Gaby, mi hija 2
Mamá. ¿Lo harías conmigo? ¿Cómo? ¿Qué haría, qué? No he tenido nunca contacto con una mujer y me gustaría probar contigo.
Gaby, mi hija 2
—Y ya está bien por hoy, niña. Nos hemos pasado la tarde charlando y no hemos hecho nada en la casa.
—Mamá. ¿Lo harías conmigo?
—¿Cómo? ¿Qué haría, qué?
—No he tenido nunca contacto con una mujer y me gustaría probar… contigo.
—¡Tú estás loca! Anda, anda. Vete a recoger la ropa del tendedero y tráetela para plancharla. Habrase visto niña pervertida. Vamos, ni que una estuviera aquí para dejarse follar por la primera que llegue.
—Mamá. Dentro de dos semanas cumplo dieciocho años. Con la mayoría de edad puedo hacer lo que quiera con mi cuerpo…
—¡Con tu cuerpo! Pero no con el mío. Cometí errores en mi juventud, pero no soy una pervertida incestuosa. Eres mi hija, yo tu madre no lo olvides, hay límites que no se deben traspasar.
—¡Mamá, lo harás! Traspasaras ese límite conmigo y yo contigo, ya lo veras.
Se va a la azotea a recoger le ropa. Me quedo pensando, es muy caprichosa, si se le antoja follar conmigo puede utilizar lo que sabe de mí para lograrlo. Dios mío qué situación. Ya vuelve, me temo que no se trae nada bueno entre manos.
—Mamá, estoy pensando en mi regalo de cumpleaños. ¡Te quiero a ti! Quiero hacer el amor contigo. Las broncas, las peleas que hemos tenido desde siempre, escondían en el fondo el deseo que siento por ti… por poseer tu cuerpo. Me gustabas y no quería aceptarlo. Ahora me he dado cuenta. Me peleaba contigo porque te quería y al mismo tiempo rechazaba la idea porque deseaba acariciarte, besarte y que tú hicieras lo mismo conmigo. Estar desnudas todo el día mientras estamos solas. Cogerte las lolas y magrearte el culo, meter mis dedos en tu raja y tú en la mía. Te he deseado desde que tengo uso de razón. Ahora más. Ahora que sé lo puta que has sido, lo puta que eres, vas a ser mi puta. Quiero que me hagas sentir lo que Lara te hacía sentir a ti. Lo que sentías en esas orgias lesbianas. La que tengo grabada en el portátil. No la he visto entera. Pero, por lo poco que he podido ver tu cara refleja el placer que te hacían sentir aquellas chicas. Yo quiero sentirlo.
—Por favor Gaby, no me pidas eso. Haz conmigo lo que quieras, pero eso no.
—No acepto el no, mamá. Lo harás. Y vamos a empezar ahora mismo. Vamos a tu habitación.
—¡Gaby! ¡No!
Gaby tira de mí y me arrastra hasta el cuarto. Estoy como en shock, me maneja a su antojo y no puedo reaccionar. Mi cabeza me va a estallar. No puedo pensar.
Me va desnudando despacio, recreándose. Sabe que no puedo negarme, me tiene en sus manos. Nunca mejor dicho, porque sus manos están acariciando mis pechos bajo el sostén. Lo desabrocha, lo arroja al suelo. Mis ojos siguen su trayectoria. No puedo más. Caigo, como en un sueño… Me despierto con Gaby a mi lado, está asustada. He sufrido un desmayo por la tensión, intento tranquilizarla, se calma ya no le preocupa. Estoy mareada, desnuda, ella también, no sé qué ha pasado. Poco a poco, vienen a mi mente los recuerdos. ¡Ella quería follar conmigo!
Cubro mis pechos, en un movimiento de defensa, de pudor. Ella aparta mi mano y se apodera de uno de ellos. Lame el pezón, abre la boca y se mete casi la teta entera dentro.
—Gaby, no sigas por favor…
Pero sigue. Y me besa, lengua contra lengua, muerde mis labios, pasan minutos en que las bocas pugnan por vencer a la otra.
Y no se detiene ahí. Baja lamiendo mi vientre hasta el pubis, chupa mi clítoris. Con los dedos de la mano, abierta, masajea todo mi coño. De nuevo arriba, vuelta a los besos, los abrazos. Nos revolcamos en la cama. Se arrodilla en el suelo junto a la cama entre mis piernas para llegar con su lengua al sexo, que siento reaccionar.
