Gabriela y su descubrimiento

Una profesora argentina descubre que lo que más la calienta en el mundo es impresionar con su belleza y su naturaleza los más bajos instintos de hombres que nunca hayan podido soñar con estar con una mujer como ella...

Me llamo Gabriela y quiero relatarles mi historia. Nací y me crié en la Argentina pero a los 35 años decidí inmigrar con mi marido Pablo a España. Con el nos llevamos genial, solo hay un pero, el sexo. No me malentendáis, amo a mi marido, lo amo muchísimo. Pero desde hace un tiempo ya no me satisface como antes. Puede que sea la llama de la excitación que se apago o puede que sea culpa mía. He oído decir que esto les sucede a muchos matrimonios por lo que no le daba la importancia que debería haberle dado. Si mi marido me hubiera prestado más atención tal vez los sucesos hubieran sido muy distintos.

Me considero una mujer bella. Soy morena, con el pelo liso y hasta los hombros. Me cuido mucho por lo que mi línea se ha mantenido estupendamente con los anos, a tal nivel, que estoy segura que muchas niñas de 20 me envidiarían. Tengo unos pechos medianos, firmes, redondeados con unos pezones grandes con unas aureolas más que suculentas. Mi culo se mantiene duro y respingón como en mis anos de jovencita colegiala. Me gusta mantenerme en forma y puedo decir que estoy orgullosa de las horas dedicadas al gimnasio y a correr por la playa.

Durante los hechos que voy a relatar trabajaba de profesora de ingles en una academia. Mi jefa julia y su hijo martín eran súper buena gente. Había mas profesores dando clases en la academia, pero por los diferentes horarios que existían sólo compartía momentos con Frank y Bettina. Frank era un ingles ya mayor, de sesenta años, bajito, con barriga cervecera, con cara de bonachón pero a la vez un trasfondo de viejo verde. Desde el primer momento me desnudo con la mirada. Pero no hacia nada más que mirar disimuladamente así que nunca le di importancia. Incluso me gustaba calentarlo.

Siempre me ha gustado gustar a los hombres y dado que la naturaleza me dono este maravilloso cuerpo creo que seria un desperdicio no compartirlo. Así que suelo vestir arreglada, aunque formal. No me considero vulgar ni una simple puta, sino una mujer bella que muestra sus encantos de forma recatada y, sin embargo, sensual. Suelo ir con faldas cortas, vestidos ajustados, blusas escotadas o tops que se me pegan a la piel y marcan bien mis firmes pechos. Igual, no me malinterpreten. No siempre me arreglo tanto o voy tan sexy, muchas veces visto pantalones o faldas largas. Me quedan bien pero no son tan provocativas. Ya saben, depende del humor o de la guapa que me sienta un día me decanto por una ropa, otro por otro tipo. En cuanto a la ropa interior me decanto el 90% de las ocasiones por los tangas, me encanta como se me marca mi culo y también el contacto de la brisa cuando utilizo faldita.

Vivía con Pablo relativamente cerca del trabajo. Por cierto residíamos en un pueblito costero del litoral catalán. Allí todo se hace en coche así que también disponíamos de vehículo. En nuestro edificio trabajaba un portero tremendamente baboso. No era ni joven ni viejo, rondaría los cuarenta y muchos. Parecía que le faltaba algo en la cabeza, no se si es retrasado pero no tenia muchas luces. Aun así se las ingeniaba siempre para verme bien de cerca cuando subía la escalera o, incluso, a veces me rozaba como quien no quiere la cosa. Nunca nada grabe pero me Coria de la mano para acompañarme al buzón o me saludaba con dos besos muy cerca de los labios mientras sus manos se posaban en mis caderas casi rozando mi culo. Incluso cuando estaba Pablo me miraba los pechos o me decía lo guapa que estaba. A mi marido le resultaba incomodo pero no decía nada porque el sujeto le despertaba cierta pena y tristeza. Era alto, delgado y siempre parecía que le faltaba una ducha y asearse un poco. Se llamaba Pepe.

