Futanari Wars 1

Capítulo 1. Mercenarias de la Corporación Freya. - En un futuro distópico, dos guerreras enanas deberán luchar para ver quién recupera los códigos de hackeo robados a una megacorporación.

PRÓLOGO – FUTANARI WARS

¿El año en que vivimos? Imposible concretarlo. Una parte de los estudiosos hablan del 2565, otros del 2900 y los hay incluso que especulan con que nos hallaríamos bien transcurrido el año 4000. Tras los fallos en los archivos de memoria provocados por los virus informáticos, es muy difícil decirlo.

¿Los metahumanos? Se dice que hace muchos, muchos años, la humanidad colonizó varios planetas del sistema solar y fue entonces cuando surgieron los metahumanos.

Primero fueron los habitantes de Mercurio, el planeta más cercano al sol. Mercurio es un planeta muy denso, el segundo con mayor densidad del sistema solar, después de la Tierra. En su composición química hay un 70% de elementos metálicos, el resto son silicatos. Eso lo hace un planeta enormemente atractivo para explotar mineralmente, a la vez que un verdadero infierno para sobrevivir por sus 400 grados centígrados en su superficie, mientras que en las zonas de sombra la temperatura desciende hasta los 170 grados bajo cero.

Su terrible gravedad y las duras condiciones provocaron que la descendencia de sus colonos fuese cada vez más dura y estóica, de menor tamaño, mayor corpulencia y una gran musculatura. Cuando muchos de los descendientes de los colonos de Mercurio volvieron a la Tierra, pronto se les llamó "enanos".

Después, aparecieron los metahumanos descendientes de moradores de los lujosos hábitats espaciales o planetas artificiales, con su gravedad reducida. Las clases adineradas habían marchado hacia las estrellas para no sufrir la polución y la superpoblación en la Tierra. Pronto, también empezaron a cambiar. La baja gravedad les fue convirtiendo en seres más altos que los humanos, con una mayor gracia y agilidad. Incluso sus orejas fueron volviéndose más puntiagudas. En la Tierra, se llamó a aquellos que volvieron "elfos".

Por último, las mutaciones provocadas por la polución, la radiactividad o los-dioses-saben-qué, provocaron que los hijos de muchas mujeres nacieran con evidentes alteraciones, a juicio de unos, o con monstruosidades genéticas, a juicio de otros. Altos, fuertes, de apariencia bestial y con sus dientes y colmillos tan desarrollados como para brotar de sus bocas y fauces. Rápidamente, se llamó "orcos" a esos metahumanos.

La convivencia de humanos, enanos, elfos y orcos en la Tierra no fue pacífica. Pronto brotaron los disturbios, el racismo, manifestaciones a favor y en contra, choques y crímenes de odio. Cuando se aprobó la Enmienda de la Humanidad Global, mediante la que se dieron los mismos derechos a todos los metahumanos, los pogromos crecieron hasta culminar en la Noche de la Gran Rabia. Millones de metahumanos perdieron sus hogares en las revueltas o fueron asesinados, ante la pasividad de la policía y el ejército.

Poco a poco el orden se restableció. Pero el daño estaba hecho.

Derechos humanos, libertades e igualdad y prosperidad fueron conceptos que acabaron cayendo en el olvido y otras organizaciones se apresuraron a tomar el lugar de los débiles gobiernos.

Las megacorporaciones se convirtieron en las nuevas superpotencias mundiales, representando la ley por si mismas. O por lo menos, la ley y el orden de aquél que puede costeársela. Bajo un cielo siempre oscuro por la terrible polución y un aire irrespirable, los ejecutivos contemplan sus posesiones desde lujosos edificios kilométricos de metal y cristal. A sus pies, indiferentes a ellos, miles de millones de desahuciados y rebeldes viven como deshechos sociales, arrastrándose sin refugio ni esperanza. Las bandas controlan las calles con violencia y brutalidad, los pobres desheredados se unen a ellas o intentan resistir y sobrevivir como pueden. Y entre todos ellos, las cofradías de mercenarios y los sindicatos del crimen imponen la Ley del más fuerte.

CAPÍTULO 1

La megacorporación CyberSolutions, Inc. estaba a punto de conseguir la fabricación en masa de un nuevo producto desconocido pero que, según se decía, les supondría unas ganancias de miles de millones de neoyuanes, la moneda común en toda la Tierra. Por ahora, todo se había llevado en el máximo secreto, pero otras poderosas corporaciones, como Tenzu-Yutani o Runraku, se habían sentido amenazadas por los rumores sobre su rival. ¿Un bluff? ¿Un producto real? No importaba. Pronto, algún decker había logrado infiltrarse en las redes y había robado unos códigos de hackeo que, se decía, permitían acceder a la información sobre el nuevo producto. Los llamaban el código XTR-6.

Y Cybersolutions no estaba dispuesto a permitirlo, obviamente. Había acudido con un cheque en blanco a la corporación Freya, una agencia de mercenarias compuesta íntegramente por guerreras enanas que decían ser descendientes de las antiguas dvergar, los míticos enanos vikingos de la mitología nórdica que eran excelentes combatientes, formidables mineros y herreros y avariciosos recolectores de tesoros.

Morgana, una de aquellas guerreras enanas, se internó en uno de los despachos de la corporación Freya, sólo para toparse con Aslaug, otra de las metahumanas.

