Galaes: Sacerdotizas de Cybele Parte 3

A la mañana siguiente del misterioso ataque del manantial las tropas están inquietas. Athan Manolis, el único sobreviviente, sigue inconsciente y nadie logra saber lo que en realidad pasó. Mientras tanto Ajit la mujer Hjira sabe lo que los hombres de las tropas necesitan y prepara a las chicas...

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Parte 1 : http://www.todorelatos.com/relato/117288/

Parte 2: http://www.todorelatos.com/relato/117343/

PARTE 3

... Desperté abrazada de Athan... aún inconsciente, es un hombre imponente. Se le ve tranquilo después de todo lo que anoche pasó entre él y yo, con todo y que su cuerpo está herido yo sé que pronto se recuperará. Pero quiero permanecer aquí junto a él, cuando contemplo su cara el mundo al rededor parece detenerse, quisiera saber si está viéndome en sus sueños, si sabe que estoy aquí. Toda la noche mi cabeza se escapó al lugar de ensueños, allá donde que Athan me lleva a su casa y me hace su mujer...pero estas tontas fantasías se desvanecen rápido cuando recuerdo que entre mis piernas no existen partes de mujer, ¿qué uso podrá tener un hombre como él para una mujer como yo?, así, incompleta... Pero para mi fortuna--o desfortuna--no tengo tiempo para seguir pensando. Ajit ha mandado a llamarme, las Cybeleas debemos atender a las tropas. Los hombres tienen miedo, están confundidos... y es momento de amarlos.

Ajit reunió a todas las Cybeleas para comenzar nuestros rituales de belleza, debemos preparar nuestros cuerpos. Primero, un baño en leche de cabra y esencias de lavanda. Así la piel se suaviza y se hace suave como la seda de la India. Ajit inspecciona a cada chica, se asegura de quitar todo el vello de sus cuerpos. Después, Ajit sacó vestidos hermosos para todas, mantas bordadas con patrones exquisitos y mil colores. Las vestimos con orgullo, parecíamos un jardín de flores, y adornamos nuestros labios de carmín y nuestros ojos y pestañas, había aretes y collares por montón y todas nos adornamos con ellos. Las cybeleas hicimos de ese momento nuestro. Ya estando todas listas, Ajit muy seria comenzó a hablar...nos recordó que los hombres de allá afuera partirán para la guerra pronto, y ellos saben que no todos van a regresar. Nosotras estamos aquí para darles un regalo, una caricia, un beso, un poco de amor con el cuerpo para consolar sus corazones. "Pero estas ropas que vestimos, las van a desgarrar" - dijo Ajit enérgica-. No para asustarnos sino para darnos valor. Nos recordó que ellos nos van a lastimar, que su amor nos dolerá, pero así su vida, igual que la nuestra, están entrelazadas en el dolor y es ese dolor el que nos une y nos permite amarnos. Acacia me tomó de la mano y me dijo: tengo miedo...  Las dos sonreímos con algunas lágrimas en los ojos y salimos a danzar para los soldados.

Al salir del templo de Cybele improvisado en el campamento, me sentí por un momento un gladiador que lo soltaron a los leones. Comenzamos nuestra danza tímida, tocábamos los tambores y cantábamos las canciones de Cybele. Los soldados nos gritaban mil cosas. Al principio me molestaban, me estaba acobardando, quería salir corriendo a llorar. Pero mientras más gritaban, más comprendía su dolor y su miedo y más sentía mi deber para con ellos. Además, responderles sus insultos con amor y una sonrisa los confundía tanto que me hacía reír. Y comencé a sentir el poder hipnotizante de mis caderas y el movimiento de mis manos. Descubrí, en ese instante mientras bailaba para ellos, que sí soy una hechicera, todas lo éramos. Poquito a poco las burlas sobre nuestros vestidos y adornos se convirtieron en ovaciones... pronto los teníamos a nuestros pies.  Jamás me sentí tan linda bailando, coqueteaba con todos ellos, un guiño de ojo por aquí, una caricia en la mejilla por allá... un beso travieso. De pronto les dejaba ver un poco mis piernas y mis nalgas y ellos temblaban y se arrodillaban pidiéndome más.