Ese día me levante mas excitada de lo normal. Tenia ganas de ir a la playa, pero luego debía ir a trabajar. Al final decidí ir un rato a la playa, comerme ahí un bocadillo y luego regresar a casa para ducharme, arreglarme, agarrar el coche e irme a la academia. Así que decidido el planning del día me vestí para poder tomar el sol. Siempre me ha gustado hacer topless pero acostumbro a llevarme también la parte de arriba del bikini para ponérmela durante el trayecto de ida y vuelta a la playa. Ese día, no se si por la excitación o por el calor excesivo del verano mediterráneo, decidí no usar parte de arriba. Me puse la braguita del bikini que era de tipo brasileña, casi tanga porque la braga se me metía bien por el culo y permitía ver mas de lo que tapaba, muy sexy. Para tapar mis grandes tetas, así las llama mi marido, busque una camiseta tipo top, blanca y muy escotada. Como todavía tengo los pechos mas que firmes me gusta lucirlos y comprobar que mis tetas además de despertar sucios pensamientos le ganan la batalla a la gravedad. Debajo escogí una falda veraniega blanca y con flores, es corta y ajustada pero como la uso para ir a la playa no me molesta y me calce con unas chancletas.

El ascensor no llegaba por lo que empecé a bajar por las escaleras; al llegar a la planta baja las escaleras dan al mostrador del portero. Pepe estaba ahí leyendo una revista de coches, al oír mi chancleteo levanto la mirada y me recorrió de arriba abajo con cara de pervertido, no lo pudo remediar. Se levanto para darme dos besos, no me gusta nada esa costumbre que tiene, porque además de besarme cerca de los labios siempre aprovecha para rozar alguna de sus manos con mi cuerpo.

Hola señorita Gabriela -dijo Pepe después de darme los dos besos, me observaba descaradamente el top y su escote. Sus manos estaban en el costado al inicio de mi cadera, casi me estaba tocando el culo con su dedo meñique.

Hola señor Pepe, ¿cómo le va el día? - le contesté con una sonrisa al tiempo que me apartaba un poco hacia atrás, aunque no demasiado. Empecé a sentir cierto cosquilleo en mi interior que me decía que le dejase ver al pervertido del portero, que jugase un poco con el, me encantaba la idea de estar calentando a un hombre desagradable que ni siquiera se le ocurriría soñar con poder tocarme...

Como siempre señorita, aunque cada vez que la veo me alegra el día -me miraba de arriba abajo descaradamente. Va usted muy muy guapa, con semejante cuerpazo y modelito le van a decir muchas guarrerías por la calle. ¿No tiene miedo de las barbaridades que le puedan decir?

JAJAJa que simpático señor Pepe, ¿se preocupa por mí? No creo que sea para tanto, además estoy acostumbrada a los hombres y sobretodo viejos calientes -le sonreí coqueta mientras le contestaba, notaba como se estaba calentando al máximo, incluso creí intuir como le empezaba a crecer la verga dentro del pantalón. ¿Qué es lo que le parece tan peligroso de mi aspecto? Dije mientras daba una vueltita sobre mi misma, con el giro la falda se levanto un poco mostrando un poco mas de mi anatomía, creo que me vio medio culo el pervertido del portero. Realmente estaba jugando con fuego.

PFFFFFFHHH pfhiuuuuu -silbó descontrolado. Qué buena que esta! La verdad que nada! Está usted maravillosa. Y a dónde va tan pero tan guapísima? Me di cuenta que hacia esfuerzos para mantener la compostura, me miraba desnudándome, parecía que me estuviera tocando con los ojos. Estaba realmente caliente, si se me hubiera lanzado encima no habría podido hacer otra cosa que mamarle la verga... Por suerte no fue así y el hombre mantuvo la cabeza en su sitio y no quiso jugarse el empleo. Debía de necesitarlo mucho a juzgar por su aspecto sucio y desalineado.

Me voy a la playa, Pepe. Hace tanto calor que quiero disfrutar del sol un rato antes de trabajar.

A la playa? Y por qué no se queda en la piscina del edificio?? Dijo con cara de emoción. Yo mismo me encargo de que se mantenga limpia y cuidada, es mucho mejor que la playa, además aquí estará a salvo de las miradas que provocará .

