Gaby, mi hija 3

—Mamá. ¡Eres una bruja! Jajaja

Gaby, mi hija 3

—Mamá. ¡Eres una bruja! Jajaja

Llegamos a casa con el tiempo justo para la comida. Cuando Carlos se marcho nos quedamos tomando café en la cocina.

—Mamá, cuéntame cómo fue tu experiencia como actriz. Me gustaría saber cómo llegaste a hacerlo por el culo.

—La verdad. Se pasa mal al principio, durante los preparativos. Hay que soportar cosas muy desagradables.

—¿Cómo qué?

—Pues para preparar el intestino. Se limpia mediante enemas, uno tras otro hasta quedar limpio. Una de las chicas estaba tan habituada que se corría con las lavativas. En cuanto empezaban a ponérselas le entraban escalofríos y contracciones de los esfínteres, se excitaba el clítoris y acababa con un orgasmo. Decía qué de esa forma la limpieza resultaba muy agradable.

—Mamá yo aún no lo he hecho nunca por atrás. Y me gustaría probar. Me lo tienes que hacer.

—Bueno ya veremos. Como te decía.

Fue Javi, el chico de la comida del primer día y Joel, que fue el que se metió debajo, los que me prepararon, eran gay los dos, pero participaban en todo. En mi primera vez, fueron muy cariñosos conmigo. Después de la limpieza me pusieron a cuatro patas y fueron metiendo primero un dedo, después dos, muy despacio, tardaron mucho tiempo, lubricaban continuamente y lo principal, me frotaban el clítoris. Tanto tiempo que me corrí varias veces, pero ellos continuaban. Ya estaba desfallecida. Metieron un plug anal y me dijeron que lo dejara puesto para adaptar el esfínter.

Cuando llegué al plató aun lo llevaba. Lara se reía al verme andando. “Como si la llevara metida dentro”. Fue ella la que me lo saco del culo, se acercó, pasó la lengua por el agujero y me gustó.

Luego empezaron las órdenes, como colocarnos, posturas, toques de maquillaje para los brillos, cambios en las luces, ¡Cámara! ¡Acción!

Yo estaba desnuda sentada en una silla junto a una mesa, en una piscina se bañaba Lara, salía del agua, se acercaba a mí y me besaba, le devolvía el beso, acariciaba mis pechos y, con una sonrisa entraba en la casa. Yo me levantaba y la seguía. En la cocina preparaba un zumo, yo la acariciaba por la espalda, pellizcaba sus pezones, se giraba y nos besábamos.

Con el zumo en dos copas salíamos de nuevo a la terraza de la piscina, me tendía en una toalla en el borde. Un chico aparecía, desnudo, se lanzaba al agua, venia hasta mí nadando, se apoyaba en la orilla, me besaba, cogía mis piernas y las encaraba al agua, las separaba, se incorporaba y me chupaba el sexo, yo derramaba un poco de zumo en mi vientre, resbalaba hasta la ingle y el chico me daba una comida que me hacia estremecer.

Levanté una mano para advertir que me corría y detuvieron el rodaje. Debía haberme corrido sin avisar. El director me dijo que no me preocupara de nada, cuando llegara a correrme lo hiciera, sin aspavientos, con naturalidad. Repetimos la escena. El chico me hizo lo mismo pero yo ya no llegué, él salió del agua, me puso en cuatro, lamia mi culo, yo sabía lo que venía a continuación.

Me sorprendió ver aparecer a Lara en escena, se acercó, me besó y se colocó debajo de mi, en un sesenta y nueve, lamia mi coñito mientras el chico lamia mi culito, a mi vez chupaba el coño de Lara.

Estaba a punto del orgasmo cuando noté la polla del chico en mi culo, apretó un poquito y entro la cabeza, poco a poco consiguió meterla entera y se paró. Lara seguía excitándome, dedeaba mis pezones al tiempo que lengüeteaba mi clítoris, el chico empezó a moverse, entraba y salía una, otra, otra vez.

Ya no se detuvo, me llegaba hasta lo más hondo, Lara seguía con mi coño. El orgasmo fue tan fuerte que estiré las piernas y abrace las de Lara. Mis gritos, mis convulsiones. Fue inenarrable. Genial. Aplasté a Lara al dejarme caer sobre ella. Mi coño la asfixiaba al cerrar mis muslos. Lancé al chico al agua, al intentar levantarme para liberar a Lara. ¡Corten! Y todos aplaudieron. La toma era buena.

