Gaby, mi hija 1

Mi hija está, en su habitación, ante la pantalla de su ordenador, conectada a internet, viendo unas imágenes que me horrorizan.

Gaby, mi hija 1

—¡¡Mamáaa!!

—¡Mamá, ven, mira!

—¡¿Que pasa niña?!

—Mamá, mira. ¿Esta eres tú?..... ¡¡Eres tú!!

— ¿Si soy yo? ¿Quién?……………¡¡¡Ay, por dios!!! ¡¡Quita eso!!

Mi hija está, en su habitación, ante la pantalla de su ordenador, conectada a internet, viendo unas imágenes que me horrorizan.

Son mías, de hace veinte años, un video, teniendo relaciones lésbicas con otra chica de mi edad.

—¿Mamá, qué es esto? ¿Cómo pudiste hacerlo?

—¡Por favor, por favor, quita eso! ¡No me preguntes! ¡Por favor! ¡Te lo suplico!

—¡No mamá! Quiero que me expliques, por qué hay colgado en internet un video tuyo follando con una tía. ¡Pero mira! ¡Ahora hay otro tío! ¡Eres una puta!

No pude más y empecé a llorar. Dejé la habitación y me fui a mi cuarto. Mi hija vino detrás.

—¡Joder con mami! Estas hecha un zorrón. Estoy descargando el video, lo guardaré y lo veremos después de cenar, cuando esté papá.

—¡¡No por dios!! ¡Gabriela! ¡Te lo pido, por lo que más quieras! ¡A tu padre no! El no sabe nada de esto, destrozarías nuestro matrimonio. Acabaríamos separándonos y dios sabe que sería de nosotros. No lo hagas, si aún te queda algo de cariño por mí, no lo hagas.

—Vaalee, tía, pero lo tengo guardado. ¡No lo olvides! Además, sé dónde encontrarlo en internet. ¡Te tengo en mis manooos! Jajaja.

Se fue a su cuarto y me quede en un mar de confusión. Mi cabeza daba vueltas. Dios mío, que voy a hacer. Me llevo fatal con mi hija y ahora tiene un medio para hacer lo que le dé la gana, sin que yo pueda evitarlo. Con los problemas que he tenido con ella. Aquí viene otra vez.

—Y ahora mismo, me vas a contar como te metiste a grabar pelis porno.

—No lo hagas Gaby, por favor.

—O me lo cuentas o me chivo. Jajaja

Tengo que hacer de tripas corazón y contarle. Pero ¿Qué le voy a contar?

Se sienta a mi lado en la cama. Me pasa la mano por la espalda, parece que me acaricia, pero no me fio. Hace poco llegó a levantarme la mano, menos mal que estaba su padre delante, si no.

—Fue una locura de juventud. Yo….

—¿Estabas casada?

—¡No! Fue antes de conocer a tu padre. Vine del pueblo, a Sevilla, para estudiar en la Universidad. Me matriculé en psicología, solo tenía diecinueve años. Me alojaba en un piso de estudiantes, en la barriada de El Juncal, cerca de la facultad. Estábamos cuatro chicas, a dos las conoces, son Carmen y Nati. La otra es la que está en el video conmigo… se llama Lara.

—Ya sabes que tus abuelos son muy humildes, tuvieron que hacer un gran esfuerzo para que yo pudiera estudiar en la universidad. Yo no tenía suficiente dinero para pagar el piso, la comida y algún trapito que necesitaba. Además de los gastos de matrícula, libros, en fin. Necesitaba dinero. Y no podía pedírselo a mis padres, no podían sacrificarse más.

—Pero ¿cómo fue el comienzo?

Todo empezó………..

Una mañana, me levante para ir a la facultad y me encontré, con una mancha de vino, en el único vestido que tenia para ponerme. La noche antes había estado con unas amigas de copas y me habían derramado una copa encima.

Las otras ya se habían ido, estaba sola, entré en la habitación de Lara, que era la dueña del piso. Tenía mucha ropa en el armario y pensé cogerle, prestado, algo que ponerme. Me llamó la atención una cinta de video, VHS, sobre la mesita. Como soy muy curiosa, encendí el reproductor y la tele, puse la cinta y me llevé la sorpresa.

