Gabriela una adorable mujer casada 4 (V. ALTERNA)

Cuarta entrega, escrita originalmente por Nadia Romina. ME parece que esta versión nunca estuvo en todorelatos, espero que la disfruten.

Gabriela una adorable mujer casada 4 (V. ALTERNA)

Armando se sentía molesto y sabía la razón, después de su divorcio hace ya 5 largos años su vida se destrozó, de cierta forma aún estaba destrozada, únicamente había encontrado refugio en la dedicación a su trabajo, a sí mismo se había prometido que no le daría a su ex-esposa el placer de verlo fracasado, así que se concentró en el trabajo como nunca antes lo había hecho.

Anteriormente era un excelente ingeniero químico, pero desde su divorcio se convirtió en uno realmente sobresaliente, sus amigos y superiores en el trabajo todos sin excepción lo alabaron por la forma en que sobrellevaba el divorcio y el engaño de su mujer: ejemplar fue lo que escuchó que comentaban de él, sin embargo él seguía muerto por dentro y no le dio ninguna importancia incluso cuando ascendió dentro de la empresa a un puesto de dirección, las mejores prestaciones y el aumento salarial carecían de importancia, excepto por el hecho de que podía mostrar a su ahora ex mujer lo estúpida que había sido.

Y ahora su antiguo amigo César Guillén se había tomado la molestia de buscarlo después de años sin contacto para contarle sus problemas que ironías de la vida se parecían tanto a los de él mismo y ese parecido hacía que recordara una vez más las mentiras, los desprecios y el cinismo de su ex mujer.

Pero existían diferencias entre Armando y César, él siempre fue un chico del montón, hasta que destacó en la facultad de química, no había nada de especial en él, ni en su carácter, ni en su físico, ni siquiera en sus padres o hermanos, por el contrario César durante la preparatoria era el chico ideal, deportivo, de buena familia y aunque le doliera reconocerlo atractivo. Nada más lógico que empezara a salir con Gabriela, posiblemente una de los mejores ejemplares de hembras del colegio… tonterías el mejor ejemplar sin duda, no solo por su generoso físico bien proporcionado aunque voluptuoso, sino por su carácter siempre cordial, su forma de ser sexy sin caer en lo vulgar como otras tantas chicas y por sobre todas las cosas, porque en su opinión nunca fue una mojigata pero era una mujer con quien uno podía platicar de cualquier tema y divertirse en cualquier sitio.

La otra diferencia era que él tal vez se merecía lo que le había sucedido con su ex-esposa, mientras que de César estaba seguro que no merecía lo que estaba pasando y era tal vez el único hombre por el que metería las manos al fuego.

Recordaba aún como en una fiesta al final de la preparatoria, una de esas zorras de las que ya había olvidado el nombre se sentó en las piernas de César y empezó a acariciarle el cuello, cuando este ya salía con Gabriela. Nadie dijo nada, la novia de César no estaba presente, solo habían amigos de César y con el consumo de alcohol de aquellas fiestas nadie diría nada, de hecho era perfectamente natural que un hombre joven y atractivo tuviera alguna aventura sin importancia.

Pero César se levantó de su asiento, tirando a la confundida y asombrada zorra, poco acostumbrada a ser rechazada a pesar de sus encantos, lo que siguió fue una escena de las que hacen época. La jovenzuela realmente furiosa rompió en insultos contra César, debería de haber sido la primera vez (y posiblemente la última) que la rechazaban de tal forma.

Después de años, esa anécdota, aun salía en las pláticas entre ex- compañeros de generación, como un hecho insólito de que un hombre rechazara a tan atractiva mujer para conservarse fiel a su novia, se recordaba entre risas y algún comentario sarcástico, pero también con asombro, no muchos o tal vez ningún otro hombre de la generación hubiera rechazado la tentación, para ser honesto él mismo hubiera caído en ella gustoso.

En cambio él tuvo sus aventuras, en varias ocasiones, ninguna segunda casa u otra relación permanente, pero en cada ocasión que pudo, durante algún congreso o con alguna pasante de ingeniería (que había muy pocas), busco y a veces consiguió una aventura, solo era sexo, nunca involucró sentimientos y tenía claro que nunca dejaría a su esposa por alguna de estas aventuras con mujeres que pensaba en aquel momento eran basura moralmente, no como su esposa que era una santa… hasta que demostró lo contrario para su estupefacción.

Sin embargo muy dentro de él sabía que su mujer le había pagado con su misma moneda y que se lo merecía, el caso de Gabriela y César era totalmente distinto en este único e importante aspecto, él estaba completamente seguro que César no se merecía nada por lo que estaba pasando y aunque lo maldecía por traerle dolorosos recuerdos su simpatía estaba con su antiguo amigo.

Entonces se preguntó si podía hacer algo por ayudar a un camarada caído en desgracia, después de todo su trabajo en la dirección paradójicamente era mejor pagado pero menos demandante y después de tanto tiempo podía empezar a delegar trabajo entre sus subordinados, no tenía una familia y en definitiva, contaba con demasiado tiempo libre.

  • Es una reverenda tontería - Pensó en voz alta, una estupidez más grande no había podido ocurrírsele, una simpleza propia del más idiota compañero de su generación en la preparatoria. Presentarse a César y decirle que su mujer le engaña, que todos esos cambios sin explicación, pequeñas cosas que no concuerdan y que te dejan con un mal sabor de boca sin saber por qué tenían una explicación bien sencilla.

Y como sabe cualquier ingeniero, la explicación más sencilla es con abrumadora posibilidad la más probable y en el caso de César la explicación más sencilla era que su mujer, la perfecta Gabriela le ponía los cuernos y que era hora de tomar la delantera y mandar a la puta muy muy lejos y de la peor manera posible antes de que ella hiciera lo propio con el.

Claro que el plan por más buenas que fueran sus intenciones estaba condenado al fracaso, entre creerle a su antiguo amigo de la preparatoria y a su mujer, el amor de su vida, la elección de César sería obvia…. A menos que, después de todo contaba con los recursos.

Y de repente Armando después de vivir 5 años vacío, medio muerto en vida, tuvo un objetivo que le devolvió el entusiasmo que hace tanto había perdido.

Gabriela estaba confundida, lo cual era un estado más habitual en las últimas semanas desde que había tenido la estúpida idea de darle una lección a Don Cipriano en el cuarto de un hotel, que en todos los años de matrimonio con César.

Por una parte su cara estaba pálida de terror, su marido, el amor de su vida estaba en el dormitorio apenas a unos metros, todo, absolutamente todo dependía de que no se enterase de nada, al menos durante un mes y entonces podría regresar a la tranquilidad que tanto anhelaba y el que Don Cipriano visiblemente molesto estuviera nuevamente en la puerta de su casa era su peor temor.

Por otra parte y de forma perturbadora podía sentir su coño (como se refería Don Cipriano de su vagina y que sin advertirlo había adoptado la palabra para utilizarlo en sus pensamientos) como se humedecía al mismo tiempo que esa sensación de mariposas en su estómago empezaba a ser notoria.

  • Creí que lo teníamos claro y que ibas a dejarte de pendejadas pero veo que te gusta hacerme encabronar.

  • ¡Por favor baje la voz, se lo suplico!, mi marido está arriba. – rogó la casada, tomando a su enojado amante del brazo esperando que su contacto pudiera calmarlo.

  • Y eso a mi que? Me vale madres es tu marido, es tu problema y si se entera es por tu culpa, ni que yo perdiera algo por tus pendejadas.

No era del todo cierto, Don Cipriano si se llegaba a enterar el marido de Gabriela probablemente perdería a la mejor hembra que se había cogido en su vida y a su edad esta oportunidad estaba seguro que había que aprovecharla, cogerse a la vieja tantas veces como pudiera, pues nunca iba a volver a repetirse. Sin embargo aplicando un farol digno del mejor jugador de póker, elevaba la apuesta aun cuando no tuviera las mejores cartas consigo.

  • ¿Por qué chingados no contestas el celular? Espetó Don Cipriano, aunque con un tono de voz mucho más moderado para conservar la conversación en privado.

