Gaby, mi hija 7
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Gaby, mi hija 7
—Vamos, subid al coche e iremos a mi casa que está cerca y hablaremos más tranquilas.
Apenas dos minutos y llegamos a su casa, un chalet grande con un bello jardín rodeándolo. Desde el coche, con un mando abre la cancela, entra y aparca en el garaje, bajamos admiradas del edificio.
—Esta es mi casa y desde ahora la vuestra. Pasemos y pongámonos cómodas.
Nos lleva hasta un amplísimo salón, nos sentamos y hablamos de nuestras vidas, de lo que nos ha ocurrido recientemente. Llama a una muchacha y le pide que nos sirva lo que queramos, refrescos cervezas….Y le dice que prepare comida para todas.
—Hoy os quedáis a comer aquí. Tenemos que recuperar el tiempo perdido.
Sus manos en las mías, sus ojos en mis ojos…
—Eso no es posible, Lara. Pero podemos intentar que en el futuro compensemos los errores del pasado. Sigo enamorada de ti. He tenido que pasar por una dura prueba para darme cuenta. Mi hija lo sabe.
Pasamos al comedor y seguimos intercambiando historias. Lara se marchó a Los Ángeles, EEUU, con un contrato para hacer películas porno. Más tarde creó su propia productora y se dedicó a ella hasta acumular una pequeña fortuna que le permite vivir bien. Aunque, de cuando en cuando, si le proponen algún proyecto interesante, no tiene inconveniente en realizarlo, ya sea como productora, directora o actriz.
—Estoy pensando ¿Y si realizáramos una película entre todas? ¿Os gustaría? — Deja caer Lara.
Charo se pone las manos a la cabeza.
—¡No, por dios! Yo en una película, desnuda. Ni hablar.
—¡Pero qué estrecha eres, mamá! ¿Por qué no? ¡Vamos a demostrarle al mundo de lo que somos capaces! Una película de chicas para chicas. No los bodrios que se hacen para calentar a los machitos.
Soltamos una carcajada general. La cara de Charo es un poema, los colores le suben enseguida. Gaby mira a Lara.
—Y… ¿Cómo sería? ¿Qué tendríamos que hacer?
—¡Vaya, Eva! ¡Tu hija es decidida! Pues muy sencillo, se colocan cámaras en distintos lugares, nosotras nos comportamos como si no estuvieran, no hay nadie delante. Eso nos da mucha tranquilidad. Las luces, los movimientos de cámara, los enfoques, todo se hace por ordenador desde un centro de control. Después se editan las grabaciones, se realiza el montaje y se envía a la distribuidora. Si tiene aceptación, podemos ganar dinero.
Silvia y Gaby se miran y sonríen.
—A mí me gustaría. ¿Y a ti Gaby?
—Por mí encantada. ¿Con quien tendría que follar?
Lara se ríe. Le gusta la decisión que muestra Gaby.
—Con quien tú quieras. Con Silvia, con Charo, conmigo.
No puedo más. Lara intenta seducir a mi hija.
—Y yo ¿No cuento?
—Claro que sí, Eva. Podemos hacerlo por parejas, tríos, todas juntas, con otras y otros…. Estoy abierta a todo. Se hará lo que nosotras decidamos. Yo cuento con los medios necesarios, lo pensáis y si os decidís adelante. Pero… ¿Cómo lo tomará tu marido?
—Es en lo que estoy pensando. Tenemos que divorciarnos para que él pueda rehacer su vida con Ainoa, así yo quedaría libre.
—La verdad mamá, tal y como están las cosas lo mejor es que os separéis. Pero mientras ¿De qué viviremos nosotras? Si nos dedicamos al porno no te pasará pensión.
Lara, sentada a mi lado, pasa un brazo por mi espalda rodeando mi cintura.