Muerde delicadamente los alrededores, la parte interior de los muslos. Lengüetea de nuevo. Al tiempo sus manos acarician mis pezones, duros como piedras. Cierro los ojos y dejo que llegue el orgasmo, suavemente, subiendo de intensidad, hasta hacerme explotar. Intento disimularlo, no quiero que se dé cuenta de que me he corrido. Pero se ha dado cuenta de todo.
Me abraza, frota todo mi cuerpo con el suyo. Besa mi boca, ya no la rechazo, no puedo, deseo seguir. Dejo que su lengua, con sabor a mí, penetre mi boca y yo la suya. Los besos se tornan furiosos, ardientes.
Llevo años, sin sentir la pasión que me invade. ¡Con mi hija!
Mi apatía desaparece, el sexo con mi marido se había vuelto vacío, insulso.
Carlos, si supieras las cosas que he hecho, que estoy haciendo. Pero en casi veinte años de matrimonio, jamás le he engañado. No le he sido infiel, hasta ahora. Con mi hija. Con ese pequeño trozo de mí, que salió por donde ahora me acaricia. Dándome placer. Un placer que creía olvidado. Enterrado en el fondo de mis recuerdos. Pero que, sin yo saberlo, se mantenía vivo. Esperando la ocasión para reaparecer.
Mi hija me recuerda a mí de joven. Es como hacer el amor conmigo misma, pero compartiendo el placer con ella.
Me subo sobre su cuerpo. Ella tendida, cabalgo su vientre. Mi coño sobre su coño. Me muevo, adelante, atrás, otra vez, más, más. Me inclino hasta lamer y saborear el aroma de sus pezones. Sabe como los míos, compartimos feromonas. Me gusta su sabor. Voy a probar el de la parte de atrás de las orejas. Sabe igual, se estremece bajo mi cuerpo.
Levanto sus brazos para lamer sus axilas, de nuevo el sabor a hembra en celo. Sabor característico, delicioso. Sus brazos se aferran a mi espalda como si se fuera a caer. Tiembla. Sigo con el movimiento de vaivén. Sé que no es suficiente. Necesita algo más. Que le coma el coño. Y lo hago, paso la lengua desde su ano al empeine, profundizo en su cavidad, subo un poco hasta el pliegue, arriba, donde se unen los labios. Pego la boca abierta sobre todo su sexo y aspiro. Mi boca se llena con su carne. La lengua descubre el bultito bajo el pequeño capuchón y lo acaricio con la punta.
Con suavidad, ella me marca el ritmo, más rápido, párate, lento, despacio. Al tiempo, mis dedos atrapan sus tetitas, acaricio sus rosados pezones como si estuviera sintonizando una emisora de radio en un aparato antiguo.
Introduzco los dedos índice y medio de mi mano derecha en su cueva, una vez dentro froto hacia arriba mientras con el pulgar excito su clítoris. Se los llevo a la boca, los chupa, también disfruta del sabor de su coño y del mío. De nuevo los meto en su rajita, igual, dos en la cavidad y el pulgar en su clítoris. Los orgasmos no se hacen esperar. La excitación es brutal, enloquecedora. Una vez derribado el tabú solo queda la pasión, la sensualidad. Gemidos, gritos, lamentos, olor a sexo, a sudor, invaden la habitación.
Tras más de una hora de batallas, jadeantes, vencidas, derrotadas nos recuperamos y vamos las dos juntas a la ducha. A Gaby aún le quedan ganas de marcha. Quiere lavarme ella y se entretiene en mi sexo, en las tetas.
—Mamá, ¿Somos lesbianas?
— No sé Gaby, solo sé que me gusta pasarlo bien con una mujer y también lo he pasado bien con un hombre. Me inclino a pensar que soy bisexual. ¿Y tú? ¿Lo pasas bien con hombres?
—Pues ese es el problema, ahora tengo dudas. Antes creía que disfrutaba con una polla dentro. Pero lo de esta tarde me hace dudar. Me has dado mucho gusto mamá. He disfrutado más que nunca.
