Gabriel, el padre de mi amiga

Fui a pasar unos dias con mi amiga, conocí a su padre y...

Hacia una semana que no veía a Bea, había ido a pasar las navidades con su padre. Hablando por teléfono me había contado que se había liado con un chico, él era el hijo del que se encargaba de arreglar la casa de su padre. Había vivido la historia con ella contándomela por teléfono.

Como habíamos planeado iba a pasar una semana con ella en casa de su padre al que no conocía. Pero que había aceptado que fuera una amiga.

Dos días antes de ir su padre la había cazado con José, su ya noviete y en contra de lo pensado lo llevaba más o menos bien.

Llegué por la mañana  y Bea con la efusividad de siempre me saludo con un abrazo y media hora después tras haberle conocido veía como ambos se besaban en la cafetería donde estábamos.

Cuando regresamos a la casa y baje a abrir la verja pensé en la suerte que tenia de vivir en un sitio así, vi otra vez la enorme casa de campo de dos plantas cubierta de piedra y rodeada de jardines.

-Es preciosa, que suerte tiene tu padre

-La verdad es que la compró de saldo y la ha ido arreglando, el padre de José aún sigue en ello.

-De todas maneras es una suerte, no sé cómo puede vivir en un oscuro piso teniendo esto.

-Está lejos para venir cada día de su trabajo, pero él la considera su residencia, el piso solo es de paso.

Cuando llegamos entramos y volví a fijarme en el enorme salón decorado con gusto en tonos neutros, maderas macizas y mullidos sofás.

Entonces se levantó del enorme sillón frente a la chimenea y llenó completamente la estancia con su presencia.

-Elia él es Gabriel, mi padre.

Me acerqué temblando a ese hombre grande y perfectamente arreglado que se movía como un felino enorme.

-Hola Elia, encantado de conocerte –sus ojos oscuros dudaban de sus palabras-

Viéndole tuve claro de quien había heredado Bea ese tono oscuro de piel.

Subimos juntas mi equipaje y me conto más detalles de su relación, cuando bajamos su padre tenía todo listo para la cena.

Cenamos tranquilamente y nosotras subimos arriba, cuando la llamo José yo me retiré despidiéndome.

Al rato bajé abajo a oscuras con el libro bajo el brazo, vi el enorme sillón ante la chimenea aun encendida y pensé en quedarme allí a leer, sería un lujazo.

A oscuras fui hasta la chimenea y recule sin mirar hacia el sillón y di un grito.

-Tranquila niña, soy yo. No quería asustarte

El corazón me iba a mil, por su cercanía, por el susto, por sentirle aún bajo mi trasero.

-No sabía que había nadie

-Imagino que no vas lanzándote sobre los hombres maduros que conoces.

Le sonreí sarcásticamente e intente levantarme, pero patiné y volví a caer de culo sobre sus muslos regios.

-Niña estate quieta –dijo sujetándome de la cintura-

Yo me movía sobre el intentando hacer pie cuando noté la dureza de su sexo en mi trasero, me gustó la sensación y deje de intentar huir.

-Ayúdame a levantarme o terminaré haciéndote daño con mi tontería.

-O te lo haré yo a ti con la mía –dijo mirándome en la oscuridad-

Me fui a la cama nerviosa y curiosamente excitada.

Los dos días siguientes vigile cada movimiento de ese hombre, nuestras miradas se encontraron varias veces. Cuando esa noche Bea volvía algo más tarde y nos quedamos solos, estaba en el jardín empapándome de los aromas de la noche cuando el apareció por detrás.

-hola Elia, ¿qué haces aquí sola?

-Espero a Bea, pero creo que me iré a dormir.

-¿No tienes novio? –Pregunto sentándose a mi lado-

-No

-Elia ¿puedo pedirte algo?

Creí que iba por otra parte por eso su pregunta me bajo de la nube de un golpe.

-¿Estas enamorada de Bea?

-No, ¿ha hablado con las cotillas de la clase?

-Pues sí, intente enterarme de a quien traía mi hija a casa y me sorprendieron al decirme que estabais liadas y que tú eras rarita

-Miré jamás he sentido deseo sexual alguno por ninguna mujer y eso incluye a mi mejor amiga Bea a la que adoro y me adora sin más y si ser rarita es cuidar con quien voy siendo selectiva si soy rarita.

Salí corriendo de allí ofendida por sus sospechas y por haber esperado otra cosa de ese hombre, me metí en la cama enfadada y diez minutos después pensé que no quería que se lo dijera a ella.

Bajé y al no verle toqué a la puerta de su habitación, esta se abrió y nada más entrar me sorprendió.