Lara era la protagonista de una película porno. Me asusté, dejé todo como estaba y me fui a clase. No podía concentrarme, la imagen de Lara, siendo penetrada por un enorme pene, mientras ella, le chupaba el chocho a otra muchacha, me excitaba. Juntaba los muslos, los apretaba y casi llegué al orgasmo. No podía más. Me levanté de la banca y me fui a los servicios. Entré en un WC, cerré la puerta y me masturbé, furiosamente, hasta correrme.

Por la tarde no tenia clase, cuando llegue al piso estaba Lara, le dije que le había cogido un vestido y que se lo devolvería, después de lavarlo. Me miraba de forma rara.

— ¿Has visto la cinta no?

—Yo… N… Bueno… Síi, pero, pero no te preocupes no diré nada te lo juro.

—Bueno, guárdame el secreto, si no lo haces te lo haré pagar. ¿Está claro?

—Sí, sí… Muy claro. Puedes confiar en mí…. Pero… ¿por qué lo haces?

— ¿Por qué va a ser? Por dinero. Bueno y por qué me gusta.

— ¿Te gusta hacerlo con mujeres? Te vi, comiéndoselo a una chica.

—Pues claro, a veces es mejor que con los hombres, son más delicadas y saben donde darte para que te mueras de gusto. ¿Tú no has probado nunca hacértelo con otra?

—Noo. Bueno, alguna vez he intentado imaginármelo, pero no me pone.

— ¿Te gustaría intentarlo conmigo? Lo vas a pasar bien, te lo aseguro. Además, tú me gustas.

—No sé. Me da vergüenza.

— Ven, acércate. ¿Te han besado alguna vez?

—Sí, claro. En el pueblo, tengo novio desde hace seis meses.

— ¿Folláis?

—¡Nooo, que va! Si se enteran mis padres me matan. Nos besamos. Antes de venir a Sevilla, le dejé tocarme las tetas. Pero nada más.

Acarició mi mejilla con el dorso de la mano, se acercó y rozo mis labios con los suyos. Sentí un escalofrío, me estaba besando una mujer. Y me gustaba. Cerré los ojos, me abandoné en sus manos. Me besó las mejillas, los ojos, la boca. Abrió los labios y con su lengua acarició los míos. Era delicioso, me estaba mojando solo con besarme.

Me llevó a la cama, la suya era de matrimonio, la mía era de ochenta. Me empujó hacia el lecho. Yo me dejaba hacer, ella se dejó caer a mi lado, me acariciaba.

—¿Eres virgen, verdad?— Me preguntó en un susurro.

—Sí, por eso tengo miedo.

—No te preocupes, no te robare tu virginidad la conservaras intacta, eso solo te lo puede garantizar una mujer. De todos modos es algo que deberías solucionar. Cualquier día tropezaras con algún bruto que te follará y tal vez te haga daño.

Me hablaba cerca de mi oído, seguía acariciándome y yo estaba cada vez más caliente. Me pasaba la mano por el muslo, hasta casi tocar mis braguitas, luego subía a mis tetas, sobre la ropa, las acariciaba, mis pezones se erizaban, me ponía la carne de gallina.

—¿Quieres que siga?

—Sí por favo, sigue, estoy ardiendo.

—Lo sé, putita, ya me he dado cuenta de que eres una calentorra. Tú servirías para el porno, te lo digo yo. Eres bonita, tienes un cuerpo precioso y me encantaría comerte tu bomboncito ¿Me dejas?

No contesté, me incorporé, me desnude del todo y me deje caer de espaldas, con las piernas entreabiertas.

Se reía, me acarició todo el cuerpo lentamente, sin tocar mi rinconcito, me dio la vuelta, se puso en pie, se desnudó y se tendió sobre mi espalda. Su respiración en mi nuca me provocaba escalofríos, sentía mis muslos chorreando, se deslizó, rozando sus tetas por toda mi espalda y mi culo; con sus manos, abrió mis nalgas y metió la cara entre ellas. Lamia mi culo, lo chupaba, era extraño, pero la sensación muy agradable. Separó mis muslos y con una mano llegó a mi vulva, acariciaba los labios, desde el empeine hasta el ano, que seguía chupando. Cuando me toco el bultito, me dio como un calambre, me moría, que gusto, que placer mas grande. Grité. Me dio la vuelta, me lamía, me comía el chocho, me mordía los labios, el clítoris. No había sentido tanto gusto nunca. De pronto fue como una explosión dentro de mí vientre que subía y bajaba y subía…Fue la primera persona que me tocó el coño. La primera vez que me corría con otra persona. Hasta entonces solo yo me había proporcionado placer masturbándome.