No recuerdo el nombre del muchacho que me follo el culo por primera vez, tal vez no lo supe nunca. En el tiempo que estuve trabajando como actriz me lo follaron muchas veces. Javi y Joel montaban números bisex conmigo, decían que mi culo era mejor que el de muchos osos. Aún no sé, porque dirían eso. Con ellos lo pasé muy bien. Eran muy atentos y cariñosos.

La puerta de la calle se abre. ¿Carlos? ¿Tan pronto?

—¡Hola chicas! Ayudadme. Tengo que hacer la maleta, me voy mañana. A las siete sale el avión, tengo que estar a las seis para el embarque en el aeropuerto. He salido antes para estar un rato con vosotras. Estaremos un tiempo sin vernos.

Son las cinco de la mañana, Carlos se ha levantado. Voy a prepararle un café, para que no se vaya con el estómago vacío. Entra a darle un beso a Gaby que se despierta.

—¿Ya te vas papá?

—Sí, cariño. Y voy justo de tiempo. Un beso.

Me besa.

—¿Quieres que te lleve al aeropuerto?

—No, no. Que va. He llamado a un taxi. Iré más rápido. Adiós.

Maleta, maletín y se marcha. Gaby se ha levantado. Querrá acostarse conmigo.

—Mamá. ¿Vamos a la cama?

—Vamos a hacer algo mejor. Nos vestimos, cogemos el coche y vamos al aeropuerto. Así le damos a tu padre una sorpresa.

—Buufff. Tengo sueño.

—Venga. Anímate. Vámonos. A la vuelta nos metemos en la cama.

—De acuerdo. Pero que sepas que lo hago por ti.

Nos vestimos de prisa, bajamos al garaje y con el coche vamos al aeropuerto. Lo dejamos en la zona de aparcamiento. Vamos a la terminal de salidas, tenemos tiempo.

Al entrar en la terminal veo a Carlos en la cafetería. Cojo la mano de Gaby y tiro de ella.

Pero Carlos no está solo. Una muchacha joven le acompaña, están tomando algo, ¿Cogidos de la mano? Detengo la marcha, Gaby me mira y le señalo a su padre. Va a gritarle algo y la detengo.

—No digas nada. Que no se dé cuenta que estamos aquí. A ver que hacen.

—Mamá, que mal pensada eres. No hacen…

Acaban de darse un beso en la boca. Y no es un beso de despedida. Por la megafonía indican la puerta de embarque para Barcelona. Bajan de los taburetes, se cogen por la cintura y se van como una pareja de novios. Freno a Gaby. No quiero que sepa, que sabemos, que tiene algo con otra. No me afecta y me beneficia. Así no me crea problemas de conciencia. Lo nuestro terminó. Estamos en paz. Empujo a Gaby hacia la salida y nos volvemos a casa. Gaby estaba furiosa. Yo muy tranquila.

—¡Mamá, como puedes tolerarlo! ¡Yo le hubiera abofeteado!

—No Gaby. Podemos hacer algo mejor.

—¿Qué?

—Follar. Ya no tendré remordimientos. Hice algo en mi juventud, que me creaba problemas de conciencia. Desde que nos casamos le he sido fiel. Hasta ayer. Tu padre, sin embargo, parece ser que lleva algún tiempo liado. Y no solo no me importa, sino que me alegro. Ahora sí podemos ir a la cama. Y esta tarde, si todo sale bien, tendrás tu primera orgia lésbica. Te lo aseguro. Y dejemos ya este tema. Vamos a desayunar y arreglar un poco la casa para esta tarde.

No sé muy bien por qué cuando estaba metida en el mundo del porno estaba caliente casi permanentemente. Después, tras los primeros meses de casados, me enfrié. He pasado muchos años casi sin sexo, una vez a la semana, algunas vacaciones más movidas. Pero la calentura de aquella época no la he vuelto a tener.

Hasta ahora, con la putilla de mi hija que me pone a mil, cada vez que se le antoja. Pienso en ella, en su coñito y me mojo toda. Los juegos en la cama las dos desnudas, son tan excitantes. Ya no es por los orgasmos, que los hay. Estoy en permanente excitación, me toca y se me pone la carne de gallina. ¡Hacia tantos años que no me sentía así! ¡Tan viva!

