Gaby, mi hija. 10 Fin
No creo que pase nada chiquilla. Hablaremos las dos con él y lo entenderá. No quiero que te ocurra lo mismo que a mí.
Gaby, mi hija 10
—No creo que pase nada chiquilla. Hablaremos las dos con él y lo entenderá. No quiero que te ocurra lo mismo que a mí. Dejar que pasaran veinte años para contarle mi locura. Ahora come algo, estarás agotada, por qué esta mañana, antes de irse te…
—Sí… ¿Cómo lo sabes? No hicimos ruido.
—Pero llevabas en tu chochete las pruebas del delito, lo reconocí enseguida por el sabor.
—¡¡Qué vergüenza!!
—¿Por qué? ¿Por haber follado con tu novio? Eso hay que hacerlo tan a menudo como se pueda. No te avergüences nunca de haber disfrutado.
Las chicas habían oído el final de nuestra conversación y se reían.
Me asee. Me marché con Lara a su casa. Al entrar, vino a recibirnos Martina, la muchacha que le ayudaba. Estaba nerviosa y apurada.
—¿Qué te ocurre, Martina?
—Lara, no tenían donde ir y les dije que podían quedarse aquí hasta que encontraran trabajo.
—Pero ¿De qué me estás hablando Martina?
Veo aparecer por el pasillo a dos chicas, parecen asustadas.
—Veras, son conocidas de mi familia de Venezuela, venían a trabajar aquí y las han engañado. Les pagaron el pasaje desde Caracas hasta Barcelona vía Miami y Roma, para trabajar en un restaurante, pero en realidad las llevaban a un prostíbulo. Han escapado de milagro, han recuperado la documentación, pero no tienen dinero y llevan dos días durmiendo en los parques.
—Les vamos a ayudar ¿Verdad Lara?
—Sí Eva, trataremos de hacer lo que podamos por ellas.
Las chicas se acercan. Martina nos las presenta.
—Lara, la dueña de la casa y Eva una amiga. Ellas son Katia y Andrea.
Intercambiamos los besos de rigor. Parecen algo más animadas. Nos cuentan su odisea. El trayecto de Caracas a Roma no tuvo complicación, aunque estuvieron retenidas en Miami varias horas, pero el enlace Roma - Barcelona tuvo problemas y hasta que se aclararon estuvieron dos días en Fiumicino. Gastaron el poco dinero que traían en comer durante ese tiempo.
Al llegar aquí las recogieron junto a otras tres chicas y las llevaban a un burdel en la carretera. Andrea se dio cuenta a tiempo de lo que pretendían hacer con ellas, pudo coger la documentación de las dos, engañando al tipo que las vigilaba y escaparon.
Se colaron en la cabina de un camión y cuando se dio cuenta el conductor, enfadado, las obligó a bajarse, pero ya estaban aquí en Barcelona.
Katia llevaba en su monedero una dirección, que le había dado la madre de Martina, para que se llegara a verla. Y preguntando, llegaron hasta aquí.
—Tranquilizaos, podéis quedaros el tiempo que necesitéis. Ya veremos cómo nos las apañamos.
Con lágrimas en los ojos, agradecieron la ayuda.
—Martina, llévalas a la habitación de invitados, que se aseen, busca en los armarios y les facilitas ropa.
Se marcharon con Martina. Viéndolas andar por el pasillo admiré las curvas de las dos jóvenes, tendrían menos de veinticinco años y muy bonitas. Aunque se las veía muy cansadas.
Acompañé a Lara a la habitación donde nos desnudamos para cambiarnos. Solo con el mini tanga y las medias. No podía apartar la mirada de su cuerpo y se dio cuenta, vino hacia mí para besarme y le respondí golosa. No seguimos.
Nos pusimos unos vestidos de una pieza, amplios y cómodos, tipo chilaba árabe de satén y bajamos a la cocina a preparar la comida.
Al ver su cintura ceñida por el delantal sobre el vestido mi mente viajó en el tiempo. Me acerqué a su espalda y acaricie sus hombros desnudos, giró la cara para ofrecerme su boca y la acepté. Mis manos, bajo sus brazos, llegaron hasta los pechos. La emoción me embargó. Era como tener dos palomas de suaves plumas entre las manos. Cerré los ojos. ¡Lara, mi querida Lara!
