Gaeles: Sacerdotizas de Cybele Parte 2

Algunos soldados se enlistaron voluntariamente para ser transformados en Gaeles, Sacerdotizas de Cybele. Para complacer los deseos carnales del ejército defensor de Grecia. Pero en medio de la algarabía por su nombramiento , un peligro desconocido acecha en el calor de la noche

Parte 2

Puedes leer la primera parte siguiendo este link

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El  camino al manantial era obscuro así que dos soldados nos acompañaron a mis amigas y a mí. A ellos los íbamos a atender junto con el resto de la tropa. Yo me sentía como en las nubes caminando del brazo de un soldado. Caminar entre las rocas es más difícil con sandalias delicadas y un vestido, así que muchas veces estuve a punto de resbalar, de no ser por mi esbelto caballero.  Después de un arduo camino, no falto de caídas y resbalones que todos aprovechamos para hacer uno que otro contacto con partes de nuestros cuerpos, llegamos por fin al manantial. El resto de la tropa todavía no llegaba, pero los escoltas ya venían entrados en calor y no pudieron esperar más para brincar directo al agua manantial, arrastrándonos con ellos. Entre gritos y salpicones con el agua, los soldados se quitaron sus armaduras.  Aquellos dos hombres parecían tener ocho manos cada uno. Se deleitaban con cada rincón de nuestros cuerpos y nosotras les dejábamos explorarnos, para satisfacer sus deseos de tanto tiempo guardados. Ahora la respiración excitada de estos hombres me parecía un hechizo encantador, en contraste con los gemidos violentos de Eryx y Artemas. Definitivamente esta vez todo era muy diferente, mis soldados me necesitaban y yo quería complacerlos. Todo mi interés era recompensarlos por sus valientes acciones y era yo su premio, mi cuerpo era su recompensa.

No podía dejar de imaginarlos en batalla, mostrando toda su habilidad y su poder. Estas imágenes en mi mente me excitaban más. Yo quería recibirlos dentro de mí, resguardarlos. Y ellos querían entrar , no podían esperar un segundo más. Tomé a uno de ellos de la mano y me acerqué a una de las rocas en la orilla y me coloqué en posición para que me penetrara. El trajo a Minerva también de la mano y se dispuso a deleitarse con las dos. Minerva y yo nos mirábamos mientras aquel soldado nos manoseaba. No se cansaba de acariciar nuestra piel, maravillosamente lisa. Imaginé a Acacia y Phylis disfrutando del mismo trato en la otra orilla. Mi soldado comenzó a levantar mi vestido y antes de poder decir nada, de un solo golpe se metió en mi. No sé cuánto tiempo llevaba este hombre sin tener una mujer enfrente, pero yo agradecí infinitamente toda esa energía guardada, era un hombre bastante fuerte y levantó todo mi peso con su movimiento dentro de mí. Yo gritaba de dolor pero no quería que se saliera nunca. Minerva no podía borrar la sonrisa en su rostro, con la mano del soldado moviéndose frenéticamente entre sus piernas.

En ese transe nos mirábamos mutuamente y las dos comprendíamos nuestro sentir. Apenas un día antes Minerva y yo vivíamos un infierno, pretendiendo actuar como hombres en el ambiente varonil de un ejército. Y justo ahora el mismo ejército nos daba por fin el lugar con el que siempre soñamos. Mi soldado se salió de mi para entrar en Minerva, ella ya sabía lo que le esperaba y no podía controlar su emoción con los movimientos del hombre aquel adentro de ella. Mientras Minerva gozaba yo dirigí la mano del soldado entre mis piernas. Sus manos eran mágicas, podía sentir su dedo grueso entrando en mi ano, la manera en que lo movía me volvía loca.. y fue en ese momento cuando supe que no había vuelta atrás. Este hombre me estaba convirtiendo en una persona completamente diferente. Antes renegaba de mi misma, andaba escondida, temerosa de las miradas de la gente, avergonzada de ser quien soy. Pero en ese momento un soldado me había demostrado el increíble orgullo de ser mujer, me estaba demostrando que todo lo que siento, y todo lo que soy, es hermoso.

