Gabriela y su descubrimiento 2

Una profesora argentina descubre que lo que más la calienta en el mundo es impresionar con su belleza y su naturaleza los más bajos instintos de hombres que nunca hayan podido soñar con estar con una mujer como ella...

Les presento la segunda parte del relato: Gabriela y su descubrimiento . Les recomiendo leer la primera parte para comprender el relato y para conocer la descripción de Gabriela y de los otros personajes. Espero comentarios y sugerencias, gracias. Un beso a todos.

Mi situación era de extrema excitación, no sabía dónde mirar, cómo colocarme. Quería que mi viejo y feo compañero de trabajo abusara de mí y, a la vez, quería que la tierra me tragara… ¿Cómo podía ser tan puta y traicionar así a mi marido, aunque sólo fuera infidelidad de pensamiento? En esos segundos de reflexión no miré directamente a Frank que se había sentado a mi lado mirando hacia el mar, hacia mis tetas, hacia mis piernas… Pero no hizo ningún comentario, era un hombre callado y tímido, eso hizo que pensara sobre lo osado que había sido al acercarse a saludarme, seguramente era por lo caliente que lo ponía, mmm y ese pensamiento me ponía a mí caliente.

¿Tienes muchas horas de clase hoy? Le pregunté para romper el hielo, aunque sin querer mi voz tenía un tono demasiado meloso.

Me miró a los ojos y contestó: No, unas pocas horas. Ahora en cinco minutos empiezo la clase de los niños más pequeños. ¿Tú no tienes clase?

Sí, sí. Pero empiezo más tarde porque se canceló la clase; mi alumno no podía venir por no sé qué cosas familiares. Contesté.

A h, ah. Así que aprovechando para venir a la playa. Me dijo mirando mis tetas . Se nota que te gusta estar morena, no tienes marcas –señaló mis pechos sin marcas de bikini. ¿Sueles hacer topless?

Sí, no me gustan las marcas y a mi marido le gustan morenas –le respondí agarrándome ligeramente las tetas para remarcar la frase y para jugar un poco. La calentura me quemaba y quería volver a sentir las mismas sensaciones anteriores.

Qué suerte la de tu marido, son preciosas –dijo Frank.

¿Qué? Pregunté con los ojos como platos, no esperaba esa osadía.

Sus tetas –dijo ruborizándose. MMM, lo siento tengo que ir a trabajar.

Se acercó un poco más a mi toalla y volvió a poner la mano en mi barriguita acariciando la parte baja de mis senos, cuando me dio los besos hizo como que tosía y me apretó una teta, pellizcándome un pezón. Lo siento Gabriela, estoy un poco resfriado, adiós. Y se alejó lo más rápido que pudo hacia la escuela. A mí me quedaban todavía dos horas para mi próxima clase así que me dispuse a hacerme el bocadillo que tanto me había costado conseguir.

Estuve tomando el sol una media hora, estaba ya acalorada y fui a darme un chapuzón. La playa estaba casi vacía por ser las horas de peor sol y porque iba a la zona con menos turistas. No me gusta sentir la sal en mi cuerpo por lo que fui hacia las duchas que estaban en el paseo marítimo. Al lado de las duchas había un banco donde estaban sentados un grupo de chicos discapacitados con un monitor, eran cuatro que supongo que llegaban a la playa porque el monitor les estaba poniendo crema. Se quedaron embobados viendo el bamboleo de mis tetas y cuando me giré en la ducha pude escuchar un vaya culo, mira esa tía buena, joder qué tetas. Les sonreí; ya sabéis como son esa clase de chicos, unos salidos y pobres no tienen oportunidad de ver un cuerpo como el mío en persona. Me volví a girar y me quedé atónita. Casi me caigo de culo cuando vi al viejo del supermercado, don Felipe, caminar hacia las duchas.

Caminaba lentamente, se había cambiado los pantalones típicos de viejo por un bañador de lo más hortera, seguro que sería de los años ochenta cuando él ya era un viejo verde. Llevaba una toalla encima de su sudada camisa abierta, una gorra y un pote de lo que parecía ser una crema solar de esas marrones para el moreno.

Yo seguía bajo el chorrito de la ducha, mojando mi cuerpo para el deleite de los discapacitados y del viejo del supermercado. Éste se acercó, me saludó con la mano, dejó su toalla y su camisa apoyadas en una piedra junto a la crema solar, y se volvió hacia las duchas. Se puso en la ducha inmediatamente pegada a la mía y se acercó más con sus manos abiertas para saludarme con dos besos, sus manos se mantuvieron en mi cintura pero su mirada en mis tetas, mientras me besaba muy cerca de la comisura de mis labios.