—No sigas por favor. No soy de piedra.
—Lo sé mi amor, ya lo sé. Pero no puedo evitar la tentación de acariciarte…No me canso. Lo siento.
—No lo sientas, acaríciame, bésame.
Nos fundimos en un tórrido beso. Martina entra, rompiendo la magia del momento.
—Lo..lo siento, no sabía…
—No te apures, no pasa nada. ¿Qué querías?
—Veras Lara, les he comentado a las chicas a lo que te dedicabas; ellas, lo de trabajar como prostitutas como que no, pero si no intervienen hombres, si es entre nosotras…Y si pueden ganar algo, no sé. ¿Cómo lo ves?
—Pues, en principio bien. Le propuse a Eva hacer grabaciones chicas con chicas y no sé la aceptación que tendrán. Pero vamos a intentarlo ¿De acuerdo?
—¡Chévere! Se los digo horita mismo.
Se marcha corriendo a dar la noticia. Nos miramos sonriendo. ¡Vaya tarde nos espera! Seguimos con la preparación de la comida.
Cuando aparecen nos quedamos gratamente sorprendidas. Las dos muchachas, arregladas estaban de impresión. Martina les había facilitado unos top que dejaban el ombligo a la vista y pantaloncitos que apenas cubrían los muslos, marcando la línea de sus sexos y dejando ver el comienzo de las nalgas. Sandalias con tacón fino y el pie casi descubierto. Se me hizo la boca agua. Lara me miró, asentimos, eran muy sexis.
—¡Vaya par de bombones! ¡Estáis preciosas! Vamos, sentaos a comer.
Al terminar, nos dimos cuenta que estaban cansadas, Lara, sonriendo.
—¿Queréis descansar un rato? Echaros una siesta. Os sentará bien.
—Gracias doñita, llevamos un rato sin descansar.
Suben a la habitación. Martina se queda con nosotras.
—Martina, ¿les has dicho que hay cámaras en todas las habitaciones?
—Sí Lara. A ellas no les importa, creo que las excita.
—¿Podemos verlas, Lara? Me da morbo eso de ver por una pantalla.
—Ven, vamos al despacho.
Un mueble ocupa toda la pared, tiene dos puertas centrales de un metro cuadrado cada una. Abre las dos hacia los lados y aparece una gran pantalla. Lara, sentada en su sillón, manipula un teclado de ordenador y un ratón en la mesa y aparecen varias imágenes, de distintas cámaras.
Sitúa el puntero sobre una de ellas y aparece la cama donde están tumbadas las dos chicas solo cubiertas por dos diminutos tangas, se acarician mutuamente. La mano de cada una, bajo la tela de la braguita de la otra. Sus movimientos no dejan lugar a dudas. Hacen dedos. Se besan.
Katia, se desprende del tanga y se lo arrebata a Andrea, se encarama y cabalga sobre ella como si de una yegua se tratara. Mueve el cuerpo adelante y atrás, los empeines se rozan con frenesí. Las manos apresan las tetas, amasan y pellizcan los pezones. Unen los cuerpos para besarse.
Lara selecciona otra imagen, desde otro ángulo. ¡Y vaya imagen! Un primer plano desde los pies de la cama, se ven las piernas y los sexos de ambas, abiertos, palpitantes. Los golpes de cadera los unen y separan, chocando entre sí. Aceleran los movimientos hasta culminar en el orgasmo buscado. Tendidas se besan. Una llamada en mi móvil.
— Dime Gaby…………..
Me dice que Carlos se ha enfadado por lo que le hemos hecho a Ainoa.
—Pásamelo. ………..Carlos, tranquilízate………no, no es una venganza……antes o después hubiera ocurrido………Ainoa es muy joven y quiere experimentar……….no querido, tu relación no peligra. Puede que cambie algo, pero a mejor………mañana es sábado y no trabajas, iremos, hablaremos y lo aclararemos todo.