Pero de pronto todo pareció estar en silencio, fue un segundo tan solo. En el siguiente instante algo cayó dentro del agua desde las alturas y el manantial se tiñó completamente de rojo. Mi soldado salió de un brinco del manantial, cargando con Minerva y conmigo fuera de ahí. Los soldados nos ordenaron salir corriendo en ese instante y obedecimos. Las chicas y yo corrimos rápidamente en dirección al campamento , nos cercioramos de estar todas bien, pero nos dimos cuenta que los soldados no venían detrás de nosotras. Pregunté a Acacia que había pasado y dijo que vio caer algo como un cuerpo al manantial. Eso era lo único que sabíamos, pero no podíamos quedarnos ahí sin hacer nada. Teníamos que regresar a ayudar a nuestros soldados, después de todo, nosotras también teníamos un entrenamiento militar. Así que armadas de valor regresamos al manantial para ayudar a nuestros hombres.

Regresamos a escondidas, en todo silencio pero no encontramos nada, los soldados no estaban ahí. El agua del manantial tenía un color normal de nuevo. Parecía como si todo rastro de ellos hubiera desparecido. Ni siquiera sus ropas estaban ahí.  Entonces regresamos a toda prisa al campamento, todos quedaron perplejos al ver la expresión en nuestros rostros. En ese instante uno de los generales se acercó a preguntarnos qué es lo que había pasado. Después de contar lo ocurrido, los rumores supersticiosos no tardaron en correr, los soldados hablaban de las sirenas del manantial. Un puñado de soldados, amigos de Artemas y Eryx comenzaron a culparnos a nosotras, era nuestra primera noche y nuestra reputación estaba ya siendo manchada por creencias ignorantes.

Ajit nos había advertido de esto. Las Hjras en la India eran consideradas hechiceras poderosas y la gente las trataba con respeto, únicamente por el miedo que infundían. Nosotras no sabíamos nada de brujería, ni de criaturas en el manantial. Pero aquellos soldados que se sentían incómodos con nuestra presencia aprovecharon esta situación para culparnos de todo. El mismo general que escuchó nuestro relato se volvió en nuestra contra: Typhon Xenos, un general sangriento que era famoso por sus temibles actos en batalla. En los años siguientes, Phylis se convertiría en la amante secreta de Typhon, quien le revelaría un pasado doloroso. Pero ahora solo sentía rencor hacia nosotras.

Typhon carecía del control sobre las tropas de Dyonisio y prefirió complacer las peticiones de los soldados: Querían que fuéramos llevadas como sacrificio al manantial. Typhon dio la orden de que nos apresaran, yo sentí un golpe en la cabeza y no supe más .

Cuando desperté estábamos de regreso en el manantial. Yo y mis amigas estábamos atadas a unas estacas al centro del ojo de agua. Moría del frío, no sé cuantos horas había pasado con la mitad de mi cuerpo sumergido en el agua. Allá en la orilla podía ver a los soldados gritando cosas horribles y haciendo ritos para llamar a las criaturas del manantial. Yo miré al cielo, era una noche hermosa cubierta de estrellas. La luna iluminaba la vegetación que rodeaba al manantial. Yo tan solo recordé a mi soldado desaparecido, que apenas hace unas horas me había hecho pasar el momento más bello de mi vida. No pude controlar el llanto, no podía creer que todo el encanto hubiera desaparecido. Ahora los soldados mostraban una parte de su ser que me aterraba, no paraba de preguntarme cómo podía caber tanto odio en sus corazones.

Lloré sin parar, lloré de miedo, de angustia, de desesperanza. Lloré por mí y por mis amigas y también lloré por los soldados, y por lo que estaban a punto de hacer...pues estaban a punto de perder su humanidad. Cuando de pronto, justo cuando estaba a punto de perder toda esperanza...Lo vi.

Venía nadando desde el fondo del manantial. Sus enormes brazadas lo impulsaban intempestivamente hacia a la superficie, y ahora mis lágrimas eran de una alegría inmensa, pues mi soldado había regresado con vida. Nunca olvidaré la imagen de su cuerpo desnudo saliendo del agua para tomar un profundo respiro. Parecía un león poderoso luchando por su vida. Cuando por fin alcanzó la orilla, el resto de soldados ahí presentes se apresuraron hacia él. Pero con un enorme rugido les gritó: "corran!, corran por sus vidas!". Regresó inmediatamente al agua a desatarme a mí y mis amigas. Otros soldados entraron al manantial para ayudarle. Nosotras estábamos exhaustas y desorientadas así que los soldados nos llevaron cargando sobre sus espaldas a toda prisa de regreso al campamento. Todo fue demasiado rápido.