Ding…Dong. Suena el timbre de la puerta. Ya están aquí. Abro es Nati, radiante, como siempre. Bueno, algo más llenita.

—¡¡Nati!! ¡¡Princesa!! ¡Qué bien estás! No pasa el tiempo por ti. ¡¡Estas igual!!

Abrazos, besos.

—¡¡Eva!! ¡¡Cuánto tiempo sin verte!! ¡Tú sí que estas bien! ¿Y esta es Gaby? ¿La pequeñaja llorona? ¡¡Qué guapa estás hija!! Si te veo por la calle no te conozco. ¿Cuánto hace que no te veo? ¡Uy! ¡Desde que hiciste la comunión! ¿Hace cuanto?

—La hice con diez, hace ocho años.

—Anda, que no llorabas ese día. ¿Qué te pasó? Déjalo, sería una tontería. Bueno, y ¿a qué se debe esta invitación?

—Pues veras, a mi marido lo trasladan a Barcelona y nos vamos con él. Como no sabemos para cuánto tiempo va a ser pensé en decíroslo, Carmen también viene.

—¡Que alegría chica! Otra vez juntas las….

—Las tres, Nati … Las tres. Bueno, las cuatro con Gaby. De Lara no he vuelto a saber desde que tuvimos….

—La pelea. Lo sé. Yo si estuve en contacto con ella mucho tiempo. Me llamaba, preguntaba por ti, como estabas, si eras feliz…Hasta hace un par de años. Me llamó para decirme que se marchaba a Estados Unidos. Desde entonces ya no he sabido nada más. Pero con Carmen si me he visto de cuando en cuando, salimos juntas de compras, de copitas. Bueno, ahora con el embarazo menos, pero nos hemos…Tu sabes.

—Sí, ya te entiendo. Y puedes hablar claro, Gaby sabe todo sobre mí….

—¿Le has contado lo que hacías?… ¿Lo que hacíamos?…

—Todo… Bueno, casi todo…

De nuevo suena el timbre. Será Carmen. Abro. Abrazos, besos. Acaricio su barriga.

—¡¡Carmen, por dios!! ¡¡Estas preciosa!! El embarazo te ha sentado bien ¿No?

—Ya ves. ¡Nati! ¿Tú también aquí? ¡¡Que alegría!! Y esta señorita tan guapa. ¿Quién es? ¿No será Gaby?

—Pues sí, soy Gaby.

—Hay que ver lo guapísima que eres. Te pareces a tu madre una barbaridad. Si la hubieras conocido cuando….

—Le estaba diciendo a Nati, que Gaby lo sabe todo sobre mí, sobre Lara y lo que hicimos en Barcelona. Pero no es solo eso. Desde ayer follamos.

—¿¡Cómo!? ¿Las dos? ¿Madre e hija? ¡¡Que fuerteee!! ¿Y qué tal lo pasáis? Bien supongo.

—Mejor que bien. Me encuentro, como en mis mejores tiempos con Lara. Creo que nos hemos enamorado. Las dos. La próxima semana es su cumpleaños. Dieciocho. Le prometí un regalo especial. Una orgia a cuatro. ¿Podemos contar con vosotras?

—Eva, por favor. Cuando me llamaste y me invitaste a venir, el chochete se me hizo agua. Sobre todo teniendo en cuenta, que mi marido hace cuatro meses que no me toca. Dice que le da miedo lastimar a la niña, pero yo sé que no le excito. Además tiene un lio con otra. Pero total para lo que me hace mejor que no se me acerque. Lo nuestro es distinto. Nati y yo hemos jugado algunas veces. ¿Verdad Nati? Me lo come muy bien. Jajaja

—Vaya y yo que pensaba que era la que menos follaba. ¿Y tú Eva? Como te lo montas con tu marido.

—Pues mal, como vosotras… hasta ayer. Gaby me hizo sentir mariposas en el estómago como cuando estábamos juntas. Y para colmo hoy nos hemos enterado, mi hija y yo, que mi marido, su padre, está liado con otra. En el aeropuerto lo hemos visto morrease con una de poco más edad que su hija. Pero vamos a tomar el café y las pastas que hemos preparado.