Lara mueve la cabeza dubitativa.
—¿Problemas con tu maridito?
—No creo, lo conozco bien, tiene un pronto que asusta, pero se le pasa enseguida y es un buenazo. Se calmará en cuanto hable con él, puede que antes.
—Eva, ¿Vamos de tiendas? Me gustaría comprar algo para las chicas, Martina sabe las tallas y los gustos. Vámonos las tres.
Y fuimos de compras. Y nos divertimos como adolescentes provocando a los dependientes de los comercios cuando los llamábamos para cambiar una prenda desde el probador, les hacíamos entrar y nos veían medio desnudas. En una de ellas, la dependienta era una jovencita. Al entrar y ver como Martina y yo nos besábamos se quedó sorprendida, pero vi en sus ojos un brillo que delataba su excitación, cogí su mano y cerré la puerta tras ella, entre las tres la rodeamos, se dejaba hacer. Puse mi mano sobre su pecho izquierdo y aprecié los latidos de su corazón, acelerados, como los de un pajarillo asustado.
Posé mis labios sobre los suyos suavemente, cerró los ojos y se abandonó. La besamos todas, la acariciamos, desabrochamos los botones de la camisa del uniforme y le quitamos el sujetador con rellenos bajo el cual aparecieron dos preciosos pechitos, como los de una niña, que chupamos con verdadero deleite.
Lara se arrodillo ante ella le subió la falda bajo las braguitas y reveló su flor, que se apresuro a chupar y lamer como una posesa. La chica se apoyaba en la pared, flexionó las piernas para poder abrirlas y facilitar el ataque a su sexo, depiladito, sonrosado, brillante, húmedo. Lara hundía su cara en aquella belleza juvenil, mientras nosotras acariciábamos y besábamos el resto de sus atributos….
Cuando fuimos a la caja a pagar las prendas la chica, ruborizada, quitó las alarmas puso la ropa en una bolsa y se la entregó a Lara.
—No debéis nada, este es mi regalo y gracias por el que me habéis hecho vosotras.
Tuvimos que entrar en el lavabo a arreglarnos, Lara tenía el rímel y el rojo de labios corrido. Pero aun así, estaba preciosa. La experiencia con la dependienta nos había dejado muy calientes. Por cierto, no le preguntamos cómo se llamaba. Volveré otro día para pedirle el teléfono.
Al llegar a casa, las chicas estaban recogiendo la cocina. Las llevamos arriba para enseñarles lo que les habíamos comprado. Nos sentamos en la cama a contemplar el pase de modelos con los conjuntos. Sin ningún pudor se desnudaron y comenzó el espectáculo que Lara, previéndolo, puso a grabar. Es delicioso vernos a todas quitarnos y ponernos ropa, intercambiando prendas, besándonos, jugando como si fuéramos crías, subiendo la calentura para terminar las cinco desnudas, revolcándonos, acariciándonos unas a otras…
Lara me indicó con un gesto que me dedicara a Katia, lo hice. Su piel era suave como la seda, caliente, la tendí boca abajo y me dispuse a acariciar su espalda, como un masaje, desde los talones de los pies, subiendo por las pantorrillas, besando la parte de atrás de las rodillas, los muslitos deliciosos, dando pequeños mordisquitos en los globos de sus nalgas.
Tiene las caderas muy sensibles, al besarlas se estremece, sigo por la espalda hasta llegar al cuello, le hablo en la nuca y se le eriza la piel de todo su cuerpo ahora cubierto por el mío, siento su calor y tiembla de placer.
Abro mis rodillas sobre sus caderas, giro su cuerpo, mi sexo sobre su sexo, mis pechos sobre los suyos, la deliciosa punzada de sus oscuros pezones duros como piedras en mis lolas. Jadea, respira con dificultad, sus manos se apropian de mis tetas, las pellizca, nuestras bocas se unen en un delicioso acoplamiento.
El frote de nuestros coños se convierte en una dulce tortura. Grita y grita.
Yo me siento desfallecer, me muero de gusto, sobre todo al ver a Lara, en un ardoroso sesenta y nueve con Andrea, presas de espasmódicos movimientos que culminan en clamorosos orgasmos.