  • No lo escuche, en verdad, lo juro, estaba preparando la comida y escuchaba mûsi….

  • No me interesa- la interrumpió autoritario, sabía que Gabriela se encontraba al borde de las lágrimas, así que tampoco había que forzar la situación demasiado. Ni me interesa como lo hagas pero te quiero ver y si no pues que se vaya enterando tu maridito.

  • No puedo, por favor, mañana se lo prometo- dijo Gaby.

  • Es que no entiendes? Es muy simple o te veo hoy o a chingar a su madre tu y yo.- Definitivamente estaba inspirado ni Ignacio ni siquiera Don Felipe, sus amigos con los que se reunía a jugar cartas podrían creerle que estaba chantajeando a una mujer casada de clase media alta, sin ninguna prueba de por medio y bajo las narices del estúpido de su marido y para rematar la condenada estaba buenísima.

  • A ver como le haces ese es tu problema, pero ya sabes o te veo hoy o se va a enterar tu maridito, además es solo un mes y ni ese chingado favor me puedes hacer…pendeja.

Gabriela sabía que solo sería un mes, poco más o poco menos pero solo un mes hasta que esta su pesadilla se acabase, no era tanto tiempo, tal vez un encuentro máximo dos por semana. Si era algo horrible a lo que se había visto arrastrada, pero era mejor mucho mejor a que Jacobo perdiera a su padre por una estupidez, tal y como le había advertido su madre, César su marido no debía enterarse bajo ninguna circunstancia.

Pero al contrario que Doña Irma (madre de Gabriela), ella jamás dejaría que su hogar se destruyera por su culpa. Recordó brevemente su infancia y adolescencia con un padre ausente y el vació que eso le produjo durante años, vacío que había llenado con su marido César y su precioso hijo Jacobo y del recuerdo sacó la convicción de que no dejaría que lo mismo le sucediera a Jacobo, la tragedia de tener que crecer sin un padre y además por su culpa.

  • Está bien, iré con usted pero deme tiempo, 15 minutos serán suficientes, no puedo dejar a mi marido, así como así, entiéndalo. – intentó razonar la afligida mujer.

  • Esta bien, pero nada de juegos esta vez, está claro? Preguntó Don Cipriano, dudando sobre si sería otra forma de evasión de la casada o por el contrario esta vez si era honesta.

  • Está claro.- reafirmó Gabriela. – Lo veo a 4 cuadras sobre la esta misma calle en dirección centro, habrá una panadería en la esquina, lo veré en la entrada, pero por favor debo volver con mi marido empezará a ver que algo raro pasa.

En ese mismo instante.

  • Todo está bien cariño?- gritó César desde el segundo piso.

“Cariño” esa palabra le dolía como un puñal en el estómago a Gabriela, no podría ser más inoportuno pensó.

  • Si todo está bien, no te preocupes.- intentó ganar tiempo Gabriela.

  • De acuerdo, así me gusta que cooperes y no te pongas pendeja, te veo en la panadería y que no se te ocurra volver a hacerme enfadar.

  • Ahí estaré se lo prometo, ahora por favor váyase.- suplicó por enésima ocasión Gabriela.

Para alivio de Gabriela Don Cipriano dio media vuelta y empezó a caminar hacia la calle, y ella pudo suspirar aliviada, claro que ahora por el bien de su esposo y especialmente de su hijo tendría que inventar alguna excusa creíble para deshacerse de César que estaría esperándola en la alcoba, con la legítima idea de tener intimidad con su adorable y fiel esposa.

Al cerrar la puerta y dirigirse hacia su recámara, su mente empezó a trabajar a marchas forzadas, que mentira podría utilizar con su esposo de forma tal que este no sospechara nada?. Para cuando volvió a abrir la puerta de la alcoba matrimonial, ya había decidido cual sería la mentira adecuada y tendría que apegarse a ella a cualquier costo.

  • Quien era cariño?.- le cuestionó César, honestamente intrigado por el cambio en el rostro de su esposa y para ser franco bastante preocupado, pues después de tanto tiempo de no estar al lado de la persona que más amaba en este mundo, de nuevo por una razón o por otra se frustraba e poder hacer el amor Gabriela.

  • Un idiota que envía mi ex jefe, ese asqueroso sr. Martínez (recordar que ella renunció a su empleo ante el acoso sexual de su jefe).

Bueno ahora César comprendía el cambio de humor de sus esposa, pero rezaba porque no fuera causa suficiente como para que ya no pudieran hacer el amor.

  • Y para que te manda buscar ese desgraciado ? ¿Qué no podía llamar por teléfono si aún tenía un asunto pendiente?

  • Después de lo que hizo ese “viejo verde”, lo que menos me interesaba era saber nada de mi trabajo, tengo bloqueado su número y supongo que las llamadas que he recibido a mi cel, tienen que ver también con él.

  • Te sigue acosando ese maldito?- César haría todo por su esposa e hijo, si fuera necesario, no tenía duda, de que arriesgaría su misma vida y aunque la situación no era tan desesperada, si tenía la clara intención de romperle la cara al dichoso Licenciado Martínez. Con su buena condición física no sería ningún problema partirle la cara a un gordo viejo verde que molestaba a su esposa y aunque no era violento, en esta ocasión, estaría más que justificado.

  • No, al parecer ya entendió que no soy una cualquiera, pero necesita ciertos archivos que yo tengo en casa y al parecer los necesita de forma urgente.

  • Pues que se joda.- fue la espontánea respuesta de su querido e ingenuo esposo.

  • Ojalá fuera tan fácil.- argumentó Gabriela, que estaba llevando la conversación justo por el camino que quería, era sorprendente la sangre fría que estaba resultando tener para engañar tan descaradamente a su esposo, pero le dolía entender que era justamente porque César la amaba y confiaba ciegamente en ella, que era tan fácil de manipularlo. – Puede haber consecuencias legales, si yo no devuelvo esos archivos, después de todo pertenecen a la empresa.

  • Aun así que se jodan, mejor aun así ya aprenderá a no meterse con las esposas de los demás. – expresó César convencido.

  • Jajaja, si pues no sería una mala idea, pero no estamos como para meternos en un pleito legal, por una demanda , no crees?

  • Si hay que pagar algo, lo pago, con gusto además, todo sea por evitarte más disgustos.

  • Ayy no… tontito, si vas a gastar ese dinero, mejor gástalo en comprarme algo, o en vacaciones con nuestro hijo que ya nos hace falta, créeme, me harías más feliz. – Y termino la frase ladeando la cabeza, acompañada de una de esas sonrisas que en su bello rostro sabía de manera instintiva desde su adolescencia que desarmaban casi a cualquiera.

Cuántas veces, a lo largo de los años, ella misma aunque devotamente amaba y respetaba a César con toda su alma y esto era honesto, no utilizaba adjetivos como “tontito” para descalificar sus juicios, así sea de forma amistosa. Utilizar la palabra “tontito” con Don Cipriano sería impensable, por la probable reacción de este, en cambio su esposo, devolvió la sonrisa al recibir este amistoso insulto.

  • Y entonces qué piensas hacer? Así de rápido César tácitamente había aceptado la opinión de su esposa.

  • Pues ir a dejarles sus archivos y nunca volver a saber de ellos, que ya hasta me duele el estómago del coraje.

  • Cariño, no puedes dejarlo para otra ocasión, digo si ya han esperado por ellos semanas pueden esperar otro día, (razonó correctamente César) además tu y yo….

  • NOO!!! Que no piensas en otra cosa? ¿Cómo eres tan bobo como para pensar en eso ahorita? No ves que no puedo estar de humor?,

  • Cariño lo siento, no quería insinuar eso, pero desde que regresé, la verdad esperaba el momento adecuado para hacerte el amor.

  • Eso lo entiendo, yo también he querido estar contigo, pero simplemente este no es el mejor momento, como quieres que piense en hacer el amor, cuando acaba de presentarse un enviado del cerdo que me acosó.- hizo una pausa y aprovechó para rematar. – Es que acaso todos los hombre no pueden dejar de pensar en sexo?

Toda su vida César se había preciado de ser precisamente diferente a los demás, y una de las diferencias más importantes radicaba en el respeto a la mujer que había elegido por compañera, para toda la vida, así que esa última acusación le dolió especialmente.