—Eso no es problema. Podéis vivir aquí. Cuando he dicho que esta era vuestra casa lo decía de corazón. Es demasiado grande para mí sola. Y aunque he estado, estoy, muy dolorida por lo que me hiciste, te sigo queriendo. No he podido olvidarte nunca. Siempre te he llevado en mi corazón.
—Lara, mi vida, lo siento. De verdad lo siento. No sabía el daño que te hacía, fui muy egoísta.
—Pero estamos juntas de nuevo y creo que por mucho tiempo, para siempre. Ven, no puedo resistir por más tiempo el deseo de ti, de tu boca, de tu cuerpo. Quiero poseerte, hacerte mía como entonces. Hacerte llorar de placer y que me hagas sentir a mi lo mismo. Vosotras haced lo que queráis, esta es vuestra casa. Martina, la chica, está también para lo que queráis. Tiene una lengua divina.
Me lleva a la planta superior, entramos en una habitación de cine. Nunca mejor dicho. La cama, enorme, ocupaba la mitad de la gran habitación.
—Aquí, en esta cama se han grabado las mejores escenas del porno español. Y se seguirán grabando. ¿Ves esa cámara? ¿Y aquella? Hay cinco en lugares estratégicos. Le doy a un pulsador en el cabecero y se ponen a grabar. Giran automáticamente, siguiendo el movimiento nuestro. ¿Lo ves?
Yo estaba alucinada, maravillada. Las cámaras se movían solas, sus objetivos, nos seguían.
—Pero ¿Vas a grabarnos?
—Como tú quieras. Pero a mí me gustaría tener un recuerdo de nuestro reencuentro.
—Tienes razón, a mí también.
Lara, a mi espalda, coge mis hombros, se acerca a mi cuello, siento el aliento y me estremezco. Me empuja hacia la cama, me dejo caer y ella a mi lado, enfrentadas nos besamos, su boca se abre para abarcar la mía en su totalidad. Como si quisiera tragarme entera. Las lenguas se encuentran, su sabor, su perfume, el olor de su piel me enloquecen. Mis dedos se sumergen en su pelo, atraigo su cabeza hacia mí, beso los párpados, su frente.
—¡Amor mío! He soñado tanto con este momento. Te tengo aquí, conmigo, a mi lado. Te quiero. Cuando me dejaste me creí morir. Y estuve a punto de hacerlo. No podía soportar no verte, no abrazarte, no sentir tu piel sobre la mía. Te quiero… Te he querido siempre… Nunca te olvidé.
Me besaba apasionadamente, sus manos recorrían mi cuerpo sobre la ropa. Sus labios en mi cuello, en mis mejillas. Pasaba la punta de la lengua sobre mis pestañas produciendo un cosquilleo. ¡¡Buufff!! ¡Cómo quería a esta mujer! ¡Qué estúpida fui al separarme de ella! Pero ahora está aquí, conmigo.
—Lara, perdóname por haberte hecho sufrir. En aquel momento estaba cegada por mi relación con Carlos, creí estar enamorada, pero en realidad era por mi familia, no podía decirles a mis padres que estaba enamorada de otra mujer y quise convencerme de que lo estaba de Carlos. Pronto terminó aquel amor, pero tú ya no estabas, te habías ido, te busqué y no pude encontrarte. Me adapte a una vida monótona, sórdida, sin emociones, sin esperanza, solo cuidar a Gaby me daba fuerzas para seguir adelante.
—Shhhh. No hables, siénteme, hazme sentir. Bésame, abrázame. ¡Follame ya! Quiero que seas mía otra vez.
Me desnudó, la desnude, despacio, recreándome en cada prenda, en cada movimiento en cada rincón de carne que descubría. Sentía sus dedos pasando por mi espalda, arañando suavemente con las uñas. Sentadas en la cama, enfrentadas con los muslos entrelazados, las miradas, las manos acariciando y excitando los pechos, el vientre, bajando, las bocas pegadas, una mano en la teta y la otra en el sexo. Me tiende de espaldas y separa mis muslos, hunde su cara en mi ingle. Me falta el aire, respiro en pequeñas bocanadas que me hacen gemir al exhalar el aire. ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!.......................
