Futbol 2, la pasión , ¡qué golazo !, me metieron
Tenía 35 años cuando un torneo de futbol me llevó, con mi hijo y un amiguito suyo, a ir a otra ciudad, donde viví la pasión , por el amiguito de mi hijo. Esta es la segunda parte de ese juego tan apasionado que viví con él, que supo anotar un golazo en mi cuerpo, haciéndome renacer la pasión.
Futbol 2, la pasión…, ¡qué golazo…!, me metió ese chico de la edad de mi hijo
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Resumen: tenía 35 años cuando un torneo de futbol me llevó, con mi hijo y un amiguito suyo, a ir a otra ciudad, donde viví la pasión…, por el amiguito de mi hijo, al cual lo hice descubrir su sexualidad y muchos secretos de la misma, en un curso intensivo que se prolongó casi por una semana, de placer y de ensueños. Esta es la segunda parte de ese “juego” tan apasionado que viví con él, que supo anotar un “golazo” en mi cuerpo, en mi boca, haciéndome renacer la pasión…, por el sexo.
Por la mañana, luego de despertarnos, Javier se metió a bañar. Lo dejé que se bañara, se arreglara y antes de que bajara le di un beso muy casto en la mejilla deseándole que le fuera muy bien en su juego. Le dije que yo llegaría un poco más tarde a la cancha.
Nos despedimos adentro de la habitación del hotel. Él se bajó a desayunar con sus compañeros y yo me metí a darme un baño.
Me arreglé; me puse unos pantalones de mezclilla, unos jeans, vaqueros, ajustados. Me puse unas botas y una blusa blanca y me bajé a desayunar al restaurant del hotel. Ahí había algunos padres de los muchachos; a muchos de ellos los conocía y me senté con algunos de ellos, en una mesa grande.
Platicamos de todo y de nada. Terminado el desayuno me subí a lavarme los dientes, a peinarme y luego de eso me fui en mi auto a la zona deportiva, adonde iba a ser el encuentro, que comenzaba a medio día, a las 12.
Llegué, me instalé en el estadio, en las gradas. Los conocidos me hicieron señas y me fui con ellos, para animar a los chicos. El encuentro terminó en un empate pero en penaltis nos ganaron. Andábamos todos desanimados; los chicos peor. Hubo la comida, pero un poco callada, gente cabizbaja y…, nos apuramos pues el otro juego de los otros dos semi finalistas comenzaba a las 4 pm, en el mismo estadio, por lo que hubo que apurarse.
Aquí el juego fue de un solo lado; un equipo era muy superior al otro y la cosa terminó 3 a 1. Nuestro equipo tenía que jugar con el perdedor, para sacar el 3er lugar. Eso sería en dos días más, el sábado; era apenas jueves.
El entrenador le dijo a los chicos que se fueran a recluir al hotel, que no se desvelaran y que al día siguiente tendrían reunión técnica y algo de ejercicio, así que se regresaron al hotel. Yo me quedé platicando con algunos de los papás y ya un poco más tarde me regresé hacia el hotel.
Al entrar a la habitación sorprendí a Javier, que se encontraba tan solo con sus “boxers”, secándose el pelo: ¡se acababa de terminar de bañar!.
= ¡perdón señora…, no creí que fuera a llegar tan rápido…!,
e hizo el intento de taparse con una toalla, pero solamente me sonreí y le dije:
- ¡qué muchacho tan guapo…!. ¡Así estás muy bien…!.
Se lo dije con doble sentido, y me le acerqué a darle un beso en la mejilla.
- ¡jugaste muy bien…!,
Le dije, abrazándolo, pues, en efecto, había anotado un “golazo” y había brindado un gran partido el muchacho.
= ¡También Óscar…!,
Me dijo, pues mi hijo había anotado el otro gol de nosotros.
- ¡Todos jugaron muy bien…!,
Le comenté, y de inmediato añadí:
- ¡Pero yo sólo tenía ojos para ti…!, ¡estás muy guapo…!,
Le expresé, acariciándole su mejilla y pasándole mi mano por detrás de su nuca, clavando mis ojos en sus ojos y luego pegándole mi mejilla a su pecho (estaba muy alto pa’ mí) y dándole de besitos en su pecho.
El chico me abrazó; me pasó sus manos por mi espalda y me oprimió contra de él, contra de su pecho:
- ¡La que está muy guapa es usted…, todos los compañeros lo notaron…, todos lo
comentábamos en voz baja…, y me sentía muy orgulloso, de que soy al único
que Ud. ha besado en la boca…!,
me dijo, levantando mi cara y acercando su boca a mi boca, la cual de inmediato besé:
- ¡Eres un presumido y creído…!,
le dije, bromeándolo:
- ¡Te crees mucho porque te doy de besitos…!.
= ¡Por todo lo que me da…, por el favor de su distinción, señora…, de verdad…,
no sabe lo agradecido y feliz que me siento…, deveras…, se lo juro, señora…!.
¡Me sentí muy feliz con esas palabras…, tan espontaneas, tan verdaderas, lejos de cualquier hipocresía, salidas del corazón!.