Martina, aparentemente fuera de juego, sentada en un sillón viendo el espectáculo porno que le ofrecemos se masturba con una mano entera dentro de su coño, los ojos desmesuradamente abiertos, jadeando y moviendo las caderas con violencia para facilitar la penetración.
Un rugido desgarrador anuncia el tremendo orgasmo que recorre su cuerpo. Me acerco para ayudarla a sacar la mano de su vulva, me mira con ojos llorosos, beso su dulce boca al tiempo que tiro de la muñeca, suavemente, hasta sacarla del encierro. Se queda despatarrada en el asiento, quedo impactada por el enorme boquete de su coño. Se lo acaricia con las dos manos, me arrodillo ante ella, lamiendo los inflamados labios vaginales, hasta que se relaja y se normalizan.
Me incorporo al grupo de la cama.
Tendida junto a Lara acaricio su vientre, beso sus labios que saben a coño. Al coño de Andrea. Me giro para besar a la chica y el sabor de su boca ya lo conozco. Sabe a Lara. Ella a su vez se gira hacia Katia y se abrazan las dos. Creo que hay algo más que sexo entre ellas.
Todo lo ocurrido se ha grabado desde cinco cámaras, desde cinco ángulos distintos. La película será muy, muy caliente.
Retozamos en la cama. Martina se va a preparar algo para comer.
Nos llama y bajamos a cenar. Termina la velada en el jardín tomando chupitos de tequila. Lara y yo nos vamos a la cama, las chicas se quedan charlando.
Me viene a la memoria Sevilla, las noches en el piso de estudiantes donde dormíamos abrazadas, desnudas, sintiendo el calor de nuestros cuerpos.
¡Cuántas veces añoré esas noches durante mi vida de casada! Cuando Carlos, después de un rapidito, me dejaba ardiendo y terminaba dándome dedo yo sola sentada en la taza del WC. Lara jamás me dejo insatisfecha ella se dedicaba a mí hasta hacerme gritar de placer… El sueño nos vence.
Otro día. ¿Por qué otro día? ¡No! Hoy es el primer día del resto de mi vida. Y estoy con mi querida Lara. Con mi amor dormida a mi lado. Su pecho sube y baja con la respiración. Como tantas veces en el pasado aparto un mechón de pelo para admirar su rostro. Admiro la suave línea de su barbilla, las orejitas parecen dibujadas, los labios, rojos, carnosos bajo una naricilla deliciosa que me enloquece mirarla. Mi pecho desborda amor. Cubro a mi amada con la sábana.
Oigo a las chicas, están levantadas, voy a ver que hacen. Están en la cocina, desnudas, preparando el desayuno. Ayudo a poner la mesa. Aparece Lara soñolienta con el pelo revuelto, también desnuda, solo yo llevo la chilaba…Y me la quito. Nos sentamos, Lara a mi lado me besa, para mí es un regalo. El primero del día. Katia y Andrea cuchichean y se ríen.
—¿De qué os reís, guasonas?
—De nada malo Eva, decíamos que nos gustó mucho lo de anoche. ¿Cuándo lo repetiremos?
—Aah, putitas. ¿Queréis repetir eh? Pronto y seguramente con mas chicas. ¡Uy, qué tarde es! Voy a vestirme, que Carlos me espera para hablar. ¿Qué vas a hacer Lara?
—Quiero ir a casa de Mario y hablar con él. Le llevaré la grabación de ayer, a ver qué podemos hacer.
Subo a ducharme y vestirme. No sé lo que me espera en casa. Llamo al servicio de taxis para que envíen uno.
Llamo al porterillo de la casa, contesta Ainoa y me abre la cancela. Están todos sentados en el salón excepto Gaby que viene a darme dos besos. Silvia se levanta, Ainoa viene de la cocina, las dos me besan. Carlos no se mueve. La cabeza baja, está muy enfadado, tendré que utilizar todo mi poder de convicción para calmarlo.
—¡Por fin! ¡¿A quién te has estado follando esta noche?! — Carlos estaba fuera de sí.