De nuevo aquella sensación de la primera vez con ella, no podía soportarlo más. El orgasmo llegó por sorpresa, como una avalancha, avasallador. Intenso. Profundo. Y se repite, una y otra vez, en oleadas.
—Vaya, sigues tan putita como antes. En cuanto te toco te corres y a mí me dejas a medias, zorrita.
—¿Zorrita? ¡No! Zorra, puta. Tu puta. La que te va a llevar al cielo o al infierno. Donde más a gusto estés. Ven quiero chupar tus pies. He soñado con ellos, con acariciar esos deditos redonditos, lamerlos, pasearlos por mis tetas, por mi coño. ¡Meterlos dentro de mi coño! ¡Follarme con ellos!
Y lo hago. Al tiempo que excito su clítoris con una mano, con la otra atrapo su pie y lo restriego por toda mi raja. Su pulgar entra dentro de mi cueva, está chorreando de flujos, de saliva. Y poco a poco entra. ¡Por fin! Mi sueño hecho realidad. El divino pie de Lara, dentro de mi coño. Sentada sobre él, me muevo, rotando, arriba, abajo. Abre mucho los ojos, se va a correr, me inclino sobre su coño y bebo sus fluidos. Lamiendo, excitando su botoncito. Pequeño, suave, caliente. Sus manos en mi nuca empujan y mi cara se incrusta en su cavidad. Lengüeteo el orificio anal. Lamo desde el culo al clítoris, muerdo sus labios vaginales. El orgasmo le llega, tira de mis pelos para que suba hasta su cara, se unen nuestros labios, nuestras piernas se entrelazan propiciando el frotamiento púbico y se estremece su cuerpo presa de temblores incontrolables.
Su respiración se normaliza, se calma, nos besamos dulcemente. Acaricia mi cara y yo la suya. No me canso de tocarla. De mirarla.
—Te quiero, Lara. Te quiero con locura. Eres mi vida, mi amor, miii…todo. Lo eres todo, para mí.
Lo que sentía en aquel momento no puede describirse con palabras. La sensación que embargaba mi pecho era inenarrable. ¿Y esto es pecado? ¡Que sabrán ellos! Pecado son las guerras. Matar de hambre a millones de criaturas, mientras se dilapidan recursos en armamento. Dejar en la miseria a miles de familias, sin casa, sin trabajo, sin futuro…Sin esperanza. Eso sí debería estar prohibido. ¿Pero esto? ¡Esto no pueden prohibirlo, ni sancionarlo! ¡Esto es amor!
Oímos un sonoro aplauso. Las guasonas de las chicas, incluida Martina, la muchacha que atendía las cosas de la casa. Reían y nos gastaban bromas. Nos levantamos y nos arreglamos para volver a casa. Charo parece triste. Lara me mira suplicante.
—Eva, no vuelvas a dejarme. Otra vez no. Por favor.
—No Lara, tengo muy claro cuáles son mis sentimientos. Te he dicho que te quiero y no nos separaremos, pero tengo que solucionar algunas cosas. Estaremos en contacto por teléfono y te iré informando de todo.
Nuestros labios se unen en un largo y cálido beso. Lara ha llamado a un taxi que nos lleva a casa de mi marido. Por el camino abrazo a Charo y beso su frente.
—Charo querida, no estés triste. Te dije que amaba a Lara, pero también te quiero a ti. No sé cómo lo vamos a hacer, pero no te dejaré sola. Seguiremos juntas y con Lara. Aprenderás a quererla. Nosotras ya vivimos una situación parecida antes de separarnos.
—O sea, ¿Que estarás conmigo cuando no esté Lara? O ¿Las tres juntas? ¿Cómo? Lara te quiere solo para ella. Yo solo soy un estorbo.
