Gaby, Beth y la perrita Gina

Un hombre conoce la dominación y el fetichismo por medio de sus nuevas vecinas y la mascota de ellas.

Hola, vuelvo a ser Ricardo de Terrassa (Barcelona) y esta vez os contare la llegada de dos vecinas nuevas en la finca en la cual vivo. Su llegada supuso que gente joven viniera a vivir en el edificio, y además las tengo exactamente debajo de mi vivienda.

Son dos chicas, las cuales son hermanas, que seguidamente os describo. Gaby tiene 35 años de estatura media, bien proporcionada, su cabello es corto y de color castaño y por otra parte, Beth tiene 2 años menos es morena, delgadita, alta y un culito que quita el hipo, dado que siempre la veo con pantalones blancos o tejanos que marcan perfectamente sus nalgas.

Aparentemente, de carácter daba la sensación que fueran 2 mujeres más bien puritanas, ya que, en principio parecían cerradas y ensimismadas, pues esa era la sensación que transmitían y parecían enojarse por alguna nadería y enseguida el histerismo se apoderaba de ellas, un ejemplo de esto fue un jueves de aquel invierno, el cual yo había llegado pronto a casa y de repente sonó el timbre de la puerta de una manera insistente, abrí la puerta y eran ellas que lloraban desesperadamente por que Gina (la perrita) decían que podía haber cogido una infección y me dijeron si las podía indicar dónde había cerca de la finca un veterinario, cosa que así hice, a la vez que observándolas me di cuenta que Gaby llevaba como colgante una imagen de Santa Teresa. Saqué una conclusión equivocada por su apariencia y como ya he dicho daba la sensación que eran más bien un par de monjas y serian las dos únicas mujeres que no me follaría en el vecindario, ya que, me tiro a las marujonas de la escalera.

Ya una vez instaladas en su piso, eran personas que no hacían el mínimo ruido, eran bastante discretas que pasaban desapercibido. Es más, como anécdota recuerdo que un sábado de madrugada salí de casa de Mary una vecina cachonda que su marido es vigilante y la verdad yo aprovechaba también "el turno de noche". Para desgracia mía al salir de casa de Mary, subían ellas por la escalera y me sorprendieron despidiéndome de ella, me daba un beso en la boca y me tocó la bragueta. Esperé un rato más dado que, la vecina estaba preocupada por el hecho y tras un tiempo razonable para no encontrármelas por el camino, volví a mi casa. No obstante, pude oír los comentarios de ellas al respecto:

¡Joder, qué cerdos! Dijo Gaby.

¡Y la tía esta está casada! Comentó Beth.

¡Ese Cabrón, se aprovecha de las marujonas de la escalera! Replicó otra vez Gaby.

Después de aquello me olvidé de querérmelas tirar o al menos pretender hacerlo con ellas, cosa que también estuve sin hacer nada para no levantar sospechas y que ni siquiera nadie hiciera comentarios para que no se supiera mi secreto. Durante este tiempo la relación con ellas era cordial, educada y nunca me hicieron ningún comentario al pasar delante de ellas, pues se les conoce también por los que hacen según quien pasa, naturalmente de forma muy irónica. Pero un viernes que vine de cenar del restaurante chino de siempre con unos colegas, y me fui a dormir pronto, al cabo de una media hora aproximadamente oí gemir a un hombre, cosa que me despertó y me dirigí donde se oían más los gemidos con lo que me puse a escuchar sigilosamente para que no me oyeran. Ellas reían y después se pusieron a gemir, pude percibir que la perrita intervenía en "la fiesta", volvieron a reír y el tío que estaba allí gemía como un cerdo, me imaginé que lo estaban sodomizando y Gina le chupaba la polla o daba lengüetazos al miembro del afortunado señor y no pudiendo más me masturbé pensando en el cuadro que allí se había montado, supongo que me oyeron gemir cuando me corría.