La puerta del piso se abre.

—¡Eva! ¡Gaby! Estoy en casa. ¿Dónde estáis?

—Tu padre ha llegado. Ni mu ¡Eh!

—¡Estamos aquí, Carlos! ¡Ya vamos!

Carlos está en el salón sentado, leyendo el periódico.

—Vamos, que tengo poco tiempo ¿Qué hay para comer? ¡Ah! Traigo noticias.

—¿Buenas o malas?

—Depende de cómo se mire, tiene una parte buena, otra mala.

—La parte buena, es que me ascienden a director comercial.

—¡Vaya! Felicidades. ¿Y la mala?

—Pues, que tenemos que mudarnos a Barcelona.

—¿QUEEEEE? ¡Yo no voy! ¡Yo me quedo aquí!

—Gaby, tranquilízate. Vamos a estudiar el asunto con tranquilidad y ya veremos cómo lo hacemos. Ahora vamos a comer, la mesa está puesta.

—¡No mamá, que yo no voy a Barcelona!

Durante la comida no hablamos. Cada uno con sus pensamientos. Se avecinaba tormenta. Con lo tranquila que estaba….Lo de los videos, Gaby, ahora el traslado.

Carlos termina, se pone la chaqueta, coge el maletín y nos da un beso.

—Esta noche hablamos más tranquilamente; pensad lo qué vais a hacer, esto va a ir muy rápido.

Se marcha.

—Mamá, puedes decir lo que quieras, yo a Barcelona no voy a vivir. Tengo mis amigos aquí, allí no conozco a nadie. ¿Y la facultad? Tendría que trasladar la matrícula. Profesores nuevos. ¡Y el problema de la lengua! ¡No sé hablar catalán! Un lio. Me quedo. Si te quieres ir con él te vas. Pero yo me quedo.

Miro a mi hija, nos parecemos mucho, somos rubias naturales, ojos claros, estatura media, un metro sesenta y cinco descalzas. A pesar de la diferencia de edad, tenemos la misma talla, lo que hace que nos peleemos por la ropa, los zapatos…. Es muy guapa. El problema es su carácter por eso nos llevamos tan mal, es muy caprichosa, dominante. Si no se sale con la suya se pone hecha un basilisco.

—Gaby ¿Eres virgen?

—¡Mamá! ¿Qué pregunta es esa? ¡Pues claro que no! Eso ya no se lleva, hace dos años que lo hice por primera vez. Ahora podemos hablar de esas cosas ¿No? Después de conocer tu secretitooo.

—No te lo tomes a pitorreo, es serio. Cuando tu padre ha dicho de irnos a Barcelona, me ha dado un vuelco el corazón.

—¿Por qué?

—Porque allí fue donde se rodó la película, bueno, las películas. Fueron tres.

—Joder mamá, pues si me has salido puta. Y yo que creía que eras una mojigata que no te habías tragado un rosco en tu vida. Vaya, vaya. Las sorpresas que se lleva una. Oye. ¿Te lo montaste con una tía? ¿Te gustó?

—Sí, me lo monte, no con una, con varias. La primera vez fue con Lara, en el piso de estudiantes.

Aquella noche la pasamos juntas. Me comía el chichi como lo que era, una profesional. Y me enseño a comérselo a ella. Hicimos de todo. De un cajón sacó un arnés, con un dildo montado, me lo colocó a mí, se arrodillo en el suelo y se tendió en la cama, presentándome el culo. Me guió para metérsela en su coño. Y la follé.

Me gustaba aquello. Me encendía. El roce del arnés en mi pelvis al penetrarl me ponía a mil. Le costaba correrse, me obligo a darle más y más fuerte. A ella le costaba, pero a mí no. Yo me estaba corriendo como cuando me doy con el dedo. No es muy intenso, pero se mantiene el placer más tiempo.