—¡Noo! No pienses eso. Charo, tú jamás serás un estorbo para mí. Cuando conozcas mejor a Lara, te darás cuenta de lo que intento decirte. Ahora no te preocupes más.
Llegamos a casa. Carlos no está. Ainoa sale a recibirnos. Nos da dos besos a cada una.
—¿Dónde os habéis metido? No sabía nada de vosotras y me teníais preocupada.
—Hemos ido a conocer Barcelona, después…. Encontré a Lara, la mujer de la que estuve y sigo estando enamorada.
—Vaya, que suerte la tuya. Veinte años disfrutando de tu marido y ahora encuentras a tu amante.
—Ya lo ves Ainoa, no todo son reveses, a veces también salen las cosas bien. Por cierto ¿Alguna vez has estado con una mujer? ¿Te gustaría probar?
—¡Uy, no! No he probado eso nunca y no sé si me gustaría, por ahora lo paso muy bien con Carlos.
— ¿No tienes curiosidad? A veces, probando, se descubren cosas que desconocemos de nosotras mismas.
—Bueno, ya veremos. Por ahora no.
—Es que, veras, nos han propuesto rodar un video de chicas. ¿No te gustaría ver como se hace?
—¿Cómo? ¿Qué vais a hacer películas porno? ¿Todas?
La cara de Ainoa reflejaba sorpresa e incredulidad. Al verla soltamos una sonora carcajada general, amenizada por la contagiosa risa de Silvia.
—Síi, todas. ¿Por qué no? Nos lo pasamos bien y a lo mejor ganamos dinero.
—Pero… Pero ¿Lo haréis todas con todas? Eva… ¿Lo harás con tu hija? ¡Por Dios!
—Vamos Ainoa, no te asustes. Si te quitas de encima algunas losas que nos ha impuesto la sociedad en que vivimos, te darás cuenta que no es tan terrible como nos han hecho creer.
—¿Y Carlos lo sabe?
—Lo de las películas no. Pero se lo diremos en cuanto llegue.
Charo me acompaña en la cocina mientras preparo la cena. Las chicas se quedan en el salón charlando.
—Eva, tengo miedo. La policía me ha llamado por el móvil para decirme que mi marido ha salido de la cárcel en espera de juicio. Tiene una orden de alejamiento, pero eso no sirve de nada si quiere hacerme daño.
—¿Sabe dónde estás?
—Creo que no. No sé donde estará él. Al no estar nosotras en casa no sé si puede haber vuelto y vivir allí. La policía sí sabe dónde estamos, han enviado un aviso aquí por si le diera por venir. Les he dicho que estábamos con una amiga que nos ayuda. ¿Te parece bien?
—No te preocupes. Por lo que me has contado de tu marido no creo que se decida a abandonar Sevilla, su ambiente, sus amigos, su barrio. ¿Cómo va lo de tu divorcio?
—Bien. Hablé con mi abogado, el que me asignaron de oficio y dice que lo tiene todo listo. Solo necesitan mi firma para llevarlo al juzgado. Tendré que ir a Sevilla…Y me da miedo. Por otra parte Silvia me preocupa, está muy enamorada de Gaby, es frágil y no estoy tranquila con esto del porno. Gaby es más fuerte, vi el brillo en sus ojos cuando Lara lo propuso, le gusta la idea de convertirse en actriz porno, pero mi hija lo hará solo por Gaby… no sé cómo acabará todo esto.
La preocupación de Charo era lógica. Yo ya me había dado cuenta que mi hija no estaba tan enamorada de Silvia, la quería, sí, pero no estaba enamorada. Detecté cruces de miradas entre Lara y mi hija que me producían un gran desasosiego. ¿Acabarían enamorándose las dos? ¿Me dejarían a un lado? Yo amaba profundamente a Lara, pero quizás ella ya no tanto a mí. Le hice daño, sufrió mucho por mi culpa y tal vez me lo haga pagar, con razón.