Carmen y Nati se sientan en el salón, Gaby me ayuda a sacar la merienda.

—Claro que esto de tener al marido en Barcelona tiene sus ventajas. Si queréis, esta noche la podemos pasar las cuatro juntas, así tendremos más tiempo para hablar.

—¡Sí! ¡Sí! Ya sé la clase de conversación que vamos a tener. Pero me apetece. Volver a pasar una noche loca, como cuando estábamos en el piso de estudiantes. Y me tenéis que dar prioridad, soy una mujer embarazada y tengo que correrme por dos para recuperar los orgasmos perdidos. Jajaja.

—No Menchu, la prioridad es de Gaby por su cumpleaños y por ser su primera vez. Pero no te preocupes, tú serás la siguiente. Tengo muchas ganas de comerme un bollito preñao.

—Mamá, no digas eso, pareces un caníbal.

—¿Caníbal? Ya te lo diré yo cuando veas ese cuerpo el morbo que da. ¡Y que haya maridos jilipollas que no les guste!

—Eva, yo me voy a tumbar que estoy pesada.

—Como quieras Carmen, estás en tu casa. Gaby, acompáñala y dale un camisón para que esté más cómoda.

—Sí, mamá. Ven conmigo Carmen.

Nos quedamos Nati y yo recogiendo y limpiando la cocina. Estoy en el fregadero, Nati me abraza por la espalda. Besa mi cuello, los lóbulos. Sus manos acarician mis pechos sobre la bata de casa.

Sabe lo que me gusta, lo ha hecho muchas veces en el pasado. Siempre he sospechado que lo hacía para no fregar. Pero me encanta que lo haga. Me hace sentir un sinfín de sensaciones placenteras acariciando con sus manos mis caderas, el vientre. No puedo más. Me giro y apreso sus labios con los míos. Se suceden un sinfín de suaves caricias. La detengo.

Cogidas de la mano nos vamos al dormitorio. Sonreímos al ver a Carmen echada en la cama y Gaby acariciando, su ya, gran tripa. El camisón enrollado, por encima de sus tetas, con grandes areolas y pezones rojos. Las bragas apenas le tapan nada, las tiene por debajo de la barriga, por donde asoma una densa mata de pelo. Es pelirroja del color del cobre y la piel es blanca con muchas pecas que embellecen su cuerpo.

Se están besando dulcemente. Esta hija mía no pierde el tiempo. Lleva puesto un pequeño pantaloncito y una blusita con dibujos infantiles.

Nati se sienta con ellas en la cama, yo voy al baño por un bote de aceite corporal. Voy a darle unas friegas a Carmen en su tripita. Le dejo a Nati una camiseta, para que esté cómoda. Ver como se desnuda, es un espectáculo de gran sensualidad. Al aparecer sus pechos desnudos siento una contracción en los músculos de mi vagina. Me excita.

Sentada junto a Carmen, dejo caer un chorrito de aceite sobre su vientre. Parece una señal, las tres masajeamos su cuerpo. Gaby sigue besándola. Nati se suma, las tres intercambian saliva. No dejamos de acariciarnos. Gaby se coloca entre las piernas de Carmen, le quita las bragas.

—Mamá, quiero verlo, besarlo. Tenías razón. Carmen es una mujer deliciosa. Me dan ganas de comérmela.

Y tiene razón, los labios mayores encierran unos menores, como los pétalos de una rosa, de color rosado, coronados por un pequeño capuchón, que cubre un pequeño bultito. Sobre este, una preciosa mata de vello rojizo.

Gaby se inclina, hasta llegar a lamer aquel delicioso rincón. Nati sigue masajeando la barriga y besando su boca. Carmen mantiene las piernas ligeramente flexionadas, las rodillas totalmente separadas, abierta, entregada a las caricias de Gaby, que se afana en dar placer a tan bella mujer. Y el primer orgasmo llega. Carmen se abraza a Nati y se funde con ella en un largo beso, cierra las piernas, aprisionando a Gaby que se libera. Me mira, su cara brilla por los flujos del coño que se acaba de comer.

—Me gusta mamá. Me gusta mucho.

—Lo sé hija. Ahora es tu turno.

Mis dos amigas me miran, miran a Gaby. Nati empuja a mi hija para que se tienda, al lado de Carmen y se coloca al otro lado. Entre las dos acarician a Gaby, que por su mirada está en la gloria. Carmen toca su botoncito. Cierra los ojos.