Hola señorita Gabriela. Viéndola tan fresca en el super me dio envidia y me dispuse a ir a la playa. Además así tal vez la volvía a ver, está usted increíble, toda una diosa. Qué tetas –dijo señalando mis tetas. Una descarga de excitación recorrió mi espalda hasta mi coño. Me giré sin contestarle y volví a la toalla. El viejo me miraba el culo sólo tapado por el tanga, lo que hizo que mi caminar fuera más provocativo y el movimiento de mis caderas más marcado. Quería calentarlo, calentarlo tanto que me quisiera arrancar el tanga con los dientes y que se quedara con las ganas, dejarlo muerto de excitación y sin poder hacer nada para remediarlo, mostrarle lo que nunca podría ni soñar tener… Igual poco me quedaba que enseñarle porque estaba haciendo topless y con tanga.

El viejo no tardó en acercarse a mi toalla e instaló la suya bien pegada a la mía. Lo miré como con rabia, qué se creía ese gordo pelado. Su barriga era prominente y peluda, olía un poco mal, tal vez hacía días que no se duchaba. No pude evitar mirarle la entrepierna, se le notaba un bulto considerable para ser un viejo rechoncho. Él se dio cuenta que me ruboricé al mirar su pija cubierta por su bañador pero no me dijo nada.

¿Qué calor hace verdad diosa? No creó poder refrescarme con semejante cuerpo cerca. Me soltó el muy pervertido. Tienes unas piernas preciosas Gabriela, se nota que haces ejercicio, largas, estilizadas, morenas, suaves –dijo estirando la mano.

Qué hace viejo pervertido! Otra vez con sus cerdas manos, asqueroso!

Él sonrió. Lo siento, no pude remediarlo al hablar de sus preciosas piernas. Está más guapa cuando se enfada. No quitaba la mano de mi pierna y me acariciaba el muslo un palmo más arriba de la rodilla.

Pero qué dice? No sabía como reaccionar, mi calentura era tal que no sabía cómo llevar la situación.

Digo que tiene un cuerpo muy bonito y se nota que le gusta mostrarlo, sus tetas son deliciosas, su barriga sexy, sus labios de mamona, los ojos de putita... Su mano subió hasta mis tetas mientras me miraba a los ojos y me pellizcó un pezón. Yo no podía reaccionar, saqué fuerzas de flaquezas, disimulando y le di un pequeño manotazo en su mano; cuando me llamó putita y mamona creó que me corrí. Que un hombre viejo, feo, desagradable, que nunca había tocado a una mujer bella como yo, con mi cuerpo, con mis pechos, con mi cara dulce, me profanara y se aprovechara de mi cuerpo hacía que estuviera al borde del orgasmo. Sólo dije un no muy poco convincente. No tenía ningún control sobre mi cuerpo, estaba sometida.

El viejo se dio cuenta y me dijo: Debes ponerte crema solar, déjame ponértela. Sin darme tiempo para contestar se echó un buen chorro de crema protectora en las manos y empezó a ponerme crema por los pies, los dos a la vez, desde mis dedos con las uñas cuidadas y pintadas de rojo, subiendo por mis tobillos… Yo le pedía que parara, pero de forma poco autoritaria. Posteriormente, se dedicó a manosear cada una de mis largas piernas, porque no me repartía la crema, me tocaba las piernas con sus manos manchadas de crema. Al acercarse a las ingles por la parte inferior de los muslos llegó hasta el tanga, acarició levemente mis labios. Ahí le dije: Pare ya por favor, no me toque o grito.

Pero el viejo no me hizo caso. Me hizo un poco de cosquillas cuando me masajeó la barriga, jugó con mi ombliguito y mi plano vientre, le miré a los ojos y ví que a medida que se acercaba a acariciar mis tetas su rostro mostraba una mueca enfermiza, sus ojos se estaban poniendo vidriosos y diría que hasta se le caía la baba. Su bañador formaba ya una tienda de campaña, el viejo la tenía dura y me la quería meter, follarme la concha, violarme el culo, correrse en mi boca… Cada vez que pensaba que ese viejo estaba abusando de mí en público me volvía loca; en la playa había algunas personas, lejos pero lo suficientemente cerca para vernos. Estrujó una y otra vez mis pechos consiguiendo de mi parte algunos gemidos y que mi cara se enrojeciera de vergüenza y de excitación.