Ha llegado Carlos, vamos a ver como se toma las nuevas noticias.
—¡Familia! ¿Dónde estáis?
—¡Aquí Carlos, en la cocina!
Entra y nos besa a las dos.
—Carlos, tenemos que hablar. ¡¡Gaby, Silvia, Ainoa!! ¡¡Bajad, ha llegado Carlos!!
Preparamos la mesa entre todas y nos sentamos a cenar.
—Carlos, hoy han sucedido algunas cosas que te tenemos que contar. He encontrado a Lara, ¿Te acuerdas de ella?
—Sí, creo que sí, era una amiga tuya que tú decías que nos perseguía al principio de salir tu y yo juntos.
—La misma. Pues bien, nos perseguía porque estaba celosa de ti. Fuimos pareja un tiempo, antes de conocerte. Con ella debuté en el cine porno. Nos ha propuesto hacer una película. A todas. Bueno, menos Ainoa. ¿Qué te parece?
—¡¡Joder Eva!! ¡¡No me toques los cojones!! ¡¡Ya está bien!! ¡¡¿Cómo puedo permitir que mi mujer y mi hija participen en una película porno?!!
—Pues muy sencillo. Cuando sea tu ex mujer y tu hija, mayor de edad, quienes la hagan.
—¿Cómo? ¿Mi ex mujer?
—Sí, Carlos. Lo más sensato es que nos divorciemos, así puedes casarte con Ainoa, lo estáis deseando y yo seré libre para vivir con Lara, sin disgustos ni reproches.
—¡No si al final te tendré que dar las gracias! Haced lo que queráis. ¿Tú qué piensas Ainoa?
—Pues bien, que me va a parecer. Hace unos días era tu amante de tapadillo y ahora tengo la posibilidad de ser tu esposa. ¿Y tú, qué harás? ¿Quieres casarte conmigo?
—Eva, esto me parece una encerrona. ¿Lo has tramado tú?
—No, Carlos. Pero las cosas vienen así.
—Carlos, repito… ¿Quieres casarte conmigo?
—Sí, Ainoa, nos casaremos. Lo que no tengo claro es lo de seguir viviendo todos juntos en esta casa.
—Nos apañaremos papá. Yo estaba pensando en quedarme aquí con Silvia, hasta que tenga mi casa. ¿No te importará, Ainoa?
—No, que me va a importar, así no pasaré tanto tiempo sola. ¿Y tú Eva, que piensas hacer? ¿Te quedarás?
—Por mí no preocuparos. Charo y yo nos vamos a vivir con Lara. Lo he hablado con ella, necesito tenerla cerca y creo que ella a mí, será lo mejor. De todas formas Gaby y Silvia seguirán estudiando, no deben entrar en el porno aún. Si ellas quieren pueden hacerlo más adelante, cuando terminen el grado. Pero ahora, vamos a cenar.
Carlos parece apesadumbrado está sentado con la cabeza entre las manos y los codos sobre la mesa.
—No puedo creer que me esté pasando esto a mí. En dos días le habéis dado la vuelta a mi vida como un calcetín, todo al revés.
—Claro, tu vida era muy cómoda papá. Tu mujercita en casa para que te lave los calzoncillos y tu amante fuera para que te lave la “cabeza”, de cuando en cuando ¿No? Desde luego los hombres sois unos egoístas. Prefiero a mi mujercita. ¿Verdad Silvia?
Se dan un piquito en los labios. A mí me hace gracia, pero a Carlos los ojos le echan chispas. Ainoa también sonríe. Ella va a salir beneficiada con todos estos cambios. Al terminar la cena Carlos sube al dormitorio, las chicas también, pero Charo y Ainoa se quedan conmigo en la cocina.