—Eso pensé yo con Lara, llegué a pensar que estaba enamorada de ella. Y quizá lo estuve un tiempo. Después me lié con tu padre y lo de Lara se enfrió. A ella le sentó muy mal, creo que ella si se enamoró de mi. Cuando empecé a salir con tu padre, se puso muy celosa. Llegó a darme miedo, nos seguía. Por menos de nada nos la veíamos aparecer tras una esquina por donde paseábamos. Disimulaba y nos marchábamos de allí. Hasta que un día, no pude más y le dije, que se acabó. Que no seguiría acostándome con ella, que tenia novio y nos íbamos a casar. Se volvió loca, quiso pegarme. Recogí mis cosas y me fui al apartamento de tu padre. Aquel día hicimos el amor por primera vez. Con él perdí la virginidad. Seguimos juntos. Poco después me quedé embarazada de ti y nos casamos. Tuve que dejar mis estudios y convertirme en ama de casa, dedicada a mi marido y mi hija. Hasta hoy, que has hecho que regresen los fantasmas del pasado. Un pasado olvidado que surge de internet para recordarme que los errores se pagan.
— A que llamas errores, mamá, ¿a Lara? ¿a las películas? ¿a mi padre o a mí?
—Tú no has sido nunca un error, mi vida. Aunque me quedé embarazada antes de casarnos te quise desde que lo supe. Y fui la mujer más feliz del mundo cuando vi tu carita al nacer. Eso no se puede contar. Hay que vivirlo… Vamos a preparar la cena, que papá está al llegar.
Poco después…
—¡Hola! ¿Dónde están mis chicas?
—¡Ahora vamos, estamos en la ducha!
Carlos entra en el baño y nos ve a las dos desnudas.
—¡Hoop! ¡Me voy! Vaya como están las mozas en cueros. ¡Provocadoraaas! Jajaja.
—¡Nos pilló! Anda vamos a ponernos algo. Esta noche tendré juerga, ya verás. Nos ha visto así y seguro que quiere follar.
—¿Por vernos desnudas?
—¿Cómo crees que funcionan los hombres? Con el ojo. Por eso tienen tanto éxito las pelis porno.
Al terminar la cena nos sentamos en el salón. Gaby me mira guiñando un ojo.
—Papá, ¿para cuándo es lo de Barcelona?
—Pues para ya. La próxima semana tengo que ir a Barcelona para conocer la nueva planta de distribución de la que voy a ser director. Ya tengo reservada una habitación de hotel hasta que encuentre un piso para alquilar. Y tú ¿Qué piensas hacer?
—Me voy a Barcelona con vosotros.
—¿Cómo? Pero, si pusiste el grito en el cielo por qué no querías ir.
—Pues he cambiado de idea, mamá me ha convencido.
—Si es que tu madre, convence a cualquiera. Ven aquí enana, dame un beso.
—¿Enana? Soy más alta que tú con tacón.
—No te enfaaades, para mí, siempre serás una enanita linda. Mi enanita.
—Vale, pero no me lo digas cuando haya alguien delante.
—No lo hare, te lo prometo. Y ahora a dormir. Mañana madrugo. Tengo muchas cosas que preparar. Ven dame un beso.
Besa a Gaby y se va a la cama. Me acerco a besarla. Gaby sonríe. Me habla en susurros.
—No cierres la puerta. Quiero ver como lo hacéis.
—¿Pues como lo vamos a hacer? Como todo el mundo. Anda, anda, vete a la cama, y a dormir.
Conocía a Gaby, era mi hija y sabía que intentaría vernos. Dejé la puerta entreabierta. Encendí una lámpara de la mesilla, la puse en el suelo y la cubrí con un paño rosa, para reducir la luz y dar un tono más cálido. Carlos me esperaba despierto, desnudo. Es la señal. Me quité toda la ropa moviéndome sensualmente, me miraba extrañado.
Normalmente pongo pegas al acto sexual. La costumbre, el aburrimiento, la monotonía nos estaba alejando. Por eso estaba así. Cogí su pene y lo besé pase mi lengua a lo largo, crecía rápidamente lo metí en la boca y chupé glotonamente como un caramelo.
Por el rabillo del ojo vi a Gaby, se asomaba agachada para no ser vista por su padre. Me coloqué de forma que ella, pudiera ver sin ser vista. Cabalgando a Carlos se me ocurrió que si le tapaba la cara, Gaby podía asomarse más. Y así lo hice.
—¿Qué haces?
—Taparte la cara, quiero que sientas no que me veas. Imagínate que soy otra. Que te estás follando a otra que te gusta.
Terminó pronto. Al parecer la otra le gustaba mucho. Reprimió un ¡Oogg! Y se corrió.