—Si quieres, lo puedes ver en video. Hemos grabado todo lo que hemos hecho, te traeré una copia.
—¡Encima cachondeo! ¡¿Qué coño crees que estás haciendo Eva?! — Gritaba Carlos.
Yo bajo el tono de voz.
—Carlos, sé que esto ahora te rompe los esquemas. Unos esquemas que has aceptado de una sociedad patriarcal controlada por unos poderes hipócritas y ruines. Solo te pido que te calmes, nos escuches y no hagas nada de lo que tengas que arrepentirte.
—Papá, mamá tiene razón. Lo que ha ocurrido no es para ponerse así. Los tiempos han cambiado. Antes a los hombres se les permitía buscar nuevas experiencias. A la mujer se le prohibía todo, dependía de los hombres toda su vida, del padre, del novio, del marido, incluso de los hermanos. Hoy somos independientes o tratamos de serlo. Buscamos nuevas experiencias que nos abran puertas a otras formas de entender la vida. Lo que ha hecho Ainoa es, simplemente, buscarse a sí misma, tratar de conocerse mejor para conocer su cuerpo, sus emociones, sus sentimientos.
—¡Eso son palabras! Solo palabras vacías de una pandilla de maniáticas feministas, que odian a los hombres y se vengan de ellos metiendo en vuestras cabezas toda esa sarta de locas ideas. — Carlos gritaba muy enfadado.
Ainoa, a mi lado llora, paso un brazo tras su cintura para atraerla. Descansa su cabeza en mi hombro. Me dirijo a Carlos, con calma.
—Tienes razón, Carlos. Nosotras, todas, estamos locas. Las ideas feministas nos han sorbido el seso y como somos mujeres estamos incapacitadas para pensar y mucho menos decidir qué queremos hacer con nuestras vidas, con nuestra sexualidad. Eso solo podéis decidirlo vosotros… Carlos, en ningún momento quisimos hacerte daño. Ainoa solo pretendía definir su sexualidad, conocerse a sí misma y poder ofrecerte su amor sin dudas, sin restricciones. Sabiendo que puede obtener placer con una mujer o con un hombre. Que el placer y el amor son dos cosas distintas, claro que son mejor cuando van juntas. Ahora ya no duda, está segura de su amor por ti. No de mí o de otra persona. Está enamorada de ti. Pero, cuidado, el amor es frágil, un mal gesto o una mala palabra puede matarlo.
—¡Pero ha follado con vosotras y le ha gustado! ¡Me lo ha dicho!
Ainoa, entre sollozos.
—Sí Carlos, he follado con ellas y me gustó pero no voy a repetirlo, por ti. ¡Te quiero!
—¿Cómo me vas a querer a mí, si te corres pensando en lo que te hicieron?
Carlos viene hacia Ainoa. Me interpongo.
—¿Y eso es malo? Dime Carlos ¿Cuántas veces, estando conmigo, te has corrido mientras yo te contaba historias en las que tú estabas con dos o más mujeres? Por cierto ¿Lo has hecho alguna vez? ¿Has estado con dos mujeres?
—¡No! Yo no….
Ainoa aprieta con fuerza mi brazo. Se dirige a Carlos.
—¿Te gustaría? Dime la verdad. ¿Eva, lo harías con Carlos y conmigo?
—Si te soy sincera. Me encantaría. Y vaya por delante, que quiero a Lara con toda mi alma, pero… sí, me gustaría estar con vosotros. ¡Carlos despierta! ¡Sé que solo la idea te pone a mil! Te ha excitado cuando lo has imaginado, ahora puedes hacerlo realidad. Mírate, vas a romper el pantalón con la erección que tienes.
Y así era, todas miramos su bragueta. A pesar de la postura y sus intentos por disimularlo la tensión de la tela era evidente. Vuelve a sentarse. Silvia miraba con los ojos muy abiertos, Gaby se reía, Ainoa, más tranquila, me habla al oído.
—¿De verdad lo harías por mí?
—Por ti, por mí, pero también por él. Si acepta y lo sabes llevar, conseguirás lo que quieras.