Le señalo a Nati que se ponga entre sus piernas, me tiendo a su lado y acaricio sus pechos, el vientre, beso las axilas. Me gusta el sabor de mi hija. Chupo su pequeño pezón.

Veo a Nati entretenida lamiendo, mordisqueándole los pies. La curva del talón, la planta, el empeine y los deditos.

Cierro los ojos, Lara viene a mi mente. Yo chupaba, lamia, mordía sus pies, sus deliciosos, sus bellos pies. Añoro tanto sus besos.

Carmen tiene algo de bruja. Parece haberse dado cuenta de mis pensamientos. Extiende la mano, acaricia mi mejilla, beso sus dedos, los chupo. Baja la mano e introduce los dedos mojados con mi saliva en el coño de mi hija y la masturba, lenta, suavemente, sin prisas.

Pasamos la tarde entera, entre caricias, besos y orgasmos.

Paramos para preparar algo y cenar. Después tomo lo que cada noche antes de acostarme, un gintonic.

Se ríen de mi costumbre, pero a mí me sienta fenomenal. Ellas toman chupitos de licor de vodka caramelo. Están alegres eufóricas, se renuevan las caricias. Follamos todas con todas. Así hasta caer rendidas de sueño.

—¿Mamá? ¿Dónde estáis?

—Aquí cariño, en la cocina, Carmen y Nati ya se han ido. Te han visto dormir tan a gusto que no han querido despertarte.

Entra con cara risueña. Se despereza, me besa.

—Tengo hambre. Te comería.

—Ahora la antropófaga eres tú. Jajaja Anda, arréglate que vamos a salir a dar una vuelta y ver escaparates.

Nos arreglamos y vamos a ver tiendas de ropa en las galerías comerciales. Cerca del mediodía, entramos en una cervecería a tomar un aperitivo. Nos sentamos en una mesita lejos de la barra. Hay poca clientela. En una mesa cercana dos hombres maduros nos miran. Uno alto, canoso y el otro más bajo, castaño. Les habremos gustado. No hay camareros, es autoservicio. Me quedo sentada y Gaby se acerca a la barra a pedir.

—¿Qué te pido?

—Un rioja tinto. ¿Y tú?

—Vino blanco del condado de Huelva.

Se acerca con una copa en cada mano. Al pasar cerca de los dos hombres de la otra mesa tropieza y derrama mi vino sobre el hombro del más bajo.

—¡¡¡Lo siento, perdone!!! ¡¡Que torpeza la mía!!

—Tranquilícese, no pasa nada. Si esto es salud. Jajaja. Lo que siento es que es la única chaqueta que traigo y estamos de paso. Pero. Repito. No ha pasado nada.

Me acerco, sobre el hombro de la chaqueta gris, destaca una mancha oscura. Gaby a punto de llorar.

—Tiene razón el señor, Gaby. Tranquilízate que esto tiene solución. Ahora mismo vienen los señores a nuestra casa y le limpio la chaqueta. En un rato está lista. Por favor, vengan con nosotras.

—No es necesario que se molesten. No tiene importancia, la llevaremos a una lavandería y la limpiaran sobre la marcha.

—Ni hablar. Insisto. Gaby se sentirá culpable y tendré que aguantarla. Me llamo Eva.

—Bueno, si insisten, yo soy Pablo, Pablo Andrade y este mi compañero Imanol.

Nos damos un beso, ellos insisten en pagar las copas y vamos andando a casa, estamos cerca.

—No son de aquí ¿Verdad?

—No, Imanol es de Cuenca y yo valenciano.

—Y… ¿Qué les trae por nuestra tierra?

—Los libros, hemos venido invitados por una editorial que posiblemente edite un libro que he escrito. Gaby se muestra interesada.

—Me suena su nombre. ¿Escribe en todorelatos?

—Sí, ¿Por qué? ¿Ha leído algo mío?

—Creo que sí. “16 días cambiaron mi vida”. ¿Puede ser? ¿El autor es “solitario” no?

—Pues sí, no podía imaginar que tan joven leyera relatos eróticos.

—Me gustan, además el suyo engancha.

—Gracias. Para mí es un verdadero placer saber que me lee una joven tan guapa.