Era cierto, que insensible era, el deseo de estar junto con su esposa después de un una ausencia por su viaje de trabajo y el periodo más extraño de Gabriela durante el matrimonio, no eran excusas para portarse de esa forma tan bruta.

  • Lo siento, de verdad que no era esa mi intención.- se apresuró a disculparse.

  • ¿Ah sí, pues entonces cuál era?. - Insistió Gabriela, sorprendida ella misma de que tan fácilmente se saliera con la suya, aunque el propósito último de engañar a su complaciente y amado esposo, era precisamente protegerlo, protegerlo de la infidelidad de ella y por contradictorio que esto pareciera, en su cabeza, empezaba a sonar perfectamente lógico y natural.

  • Disculpa, sé que me he equivocado, no puedo agregar nada más. – Torpemente formuló la siguiente pregunta.- ¿Quieres que te lleve a entregar esos documentos?

  • No gracias!!.- ironizó Gabriela, suficiente tengo con el coraje de tratar con el cerdo de mi ex jefe como tener que soportar tus insinuaciones también. Puedo ir yo sola, muchas gracias.

Mostró su mejor cara de molestia que pudo y se encaminó al estudio donde aún guardaba el maletín que a veces utilizaba al ir a su antiguo trabajo, guardo algunas hojas que se encontraban en el escritorio e incluso tuvo el cuidado de buscar en el cajón superior una memoria USB, para aparentar, solo en caso de que César tuviera la desafortunada idea de ir a verla en el estudio e intentar retrasarla aún más.

César por su parte, se quedó en la recámara matrimonial, molesto… aunque molesto consigo mismo, ¿cómo era posible que hubiera actuado tan burdamente?, así que se quedó, en casa maldiciéndose a sí mismo, su propio tacto y con un acentuado dolor de testículos, pues nuevamente no podría hacer el amor con su amada y bella esposa.

Al subir al coche (que le había regalado César) y abrir la puerta automática del garaje, Gabriela no pudo evitar una sonrisa en su rostro, le sorprendió a sí misma, lo astuta e inteligente que había sido y sin comprender porque se sintió bien consigo misma.

Antes de emprender la marcha, tuvo la precaución de mandarle un mensaje de texto a Don Cipriano, no se fuera a molestar y creyera que no tenía intenciones de cumplir su palabra y fuera a cometer la imprudencia de hablar al teléfono de su hogar, pues contestaría César y entonces si las consecuencias podrían ser desastrosas, además de que su hábil mentira caería por tierra junto con la imagen de santa que tenía su esposo de ella y eso si que no lo podía permitir.

“Allá voy, te veo en la entrada de la panadería, no tardo”. Fue el escueto mensaje. Las 4 cuadras que la separaban de la panadería, pasaron en un instante y empezó a buscar un lugar para estacionar el vehículo, cuando empezó a pensar que definitivamente tendría que ser más cuidadosa, si no quería que Don Cipriano, realmente arruinara su vida. Era imperdonable el descuido que había tenido con el celular y el no contestar las llamadas de su chantajista, estaba claro que Don Cipriano estaba decidido a todo con tal de estar con ella, así que no podía volver a dejar su celular sin correr riesgos. También estaba claro que la forma imprevista en como se habían citado en la panadería de su vecindario, era una pésima elección, pues todas las viejas chismosas sin vida propia de la colonia, podrían verla junto al viejo, aunque este era tan desagradable, que pensar en primera instancia que la guapa Gabriela y el horrendo Don Cipriano eran amantes, sonaba hasta disparatado.

El caso es que no podía volver a correr estos riesgos, en los sucesivos encuentros (finalmente se había hecho a la idea) que sostendría con Don Cipriano durante el siguiente mes, tendrían que encontrarse en un lugar seguro.

Al bajar del su auto, un jetta color verde olivo, camino de forma rápida hacia la panadería donde vio en el exterior del establecimiento la silueta gorda de Don Cipriano, recargando su humanidad contra un árbol en la banqueta y sin pensarlo, suspiró aliviada, lo más difícil de ese día sin duda ya había pasado.

  • Bueno después de todo, esta vez no mentías, ya ves que puedes ser buena mi reina? – la recibió Don Cipriano.

  • Le dije que no se preocupara, hice todo lo posible para llegar rápido Don Cipriano.

  • Si y así me gusta.- sonrió el viejo mostrando su amarilla dentadura. – pero a lo que vamos que no me aguanto las ganas de volver a cogerte mamacita.

Que notable diferencia, minutos antes, Gabriela había tenido que fingir indignación cuando su legítimo esposo le propuso “hacer el amor” y en cambio ahora veía natural que un tipo que la había chantajeado le propusiera de buenas a primeras ir a coger.

  • Vamos sígueme mi reina.- exclamó orgulloso de sí mismo Don Cipriano, que se estuviera cogiendo a tan buena hembra a su edad y para alguien de su condición económica, lo llenaba de orgullo.

  • Aunque al intentar tomarla de la mano, ella apartó hábilmente la suya.

  • Aquí no, entiéndalo Don Cipriano, soy una mujer casada y los vecinos pueden decir algo.

  • Mmmmm. – bufó de mala gana, aunque entendiendo que su vieja (pues ya la consideraba así) tenía razón esta vez.

Caminaron sobre la calle, hasta llegar a al lado de un coche antiguo, de color negro, aunque con la pintura en buen estado pensó Gabriela. Se trataba de un Galaxie 83 (modelo de la Ford), de cuando los coches utilizaban muchísima más gasolina que ahora, eran de lámina y eso si con un interior bastante amplio, en México no era raro referirse a este tipo de coches como “lanchas” por lo grandes que eran.

Don Cipriano se tomó la molestia de dejarla caminar enfrente de él, después de todo estaba seguro, de que esta vez ya la tenía en su poder y podía aprovechar para admirar ese par de nalgas que Gabriela sin querer movía apetitosamente ante sus ojos, incluso llegó al extremo de abrirle la puerta del auto. Y al dar media vuelta para subir del lado del conductor no pudo evitar la sonrisa y sorpresa cuando Gabriela, solita le devolvió el amable gesto, abriéndole la puerta del lado.

Don Felipe, se encontraba de nuevo, en el bar, desde donde había manejado sus fraudulentos y a veces violentos negocios durante décadas de lucrativa actividad.

Sin duda, el mismo se consideraba un amigo de Don Cipriano, pero el hecho era de que este le debía 30 mil pesos, una cantidad no demasiado elevada dentro de sus operaciones, pero tampoco lo suficientemente pequeña como para hacer de cuenta que nada había ocurrido y ese era el problema, ya que aunque amigo de Don Cipriano, sus negocios se mantenían sobre la base de la intimidación, en última instancia él podía hacer uso de la fuerza o de la amenaza del uso de ella.

Si se dejaba correr la voz de que Don Felipe había perdonado una deuda, otros de sus muchos deudores podrían albergar esperanzas de ser perdonados también y eso era inaceptable, así que por amigos que fueran o Don Cipriano le pagaba lo acordado a finales de esta semana, o iba a tener recurrir, al viejo y efectivo método de mandar a que le rompieran las piernas.

Para sí mismo pensó, que bueno no era el primero y seguramente tampoco el último de sus “amigos” a los cuales había tenido que romper las piernas o cosas peores, ni modo así era la vida y entre otras cosas la vida le había enseñado la diferencia entre fracasados y triunfadores y entre habladores presumidos y gente que no alardeaba.

Dentro de sus estándares, Don Cipriano definitivamente era un fracasado y a menudo también entraba en la categoría de hablador, pero había algo que no concordaba, en su última reunión, él genuinamente había estado dispuesto a llegar a los golpes con Ignacio a causa de que este no le creyó que se estaba tirando a una vieja buenísima y el Chango empleado del taller de la esposa de Don Cipriano le había comentado que está recientemente lo había echado, por culpa precisamente de que se andaba comiendo a otra vieja.

