a los tíos que, previo pago, se follarían a mi mujer quedándose con todo lo cobrado. Ninguna de ellas me gustó, pero lo de que pagasen por follarse a mi mujer si que me dio mucho morbo, así que le dije que aceptaría la segunda opción si me pagaba diez euros por cada tío que viniese, se follase o no a mi mujer.
A Dimas le pareció bien y me pidió un par de fotos de Mar desnuda para usar como reclamo, también me preguntó si tenía pensado poner algún límite como previsión a que la situación se pudiese descontrolar, le respondí que los únicos límites serían no causarla ningún daño que la pudiese dejar marcas o secuelas de cualquier tipo y que Mar podría parar todo en cualquier momento, en cuanto a las fotos se las mandaría en cuanto las hiciese, acordamos la fecha y me fui para casa. De camino llamé a Mar para contarle que había hablado Dimas y que él se iba a encargar de localizar a los tíos más adecuados, pero me callé tanto que les cobraría por follársela como que yo me llevaría una parte. Cuando entré en casa vi que Mar estaba sentada en el sillón, masturbándose, desnuda y con el arnés puesto, sabía lo que eso significaba, así que me desnudé, me arrodille frente a ella para chupar el dildo como a Mar le gustaba que hiciese y cuando me lo ordenó me senté sobre él metiéndomelo en el culo escuchando como hablaba de las ganas que tenía de ser follada hasta la saciedad por todos los tíos que se apuntasen.
Llegó el día del gangbang, Mar se puso unas medias de rejilla negras con ligas, unos zapatos de tacón y el collar con cadena que suele usar en público como señal de sumisión, estaba espectacular y recordé lo mucho que disfrutaba follándola su coño totalmente depilado antes de aceptar convertirme en su esclavo. Todavía faltaba casi una hora para irnos, pero a Mar le apetecía que antes de salir de casa la comiese el coño, así que se tumbó en la cama con las piernas bien abiertas y yo me lancé a lamer su sexo con ansia mientras ella no dejaba de repetir las ganas que tenía de que la follasen un hombre tras otro sin parar hasta reventarla, para entonces llevaba más de cuatro meses sin correrme, así que estaba más cachondo que nunca e imaginarme que en menos de una hora estaría viendo a mi mujer disfrutando de un gangbang hacía que le comiese el coño con más deseo que nunca.
Cuando Mar estaba a punto de correrse me ordenó parar por que no quería desperdiciar energías, ella ni siquiera se vistió tan solo se puso una gabardina para poder salir a la calle sin escandalizar a nadie ya que eran poco más de las tres y media de la tarde y nos fuimos al local. En el momento en el que salimos de casa Mar adoptó su rol de esclava y yo el de su dueño, cogimos un taxi y llegamos al local unos cinco minutos antes de las cuatro, a pesar de que la calle era muy tranquila y apenas pasaba gente, ese día había un par de personas hablando justo frente al local, aún así, al llamar a la puerta le ordené que se quitase la gabardina quedándose desnuda en mitad de la calle, en alguna ocasión la había obligado a exhibirse, pero nunca en mitad de la calle y a plena luz del día, cogí la cadena y la ordené que girase sobre si misma para verla bien, ni siquiera miré a los dos hombres, pero pude escuchar como su conversación se cortaba en seco y sentí sus miradas clavadas en el cuerpo de mi mujer, apenas tardaron treinta segundos en abrir, pero fue tiempo suficiente para que viesen a la perfección el cuerpo de Mar.
Cuando Dimas abrió la puerta nos saludamos, disfrutó contemplando a mi mujer, a petición suya la hice dar otra vuelta y le invité a comprobar lo mojado que tenía el coño, algo que hizo sin delicadeza alguna y haciéndome un par de comentarios humillantes para Mar, a continuación azoté el culo de mi mujer con la tira de piel que llevaba la correa en el extremo para que pasase dentro y le indiqué a Dimas que invitase a los dos hombres que estaban enfrente. Vi como de primeras rechazaban la invitación pero sin dejar de mirar a Mar, habíamos entrado, pero estábamos parados en la entrada, con la puerta abierta y podían vernos perfectamente, yo estaba aprovechando el cambio de roles para meter mano a mi mujer y también para castigarla un poco pellizcando sus pezones y dándola algún que otro azote que ella recibía dócilmente gimiendo lo bastante alto como para que la oyesen. Finalmente les convenció y caminaron con Dimas hacía el local sin dejar de mirar a Mar, pasaron a nuestro lado saludando con cierta vergüenza y se dirigieron hacia el interior mientras nosotros esperábamos la confirmación de que todo estaba preparado
Dimas apenas tardó un par de minutos en avisarme, mientras tanto me había dedicado a jugar con los agujeros de Mar y ella a humillarme susurrándome al oído lo cornudo que era al permitir que cualquiera la usase como una puta cuando a mi no me permitía ni pajearme. Al entrar a la sala comprobé que había más hombres de los que me esperaba, unos veinticinco, todos desnudos, cuatro o cinco de ellos parecían bastante atractivos y con buenos cuerpos, pero el resto eran poco deseables, incluso había un par de tíos que no cumplirían los sesenta y estaban bastante obesos, pero todos ellos, incluidos los dos que habíamos reclutado en la calle, tenían buenas poyas y muchos se empalmaron cuando vieron a mi mujer.