Miro a ese hombre a los ojos. No puede ser. ¿Se repite la historia? Una mancha de vino fue el inicio de mi relación con Lara. ¿Qué puede pasar ahora?

Entramos en casa, nos sentamos en el salón y le pido a Pablo su chaqueta para limpiarla. Tengo un espray quitamanchas instantáneo, lo aplico y desaparece por completo.

—La mancha tardará un rato en desaparecer. Pero quedará bien. Como es tarde ¿Qué les parece si preparo unos espaguetis con gambas y comemos aquí mientras se limpia la chaqueta?

—Por favor, no queremos molestar. Estamos abusando de vuestra hospitalidad.

—Nada, nada. Os quedáis a comer. ¿Podemos tutearnos?

—Por supuesto, no faltaría más. Y ya que insistes. ¿Podemos ayudar? Imanol tiene buena mano para la cocina.

—No es necesario. Me las apaño sola. Pero si quieres, puedes ir pelando las gambas. Y los ajos. Jajaja.

—Ahora mismo, a tus órdenes.

Me acompaña Pablo a la cocina, preparamos la comida, Gaby ayuda a servirla y nos sentamos. La comida se riega con un vino joven del condado de Huelva, que guardaba mi marido. Caen tres botellas.

Son buenos conversadores, cuentan anécdotas de su vida, sus experiencias. Nos reímos mucho, el vino ayuda y caen las inhibiciones.

Al terminar, Imanol y Gaby se quedan en el salón mientras Pablo me ayuda a recoger. Estoy ante el fregadero, siento un cálido roce en mi brazo, es Pablo. Está a mi espalda, su respiración en mi cuello. Envaro mi cuerpo. Un calor sube desde mi bajo vientre hasta la garganta. Me flojean las piernas.

—Perdona. Lo siento. Ha sido un impulso. Lo siento.

Hablarme tan cerca de mi oído, provoca una descarga de adrenalina en todo mi cuerpo, me pone de punta los pelos de la nuca.

—No lo sientas y sigue, por favor. Sigue. Mira como me has puesto… no puedes dejarme así.

Sus manos están en mi cintura, con mi mano izquierda subo la falda, con la derecha cojo su mano y la pongo sobre mi muslo, erizado. La sensación en la nuca es electrizante. Mi coño se moja.

Pablo sube su mano por el muslo, llega a mi vientre, pasa sus dedos entre mi tanga y la piel y llega a mi raja. Creo que introduce dos dedos. ¡Por favor, sigue! No te detengas. Pero no. Los saca y los lleva a su nariz, huele, aspira hondo, los pasa por mis labios, al tiempo que me da la vuelta. Con los dedos empapados de mis flujos en mi boca, me besa, relame y me hace probar mis jugos.

La sensación es indescriptible, es algo más bajo que yo pero me inclino para saborear su boca. Las lenguas entran en juego, me siento como en mis mejores tiempos de juventud. Ardiendo. No se para. Se inclina para quitarme el tanga. Sube la falda, con sus manos en mi cintura me eleva hasta dejarme sentada en la encimera de la cocina.

Se arrodilla en el suelo y hunde su cara entre mis muslos. Cubro su cabeza con la falda, no lo veo lo siento, siento su lengua sorbiendo, chupando, lamiendo todo mi sexo. Se detiene en mi bultito, unos golpes de lengua, baja a la entrada de mi cueva, entra dentro, se mueve con distintos ritmos, a veces rápido, otras lento.

Muerde la cara interna de los muslos, vuelve a mi coño. Pero las manos no están ociosas, ha logrado sacar mis tetas de su refugio con mi ayuda y pellizca deliciosamente los pezones.

No puedo más, siento como llega en oleadas hasta que no puedo soportarlo y con las dos manos empujo su cabeza dentro de mí. Me falta el aire. Una exhalación sale del fondo de mi pecho y lo aparto.

Con mis manos en su cara lo acerco hasta mi boca, para lamer sus mejillas, los labios, toda su cara cubierta de mis líquidos.

—Vaya con Pablo. Podías dejar algo para los demás.

Gaby e Imanol nos miran, sonriendo, desde la puerta.

—Esto no es lo que parece… —Digo.

—Es qué, ha sido sin querer. — Dice Pablo.