La madrugada ya estaba cerca, a medio camino hacia el campamento el sol despuntó en el horizonte. Los soldados se detuvieron a tomar un respiro, sintiéndose protegidos por la luz del día. En cuanto me pusieron en el suelo para descansar, yo logré recuperarme un poco y comencé a buscar a mi soldado con la mirada, ahí estaba junto a mí.

También se encontraba exhausto pero lucía impresionante, el agua caía a chorros de su larga cabellera y se escurría por su obscura barba. No había tenido tiempo aún de colocarse nada de ropa, yo me acerqué a él y sin pensarlo dos veces tomé su rostro y le regalé un tierno beso en los labios. El pareció recuperar todas sus fuerzas y me tomó de la cintura. Era un beso que parecía eterno, me estrechó entre sus brazos y me levantó del suelo. Yo me abracé de su cuello y me quedé colgada de él por un rato, sin despegar mis labios de los suyos.

Nuestro beso enamorado por desgracia terminó y el volvió su mirada hacia los soldados que gritaban insultos, hablaban aún de sus creencias, llamándonos brujas y sirenas del manantial. Sin soltar mi mano, se volvió hacia los soldados. Su mirada los fulminó, quedaron perplejos, y él comenzó a hablar...

" Compañeros, escuchen bien mis palabras, un mal terrible nos acecha en estas tierras. Este es momento de permanecer unidos, todos... y todas. Estas mujeres están aquí para servirnos, para ayudarnos, para darnos el amor que tanto hace falta en nuestro lugar y tiempo. Si deciden continuar su camino de odio, nos harán sufrir a todos un terrible destino".

El general Typhon se acercó a él y preguntó  "soldado cuál es tu nombre?". "Athan Manolis", contestó. Hasta la fecha guardo el recuerdo de su nombre, dicho en su propia voz. Lo guardo en el fondo de mi alma con gran alegría y con aún más dolor.

En ese momento Athan se desplomó en el suelo casi inconsciente, balbuceaba palabras sin sentido, algunos soldados se ofrecieron para cargarlo hasta el campamento.Todos regresamos en completo silencio, Minerva, Phylis y Acacia acompañaron a la tropa de soldados a una tienda para atenderlos el resto de la mañana.

Yo permanecí con mi soldado, Athan. Lo recosté en su cama, él casi no se podía mover, le aseguré que yo me encargaría de todo. Preparé una sopa y le di de comer. Después prepare un baño caliente con agua del fogón y lo bañé. Lave sus heridas y las curé con un beso. Debido a mis caricias, Athan tuvo una enorme erección. Yo sin pensarlo tomé su pene con mis dos manos y comencé a darle un masaje. Me tenía hechizada con su miembro, las pequeñas venas en toda su superficie palpitaban al ritmo de su corazón, que yo podía escuchar latir más y más rápido. Athan comenzaba a dar unos pequeños gemidos en un tono muy grave y masculino, que a mí me hipnotizaron.  Me coloqué encima de él abrazando su torso con mis piernas y dejando que viera mi espalda. Después bajé la cabeza hasta que mi boca tocó su pene, le di unos pequeños besos y mientras tanto movía mis caderas de arriba a abajo, para deleitar su vista también. No podía contener las ganas de sentir su semen en mi boca. Aún cuando la única vez que yo había probado el semen de un hombre había sido en contra de mi voluntad. Ésta vez sabía que era diferente, ésta vez lo deseaba tanto. Y sabía que sería maravilloso. Seguí , acelerando cada vez mas mis movimientos. Sentía las contracciones de todo su cuerpo. Athan me tomaba fuertemente de los muslos como pidiéndome más.  Él me controlaba con pequeños movimientos de sus manos, y yo era perfectamente capaz de entender cada uno de sus deseos. Lamía su pene, lo metía en mi boca, lo dejaba llegar hasta lo más profundo. Athan se  movía bruscamente dentro de mi garganta, pero eso no me importaba , yo sólo pensaba en él, en su placer. Las contracciones se hacían mas fuertes y podía sentir como su pene empezaba a bombear. Sin previo aviso Athan alzó su cadera con toda su fuerza para llegar aún más profundo; y eyaculó un mar de semen que llenaba mi boca. Yo no sentí dolor, ni me sentía incómoda en lo más mínimo. Bebí de su dulce semen, limpié su pene y sus testículos con mi lengua hasta que no quedó una sola gota. El tomó mi cabeza en un gesto de agradecimiento y se quedó profundamente dormido. Yo permanecí dispuesta a estar a su lado el resto del día, sólo para verlo dormir.