Era enorme, las paredes estaban pintadas de granate, los muebles grandes y robustos no se parecía en nada al resto de la casa. Me sentí abrumada y poseída por esa aura oscura y desconcertante que desprendía esa habitación.

-Hola Elia ¿Qué haces en mi madriguera?

-Necesitaba decirle que no le diga nada a Bea ella no sabe de esos comentarios

-¿Tú lo sabias?

-Si, a mí no me importa la gente, pero temía que ella se distanciara de mí

Le mire allí de pie, solo llevaba el pantalón del pijama y parecía más enigmático que fuera donde todo era armónico y de colores neutros y cálidos.

-Elia será mejor que te vayas a la cama

-¿A cuál? –le pedí sin pensar lo que decía mientras miraba su enorme y mullida cama-

-A la tuya chiquilla, no juegues conmigo. No soy uno más de los chicos con los que alternas.

-No soy una chiquilla ya casi tengo veinte años

-Nena yo cincuenta y cuatro. Vete a dormir –me empujo suavemente por los hombros-

Olía a limpio, a hombre, a deseo… me gire y le bese en los labios, él se quedó quieto unos segundos, luego me beso y mordió levemente mis labios antes de separarse.

-Elia no tengo sexo con amigas de mi hija de diecinueve años.

Me fui dolida y avergonzada por mi comportamiento, me quedé dormida al instante recordando el calor de sus labios en los míos.

Al día siguiente nos dijo que se iba dos días, por la tarde ya solas oí que Bea decía al teléfono no puedo dejarla. Al pedirle me conto que José quería que pasaran dos días a solas y tras debatirlo la medio obligué a irse.

-Estaré bien, relajada y además aprovecharé para leer frente a la chimenea.

Por la tarde no pude más y cogí las llaves de donde sabía que él las había cogido un día antes, solo quería ver de nuevo su habitación, no iba a tocar nada, solo unos segundos.

Entré y de nuevo me atrapó, allí en medio de esa estancia me sentía raramente excitada, me senté en la cama y entonces oí un ruido, levanté los ojos y le vi en la puerta.

-¿Qué haces aquí Elia?

-Lo siento solo quería verla unos segundos, no he tocado nada perdón. Bea no esta

-Lo sé la llamé cuando estaba por llegar y me lo conto todo, no esperaba encontrarte en mi habitación.

-¿No iba a estar dos días fuera?

-He cambiado de opinión y he decidido no huir

-¿De que huía?

-De ti

Su respuesta inesperada me causo un subidón y su oscura mirada removió todo mi cuerpo por dentro, mi corazón iba a mil mientras se acercaba.

-Elia me arrepentiré de esto el resto de mi vida lo sé, pero también me arrepentiré si no aprovecho

-¿Qué?

-Tu curiosidad por saber que se siente con alguien mayor

Me había leído a la perfección, la curiosidad de lo que despertaba en mi me estaba matando de deseo.

-¿Quieres irte Elia?

-No

-Esto es peligroso

-Por eso me excita

No necesito más de unas zancadas, se colocó detrás de mí aun sentada en la cama, de rodillas desde atrás tiró de mis hombros apoyándome en su pecho y agarró con ambas manos mis pechos. Los apretaba y masajeaba sobre el jersey, hasta que bajo y metió las manos debajo, yo suspiré, el saco mis tetas del sujetador y con dos dedos friccionó mis pezones.

-Quiero verlas

Tiró de mi jersey y lo sacó por mi cabeza, desde atrás me miro y dijo.

-Preciosas, como imaginé. –Dijo sobándomelas de nuevo- tu piel es tan blanquita y suave bajo mis dedos…

Bajo su mano morena por mi torso, hacia mi estómago y metiéndose bajo el pantalón ancho, coloco su mano de canto entre mis bragas y el pantalón.

-Estas caliente y tus braguitas mojadas, esto promete pequeña.

Subió más la mano apretándome, colocándola entre los labios de mi sexo y siguió presionando mientras besaba mi cuello y sobaba mis pechos con la otra mano. Me sentía en el cielo con el calor del mismo infierno traspasando mi cuerpo, bajando y concentrándose entre mis piernas, presionó más y mordisqueo mi piel y entonces me corrí salvajemente.

Aun temblaba por el increíble orgasmo que me había provocado, cuando el levantándose de la cama se puso ante mí, allí de pie mientras yo estaba sentada me pareció aún más grande que de costumbre.

-¿Que tal Elia?

-Perfecto –le dije con media sonrisa mientras él me observaba estudiando mi reacción-

Lleve mis manos a su cinturón y lo desabroché sin prisas, sin dejar de mirarle a los ojos desabroché también el pantalón. Los deje caer al suelo mirando como su polla abultaba bajo los calzoncillos. No pude esperar más, empecé a acariciarla sobre la fina tela de su ropa interior, luego metí mi mano por una pierna y busqué su sexo caliente, lo agarré y empecé a tocarlo mientras mi boca se posaba sobre el bulto cubierto de tela y lo mordisqueé y lamí mojando la tela mientras mi mano no paraba bajo la tela.

