Galaes Sacerdotizas de Cybele: Parte 5

Cyrene, Phylis y Ajit continúan presas de los ogros quienes las han hecho suyas. Pero no por mucho tiempo...

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Parte 5 La vida y la muerte entre los ogros

...Como si fuera un castigo... esa es la intención que siento cuando me embisten, al penetrarme. En sus mentes me castigan, me humillan. En sus mentes me destruyen, me deshonran. Ellos preferirían morir bajo una espada que los rebane a la mitad, antes que someterse a mi trabajo diario, a mi forma de ganarme la vida. Ogros u hombres, aliados o enemigos, no importa, Yo soy su puta, y para los soldados no existe en este mundo cosa más despreciable que sus putas.

Nosotras andamos sin bandera, sin país. Cuando un ejército vence a otro, nos volvemos propiedad de los vencedores. Su propiedad, nunca sus aliadas, porque, a fin de cuentas, servimos para que descarguen toda su ira y coraje en nosotras... Nosotras vamos sin aliados. Todos los soldados de todos los ejércitos nos castigan de la misma manera, con sus penes por entre nuestras piernas. Pero ellos no tienen una mejor vida, para nada. Ellos sirven a un señor que los ha mandado a morir, ellos de nada le sirven vivos. Cada ejército sirve a un señor diferente, pero todos tienen el mismo fatal destino... morir y quedar deshechos en un campo frío y sombrío, sin que nadie les recuerde. Es seguro que todos los hombres que estuvieron en mi cama yacen ahora en uno de esos campos.

Yo me liberé de ese destino y el precio que tengo que pagar es el castigo que los soldados me propinan cada vez que entran en mi cama. Lo he llegado a aceptar con resignación, pensé que mi vida sería la de dar y recibir amor, pero aquí no hay amor. Un soldado entra, me paga por estar conmigo, casi sin hablar, me da algunas órdenes precisas. Se desnuda, me desnuda impacientemente, me tumba de espaldas sobre mi cama y me penetra, una y otra y otra vez, con todas sus fuerzas, con todo su odio... y me insulta una y otra vez... y me golpea una y otra vez... y luego sin decir más palabras se va, para dejar que entre el siguiente soldado. Pero lo prefiero, no me malentiendan, mi única otra opción era que estos mismos soldados me golpearan una y otra vez en un entrenamiento brutal, y después me insultaran una y otra vez con órdenes e instrucciones precisas para marchar hacia mi muerte y después que me penetraran una y otra vez con sus espadas hasta dejarme tirada en un campo frío y sombrío. Así que no se me malinterprete, prefiero este destino, el que yo elegí. Porque, aunque no recibo amor de mis soldados, yo sí les doy amor a ellos. Me someto con ternura a sus deseos; les permito que hagan con mi cuerpo lo que quieran sin poner ninguna resistencia. Sano las heridas de su cuerpo con medicina y las de su alma con mis besos. Les demuestro que hay más cosas en este mundo además de sus estúpidas guerras y demuestro al mundo que no todos nacemos para hacer la guerra. Sino que podemos hacer el amor como nuestra forma de ganarnos la vida. Prefiero morir así, curando las heridas que causan las guerras, cualquiera que sea el precio por ello.

Al menos eso me repito cada noche, porque no sé si sobreviviré a mi siguiente encuentro con el Ogro... ahora que pertenecemos a él y su ejército. Casi podría decir que extraño cómo me trataban los soldados humanos. Si bien los ogros no son más que un pueblo de bárbaros y no de mounstruos. Sí son bastantante más grandes y bestiales que cualquier soldado griego común y corriente. Y su apetito sexual es bastante menos... refinado. No entiendo muy bien su lenguaje ni su cultura, pero comprendo porqué me cortaron mi pene. Me parece que nuestros captores presumen de habernos convertido en sus hembras, al parecer tenernos en su harém les otorga cierta categoría. Lo sé porque mi último dueño ogro ha pagado buenas cantidades de oro por tenerme.

Como sea, de ese oro yo no ví ni un poquito y a mí es a quien me tocan los golpes y tener que soportar su enormidad adentro de mí. Pero no esta noche. Quiero regresar con mis soldados, aunque fueran unos ingratos y salvajes conmigo, nada se compara con las golpizas que ahora recibo ni el dolor al que me tengo que someter. Esta noche yo y Phylis nos escapamos, esta noche regreso a los brazos de Athan. Prefiero mil veces entregarme al ejército griego completo... Soy Cyrene de Cipre y nada va a detenerme. Ajit y Phylis están al tanto del plan y lo ejecutaremos sin dudar, esta misma noche.

Cuando la luna estaba en su punto más alto entró en mis aposentos, Azakur el ogro que se decía mi dueño. Como cada noche me tomo por la fuerza, como cada noche me agitó hasta hacerme forcejear. Nunca le gustó que me le entregara en suavidad, entonces me agredía hasta hacerme entrar en pánico. Hasta que yo deseaba escaparme de sus enormes manos y entonces comenzaba a excitarse ... cuando podía oler mi miedo como un animal. Era inútil resistirme a esto, el siempre ganaba todas las batallas y lo que ocurría en mi recámara era siempre una batalla. Así que, como cada noche, lo dejé ganar. Luché y grité hasta quedar sin fuerzas sólo para poder dejarlo sin fuerzas después de concluir el acto. Así que a la fuerza me sostuvo de espaldas a él; a la fuerza me tumbó sobre mi mesa, a la fuerza separó mis nalgas... yo debía gritar y patalear para excitarlo y complacerlo, así que lo hice. Grité y traté de escapar y el me tomaba con más fuerza. Podía sentir como su pene crecía y quería entrar en mí. Esta vez quería alejarme enserio. Azakur vanía particularmente violento esa noche, así lo hacía al prepararse para una batalla. Podía sentir su respiración pesada en mi espalda, ahora sí tenía miedo. Sus embestidas eran más fuertes que nunca, no le importaba el daño que me estaba haciendo. Sus rugidos eran graves y terroríficos y con cada uno forzaba su pene adentro de mí y me provocaba dolores inmensos. Comencé a rogarle que se detuviera pero no hacía caso, estaba en trance, parecía una bestia salvaje, rugiendo y babeando. Ni siquiera volteaba a verme. Y cada vez se forzaba más y más adentro con toda su enormidad. Yo comencé a quedarme sin aire, no podía gritar más agudo ni forcejear más duro, Azakur me dejaba sin fuerzas. Sentí mi cuerpo entero irse de mi control ya no podría moverme más, todo empezó a dar vueltas al rededor y a obscureserse. No sé por cuanto tiempo Azakur continuó penetrándome mientras estuve inconsiente, pero desperté cuando eyaculó dentro de mí. Sentí un mar caliente adentro, después me volteó y me arrodilló sobre el suelo, se metió en mi boca y me obligó a tragar otra eyaculación más. Pensé que pronto quedaría dormido a mi lado, pero no lo hizo, tomo su espada, se colocó su armadura y salió. Afuera había una batalla, el ejército griego había llegado a tomar venganza. Yo sólo esperaba que Athan estuviera con ellos. Rendida volví a perder la conciencia...