No, no. Jajaja. No puedo quedarme aquí porque me gusta hacer topless, se imagina usted que dirían los vecinos si me ven todas las tetas? Le dije agarrándome a través de la camiseta mis pechos, observándole bien, disfrutaba de su calentura imaginándome sin camiseta. Ufff como me estaba poniendo ese personaje feo y desagradable, tenia que salir de allí o esto acabaría mal.

Bueno Pepe que se me hace tarde y me va a cerrar el supermercado.

Y me encaminé a la salida, el pobre portero se quedó estupefacto mirando mi movimiento de caderas. Cuando abrí la puerta para salir me giré y le sonreí. Estaba tremendamente caliente, había jugado con fuego con un ser pervertido que siempre me ha deseado. Qué me estaba sucediendo? Caminé reflexionando sobre eso hasta el supermercado pequeño al que suelo ir porque me queda al lado de la playa y también cerquita de la academia donde trabajo. Lo malo que tiene son los precios y el dueño del negocio. A veces no está y atiende uno de sus empleados, mirón como todos los hombres pero muy correcto en el trato. Pero cuando don Felipe esta en el establecimiento se puede sentir el olor de viejo verde. No desaprovecha ninguna ocasión de rozarse disimuladamente con sus clientas. Pero yo siempre mantengo la distancia, nunca ha pasado de mirarme las tetas o rozarme el culo, cosa que ya es una costumbre en mi vida tanto en transportes públicos, aglomeraciones de gente, o viejos verdes. Acompaña esas miradas con pequeños susurros soeces, los cuales he escuchado sobre otras clientas pero no sobre mí.

Cuando entré vi al empleado, Armando, que me miró con cara de incredulidad. Estaba babeando. Menos mal que estás tú chaval que eres inofensivo. Le sonreí y caminé lo más provocativamente posible hacia la zona del pan y de los embutidos. El local estaba desierto, entre que era pequeño y las horas de antes de comer, era la única clienta. Cuando giré por el pasillo que se dirige a los embutidos me encontré con la figura del viejo baboso don Felipe; él no me había visto ya que estaba concentrado con su tarea, la cual parecía ser algo relacionado con los embutidos.

Joder, pensé. Suspiré hondo y me encaminé hacia la zona de embutidos. A cada paso me iba poniendo más nerviosa, después de la calentada a mi portero qué no haría con don Felipe. Decidí intentar mantener la mente y el cuerpo frió, sin embargo no sé por qué razón no pude impedir que mis hombros se irguieran para atrás logrando que mis pechos se vieran mas grandes y marcados.

Llegué a donde estaba trabajando el viejo, estaba poniendo los precios a unos productos y se giró de golpe. Estaba un poco agachado por lo que su mirada llegaba a la altura de mis rodillas.

Buenos días señorita Gabriela -me dijo mirándome directamente a los ojos. Eso me hizo sentirme segura, qué bien pensé, se está comportando como una persona normal. Puedo ayudarla en algo?

Buenos días don Felipe. Vengo a buscar un poco de jamón dulce y queso -contesté sonriendo cortésmente. El viejo me estaba tratando con respeto así que fui gentil.

Los quesos los tiene ahí -dijo señalando la parte de arriba del estante refrigerado.

El producto que necesitaba se encontraba situado justo donde el viejo estaba pero más arriba, mucho más arriba. Por lo que tendría que situarme casi tocándolo con mis muslos y estirarme lo máximo posible para conseguir llegar. El problema era que no podía hacerlo sin que don Felipe me viera el culo y las tetas. Deben recordar mi vestimenta de faldita blanca, floreada, ceñida y corta, y mi top blanco que dejaba ver hasta más arriba del ombligo, además de ser escotado. El top por debajo seguro que dejaba ver el inicio de mis pechos.

Respiré hondo y me dispuse a elegir los ingredientes de mi bocadillo. Me estiré lo máximo que pude, me puse de puntillas y alargué los brazos. Mis rodillas rozaban su hombro izquierdo; de reojo miré para abajo y vi como el viejo estaba embobado mirando mis pechos, que estaban casi desnudos a su vista porque al estirar los brazos mi top se subió casi hasta la altura del inicio de mis urbes. El viejo se estaba dando un atracón, seguro que estaba alucinando.