Qué putita eres –dijo don Felipe. Disfruta de tu viejito Gabriela . Mientras me hablaba me pellizcaba los pezones, estaba más salido que nunca, estaba segura que era capaz de violarme en medio de la playa, lo había provocado demasiado, me sentía una puta que merecía que se la follaran de una forma salvaje por lo calientapollas que había sido.

No, don Felipe, por favor, soy una mujer casada y decente… Siempre he sido fiel a mi marido, no me toque las tetas. Pero mis manos ya acariciaban sus brazos mientras sus manos seguían acariciando suavemente mis pechos, alternando las caricias con pellizcos. Su mano derecha subió hasta mis labios y me puso su dedo índice en los labios en señal de silencio, me callé. Acarició con el dedo mis labios, los entreabrió e introdujo su dedo índice en mi boca. No sé por qué se lo empecé a chupar gimiendo y me corrí. No me lo podía creer, me había corrido sólo con un manoseo de mis senos. Sacó el dedo de mi boca y yo seguía con la boca abierta y la respiración agitada, acercó sus labios y su lengua y me chupó la boca, la cara y me besó, yo le contesté el beso; su mano izquieda volvió a la cara interior de mis muslos y empezó a jugar con mis labios vaginales a través del empapado tanga.

Me separé del viejo recuperando la cordura. NO, NO. Nos pueden ver, no me haga esto don Felipe, vamos al agua . Increíble, lo invitaba a violarme dentro del mar. Yo, Gabriela, la mujer profesional, bella y hermosa se ofrecía a un viejo verde y baboso que se la iba a follar hasta que no pudiera más. El viejo no tardó en levantarse sin importarle que se notara enormemente que estaba empalmado y me cogió de la mano obligándome a ponerme de pie. En seguida me abrazó lateralmente apretándome las nalgas mientras me instigaba a seguir hacia delante con destino el mar, donde me iba a convertir en su puta.

La playa donde estábamos es una de esas que tienes que caminar dentro del agua una distancia considerable para que te cubra, así que en el paseo el me metía mano todo lo que podía y me obligó a restregar mi mano contra su polla empalmada. Cuando llegamos a una zona donde casi no nos veían, más que nuestras cabezas me abrazó agarrándome las nalgas, me bajó el tanga de golpe y se lo ató a su muñeca derecha. Me obligó a sacarle su bañador de viejo asqueroso y se lo ató a la muñeca izquierda, parecía un espantapájaros. Ven aquí putita, dale un besito a la polla que será tu dueña –dijo poniendo una de sus manazas en mi hombro y haciendo fuerza llevando mis labios hacia su pija. Tomé aire y debajo del agua se la empecé a chupar, pensé que me iba a ahogar porque no me dejaba respirar.

No le gustó el resultado por lo que flotando en el agua dejó su polla empalmada sobresaliendo en la superficie como si fuera el periscopio de un submarino y me dijo que se la chupara. Yo me moría de ganas así que me lancé a por ella, se la lamía desde la base hasta la punta del glande, unas gotas de líquido preseminal apareceron y las degusté como la putita que era. Empecé a chupársela con ganas, me metía casi la mitad en la boca, era demasiado larga, olía mal pero no me importaba; pensaba en el portero, en el viejo salido, en los niños retrasados de antes… Estaba que me moría, sentía que me iba a correr y nadie me estaba tocando. En seguida noté que se iba a correr y me dijo que parara, que no quería correrse tan rápido, que quería disfrutar de su puta, y me dijo agarrándome del pelo y lamiendo mi oreja: Dime que eres mi putita, la putita de mi polla. Yo le decía que no con la cabeza, estiró del pelo una vez más diciendo: Dímelo pedazo de puta, dime que quieres polla, que me deseas. Para que no pudiera no decírselo me tocaba la concha, que estaba empapada y empezó a meterme un dedo.. AHHHHHhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Me corrí gimiendo como una loca echándole el aliento en su oreja y le dije: Sí viejo pervertido, soy tu puta, puedes hacer lo que quieras conmigo, viólame, soy la putita de tu polla.

Me levantó cogiéndome las nalgas e hizo que entrecruzara mis piernas alrededor de su gordo cuerpo. Con la mano derecha se cogió la pija y me la empezó a restregar por el coño. De quién es este coño, dímelo putita.