Cuando ella llegó al clímax, a mí las piernas no me sostenían. Sudaba, mi coño era un reguero de flujo que corría por mis muslos. Se la saque, caí sobre la cama, rendida, por el esfuerzo y las corridas que, durante un buen rato iban y venían. Se tumbó a mi lado y me besó, tiernamente. Nos quedamos dormidas.

Aún no había amanecido cuando me desperté. Lara dormía a mi lado. Era muy bonita y tenía un cuerpo precioso, morena, más alta que yo, piernas largas y bien torneadas. Me fijé en los pies, los tenia pequeños, como de niña. La redondez del talón, los deditos en orden decreciente desde el gordo hasta el meñique, con las yemas redonditas y gorditas. No me había dado cuenta que se había despertado y me estaba mirando.

—¿Te gustan mis pies?

—¡Oh! Perdona. Sí, son muy bonitos. Y muy cuidados.

—Puedes jurarlo. Son mis herramientas de trabajo.

—¿Cómo?

—Hay una forma de fetichismo, poco conocida, basada en el culto a los pies. En el mundillo de la pornografía se denomina Foot fetish. Y me he especializado en esto. O sea, follo con los pies. ¿Quieres probarlo?

—¡No! Por dios. Ya he probado bastantes cosas en las últimas horas. Gracias.

—Mira Eva, puedes pedirme lo que quieras, puedes usar mi ropa, mis zapatos y si necesitas dinero, pídemelo. Te ayudaré en lo que pueda. Por cierto. Este fin de semana, voy a Barcelona a un casting para una peli. ¿Te vienes conmigo?

—¡Que dices! Si no tengo dinero para pagarte el mes, ¿cómo voy a ir contigo a Barcelona?

—Pues muy fácil, tontina. Yo corro con todos los gastos, ahora eres mi confidente, conoces mi secreto y te debo tener contenta. Vente, verás cómo nos divertimos.

—Déjame pensarlo, aunque me da un poco de miedo. Lo más lejos que he viajado ha sido a Córdoba, a ver a mis tíos.

—Bueno, como quieras, tienes hasta mañana. Tengo que hacer las reservas para ir en avión.

—¿Cómo? ¿En avión? No me he subido nunca, que miedo.

—No seas tonta. Puede que sea la mejor experiencia de tu vida. ¡Decídete! No seas mojigata.

—Dios mío. Pero ¿De verdad me llevarías?

—Tú eres tonta. Te lo estoy diciendo. ¡Vamos!

—Sabes que te digo. ¡Que si! ¡Iré contigo!

—Estupendo. Te conozco mejor de lo que crees. Tienes espíritu aventurero. Y estas muy buena. Déjame que te coma el chochito.

Y así fue. Me comió el chochito, se lo comí a ella, nos revolcamos como perras en celo. Me hizo sentir más gusto en una noche, que en toda mi vida anterior. Me masturbo desde que tengo uso de razón. Mi madre me pillo un día tocándome, sonrió, me abrazó y me enseño a darme gustito, me dijo que eso no podía saberlo nadie, era un secreto entre las dos. Nunca más me tocó, ni volvimos a hablar de ello. Yo tendría unos ocho años, desde entonces no he parado. Ahora, más de treinta años después de aquello, me sigo masturbando, sobre todo cuando tu padre me deja a medias.

Descansábamos cuando llaman a la puerta y se abre. Era Nati.

—Caramba, vaya lote de follar, se han dado las señoritas esta noche. Os oíamos tan entusiasmadas, que no os hemos querido molestar. Así que nos lo hemos montado Carmen y yo. Nos habéis puesto cachondas, no veas como gritabais. Veremos a ver si no hay quejas de los vecinos. Lara se reía.

—Déjalos que vengan, como estén buenos nos los follamos. Jajaja

—Lara, por favor, no digas esas cosas.

—¿Qué no diga qué? Cuéntale, Nati, lo que le hicimos el año pasado al vecino de aquí al lado. Jajaja

—¿Qué le hicisteis?

—Pues eso, nos lo follamos. Cuando se fue aún le temblaban las piernas. Jajaja

—Sois malas. Muy malas.

Los días que estuvimos en el piso, hasta que nos fuimos a Barcelona, los pasmos follando de todas las formas posibles. Estábamos como idas. Carmen y Nati se unían a nosotras y formábamos unas orgias inolvidables. Cada vez que me acuerdo mojo las bragas y han pasado más de veinte años.