La verdad, yo estaba caliente. El recuerdo de la sesión de la tarde con Gaby me excitaba. Pero con mi marido ya no podía hacer nada. Me levanté y fui al baño. Gaby estaba en la puerta. Susurrando.
—Vaya corte. Te ha dejado tirada ¿No?
—Pues sí, ya ves. Lo que son las cosas. Abandoné a Lara para formar una familia y renuncié al placer que me daba.
Se oían los ronquidos de Carlos. Se había dormido.
—Ven a mi habitación. Vamos a dormir juntas esta noche.
—Pero que zorra estas hecha, tu lo que quieres es seguir con lo de esta tarde.
—Me encantaría, pero no creo que aguante mucho, estoy muy cansada. Pero un dedito si te meto en la almejita. ¿Vale? Lo hacemos en silencio para que no se despierte papá, así tiene más morbo.
—Vale. Pero porque tu padre me ha dejado muy caliente.
—Yo te quitaré la calentura. Vamos.
Y fuimos. Y juntas, abrazadas, con nuestros cuerpos desnudos la temperatura subía por momentos. Los besos, las caricias, mis dedos en su sexo, los suyos en el mío. Llegamos casi al mismo tiempo al orgasmo. Ya más relajadas, nos quedamos dormidas.
Cuando desperté, Gaby dormía a mi lado, una mano en su chochito y la otra en el mío. Era una acaparadora. Me aparté y fui al baño, me estaba meando. Al pasar por mi dormitorio lo vi vacio. Carlos se había ido.
Desnuda, como estaba, fui a hacer café. Me senté ante la taza, movía la cucharilla y no había echado azúcar. Tenía una sensación muy extraña. Me sentía muy bien, físicamente, lo que contrastaba con los extraños pensamientos que me acosaban.
No estaba bien lo que hacíamos Gaby y yo. En mi fuero interno sabía que no debía permitirlo. Pero otra vocecilla dentro de mi mente me decía que siguiera adelante. ¿Qué podía ocurrir? ¿Qué llegara a enterarse Carlos? ¿Y qué?
Llevaba mucho tiempo sin sexo. Podía seguir sin él. ¿Qué siento por mi marido? No me lo había planteado. Creo que nada. Ya no sentía nada por él.
El amor que me hizo abandonar mi carrera como actriz porno se había acabado. Ahora me sentía viva de nuevo con la pasión que había despertado mi hija. Mi preciosa hija. Mi ahora amada hija.
Lo que ahora sentía por ella no era el cariño de una madre. Era amor carnal, deseo de su cuerpo. De su boca, de su sexo. Solo pensar en ella provocaba latigazos de placer en mí vientre. Recordé a Lara. Ahora sé que estuve realmente enamorada de ella. Que le hice daño al dejarla. Ahora me arrepiento. Pero ya no tiene remedio.
—Mamá ¿En qué piensas?
— En nada, cariño, en nada.
—¿En nada y estas llorando? Dímelo, quiero saberlo.
—Pues pensaba en ti, en mí, en nosotras. En que, no sé qué voy a hacer.
—Mamá, ayer te dije cosas que no sentía. Cosas que sé que te hirieron. Y te pido perdón por ello. Ahora sé cuánto te quiero. Más, mucho más de lo que yo creía. Y te necesito a mi lado. Más que cuando era un bebé y dependía de tus pechos, de esos pechos, que ahora, me vuelven loca. Anoche, cuando te acostaste junto a mí, creí morir de alegría. Me sentía feliz como nunca. Me has hecho sentir, como nadie, nunca. Ya no me importa mi novio, ni mi padre. Me sobra el mundo. Solo existo para ti. Puedes hacer conmigo lo que quieras, lo que desees.
—Para, Gaby. Sé lo que sientes. Yo también lo estoy experimentando. Estamos enamoradas las dos, tú de mí, yo de ti. Pero eso es pasajero. Aunque creas que lo sentirás toda tu vida, llegará un día que te despertaras y… Ya no habrá amor. Se habrá acabado. Es en lo que estaba pensando. En tu padre. Ya no le amo. Estuve enamorada de él. Pero ya no… Me ayudo a desenamorarme de Lara. Pero también se acabó. Y lo peor es que se terminó, hace mucho tiempo. La inercia, la costumbre, nos ha mantenido unidos. Lo que ha ocurrido entre nosotras lo cambia todo.
—Pero nosotras seguiremos juntas ¿No?