Es tuyo, Felipe, métemela, fóllame por favor, soy tu…. Y me la metió de golpe, qué pollón, me la metió entera y se quedó quieto soy tu puta -le dije de nuevo al oído. El me mordió levemente los labios, saqué mi lengua le besé, el se apartó y me lamía la cara. De repente se empezó a mover sacándomela y penetrándome despacio, disfrutando el momento.

Qué apretada estás, se nota que el cornudo de tu marido no te folla.

No, don Felipe, su polla es pequeña, fólleme, sólo usted y mi marido me han metido la pija en la concha. Se empezó a mover como un loco sacándola entera y metiéndola de golpe, fuerte, una y otra vez. No paraba de correrme, nunca había estado así, y todo por un viejo, que asco, pensé. Empecé a decirle que parara, que no me folle, pero en realidad no quería que parara. Sí putita, te voy a seguir follando, tu coño es mío, tu culo es mío y tu boca es mía, tus tetas son mías y todo es mío. Me apretaba el culo acariciaba mi ano con sus dedos, sin llegar a meterme el dedo, me babeaba el cuerpo y las tetas sin dejar de romperme el coño a polladas, parecía que me la quería sacar por la boca.

Ah ahahahahaha, no por favor, esta será la última vez. No me volverá a follar viejo así que disfrute de esta putita ahora porque es la última vezzzz. AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

Eso es lo que tú crees, no podrás olvidar mi polla y vendrás suplicando, PEDAZO DE PUTITA, calentorra, te gusta mi polla ehh? Me la sacó y me dio la vuelta; tenía miedo de que me la metiera por el culo, nunca lo había hecho por ahí

Pero me la metió por el coño de nuevo, en esa posición la notaba más que nunca, me la sacaba y la metía cogiéndome de las tetas, bajando sus manos a mi clítoris, me arrancó el enésimo orgasmo. Más más, más fuerte, soy tuya mi viejito, fóllameeeee ahhahahhahahaha. Y me corrí como una cerda, encharqué el mar.

Él empezó a bufar diciendo: Cómo me la aprieta tu coño, me voy a correr, no aguantoooo.

Noooo, no te corras dentro!

Cómo que no, putita, eres mía y te voy a preñarrrrr. Y se corrió dentro dando una gran última embestida inundando mi coño de su semen de viejo asqueroso, feo, sucio y aprovechado. Mantuvo su polla dentro moviéndose levemente hasta que salió sola flácida. Me cogió del pelo y me acercó a su boca besándome, yo le contesté el beso. Me abracé a él y don Felipe me empezó a acariciar la cara, los labios, de nuevo metió un dedo en mi boca. Lámelo –dijo. Y yo lo hice, se lo llené de saliva. Lentamente bajó el dedo hasta mi coño y lo empezó a acariciar, lo pasaba por los labios, del clítoris al ano, introduciendo un poco, sacándolo y metiéndolo luego de golpe, volviéndome loca, lo besé le chupé la cara y me corrí en sus dedos lamiendo su lengua.

Joder, pensé. Me he follado a un viejo asqueroso, me he dejado meter la polla y he engañado a mi marido con este ser desagradable y oloroso.

Me tengo que ir a trabajar tengo mucha prisa –dije reaccionando rápido ahora que podía por fin pensar con claridad después de las repetidas corridas. Nadé rápido hasta la orilla, me sequé y me fui hacia casa sin ducharme, total tenía que ir a casa a cambiarme, aunque me hubiera comportado como una puta no podía presentarme a trabajar con esa falda sin sujetador y con ese top. El viejo se quedó en el agua con una mueca de ganador increíble, regodeándose de lo que acababa de hacer.

Oh no, qué he hecho, pensaba mientras me dirigía rápido a mi casa para poder ducharme antes. Realmente no podía remediar que me calentaban los hombres que nunca podrían imaginar que una mujer como yo les es accesible. Entré como un cohete y casi choqué con el portero Pepe que estaba parado esperando en el ascensor.

Hola señorita Gabriela, tengo que ir a revisar unos paneles en la terraza. Dijo mientras me daba los dos besos de rigor y me tocaba con su mano derecha la cadera, rozando con sus sucios dedos mi culo. Me miraba intensamente las tetas y los pezones, como estaba un poco mojada se me veían las tetas como si no llevara nada y el pervertido del portero estaba en la gloria. Seguramente me había estado esperando para hacer que tenía que subir en el ascensor para poder verme y tal vez tocarme mejor.

Bueno, tengo mucha prisa. Abrí la puerta del ascensor alejándome de sus manos, no estaba yo para aguantar toqueteos, no fuera a ser que el salido del feo portero también me violara.

Continuará