Fui con Lara a Barcelona. Y así fue como entré en el mundo de la pornografía.

Pase muchísimo miedo en el avión, pero no pasó nada. En el aeropuerto estaban esperando a Lara. Un muchacho, alto, moreno, pelo corto, fuerte de gimnasio. Me llamaron poderosamente la atención sus brazos. Eran casi como mis muslos. Y guapo. Besó a Lara en la boca, se conocían. Me presentó y también a mí me besó en la boca. Casi me mareé. El corazón me latía a mil. Balbuceé un, “hola como estas”, me sentía tan tonta. Subimos al coche y nos llevó por carreteras y calles a un piso en el centro histórico de la ciudad. Era grande, salas, salón, no sé cuantas habitaciones. Lara me llevó a una de ellas y se tumbó en la cama. Yo estaba muy cortada, no sabía qué hacer, como comportarme. Había más gente, cuatro chicas, guapísimas, tres chicos que hacían que mis bragas se mojaran, todos guapos. Me sentía rara. Desconocía aquel ambiente. Lara me miró, sonriendo.

—No te asustes, todo esto no es más que fachada. Los que ves aquí, son aspirantes a actores, que no han logrado serlo y se dedican a esto para sobrevivir. Como yo. Estudié arte dramático, pero no daba la talla. Me ofrecieron esto y acepté. Ahora me alegro. Quién sabe, quizá un día consiga hacer realidad mis sueños. Ven aquí, a mi lado. No dejes que esto te intimide. Bésame.

Sus besos sabían dulce, sus caricias me enardecían.

—Ahora vámonos a comer. Te presentaré a todos. Ya verás lo simpáticos y alegres que son.

En el comedor, alrededor de una mesa grande se sentaron las cuatro chicas, los chicos y nosotras dos.

—¡Un momento de atención! ¡Esta belleza que aquí veis es, Eva!. — Gritó Lara.

Se levantaron, casi al unísono repitieron, ¡Hola Eva! Y se sentaron a comer.

Durante la comida se gastaron bromas, uno de los chicos, el más bajo, se coló bajo la mesa. No me atrevía a mirar lo que hacía, pero si a la, o el que se lo hacía. Lara se reía mucho, me miró, se dio cuenta de lo escandalizada que estaba.

—No te asustes, solo son bromas, pero…coño, que me está…Jajaja…me ha apartado las bragas y me está metiendo los dedos en el coño. ¡Fuera! Jajaja.

—No ahora no te vayas mamoncete, sigue, que me has puesto cachonda. Jajaja Ya se me fue. Este muchacho es un calienta coños, le gusta provocar y dejarte a medias. Jajaja

—Observa, ahora se la está chupando a Javi, el rubio de ahí.

Efectivamente el chico se retorcía y tensaba los músculos de todo el cuerpo. Todos los presentes estaban pendientes de él. Respira hondo, apoya la cabeza en el respaldo de la silla, se arquea y se deja caer, sentado, con los ojos cerrados. Algo roza mis piernas, separan mis rodillas.

—¡Me está tocando a mí! ¿Qué hago Lara?

—Jajaja, ¡Déjalo! Si te gusta ¡Déjalo que toque!

Y me tocó, vaya si me tocó. Tiró de mis piernas, hacia delante, hasta casi sacar mi culo de la silla. Me agarre con ambas manos a la mesa. Metió la cabeza entre mis muslos, apartó las bragas y lengüeteó mi clítoris hasta hacerme llegar a un escandaloso orgasmo.

Se hizo el silencio, todos me miraban. Yo no sabía qué hacer. Qué vergüenza, pero qué gusto me daba. Todos vieron como me corría con aquel muchacho entre mis piernas.

Cuando salió de debajo, se vino hacia mí y me besó los labios, me los lamia, me dejó el sabor de mi coño en la boca.

Entonces supe que estaba perdida. Aquello me gustaba.

Sonó un estruendoso aplauso de todos los presentes. Avergonzada, cubría mi cara con las manos. Lara me puso de pie y me abrazó. Apartó mis manos y me besó.

—Eva, puedes llegar a ser una estrella del cine X. Nunca he visto a nadie correrse como tú.