—Sí, mi vida. Hasta que encuentres a alguien del, o de la, que te enamores y te aparte de mi.
—Eso no ocurrirá nunca. Estaremos juntas siempre.
—Quizá. Pero eso, no sería bueno para ti. Tendrás que formar una familia. ¿Has pensado que si yo no hubiera renunciado a Lara, ahora tú, no estarías aquí?
—Tal vez mamá, pero estoy dispuesta a darte todo el cariño y el placer que los años de matrimonio con papá te han negado… Ahora necesito que me des una tetita. Como cuando era pequeña. Vamos a la cama, lo necesito.
Y me arrastra hasta la cama. Me tiendo y ella en mi regazo. Se acerca a mi pecho y mama de él como si fuera un bebé. Y siento como una descarga eléctrica desde la espalda hasta el pecho, como si realmente llegara la leche hasta el pezón. Acaricio su pelo, acuno los brazos, para acogerla sobre mi pecho. Y llega el placer… Lento, siento como se extiende por mi cuerpo, se eriza la piel, siento escalofríos. Mi coño destila. La sensación es muy placentera.
Acaricio sus pequeños pechos, los pezones se endurecen al contacto de mis dedos. Paso mi mano, por la suavidad de su vientre, bajando, hasta tocar su botón del placer, lo excito lentamente, de un lado a otro, trazando círculos a su alrededor, con suavidad. Se vuelve y funde sus labios con los míos. Su mano busca mi clítoris. La reacción es instantánea. Me corro. Sin más. Despacio, casi sin aliento, sin aire.
—Me corroo.
—Y yo mamá. Meee corroo. Ahhh. Qué gusto mamá, que gusto, qué placer.
Miro a Gaby y veo amor pasión y goce. No puedo pensar en otra cosa.
Poco a poco, se normaliza nuestra respiración.
—Anda, vamos a arreglarnos un poco y nos vamos de compras por el centro.
—A mí me gustaría más quedarnos en la cama para seguir follando. Pero tienes razón. Vámonos de compras y nos despejamos. Pero esta tarde, cuando se vaya papá, otra vez…. ¿Vale?
—Síi, calentorra. Esta tarde lo hacemos otra vez.
Y nos fuimos de compras.
Cargadas de bolsas con vestidos, zapatos y un bolso precioso, a juego. Entramos en una cafetería. Sentadas, yo con un café solo y ella con un batido. Gaby no apartaba los ojos de mí.
—¿Qué miras?
—A ti, te veo distinta, eres muy guapa mamá.
—Gracias. Ya tengo otra admiradora.
Airada.
—¿Cómo que otra? Soy la única ¡Quiero ser tu única admiradora! ¡Como haya otra le saco los ojos!
—Jajaja. ¿Celosilla?
—Te quiero sola para mí. Anoche estuve a punto de entrar en la habitación y pegarle a mi padre. Me daba rabia verlo contigo.
—No te lo tomes así. Eso que sientes no es amor. Solo ansia de posesión. Es un sentimiento típico del enamoramiento. El amor es otra cosa. Cuando lo experimentes lo sabrás… ¿Te gustaría participar en una orgia?
—¡Mamá! ¿En qué estás pensando?
—En que puedes aprender la diferencia que existe entre amor y enamoramiento. Para eso tendrás que verme follando, con otra, u otras. ¿Podrás soportarlo?
—No lo sé mamá. Tendría que verlo. ¿Qué vas a hacer?
—Llamar por teléfono a Nati. Hace tiempo que no nos vemos. A ver como está.
Tengo su número en la agenda del móvil, pero no sé si seguirá siendo el mismo. Llamo.
—¿Nati? Hola, princesa, soy Eva, ¿Cómo estás?........Sí cariño, ha pasado mucho tiempo, por eso te llamo, para que te vengas a casa a tomar café. ………..Sí, de acuerdo, mañana por la tarde. ……..Un beso cari.
Busco el número de Carmen y llamo.
—¿Carmen? Hola, soy Eva, ¿Cómo estás?...........¿Cómo? ¿Otra vez embarazada? ¿De cuánto? …………¿Siete meses? ¡Estarás muy gordita!….…..Te llamaba por si podíamos vernos………..en mi casa. Mañana a las tres, mi marido se habrá ido a trabajar y estaremos solas, bueno casi…….. Sí, de acuerdo, mañana por la tarde. ……..Un beso cari.
—Mamá. ¡Eres una bruja! Jajaja