La novia de mi marido está fregando, me acerco a ella y deposito un beso en su cuello. Se sorprende, pero no se retira, con el dorso de mis manos acaricio los brazos y se le eriza la piel. Huele bien, Charo nos mira y sonríe. Bajo las manos hasta estrechar su cintura. Con un paño de cocina se seca las manos, se gira, fija en mis ojos su mirada, las mejillas enrojecen. Acerco mi boca a la suya y unimos los labios, suave, delicadamente. Me separo de ella que coge mis manos y tira de ellas. Acaricio su cara, aparto un mechón de su cabello y lo recojo tras su oreja.
—Sube Ainoa, no hagas esperar a Carlos que se duerme enseguida.
Beso de nuevo sus labios y le doy un ligero empujoncito para que se vaya. Se marcha.
—¿Qué estás haciendo Eva?
—Nada malo Charo, Ainoa está deseando probar con nosotras. Sus miradas, sus gestos, no es nada concreto, pero lo sé. Y prefiero que sea conmigo a que lo haga Gaby. Ella no tiene la suficiente experiencia y podría asustarla.
—Pero ella no es lesbiana sin embargo se ha excitado contigo. Lo he visto.
—Creo que la mayoría de las mujeres somos bisexuales, es la presión social la que nos obliga a decantarnos por una u otra opción sexual. Llegado el momento adecuado, con la, o las personas adecuadas se puede tener vivencias gratificantes con uno u otro sexo o con los dos. Si una mujer vive una mala experiencia con uno o varios hombres y buenas con mujeres podría fijarse la tendencia homosexual, sería el caso de algunas lesbianas que sienten un rechazo visceral hacia el hombre. Se ha escrito mucho sobre esto, desde la más remota antigüedad. Safo de Mitilene, la poetisa griega, desde la isla de Lesbos, hace dos mil quinientos años, ya describía sus desvelos amorosos por una mujer que, al parecer, no le correspondía y según la leyenda se arrojó al mar desde un acantilado.
—No lo entiendo. ¿Y los homosexuales que lo son desde pequeños? Yo, sin ir más lejos. Me sentí atraída por Alma desde que tengo uso de razón, jamás desee a ningún hombre. Mis miradas de deseo se dirigían solo a mujeres. ¿Por qué?
—Dicen que, en algunos casos, podría influir un componente genético que favoreciera la preferencia por uno u otro sexo. Yo creo que la determinación sexual es una elección que se debería ejercer libremente. Que cada cual elija lo que prefiera en cada momento de su vida, como yo. Mi vida con Lara fue maravillosa, después, conocer a Carlos me abrió a un mundo nuevo de experiencias y placeres que me deslumbró temporalmente. Ahora estoy deseando tener a Lara de nuevo entre mis brazos, o a ti que me haces sentir muy bien.
—Pero tú no estás enamorada de mí, Eva, lo sé. Ni yo de ti, perdóname pero lo que yo sentía por Alma no lo siento por ti, no lo he vuelto a sentir. Te quiero de otra forma. Me das placer y me siento bien contigo, pero no es lo mismo.
—No tienes que pedir perdón Charo, yo también siento un gran cariño por ti, pero como tú dices estoy enamorada de Lara. Solo recordar su nombre me eriza la piel, siento escalofríos, me emociono y mis ojos se llenan de lágrimas. Eso es enamorarse. Alguien dijo que el enamoramiento es un sarampión del alma que distorsiona la realidad mientras lo vives, te obsesiona y puede dejar secuelas de duración variable, desde horas, días, años o toda una vida. Uno de sus componentes es el celo, es posesivo, lo quieres todo para ti, no compartir con nadie el objeto de tu enamoramiento. Pero el AMOR es otra cosa. Es generosidad, entrega, lo da todo, hasta la propia vida si es preciso sin esperar nada a cambio. Puede llevar a renunciar a la persona amada por su felicidad. Es el AMOR de una madre por sus hijos, que los aparta de sí para que puedan ser felices con otra persona. O el de una esposa que quiere a su marido, sabe que él no es feliz y lo empuja a los brazos de otra mujer que le dé esa felicidad.