El me miraba sin hacer nada, concentrado con las sensaciones, jadeando levemente hasta que la subí sacando solo el glande por arriba y atrapándolo entre mis labios succionándolo y sintiendo su sabor por primera vez. Enseguida sentí la humedad de unas gotitas de semen entre mis labios y las lamí con gula. El gemía ahora más fuerte con sus manos apoyadas en mis hombros.

-Sigue Elia, me encanta.

Cada vez que succionaba sacaba un poco más de polla por la cinturilla hasta que solo los testículos quedaban bajo el elástico de su ropa interior y toda su polla entraba y salía entre mis labios.

-Si nena trágatela toda

Con mi mano aun dentro agarré sus testículos y los acaricié, los estrujé levemente y luego di pequeños tirones que a juzgar por su resuello le estaba gustando.

-Deberías parar Elia

-Es que no lo hago bien

-Porque lo haces demasiado bien deberías parar, siento que voy a estallar.

-Pues hazlo, porque no quiero parar, me encanta tener tu polla en mi boca.

-Joder Elia –dijo con un graznido-

En ese momento sentí como sus manos me apretaban los hombros, arqueaba ligeramente su cuerpo y descargo todo su semen en mi garganta, en mi boca… no me daba tiempo a tragar todo y su semen escurría entre mis labios, saque su polla y relamí mis labios antes de limpiársela bien con mi lengua. Arrancando aun algún gemido de su garganta.

Le miré y sonreí al ver que aun llevaba los calzoncillos puestos.

-Nunca había probado el semen –dije con sinceridad-

-¿Y qué te ha parecido?

-El tuyo al menos me ha gustado, no sé si todo es igual.

Sonrió un segundo y luego me empujó en la cama, subió mis piernas y separó mis muslos, se arrodilló en la cama y agarrando una de mis piernas empezó a lamer los dedos de mis pies, su lengua entre ellos me provocaba escalofríos por todo el cuerpo, fue subiendo por mi pierna, por mi muslo y salto mis braguitas para pasar al otro muslo y hacer el camino inverso a la otra vez. De nuevo se entretuvo entre mis dedos y mi cuerpo pedía más a gritos.

-¿Qué quieres preciosa? Pídemelo –su voz me enloqueció-

-Aquí –le dije señalando entre mis piernas-

Sonrió de nuevo y llevo su mano de nuevo sobre mis bragas mojadas, más aun que antes.

-Estas tan caliente Elia…

Bajo su cabeza entre mis piernas y con su lengua plana lamio mis bragas mojándolas como yo había hecho con él. Cuando estaban chorreando de mis jugos y su saliva, las apartó con un dedo y sentí su caliente y húmeda lengua jugando con mi sexo. Jadee, gemí y grité mientras me corría de nuevo como una posesa. Le agarré la cabeza empujándolo más aun y entonces me penetró con su lengua, con ella sacaba mis juguitos y lamia mi vagina provocándome otro orgasmo más intenso aun que el anterior, llegue a creer que me desmayaría.

Se levantó de nuevo de la cama y miro entre mis piernas.

-Elia eres una guarrilla, mira como me tienes de nuevo

Miré hacia donde señalaba y vi su polla de nuevo dura como antes de correrse y me relamí con desvergüenza.

-Eres una descarada

Dio la vuelta a la cama y se colocó a los pies de la misma, allí había un mullido banquito. Lo separó de la cama, se quitó toda la ropa y sentándose en él me dijo.

-Ven desvergonzada, voy a darte tu merecido putita.

Me arrastré por la cama quedando ante él, mirándole con ganas de más.

-Abre las piernas, pequeña y clávatela despacio, quiero ver como desaparece en tu coñito.

Me abrí ante él, me cogió por la cintura y me atrajo despacio hacia su polla, esta rozó mi vagina y enseguida note su glande, tiró de mí y me clavo media mientras ambos gemíamos. Pase de tener el culo en la cama a tenerlo sobre sus muslos. Me empujó apoyando mi espalda en la cama y empezó a sobar mis tetas con dureza ahora, sus caricias no eran tiernas, sus dedos presionaban fuerte mis pezones y los friccionaba. Cuando me dolían de los duros que estaban los dejó y bajo sus manos por mi torso, por mi estómago y metió sus manos entre ambos, busco mi clítoris y lo fricciono con ahínco hasta que sentí como mil corrientes eléctricas atravesaban mi cuerpo y estallaban justo entre sus dedos sintiendo el mayor orgasmo de mi vida.