Lo abracé con muchísima fuerza y le pegué fuertemente mi cabeza a su pecho; me puse de nuevo a besarle su tórax y lo empujé con tanta vehemencia que fuimos a caer a la cama, en donde de inmediato me le monté, ya que él quedó recostado boca arriba y yo por encima de él.
Me puse a besarle su pecho; el chico me abrazaba con sus dos manos:
- ¡Me gusta tu pecho…, sin vellos…, tan fuerte…, tan bien formado…!,
Le decía, sin dejar de besarlo, al tiempo que me iba bajando muy lentamente para besarle ahora su estómago, su ombligo, su vientre…, hasta llegar al elástico de sus boxers, sintiendo de inmediato la rigidez de su pene, ya erecto, entusiasmado por las caricias y besos que nos prodigábamos.
Le pasé mi mano por encima del bóxer, de su pene en plena erección; se lo recorrí lentamente con la palma de mi mano:
- ¡Lo tienes parado…!.
= ¡Sí señora…, discúlpeme por favor…, me tiene Ud. muy caliente…!,
¡no he dejado de pensar en Ud….!, ¡todo el día…, se lo juro…!.
- ¿Y por eso lo tienes parado…?,
= Sí señora…, discúlpeme…, ¡no he dejado de pensar en lo que hicimos anoche...!
- ¿Te gustó…?,
= ¡Me tiene maravillado…, deslumbrado…, enajenado…!. ¡Es Ud. fabulosa…!,
señora…
Ya no dijimos más: comencé a deslizarle con más velocidad la palma de mi mano por encima de sus boxers; su pene estaba a reventar, de lo erecto e “inflado” que estaba.
Unas cuantas caricias más con mi mano, muchos besitos en su ombligo y en su bajo vientre y…, comencé a tirar del elástico de esos boxers hacia abajo, descubriendo primeramente algo de su pelambrera, la que decoraba su monte de Venus.
Comencé a darle de besos ahí, en esa pelambrera hirsuta, a frotar mis mejillas y mi cara contra de ella, mientras continuaba bajándole sus boxers, hasta que salió y saltó, como si fuera un resorte, su pene, disparado hacia el cielo, hacia el techo, buscando la vertical, buscando pelea, “algún otro gol que anotar”.
Terminé de bajarle sus boxers. Se los saqué por debajo de los tobillos y los aventé en un lado de la cama.
Le tomé con mi mano derecha su pene: ¡me puse a admirarlo!, ¡qué belleza de erección!. Su “cabeza” (glande) se veía muy hinchada, más que morena, casi morada, ¡llena de placer y promesas…!. Estaba perfectamente separada de su prepucio…, que lo tenía muy corrido hacia abajo, solamente detenido por su frenillo, pues no estaba circuncidado.
Su vástago era moreno, igual que el muchacho, aunque entre el vástago y el glande había una zona que estaba entre rosa y roja, morena y obscura. ¡Esa era la zona que quería envolver en mi boca, en mis labios!, ¡llenarla de saliva y de mi pasión!.
Hasta la parte de abajo brotaba su manojo de vellos, muy negros, obscuros, hirsutos, enrizados, que decoraban la base de su pene, de su virilidad, de su hombría. ¡Ese chico ya se había convertido en un hombre…, tenía el gusto y el honor de haber sido su madrina, quién lo convirtiera en hombre…, y me llenaba de orgullo ese hecho!, ¡aun a la fecha, me sigue siendo muy hermoso el recordarlo, el recordar el hecho, el instante, cada detalle de lo acontecido…, tal y como decía ese muchacho que lo recordaba!.
Tome su pene con mis dos manos y le acerqué mi carita: ¡me puse a recorrer mi cara con su pene y su pene con mi cara…, a que recorriera mi frente, mis cejas, mis ojos, mis pestañas, mi nariz…, ¡mis fosas nasales!. ¡Hasta por las orejas me lo pasé!. ¡No quería que dejara y que quedara un sólo rincón de mi cara sin que su pene lo acariciara!: ¡me le estaba entregando completamente, todo mi cuerpo, incluyendo mi cara, mi corazón, mi alma y mi ser…!.
Lo acomodé con cuidado en el lóbulo de mi oreja, de la izquierda…, luego de la derecha, haciéndole movimientos circulares mientras lo deslizaba por encima de ella, pidiéndole que empujara con fuerza al colocarlo en la entrada al oído, para ver si también podía penetrarme por ese lugar.
¡No pudo!, no pudo penetrarme por los oídos, pero sí lo hizo por mis orejas: ¡me la metió…, hasta por las orejas!. ¡Ya podía presumirlo el muchacho, pues también era un orgullo pa’ mí!.
Lo regresé a mis fosas nasales, y también quise que penetrara por ese lugar, pero…, ¡tampoco se pudo!, y se deslizó hacia mis labios, que lo llenaron de besos.
Sus líquidos pre-seminales ya habían brotado hacía mucho rato, y me los estaba embarrando por toda mi cara, mis orejas, mis fosas nasales y ahora por mis labios y…, estaban siendo recogidos por mi lengua, que estaba muy entusiasmada dándole lengüetazos a aquel hermoso pene parado.