Entonces Dimas me cedió la palabra para que les indicase las normas.
“Esta zorra es mi mujer y mi esclava, estará las siguientes doce horas a vuestra disposición para que la uséis a vuestro antojo, podéis follarla por cualquiera de sus agujeros y correros en ellos con o sin condón, podéis azotarla con la mano abierta en cualquier parte de su cuerpo a excepción de la cara, usarla de urinario, escupirla, atarla, ponerle pinzas en cualquier parte y obligarla limpiar con su boca todo lo que ensucie. No hace falta que os diga su nombre, podéis usar cualquier adjetivo que consideréis humillante o denigrante y dejar las delicadezas para las mujeres decentes, a esta zorra tenéis que tratarla como lo que es, un cacho de carne con agujeros.”
Le tendí la correa a Dimas para que fuese él quien la llevase hasta la zona habilitada para el gangbang, era bastante amplia con el suelo cubierto por un acolchado de plástico y varios sillones, vi que a un lado había un columpio de cuero y también varios elementos con la evidente función de servir para inmovilizar a mi mujer de diferentes maneras. Yo me dirigí a la barra, me senté en un taburete y me dispuse a contemplar como mi mujer era usada en la sesión de sexo más salvaje de su vida.
Lo primero que vi fue como Dimas la ordenó arrodillarse e ir mamando las poyas de esos hombres una por una mientras él les daba detalles de como él mismo la había usado otras ocasiones. Cuando estaba mamando la poya del undécimo tipo hizo una señal al primero el cual fue hacia donde estaba Mar, se arrodilló tras ella y la penetró por el culo sin ningún preámbulo haciendo que mi mujer, sin dejar de mamar la poya que tenía en la boca, emitiese un quejido de dolor.
Este tipo la estuvo sodomizando durante un buen rato mientras que los demás, a indicación de Dimas, se iban turnando para que les mamase las poyas, una vez que mi mujer había chupado todas esas poyas la dejó en manos de esos hombres y si bien se habían mostrado bastante calmados hasta ese momento, en cuanto Dimas se fue empezaron a agolparse junto a ella obligándola a mamar varias poyas a la vez, uno de ellos la cogió del pelo para guiar su cabeza hacia las poyas de los tres que estaban frente a ella, la obligaba a tragarse una tras otras con violencia llegando al fondo de su garganta sin darla opción a recuperarse, el que estaba follándola el culo se corrió y otro ocupó su lugar de inmediato, otro más le comenzó a masturbar metiéndole los dedos en el coño como si se lo quisiese arrancar y otros dos se dedicaban a azotar sus tetas y pellizcar sus pezones retorciéndoles tanto que llegué a temer que se los arrancasen.
No había pasado ni media hora y mi mujer ya se había corrido un par de veces, al menos cuatro tíos se habían corrido dentro de su culo y otros tantos en su boca, su culo estaba rojo de los azotes que le habían dado al igual que sus tetas, los pezones estaban tiesos e inflamados por el castigo, seguía en la misma posición y debajo de ella había un charco formado por sus babas, sus corridas y el semen de los que ya se habían corrido. El tipo que la había cogido del pelo al principio seguía haciendo lo mismo y tras la quinta corrida en su boca la obligó a ponerse en cuclillas para vaciar su culo de semen y a continuación limpiar el suelo lamiendo, sorbiendo y tragando la mezcla del semen con sus propios fluidos y babas que se habían acumulado. Al verla engullir aquel mejunje como si fuese un manjar exquisito cumpliendo la orden sin dudar un solo instante, supe que su excitación era máxima.
Para poder limpiar el suelo con su lengua se había puesto de rodillas, con las piernas abiertas de tal manera que su coño y su culo quedaban completamente expuestos y ofrecidos a ser usados, cosa que no tardaron en hacer tres tipos que se iban turnando entre ellos para sodomizarla y azotarla sin pausa durante más de veinte minutos hasta que terminaron por correrse, uno de ellos lo hizo en su culo y los otros dos en el suelo junto a su cara que aún tenía pegada al suelo lamiendo los escupitajos que el resto iban echándola y en cuanto vio esas corridas fue a por ellas ansiosa por saborearlas.
Los tipos, según terminaban de correrse dejaban su lugar a los que aún no lo habían hecho, entre ellos estaban los dos tíos mayores que fueron los siguientes en intervenir cogiendo a Mar en volandas para ponerla invertida sobre el sillón, de tal manera que sus piernas subían por el respaldo y su cabeza quedaba colgando. Un de ellos se puso a horcajadas sobre su pecho y el otro frente a él para alternarse al follarla la garganta, le cogían la cabeza por la nuca para forzarla a tragar las poyas lo más profundo que llegasen impidiendo que mi mujer pudiese respirar salvo el momento en el que uno sacaba la poya para que el otro metiese la suya. No le dieron ni un momento de descanso hasta que consiguieron que vomitase un par de veces dejando su cara completamente cubierta de vómito, se corrieron y la tiraron al suelo para que de nuevo usase su lengua y su boca para limpiar y recoger sus vómitos.