  • Así que la historia tenía indicios de ser cierta…. Que cagada es la vida, sin empleo, sin esposa y con una deuda que estaba a punto de pasar a mayores, pero cogiéndose a un culito, al menos tenía ese consuelo .- pensaba Don Felipe y soltó una carcajada que pudieron escuchar los demás clientes del bar, entre curiosidad y temor, ante lo que estuviera tramando la inmoral cabeza de Don Felipe.

El galaxie negro se encontraba bajo la sombra de un árbol, en su interior se veía claramente la silueta de Don Cipriano del lado del conductor, lo que costaba más trabajo divisar en esta tarde nublada era la otra silueta semi acostada sobre el regazó de Don Cipriano.

Entre el regazo de Don Cipriano, su abultada panza y el volante se encontraba recostada Gabriela con su blusa amarilla, regalo de su suegra y su entalladísimo pantalón negro, que apenas contenía su voluminoso aunque perfectamente proporcionado trasero.

Mientras tanto la boca de Don Cipriano alternaba entre explorar la sensible oreja de la mujer y el cuello que esta le ofrecía con gusto. Su mano mientras tanto, extendida sobaba ese trasero que en definitiva era el mejor que se había cruzado por su vida. Recordaba alguno similar de sus épocas de veinteañero, pero lo lejano del recuerdo y lo cercano de las nalgas de Gaby, hacían que Don Cipriano en su opinión considerara este el mejor manjar que había tenido la suerte de disfrutar.

Gabriela, mientras tanto, no pensaba con claridad, en efecto disfrutaba y mucho de esa babosa lengua sobre su cuello, o la forma en que esta lengua delineaba el contorno de su oreja, demostrando que podía brindar una caricia tan sensible y satisfactoria, como a su vez podía dar caricias mucho más fuertes, recordando la manera en que le había comido el coño y su trasero en su anterior encuentro.

Pero el hecho es que se encontraban a la orilla de un parque público, no muy concurrido y a una distancia razonablemente segura de su casa, pero aún así le incomodaba el hecho de que alguien pudiera verlos, lo que no impedía que su vagina empezara a mojarse y sus pezones ya estuvieran visiblemente erectos. No estaba en una situación como esta desde su época de estudiante, precisamente con el que llegaría a ser su esposo César.

  • Don Cipriano, vámonos a otro lado, al taller no le parece?. Preguntó Gabriela, ignorante de que por su culpa Don Cipriano no podía, al menos de momento, volver a entrar ahí.

  • Aquí estamos bien mi reina, no pienses tanto y bésame.

Las lenguas de los dos amantes se fundieron un largo tiempo: cada vez con más facilidad, Gabriela consentía su entrega a Don Cipriano, lejos de parecerle repulsivo la descuidada boca de su amante, apenas si reparó en ello e introdujo lo más que pudo su lengua, jugando con los labios del viejo. Al separarse, la tierna cara de Gaby tenía babas por toda la barbilla pero eso a ella no le importaba, solita empezó a besar en el cuello a Don Cipriano y así apoyada sobre su pecho, sintió una agradable satisfacción al sentir la respiración y los latidos de su amante acelerarse, ante lo que ella con tanto esmero se esforzaba en realizar.

Las manos mientras tanto no permanecieron inactivas, las dos manitas de la casada se introdujeron por debajo de la maltratada playera del mecánico y al sentir el contacto de su pecho desnudo empezaron a acariciarlo, Don Cipriano ahora por su parte había introducido su rugosa mano por debajo del pantalón de Gabriela y sobaba su culo, comprobando que si bien no llevaba una tanga de hilo dental, si llevaba un sexy bikini.

Lo apretado del pantalón de Gabriela dificultaba la maniobra, así que con la otra mano comenzó a intentar desabrocharle el botón y a bajar el cierre, maniobra por demás complicada, cuando la hermosa hembra le devoraba todo el cuello, a veces de forma delicada, a veces para sorpresa del propio Don Cipriano pasaba la lengua por toda la extensión de su cuello y llegó a temer por si la candente esposa pudiera dejarle una marca.

Sin embargo al notar menos tensión en su culo y como el mecánico lograba introducir su mano hasta la parte baja de sus nalgas, Gabriela se sobresaltó, definitivamente esto no estaba bien, claro que disfrutaba de un agasajo, pero al volver la vista hacia el exterior del vehículo, vio a una mujer corriendo, que no tardaría en pasar al lado de donde se encontraban y al otro extremo del parque a un grupo de niños jugando fútbol, todos ellos de aproximadamente 5 o 6 años (cuando mucho) de la edad de su hijo.

  • Don Cipriano, no sea malo, yo soy buena con usted, vamos a otro sitio, donde podamos estar más cómodos.

  • Si se nota que te encanta la verga, jeje, pero de momento aquí estamos bien. – y mientras terminaba de decir eso, dos de sus dedos de su mano derecha que llevaban minutos sobando el culo de Gaby, llegaron a acariciar los labios del coño de la casada.

  • Ahh,. – fue el pequeño gemido en respuesta, acompañado de un ligero enrojecimiento de las mejillas de Gaby, que la hacían ver aún más sexy.- ¡Espere!!.- pero al mismo tiempo mientras pedía que esperara, su cuerpo la traicionaba empezando a mover las caderas.

  • No… no creo que quieres que espere, tu lo que buscas es otra ración de esto.- y con la otra mano de Don Cipriano sujeto la delicada manita de Gaby para colocarla en su ancha verga, que aun por debajo del pantalón de mezclilla que utilizaba era bien visible.- Si estas bien babosita, se ve que tu también tenías ganas de verme.

  • No, claro que nooo.- intentó convencerse a sí misma Gaby, aunque sin mucha convicción porque su manita empezó a acariciar esa verga que tan buenos recuerdos le traía.

Lentamente y sintiendo como los dedos de su chantajista exploraban su coño, empezó a concentrarse más en el placer y menos en el hecho de que estaban en un lugar público, su vista fija en la mujer que corría en dirección hacia ellos y que en cuestión de minutos tendría que pasar a su lado, empezó a desviarse de vuelta hacia donde estaba Don Cipriano, con su mano libre subió la playera del viejo y su boquita fue a parar a la tetilla derecha del cada vez más sorprendido mecánico. Su otra mano, se entretuvo en pellizcar el la otra tetilla, mientras que su lengua daba círculos alrededor del pecho del complacido viejo.

  • Si sabía que eras bien puta, solo que tu no lo sabías y por eso he tenido que enseñarte.

No hubo respuesta, en definitiva le molesto las palabras del viejo, pero continuó con su labor, si hacía eso, no es porque fuera una puta, había cometido un error y ahora tenía que someterse a la voluntad de Don Cipriano una temporada, nada más, después de eso podría regresar a su antigua vida pensó Gabriela.

Tonterías, ella misma sabía que jamás podría regresar del todo a su antigua vida, como regresar a tener intimidad con su marido?? Como hacer el amor de nuevo con él después de las deliciosas cogidas con Don Cipriano, que incluso había llegado a masturbarse pensando en él? Pero podía minimizar los daños, salir lo mejor posible de esta situación y que ni César ni su hijo Jacobo sufrieran a causa de su debilidad como esposa, ese era el mejor resultado al que podía aspirar.

De sus pensamientos la sacó las habilidosas manos de Don Cipriano, que demostraba que lo bien aprendido, jamás se olvida y en este caso aplicaba sus mejores técnicas para dedear a la mujer, con dos dedos de su mano derecha entrando y saliendo del empapado coño de Gabriela mientras que el dedo medio de la mano izquierda se concentraba en el clítoris. Los efectos fueron claros y la casada reanudó su labor sobre el pecho de su amante mientras que su mano, sin que nadie le ordenase nada liberaba su miembro del pantalón.

  • Mira putita, una que se muere de envidia por lo que te vas a comer.

Gabriela alzó su vista, la mujer que corría en el parque estaba solo a unos 3 metros del coche y era obvio que observaba las actividades de la pareja al interior, mientras cubría los últimos 3 metros que la separaban del coche de Don Cipriano, este último no hizo nada por aparentar y no se le ocurrió mejor reacción que sonreírle a la corredora (que rondaría los 20 años), Gaby por su parte se quedó paralizada viendo como la otra mujer la veía con su blusa mal acomodada, mal peinada, sonrojada y con la enorme verga de Don Cipriano en la mano. Cuando la corredora pasó justo al lado de la ventanilla donde se encontraban, Gaby vio claramente como ella le dedicaba una sonrisa y seguía su camino.