Agarré uno de los quesos sin fijarme siquiera en la fecha de caducidad, estaba sumamente nerviosa. Notaba que mi vagina iba humedeciéndose por momentos. Qué me esta pasando, pensé. Tan trastocada estaba que el dichoso queso se me cayó al suelo, en seguida, en un acto reflejo me agaché sin pensarlo. De repente noté las manos del viejo tocando y apretando mi culo.

Cuidado señorita Gabriela. No se vaya usted a caer y se haga daño.

Me incorporé rápidamente y el viejo a su vez hizo lo mismo, pero el muy truhán mantenía las manos encima de mi culo. Lo masajeaba lentamente, levantándome poquito a poco la falda. Como el viejo verde era más bajo que yo sus ojos quedaban a la altura de mi escote, a escasos centímetros de su cara. Tenía una cara sonriente pero, a su vez, enfermiza. Parecía que estaba dispuesto a arrancarme la ropa y violarme ahí mismo.

Empecé a tener remordimientos para con mi marido, no podía hacerle esto, humillar y mancillar mi matrimonio con un viejo pervertido y sucio... Estaba yendo demasiado lejos, un viejo verde me estaba manoseando el culo y no dejaba de babear delante de mis tetas y yo no oponía resistencia alguna. Ese viejo que le metía mano a todas su clientas, hasta había oído decir en alguna de mis clases con adolescentes que acosaba a las niñas de 16 e incluso de menos edad. Don Felipe era asqueroso, bajito, gordo, sucio, sin afeitar en días y, lo mas seguro, sin duchar en al menos cuatro días. No sé por qué, cuando pensaba en lo sucio y asqueroso que era tuve un flashback y me lo imaginé pajeándose delante del ordenador viendo fotos mías tomadas en topless sin que yo me enterara, el viejo se masturbaba y masturbaba hasta que se corrió encima del monitor encharcando toda la pantalla con su semen.

Ese flashback duró unos segundos que el viejo aprovechó para agarrarme el culo con las dos manos y apretarme hacia él, en seguida noté su erección en contacto con mis piernas. Sólo nos separaba su pantalón de lino, es decir que se notaba perfectamente que la tenía dura, solo verme así y tocarme el culo lo había excitado al máximo. No debía poder creer tocar y masajear el culo de una señora educada, fina, guapa y con un culo duro y respingón trabajado durante horas en el gimnasio y corriendo por la playa.

Lo aparté de un empujón recuperando por unos segundo la compostura.

Don Felipe, queécree que esta haciendo? Soy una mujer casada y respetable que ama a su marido y que es fiel. Soy una mujer decente, cerdo. Y le di una bofetada.

Mi numerito de ofendida lo echó para atrás con el rabo entre las piernas, estaba rojo como un tomate, no sé si sabía que yo era la única clienta del local.

Claro, claro, señora Gabriela, discúlpeme, estoy muy avergonzado por lo sucedido. Lo que pasa que esta usted tan guapa con esa falda, y con esa camiseta... uff -dijo señalando a mis pechos. Sabe señorita lo que sucede, yo no soy malo, lo que sucede es que usted es la mujer mas bella que he visto en mi vida y hace mucho que mi mujer se murió y ya sabe...

Ya se qué? Le dije indignada.

Pues que hace mucho tiempo que no estoy con una mujer y al verla con esa falda me descontrolé un poco. No sé que será pero esta usted más guapa de lo que es normal, y eso es mucho.

Pero qué dice pervertido! Eso no le da ningún derecho a toquetearme, qué se cree? Le grite fuera de mí, qué se había creído ese viejo verde. Aunque creo que realmente me estaba gritando a mi misma, porque me estaba excitando con la situación, por lo que acababa de pensar...

Discúlpeme de verdad señora Gabriela, no quise ofenderla, era un piropo. Respondió asustado don Felipe. De verdad que va usted muy guapa y no pretendo faltarle el respeto, es usted una diosa.

Vaya con el vejete, la que me acababa de soltar.

Pero qué se cree, que puede ir toqueteando a las mujeres decentes sólo porque crea que están guapas? Lo increpé.