Estaba acostumbrada a vomitar si le follaban la garganta en exceso y seguir lamiendo la poya de quien fuese a pesar de estar cubierta de su vómito, pero esto era la primera vez que lo hacia y a pesar de las arcadas se trago hasta la última gota, incluso se tragó lo que le cubría la cara recogiéndolo con sus manos sin que le dijesen nada mientras miraba desafiante a los tíos que la observaban reclamando más caña.
Los tíos que quedaban por correrse se lanzaron a por ella, cuatro de ellos la levantaron sujetándola boca abajo, con las piernas flexionada y abiertas mientras otros dos la follaban simultáneamente el culo y la boca sin otra intención que correrse lo antes posible, cuando uno se corría le sustituía alguno de los que la sujetaban y otro ocupaba su lugar hasta que finalmente se corrieron todos. Tan solo habían pasado un par de horas, lo sucedido ya había superado mis expectativas y a ese ritmo dudaba que Mar pudiese aguantar otras diez horas, pero no dije nada y me mantuve estoico a espera de lo que siguiese.
Entre el primero que la folló el culo y el otro que la cogió del pelo al principio la inmovilizaron, con unas correas sujetaron sus tobillos pegados a los muslos, pasaron otra por su espalda y cogida a sus rodillas de tal manera que la forzaba a mantener sus piernas pegadas a su pecho y completamente abiertas, con sus brazos también sujetos por la espalda, le penetraron el culo con un dildo inmenso que sujetaron con unas correas para que no se saliese, le pusieron varias pinzas en su coño y sus pezones y finalmente una mordaza en la boca con forma de aro de tal modo que le era imposible cerrarla, no tardé en ver que esa mordaza era para usar la boca de mi mujer como escupidera y urinario sin que ella pudiese hacer nada.
Contemplé a mi mujer tumbada en el suelo, indefensa, dolorida y completamente expuesta, los tíos la rodeaban riéndose de ella, humillándola aún más de lo que habían hecho, escupiéndola en la boca uno detrás de otro y finalmente empezaron a mearse en ella ordenándola tragarse todo, lo cual hizo a duras penas atragantándose varias veces. Cada una de las pinzas que le habían puesto tenía una cadena, de las sus pezones tiraban intensificando el dolor que de por si le causaban y las de su coño se le mantenían abierto estirando sus labios hacia los muslos.
Una vez que la mayoría de tipos se habían meado en su boca la subieron a una mesa que situaba su coño a la altura justa para que la follasen, que es lo que empezaron a hacer los casi veinte tíos que seguían allí, algunos ya se habían ido y los dos que Dimas invitó cuando llegamos estaban tomando tomando una copa en la barra contemplando como el resto seguían follándose a mi mujer. Uno tras otro se la metían en el coño, la follaban durante un par de minutos y le dejaban el lugar al siguiente, no sin darle un par de fuertes manotazos en el coño cuando le sacaban la poya. Algunos de los que esperaban se entretenían escupiendo es su boca y golpeando sus tetas o torturándola los pezones, por supuesto no paraban de hacer comentarios humillantes y despectivos hacia mi mujer en todo momento.
Estuvieron así cerca de una hora antes de que se corriesen por segunda vez, varios lo hicieron en su coño, pero la mayoría prefirieron hacerlo en su boca y una vez que todos se habían corrido la dejaron sola, la mayoría se vistieron y se fueron del local, tan solo se quedaron los dos que se habían mostrado más dominantes desde el principio, se acercaron a la barra, le pidieron un par de bebidas a Dimas y se sentaron en uno de los sillones que había fuera de la zona acolchada para el gangbang.
Los otros dos hombres se acercaron a Mar y comenzaron a jugar con sus tetas y su coño sin la dureza con que lo habían hecho el resto, le quitaron las pinzas de los pezones para magrearle las tetas a placer, uno de ellos comenzó a acariciarle el coño haciendo que Mar, a quien se la veía algo más relajada, empezase a excitarse nuevo, no tardó en convertir sus caricias en una intensa paja con la que mi mujer volvió a mostrarse ansiosa de sexo hasta que estalló en un orgasmo salvaje corriéndose como una fuente cuando ese hombre la machacaba el coño con cuatro dedos metidos dentro y a continuación se la follaron corriéndose ambos en su coño, tras lo cual se vistieron y se fueron.
Me quedé sin saber si ya habría terminado todo, todavía no habían pasado ni cuatro horas de las doce acordadas con Dimas para que dispusiese de mi mujer a su antojo y esos otros dos tipos no parecían tener ninguna prisa por irse, pero la verdad es que me parecía que Mar no podría aguantar otras ocho horas usada y maltratada con esa intensidad así que le pregunté a Dimas y fue cuando me explicó que a las ocho vendría otro grupo, al parecer había considerado mejor distribuir los más de sesenta hombres que se habían apuntado en tres turnos de cuatro horas, pero que podría parar todo en el momento en que yo lo desease, estuve a punto de decirle que si, que prefería parar y llevarme a mi mujer, pero preferí decirle que él mismo preguntase a mi mujer si se veía capaz de seguir.
Dimas se acercó a ella liberándola de todo lo que le habían puesto forzándola bruscamente ha ponerse de rodillas en el suelo para hablar con ella.
“A ver zorra, en diez minutos empezarán a llegar los machos del segundo turno y te puedo asegurar que serán igual de bestias que los que te han usado hasta ahora, así que responde. ¿Te ves capaz de aguantar? Si no crees que puedas no pasa nada, os vais y listo, pero si dices que sigamos no podrás hacer nada para que se detengan.”