—Pues si llega a ser queriendo no sé qué habría pasado. Pablo me ha hecho tocar las nubes. Aún me tiemblan las piernas. Gaby, tienes que probarlo. Ha sido genial.

—Ya veremos. Aún sigo pensando que una mujer es mejor con la lengua. Pero, lo cierto es que me habéis puesto cachonda. Tenias que haberte visto la cara al correrte.

—Vamos al dormitorio Pablo. Quiero devolverte el favor.

—Por mi encantado.

Gaby mueve la cabeza, no las tiene todas consigo.

Pretendo que Gaby pruebe otras formas de sexo, no solo el de los jovencitos que, seguramente, la han decepcionado, demasiado fogosos y rápidos, sin caricias.

El sexo chica con chica, que también ha experimentado, no me gustaría que se convirtiese en exclusivo.

Tal vez estos maduritos, con menos fuerza física, pero con experiencia y más resistencia a la hora de correrse supongan su retorno a la bisexualidad. Son más atentos, delicados y cariñosos, no tienen prisa y tendrá más posibilidades de gozar. De todos modos, no conozco los motivos por los que Gaby rechaza el contacto con hombres. Lo averiguaré.

Gaby e Imanol se quedan en el salón. Hago que Pablo se quite la ropa y se eche en la cama. Me desnudo, cojo su pene flácido y lo llevo a mi boca, poco a poco responde, saboreo las gotas de líquido preseminal, transparente. Es agradable. Me sitúo sobre él, me lo meto en la vagina e inicio un suave movimiento adelante atrás. Pablo respira hondo y exhala el aire.

—Eva eres una maestra. Que gusto me está dando tu coño.

—Sigue hablando, insúltame.

—Eres muy caliente y puta, ahora me gustaría tener dos pollas para meterte la otra por el culo. ¡Diooooss! Que guarra eres. Qué buena estás. Sigue follando, puta. Tu culo, te quiero follar el culo. ¡¡Metete la polla en el culo!!

Levantando un poco las caderas, saco la polla de mi coño y la voy metiendo despacio en mi trasero. Espero un poco para que se adapte y me muevo, arriba y abajo. Me canso, Pablo mantiene la polla dura, pero no se corre. Sus insultos me ponen a cien.

Me di cuenta que me gustaba cuando hice las películas. Pero nunca logré que mi marido me dijera esas cosas en la cama. Es la primera vez después de veinte años. ¡Qué gusto!

Me voltea, me pone en cuatro y la mete en mi culo. Entra con facilidad, lo ha engrasado, con los fluidos que manan de mi chichi y los que él segrega.

Ha captado enseguida lo que me gusta. Golpea con sonoras palmadas en las nalgas. Pellizca los pezones y aprieta, hasta el límite que le marco, sin hablar. Tiene tendencias sádicas. Él disfruta con eso y a mí me mata de gusto.

Los gritos, las palmadas, los insultos a traen a Imanol y a Gaby, que no puede creer que se pueda gozar así. La presencia de los mirones me excita más, si cabe y llega el orgasmo. Como hace mucho tiempo que no sentía. Avasallador, brutal.

Imanol y Gaby se marchan. Pablo cambia de agujero y sigue bombeando hasta llegar al clímax. Tendidos, seguimos acariciándonos. Es muy dulce, solo saco su veta sádica cuando se lo pedía durante el coito.

Escuchamos gemidos. Nos levantamos desnudos y cogidos de la mano nos acercamos al salón.

Imanol está sentado en una silla, Gaby, abierta de piernas sobre él, sube y baja enterrándose el pene en su coñito. Desnudos las pequeñas tetas de mi hija también suben y bajan. El cuerpo de Imanol sobresale por todos lados. Mi niña parece un juguete en sus manos, jadea, emite pequeños lamentos. De espaldas a nosotros se abraza al corpachón de Imanol dejando al descubierto su pequeño y redondo ano. Lo señalo.

—Pablo, creo que Gaby es virgen por ahí. Hay que solucionarlo.

—A tus órdenes, Eva. Necesito lubricante. ¿Tienes?

—Sí, ahora te lo traigo.

Le hago señas a Imanol, para que retrase el orgasmo. Reduce la velocidad, la abraza y besa. Voy al baño por el lubricante y se lo doy a Pablo que se pone a la tarea de engrasar el culito.