  • Ves como eres suertuda.- le hizo ver Don Cipriano. – lo que tu tienes para ti solita, muchas lo desearían, ahora dale un besito.

  • Don Cipriano, por favor, haré todo lo que usted quiera (curioso que lo tratara de usted, tal vez su educación conservadora que la hacîa tratar de usted a todas las personas mayores que ella), pero vamos a otro lugar.

  • Ni que pusieras las condiciones tu pendeja!!!.- cambió el tono de voz Don Cipriano, rápidamente volviendo a optar ese tono amenazador que tan buenos resultados parecía ofrecer con Gabriela.,- Me la vas a mamar o si no, no te doy verga tu dices.

Gabriela volvió a sentir aracadas en su estómago, como cuando convencido a su marido César de que la dejara salir sin hacer preguntas, su excitado coño, sus sensibles pezones y su erizada piel, todo su cuerpo pedía que el deseo que en ella había nacido fuera satisfecho. La idea de quedarse sin catar esa poderosa verga que se le ofrecía, era inaceptable.

Así que sin dejar de acariciar rítmicamente la verga de Don Cipriano acercó su boquita a la punta de ese palo que después de todo se veía tan apetitoso.

Primero solo fue un besito, como para saludar a la verga que tanto la había trastornado, después fue un fogoso beso a la enorme cabeza de esa verga. Con dificultad se la introducía en la boca y su baba empezaba a correr tanto sobre la longitud de esa verga como sobre su barbilla, pero eso no le importaba.

Recorría con su lengua toda su longitud y volvía a la punta, entonces haciendo un esfuerzo para complacer al dueño del instrumento que había aprendido a adorar, se la intentó tragar toda, mientras pensaba que después de todo no era tan desafortunada si podía disfrutar de esta enorme verga para sí misma.

  • Que bien lo haces pendeja.- aunque esta vez “pendeja” sonaba extrañamente tan tierno.

Gabriela intensificó el ritmo de la mamada, lo que tuvo su recompensa pues las caricias sobre su coño también se intensificaron y sus caderas empezaron a moverse de forma tal, que el coche empezó a bambolearse ligeramente.

  • Ahhhh!.- la boquita de la casada se separó de esa verga para emitir un largo quejido, ese hombre era increíble, aun en la incomodidad de su auto estaba logrando que Gabriela se viniera, a plena luz del día!!

  • Si has entrenado, ahora haces mucho mejores mamadas.

  • No, no yo solo lo he hecho con usted en este tiempo. – respondió entrecortada.

Y el ego de Don Cipriano se fue a las nubes, no solo se había logrado coger a la hembra mas buena con la que se había cruzado, además esta había dejado de coger con su marido, con suerte y se enchularía con él.

  • Pues sigue que lo haces de puta madre.

  • Gracias Don Cipriano.- Mientras su mano no había dejado de subir y bajar rítmicamente sobre el tolete de su amante y su dedo pulgar en ocasiones se detenía para acariciar la cabeza de esa preciosa verga que empezaba a emitir sus propios líquidos.

Definitivamente que Don Cipriano le hiciera cumplidos respecto a sus recién descubiertas habilidades, le daba satisfacción, casi tanta como los dedos en su panocha, la hacían sentirse más mujer. Se preguntaba porque si bien es cierto que César nunca fue escaso en sus cumplidos hacia su belleza, nunca había hecho la clase de cumplidos que ahora estaba recibiendo.

  • Ya casi sigue mamando.- fue la voz que nuevamente la sacó de sus pensamientos.

Gabriela durante todos sus encuentros con Don Cipriano nunca había visto como terminaba su pene y sentía una curiosidad creciente al respecto, cuanta leche sería capaz de darle este hombre a sus cincuenta y tantos años, aunque en posesión de tan magnifica verga?? Aunque nunca lo admitiría ante nadie, intensificó su mamada con el secreto anhelo de ver por fin a esa verga escupir chorros de semen. Motivada por los rugosos dedos de Don Cipriano que jugueteaban en su encharcado coño., que la animaban a continuar su labor.

Pero un balonazo nuevamente interrumpió a la pareja, instintivamente alzó su cabeza para encontrarse en la ventanilla la cara de un niño, que observaba fijamente como Gaby sostenía la verga de Don Cipriano y de la punta de la verga salían hilillos de baba y semen que llegaban colgantes hasta la boca de la apenada casada.El niño en cuestión se parecía tanto a Jacobo, el corte de pelo era idéntico, pero este niño era algo más grande que su adorado primogénito. Repentinamente se sintió sucia, terriblemente sucia, se separó rápidamente de esa verga que la forzaba a cometer inmoralidades y volvió a sentarse normal, sobre el asiento del copiloto, bajo la fija mirada de ese niño, que perfectamente podía haberse tratado de su pequeño e inocente hijo.

Esto no podía continuar, al menos no en ese parque, cuando habló, apenas creyó las palabras que salían de su boca.

  • Don Cipriano esto no puede seguir así, - Hasta ahí parecía que la casta mujer casada había regresado y la visión de ese niño le había devuelto la cordura y dignidad. Don Cipriano alarmado pensó que su fiesta particular se había acabado, al menos por ese día, pero las siguientes palabras de la casada le devolvieron todas sus esperanzas.

  • No se porque no quiere ir al taller, pero, si gusta podemos ir a un hotel…. Yo pago.

En su vida, había aceptado ir a un motel de paso, un lugar solo para zorras, había pensado, mujeres que no se pueden aguantar la calentura, aun en su noviazgo con César, el hasta entonces único hombre en su vida (excepto por algún noviecillo sin importancia de la secundaria), sin embargo ahora de ella misma había nacido la iniciativa de ir a uno de esos lugares, para doble satisfacción de Don Cipriano pues encima le iba a salir de a gratis. Por segunda vez en su vida iba a visitar uno de estos lugares, aunque la primera vez fue con la sana intención de darle una lección al cerdo de Don Cipriano, lección que acabó en desastre pues recibió la que hasta entonces había sido la mejor cogida de su vida y había puesto en riesgo la relación con su familia. Ahora en cambio, tenía muy claro que se la iban a coger.

Unos 450 pesos costaba la habitación del primer motel que encontraron, sin recapacitar para que era originalmente el dinero, Gaby le dio el efectivo a Don Cipriano que a su vez pagó al encargado del motel.Ahora que Gabriela había perdido su empleo, dependía económicamente en su totalidad de su trabajador esposo, ese que tenía que salir por temporadas alejado de su familia, para poderles permitir ciertas comodidades que Gabriela daba por hecho. Entre esos pequeños caprichos que satisfacía gustosamente su abnegado esposo estaba el comprarle para felicidad de ambos todo lo que se le ofreciera a su pequeño vástago.

En 3 semanas sería el festival de Halloween en la escuela privada de su hijo (que festejaba el Halloween porque era bilingüe y enseñaba también inglés, no como las demás escuelas públicas, aunque claro, se trataba de un colegio bastante caro). El dinero era para el disfraz de su hijo, pero en ese momento, el dinero fruto del trabajo de su esposo y el cual le había dado ese dinero precisamente para gastarlo en su hijo, podía cumplir un propósito más urgente, ser bien cogida por el semental que tenía al lado.

Honestamente esperaba un lugar más descuidado y fue gratamente sorprendida por el lugar que se veía limpio y sobrio. Entraron al garaje que les correspondía y Don Cipriano bajó del vehículo para bajar la puerta corrediza.Las paredes estaban pintadas de un color durazno, había 2 macetas a la entrada de la puerta, con plantas visiblemente artificiales, al entrar a la habitación, Gabriela se encontró con un espacio amplio, totalmente alfombrado, con un sofá doble, un sillón individual, una mesa de vidrio entre ambos muebles, una amplia cama y 2 detalles que ella en su ingenuidad no había imaginado.