Mi mujer me miró, yo me mantuve impasible, como si nada de aquello me afectase, pero verla arrodillada y desnuda frente a Dimas, con su piel enrojecida de los golpes, incluso le pude ver algún moratón en sus tetas y cubierta de meados, semen y babas, me provocaba el deseo de levantarme y llevármela a casa, pero me contuve esperando que ella me hiciese algún gesto y cuando vi que me sonreía con sus ojos brillantes de lujuria respondiendo que ella no podía tomar esa decisión supe que estaba dispuesta a todo. Dimas me miró, le hice un leve gesto de aprobación y él hizo lo mismo a los dos tipos que aún estaban allí.
Los dos tipos se fueron hacia mi mujer, la levantaron y la enfundaron en un mono de látex con unas aberturas que dejaban sus tetas al descubierto al igual que sus nalgas, su pubis y por supuesto sus agujeros, además, la manos quedaban también enfundadas en sendas piezas sin dedos que la impedían coger nada con ellas. Finalmente le introdujeron algo en los oídos y le enfundaron la cabeza en una funda de látex que tan solo dejaba su boca y los agujeros de la nariz al descubierto. Dimas me explicó que lo de los oídos eran unos auriculares diseñados para reducir en un ochenta por ciento el sonido externo, pero que al combinarles con la capucha, la cual conseguía otro cuarenta por ciento de reducción acústica, ella no podría ver ni oír absolutamente nada de lo que sucedía, en cambió estaría escuchando permanentemente una locución diseñada por sicólogos para inculcar en las mujeres la convicción de no ser más que carne al servicio del placer sexual de los demás. Según me dijo era un sistema bastante efectivo a medio plazo y que había visto a mujeres con una sexualidad casi nula convertidas en ninfómanas deseosas de ser usadas por cualquiera.
Escuchar lo que supuestamente le podría pasar a Mar por escuchar esa locución me preocupó bastante, su sexualidad ya era lo bastante fuerte y desinhibida a la hora de rebajarse a ser usada por cualquiera como para que esa locución la potenciase aún más, pero Dimas me tranquilizó explicándome que al menos eran necesarias un par de semanas de tratamiento diario y el uso de ciertos fármacos para empezar a ver cambios en el comportamiento, aunque para Mar, escuchar esa locución mientras siente como la follan y azotan serviría para potenciar su sentimiento de degradación. Para terminar me dijo que estaba casi seguro que tras este segundo turno mi mujer sería incapaz de seguir.
Mientras escuchaba a Dimas no perdí detalle de como habían terminado de preparar a mi mujer con muñequeras y tobilleras de cuero con argollas para poderla inmovilizar, también un collar, un cinturón con la misma función y una mordaza de aro de mayor diámetro que la anterior. La situaron sobre una especie de columpio con sus piernas muy abiertas, los brazos sujetos a su espalda y con la cabeza colgando, esos dos hombres ajustaron la altura para que cualquiera pudiese penetrar a mi mujer por cualquiera de sus tres agujeros cómodamente y lo calcularon metiéndole sus poyas de nuevo.
Al escuchar el timbre me fijé que casi eran las ocho, Dimas fue a abrir y pude oír que saludaba a bastantes personas, pero antes de que pasasen escuché como Dimas les hablaba mientras que todos guardaban silencio. No pude distinguir bien lo que decía, pero cuando terminó todos respondieron algo que me pareció entender como que estaban de acuerdo, empezaron a entrar y me quedé algo sorprendido al ver que en esta ocasión los veintitrés tipos eran todos jóvenes, bastante atléticos y al menos diez de ellos eran negros, cuando se desnudaron pude ver que sus poyas eran todas enormes, más grandes que cualquiera de vistas por mi, al menos al natural, hasta ese momento, en especial las de los negros. Mientras se desnudaban hicieron comentarios bastante misóginos sobre las mujeres y lo mucho que les gustaba follarse los agujeros que les preparaba Dimas, se fueron acercando a Mar y sin más comenzaron a follarla, uno la penetraba la garganta y otro hacía lo mismo con el culo o el coño sin que mi mujer pudiera oponer la más mínima resistencia, además se divertían azotándole las tetas constantemente.
Al igual que hicieron los que se la follaron antes, tampoco se corrían, solo la follaban durante un rato y dejaban su lugar a otro sin apenas darla un respiro. Estuvieron así durante algo más de dos horas antes de que por fin decidieran correrse, lo hicieron juntando todas en un bol y fueron tan copiosas que me atrevería a decir que el total superaba con creces el medio litro de semen, el cual fueron derramando lentamente en la boca de mi mujer, aún sujeta en ese columpio, ordenándola tragarse hasta la última gota.