Me empecé a adentrar, lentamente, ese pene en mi boca, chupándolo, dándole de besitos, dándole lengüetazos, oprimiéndolo con mis labios, saboreándole su “cabeza”, metiéndola y sacándola de mi cavidad bucal, lentamente, disfrutándolo lentamente, sin prisas, con tiento, con paciencia, ¡con morbosidad!. ¡Era una verdadera delicia este chico!.
¡Tenía un pene que…, era toda una exquisitez…!, con una erección muy perfecta, congestionado de sangre y deseo…, queriendo descubrir lo que es una mujer, lo que podía brindarle esta mujer…, lo que quería que se llevara de mí…, ¡todo!.
Empecé a meterlo y sacarlo de mi boca, a recorrerle su vástago con mi lengua, a darle de chupetones como a una chupeta, como un caramelo, ¡como a un pene erecto de joven!.
Clavé mi cara en la base de su pene, la froté contra su pelambrera, ¡la disfruté!; comencé a chupetearle sus “huevos”, ¡muy duros y llenos de leche!: ¡eran toda una promesa…, eran el paraíso perdido…, y vuelto a encontrar!.
Comencé a “besuquearle” sus “huevos”, sus testículos, a sentírselos con mis manos, ¡a llenarme de ellos!, a juguetearle con sus conductos seminales, que se le sentían muy duros y llenos: ¡estaba lista mi “leche”!, ¡la estaba “calentando” para mi merienda!, ¡iba a degustar su lechita…, espesa, caliente, deliciosa!.
Le chupaba sus testículos, uno, otro, de manera alternada, los metía entre mis labios, los absorbía, hacia gemir a ese chico, que me acariciaba el cabello:
- ¡Señora…, señora…, qué rico…, señora…!.
Regresé hasta el vástago de su pene: me lo fui recorriendo con mucha lentitud hacia arriba, dándole besitos en todo el camino. ¡Qué hermoso camino!. ¡Tan hermoso como el de Santiago…!, ¡como el de la vía láctea!. ¡Andaba buscando la vía láctea!, ¡Deseaba que llegara a mi boca!, a saborear su lechita…, a que me llenara de semen!.
Me coloqué de rodillas enfrente de su pene parado; lo tomé entre mis manos, ¡lo volví a contemplar!. ¡Era delicioso lo que me “traía entre las manos!.
Acerqué mi cabeza a ese pene, comencé a lengüetearlo, a darle chupetes, a besarlo y a introducirlo en mis labios, a mordisquearlo con mis labios, a meterlo y sacarlo de mi boca:
- ¡señora…, que rico…, señora…!.
¡Empecé mi “mamada”!, lenta, sin prisas, ¡artística…!, ¡con la mayor maestría que haya podido impregnarle!. Muy lentamente al principio, comenzando a acelerar poco a poco, después…, para luego de nuevo bajarle…, disminuir mi velocidad.
Varias veces realicé la “faena”, hasta que comencé a introducirlo en mi boca, de manera profunda: primero la cabecita (¡cabezota, la tenía completamente “inflamada”!), luego la zona de transición, la roja – rosa – morena, y finalmente intentaba introducirme todo ese falo, ¡completamente hasta adentro…!, pero me rozaba la “campanilla”, ¡me tocaba la campanilla y creía que no podría introducirlo ya más.
- ¡Señora…, me siento hasta adentro…, señora…, qué rico…, señora!,
exclamaba ese chico, en el clímax de su placer.
Hice varios intentos, hasta que finalmente sentí que sus vellos púbicos rozaban contra mis labios y mi nariz: ¡estaba hasta adentro!, ¡lo estaba poseyendo completamente!, ¡había logrado mi hazaña!, ¡tragármelo por completo!.
- ¡Señora…, estoy hasta adentro…, señora…, ya no puedo más…,por favor…!.
Sentí que el muchacho estaba a punto de “hacer erupción”, ¡de explotar!, de llenarme de semen y…, retirándolo un poco de mi garganta, comencé a hacerle mariposita en su meato, hasta que:
- ¡Señora…, cuidado…, me vengo…, señora…, me vengo…, me vengooo…!,
y empezó a depositarme su ofrenda en mi boca, su leche, caliente, caliente y espesa, deliciosa…, su virilidad…, ¡la estaba disfrutando!, ¡en mi boca!.
Traté de deglutír completamente su semen, aunque era tanto que parte de ello se escurrió por fuera de mi boca, hasta que por fin se calmó aquella eyaculación tan potente. Me limpié con mis dedos los chorros de semen que cayeron por fuera de mi cavidad bucal, en mis mejillas y labios, llevándolo hacia adentro de mi boca, para también paladearla y regocijarme con ella.
- ¡señora…, señora…, señooora…!,
Alcanzó a musitar ese chico, que entre gemidos y pujidos me había vaciado toda su carga y me había anotado un “golazo” en mi boca, que tuve que aplaudirle con ganas.
Nos quedamos recostados: él boca arriba con las piernas abiertas. Yo boca abajo, encima de su bajo vientre, con mi cabeza en su pubis, disfrutando lo más posible su pene.
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