La pared al fondo del cuarto era en su totalidad un espejo gigante, donde se podía observar el reflejo de todo lo que pasaba en la habitación y un curioso mueble que era como un cojín demasiado grande que se encontraba en la base de la cama y que le llegaba por encima de sus rodillas, poca importancia le dio en ese momento pues no le imaginaba ningún uso práctico a dicha pieza.

Mucha mayor impresión le causó el enorme espejo, el cual en primera instancia la incomodó, podía ver la imagen de Don Cipriano, un viejo que no le atraía en absoluto físicamente, pero que no terminaba de explicar entonces cual era la fascinación que siempre acababa por ejercer sobre ella a pesar de sus buenas intenciones de resistirse a sus chantajes, su imagen descuidada y sucia que le daban esos corrientes y raídos pantalones de mezclilla y una mueca en lugar de sonrisa que expresaba perfectamente la sensación de triunfo que tenía que estar experimentando el viejo.Por su parte, lo que de verdad incomodaba a Gabriela era su propia imagen, visiblemente mal peinada, con su blusa amarilla con los botones superiores desabotonados, dejando ver parte de sus generosas tetas y el botón de su entalladísimo pantalón negro, que no se había tomado la molestia de volver a abrochar después de lo sucedido en el parque – parezco una puta- pensó para ella misma, con una mezcla de pena y coraje hacia su persona.

Don Cipriano no perdió el tiempo con delicadezas, estaba claro que el tiempo apremiaba y muy a su pesar, Gaby tendría que regresar con el estúpido de su esposo, desconocía la excusa que esta había dado para librarse de ese estorbo con patas, que era suficientemente imbécil como para dejar sola a su mujercita y finalmente no le importaba. Lo que importaba es que había funcionado, pero no sabía de cuanto tiempo dispusiera su amante para la cogida que gustosamente le iba a meter.

Así que mientras Gaby permanecía absorta observándose a ella misma en el espejo, Don Cipriano se colocó detrás de ella, hasta colorar su ya enhiesta verga (que sabía lo que le esperaba) en medio del orgulloso trasero de la casada.Al principio Gaby no reaccionó, lo cual esta vez no provocó la molestia del experimentado viejo, pues finalmente en cada encuentro que había sostenido con la infiel mujer, ésta empezaba siendo más o menos fría, pero sus instintos de mujer caliente siempre acababan por hacer que se entregara a él sin reservas.

Sus manos se introdujeron bajo la blusa y bajo el sostén, para disfrutar directamente de esas firmes chichotas que a él tan grata impresión le causaban, encontró los pezones ya en un estado de erección, que delataban a su dueña y rápidamente se pusieron más duros si esto era posible. Su boca mientras tanto atacaba el cuello de Gaby, que sumisa, se limitaba a ladear su cabeza.Las primeras señales de que Don Cipriano estaba logrando su objetivo, llegaron cuando la casada empezó a aumentar el ritmo de su respiración y cuando ella así sea de forma involuntaria empezó a empujar su gran trasero para que se incrustara con la potente verga que la punteaba, una gran sonrisa dejo ver todos los amarillos dientes del afortunado mecánico.

La suave piel de las tetas de la mujer contrastaba con la rugosidad de sus manos, pero precisamente eso causaba en Gaby un especial cosquilleo, que las delicadas manos de su marido, eran incapaces de proporcionar, con los ojos cerrados, para no ver su entrega al que se había convertido en su macho esta última temporada, se fue abandonando al placer. De pronto dejo de sentir caricias sobre su teta derecha, por supuesto que no se atrevería a reclamar esa caricia que tan bien la hacía sentir, aún le daba pena, pero al sentir que la mano de Don Cipriano se dirigía hacia su empapado coño, la tranquilizó, esas rudas manos, capaces de nalguearla con intensidad, de sujetarla intensamente, eran igual de capaces de acariciar delicadamente su clítoris que ya sobresalía excitado.

Sus piernas flaqueaban, no iba a poder mantenerse demasiado en pie, pero para su amante ya había llegado el momento de despojarla de su blusa y a continuación desabrocharle rápidamente el sujetador.

  • Que buena estas!.- fue lo más tierno que se le ocurrió a Don Cipriano, que con la calentura y la poca sangre que le llegaba al cerebro, era un milagro que pudiera articular palabra alguna.

La pena aún dominaba a Gabriela, que no se animaba a responder el cumplido, pero sí ofreció una coqueta sonrisa. El que su marido fuera mucho más romántico, sofisticado y original con sus cumplidos a la hora de hacer el amor y que tuviera que esforzarse mucho más para conseguir el mismo efecto en Gabriela, no le interesaba en ese momento, lo único que le interesaba, era la satisfacción de saberse admirada por su macho y eso la hacía sentir tan bien como esos dedos que la llevaban de nueva cuenta al borde del orgasmo.

  • Voltéate putita. – ordenó con su habitual tacto.

César jamás había utilizado palabras altisonantes con ella cuando estaban en la cama, siempre se había esforzado en tratarla como a una princesa, de hecho ni siquiera en sus más fuertes discusiones había llegado a utilizar de forma esporádica la palabra “idiota” y eso ya había ocasionado un drama matrimonial. Gabriela no podía tolerar por parte de su marido cualquier palabra despectiva, según ella el respeto era la base de cualquier relación sana, así que nunca iba a dejar que un hombre abusara de ella, como le había pasado a tantas amigas y ex compañeras del colegio. O al menos eso era lo que pensaba hasta que conoció a Don Cipriano, que habitualmente la trataba de “pendeja” y en la cama ya había perdido la cuenta de cuantas veces entre puta, zorra y perra no la había calificado.

Peor aún ella misma, mentalmente al menos, se había llegado a calificar como puta.

En todo caso el “putita” no le pareció ofensivo, solo como una forma de reafirmar una orden, que no tenía intenciones de desobedecer y volteó para besar en la boca a Don Cipriano. El intenso beso, solo fue interrumpido por una sonora nalgada sobre el trasero de Gaby, que no pudo evitar quejarse, las manos de Don Cipriano tomaron el pantalón y el bikini de la anhelante hembra y los bajaron hasta las rodillas. Gaby cooperó, alzando una pierna a la vez para despojarse de sus ropas, quedando nuevamente desnuda frente a su amante.El hecho de quedar totalmente desnuda, frente a Don Cipriano que aún seguía vestido la hacía sentir aún más indefensa y sin voluntad para oponerse ante lo que intentara Don Cipriano. La culpabilidad aun le remordía la conciencia, si bien era cierto que se estaba entregando para proteger de sus errores a su familia y que era víctima de un chantaje, no era menos cierto que disfrutaba entregarse a ese hombre. Si al menos pudiera evitar las sensaciones agradables durante sus encuentros, eso la haría sentirse moralmente bien consigo misma. Pero para que engañarse, disfrutaba horrores en las manos de Don Cipriano.

  • Agáchate sobre la mesa.- le volvió a ordenar Don Cipriano.

  • Que??.- fue la respuesta de la confundida mujer, que ya resignada a tener sexo, esperaba que la llevaran a la cama para consumar el acto.

  • Como eres pendeja, se ve que solo eres buena para coger, eso sí la mejor cogiendo.- aprovechó para denigrarla aun más Don Cipriano.

  • Es que no entiendo que es lo que quiere Don Cipriano.- respondió una temerosa Gaby, que no quería hacer enfadar a su hombre.

  • Parece que a ti todo hay que explicártelo, quiero que te agaches, sobre esa mesa y que me muevas tu culito, vamos que al final lo vas a acabar disfrutando.

Gabriela lentamente empezó a cumplir las órdenes recibidas, apoyó sus dos brazos sobre la mesa de cristal y quedó arrodillada, sacando su culito, y moviéndolo graciosamente de lado a lado, sin embargo eso no era lo que deseaba Don Cipriano.Sin que la casada lo esperara la mano del viejo, bruscamente se apoyó en su espalda e hizo presión fuertemente para hacerla bajar aún más. Sus grandes tetas balanceándose fueron a chocar contra el frío vidrio, instintivamente intentó separarse del cristal pero no podía competir contra la fuerza que ejercía el rudo hombre. Finalmente sus tetas quedaron totalmente aplastadas contra la mesa. Jamás había sido tratada de esa forma, pero extrañamente la sensación entre su caliente cuerpo y el frío cristal era placentera.