Dimas había servido varias bebidas y todos se acercaron a por ellas mientras que los dos hombres que habían preparado a mi mujer anteriormente la soltaron de ese columpio, vi que sus tetas estaban completamente rojas por los manotazos recibidos y tenía la certeza de que al día siguiente estarían llenas de cardenales. A pesar de ello se las ataron con una cuerda tan apretada que las convirtieron en dos globos a punto de estallar, reemplazaron el aro de su boca por una mordaza de bola, con un arnés le sujetaron un dildo de gran tamaño metido en su coño y la situaron en un cepo. Lo especial del cepo era que la parte de abajo le sujetaba las piernas por los muslos forzándola a mantenerse flexionada de tal manera que su culo quedaba completamente expuesto y tras rifarse el orden, los veintitrés tipos la sodomizaron uno tras otro, azotando sus nalgas todo lo fuerte que eran capaces hasta correrse una segunda vez en su culo, tardaron algo más de una hora en correrse todos y cuando terminaron el culo de mi mujer estaba lleno de moratones y de un rojo intenso.
Debido a la posición, el semen goteaba desde el culo de mi mujer y terminó formando un gran charco en el suelo. Una vez que el último se había corrido se fueron vistiendo, el culo de Mar seguía goteando semen y tenía su esfínter completamente salido, me recordó al culo de un mandril y pensé que debería estar muy dolorida. Los dos hombres la liberaron del cepo y al hacerlo tuvieron que sujetarla ya que era incapaz de sostenerse, le quitaron todo lo que llevaba puesto dejando para el final la mordaza y la capucha, pero dejaron sus tetas atadas, las cuales habían tornado a un color morado casi negro. Tras dejar su cabeza liberada la tiraron al suelo ordenándola que lamiese el esperma que había en el suelo, se la veía empapada en sudor, vi que estaba llorando y aún así no puso objeción alguna en cumplir la orden lamiendo hasta la última gota, lo hizo tirada en suelo y arrastrándose por que ni siquiera tenía fuerza para ponerse de rodillas.
Mientras observaba a mi mujer Dimas me preguntó de nuevo si deseaba que diésemos por concluida la velada, creo que cualquiera lo habría hecho, pero yo volví a contener mi deseo de coger a Mar y salir de allí respondiéndole de nuevo que le preguntase a ella, así que una vez terminó de limpiar el suelo se acercó a ella,la cogió del pelo tirando de el con fuerza y la obligó a ponerse de rodillas antes de hablarle.
"Muy bien escoria, hasta ahora has aguantado más que ninguna de las putas que han pasado por aquí y aún queda más si es que estás dispuesta a seguir hasta el final. Los tipos que vendrán a las doce no serán tan duros, de hecho tampoco es que tengan grandes poyas, pero lo que te puedo asegurar es que la higiene no es su fuerte y te resultaran muy desagradables por no decir repugnantes. Así que responde ¿Quieres llegar hasta el final?"
Mar estaba sin fuerzas, de rodillas, con su culo en los talones, las manos apoyadas en el suelo, la cabeza caída hacía delante y sin fuerzas para levantarla, respondió que hasta el final. Dimas dudó un instante, le preguntó si estaba segura, mi mujer levantó la cabeza lentamente y mirándole a los ojos le dijo que si.
“Tú lo has querido. Tienes cinco minutos para recuperarte, te aconsejo que comas y bebas lo que te van a traer, te vendrá bien. Ah y hazlo sin manos como lo haría cualquier animal ¿O crees que eras algo más que una mascota?”
Mi mujer le respondió que sabía muy bien que no era más que un objeto y solo estaba para ser usada. Yo no daba crédito, me parecía imposible que hubiese llegado a ese nivel, pero lo siguiente fue casi peor. Los dos hombres que se habían encargado de liberarla le acercaron dos comederos de perro, en uno le pusieron comida para perros y el otro le llenaron con sus meadas. Mi mujer no dijo nada, se agachó metiendo su cara en el comedero y no la sacó hasta haberse comido todo, a continuación hizo lo mismo con el otro bebiéndose toda la orina que había en el.
Cuando terminó por fin le desataron las tetas y las magrearon con fuerza, por las lagrimas y las quejas de mi mujer el dolor tenía que ser intenso, pero ni siquiera hizo ademán de apartarse aguantando hasta que pararon y la llevaron junto a un aparato que consistía en un poste de madera con una altura de más de un metro y un aparato mecánico que no tardé en descubrir que era una “Fucking Machine” similar a las que había visto un bastantes pelis porno.
Le acoplaron dos dildos de un tamaño considerable, le ordenaron a mi mujer que se situase sobre ellos en cuclillas hasta meterse uno en su coño y otro en su culo, una vez lo hizo le pusieron unos grilletes en las muñecas uniendo sus manos por detrás del poste, pasaron una correa por sus axilas para que se mantuviese erguida y otra que sujetaba sus rodillas impidiéndola cerrar las piernas.
Luego pusieron en marcha la maquina, a una velocidad muy lenta para poder ajustar el recorrido de los dildos de manera que follasen a Mar por sus dos agujeros de manera simultanea sin salirse del todo en ningún momento y finalmente sujetaron un vibrador sobre su clítoris. Apenas quedaban cinco minutos para las doce y Dimas le volvió a preguntar si estaba segura de querer seguir,pero mi mujer se reafirmó en su decisión.
Sonó el timbre, Dimas salió a abrir y tras sus explicaciones volvió seguido de quince hombres. El aspecto de todos ellos era asqueroso, tenían el pelo sucio y grasiento, sus ropas se veían viejas y estaban llenas de manchas, mi fijé en sus manos llenas de mugre con las uñas renegridas y por si fuera poco desprendían un olor a suciedad tan fuerte que este se apoderó de la sala en cuanto entraron. Me dio la sensación de que ninguno tendría menos de sesenta y cinco años, lo cual, comparado con los treinta recién cumplidos de Mar, debería resultarle aún más denigrante.