No sabía qué hacer, que decir. Me daba vergüenza mirar a los demás.

—Lara, por favor, déjame ir. ¡Qué vergüenza!

—Eva, si esto te hubiera pasado en otro lugar, con otra gente, tendrías razón para avergonzarte. Pero aquí estás entre amigos que valoran esta facilidad tuya para correrte como un don. Eres puro sexo, natural, salvaje, sin tapujos, sin falsedad.

Una chica, Bea, se acerca.

—Chica, como te envidio, no puedes imaginar lo mal que lo paso para fingir orgasmos, es que no puedo llegar cuando hay gente delante. Me corto y eso que llevo ya un año en esto. Pero no lo consigo. Además, estoy siempre seca. ¿A qué tú estás mojada?

—Pues, sí, lo estoy.

—A ver, ¿Puedo?

Sin esperar respuesta sube mi falda, las bragas siguen en un lado de la ingle, los labios expuestos, coge mi sexo, con la palma de la mano. La saca empapada.

—Joder Eva, estás chorreando. A mí, me tienen que estar regando, con lubricante a cada momento cuando están grabando.

Se aleja muy mohína, refunfuñando.

—Al final me lo voy a tener que creer. Lara. ¿Se gana dinero con esto?

—Jajaja. No, si verás. ¿A que me quitas el papel?

Sí, se puede ganar mucho dinero si usas la cabeza, pero tienes que valorar lo que pierdes. Es difícil para una actriz porno casarse, formar una familia, tener hijos. Somos proscritas en esta sociedad hipócrita y falsa. Nos repudian por prostitutas, pero en la soledad de sus casas ven nuestros videos y se corren con nosotras. Tenemos que renunciar a una vida “normal”. Piénsalo, antes de decidirte.

—¿Y si pruebo? Si me gusta sigo, si no, lo dejo. ¿Puedo hacerlo?

—Teóricamente si, en la práctica es más complicado. ¿Qué quieres hacer? ¿Qué no quieres hacer?

—Bueno, quiero seguir virgen, por ahora. Me gusta lo que hemos hecho. ¿Puede ser que lo hagamos entre nosotras?

—A mí me encantaría. Pero te conozco, querrás seguir. Por tu virguito, no te preocupes. Lo respetarán. Pero ¿Y tu culito? Ahí no se nota lo que hagas. Y sé que te gustará.

—¿Por el culo? ¿Lo dices en serio?

Se dirige al muchacho a quien le chupaban la polla.

—Javi, ven un momento, por favor.

Se acerca. Se le ve amanerado.

—¿Que deseáis princesa? Estoy a vuestros pies. Por cierto Lara, quiero comértelos. ¿Cuándo me dejaras? Quiero chuparte esos deditos.

—Anda, déjate de pamplinas. Eva no se cree que pueda gozar con su culito. ¿Qué piensas tú?

—¿Qué, que pienso? Pues que es la mayor fuente de placer que existe. La naturaleza hizo ese agujero del tamaño y la forma adecuada para recibir una polla. Que a su vez fue diseñada para meterse en el culo. Si se hubiera hecho para el coño, tendría forma de lenguado, plana.

Mira chiquilla. Cuando pruebes el placer del anal, puede que se convierta en una fijación y no quieras que te follen por el coño. Te lo digo yo que me he tragado un montón de pollas por detrás.

—Pero eso tiene que doler.

—Si se hace bien, no. Como todo en esta vida precisa de un aprendizaje, una adaptación, que aprendas a controlar tus esfínteres. A relajarlos. No hacerlo de golpe y a lo bruto. Siempre con mucho lubricante. Lo único que me gusta de la mujer es su ojete. Cuando quieras puedo enseñarte. Estoy seguro de que te gustará.

Me da un piquito en los labios y se va con los otros.

—¿Lo ves? Te queda mucho que aprender. — Afirmó mi amiga.

Y aprendí. Vaya si aprendí. Lara me llevó al casting. Nos trasladamos en coche hasta una casa en el campo a unos cincuenta kilómetros de la ciudad. La verdad, yo estaba muy cohibida. En una habitación amplia, con una cama en medio, las paredes cubiertas con telas de distintos colores.