Diez minutos después apenas podía respirar y el cogiéndome bajo los brazos me tumbo en la cama se puse en pie y empujo profundamente, fuerte, de un golpe y se quedó quieto unos segundos maldiciendo antes de empezar a entrar y salir.

-Que estrecha eres Elia, nunca había estado en ningún sitio que se le pareciera

-No pares Gabriel –le dije entre jadeos-

-tengo que parar pequeña

-No –le dije agarrándolo con mis piernas- puedes seguir

-Entonces preciosa sube ese precioso culito, que voy a llenarte el coñito de semen

-Siiii

Subí las caderas y el me penetro más profundamente, más fuerte y ocurrió de nuevo, los espasmos de mi orgasmo me sacudían y entonces sentí su tensión y un potente y caliente chorro de semen lleno mi interior.

Unos minutos después salió de mi interior, me ayudó a colocarme en la cama y nos quedamos medio dormidos.

Desperté con sus dedos en mi vagina y al borde del orgasmo de nuevo.

-Me encanta tu coñito, aún hay restos de mí en tu interior y eso me pone a cien.

Empezó a mover sus dedos en mi interior, a entrar y salir con fuerza, con rapidez y otra vez chillé, otra vez me corrí.

-Vamos a la ducha desvergonzada, siempre estas dispuesta. –Dijo cuándo me abrí más-

En la ducha lamió mis pechos, jugó con los rizos de mi pubis y yo jugué con su polla, la metí en mi boca, pero no me dejo más.

-No golfa, tengo otros planes muñeca.

Sin secarnos apenas me llevo esta vez al sofá, me puso tras él y apoyo mis tetas en el respaldo, tiro de mis caderas inclinándome aún más al separarme y se arrodilló, me mordió el culo, luego lamio sus marcas y por ultimo separando mis cachetes lamio la rajita, hizo círculos alrededor de mi ano y luego penetró con su lengua, durante mucho rato solo estimuló y relajó mi ano, después dándome la vuelta subió mi culo al respaldo, abrió mis piernas y colocándolas sobre sus hombros empezó a lamer mi coñito, a morderlo, a devorarlo hasta volverme loca, separaba solo un poco la boca para mojar sus dedos en mi entrada y volvía a pegarme a su boca… sentí su dedo en mi ano, presionando y empujando. Sus lamidas acallaban mis quejas y poco a poco su dedo me penetró por completo, me escocia… deliciosamente y me deje llevar hasta que al borde del orgasmo separó su boca y bajo mis piernas, luego sacó lentamente su dedo y de nuevo me puso en la postura inicial, tiro separándome un poco y sentí de nuevo su dedo penetrar en mi ano, esta vez entro mejor, añadió otro y entró y salió varias veces. Luego los sacó y acercándose sentí su polla, su glande presionaba en mi ano.

-Gabriel… no

-Si Elia relájate porque voy a follarme tu culo, dijiste que lo querías y lo ibas a dar todo… relájate solo duele un poco al principio. –su voz excitadísima me hizo estar quieta-

Empujó y sentí como me abría las entrañas, escocia y dolía mucho y yo lloriqueaba mientras él me calmaba con caricias en mi espalda sin dejar de ganar milímetros.

-Tranquila Elia, ya casi esta. Me encanta tu culito, es aún más estrecho…

Empujó despacio hasta que sentí sus testículos y entonces paró

-Ahora empezaré a follarte el culo mientras te masturbó y te gustara zorrita, me encanta que sientas así, al límite aunque sea dolor.

Sus dedos jugaban entre mis piernas y dos minutos después jadeaba esperando que me diera ese orgasmo que había frenado, cuando estuve al borde de nuevo paro.

-Puedo follarte el culo ahora o paramos

-Cabrón párteme en dos, pero quiero correrme

-Esa es mi putita desvergonzada

Empezó a moverse, sentía como rozaba cada vez que se movía y poco a poco empezó a gustarme, empecé a sentir un extraño placer que incrementaba con sus caricias en mi clítoris, el calor me abrasaba por dentro.

-Si cariño córrete que cuando lo hagas llenare tu culito con mi semen, como el resto de tus agujeritos y serás completamente mía.

-Tuyaaaa

Dije corriéndome como una loca, arañando el sofá mientras sus empujones profundos dispararon su placer y se corrió conmigo gritando como locos. Caí sobre el respaldo del sofá y el sobre mi espalda.

Aun no habíamos recuperado las respiraciones cuando unos ruidos fuera indicaban que Bea había llegado antes de lo preciso, pensé mientras recogía mis ropas y subía desnuda la escalera oyendo las risas de Gabriel mientras recogía mis bragas.