—Como tú con Carlos ¿No?
—Sí, Carlos me quiere, lo sé, a su manera, pero ya no está enamorado de mí. Ahora su amor es para Ainoa, ella es una buena chica y puede hacerlo feliz.
—Ya, pero cualquier mujer reaccionaria de otra forma, quizás hasta con violencia hacia la otra.
—¿Y qué lograría? Amargarse y amargar la vida de todos a su alrededor. Por desgracia esto ocurre con demasiada frecuencia. El sentimiento de posesión no es exclusivo de los hombres, también las mujeres lo padecemos. Es el típico caso de “Mi marido es mío y de nadie más”… Error… Tu marido no es de tu propiedad, ni tú de la suya. Si la relación llega a su fin, lo más sensato es que cada cual siga su camino. Cuando la monotonía se adueñó de mi vida seguía follando con Carlos sí, pero solo me corría cuando imaginaba que era Lara quien lo hacía conmigo. Cuando veía a Lara en el plató, siendo penetrada por dos chicos a la vez sentía envidia por no ser yo quien estaba dentro de su vientre. Pero ella buscaba mis ojos, entonces llegaba el placer, no importa quién o qué te este tocando; es la mente, el pensamiento quien lo provoca. Y ahora vamos a la cama que tengo el chochete húmedo, mira.
Acerco su mano a mi entrepierna, aparto las braguitas y paso sus dedos por mi sexo. Los saca mojados. Los llevo a mi boca y los saboreo, ella se acerca a mis labios para compartir mis jugos, el beso se prolonga, la respiración se entrecorta, nuestros corazones laten desaforadamente, estamos muy excitadas y llevamos nuestras manos al coño de la otra para masajearlo, frotar la palma por el pubis, introducir uno, dos dedos dentro de nuestras cuevas. Oímos el chapoteo que producen nuestras manos con los líquidos que segregamos.
—Vamos Charo que no aguanto más. Quiero comerte el coño, el culo, las tetas, todo.
Subimos apagando las luces. Se escuchan los gemidos de las niñas, de Carlos, de Ainoa. Todos están haciendo el amor. Nuestra excitación es brutal. Nos desnudamos con premura acariciándonos, besándonos casi violentamente, con ansia, me arden las mejillas, cojo su cara redondita para acercarla a mi boca, sus dedos pellizcan mis labios vaginales, entran en mi rajita, chapotean.
Bajo hasta lamer los pezones que se endurecen al contacto. Mamo de ellos, las tetas grandes de Charo rebosan mis manos, mi boca. Nos revolcamos en la cama, roces, mi muslo entre los suyos, el suyo entre los míos. Placer…
Invertimos las posiciones. Mordisqueo los pies que son pequeños, los deditos, muerdo hasta casi hacer daño los talones, tiembla. Mi rodilla empuja en su sexo empapado, ella se mueve buscando un contacto más profundo, más íntimo. Llega su orgasmo, como un huracán, grita, se retuerce con movimientos convulsos.
Poco a poco se calma. Normaliza su respiración y me empuja hasta hacerme caer boca abajo, tira de mis caderas hasta quedar mi culo en alto, separa mis rodillas para hundir su cara en mi culo, su lengua hace estragos en mi esfínter, sus dedos excitan mi clítoris. No puedo más, otra vez el calor en el bajo vientre.
La sensación placentera sube hasta la garganta y baja hasta mi coño donde explota. Mi cabeza se llena de luces, chispas de color amarillo, mis manos atrapan las suyas para detenerlas. La sensación es tan intensa que se vuelve insoportable. Se aparta de mí tendiéndose a mi lado. Extiendo mi cuerpo, brazos, piernas abiertas, miro hacia Charo que se acerca a mi cara para depositar un amoroso beso en mis labios.
Abrazadas nos quedamos dormidas.