—¡¡Mamá!! ¿Qué me hacéis?

—¿Ha dicho, mamá? ¿Es tu hija?

—Sí Pablo, es mi hija y tú vas a desvirgar su culo. Pero con cuidado.

—Antes me corto una mano que hacerle daño.

Pablo unta con el lubricante el agujero, introduce el dedo meñique y lo saca. Repite la operación hasta que comprueba que admite otro mayor, el índice, luego el medio, mete, saca, gira a la derecha, a la izquierda, otra vez. Dos dedos, parece que le gusta, la respiración se acelera, sigue con paciencia, tres dedos, dentro, fuera, dentro, derecha, izquierda.

Toma posiciones detrás de mi chica, apunta con su polla y empuja despacio, un poco más. Un quejido de Gaby, se para.

No puedo quedarme quieta, me acerco a Imanol para darle a mamar mis tetas. Su mano llega hasta mi coño y lo penetra con dos, tres dedos, juega con el clítoris. Le facilito el acceso a mi culo y mete un dedo por detrás y otro por delante, deslizándolos, suavemente por la pared que separa ambas cavidades. Gaby se aferra a mi otra teta y mama de ella. Pablo me pasa una mano por la nuca y me acerca para besarme la boca y lamer mi cara.

Ella gira la cabeza y besa a quien agrede su ano, las lenguas se entrelazan. Se vuelve abraza y besa a Imanol que pacientemente la sujeta. Pablo empuja un poco más, hasta la mitad, se para, pasa sus manos bajo las axilas de Gaby, que levanta los brazos y le magrea las tetas.

Pellizca los pezones, empuja y entierra toda la polla en el culo de mi hija, se para. Le indica a Imanol que se mueva. Besa su nuca, mordisquea los lóbulos, el cuello. Yo sé lo que se siente con esas caricias.

Pablo se mueve despacio, incrementa la velocidad, la están follando los dos, ella se mueve desacompasadamente, pero ellos la dominan, sincronizan los movimientos. El espectáculo es de un erotismo extremo.

La locura se ha apoderado de los tres, gritan, empujan, agarran las tetas, pellizcan, se besan y tras un grito feroz, Gaby cae desmadejada en medio de los dos, la acarician y besan con dulzura, con cariño. Yo diría que con amor. Porque hay que amar para portarse así con una desconocida.

Con ternura, levantan a mi niña y la dejan sobre el sofá. Me arrodillo a su lado, acaricio y beso sus mejillas, cubiertas de saliva, sudor y lágrimas.

—¡¡Gracias mamá!! ¡Ha sido fantástico! ¡Acercaos! ¡Abrazadme! Apenas os conozco de hace unas horas y siento que os quiero. Sois maravillosos los tres.

Nuestros dos nuevos amigos, me piden permiso para ducharse y asearse. Nos intercambiamos números de teléfono, nos abrazamos fraternalmente al despedirnos y se marchan. Al parecer ya llegan tarde a la cita que tenían concertada.

Gaby sigue desnuda en el sofá. Me siento a su lado, se tiende y apoya la cabeza sobre mis piernas. Acaricio sus cabellos, su cara.

—Mamá, te huelen las manos a polla. Jajaja

—Y a ti el culo, graciosa… ¿Cómo te lo has pasado?

—La verdad es que no me lo esperaba. He de confesarte que cuando te vi liada con Pablo quise matarlo. Apartarlo de ti. Tenía un nudo en la boca del estómago. Celos. Tenía celos al verte disfrutar con él. Por eso me fui con Imanol y casi lo violé. Me lié a besarlo con rabia, sé que le hacía daño, le mordía los labios, pero él, creo que comprendía lo que pasaba. Con paciencia me fue calmando y cuando me quise dar cuenta estábamos follando.

Y como follaba el madurito, me hizo llegar dos veces antes de que llegarais. Pero lo genial fue cuando me emparedaron entre los dos. Se mezclaban sensaciones de dolor y de gusto. Estaba hecha un lio, pero que manera de correrme. Por el culo también da mucho placer. Y yo sin saberlo.

—Cariño, esto que ha ocurrido hoy, es lo que yo intentaba que comprendieras. Que puedes disfrutar tanto con las mujeres como con los hombres. A ti te veía muy reacia a tener contactos con hombres y no sé por qué. ¿Te ha pasado algo?