Las dos mujeres se miraron desafiantes. Su jarl, o jefa mercenaria, les había encargado a la vez a ambas que recuperasen el código de hackeo que la corporación Freya buscaba. Era algo que sólo una de las dos podría conseguir, pero esa era una costumbre común entre las mercenarias enanas: competir y luchar entre sí, con la finalidad de que la rivalidad las volviera más fuertes y despiadadas.

Morgana frunció el ceño, disgustada. ¿Por qué su rival tenía que ser Aslaug?

Aslaug, con su cabeza rapada salvo su cresta morena, era una de los mejores activos de la compañía, se decía incluso que era la mejor guerrera de una larga estirpe de guerreras. Unas lágrimas negras tatuadas adornaban su mejilla derecha. Mediría un metro cincuenta centímetros, y sus pechos eran muy generosos, grandes y rotundos, y tenía unas gruesas caderas y un espléndido culo.

Pero su peligrosidad no sólo residía en su fuerza y astucia. Era una futanari, una guerrera que, siendo un cigoto en el vientre de su madre, había sido genéticamente modificada para ser dotada de un falo, grueso y venoso, además de su propia vagina. El exceso de testosterona la convertía en una peligrosa guerrera hermafrodita, diestra en el combate y con una lujuria insanciable que sólo se amansaba temporalmente humillando y sometiendo a sus enemigas.

Sabedora de su poder y sonriendo, la futanari liberó su titánica verga de sus pantalones, exhibiéndola ante Morgana. Aslaug estaba especialmente bien dotada, mucho mejor que la de cualquier varón que Morgana hubiera visto durante su vida. Dos pesados huevos oscuros colgaron con poderío, y su mástil gigantesco ya se erguía, apuntando a su oponente, como un arma cargada.

-La jefa te ha encargado a ti recuperar también los códigos de hackeo, ¿verdad, Morgana? He tenido suerte de que me tocase como rival a una debilucha como tú. Es inútil que te esfuerces: los voy a recuperar yo, y tu patético culito será mío.

Morgana, su oponente, era una enana más joven y con menos experiencia. Algo más bajita, sus pechos eran mucho más pequeños y tenía su pelo teñido de un ostentoso tono rosa. Miró con una mezcla de asco y fascinación el tremendo rabo de su adversaria, gordo y venoso.

-Tú sueñas, Aslaug, voy a ganar yo y dejarás de ser la favorita de la jefa. La jarl verá por fin todo lo que valgo y me querrá más a mi que a ti.

Aslaug rió. -Eres una tonta, pelo de zanahoria, ven aquí. Contempla esta maravilla, pronto vas a verla mucho más de cerca.

Aslaug cogió su verga con su mano, y la movió de arriba a abajo, lentamente, masturbando poco a poco. En la punta del glande pudo adivinarse la brillantez producida por el líquido preseminal.

-Qué puta que eres, seguro que te estás poniendo cachonda, ¿verdad? Apuesto a que te gusta ver mi enorme pollón, que te encantaría catarla. -La ronroneante voz de Aslaug jadeaba, hablando con esfuerzo por la excitación.

Morgana tuvo que morderse el labio. La imagen de la descarada Aslaug masturbándose procazmente delante suya la estaba excitando y mucho. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no llevarse la mano a su entrepierna y acariciarse por encima de sus vaqueros.

Aslaug había avanzado lentamente hacia Morgana quien, inmóvil, no había hecho ademán de retirarse. Las dos adversarias enanas se miraban fijamente, retándose.

Aslaug sonrió mientras por fin llegaba el clímax, y temblando por la violencia del orgasmo, de su falo comenzó a brotar espesos chorros de puré que salpicaron pringosamente la ropa de la otra mujer.

-Toma, Morgana, ufff, todo para ti.

Un primer chorro surgió de la verga de Aslaug e impactó directamente en la camiseta de Morgana.

-¡Oh!

-Y otro más, y otro.

La enana pelirrosa quiso retirarse pero su espalda chocó contra la pared y, trastabillando, perdió el equilibrio, cayendo al suelo y quedando su rostro a la altura de la gruesa verga de la futanari.

Mientras, un segundo y tercer latigazo de espesa lefa se dirigieron sin remisión hacia su bonito rostro, manchando su nariz y mejillas y forzándola a cerrar los ojos antes de recibir otro en el entrecejo. Uno de los chorros penetró en la abierta boquita de Morgana, obligándola a tragarlo.

-Uooogg, glub, glabs...

-Jajaja, así, eso es, degusta mi esencia y bebétela toda, a ver si así te crecen esas tetitas enanas.

Los trallazos continuaron sucediéndose, cubriendo todo su desafiante rostro y manchando toda su ropa.

-Buff, estás toda manchadita, mi amor, un buen preludio de lo que te espera cuando te venza.

Aslaug depositó un beso en la pringada mejilla de Morgana antes de encaminarse hacia la puerta. La enana más jóven quiso responder pero sólo pudo escupir un chorrito del semen de su oponente.

-Buena suerte, putita, pronto tu culo será mío. -dijo Aslaug mientras cerraba la puerta tras de si.

Morgana se miró en un espejo. Estaba totalmente cubierta de la leche de esa puta. Y lo peor es que se había quedado tremendamente excitada. Un cosquilleo invencible recorría su vagina. Mientras se masturbaba, se juró a si misma que ella conseguiría antes los códigos y sometería a esa arrogante zorra.

Sabía cuál sería la alternativa: la perdedora de la prueba quedaba a merced de los deseos de la ganadora.

Y Morgana no estaba segura de que su culito fuese capaz de albergar la enorme polla de la enana futanari.