Los tambores eran frenéticos y los hombres estaban extasiados con nuestro hechizo. Me tomaron de la cintura...¿eran un par de manos?, ¿dos? ¿tres?. De pronto Acacia se soltó de mi mano, la soltaron, se la llevaron ¿o me estaban llevando a mí? las chicas desaparecían en un mar de brazos. Cuando me di cuenta yo ya estaba en los establos, no sabía lo que sentía. Escuche algunos gritos, risas, las chicas se divertían y al mismo tiempo todas teníamos mucho miedo. Tenía miedo pero perdí toda la fuerza de voluntad, no opuse resistencia, ataron mis manos a mi espalda. La masa de hombres, porque eso era, una masa de hombres que parecía moverse con una sola voluntad, me colocó sobre las montaduras de los caballos y yo no podía moverme. Ahora yo estaba bajo su hechizo, no sabía que iban a hacer conmigo pero lo deseaba con toda mi alma. Quería que la voluntad los hombres se ejerciera sobre mí, lo que fuera que desearan, lo que quisieran hacer conmigo. Perdí la cuenta de cuantos entraron en mi boca y en mi ano, uno tras otro. No alcanzaba a entender bien qué pasaba a mi alrededor pero parecía que los soldados hacían una fila, cada quien esperando su turno en una orgía de risas y golpes, algunos peleaban su lugar en la fila. Entraban en mí derramaban su semen y daban paso al siguiente camarada. Yo era el centro de su fiesta pero no participaba en ella, me convertí en un objeto, los hombres trajeron vino y pan y carne y hablaban entre ellos, hablaban de sí mismos y hablaban de mí como si no estuviera presente. "Pero que buen culo tiene ésta", "Pruébala por atrás esta rica". Algunos pocos si me decían cosas al oído." "¿Te encanta verdad?". "Mírate empapada en semen  y orines y no sientes ni la más pequeña vergüenza"... "Así te diste cuenta que nunca fuiste un hombre de verdad". Ese último se quedó grabado en mi mente para siempre. Y es que tenía tanta razón, pero lo gracioso es que ese hombre creía que me estaba insultando al decirme que yo no era un hombre de verdad. Entendí así la diferencia entre ellos y yo. El mundo de los hombres estaba allá lejos de mi entendimiento y con cada hombre dentro de mí, más profundo se hacía el abismo entre ellos y nosotras... pero también más grande se hacía la fascinación que siento por ellos y sus mentes, sus pensamientos, sus deseos y sus temores. Esta orgía frenética era para mí la puerta a su mundo y con cada trago de semen, con cada embestida violenta sentía que los hacía míos.

Poco a poco los ánimos se fueron calmando, no sé cuantas horas pasaron. Algunos soldados todavía se acercaban por una segunda ronda, a pedir que limpiara su pene con mi boca. Otros se acercaban a platicar conmigo, hablaron sobre sus familias, sus esposas, sus hijos y yo los escuchaba y consolaba su dolor. Ya casi todos estaban ebrios así que no sentían pena de llorar. Finalmente uno de ellos me desató y tiernamente me cargó y me puso a descansar en el suelo. Cuál sería mi sorpresa cuando vi a Eryx Kotas, el enorme gorila que me violó aquella primera noche. Se veía tan distinto, triste, demacrado, tenía heridas en la cara y en el cuerpo. El y Artemas eran los únicos sobrevivientes de su tropa. Cuando comencé a hacer preguntas sobre sus misiones guardó silencio y se fue. Lo que sea que Eryx vió en la isla de Sicilia lo había cambiado para siempre.

Murmullos, risas allá afuera, Athan Minolis despertó…