El lunes siguiente recibí una llamada a mi teléfono móvil, era Beth, pues quería que le escaneara unas fotografías y si les podía grabar en un CD para mandárselas a un amigo de ellas a Inglaterra, me di cuenta que en las fotos aparecían ellas, la perrita y el inglés al día siguiente le devolví todo pues ya había hecho el trabajo y desde aquel día la relación con ellas era más abierta e incluso ya nos ocurrían cosas como las que les pasa a todo el resto de vecinos que si pan, sal, tabaco…obviamente esto era recíproco. Se me ocurrió la genial idea de invitarlas a cenar, pero ellas me leyeron el pensamiento y se me adelantaron. Me propusieron de ir el sábado a cenar con ellas, y con que no me considero un sibarita ni un gran gastrónomo, nos pusimos de acuerdo para ir al restaurante chino del cual soy cliente asiduo. Durante la cena, nuestras conversaciones eran formales y de cosas superficiales, pero eso a mí no me importaba, me tenía intrigado y estaba a la expectativa de lo que pudiera ocurrir después, ya que en los días anteriores a la velada no paraba de darle vueltas e incluso había tenido sueños eróticos imaginándome que me lo hacía con ellas. Confieso que me había masturbado un sinfín de veces pensando en las situaciones y en el momento. De todos me pasó una cosa que nunca me había ocurrido, pues al ser invierno ellas llevaban unas botas altas de talón, por cierto bastante alto también que era acorde con el calzado, unas medias en las que no paraba de mirar por que resaltaban la silueta de sus piernas que sobretodo, las de Gaby me atraían y despertaban en mí mi instinto lascivo. Al igual me pasaba con los pies de ambas, había yodo hablar del fetichismo y la adoración del pie femenino, pero yo pensaba que era algo de la antigua Grecia y que ahora ya estaba desfasado, pero me atraía la idea de hacer algo fuera de lo convencional, pagué la cena, incluso los chupitos de melocotón Volvimos a casa en su Nissan Micra, Beth conducía yo estaba a su lado y Gaby se puso atrás del automóvil, pero ella en vez de sentarse, se estiró poniéndome casi en la cara la bota, cosa que a Beth le ocasiono risa, señal inequívoca que el licor había hecho efecto.

Llegamos enseguida al inmueble, abrí la puerta y pensaba que sólo buscaban quedar bien o disfrutaban poniéndome caliente, la verdad es que hay tías que disfrutan así, pero me daba la sensación que este no era el caso.

¡Ven a tomar algo a nuestra casa! Dijo Gaby.

¡Además, vives arriba, no tendrás que desplazarte tanto! Contestó Beth, riendo y con síntoma de complicidad con su hermana.

¡Venga, venga qué no has visto cómo nos ha quedado el piso! Replicó otra vez Beth.

Las dos hermanas me enseñaron el piso, al abrir la puerta Gina saltaba y las dos la acariciaban y jugueteaban con ella. La verdad no había diferencia con el mío en lo que se refiere a la distribución, pero hubo una cosa que me tenia intrigado y me mordió el gusanillo de la curiosidad, aparte de dejarlo bonito y curioso con suelo de parqué, una de las habitaciones estaba cerrada con llave y por que sólo me enseñaron los dormitorios de ellas, cocina, baño, salón…etc. De no estar caliente, me hubiera cortado el rollo que el inglés estuviera allá y que a posteriori se uniera a la fiesta. Regresamos al salón, nos acomodamos y me sirvieron un whisky con hielo. Allí empezamos a hablar de música, encendimos y nos fumamos unos porros y ya la cosa empezó a subir de tono, pues comentaron la anécdota de la vecina y notaba que Gaby estaba caliente y Beth era la que controlaba la situación, diciéndole a su hermana que la acompañara al lavabo, al cabo de 30 minutos aparecieron en el salón. Gaby llevaba puesto un body negro de cuero con un pronunciado escote en pico con sus botas altas de talón, en cambio Beth llevaba puesto otro body rojo con las medias negras, sandalias abiertas rojas de las de dos tiras y un tacón muy pronunciado y en su mano derecha empuñaba una fusta de montar.

¡Ahora nosotras pagamos los postres, Cabrón! Dijo Beth amenazándome con la fusta, echándome la barbilla hacia arriba en señal clara de dominación.

¡Vas a probar sensaciones nuevas del sexo!; ¡serás nuestro esclavo! Exclamó Gaby.