Estaba acalorado, la cara roja, movía las manos nervioso. Pocas veces lo he visto así. Me hacía gracia verlo, dudaba, pero yo tenía claro cuál sería su decisión.
—Bueno… ¿Y cómo lo haríamos?
La carcajada fue apoteósica. Nos miraba a todas de hito en hito. Desconcertado, no sabía qué decir ni qué hacer.
Cogidas del brazo, nos acercamos Ainoa y yo, nos arrodillamos ante él; Ainoa lo besaba mientras yo le quitaba el cinturón y abría la cremallera del pantalón. Baje el slip y apareció la verga tan conocida y manoseada por mí.
Silvia miraba con mucho interés, pero Gaby no le andaba a la zaga. Lo pusimos de pié para desnudarlo por completo con la ayuda de las chicas.
Carlos, con los ojos cerrados, se dejaba hacer. ¡Como para no dejarse! En ese momento era el jeque de un harén con todas las odaliscas a su disposición. Esta experiencia no la olvidaría jamás.
Mientras unas se despojaban de la ropa, las otras acariciaban al macho alfa. Las chicas apartaron la mesa, el sofá y los sillones, lo tendieron en la alfombra. Ainoa seguía besándolo, sorbiendo su aliento, como si fuera a escapársele. Por señas, le indiqué a Gaby que se apartara.
Ella también quería participar en el festín, pero yo sabía que era pronto para que su padre aceptara estar con ella. Podría estropearse todo. Silvia lo comprendió y la llevó a un rincón del salón donde habían puesto el sofá. Se tumbaron abrazadas. Hablaban en susurros Silvia, más sensata, trataba de hacerle ver que no era el momento, no convenía precipitar las cosas. Se besaban y acariciaban sus cuerpos.
Arrodillada entre las piernas de mi marido masajee el miembro, pocas veces lo había tenido tan rígido entre mis manos. Las suyas las ocupaba en manosear el coño de su novia que, arrodillada e inclinada sobre él, seguía bebiendo su boca y yo llevaba a la mía aquella polla que tantas veces entró en mi coño.
Miraba a su hija con Silvia, comiéndose la una a la otra en el sofá. Y descargó. Me sorprendió. Siempre había sido rápido, pero esta vez tenía motivos, la excitación era brutal. Quedó tendido en el suelo, Ainoa seguía besándolo, no sé que pretendía.
Dejé que se repusiera, me puse a la espalda de Ainoa, besé su cuello, respondió como si le hubiera picado una avispa. Dio un respingo, pasé mis brazos bajo los suyos y agarré las deliciosas tetas, amasé, pellizqué, acaricié, mordí su nuca, la excitación era más que evidente, cuando bajé una mano hasta su coño, encontré una charca. Giraba su cabeza para encontrar mi boca, mi mano plana pasaba a lo largo de su raja donde metía uno, dos dedos, acariciaba el clítoris y subía la mano hasta mi boca donde saboreaba sus jugos y los compartía con ella….
Miré a Carlos. Estaba sentado y nos contemplaba. No había cólera en su mirada, era curiosidad, estaba como alucinado viendo a su novia disfrutar, como una loca, de las caricias de su mujer.
Al darse cuenta que lo observo, se levanta, viene hacia mí, se arrodilla a mi espalda, levanta mi grupa e inserta su aparato en mi coño. De nuevo duro como una piedra. Avanza los brazos hasta coger las tetas de su novia, mientras masajeo su vulva. Ella se gira hacia mí, se tiende de espalda en el suelo, abre sus rodillas y me ofrece su fruta, palpitante, caliente, muy mojada. No puedo resistirme, aplasto mi cara contra su coño, me sumerjo en las profundidades de aquel abismo, con sabor a mar.
El ataque de Carlos tiene sus consecuencias, al parecer ha aprendido algo más, por qué con su mano toquetea, torpemente, pero algo es algo, mi botoncito. Antes no sabía siquiera que existía. Me dejo arrastrar, no puedo oponerme a la corriente, que me empuja hacia un orgasmo brutal. De los mejores de mi vida. Coincidiendo con la descarga de semen, de Carlos, en mi coño. Un orgasmo simultaneo. Pero Ainoa, al ver el nuestro, acelera el suyo. Aprisiona mi cabeza con sus manos en mi nuca apretando los muslos. Me asfixio, no puedo respirar, mi orgasmo es tan intenso que creo morir. Solo la violencia de los espasmos logra separarme de ellos.