Y lo peor, un señor mayor daba órdenes, un muchacho atendía a las luces, una chica llevaba una carpeta anotando cosas y hablándole al oído al señor mayor. Lara me arrastro hacia él y nos presentó. A ella ya la conocía.

—Mario, esta es Eva, una buena amiga, ¿Puede participar en la prueba?

—Claro, es muy bonita, vamos a ver si la quiere la cámara. Ahora quédate aquí y no te muevas ni hables.

Se preparan para rodar, hay tres cámaras.

La primera para la prueba fue Lara.

Al salir de la habitación donde la habían maquillado. ¡Dioss! Estaba preciosa. Su cara deslumbraba, dejo caer el albornoz celeste que la cubría, mi coño se agitó.

Una contracción involuntaria de los músculos vaginales. Cruce las piernas. Ella se acercó a la cama y subió con movimientos felinos. Mostró el culo a la cámara. Pude ver su sexo, brillante, húmedo. El orificio anal invitaba a lamerlo.

Una mano me cogió por la muñeca y tiró de mí. Me deje llevar, entramos a la habitación de donde había salido Lara.

Era una muchachita rubia bajita, el pelo muy corto, de facciones aniñadas, sonreía.

—Me llamo Berta, no te asustes no nos comemos a nadie bueno, a veces sí. Jajaja Voy a prepararte para escena. Desnúdate y coloca la ropa ahí.

—Yo me llamo Eva…

Me desnudé. Temblaba de miedo de emoción, no sé por lo que era, pero temblaba.

—Ven cariño. Te voy a maquillar. A ver cómo tenemos el chochito. ¡Uy! ¡Si estas mojada! Te voy a limpiar un poco. Pues no que me estoy poniendo caliente, cuando termines, si quieres, nos lo montamos las dos.

—Bueno, yo… vengo con Lara.

—Qué suerte tiene esa lagarta. ¿Te hago algo en el culo?

—No sé, no he hecho nunca nada de esto.

—¿Es tu primera vez? Que tierna. Bueno, no tengas miedo. Verás como todo sale bien. Ya estas, cúbrete con este albornoz y vamos al plató. No te harán nada en el culo hoy.

Tira de mi mano, al entrar en la sala se vuelven todos, me miran, estoy en el centro, al pie de la cama, donde Lara juega con un chico, al que no he visto antes, se están besando.

Berta tira del albornoz y me deja desnuda, delante de todos.

La primera intención fue, cubrir mis pechos con las manos y cerrar las piernas, juntando las rodillas. Pero cierro los ojos y dejo caer los brazos a lo largo del cuerpo, separo los pies. Sé que están viéndome desnuda, mis tetas, mi sexo. No me importa.

Lara se acerca por la espalda, sus manos sobre mis hombros, me besa en el cuello, la nuca. Me estremezco, de nuevo los latigazos en mi vientre. Me siento a los pies de la cama, se acerca el otro muchacho.

Entre los dos me empujan hacia atrás y me tiendo; se dedican a acariciar todo mi cuerpo, mis piernas cuelgan abiertas, mi sexo expuesto a la vista de todos y me excitaba saber que me estaban mirando. Lara me besaba la boca, laceraba mis pezones, mientras el muchacho lamia mis labios vaginales, los mordía como me lo había hecho el otro chico bajo la mesa, el placer que me producían era insoportable, me picoteaba con la lengua el clítoris y no podía más.

Me habían llevado a la cima del placer, la sensación no se detenía, subía desde mi sexo a la garganta y bajaba de nuevo para concentrarse en el coño. Vi miles de estrellitas, en mi cerebro, destellos luminosos con los ojos cerrados. Me contraje y me abrí de pronto, empuje a los dos y los aparté para encogerme de nuevo como una niña pequeña. Lloraba de placer. Se acercaron Lara y el otro muchacho, para ver que me pasaba. Con la visión borrosa por las lágrimas, los miré a los dos, me reía, lloraba y me reía. Me abrace a los dos.

—Ha sido brutal. Maravilloso. Perdonadme por haberos empujado, pero no podía más. Sois estupendos.

Un nuevo aplauso general, a mi espalda, sentenció mi destino. En quince días empezaba el rodaje de la película. Firmé un contrato, para tres películas, en el que se especificaba que no habría penetración vaginal. Pero si anal. Y la hubo, vaya si la hubo.