Me ordenaron desnudarme con bastante rapidez a la vez que Gaby tenía preparado un collar de perro de los que tienen tope y se puede estirar la cuerda, el cual me puso con una habilidad de una autentica Maitresse. Una vez me tuvieron desnudo y yo estaba empalmado me ordenaron poner mi polla en la cubitera, después Beth me ordenó ponerme a cuatro patas y empezaron a jugar conmigo cuan si fuera un perro, el cual había de ladrar, jadear y recoger las cosas que ellas tiraban al suelo para que yo las recogiera con la boca sin utilizar las manos para nada, cosa que si ocurría me llevaba un azote de mis amas Gaby y Beth. Mientras esto ocurría, Gina la perrita se lo miraba sentada en una silla de plástico pequeña. Cuando se hartaron de que hiciera de perro, mi ama Gaby me hizo poner de rodillas ante la ama Beth que estaba sentada en el sofá para que le lamiera sus pies he de confesar que esto me puso aún más cachondo, pasaba la lengua por las plantas y entre los dedos sin que ella se quitara las medias con lo que podía percibir los olores de mi ama mi polla estaba a punto de estallar, cosa que se percató Gaby, seguidamente me mandó masturbarme en los pies de Beth, mientras las dos jadeaban y me alentaban al mismo ritmo que yo me pajeaba, dejé caer mi semen en los pies de Beth, a posteriori me cogió del cabello Gaby par que me agachara con el pretexto de mi propio semen para no dejar ni una gota en los pies de su hermana.

Una vez que ya había descargado mi leche por primera vez aquella noche, me pusieron a cuatro patas se montó en mi espalda Beth, me llevaron a la habitación misteriosa, la cual era una sala de torturas insonorizada por las paredes y suelo, la cual tenia su derecha una camilla de ginecólogo (aquellas que te dejan abierto de piernas) con una repisa de color blanco a su derecha en la que habían consoladores de todos tipos y tamaños y aceites y cremas varios y por su izquierda estaban unas argollas fijadas en el suelo para atar a cualquier esclavo, al igual que la pared de la izquierda, también habían argollas fijadas. He de destacar que la citada habitación al igual que la vivienda en general era de una limpieza y pulcritud bastante notable.

Me pusieron en la camilla, me ataron las piernas de manera que ni culo quedaba en voladizo y a la altura de Gaby y Beth hicieran lo que quisieran con mi ojete y así fue. En aquel momento, ellas llevaban batas blancas y guantes de látex y notaba que no llevaban nada más de ropa y como si de un quirófano se tratara, me hicieron una lavativa, demostrando que no era la primera vez que lo hacían una vez hecho el enema me limpiaron, introdujeron en mi ano crema dilatadora, Beth me aguantaba las nalgas al mismo tiempo que Gaby empezaba a meterme dedos por mi culo, hasta meterme los cuatro y empezar a dar vueltas sobre su mano. Una vez abierto Gaby se puso un enorme consolador de correas con el que me penetraba las paredes de mi culo y a consecuencia de esto empecé a gemir como una zorra, para silenciar mis gemidos Beth me puso su raja en mi cara de modo que quedaba frente a Gaby fundiéndose en un abrazo y beso con lengua, yo lamía su raja y notaba que desprendía sus jugos vaginales los cuales me tragué, a la vez que mi polla empezaba a ponerse dura, ellas se corrieron de este modo me sacaron de la camilla, me ataron a las argollas del suelo de modo que quedaban mis brazos estirados y mi piernas abiertas, fue aquel el momento culminante de la velada y me acordaba de lo gemidos del inglés, cosa que me hacia poner a mil, fueron a buscar a la perrita Gina y con una habilidad increíble se puso entre mis piernas para lamerme paulatinamente mi polla pasando la lengua por el capullo, mis huevos y de canto a la vez que ellas me ponían sus pies en la boca para que los chupara. No pude más y deje salir mi néctar y Gina seguía lamiendo mi polla de manera que no dejó ni una gota de leche.

Acabamos yendo a la ducha, pues aquello nos dejo echo polvo a los tres, allí me mandaron estirarme, se pusieron de manera que las rajas quedaron justo en mi cara y me echaron sus orines, después me incorporé, nos enjabonábamos y les dije que tenía ganas de mear se agacharon y yo les oriné en la cara pero he de admitir que me excitaba esta circunstancia y acabe empalmado así que me hice una paja y les tiré mi semen por sus caras, volvimos a incorporarnos nos fundimos en un abrazo. Una vez duchados y aseados nos acostamos los tres en el dormitorio de Gaby. Despertándonos como si no hubiera pasado nada al día siguiente.

Dr. Livingstone

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