No, no, no. Claro que no. Sólo creí que se iba a caer, parecía que se le habían quedado los ojos en blanco. De verdad, señora, estaba preocupado. Imagínese que se cae y se hace daño. Me contestó disculpándose el astuto vejete. A una mujer como usted hay que cuidarla.

A qué se refiere a una mujer como yo? Le pregunté esperando con excitación su respuesta.

Me refiero a una diosa, una mujer que es como una de esas diosas griegas. Sexy, muy sexy. Perdóneme de nuevo.

Está bien, tal vez haya exagerado. Puede que me fuera a caer y usted sólo intentaba ayudarme. Es que lamentablemente hay mucho vejete verde que se intenta propasar, le he tomado por uno más. Le contesté ya volviendo a recuperar la excitación y jugando.

El viejo seguía intentando mantener la compostura pero apenas acabé esa frase don Felipe puso una mueca, debe de haber visto las puertas del cielo abiertas, aunque sólo vería mis pezones luchando contra la camiseta. Porque su mirada estaba ahí, directamente apuntando a mis tetas, con ojos embobados.

Y usted no tiene nada que hacer, por qué se me queda mirando así? No ve que me incomoda y que soy una mujer casada y decente –le espeté poniendo los brazos en jarra y sacando pecho, mis pezones estaban parados y como el top era blanco, corto y ceñido era como estar desnuda delante de él. Su mirada nerviosa tartamudeó, sí, tartamudeó con los ojos de incredulidad, ya que nunca había visto a una mujer tan guapa enseñándole tanto, gratis claro.

Ah, sí, sí... Respondió dando una última mirada. Voy a la caja, a ver cómo va .

Muy bien. Al acabar de hablar le di la espalda, esperaba que se fuera pero el viejo pervertido me miraba bien el culo rico que la faldita apenas tapaba, tal vez se me veía el tanga del bikini porque recuerden que el top ni me tapaba el ombligo. No sé por qué lo hice pero viendo que todavía estaba ahí hice como que buscaba algo y me agaché 90 grados. El viejo aprovechó y dijo:

Yo me voy señora Gabriela, fue muy muy divertido verla, y más con semejante vestuario –mientras decía esto al pasar detrás de mí mientras estaba agachada me punteó con su verga inflada mis nalgas, casi desprotegidas, demoró unos instantes o al menos tuve esa sensación, y al fin se fue.

UHF me dije a mí misma, menos mal que no se me ha ido todo de las manos, con lo caliente que voy. Ahora sí conseguí todos los ingredientes para mi bocadillo y me dispuse a pasar por caja, al cobrarme el viejo me miraba con cara de travieso pero no dijo nada, al salir, en la zona de frutas su ayudante me miró con cara de enfermo y yo lo saludé sonriéndole y bamboleándole las tetas debajo de la camiseta, diossss estaba tan caliente, qué me pasaba, semejantes sujetos me habían puesto tan cachonda, un portero salido y feo, un viejo verde tocón y un ayudante retrasado o corto de entendederas y feo el pobre, sucio.... Esa palabra se me repetía sucia, calientapollas, calienta viejos verdes.....eso es, me calentaba calentar a hombres feos, sucios, pobres muertos de hambre en cuestión de mujeres porque ninguna diosa como me habían llamado nunca les había mirado. MMM como siguiera así al bañarme iba a mojar al mar, jejeje.

En la playa mientras hacía topless se me apareció Frank, ya que el paseo marítimo que lleva de la estación hacia la academia donde trabajamos rodea la playa. Seguro que observaba bien a las niñitas que enseñaban su tetas, pero me vio y se acercó. Mi suerte era nula porque estaba tan caliente, y sabía que yo lo calentaba tanto a ese cachondo viejo profesor de inglés que tal vez se propasaría al tenerme en tetas y tanga... y si se propasaba no sabía si podía ponerle límite.

Se arrodilló justo al lado de mi toalla e hizo el ademán de darme dos besos como saludo poniendo su mano en mi abdomen, al estar yo sentada eso hacía que rozara mis tetas, casi gimo, pero aguanté la calentura y la sangre fría.

Continuará