Tan solo un par de ellos se desnudaron del todo, el resto se limitaron a quitarse los pantalones, los calzoncillos y si tal caso la camisa antes de ir hacia Mar para que les chupase las poyas. Como ya avisó Dimas, ninguno tenía una gran poya, así que mi mujer se vio obligada a usar toda la destreza posible para darles placer exclusivamente con su boca.
El vibrador y la maquina con los dildos que le habían conectado a mi mujer estaban funcionando desde antes de que llegasen estos quince hombres, pero de manera tan suave que Mar no mostraba más que un ligero placer, como si la estuviesen dando un masaje, pero Dimas le fue subiendo su intensidad desde la barra con unos controles inalámbricos cada vez que alguno de esos hombres se corría, no demasiado, así que durante las nueve primeras mamadas mi mujer pudo controlar su excitación, aunque se veía claramente que cada vez estaba más cachonda por sus gemidos, por el ansia con el mamaba las poyas de esos hombres y sobre todo por como saboreaba con más deleite sus corridas antes de tragárselas.
Mi mujer tardó algo más de hora y media en conseguir que se corriesen esos nueve primeros tipos, para entonces yo sabía que Mar llevaba casi media hora evitando correrse, pero era evidente que no podría aguantar mucho más y cuando empezó a mamarle la poya al décimo hombre fue incapaz de resistir el décimo incremento de intensidad en los aparatos que trabajaban el coño y el culo de mi mujer haciéndola estallar en un orgasmo salvaje acompañado de una copiosa eyaculación, aunque por la cantidad de líquido que expulsó estoy seguro que también se meó sin poderlo evitar.
Esto enervó a todos esos hombres, en especial al que estaba disfrutando de la boca de mi mujer que no dudó en cogerla del pelo como si fuese la cabeza de una muñeca y moverla violentamente para masturbarse con su boca hasta correrse dentro. Fue el que menos tardó en correrse, apenas un minuto, lo cual pareció cabreárle y lo pagó escupiéndola en la cara y llamándola basura come poyas antes de ceder su lugar para que los demás también disfrutasen de la boca de mi mujer.
A esas alturas, Mar estaba totalmente descontrolada, ambos dildos tenían un ritmo muy alto, pero no la follaban a misma velocidad, así que hacían un ciclo en el que la penetraban de manera simultanea, poco a poco se iban desincronizando hasta alternarse completamente y de nuevo volvían paulatinamente a penetrarla el coño y el culo al mismo tiempo, en cuanto al vibrador de su clítoris hacía muy bien su trabajo y la intensidad era tan fuerte que las vibraciones se expandían hasta su pubis, todo junto había llevado a mi mujer a un orgasmo continuo que no cesó hasta que Dimas decidió parar el vibrador y la maquina de los dildos unos diez minutos después de que los cinco hombres que quedaban se corriesen, aunque estos se vieron obligados a hacer lo mismo que su compañero ya que el orgasmo de Mar la incapacitaba para hacer una mamada en condiciones.
En esos diez minutos Dimas se dedicó a jugar subiendo y bajando la intensidad de los aparatos haciendo que el orgasmo llevase a mi mujer a tal extremo que empezó a llorar y a suplicar que parase, Dimas la ignoró durante más de dos minutos en los que siguió jugando con las intensidades hasta que puso los aparatos al máximo durante unos veinte segundos para detenerles de golpe.
Mi mujer tenía la cabeza colgando, lloraba y suplicaba que la dejasen ir, pero Dimas aún tenía algo preparado, sus dos ayudantes se acercaron a Mar poniéndola de nuevo una mordaza de aro que tenía acoplado una especie de embudo y que sujetaron por detrás de poste de tal modo que inmovilizaba la cabeza Mar, la unión de la mordaza y el embudo era con un tubo en “L” que servía para que mi mujer fuese usada de urinario por aquellos tipos y ninguno rechazó la oferta.
Contemplé como mi mujer, entre sollozos, tragaba todo lo rápido que podía las meadas de esos viejos, según terminaban de mear se iban yendo hasta que no quedó nadie con nosotros a excepción de Dimas y sus dos ayudantes. Mi mujer seguía atada y con los dildos dentro de sus agujeros, intentaba hablar, pero con esa mordaza tan solo podía emitir sonidos ininteligibles, seguía llorando y podía ver como las lagrimas que brotaban de sus ojos resbalaban por su cara. La dije a Dimas que ya era suficiente y que hiciesen el favor de liberarla para llevármela a casa, pero me dijo que no tuviese prisa y que “...a la zorra de tu mujer le vendrá bien sentirse abandonada un rato mientras arreglamos cuentas. Al fin y al cabo no es más que carne para follar. ¿Me equivoco?”
Le seguí el juego superado por la situación y también por un extraño sentimiento de placer al pensar en mi mujer como en algo de mi propiedad por primera vez desde que nos conocimos y también por que al hacerlo volvía a tomar las riendas dejando de ser su esclavo. Allí mismo Dimas sacó un sobre con dos milquinientos Euros “como pago por la puta”, me aclaró que le parecía justo darme el veinte por ciento de lo que había ingresado gracias a ella y que estaría encantado de poder disponer de ella en más ocasiones, le di las gracias, le respondí que lo pensaría y me guardé el dinero.