Quedamos derrotados. Tendidos en el suelo. Tratando de normalizar la respiración.
Gaby se acerca, de pie, sobre su padre, las piernas abiertas y mostrando el sexo a su progenitor que lo contempla con lascivia.
—Papá, ¿Me harías un favor?
—Pero ¿Qué dices, chiquilla? Soy tu padre.
—Ya lo sé, papi. No es a mí. Es para Silvia. Yo la desvirgué con un arnés, pero ella no ha conocido una verga real y quiere saber cómo es follar con un hombre. ¿Lo harías por mí? ¡Porfiiii! Piensa que es un chochito, donde no ha entrado ninguna polla nunca, tú serás el primero. Es mi regalo… Por no enfadarte con nosotras.
Carlos alucinaba, Silvia se había colocado al lado de Gaby y desde el suelo, mi marido podía contemplar los dos coñitos, sonrosados, depilados….
—Bueno, qué le vamos a hacer, tendré que esforzarme.
Y nos reímos, mucho. Carlos se portó como un jabato follando a la novia de Gaby que los miraba con envidia. Incluso se acerco a besarla y acariciarla, mientras su padre la penetraba.
Me coloqué a la espalda de mi hija y le acaricié los pechitos, manosee su chochito, el padre nos miraba, aquello le producía un tremendo desasosiego, pero se excitaba contemplando a su hija desnuda siendo masturbada por su madre.
Ainoa se unió al grupo, acariciaba a Silvia, mamaba las tetitas de la chiquilla, al tiempo que dedeaba su botoncito, mientras la polla de su novio bombeaba su coñito. Carlos levantó las piernas de Silvia hasta colocarlas en sus hombros. Chupeteaba los deditos de los pies mientras la penetraba. El orgasmo llego, Silvia emitió un chillido intensísimo. Y se desmayó. Carlos se asustó.
—¡¿La he matado?!
—No tonto, solo es un ligero desmayo. La emoción ha sido muy intensa, a veces ocurre. No te apures, se repondrá enseguida. ¿Lo ves? Ya despierta… ¿Cómo te sientes cariño?— Mi hija la besaba amorosamente.
—¿Qué ha pasado Gaby? Me he sentido morir. Que gusto Gaby… que gusto.
Se abrazan las dos. Carlos me mira implorante.
—Gracias Eva. Ha sido la mayor y mejor experiencia de toda mi vida, gracias a ti. Y lo que siento es que empiezo a conocerte ahora, cuando te he perdido.
—Nos habíamos perdido Carlos, pero nos hemos reencontrado en otro espacio, acompañados de personas a las que amamos y que nos aman. Creo que tenemos mucha suerte.
Estamos sentados en círculo, en la alfombra, desnudos. Ainoa, junto a Carlos.
—Hablando de encuentros, he de decir que para mí han sido unas experiencias, inimaginables hace tan solo unos días. He encontrado el amor, el verdadero amor. He disfrutado mientras Carlos hacia el amor con Eva sin celos, me sentía feliz con el placer que se daban los dos. Ha sido alucinante y me gustaría repetirlo junto a vosotras. — Ainoa estaba muy emocionada.
—¿Y yo? ¿No cuento? Todos lo habéis pasado bien menos yo, que he sido la convidada de piedra. Aunque debo reconocer que ver a Silvia desmayarse de placer, ha sido la bomba. No podía imaginar algo así en mi chica. Ahora que sé que puede disfrutar también con un hombre me siento mejor, es más como yo. Podemos compartirte papá. Jajaja.— Gaby reía con ganas…
No puedo evitar recordar mis momentos con Lara.
—Yo lo he pasado muy bien, pero me sigue faltando algo. No está Lara. Con ella aquí, mi felicidad sería completa.
FIN de esta serie.