Concentrada en esa nueva sensación no llegó a escuchar como Don Cipriano bajaba la cremallera de su pantalón y extraía gordo y ancho miembro, así que fue tomada totalmente desprevenida cuando la ensartaron de un solo golpe y emitió un largo y grave gemido a consecuencia de ello. Aun con tan enorme verga, la penetración aunque sorpresiva y violenta, resultó placentera, su coño estaba totalmente lubricado y de hecho todos sus muslos ya estaban empapados, jamás había lubricado tanto, como durante las cogidas con este hombre.

El ritmo que imprimió a la cogida Don Cipriano más tenía que ver con el de un joven de 20 años que con un viejo que rozaba los 60, definitivamente montar a esta hembra sacaba a su manera, lo mejor que podía ofrecer Don Cipriano, que evidentemente buscaba disfrutar de la magnífica puta que había tenido la fortuna de descubrir, pero que también por cuestión de orgullo propio quería hacer berrear de placer. Cada gemido que salía de la boca de Gabriela era una confirmación al ego de Don Cipriano que él definitivamente valía como hombre y era un “ganador”, si por azares del destino no había conseguido el éxito, era debido a su canija suerte, porque él era un hombre hecho y derecho capaz de hacer perder la cabeza a una mujer de bandera, como la que actualmente estaba empalada gustosamente debajo de él.

  • Ahh noo!!!- gimió al recibir una nalgada.

La respuesta de Don Cipriano fue nalguearla del otro lado, le encantaba ese sonido tan obsceno de las nalgas de la casada rebotando contra su verga, ondulándose al recibir cada empujón, el poder ver los labios vaginales de la casada, como se esforzaban en abrazar su considerable verga y finalmente ver como la cada vez más caliente mujer empezaba a llevar el ritmo de la cogida empujando su trasero al mismo tiempo que él le clavaba la verga para intensificar las sensaciones de ambos.

Gaby, ya no notaba el frío del cristal, su caliente cuerpo, había calentado la mesa, ahora lo único que notaba era un agradable calor en su sexo y como la poderosa verga de Don Cipriano la perforaba una y otra vez.

  • No mames, cada vez eres más puta, que bueno es tenerte aquí.- bramó Don Cipriano.

Aún no le agradaba la palabra puta, pero definitivamente le agradó el hecho de que su hombre expresará su satisfacción de tenerla para cumplir sus deseos.

  • A mi también me gusta estar aquí. Respondió Gabriela, como bien pudo entre las arremetidas de su amante.

Hace cuánto que no tenia intimidad con su esposo?? Iban a cumplirse fácilmente 2 meses y no era por falta de oportunidades, pues estas habían existido, la verdad era que Gabriela había hecho todo lo posible por rehuir el contacto íntimo con su legítimo esposo y en cada oportunidad por una u otra causa se habían interrumpido sus encuentros. De manera inconsciente, su cuerpo y sus orgasmos ya habían empezado a pertenecer a Don Cipriano, si bien es cierto que su cariño no había abandonado a César y Gaby lo reconocía como un excelente marido y mejor padre, alguien con quien valía pasar la vida juntos.

Mientras duraran los encuentros con Don Cipriano, no tendría relaciones con su esposo, la sensación de suciedad por su persona y de culpabilidad serían insoportables, además que inevitablemente llegarían las comparaciones, en las cuales su esposo salía tan mal parado. Así que aunque doloroso para ambos cónyuges, Gabriela pensó que sería lo mejor por el momento. Después terminado este episodio de su vida ya tendría tiempo de reconstruir su relación con César, alcanzó a pensar por última vez la casada antes de concentrarse, ya plenamente en el acto de ser montada.

Don Cipriano alargó su mano, para tomarla de sus sedosos cabellos y jalar su cabeza, ahora verdaderamente parecía que estaba siendo montada, el rostro de Gabriela ya totalmente sonrojado suspiraba agitadamente, pero como último rastro de pudor, mantenía los ojos cerrados.

  • Te gusta coger conmigo más que con tu marido??

  • Si!!!!, me gusta mucho coger con usted.

  • Te dejo bien cogida verdad zorrita???

  • Si, Don, me coge muy bien.

  • Tu también coges divino, has mejorado mucho.

Entre todos los comentarios denigrantes que había dirigido Don Cipriano hacia su persona, nada contaba, para ella sólo este último comentario la hizo sentirse orgullosa de sí misma como mujer.

  • Ven, te toca trabajar a ti.- retirándose del culo de la mujer, que quedó recostada sobre la mesa, enseñando su cuidado y bien afeitado coño brilloso de los líquidos que había segregado durante el acoplamiento.

Don Cipriano se recreó un momento con aquella maravillosa visión, que esperaba recordar por lo que le quedara de vida, pero volvió a su propósito original y fue a colocarse en la cama de la habitación, después de todo si su mujer había tenido el detalle de pagar el motel era para que se la cogieran con mayor comodidad. Gabriela saliendo de su agradable trance, se incorporó, vio risueña a ese hombre viejo, rematadamente feo y con prominente panza, pero que poseía una verga con un vigor que la hacía delirar y que además tenía un no sé que inexplicable en su trato hacía que le obligaba a perder cualquier recato o compostura.

Se colocó encima de su amante, tomó la verga, pero en lugar de simplemente introducirsela, empezó a jugar con ella, pasándosela a lo largo de su encharcada vagina, impregnándola de sus propios jugos. La ancha verga de Don Cipriano era abrazada y acariciada por los labios vaginales de la ahora hambrienta de sexo Gabriela. Y una vez más volvió a sorprenderlo cuando la caliente hembra tomó la verga que se le ofrecía para dirigir la punta de su pene contra el clítoris, para a continuación acariciarse frenéticamente con él. Definitivamente el esposo de Gabriela era un imbécil y lo que le ocurría le estaba bien merecido, teniendo a su lado durante años a tan caliente puta y desaprovecharla. Aunque para su fortuna él había llegado para descubrir la puta que la modosita Gabriela llevaba en su interior.

Ambos amantes ya no aguantaban más, ambos deseaban la penetración y el estar lo más unidos posibles, Gabriela con su mano dirigió decidida el miembro de su macho hacia su coño, que fue tragando poco a poco la imponente verga, más del doble que la de su cornudo marido.

La sensación en su coño era indescriptible, poco a poco se tragaba los centímetros de la verga de Don Cipriano, sintiendo al mismo tiempo las marcadas venas que se rozaban con las paredes de su sexo y como la cabeza de esa deliciosa verga legaba hasta profundidades que nunca otro hombre había tenido la fortuna de conocer.

Empezó como un lento vaivén de caderas, que paulatinamente se fue acelerando. Era maravilloso, después de todo lo vivido este día este HOMBRE, aún no parecía estar cerca de terminar, llevaba 2 orgasmos esta tarde, uno siendo dedeada en el coche del mecánico, otro cuando la sometió en la mesa de cristal. Su corazón agitado, su cara y pechos adornados con gotitas de sudor, su cabello ya mojado de sudor, (lo cual la hacía verse aún más sexy si cabe), todo anunciaba que estaba por llegar al orgasmo por tercera vez. Y a medida que se fue acercando su orgasmo, también se intensificaron sus movimientos de cadera, que ahora ya resultaban frenéticos.

Sus jugos empapaban no solo su coño, sino el vientre de Don Cipriano y aún las sábanas de esa cama dedicada a amantes ocasionales, no pudo reprimir más sus gemidos, que empezaron a ser sonoros.

  • Me vengo, aguante Don Cipriano me vengo, deme, deme más.- suplicó la mujer, para la cual en ese momento solo existía su satisfacción y la de su amante.

  • Chiquita puedo seguir cogiéndote, tú llega al orgasmo, que me encanta verte la cara de putita que pones.

  • Gracias Don, aguante ya casi.- alcanzó a gemir Gaby.