Todo lo hablamos en un tono suficiente como para que Mar lo escuchase y estuvimos unos diez minutos más hablando sobre ella como quien habla de un animal al que sacar rentabilidad alquilándole para determinados servicios, en este caso, evidentemente, todo giraba entrono a la prostitución de mi mujer de diversas maneras. Escuchaba como Mar seguía llorando, supuse que debía sentirse realmente despreciada por mi, algo que nunca había sido capaz de conseguir y el motivo por el que empezó todo esto, al menos me gustaba pensar así.
Dimas me preguntó si deseaba que la limpiasen antes de llevármela, pero le dije que no, que seguir sucia le serviría para recordar que no es más que carne para follar, les hizo una seña a los dos hombres que se acercaron a liberarla. Mar seguía llorando y estaba agarrotada de la inmovilización por lo que era incapaz de andar, ni siquiera tenía fuerza en sus brazos. Al verla así y sabiendo que vinimos en taxi, Dimas se ofreció a llevarnos a casa, me pareció una buena idea, así que, sin ponerle ni la gabardina con la que había salido de casa, cogí a Mar en brazos y nos fuimos mientras los dos hombres se quedaron recogiendo todo.
Dimas tenía el coche aparcado en la puerta, me sorprendió cuando abrió el maletero para que metiese a mi mujer en el por que no quería que le manchase la tapicería y lo remató diciendo que los asientos son para las personas no para la basura, hice lo que me dijo al tiempo que le daba la razón sin mostrar la menor preocupación por ella a pesar de su llanto, nos montamos y le indiqué nuestra dirección.
Llegamos en apenas diez minutos, le abrí el garaje para no sacar a Mar del maletero en la calle y una vez dentro paró junto a la puerta, abrió el maletero y me pidió permiso para usar a mi mujer antes de irse. Se lo di sin dudar un momento y tras colocarla apoyando su vientre en el borde del maletero con la mitad de su cuerpo metido en el y sus piernas por fuera, Dimas se entretuvo un rato explorando el coño y el culo de mi mujer con sus manos, al hacerlo Mar se quejaba, estaba claro que su excitación ya había desaparecido y la dolía bastante, Dimas la ignoraba y seguía metiéndole los dedos sin ninguna delicadeza mientras me comentaba que le encantaba follarse el culo de una zorra cuando lo tenía así de dolorido, ya se había sacado la poya de los pantalones y sin más la penetró por el culo metiéndosela hasta el fondo de un solo golpe, comenzó a bombear con furia durante algo más de dos minutos hasta que se corrió dentro mientras que mi mujer ahogaba sus quejidos con algo que habría en el maletero.
El semen de resbaló hasta el suelo por las piernas de Mar cuando Dimas le saco la poya del culo, ver así a mi mujer después de todo lo que había soportado y gozado ese día era espectacular, habría sido un insuperable final si todo hubiese sido el guion de la película porno más perversa que uno pudiese imaginar. Me despedí de Dimas con el acuerdo de volver hablar en un par de días sobre la posibilidad de ganar algo de dinero prostituyendo a mi mujer que aún seguía colgando del maletero y sin duda habría escuchado nuestra conversación. La cogí de nuevo en brazos, me fui hacia el ascensor y una vez en casa la deje en la cama sin haber dicho ni una sola palabra ni haber hecho gesto alguno que pudiese mostrar cualquier sentimiento o preocupación hacía ella, me fui un momento al baño y cuando volví estaba dormida.
Estuve un buen rato observándola, me pareció que estaba más bella que nunca, aunque cualquier otra persona pensaría que debía estar loco para considerar que el aspecto de Mar era bello cuando su cuerpo estaba lleno de moratones, sobre todo sus nalgas y sus tetas, su coño se veía inflamado e irritado, el agujero de su culo estaba aún peor ya que aún estaba algo salido, el olor que desprendía a meados y a semen era tan fuerte que había invadido toda la habitación y su pelo estaba encrespado y lleno de semen reseco, pero la belleza que yo veía estaba más allá del simple aspecto físico.
Como dije casi al principio, actualmente apenas tengo erecciones por muy excitado que esté ya que el cinturón de castidad me causa tal dolor en cuanto mi poya empieza a empalmarse que mi cerebro ha aprendido a anular, salvo en momentos muy puntuales, una reacción tan natural como la erección, de hecho no sentí ningún indicio de que me fuese a empalmar en todo el día, pero al ver a Mar dormida en la cama sí que sentí como empezaba a empalmarme viéndome obligado a darme una ducha de agua fría ya que a pesar del dolor mi poya seguía intentando empalmarse.
Me habría gustado meterme en la cama y dormirme abrazado a ella, pero pensé que sería mejor irme al sofá para que Mar descansase. Apenas pude dormir cuatro o cinco horas, mi mujer en cambio no se despertó hasta más de las ocho de la tarde, lo cual me dejó bastante tiempo para recapacitar sobre lo sucedido, me di cuenta que me había encantado ver a mi mujer en esa situación, sobre todo me encantó como la usó Dimas en el garaje por que fue el momento en el que realmente sentí que Mar era degradada más allá de su propio deseo y prolongar ese juego me hacía recuperar la sensación de ser quien mandaba, así que decidí seguir en mi papel como dominante a pesar de estar solos y sin importarme lo dolorida que pudiese estar.
Cuando la sentí quejarse fui hacía el dormitorio escuchando que me llamaba, al entrar me pidió que la llevase al baño a lavarse por que esa suciedad le hacía sentirse despreciable y estaba tan dolorida que era incapaz de levantarse sola. Se había destapado y me di cuenta que hasta se había meado en la cama mientras dormía, entonces tuve una idea para comprobar si mi mujer estaría dispuesta a seguir sometiéndose.
“Veo que mi cerda ya se ha despertado y con exigencias, pero olvídate, harás lo que yo decida y de momento te vendrá bien seguir sucia para que de una vez asumas lo que eres realmente y no solo cuando estás cachonda. Tranquila, cuidaré de ti para que te recuperes, pero estarás sin lavarte un par de días y ya que te has meado en la cama sigue haciéndolo hasta que te permita levantarte. ¿Algo que decir?”
El como reaccionase marcaría el futuro más inmediato de nuestra relación, podría retomar su posición dominante o decirme que me olvidase de las fantasías y nos comportásemos como una pareja normal, incluso podría haberse echado a llorar por no mostrarle un mínimo de preocupación sobre su estado, pero su reacción fue seguirme el juego aceptando mi decisión y pidiendo perdón por molestarme. Me encantó como lo hizo y no pude contenerme para besarla a pesar de que el hedor que desprendía su cuerpo era tan asqueroso como el de una cloaca, me desnudé, me tumbé a su lado con mucho esfuerzo logró colocarse para apoyar su cabeza en mi pecho y abrazarme.
Estuvimos un buen rato hablando sobre lo sucedido y me confirmó que había disfrutado muchísimo, sobre todo la última parte cuando nos escuchó hablar de prostituirla y me comporté como si ella no fuese más que una cosa sin sentimiento alguno por mi parte. Se mostró dispuesta a retirarme el cinturón de castidad para que la pudiese usar cuando lo desease, pero yo preferí seguir con el puesto, le costó entenderme ya que eso era algo muy contradictorio si yo volvía a ser la parte dominante, así que se lo expliqué, por un lado me encantaba la sensación de llevar mi poya encerrada, pero también sentía que mi capacidad para empalmarme había disminuido desde que llevaba el cinturón, lo cual tampoco es que me causase ningún problema por que sentía casi más placer cuando ella me sodomizaba con alguno de los dildos que cuando la follaba yo y la idea de no volver a usar mi poya para follar era algo que me hasta me apetecía. Aparentemente lo entendió y aceptó someterse de nuevo a mi haciendo cualquier cosa que yo desease por extrema que fuese.
En un momento dado me dijo que tenía sed, no me pidió que le llevase algo de beber, tan solo que tenía sed dejando a mi elección lo que hacía, así que decidí usarla de urinario, me puse de rodillas con su torso entre mis piernas y le ordené que se bebiese mi meada, yo llevaba varias horas sin mear, por lo que mi orina tendría un sabor realmente fuerte y nada agradable, su cara reflejó que así era, pero se tragó toda la meada sin protestar, me dio las gracias y nos fundimos en un beso bien intenso.
EPILOGO.
Han pasado cinco años de aquel gangbang y seguimos felizmente casados. Mar no puso objeción a que la prostituyese, así que un par de semanas después llamé a Dimas para me ayudase a entrar en ese mundo y en menos de un año la tenía trabajando de puta un par de días a la semana. Poco después fueron tres, luego cuatro y hace casi dos años decidí que trabajase de puta todos los días a jornada completa, lo hace tanto en varios burdeles como en una agencia de escorts, para los clientes de la agencia compramos un apartamento en el que pudiese recibirles.
El único problema es que nuestras familias y amistades terminaron por enterarse de que Mar se prostituía, evidentemente fue un disgusto para todos y nos tocó dar muchas explicaciones, entre ellas el por que seguía casado con ella, pero al final parecen haber asumido que es nuestra vida y las pocas ocasiones en que nos vemos intentan comportarse como si nada, por suerte apenas hay tres o cuatro reuniones familiares al año, eso sí, nadie sabe la verdad sobre nuestra relación, Mar es mi esclava por encima de todo, aunque yo sigo llevando el cinturón de castidad.
El uso tan prolongado del cinturón ha reducido tanto el tamaño de mi poya que la jaula para contenerla actualmente es una cazoleta de apenas dos centímetros, pero también ha terminado por dejarme impotente, en alguna ocasión me he quitado el cinturón para comprobar si era capaz de empalmarme, pero no ha habido manera y tampoco es que me preocupe en absoluto, para follar a mi mujer ya están sus clientes, entre ellos algunos conocidos y los dueños de los burdeles, yo me conformo con comerla el coño cuando quiero, me encanta hacerlo cuando vuelve de trabajar y follarla con cualquiera de los dildos que tenemos, en cuanto a mis orgasmos he aprendido a correrme con un dildo follándome el culo, a veces uso una fucking machine que compré hace tiempo y en otras ocasiones ordeno a Mar que sea ella quiense encargue de follarme.