Ya estaba, estaba teniendo su tercer orgasmo encima del hombre que le había dado las mejores cogidas de su vida, las contracciones de su coño se sucedían unas tras otras y entonces Don Cipriano la enloqueció.Con la experiencia que dan los años y la constante práctica, Don Cipriano sabía que una hembra tan caliente tenía por fuerza que ser multi orgásmica y eso había que averiguarlo, con ambos brazos atrajo a la complacida hembra sobre su pecho, que aún sufría los efectos de su último orgasmo y empezó él a mover sus caderas esta vez, lo más rápido posible.

El efecto del pistón sobre su sensible coño fue demasiado para Gabriela, demasiado sensible aún por el efecto del reciente orgasmo, la sensación acumulada fue lo mejor que le había pasado en la vida, abiertamente empezó a salir de su boca, algo más que un gemido, pero menos que un grito.

  • AHHH papi, ahh que bien, ahh no puedo más vente papi.

Don Cipriano se detuvo, en efecto, aunque muy aguantador y bien controlado, la exquisita hembra que tenía encima estaba a punto de que se viniera y como macho experimentado en esas artes, se detuvo y trató de aplazar la eyaculación controlando su respiración.

  • Puta, te quiero coger viendo esas nalgotas.

  • Si bebe, sígueme cogiendo. – respondió la tierna Gaby, finalizando la respuesta con un apasionado beso de lengua para Don Cipriano. Gabriela agradecida por el placer que le habían brindado, estaba dispuesta a lo que le pidiera su macho.

Ahora la palabra “puta” ya no sonaba molesta para sus oídos, ahora la palabra “puta” tenía un significado agradable, significaba que era la hembra de su macho y que este disfrutaba con ella. Al escuchar la palabra “PUTA”, Gaby no pudo impedir el tomarla como un atento cumplido. Se levantó de esa verga que le había proporcionado 2 orgasmos seguidos en los últimos minutos, se giró sobre sí misma, complaciente, dispuesta a darle una visión de su espectacular trasero, el cual sabía que su macho disfrutaba tanto al verlo y se sentó de nueva cuenta sobre la verga de Don Cipriano.

Esta vez quedó dándole la espalda al viejo, Gabriela mientras tanto podía concentrarse en las sensaciones que esa poderosa verga le causaba y de forma premeditada empezó a moverse muy lentamente. Con toda la intención de que su macho disfrutara de la visión de sus nalgas comiéndose el delicioso palo. Con movimientos tan lentos que a la vez que sumían en la desesperación a Don Cipriano, al buscar más velocidad en la cogida, lo embargaban de un inmenso gusto. Las manos de Don Cipriano no se mantuvieron inactivas, acariciaron la bella y suave espalda de Gaby y bajando la sujetaron firmemente de la cadera.

  • Más rápido perrita.- pidió Don Cipriano.

Pero para su sorpresa la viciosa casada pareció no escucharle y seguir con ese ritmo atormentadoramente lento, únicamente después de recibir otra sonora nalgada la casada aceleró el ritmo.

  • Así que te gusta que te traten como perrita ehh??

  • Solo me gusta con usted bebe, es tan bueno. – le aclaró Gabriela..

Y como respuesta a su confesión, recibió otra palmada que hizo enrojecer aún más a sus maltratadas nalgas.

  • Desde que te vi en el taller sabía que eras una puta.

  • Noo Don Cipriano, usted me hace que sea así, yo siempre fui decente.- se defendió.

  • Tonterías, tú siempre fuiste una vieja caliente, solo que no lo sabías y te tuve que coger para que te descubrieras.

Tal vez Don Cipriano tenía razón, tal vez ella siempre fue así en verdad, solo que ella no lo sabía y únicamente fue al cruzarse con un macho pervertido como Don Cipriano que la puta que llevaba en su interior pudo al fin expresarse. Era eso cierto? En todo caso Don Cipriano no la dejó pensar demasiado tiempo pues uno de sus gruesos dedos fue a introducirse en la boquita de Gabriela que rápidamente reaccionó mamando ese dedo como si se tratara de una pequeña verga. Ya bien ensalivado el dedo abandonó la boca de Gaby para ir a dar a su apretado ano.

Era increíble como en cada cogida Gabriela aprendía y disfrutaba de nuevas sensaciones que superaban ampliamente el convencional sexo que había mantenido hasta entonces. Podía notar perfectamente la verga de Don Cipriano incrustada en su coño y al mismo tiempo el dedo que jugueteaba en su trasero y la piel que separaba apenas la verga del dedo de Don Cipriano, la presión en sus dos agujeros una vez más la estaba llevando hacia el orgasmo. Su mirada perdida, entonces se fijó en el reflejo del espejo de la habitación, se podía ver toda sudada, totalmente despeinada, con la cara enrojecida por el esfuerzo respirando visiblemente agitada y esa visión terriblemente erótica intensificó aún más su propio placer.

Ya no veía a su reflejo con pena, de una mujer que iba a realizar un acto inmoral, así fuera bajo la excusa de proteger a su familia, se veía en el espejo como una mujer tremendamente sexy que cabalgaba sobre una verga enorme que le daba un placer aún más enorme, de veía a ella misma con sus pezones erectos y no pudo evitar llevar una mano a su pezón para pellizcarlo casi con saña y otra a su entrepierna para acariciarse ella misma e incrementar su placer. Se vio a sí misma incrementando el ritmo de su cabalgada más allá de lo que ella creía posible y vio su propio rostro transfigurado por el placer y babeando cuando estalló su quinto y último orgasmo del día.

  • Soy tu puta.- alcanzó a decir mientras se corría.

Agotada cayó de rodillas sobre la alfombra de esa habitación de motel, pero entendió que aún le quedaba una última misión que cumplir y se volteó hacia la verga de su querido macho, aún tenía que complacerlo para recompensarlo todo lo que había hecho por ella y además al mismo tiempo podía cumplir su oculto deseo de ver a esa verga tener su propio orgasmo. Don Cipriano a duras penas conteniendo su propio orgasmo alcanzó a aproximar la punta de su verga a la angelical carita de Gaby, para empezar a escupir semen sobre de ella. El primer disparo cruzó la frente de la anhelante mujer que no cerró los ojos, dispuesta a no perderse un momento del ansiado momento final., los siguientes disparos se desparramaron sobre la nariz y la boca entreabierta de la mujer, que al sentir el caliente semen sobre su rostro reaccionó abriendo su boca, ofrecida para culminar el placer de su macho.

Finalmente cuando esa verga dejó de escupir semen sobre de ella, se amorró, tiernamente a la punta de esa verga, para besarla y agradecerle el momento vivido.

  • Está bien ya puede dejarme aquí, estamos cerca de la panadería y puedo caminar a mi coche.. sugirió Gabriela

  • Esta vez estate atenta al celular, no queremos importunar a tu esposo recuerda.

Como si hiciera falta recordarle a Gaby, el terror que sintió cuando estuvo a punto de ser descubierta por su esposo cuando Don Cipriano sin consideración alguna, se presentó a la puerta de su casa.

  • No volverá a suceder, mientras dure esto, sabe que lo único que le pido es discreción.

Don Cipriano sonrió, sabía que Gabriela ya había aceptado como un hecho que al menos durante un mes seguirían sus encuentros, podría cogerse a la sabrosa casada esa temporada y luego ya vería que haría, para arreglar el problema con su legítima aunque horrible esposa para regresar al taller, pagar su deuda con Don Felipe y si todo salía bien, seguirse cogiendo a esta pendeja.

  • Sale vieja, ya me voy, solo recuerda que estaré pensando en ti y en tus nalgotas.- fue el intento de amable despedida que logró Don Cipriano.

  • De acuerdo, hasta la próxima, Don Cipriano.- contestó correctamente Gabriela, el viejo le volvía a parecer odioso, pero estando relativamente cerca de su casa y de algún conocido, no quería hacer ninguna escena.

Al bajar al coche, sintió una última nalgada sobre su trasero, conscientemente, maldijo al viejo por su atrevimiento y estupidez, inconscientemente su coño volvió a humedecerse.

*** Esta cuarta entrega fue escrita por Nadia Romina, se nota que el estilo ha cambiado respecto a las entregas anteriores pero el cuidado a los detalles de la historia se mantienen.